Desde que hace ya algún tiempo se desató la polémica sobre el nombre que debería servir para identificar a la selección vasca de fútbol han aparecido en los medios de comunicación gran cantidad de comentarios y artículos en los que la polémica se centraba entre la denominación “Euskadi”, patrocinada desde las instituciones dependientes de Vitoria, y “Euskal Herria” defendida por un importante grupo de profesionales de dicho deporte, al que se adhirieron posteriormente profesionales y aficionados de otros.
Vasconia
Un nombre que parece que no se ha planteado en esta ocasión, pero que ya fue utilizado en otros tiempos, es el de “Vasconia”. Vasconia es una denominación antigua de nuestro país y que comprende, efectivamente, al conjunto de su territorio y habitantes. Su uso, hoy en día, se realiza más desde una perspectiva geográfica, territorial.
Euskadi
Es evidente que la denominación “Euskadi” es, cuando menos, ambigua. A pesar de las voluntariosas declaraciones de muchos de los partidarios de tal nombre en el sentido de que dicho término abarca (diríamos mejor, les gustaría que abarcase) al conjunto de territorios y personas de Vasconia, la realidad es que quienes lo propugnan saben perfectamente que en la organización política actual de los estados español y francés, Euskadi representa exclusivamente las “Provincias Vascongadas” históricas. También es obvio que en lo que hoy se sigue denominando como “Navarra”, dicho término Euskadi no ha sido de aceptación popular desde la época de su invención por Arana Goiri.
Euskal Herria
“Euskal Herria” es otra cuestión. Salvo por los sectores más intransigentes del nacionalismo español, y esto desde épocas muy recientes, esta denominación de contenido claramente lingüístico y cultural ha sido aceptada normalmente para abarcar al conjunto de nuestro pueblo. El hecho que han planteado los mismos sectores abiertamente nacionalistas de que es el término que utiliza el entorno de la denominada “izquierda abertzale” queda desautorizado radicalmente por ser el utilizado de modo general, durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, por todos los sectores sociales y políticos, comenzando por el carlismo.
Navarra
Si se trata de utilizar una denominación que trascienda el ámbito lingüístico y cultural, que es lo que parecen pretender los partidarios de “Euskadi”, parece que sería preferible usar el término que ha designado históricamente el máximo logro político de los vascos, el de su Estado propio durante muchos siglos: Navarra. Euskal Herria es la denominación lingüística y cultural de nuestro país y Navarra su expresión política. Los vascos somos Euskal Herria, pero políticamente somos navarros.
Además, somos muchos los vascos que consideramos la necesidad que tenemos, para mantener y desarrollar nuestras señas de identidad y modos de vida en los vertiginosos procesos de globalización en que estamos inmersos, de acceder al estatus de Estado independiente. Un Estado propio, en Europa y en el mundo, en pie de igualdad con los actualmente existentes, como Portugal o Dinamarca, o con los que puedan ser también en los próximos años, como Escocia, Cataluña o Flandes. Y somos muchos también los que queremos que ese Estado recupere la misma denominación histórica de Navarra.
La existencia de una selección deportiva propia es un signo importante de independencia y reconocimiento internacional. Los estados español y francés son ejemplos claros de unitarismo lingüístico, cultural y político. Por eso consideramos que dentro de sus fronteras nuestro futuro está no sólo hipotecado sino seriamente amenazado. Por eso precisamente queremos que cualquier selección deportiva vasca, la de fútbol ahora, sea la “Selección de Navarra”. Como expresión de nuestra próxima independencia.
Firman este texto: Tasio Agerre, Luis Mª Mtz Garate, Angel Rekalde
Opiniones y puntos de vista sobre Navarra como perspectiva política de Euskal Herria y de la Vasconia histórica en el mundo actual y sobre cualquier aspecto que afecte al presente y futuro del planeta Tierra, su biodiversidad, y el papel de la inteligencia humana en todo ello, "Nos guste o no, estemos o no preparados, somos la mente y los guardianes del mundo vivo". (Edward O. Wilson)
26 diciembre 2008
22 diciembre 2008
LEONARDO Y EL REY DE NAVARRA
Tras la muerte de Leonardo da Vinci, Benvenuto Cellini, famosísimo orfebre florentino, dijo:
Este texto, en el que el "rey" es Francisco I de Francia, para el que Cellini trabajo durante veinte años en su corte, y en el que el "rey de Navarra" no es otro que su cuñado, esposo de su hermana Margarita, Enrique II de Navarra "el Sangüesino", aparece citado en la página 174 de una magnífica obra sobre Leonardo da Vinci recientemente publicada en español y escrita por Fritjof Capra.
El libro de Capra es una vindicación del Leonardo en el que los aspectos científico y técnico son parte sustancial del conjunto de su obra. Desde la perspectiva de Capra, Leonardo plantea la ciencia de modo holístico, más cercano en su perspectiva a los actuales planteamientos superadores del mecanicismo y del dualismo imperantes en ese mundo desde la ruptura cartesiana de la realidad entre la "res extensa" y la "res cogitans", entre el cuerpo y el alma en el ámbito humano.
Es evidente que Leonardo no disponía de todo el aparato matemático, el conocimiento científico ni la tecnología necesarios para llegar a lo que hoy en día se consideran como planteamientos comunmente aceptados en la comunidad científica o técnica, pero sus intuiciones y el modo de enfocarlos son de una gran modernidad y, en gran medida, enlazan con muchas de las perspectivas a las que se ha ido llegando progresivamente tras la demostración de las insuficiencias del dualismo y mecanicismos originados, sobre todo, por las aportaciones de Descartes.
Fritjof Capra es autor de una magnífica obra titulada "La trama de la vida" (2006) en la que plantea en toda su complejidad lo que se denomina "ecología profunda" y en la que se supera la visión antropocéntrica de la ecología convencional. En esta última se sigue manteniendo, todavía, la centralidad humana en la biosfera y en el cosmos; mientras que en lo que se denomina como "ecología profunda" la especie humana es un actor más de la "trama de la vida", con su inmensa capacidad destructiva a la vez que con su enorme potencial regenerativo y creador a partir, precisamente, de sus conocimientos científicos y sus prácticas técnicas.
Según Capra, Leonardo tiene siempre presente en sus planteamientos una visión holística de la vida y el cosmos; visión que prefigura, en cierto modo, los planteamientos de la "ecología profunda". Es evidente, para Capra, que Leonardo siempre considera los procesos y la realidad en general de modo interrelacionado e interactuante, en el que la situación global es bastante más que el conjunto de elementos que la componen y a los que se puede acceder por su simple análisis y estudio individual de las partes resultantes del mismo.
La obra tiene dos partes. En la primera se expone su vida y actividades desde un punto de vista histórico, por un lado como artista y como científico y técnico, por otro. En la segunda, Capra analiza los modos de enfocar los problemas científicos y técnicos por parte de Leonardo y los logros que alcanzó en sus investigaciones.
Leonardo, tras una vida itinerante por los diversos centros políticos y culturales de la Italia de su época, desde su Florencia natal hasta Milan y Venecia pasando por Roma, fue "rescatado" de los conflictos bélicos y políticos que asolaban Italia por Francisco I de Valois, rey de Francia. El hermano de nuestra reina Margarita le ofreció en el castillo de Amboise, junto al Loira, un hermoso y apacible lugar donde poder desarrollar sus estudios con tranquilidad. No le obligó a ningún compromiso ni le pidió que realizara "trabajos" específicos para él, únicamente que, de vez en cuando, pudieran conversar juntos como describe Cellini en la escena que da comienzo a este texto. Allí falleció Leonardo en 1519.
Pienso que desde la Navarra del siglo XXI somos poco conscientes de la importancia, sobre todo cultural, de la Navarra que al norte del Pirineo siguió manteniendo su soberanía política tras la conquista y ocupación castellana de la Alta Navarra en 1512-24. Muchas veces se ha citado la obra de Shakespeare, con desarrollo en la corte de Pau, "Love's Labour's Lost" ("Trabajos de amor perdidos") y su famosa frase "Navarre shall be the wonder of the world" ("Navarra será la maravilla del mundo"), pero no se ha reflexionado suficiente sobre su trascendencia. Tal vez la única persona que lo ha hecho con profundidad haya sido Jon Oria en sus diversos libros y artículos sobre este asunto.
Capra, Fritjof
"La ciencia de Leonardo. La naturaleza profunda de la mente del gran genio del renacimiento"
Barcelona 2008
Editorial Anagrama
Colección Argumentos
No puedo resistirme a repetir las palabras que he oido al rey acerca de él, en presencia del cardenal de Ferrara, el cardenal de Lorena y el rey de Navarra; dijo que no creía que hubiera nacido nunca nadie que supiera tanto como Leonardo, y no sólo en los campos de la pintura, la escultura y la arquitectura, sino que también pensaba que era un gran filósofo.
Este texto, en el que el "rey" es Francisco I de Francia, para el que Cellini trabajo durante veinte años en su corte, y en el que el "rey de Navarra" no es otro que su cuñado, esposo de su hermana Margarita, Enrique II de Navarra "el Sangüesino", aparece citado en la página 174 de una magnífica obra sobre Leonardo da Vinci recientemente publicada en español y escrita por Fritjof Capra.
El libro de Capra es una vindicación del Leonardo en el que los aspectos científico y técnico son parte sustancial del conjunto de su obra. Desde la perspectiva de Capra, Leonardo plantea la ciencia de modo holístico, más cercano en su perspectiva a los actuales planteamientos superadores del mecanicismo y del dualismo imperantes en ese mundo desde la ruptura cartesiana de la realidad entre la "res extensa" y la "res cogitans", entre el cuerpo y el alma en el ámbito humano.
Es evidente que Leonardo no disponía de todo el aparato matemático, el conocimiento científico ni la tecnología necesarios para llegar a lo que hoy en día se consideran como planteamientos comunmente aceptados en la comunidad científica o técnica, pero sus intuiciones y el modo de enfocarlos son de una gran modernidad y, en gran medida, enlazan con muchas de las perspectivas a las que se ha ido llegando progresivamente tras la demostración de las insuficiencias del dualismo y mecanicismos originados, sobre todo, por las aportaciones de Descartes.
Fritjof Capra es autor de una magnífica obra titulada "La trama de la vida" (2006) en la que plantea en toda su complejidad lo que se denomina "ecología profunda" y en la que se supera la visión antropocéntrica de la ecología convencional. En esta última se sigue manteniendo, todavía, la centralidad humana en la biosfera y en el cosmos; mientras que en lo que se denomina como "ecología profunda" la especie humana es un actor más de la "trama de la vida", con su inmensa capacidad destructiva a la vez que con su enorme potencial regenerativo y creador a partir, precisamente, de sus conocimientos científicos y sus prácticas técnicas.
Según Capra, Leonardo tiene siempre presente en sus planteamientos una visión holística de la vida y el cosmos; visión que prefigura, en cierto modo, los planteamientos de la "ecología profunda". Es evidente, para Capra, que Leonardo siempre considera los procesos y la realidad en general de modo interrelacionado e interactuante, en el que la situación global es bastante más que el conjunto de elementos que la componen y a los que se puede acceder por su simple análisis y estudio individual de las partes resultantes del mismo.
La obra tiene dos partes. En la primera se expone su vida y actividades desde un punto de vista histórico, por un lado como artista y como científico y técnico, por otro. En la segunda, Capra analiza los modos de enfocar los problemas científicos y técnicos por parte de Leonardo y los logros que alcanzó en sus investigaciones.
Leonardo, tras una vida itinerante por los diversos centros políticos y culturales de la Italia de su época, desde su Florencia natal hasta Milan y Venecia pasando por Roma, fue "rescatado" de los conflictos bélicos y políticos que asolaban Italia por Francisco I de Valois, rey de Francia. El hermano de nuestra reina Margarita le ofreció en el castillo de Amboise, junto al Loira, un hermoso y apacible lugar donde poder desarrollar sus estudios con tranquilidad. No le obligó a ningún compromiso ni le pidió que realizara "trabajos" específicos para él, únicamente que, de vez en cuando, pudieran conversar juntos como describe Cellini en la escena que da comienzo a este texto. Allí falleció Leonardo en 1519.
Pienso que desde la Navarra del siglo XXI somos poco conscientes de la importancia, sobre todo cultural, de la Navarra que al norte del Pirineo siguió manteniendo su soberanía política tras la conquista y ocupación castellana de la Alta Navarra en 1512-24. Muchas veces se ha citado la obra de Shakespeare, con desarrollo en la corte de Pau, "Love's Labour's Lost" ("Trabajos de amor perdidos") y su famosa frase "Navarre shall be the wonder of the world" ("Navarra será la maravilla del mundo"), pero no se ha reflexionado suficiente sobre su trascendencia. Tal vez la única persona que lo ha hecho con profundidad haya sido Jon Oria en sus diversos libros y artículos sobre este asunto.
Capra, Fritjof
"La ciencia de Leonardo. La naturaleza profunda de la mente del gran genio del renacimiento"
Barcelona 2008
Editorial Anagrama
Colección Argumentos
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Navarra
11 diciembre 2008
29 noviembre 2008
FUEROS Y CARLISTADA
Con este mismo título acaba de presentar Mikel Sorauren, en Iruñea y editado por Nabarralde, su último trabajo. Se trata de un libro breve (100 páginas) pero de mucha enjundia, a la vez que de lectura muy amena. El objetivo de la obra consiste en ratificar las tesis ya expuestas por su autor, principalmente en su trabajo fundamental “Historia de Navarra, el Estado vasco” (1998 y ampliado en su tercera edición de 2008), sobre el contenido inequívocamente foral del levantamiento carlista de 1833 en el conjunto de los territorios vascos ocupados por la monarquía española.
En aquella obra se demostraba exhaustivamente, frente a tirios y troyanos, que el origen del conflicto carlista radicaba fundamentalmente en la defensa del sistema foral propio, tanto el del reino de Navarra como el de Vascongadas. Tal organización política, en ambos casos, era retoño de un común tronco del Derecho, el “Derecho Pirenaico” según diversos autores, y su plasmación más completa se produjo en la máxima institucionalización lograda históricamente por el pueblo vasco: el Estado navarro.
Muchas interpretaciones se han dado de las causas que motivaron la primera Guerra Carlista. En los últimos tiempos, algunas han insistido de nuevo en la motivación religiosa, como es el caso de Mª Cruz Mina; otras en cambio, han hecho hincapié en motivaciones relacionadas con determinados intereses campesinos unidos a una cierta pequeña nobleza agraria y al bajo clero, “feudales” siempre, como es la propuesta de Ramón del Río Aldaz. Los hay que oscilan entre una y otra, pero siempre considerando el carlismo como un movimiento “contrarrevolucionario”; tal es la perspectiva de Jordi Canal.
La posición de Sorauren es inequívoca y en este libro se ratifica de forma concluyente a través del análisis a que somete a cuatros obras escritas por otros tantos protagonistas de la contienda, procedentes de diferentes campos. Del propio bando carlista es el general Maroto. El liberal está representado, en sus dos principales corrientes, por el Marqués de Miraflores por la conservadora, y el general Espartero por la progresista. La cuarta perspectiva corresponde a la de un individuo muy peculiar, muy narcisista según Sorauren, que se puede decir que perteneció a todos y a ninguno de los grupos en conflicto: el conspirador Avinareta.
Las cuatro obras tienen como característica común: la de haber sido escritas inmediatamente tras el fin de la guerra, durante la década 1840-1850. Tres de ellas (las de Maroto, Miraflores y Avinareta) son autobiográficas y la cuarta es una biografía dirigida por Segundo Flórez, persona estrechamente vinculada al general y Duque de la Victoria, Baldomero Espartero, por lo que se puede considerar como “autorizada”. Son obras de personas totalmente implicadas en el conflicto, directamente bélico en algunos casos, político o diplomático en otros. Del análisis de las cuatro, Sorauren obtiene una conclusión inequívoca y que ratifica las tesis expuestas previamente en obras como la ya citada anteriormente. Es decir, el origen foral, de defensa de los Fueros vasco-navarros, de dicha guerra.
Siempre he estado de acuerdo con la tesis fundamental del autor y me ha alegrado mucho encontrar en este trabajo, basado en fuentes de época y protagonistas en el conflicto, un reforzamiento de la misma. De todas formas en ella se plantea un aspecto sobre el que creo que nadie había reflexionado anteriormente. Es una consideración de gran importancia, sobre todo desde la perspectiva actual de nuestro contencioso con España y Francia. Se trata del carácter de “Imperio” que presentaba la monarquía española en los orígenes de este conflicto.
Efectivamente, cuando surgen las circunstancias que van a provocar la guerra de 1833-1839, es decir las tensiones entre Euskal Herria y los gobiernos del rey de España, Carlos III, y Godoy a finales del siglo XVIII, así como en la época de la redacción de la famosa Constitución española de 1812, España era un Imperio extenso todavía. Conservaba gran parte de Centro y Sudamérica, Filipinas y Canarias en ultramar y, por supuesto, Galicia y los territorios sudpirenaicos de los Países Catalanes y de Vasconia en la península Ibérica.
En nuestro caso, en ese momento, nos encontramos en una fase a la que se llega, sin solución de continuidad, desde las conquistas sobre Navarra sufridas entre los siglos XII y XVI, en las que el conflicto presentaba claramente su condición de internacional, como ocupación violenta de un Estado legítima y legalmente constituido, o de partes del mismo, por otro. La nación vasca y su Estado, Navarra, fueron presa de las ambiciones expansionistas de una potencia, Castilla-España, por su parte sur y de otra, Francia, por la norte. La culminación de este proceso, en la Edad Moderna, es coetánea con la formación del resto del Imperio español. En el mismo año en que la Navarra ocupada por Castilla en 1512 trataba de liberarse y fue derrotada en Noain, 1521, Hernán Cortés conquistaba Méjico.
El libro está muy bien construido y una parte especialmente interesante del mismo se dedica a la revisión de otras fuentes contemporáneas, sobradamente conocidas, y que niegan origen foral al conflicto. Tal es el caso de las perspectivas de Zaratiegui o Henningsen. Como contraposición, el autor cita otros autores que plantean la existencia incluso de posiciones secesionistas en algunos sectores del carlismo vasco con relación a España. Es el caso, según Sorauren, de “Mc. Kenzie, Wikinson, Sommerville, Laurens y el mismo Xaho”.
Se trata de una obra muy interesante sobre todo para los que, desde la perspectiva del siglo XXI, consideramos el logro de un Estado propio para Navarra como nuestro objetivo democrático más importante. A través de su lectura nos percatamos de que el siglo XIX, la entrada en la Modernidad, fue para Euskal Herria un punto de reencuentro de todas sus gentes y territorios, tras varios siglos de relativo aislamiento, con un objetivo único: la defensa de su propio sistema político: los fueros. Los territorios de ultrapuertos contribuyeron también activamente, como retaguardia logística y como vía terrestre de acceso al resto de Europa de los territorios en combate franco, que se encontraban al sur del Pirineo.
Nuestro conflicto actual tiene raíces muy profundas, que datan de mucho tiempo atrás y que es producto, como ya se ha explicado tantas veces, de conquistas y ocupaciones violentas, pero su acceso a la Modernidad se produjo en el siglo XIX y su detonante fueron, precisamente, las guerras carlistas, en las que una vez más, a través de la reivindicación foral, se mostró su inequívoco carácter internacional.
Sorauren, Mikel
“Fueros y carlistada. Maroto, Espartero, Avinareta…”
Pamplona-Iruñea 2008
Nabarralde
En aquella obra se demostraba exhaustivamente, frente a tirios y troyanos, que el origen del conflicto carlista radicaba fundamentalmente en la defensa del sistema foral propio, tanto el del reino de Navarra como el de Vascongadas. Tal organización política, en ambos casos, era retoño de un común tronco del Derecho, el “Derecho Pirenaico” según diversos autores, y su plasmación más completa se produjo en la máxima institucionalización lograda históricamente por el pueblo vasco: el Estado navarro.
Muchas interpretaciones se han dado de las causas que motivaron la primera Guerra Carlista. En los últimos tiempos, algunas han insistido de nuevo en la motivación religiosa, como es el caso de Mª Cruz Mina; otras en cambio, han hecho hincapié en motivaciones relacionadas con determinados intereses campesinos unidos a una cierta pequeña nobleza agraria y al bajo clero, “feudales” siempre, como es la propuesta de Ramón del Río Aldaz. Los hay que oscilan entre una y otra, pero siempre considerando el carlismo como un movimiento “contrarrevolucionario”; tal es la perspectiva de Jordi Canal.
La posición de Sorauren es inequívoca y en este libro se ratifica de forma concluyente a través del análisis a que somete a cuatros obras escritas por otros tantos protagonistas de la contienda, procedentes de diferentes campos. Del propio bando carlista es el general Maroto. El liberal está representado, en sus dos principales corrientes, por el Marqués de Miraflores por la conservadora, y el general Espartero por la progresista. La cuarta perspectiva corresponde a la de un individuo muy peculiar, muy narcisista según Sorauren, que se puede decir que perteneció a todos y a ninguno de los grupos en conflicto: el conspirador Avinareta.
Las cuatro obras tienen como característica común: la de haber sido escritas inmediatamente tras el fin de la guerra, durante la década 1840-1850. Tres de ellas (las de Maroto, Miraflores y Avinareta) son autobiográficas y la cuarta es una biografía dirigida por Segundo Flórez, persona estrechamente vinculada al general y Duque de la Victoria, Baldomero Espartero, por lo que se puede considerar como “autorizada”. Son obras de personas totalmente implicadas en el conflicto, directamente bélico en algunos casos, político o diplomático en otros. Del análisis de las cuatro, Sorauren obtiene una conclusión inequívoca y que ratifica las tesis expuestas previamente en obras como la ya citada anteriormente. Es decir, el origen foral, de defensa de los Fueros vasco-navarros, de dicha guerra.
Siempre he estado de acuerdo con la tesis fundamental del autor y me ha alegrado mucho encontrar en este trabajo, basado en fuentes de época y protagonistas en el conflicto, un reforzamiento de la misma. De todas formas en ella se plantea un aspecto sobre el que creo que nadie había reflexionado anteriormente. Es una consideración de gran importancia, sobre todo desde la perspectiva actual de nuestro contencioso con España y Francia. Se trata del carácter de “Imperio” que presentaba la monarquía española en los orígenes de este conflicto.
Efectivamente, cuando surgen las circunstancias que van a provocar la guerra de 1833-1839, es decir las tensiones entre Euskal Herria y los gobiernos del rey de España, Carlos III, y Godoy a finales del siglo XVIII, así como en la época de la redacción de la famosa Constitución española de 1812, España era un Imperio extenso todavía. Conservaba gran parte de Centro y Sudamérica, Filipinas y Canarias en ultramar y, por supuesto, Galicia y los territorios sudpirenaicos de los Países Catalanes y de Vasconia en la península Ibérica.
En nuestro caso, en ese momento, nos encontramos en una fase a la que se llega, sin solución de continuidad, desde las conquistas sobre Navarra sufridas entre los siglos XII y XVI, en las que el conflicto presentaba claramente su condición de internacional, como ocupación violenta de un Estado legítima y legalmente constituido, o de partes del mismo, por otro. La nación vasca y su Estado, Navarra, fueron presa de las ambiciones expansionistas de una potencia, Castilla-España, por su parte sur y de otra, Francia, por la norte. La culminación de este proceso, en la Edad Moderna, es coetánea con la formación del resto del Imperio español. En el mismo año en que la Navarra ocupada por Castilla en 1512 trataba de liberarse y fue derrotada en Noain, 1521, Hernán Cortés conquistaba Méjico.
El libro está muy bien construido y una parte especialmente interesante del mismo se dedica a la revisión de otras fuentes contemporáneas, sobradamente conocidas, y que niegan origen foral al conflicto. Tal es el caso de las perspectivas de Zaratiegui o Henningsen. Como contraposición, el autor cita otros autores que plantean la existencia incluso de posiciones secesionistas en algunos sectores del carlismo vasco con relación a España. Es el caso, según Sorauren, de “Mc. Kenzie, Wikinson, Sommerville, Laurens y el mismo Xaho”.
Se trata de una obra muy interesante sobre todo para los que, desde la perspectiva del siglo XXI, consideramos el logro de un Estado propio para Navarra como nuestro objetivo democrático más importante. A través de su lectura nos percatamos de que el siglo XIX, la entrada en la Modernidad, fue para Euskal Herria un punto de reencuentro de todas sus gentes y territorios, tras varios siglos de relativo aislamiento, con un objetivo único: la defensa de su propio sistema político: los fueros. Los territorios de ultrapuertos contribuyeron también activamente, como retaguardia logística y como vía terrestre de acceso al resto de Europa de los territorios en combate franco, que se encontraban al sur del Pirineo.
Nuestro conflicto actual tiene raíces muy profundas, que datan de mucho tiempo atrás y que es producto, como ya se ha explicado tantas veces, de conquistas y ocupaciones violentas, pero su acceso a la Modernidad se produjo en el siglo XIX y su detonante fueron, precisamente, las guerras carlistas, en las que una vez más, a través de la reivindicación foral, se mostró su inequívoco carácter internacional.
Sorauren, Mikel
“Fueros y carlistada. Maroto, Espartero, Avinareta…”
Pamplona-Iruñea 2008
Nabarralde
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18 noviembre 2008
SOBRE EL NOMBRE POLÍTICO DE VASCONIA
A raíz de la polémica desatada por la denominación de una hipotética “selección nacional vasca de fútbol” creo que se han dicho algunas cosas, pocas por desgracia, con sensatez y muchas otras más con poco sentido o muy desviadas de nuestra realidad histórica y política en el presente.
En primer lugar, digo “hipotética” hablando de una “selección vasca de fútbol”, ya que nunca sería real, en el sentido práctico de la consecución de resultados competitivos computables internacionalmente, mientras los vascos no tuviéramos un Estado propio, como es el caso de las selecciones portuguesa, danesa o lituana.
Veamos: si, como dicen Egibar y otros, se debe adoptar el término de “Euskadi”, ya que es la “denominación política” del país, hay que decirles que la triste realidad es que, desde el punto de vista “político”, Euskadi es una Comunidad Autónoma del Reino de España, llamada “nacionalidad” en su Constitución, pero “región” en la práctica ante Europa y formada solamente por las tres provincias conocidas históricamente como “Vascongadas”. Una “selección” patrocinada por su “administración particular” pero sin reconocimiento internacional. No sería una “selección nacional vasca” real y completa.
Otra cuestión es que a determinados sectores que se reclaman del bizkaitarrismo histórico les gustaría que Euskadi fuese una realidad que englobara, no se sabe en muchos casos con qué categoría política, al conjunto territorial y humano conocido bajo el lema “zazpiak bat”. Pero eso, hoy, no constituye una realidad política a nivel internacional. Por lo cual la denominación “Euskadi” es una denominación, cuando menos, ambigua.
Por otro lado, una selección en la que estuvieran presentes jugadores de todo el país vasco -por cierto ¿incluyendo la diáspora?- más que otra cosa debería ser “selección de Euskal Herria”; selección de un pueblo sin estado, sin expresión política efectiva a nivel internacional. Sería una selección vasca “descafeinada” desde el punto de vista político.
A nivel internacional la única estructura política consistente, y del mismo nivel que las de otros estados europeos, ha sido la del reino de Navarra. Arana Goiri consideró, con razón, la insuficiencia del término Euskal Herria para designar políticamente Vasconia, por lo que “inventó” Euzkadi. Arana tampoco se percató de que himnos, banderas y otros símbolos capaces de representar la nación política de los vascos ya existían desde mucho tiempo atrás. Eran los del Estado de Navarra.
La aportación principal de Arana fue el plantear que los vascos no éramos ni españoles ni franceses, que éramos sencillamente vascos y que nuestro país era una nación. Eso, en el contexto europeo en que se planteó, equivalía a reivindicar la independencia nacional de Vasconia. Este planteamiento está en su “haber”.
Pero también hay que reflexionar sobre su “debe”. Arana Goiri entendió perfectamente que había que dar un nombre a la Vasconia política, o una denominación política Vasconia, que tanto da, ya que era necesario hacerlo tras su principal aportación. Inventó, en dura polémica con Campion, el neologismo Euzkadi, cuando esa realidad con nombre, como ya se ha dicho, era Navarra.
Navarra es la denominación política de Vasconia y es el Estado independiente que muchos deseamos. Sentado lo anterior, tenemos que preguntarnos: ¿a qué aspiramos? Si solamente pretendemos seguir siendo una “etnia” o un “pueblo” (en vías de extinción, como “reserva india”, añado) podemos llamarnos Euskal Herria, pero si aspiramos a un reconocimiento internacional como Estado, en Europa y en el mundo, nuestro nombre debe ser Navarra.
El problema fundamental seguirá sin resolver. Se trata de responder honestamente a la pregunta ¿podemos tener una selección nacional de fútbol de verdad, sin ser una nación “normal”, sin tener un Estado propio? Me temo que en nuestra situación actual, y dominados por estados como España y Francia, la respuesta sea la negativa.
En el fondo es la misma cuestión que se plantea cuando se habla del porvenir del euskara y de nuestro patrimonio en general o de la defensa efectiva de nuestros intereses en el mundo. El “problema” vasco es un asunto internacional cuyos orígenes se encuentran en los planes expansionistas y dominadores de Castilla-España y Francia, es un problema originado por ambos estados. Mientras no solucionemos democráticamente ese contencioso, mediante la consecución del propio, el resto de problemas permanecerán enquistados y sin otra salida que la absorción incondicional en los de nuestros actuales ocupantes. Eso sí, tras muchos sacrificios y sufrimientos; inútiles al final.
Creo que ya es el momento de que todos nos pongamos manos a la obra. Más vale tarde que nunca.
En primer lugar, digo “hipotética” hablando de una “selección vasca de fútbol”, ya que nunca sería real, en el sentido práctico de la consecución de resultados competitivos computables internacionalmente, mientras los vascos no tuviéramos un Estado propio, como es el caso de las selecciones portuguesa, danesa o lituana.
Veamos: si, como dicen Egibar y otros, se debe adoptar el término de “Euskadi”, ya que es la “denominación política” del país, hay que decirles que la triste realidad es que, desde el punto de vista “político”, Euskadi es una Comunidad Autónoma del Reino de España, llamada “nacionalidad” en su Constitución, pero “región” en la práctica ante Europa y formada solamente por las tres provincias conocidas históricamente como “Vascongadas”. Una “selección” patrocinada por su “administración particular” pero sin reconocimiento internacional. No sería una “selección nacional vasca” real y completa.
Otra cuestión es que a determinados sectores que se reclaman del bizkaitarrismo histórico les gustaría que Euskadi fuese una realidad que englobara, no se sabe en muchos casos con qué categoría política, al conjunto territorial y humano conocido bajo el lema “zazpiak bat”. Pero eso, hoy, no constituye una realidad política a nivel internacional. Por lo cual la denominación “Euskadi” es una denominación, cuando menos, ambigua.
Por otro lado, una selección en la que estuvieran presentes jugadores de todo el país vasco -por cierto ¿incluyendo la diáspora?- más que otra cosa debería ser “selección de Euskal Herria”; selección de un pueblo sin estado, sin expresión política efectiva a nivel internacional. Sería una selección vasca “descafeinada” desde el punto de vista político.
A nivel internacional la única estructura política consistente, y del mismo nivel que las de otros estados europeos, ha sido la del reino de Navarra. Arana Goiri consideró, con razón, la insuficiencia del término Euskal Herria para designar políticamente Vasconia, por lo que “inventó” Euzkadi. Arana tampoco se percató de que himnos, banderas y otros símbolos capaces de representar la nación política de los vascos ya existían desde mucho tiempo atrás. Eran los del Estado de Navarra.
La aportación principal de Arana fue el plantear que los vascos no éramos ni españoles ni franceses, que éramos sencillamente vascos y que nuestro país era una nación. Eso, en el contexto europeo en que se planteó, equivalía a reivindicar la independencia nacional de Vasconia. Este planteamiento está en su “haber”.
Pero también hay que reflexionar sobre su “debe”. Arana Goiri entendió perfectamente que había que dar un nombre a la Vasconia política, o una denominación política Vasconia, que tanto da, ya que era necesario hacerlo tras su principal aportación. Inventó, en dura polémica con Campion, el neologismo Euzkadi, cuando esa realidad con nombre, como ya se ha dicho, era Navarra.
Navarra es la denominación política de Vasconia y es el Estado independiente que muchos deseamos. Sentado lo anterior, tenemos que preguntarnos: ¿a qué aspiramos? Si solamente pretendemos seguir siendo una “etnia” o un “pueblo” (en vías de extinción, como “reserva india”, añado) podemos llamarnos Euskal Herria, pero si aspiramos a un reconocimiento internacional como Estado, en Europa y en el mundo, nuestro nombre debe ser Navarra.
El problema fundamental seguirá sin resolver. Se trata de responder honestamente a la pregunta ¿podemos tener una selección nacional de fútbol de verdad, sin ser una nación “normal”, sin tener un Estado propio? Me temo que en nuestra situación actual, y dominados por estados como España y Francia, la respuesta sea la negativa.
En el fondo es la misma cuestión que se plantea cuando se habla del porvenir del euskara y de nuestro patrimonio en general o de la defensa efectiva de nuestros intereses en el mundo. El “problema” vasco es un asunto internacional cuyos orígenes se encuentran en los planes expansionistas y dominadores de Castilla-España y Francia, es un problema originado por ambos estados. Mientras no solucionemos democráticamente ese contencioso, mediante la consecución del propio, el resto de problemas permanecerán enquistados y sin otra salida que la absorción incondicional en los de nuestros actuales ocupantes. Eso sí, tras muchos sacrificios y sufrimientos; inútiles al final.
Creo que ya es el momento de que todos nos pongamos manos a la obra. Más vale tarde que nunca.
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16 noviembre 2008
14 noviembre 2008
LOLO RICO NO, LOS DEMÁS TAMPOCO
“¿Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y yo no me dé cuenta?” es el largo título de las memorias escritas por Lolo Rico y recientemente presentadas en Koldo Mitxelena de Donostia.
La lectura del título no te produce esa sensación de paso rápido del tiempo, es una frase algo morosa y si algún efecto produce, por lo menos a mi como lector, es un tránsito tranquilo y más bien premioso, aunque agradable. No obstante, y en líneas generales, la obra es de lectura fácil, por lo menos para mí, según trato de contar a continuación.
Todos los libros, más los que describen vivencias y situaciones personales, producen en quien los lee efectos mediados por sus propias vivencias y situaciones. Las memorias de Lolo Rico supongo que entran en este planteamiento general. Yo, desde mi perspectiva particular, me he sentido cómodo y compartiendo vivencias tanto en sus fases iniciales como en el final.
He notado un valle en su parte central. No he sido capaz de percibir “vida” en la descripción de sus relaciones con Rosa Chacel y para mi ha supuesto una lectura distante. Con relación a su militancia en un determinado partido político, sí he captado, por el contrario, ilusión. También en el modo de narrar su participación en TVE, en “La Bola de Cristal”, se expresa algo más que ilusión, se manifiesta su realización personal en un trabajo hecho a conciencia.
En cualquier caso, lo que más me ha gustado de sus memorias y yo diría casi emocionado, es el relato de la relación con su padre. Desde la distancia de una persona ideológicamente lejana, pero afectivamente inmediata; desde la perspectiva de una relación incompleta y que, cuando ya es imposible por su ausencia, se buscan modos alternativos de llenar; desde esa querencia paternal casi única, ya que ni madre, ni hermanas, y menos marido, plantean para Lolo un afecto semejante, encuentro en sus memorias algo muy profundo y que me ha conmovido realmente.
En otra perspectiva, son sus hijos los que han dado un sentido afectivo, real y práctico, a su vida y este aspecto queda muy bien reflejado, pero sin la hondura de la relación con su padre.
Como ya he dicho antes, en trabajos de este tipo sobre todo, hay una interacción muy fuerte entre el autor y el lector. Dentro de que Lolo escribe muy bien y, repito, el principio y el final son, en mi opinión, literariamente muy buenos, donde me ha llegado hondo es en la expresión de su amor filial, por su padre, de derechas claro está.
Los demás, yo por lo menos, tampoco nos enteramos, no nos damos cuenta, de cómo pasa todo. De que pasa tan rápido. Un vértigo. ¡Ah! Y mi padre murió en 1995. Ayer.
La lectura del título no te produce esa sensación de paso rápido del tiempo, es una frase algo morosa y si algún efecto produce, por lo menos a mi como lector, es un tránsito tranquilo y más bien premioso, aunque agradable. No obstante, y en líneas generales, la obra es de lectura fácil, por lo menos para mí, según trato de contar a continuación.
Todos los libros, más los que describen vivencias y situaciones personales, producen en quien los lee efectos mediados por sus propias vivencias y situaciones. Las memorias de Lolo Rico supongo que entran en este planteamiento general. Yo, desde mi perspectiva particular, me he sentido cómodo y compartiendo vivencias tanto en sus fases iniciales como en el final.
He notado un valle en su parte central. No he sido capaz de percibir “vida” en la descripción de sus relaciones con Rosa Chacel y para mi ha supuesto una lectura distante. Con relación a su militancia en un determinado partido político, sí he captado, por el contrario, ilusión. También en el modo de narrar su participación en TVE, en “La Bola de Cristal”, se expresa algo más que ilusión, se manifiesta su realización personal en un trabajo hecho a conciencia.
En cualquier caso, lo que más me ha gustado de sus memorias y yo diría casi emocionado, es el relato de la relación con su padre. Desde la distancia de una persona ideológicamente lejana, pero afectivamente inmediata; desde la perspectiva de una relación incompleta y que, cuando ya es imposible por su ausencia, se buscan modos alternativos de llenar; desde esa querencia paternal casi única, ya que ni madre, ni hermanas, y menos marido, plantean para Lolo un afecto semejante, encuentro en sus memorias algo muy profundo y que me ha conmovido realmente.
En otra perspectiva, son sus hijos los que han dado un sentido afectivo, real y práctico, a su vida y este aspecto queda muy bien reflejado, pero sin la hondura de la relación con su padre.
Como ya he dicho antes, en trabajos de este tipo sobre todo, hay una interacción muy fuerte entre el autor y el lector. Dentro de que Lolo escribe muy bien y, repito, el principio y el final son, en mi opinión, literariamente muy buenos, donde me ha llegado hondo es en la expresión de su amor filial, por su padre, de derechas claro está.
Los demás, yo por lo menos, tampoco nos enteramos, no nos damos cuenta, de cómo pasa todo. De que pasa tan rápido. Un vértigo. ¡Ah! Y mi padre murió en 1995. Ayer.
10 noviembre 2008
ENTREVISTA EN KAZETA NABARRALDE
Luis Mª Mtz Garate es un escritor insólito, al que hay que conocer de cerca. Culto, lúcido, penetrante, didáctico y directo en su exposición. Pero hay que seguirle en corto en su andadura, porque no se anima a dar el salto a la escritura pública. Apenas se le conoce obra escrita, a pesar de la profundidad de sus análisis sobre la realidad vasca. Con Nabarralde ha publicado una reflexión imprescindible sobre el paradigma navarro, el modelo de interpretación que necesitamos para abordar nuestro particular nudo gordiano (Haria 26. Nabarralde).
- Cuando hablas del paradigma navarro, ¿puedes resumir esquemáticamente lo que significa?
En mi opinión, a lo largo de la historia, e incluso actualmente, hay tres modelos, es decir tres paradigmas, para interpretar la realidad de Vasconia. Esta interpretación tiene mucha trascendencia, ya que no sólo hace referencia al "modo" de explicar nuestro pasado sino, sobre todo, de la forma de proyectarnos como sociedad hacia el futuro.
Nuestro país fue visto por la mayor parte de nuestros historiadores clásicos, como Garibay, Larramendi y otros entre los que se puede incluir incluso a Moret, a través del paradigma foral. Los carlistas del siglo XIX y principios del XX fueron sus principales valedores políticos e incluso esgrimieron las armas en su defensa. En dicho paradigma, aunque no se niega la existencia de algunas conquistas, como es el caso de la de 1512 sobre Navarra, afirma que su "superación" siempre ha tenido lugar a través de "pactos". Bizkaia, Araba y Gipuzkoa "pactaron" de igual a igual con el reino de Castilla su sistema foral propio. De modo análogo lo hizo lo que quedaba de Navarra, con ese nombre, a partir de 1512; fue, afirma dicho modelo, una unión "aeque principaliter", un pacto "entre iguales". Esto tiene una enorme trascendencia, ya que quienes así lo plantearon, y siguen planteándolo hoy, buscan para el futuro de nuestra sociedad un esquema análogo. En el mismo se encuentra, por ejemplo, la propuesta Urkullu-Imaz de un nuevo “concierto político" con España.
Tras las derrotas sufridas por nuestro país en las guerras decimonónicas y la nueva perspectiva del hecho nacional como factor renovador de la política en Europa, Arana Goiri planteó un nuevo paradigma. En su visión, nuestro país era representado como una nación en el pleno sentido de la palabra. Según Arana, los vascos no somos ni españoles ni franceses, somos simplemente "vascos", con todo lo que implica de necesidad de reconocimiento internacional y de capacidad de acceso a una independencia real de España y Francia. La perspectiva de Arana Goiri fue un importantísimo salto cualitativo con relación a la foral. No obstante, tuvo tres aspectos que supusieron para ella un lastre de gran importancia: la primera consistió en una aceptación parcial del paradigma foral, ya que, por un lado, seguía manteniendo la visión "pactista"; por otro, que aceptaba siete territorios históricamente independientes entre sí como base del país y, por último y muy fuertemente unido a lo anterior, la necesidad de encontrar una denominación política para el país de los vascos, de Euskal Herria (literalmente, "pueblo vasco", "pueblo del euskara"). Sabino Arana Goiri inventó un nombre, Euzkadi, sin percatarse de que los vascos, desde hacía ya muchos siglos, teníamos una denominación política, la de su Estado histórico: Navarra. Concediéndole el "beneficio de la duda", voy a suponer que fue por simple ignorancia de nuestra historia o por su conocimiento parcial y sesgado aprendido a través de los historiadores españoles. Puso como "centro" del país a Bizkaia , tal y como correspondía a su vigor económico en aquella época, por eso lo he denominado como "paradigma bizkaitarra".
El tercer paradigma, pienso que viene a corregir los fallos de los planteamientos de Arana Goiri. Por un lado, consiste en afirmar que en el País Vasco-Navarro nunca hubo "pactos" sino que hubo conquistas, ocupaciones y dominación extranjera. La teoría de los pactos procede de la forma de encontrar un "acomodo", por parte de las élites vascas dominantes en su época sobre todo, en la política castellana de los siglos XVI al XVIII. El momento en que este estatus "hace aguas" coincide con la época en las que las monarquías absolutistas como Francia y España intentan dar el paso al estado moderno, desde su perspectiva unitaria. La imposibilidad del mantenimiento del "paradigma foral" da lugar a las guerras carlistas. De nuestra derrota en las mismas, surge Arana Goiri y el "paradigma bizkaitarra". Vistas sus limitaciones y su no superación real, práctica, de la perspectiva foral, según se desprende con nitidez del modo de hacer política de sus herederos (pnv y eta, fundamentalmente), surge la necesidad de un nuevo paradigma. Se trata del "paradigma navarro". En primer lugar, como ya he dicho antes, no hubo "pactos" hubo conquistas y ocupaciones sobre un Estado que existía y tenía todos sus atributos a nivel internacional; era el Estado de los vascos: el reino de Navarra. 1200, 1461, 1512-24, 1620 son fechas de conquista y dominación por parte de los estados "vecinos", Castilla y Francia. Si añadimos 1841 y 1873, tendremos casi todas las fechas de minoración y sustitución institucional en Vasconia.
Navarra es la máxima estructura política de la que se ha dotado el pueblo vasco a través de su historia. Es el soporte histórico del nuevo paradigma. Pero hay más: la perspectiva mundial del momento presente, con la globalización y la crisis, con la Unión europea, la OTAN y otras alianzas y con todos los tipos de conflictos que se encuentran en activo hoy en nuestro planeta, se percibe como una exigencia que nuestra participación democrática en todos los foros internacionales sea hecha con voz propia, con nombre y apellidos, como sujeto político, como Estado independiente. Nuestra existencia, feliz a ser posible, como seres humanos, el ejercicio democrático de nuestra ciudadanía, con su lengua, cultura y patrimonio en general, garantizado, con sus perspectivas de futuro, pienso que exigen nuestro acceso a la situación estatal. Y ese Estado, opino que no puede tener otro nombre que el de nuestro Estado histórico, debidamente actualizado: la República de Navarra.
El “paradigma navarro” no surge de la noche a la mañana se va gestando en un proceso bastante largo cuyo origen posiblemente esté en la personalidad de Xaho, pero que se desarrolla durante el siglo XIX con la “Sociedad Euskara de Navarra”, con Arturo Campión como figura más significativa. Son muy importantes las aportaciones de Anacleto de Ortueta, Pierre Narbaitz y, por supuesto, Tomás Urzainqui, Mikel Sorauren y las reflexiones de la sociedad Iturralde. Nabarralde surge como un medio, un instrumento, para promocionar este mensaje.
-¿Navarra ha sido tan importante para la sociedad vasca, hasta el punto de que un proyecto de libertad y de futuro pase ineludiblemente por ella?
Creo que en la respuesta a la anterior pregunta se encuentra una perspectiva bastante clara de lo que ha supuesto Navarra para Euskal Herria. Son dos caras de la misma moneda: Euskal Herria fue capaz, como pueblo, de construir un Estado: Navarra. Navarra, como Estado, supuso la garantía para la pervivencia de Euskal Herria, el pueblo vasco, el pueblo del euskara.
Los procesos de realimentación positiva (o negativa según los casos) entre "pueblo y estado" y "estado y nación" han sido muy bien estudiados. Nuestro principal problema consiste, tal vez, en que cuando este proceso de realimentación, sobre todo en la fase de máxima intensidad de "nacionalización" del estado sobre sus territorios, en los siglos XIX y XX, el nuestro estaba ocupado y casi destruido. Y caemos en la órbita española o francesa y en sus “amables” procesos de “nacionalización”.
Sin Estado propio difícilmente recuperaremos un estatus normalizado para el euskara, para nuestra cultura o para cualquier otra faceta de nuestra vida social, económica o lúdica. Bien sé que no es una condición suficiente, pero creo que si tenemos la voluntad y fuerza social suficiente para recuperarlo, la vamos a tener también para normalizar nuestras propias "señas de identidad", como es el euskara o como puede ser la revitalización de nuestra "cultura política".
En pura teoría, es planteable la exigencia de un Estado propio (necesidad ineludible en el mundo actual como ya he dicho) sin avales históricos. Pero me resultaría muy difícil de entender que quienes pudieran defender tal situación, hicieran "tabla rasa" de nuestro Estado histórico. Un Estado que, además, tuvo unas características muy especiales y avanzadas con relación a otros de su entorno y época. Además, un Estado que fue pionero en el proceso, interrumpido violentamente, de "nacionalización" de su territorio, como se produjo, por ejemplo, con la promoción literaria de la lengua propia, en el siglo XVI, desde sus máximas instituciones. Sería dilapidar un capital valiosísimo. Máxime cuando el tipo de conquistas y ocupaciones que ha sufrido nuestra nación no prescriben, en el campo del Derecho Internacional, mientras quienes las han padecido sigan reivindicándolas.
Por todo ello, me producen un enfado especial situaciones en las que un señor como Ibarretxe con su responsabilidad "institucional", española sí, pero como "vasco" en el Congreso de los Diputados de España, es incapaz de responder a la objeción de que "los vascos no han tenido nunca un Estado". ¡Qué fácil es la respuesta!, pero ¡qué difícil de verbalizar se le hace a Ibarretxe o, en general, a todo su entorno político!
-¿Puede la historia ayudarnos a interpretarnos, a comprender nuestra realidad y nuestros problemas?
Es un elemento clave. Todas las naciones del mundo que disfrutan de su Estado propio lo hacen cotidianamente y sin que apenas se note. Más todavía si esos estados están en fase de "aculturizar", en todos los sentidos, a naciones ocupadas por ellos y asimilarlas. Ellos no dudan en utilizarla, es más, se sienten obligados a hacerlo, al mismo tiempo que a nosotros nos insinúan, de modo melifluo pero completamente hipócrita, que "eso de la historia está superado", "no conduce más que a exacerbar odios étnicos" y otras lindezas intelectuales. Mientras tanto, ellos siguen celebrando su "reconquista contra los moros", su 1492 con conquista y exterminio de indios incluidos, su guerra de la "independencia" por un lado; sus "antepasados los galos", su Juana de Arco, su "revolución" o su "gloriosa resistencia al nazismo", por el otro. Desde cualquier estado constituido y ejerciente se cultiva la "identidad" de sus ciudadanos, pero sólo en tanto en cuanto coincide con los intereses de la nación dominante (en nuestro caso España o Francia). La de los dominados como catalanes, bretones, vascos y tantos otros es, sencilla y llanamente, "etnicismo".
A través de la historia somos capaces de comprender el proyecto político de Castilla, seguido posteriormente por su sucesora política, España, de dominación estratégica de la Península Ibérica. Percibimos con nitidez todos sus intentos para lograr nuestro aniquilamiento. También se pueden encontrar atisbos de esperanza y excepciones en su proceso asimilador como lo fue la independencia de Portugal a mediados del siglo XVII.
-¿No corremos el peligro de quedarnos como la mujer de Lot, convertidos en estatua de sal por mirar demasiado hacia atrás?
El "Angelus Novus" de Klee simboliza para Walter Benjamin precisamente este proceso. El "ángel" mira hacia atrás, pero se encuentra arrastrado por un fuerte viento, un torbellino, hacia el futuro. Mirar atrás puede ser, efectivamente, un acto de "autogratificación colectiva" o de "autocomplacencia". Pero no es ese nuestro caso. Pienso que tenemos que saber nuestra historia sobre todo, porque en su conocimiento no hay "lugares vacíos". Los mimbres que no pongamos nosotros, desde nuestra perspectiva de vencidos, los van a poner los vencedores y serán, como también dice Benjamin, doblemente vencedores: en el proceso histórico y en su reconstrucción.
Para no volver a ser derrotados tenemos que construir nuestro propio discurso, tanto o más válido del que han elaborado quienes nos han dominado. Será, obviamente, muy diferente del suyo, corresponderá a la perspectiva de los dominados y colaborará en la toma de conciencia necesaria para lograr la emancipación. En el fondo será mucho más valioso para el conjunto de la humanidad.
Además conocer nuestra realidad histórica sirve para reafirmar la propia autoestima como sociedad y este es un factor de rearme social de primer orden para el logro de nuestra emancipación.
-¿Cómo podría abordarse un equilibrio territorial interno que integrara las diversas marchas con que avanza, en sus distintos núcleos o zonas, norte, sur, este, oeste, la comunidad vasca?
Esta es una pregunta para "matrícula de honor" y no sé si me la merezco. Creo que no, me conformo con aprobar. Intentar una respuesta medianamente válida es todo un reto; acertar, casi un imposible.
Históricamente el polo central, el núcleo político de Vasconia, se ha ubicado en su Estado, Navarra. Con el agotamiento, por asfixia provocada, del sistema foral, la Navarra que seguía manteniendo tal nombre fue el elemento humano y territorial básico en el soporte de las guerras carlistas. A partir de las derrotas fue, sin discusión, el territorio que más sufrió. La sensación de derrota colaboró con la derrota real, en un proceso de realimentación negativa, sobre una población y un territorio inermes. El euskara retrocedió demográfica y territorialmente a nivel de vértigo en su geografía. La "decadencia" de esa parte de Navarra que seguía llamándose "Navarra" fue abrupta en todos los sentidos. Una consecuencia de tal situación fue su participación masiva, vía carlista, en la sublevación militar de 1936. Es evidente que en ese año no era una sociedad "homogénea", ya que constituyó el único territorio del Estado español que no teniendo frente de guerra produjo la “friolera” de 4.000 asesinatos "legales". Creo que la actual situación política de lo que los españoles denominan en la organización política y administrativa de su Estado como CFN sufre intensamente sus consecuencias.
A este proceso de hundimiento acompaña, en los finales del siglo XIX, el auge vizcaino. El hierro de Bizkaia se erige en nodo de un crecimiento económico muy fuerte. Bilbao se encuentra controlado por una clase burguesa que es realmente rica. Y eso se manifiesta en su estructura urbana, en sus edificios y en su nivel cultural. A la decadencia del polo "navarro" se une el auge del polo "vizcaino". El análisis profundo y centrado, desde la propia perspectiva vasca, del crecimiento industrial y financiero de Bizkaia en esa época requeriría muchas tesis doctorales. Muchas. El polo de crecimiento vizcaino (ojo, no digo bizkaitarra) se encuentra completamente asimilado a la evolución económica y política de la oligarquía dominante en el Estado español y sus intereses nacionales son totalmente españoles. Esto se manifiesta claramente en su activa participación en la sublevación militar-fascista de 1936. El bizkaitarrismo, Arana Goiri, pienso que surge como una rama lateral de este auge económico, aunque sea una rama con mucha fuerza social en la Bizkaia profunda, rural, pero bastante poco atractiva desde el punto de vista del análisis histórico y político. De hecho, no se produce la eclosión de una burguesía nacional propia en Bizkaia en aquel momento y donde surge, bastantes años después, es en Gipuzkoa y con base en empresas de tamaño pequeño y medio. Esta estructura social, ya industrial, sí dio soporte a un determinado tipo de "nacionalismo vasco", pero que básicamente asume también los postulados de Arana Goiri.
Hay algunos autores que a partir de la crisis del polo "navarro" y el auge del "vizcaino" han hablado una "bipolaridad vasca". En cierto modo pienso que tienen razón. Lo que sucede es que no se puede confundir esa perspectiva "vizcaina" con el "bizkaitarrismo". Aunque hoy en día determinados sectores del mismo, como por ejemplo el alcalde de Bilbao y el diputado general de Bizkaia, más parecen haberse integrado en ese mundo "vizcaino", que no "bizkaitarra".
A mi entender, sí existe una cierta polaridad en nuestro país. Bizkaia y Navarra son sus expresiones más comunes. Pero para que una de las partes fuera realmente "Bizkaia" tendría que entrar en una perspectiva "nacional" vasca de verdad y eso no lo veo nada claro. En el territorio de Bizkaia existe una gran fuerza social que la apoya, desde su perspectiva "aranista", por supuesto. Pero ahí existe una batalla que no sé hasta que punto se está disputando; por lo menos en el campo político no se percibe fácilmente. Los clásicos intereses de lo que se llamaba la "oligarquía bilbaína", hace mucho tiempo que pasaron al control "público" del Estado español (Iberduero, otras muchas empresas, los bancos etc.). Hoy existen muchas realidades económicas y sociales que, debido al clientelismo de quienes gobiernan en la CAV, da la sensación de que están bajo control "vasco". Sobre estos elementos habría que trabajar fuerte, en profundidad. El polo navarro supone la expresión simbólica de nuestro conflicto secular. Sin su adecuada comprensión nunca llegaremos a percibirnos como nación en el pleno sentido de la palabra. El polo navarro, ya es tópico, representa su base territorial y estratégica fundamental.
Necesidad ineludible es, en mi opinión, que con toda esta ingente cantidad de material en forma de cuestiones históricas y de perspectivas de futuro: de ordenación del territorio, de sistemas educativos, etc., algo debemos hacer. Pienso que el objetivo de la consecución de un Estado propio, como ya he dicho antes, es estratégicamente el primero y sin el que el resto quedan diluidos, se pierden. Bien sabemos que sin los polos o ejes económicos de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba nuestro país tiene un futuro incierto en Europa y en el mundo, pero también sabemos que sólo con eso tampoco lo tiene.
Nuestro pueblo, en sus manifestaciones sociales, muestra en todo momento y por todas partes su unidad básica. En el fondo, expresa la cultura política recibida por la "nacionalización" que realizó su Estado histórico, el reino de Navarra, bien directamente o bien, de forma indirecta, a través del "sistema foral" vascongado, procedente del mismo o con un origen similar. Las expresiones espontáneas de su capacidad de autoorganización son una manifestación de esa "cultura política". Ikastolas, cooperativas, iniciativa empresarial o, incluso, los movimientos antimilitaristas, son algunas de las manifestaciones que, desde mediados del siglo pasado, lo confirman.
En esta estrategia deberemos hilar muy fino para concertar intereses hoy aparentemente divergentes con el mismo objetivo. Tendremos que buscar modos de complementar nuestras realidades actualmente dispersas o, incluso, contrapuestas, definir apoyos mutuos y la capacidad interna de enriquecernos con nuestras experiencias. Yo creo que parafraseando al victorioso presidente Obama: “bai, guk ahal dugu!”
- Cuando hablas del paradigma navarro, ¿puedes resumir esquemáticamente lo que significa?
En mi opinión, a lo largo de la historia, e incluso actualmente, hay tres modelos, es decir tres paradigmas, para interpretar la realidad de Vasconia. Esta interpretación tiene mucha trascendencia, ya que no sólo hace referencia al "modo" de explicar nuestro pasado sino, sobre todo, de la forma de proyectarnos como sociedad hacia el futuro.
Nuestro país fue visto por la mayor parte de nuestros historiadores clásicos, como Garibay, Larramendi y otros entre los que se puede incluir incluso a Moret, a través del paradigma foral. Los carlistas del siglo XIX y principios del XX fueron sus principales valedores políticos e incluso esgrimieron las armas en su defensa. En dicho paradigma, aunque no se niega la existencia de algunas conquistas, como es el caso de la de 1512 sobre Navarra, afirma que su "superación" siempre ha tenido lugar a través de "pactos". Bizkaia, Araba y Gipuzkoa "pactaron" de igual a igual con el reino de Castilla su sistema foral propio. De modo análogo lo hizo lo que quedaba de Navarra, con ese nombre, a partir de 1512; fue, afirma dicho modelo, una unión "aeque principaliter", un pacto "entre iguales". Esto tiene una enorme trascendencia, ya que quienes así lo plantearon, y siguen planteándolo hoy, buscan para el futuro de nuestra sociedad un esquema análogo. En el mismo se encuentra, por ejemplo, la propuesta Urkullu-Imaz de un nuevo “concierto político" con España.
Tras las derrotas sufridas por nuestro país en las guerras decimonónicas y la nueva perspectiva del hecho nacional como factor renovador de la política en Europa, Arana Goiri planteó un nuevo paradigma. En su visión, nuestro país era representado como una nación en el pleno sentido de la palabra. Según Arana, los vascos no somos ni españoles ni franceses, somos simplemente "vascos", con todo lo que implica de necesidad de reconocimiento internacional y de capacidad de acceso a una independencia real de España y Francia. La perspectiva de Arana Goiri fue un importantísimo salto cualitativo con relación a la foral. No obstante, tuvo tres aspectos que supusieron para ella un lastre de gran importancia: la primera consistió en una aceptación parcial del paradigma foral, ya que, por un lado, seguía manteniendo la visión "pactista"; por otro, que aceptaba siete territorios históricamente independientes entre sí como base del país y, por último y muy fuertemente unido a lo anterior, la necesidad de encontrar una denominación política para el país de los vascos, de Euskal Herria (literalmente, "pueblo vasco", "pueblo del euskara"). Sabino Arana Goiri inventó un nombre, Euzkadi, sin percatarse de que los vascos, desde hacía ya muchos siglos, teníamos una denominación política, la de su Estado histórico: Navarra. Concediéndole el "beneficio de la duda", voy a suponer que fue por simple ignorancia de nuestra historia o por su conocimiento parcial y sesgado aprendido a través de los historiadores españoles. Puso como "centro" del país a Bizkaia , tal y como correspondía a su vigor económico en aquella época, por eso lo he denominado como "paradigma bizkaitarra".
El tercer paradigma, pienso que viene a corregir los fallos de los planteamientos de Arana Goiri. Por un lado, consiste en afirmar que en el País Vasco-Navarro nunca hubo "pactos" sino que hubo conquistas, ocupaciones y dominación extranjera. La teoría de los pactos procede de la forma de encontrar un "acomodo", por parte de las élites vascas dominantes en su época sobre todo, en la política castellana de los siglos XVI al XVIII. El momento en que este estatus "hace aguas" coincide con la época en las que las monarquías absolutistas como Francia y España intentan dar el paso al estado moderno, desde su perspectiva unitaria. La imposibilidad del mantenimiento del "paradigma foral" da lugar a las guerras carlistas. De nuestra derrota en las mismas, surge Arana Goiri y el "paradigma bizkaitarra". Vistas sus limitaciones y su no superación real, práctica, de la perspectiva foral, según se desprende con nitidez del modo de hacer política de sus herederos (pnv y eta, fundamentalmente), surge la necesidad de un nuevo paradigma. Se trata del "paradigma navarro". En primer lugar, como ya he dicho antes, no hubo "pactos" hubo conquistas y ocupaciones sobre un Estado que existía y tenía todos sus atributos a nivel internacional; era el Estado de los vascos: el reino de Navarra. 1200, 1461, 1512-24, 1620 son fechas de conquista y dominación por parte de los estados "vecinos", Castilla y Francia. Si añadimos 1841 y 1873, tendremos casi todas las fechas de minoración y sustitución institucional en Vasconia.
Navarra es la máxima estructura política de la que se ha dotado el pueblo vasco a través de su historia. Es el soporte histórico del nuevo paradigma. Pero hay más: la perspectiva mundial del momento presente, con la globalización y la crisis, con la Unión europea, la OTAN y otras alianzas y con todos los tipos de conflictos que se encuentran en activo hoy en nuestro planeta, se percibe como una exigencia que nuestra participación democrática en todos los foros internacionales sea hecha con voz propia, con nombre y apellidos, como sujeto político, como Estado independiente. Nuestra existencia, feliz a ser posible, como seres humanos, el ejercicio democrático de nuestra ciudadanía, con su lengua, cultura y patrimonio en general, garantizado, con sus perspectivas de futuro, pienso que exigen nuestro acceso a la situación estatal. Y ese Estado, opino que no puede tener otro nombre que el de nuestro Estado histórico, debidamente actualizado: la República de Navarra.
El “paradigma navarro” no surge de la noche a la mañana se va gestando en un proceso bastante largo cuyo origen posiblemente esté en la personalidad de Xaho, pero que se desarrolla durante el siglo XIX con la “Sociedad Euskara de Navarra”, con Arturo Campión como figura más significativa. Son muy importantes las aportaciones de Anacleto de Ortueta, Pierre Narbaitz y, por supuesto, Tomás Urzainqui, Mikel Sorauren y las reflexiones de la sociedad Iturralde. Nabarralde surge como un medio, un instrumento, para promocionar este mensaje.
-¿Navarra ha sido tan importante para la sociedad vasca, hasta el punto de que un proyecto de libertad y de futuro pase ineludiblemente por ella?
Creo que en la respuesta a la anterior pregunta se encuentra una perspectiva bastante clara de lo que ha supuesto Navarra para Euskal Herria. Son dos caras de la misma moneda: Euskal Herria fue capaz, como pueblo, de construir un Estado: Navarra. Navarra, como Estado, supuso la garantía para la pervivencia de Euskal Herria, el pueblo vasco, el pueblo del euskara.
Los procesos de realimentación positiva (o negativa según los casos) entre "pueblo y estado" y "estado y nación" han sido muy bien estudiados. Nuestro principal problema consiste, tal vez, en que cuando este proceso de realimentación, sobre todo en la fase de máxima intensidad de "nacionalización" del estado sobre sus territorios, en los siglos XIX y XX, el nuestro estaba ocupado y casi destruido. Y caemos en la órbita española o francesa y en sus “amables” procesos de “nacionalización”.
Sin Estado propio difícilmente recuperaremos un estatus normalizado para el euskara, para nuestra cultura o para cualquier otra faceta de nuestra vida social, económica o lúdica. Bien sé que no es una condición suficiente, pero creo que si tenemos la voluntad y fuerza social suficiente para recuperarlo, la vamos a tener también para normalizar nuestras propias "señas de identidad", como es el euskara o como puede ser la revitalización de nuestra "cultura política".
En pura teoría, es planteable la exigencia de un Estado propio (necesidad ineludible en el mundo actual como ya he dicho) sin avales históricos. Pero me resultaría muy difícil de entender que quienes pudieran defender tal situación, hicieran "tabla rasa" de nuestro Estado histórico. Un Estado que, además, tuvo unas características muy especiales y avanzadas con relación a otros de su entorno y época. Además, un Estado que fue pionero en el proceso, interrumpido violentamente, de "nacionalización" de su territorio, como se produjo, por ejemplo, con la promoción literaria de la lengua propia, en el siglo XVI, desde sus máximas instituciones. Sería dilapidar un capital valiosísimo. Máxime cuando el tipo de conquistas y ocupaciones que ha sufrido nuestra nación no prescriben, en el campo del Derecho Internacional, mientras quienes las han padecido sigan reivindicándolas.
Por todo ello, me producen un enfado especial situaciones en las que un señor como Ibarretxe con su responsabilidad "institucional", española sí, pero como "vasco" en el Congreso de los Diputados de España, es incapaz de responder a la objeción de que "los vascos no han tenido nunca un Estado". ¡Qué fácil es la respuesta!, pero ¡qué difícil de verbalizar se le hace a Ibarretxe o, en general, a todo su entorno político!
-¿Puede la historia ayudarnos a interpretarnos, a comprender nuestra realidad y nuestros problemas?
Es un elemento clave. Todas las naciones del mundo que disfrutan de su Estado propio lo hacen cotidianamente y sin que apenas se note. Más todavía si esos estados están en fase de "aculturizar", en todos los sentidos, a naciones ocupadas por ellos y asimilarlas. Ellos no dudan en utilizarla, es más, se sienten obligados a hacerlo, al mismo tiempo que a nosotros nos insinúan, de modo melifluo pero completamente hipócrita, que "eso de la historia está superado", "no conduce más que a exacerbar odios étnicos" y otras lindezas intelectuales. Mientras tanto, ellos siguen celebrando su "reconquista contra los moros", su 1492 con conquista y exterminio de indios incluidos, su guerra de la "independencia" por un lado; sus "antepasados los galos", su Juana de Arco, su "revolución" o su "gloriosa resistencia al nazismo", por el otro. Desde cualquier estado constituido y ejerciente se cultiva la "identidad" de sus ciudadanos, pero sólo en tanto en cuanto coincide con los intereses de la nación dominante (en nuestro caso España o Francia). La de los dominados como catalanes, bretones, vascos y tantos otros es, sencilla y llanamente, "etnicismo".
A través de la historia somos capaces de comprender el proyecto político de Castilla, seguido posteriormente por su sucesora política, España, de dominación estratégica de la Península Ibérica. Percibimos con nitidez todos sus intentos para lograr nuestro aniquilamiento. También se pueden encontrar atisbos de esperanza y excepciones en su proceso asimilador como lo fue la independencia de Portugal a mediados del siglo XVII.
-¿No corremos el peligro de quedarnos como la mujer de Lot, convertidos en estatua de sal por mirar demasiado hacia atrás?
El "Angelus Novus" de Klee simboliza para Walter Benjamin precisamente este proceso. El "ángel" mira hacia atrás, pero se encuentra arrastrado por un fuerte viento, un torbellino, hacia el futuro. Mirar atrás puede ser, efectivamente, un acto de "autogratificación colectiva" o de "autocomplacencia". Pero no es ese nuestro caso. Pienso que tenemos que saber nuestra historia sobre todo, porque en su conocimiento no hay "lugares vacíos". Los mimbres que no pongamos nosotros, desde nuestra perspectiva de vencidos, los van a poner los vencedores y serán, como también dice Benjamin, doblemente vencedores: en el proceso histórico y en su reconstrucción.
Para no volver a ser derrotados tenemos que construir nuestro propio discurso, tanto o más válido del que han elaborado quienes nos han dominado. Será, obviamente, muy diferente del suyo, corresponderá a la perspectiva de los dominados y colaborará en la toma de conciencia necesaria para lograr la emancipación. En el fondo será mucho más valioso para el conjunto de la humanidad.
Además conocer nuestra realidad histórica sirve para reafirmar la propia autoestima como sociedad y este es un factor de rearme social de primer orden para el logro de nuestra emancipación.
-¿Cómo podría abordarse un equilibrio territorial interno que integrara las diversas marchas con que avanza, en sus distintos núcleos o zonas, norte, sur, este, oeste, la comunidad vasca?
Esta es una pregunta para "matrícula de honor" y no sé si me la merezco. Creo que no, me conformo con aprobar. Intentar una respuesta medianamente válida es todo un reto; acertar, casi un imposible.
Históricamente el polo central, el núcleo político de Vasconia, se ha ubicado en su Estado, Navarra. Con el agotamiento, por asfixia provocada, del sistema foral, la Navarra que seguía manteniendo tal nombre fue el elemento humano y territorial básico en el soporte de las guerras carlistas. A partir de las derrotas fue, sin discusión, el territorio que más sufrió. La sensación de derrota colaboró con la derrota real, en un proceso de realimentación negativa, sobre una población y un territorio inermes. El euskara retrocedió demográfica y territorialmente a nivel de vértigo en su geografía. La "decadencia" de esa parte de Navarra que seguía llamándose "Navarra" fue abrupta en todos los sentidos. Una consecuencia de tal situación fue su participación masiva, vía carlista, en la sublevación militar de 1936. Es evidente que en ese año no era una sociedad "homogénea", ya que constituyó el único territorio del Estado español que no teniendo frente de guerra produjo la “friolera” de 4.000 asesinatos "legales". Creo que la actual situación política de lo que los españoles denominan en la organización política y administrativa de su Estado como CFN sufre intensamente sus consecuencias.
A este proceso de hundimiento acompaña, en los finales del siglo XIX, el auge vizcaino. El hierro de Bizkaia se erige en nodo de un crecimiento económico muy fuerte. Bilbao se encuentra controlado por una clase burguesa que es realmente rica. Y eso se manifiesta en su estructura urbana, en sus edificios y en su nivel cultural. A la decadencia del polo "navarro" se une el auge del polo "vizcaino". El análisis profundo y centrado, desde la propia perspectiva vasca, del crecimiento industrial y financiero de Bizkaia en esa época requeriría muchas tesis doctorales. Muchas. El polo de crecimiento vizcaino (ojo, no digo bizkaitarra) se encuentra completamente asimilado a la evolución económica y política de la oligarquía dominante en el Estado español y sus intereses nacionales son totalmente españoles. Esto se manifiesta claramente en su activa participación en la sublevación militar-fascista de 1936. El bizkaitarrismo, Arana Goiri, pienso que surge como una rama lateral de este auge económico, aunque sea una rama con mucha fuerza social en la Bizkaia profunda, rural, pero bastante poco atractiva desde el punto de vista del análisis histórico y político. De hecho, no se produce la eclosión de una burguesía nacional propia en Bizkaia en aquel momento y donde surge, bastantes años después, es en Gipuzkoa y con base en empresas de tamaño pequeño y medio. Esta estructura social, ya industrial, sí dio soporte a un determinado tipo de "nacionalismo vasco", pero que básicamente asume también los postulados de Arana Goiri.
Hay algunos autores que a partir de la crisis del polo "navarro" y el auge del "vizcaino" han hablado una "bipolaridad vasca". En cierto modo pienso que tienen razón. Lo que sucede es que no se puede confundir esa perspectiva "vizcaina" con el "bizkaitarrismo". Aunque hoy en día determinados sectores del mismo, como por ejemplo el alcalde de Bilbao y el diputado general de Bizkaia, más parecen haberse integrado en ese mundo "vizcaino", que no "bizkaitarra".
A mi entender, sí existe una cierta polaridad en nuestro país. Bizkaia y Navarra son sus expresiones más comunes. Pero para que una de las partes fuera realmente "Bizkaia" tendría que entrar en una perspectiva "nacional" vasca de verdad y eso no lo veo nada claro. En el territorio de Bizkaia existe una gran fuerza social que la apoya, desde su perspectiva "aranista", por supuesto. Pero ahí existe una batalla que no sé hasta que punto se está disputando; por lo menos en el campo político no se percibe fácilmente. Los clásicos intereses de lo que se llamaba la "oligarquía bilbaína", hace mucho tiempo que pasaron al control "público" del Estado español (Iberduero, otras muchas empresas, los bancos etc.). Hoy existen muchas realidades económicas y sociales que, debido al clientelismo de quienes gobiernan en la CAV, da la sensación de que están bajo control "vasco". Sobre estos elementos habría que trabajar fuerte, en profundidad. El polo navarro supone la expresión simbólica de nuestro conflicto secular. Sin su adecuada comprensión nunca llegaremos a percibirnos como nación en el pleno sentido de la palabra. El polo navarro, ya es tópico, representa su base territorial y estratégica fundamental.
Necesidad ineludible es, en mi opinión, que con toda esta ingente cantidad de material en forma de cuestiones históricas y de perspectivas de futuro: de ordenación del territorio, de sistemas educativos, etc., algo debemos hacer. Pienso que el objetivo de la consecución de un Estado propio, como ya he dicho antes, es estratégicamente el primero y sin el que el resto quedan diluidos, se pierden. Bien sabemos que sin los polos o ejes económicos de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba nuestro país tiene un futuro incierto en Europa y en el mundo, pero también sabemos que sólo con eso tampoco lo tiene.
Nuestro pueblo, en sus manifestaciones sociales, muestra en todo momento y por todas partes su unidad básica. En el fondo, expresa la cultura política recibida por la "nacionalización" que realizó su Estado histórico, el reino de Navarra, bien directamente o bien, de forma indirecta, a través del "sistema foral" vascongado, procedente del mismo o con un origen similar. Las expresiones espontáneas de su capacidad de autoorganización son una manifestación de esa "cultura política". Ikastolas, cooperativas, iniciativa empresarial o, incluso, los movimientos antimilitaristas, son algunas de las manifestaciones que, desde mediados del siglo pasado, lo confirman.
En esta estrategia deberemos hilar muy fino para concertar intereses hoy aparentemente divergentes con el mismo objetivo. Tendremos que buscar modos de complementar nuestras realidades actualmente dispersas o, incluso, contrapuestas, definir apoyos mutuos y la capacidad interna de enriquecernos con nuestras experiencias. Yo creo que parafraseando al victorioso presidente Obama: “bai, guk ahal dugu!”
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17 octubre 2008
HISTORIA ECONÓMICA DEL PAÍS VASCO-NAVARRO
Acaba de aparecer una voluminosa y muy bien presentada “Historia económica del País Vasco-Navarro”, con ese mismo título, escrita y editada por su autor. Se trata de Roberto G. Álvarez Llano.
El libro tiene a su favor varios aspectos, entre los que destaca, como ya he señalado, la presentación que, sin ser lujosa, es muy buena: papel, encuadernación, cuadros, tablas, fotografías, tipos gráficos etc. la convierten en un libro agradable. En segundo lugar, el libro es ameno de leer; siempre tiene en cada capítulo una contextualización de historia general previa, antes de pasar a los aspectos económicos. En tercer lugar, es un libro que personalmente lo encuentro bien documentado. Las tablas de datos son muy claras y explícitas. Por último, la bibliografía es extensa, casi exhaustiva.
Como otro punto a su favor, se puede considerar, desde nuestra perspectiva, el considerar a la Vasconia peninsular como una unidad social y económica, con una entidad consistente, y no, como se hace desde muchas instancias actuales, considerar como un abismo infranqueable la separación impuesta entre CAV (antiguas Provincias Vascongadas) y CFN (antiguo reino residual de Navarra, hasta 1841). El autor sigue en ese sentido una tradición que bebe sobre todo de los autores del siglo XIX y del primer tercio del XX.
El problema que adolece, como la mayor parte de historias que se escriben (¡cuidado, tanto tirios como troyanos!) sobre nuestro país, en la que la “unidad” de Vasconia procede principalmente de la voluntad del autor correspondiente de integrar datos de diversa procedencia, pero sin darles un sentido unitario, inserto y contextualizado en una centralidad propia. Esta carencia también afecta al libro de Álvarez Llano. Con todo, ofrece una visión bastante positiva de la complementariedad y apoyo entre las economías y sociedades de los diversos territorios en que quedó dividido Euskal Herria tras las sucesivas conquistas, aunque el autor no emplee ese término.
En la perspectiva planteada por Álvarez Llano, la conquista de 1512 parece que no ofrece ningún cambio importante de situación. Resulta curioso que la conquista de una nación consolidada y en vías de alcanzar estructuras políticas acordes con la modernidad y correspondientes a sus avanzadas estructuras medievales, no tuviera fuertes repercusiones demográficas, territoriales, sociales, económicas y políticas en general. Acepta sin pestañear el “progreso económico”, según se ha considerado tradicionalmente y a ojos cerrados, del siglo XVI sin mayor enfoque crítico.
En mi opinión, falta un análisis de esa complementariedad Norte-Sur que se produce en nuestro país a partir del traslado, forzoso, de las aduanas hasta el Ebro por medio del “contrabando”. Este es un agente económico de primera magnitud y frecuentemente “olvidado”. Esta cooperación Norte-Sur tiene su expresión más alta en el transcurso de las llamadas “Guerras Carlistas” del siglo XIX, en las que el apoyo logístico del “Norte” fue elemento decisivo para el desarrollo de los eventos bélicos en el "Sur".
Tampoco aparece una discusión sobre la posible especificidad de las diversas movilizaciones de los siglos XVII y XVIII, cuya base radicó fundamentalmente en Bizkaia. Todas ellas se asimilan a revueltas hispánicas en general. Tales son, por ejemplo, el “Motín de la Sal” (1631) o las Matxinadas de 1718 y 1766.
Resulta curiosa la apreciación que aparece en la página 274, en la que hace unas consideraciones sobre la “obsolescencia de los sistemas forales” en función de la “defensa de España contre Francia”. Creo que determinados apoyos guipuzcoanos a los franceses, tanto en la guerra de La Convención como en la napoleónica, o la pasividad navarra, no se pueden despachar tan simplemente.
Por último, la perspectiva que ofrece, en la página 532, sobre la aprobación del Estatuto Vasco-navarro en 1932 en Navarra resulta pobre y acorde con los planteamientos propagandísticos habituales en el nacionalismo español: Navarra rechazó el Estatuto Vasco, así sin más, según el autor. Creo que Jimeno Jurio ya desbarató esta forma de narrar lo que pasó realmente, en su obra “Navarra jamás dijo no al Estatuto Vasco” (1977).
En resumen, opino que es un libro útil, sobre todo por las tablas y datos estadísticos; además es ameno de leer. Su perspectiva es la tradicional agregación de datos, sin una perspectiva de centralidad histórica y política de nuestro país, a la que se añade la falta de la región transpirenaica.
Álvarez Llano, Roberto Gerardo
“Historia económica del País Vasco-Navarro”
Bilbao, 2008
Biblioteca Arellano Isúsquiza
El libro tiene a su favor varios aspectos, entre los que destaca, como ya he señalado, la presentación que, sin ser lujosa, es muy buena: papel, encuadernación, cuadros, tablas, fotografías, tipos gráficos etc. la convierten en un libro agradable. En segundo lugar, el libro es ameno de leer; siempre tiene en cada capítulo una contextualización de historia general previa, antes de pasar a los aspectos económicos. En tercer lugar, es un libro que personalmente lo encuentro bien documentado. Las tablas de datos son muy claras y explícitas. Por último, la bibliografía es extensa, casi exhaustiva.
Como otro punto a su favor, se puede considerar, desde nuestra perspectiva, el considerar a la Vasconia peninsular como una unidad social y económica, con una entidad consistente, y no, como se hace desde muchas instancias actuales, considerar como un abismo infranqueable la separación impuesta entre CAV (antiguas Provincias Vascongadas) y CFN (antiguo reino residual de Navarra, hasta 1841). El autor sigue en ese sentido una tradición que bebe sobre todo de los autores del siglo XIX y del primer tercio del XX.
El problema que adolece, como la mayor parte de historias que se escriben (¡cuidado, tanto tirios como troyanos!) sobre nuestro país, en la que la “unidad” de Vasconia procede principalmente de la voluntad del autor correspondiente de integrar datos de diversa procedencia, pero sin darles un sentido unitario, inserto y contextualizado en una centralidad propia. Esta carencia también afecta al libro de Álvarez Llano. Con todo, ofrece una visión bastante positiva de la complementariedad y apoyo entre las economías y sociedades de los diversos territorios en que quedó dividido Euskal Herria tras las sucesivas conquistas, aunque el autor no emplee ese término.
En la perspectiva planteada por Álvarez Llano, la conquista de 1512 parece que no ofrece ningún cambio importante de situación. Resulta curioso que la conquista de una nación consolidada y en vías de alcanzar estructuras políticas acordes con la modernidad y correspondientes a sus avanzadas estructuras medievales, no tuviera fuertes repercusiones demográficas, territoriales, sociales, económicas y políticas en general. Acepta sin pestañear el “progreso económico”, según se ha considerado tradicionalmente y a ojos cerrados, del siglo XVI sin mayor enfoque crítico.
En mi opinión, falta un análisis de esa complementariedad Norte-Sur que se produce en nuestro país a partir del traslado, forzoso, de las aduanas hasta el Ebro por medio del “contrabando”. Este es un agente económico de primera magnitud y frecuentemente “olvidado”. Esta cooperación Norte-Sur tiene su expresión más alta en el transcurso de las llamadas “Guerras Carlistas” del siglo XIX, en las que el apoyo logístico del “Norte” fue elemento decisivo para el desarrollo de los eventos bélicos en el "Sur".
Tampoco aparece una discusión sobre la posible especificidad de las diversas movilizaciones de los siglos XVII y XVIII, cuya base radicó fundamentalmente en Bizkaia. Todas ellas se asimilan a revueltas hispánicas en general. Tales son, por ejemplo, el “Motín de la Sal” (1631) o las Matxinadas de 1718 y 1766.
Resulta curiosa la apreciación que aparece en la página 274, en la que hace unas consideraciones sobre la “obsolescencia de los sistemas forales” en función de la “defensa de España contre Francia”. Creo que determinados apoyos guipuzcoanos a los franceses, tanto en la guerra de La Convención como en la napoleónica, o la pasividad navarra, no se pueden despachar tan simplemente.
Por último, la perspectiva que ofrece, en la página 532, sobre la aprobación del Estatuto Vasco-navarro en 1932 en Navarra resulta pobre y acorde con los planteamientos propagandísticos habituales en el nacionalismo español: Navarra rechazó el Estatuto Vasco, así sin más, según el autor. Creo que Jimeno Jurio ya desbarató esta forma de narrar lo que pasó realmente, en su obra “Navarra jamás dijo no al Estatuto Vasco” (1977).
En resumen, opino que es un libro útil, sobre todo por las tablas y datos estadísticos; además es ameno de leer. Su perspectiva es la tradicional agregación de datos, sin una perspectiva de centralidad histórica y política de nuestro país, a la que se añade la falta de la región transpirenaica.
Álvarez Llano, Roberto Gerardo
“Historia económica del País Vasco-Navarro”
Bilbao, 2008
Biblioteca Arellano Isúsquiza
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13 octubre 2008
EDITORIAL HARIA 23
Vivimos en un pais que desde su origen, la Vasconia histórica, ha
mostrado un fuerte sentido de cohesión y permanencia. Los retos del
mundo actual y nuestra ubicación en el enclave hispano-francés
plantean, desde nuestro punto de vista, la necesidad de acceder a un
Estado propio, no sólo para sobrevivir como sujeto político, sino para
sobrevivir bien. Los acuciantes retos de la globalización, el cambio
de modelo energético con el previsible y próximo fin del petróleo, el cambio climático, la sociedad de la información y del acceso y tantos otros, pensamos que sólo pueden ser resueltos democráticamente mediante un Estado propio.
Asimismo creemos que ya es hora de que nuestra archidemostrada cultura
solidaria con los desposeidos de la Tierra pueda ser realizada en
nombre propio y no a través de órdenes religiosas u ongs españolas o
francesas.
Ahondar en nuestro proceso histórico nos conduce a percibir que
Navarra es la máxima estructura política, a nivel internacional, que
hemos tenido los vascos. El Estado de Navarra ha sido la entidad
política surgida del propio pueblo vasco que ha sido capaz de modelar
una cultura política que, a pesar de las conquistas y minoraciones
históricas, nos ha conducido a mantener nuestra lengua, cultura y
personalidad en general hasta hoy. Por lo mismo enfocamos nuestro
futuro, con la perspectiva democrática de la libre determinación, como
la recuperación del Estado navarro, la República de Navarra.
Navarra es el paradigma a través del que podemos interpretar nuestra
historia positivamente, sin complejos ni ingerencias de los estados
dominantes y desde nuestra propia centralidad. Pensamos que, por todo
lo anteriormente expuesto, Navarra es el paradigma del futuro político
de Euskal Herria.
mostrado un fuerte sentido de cohesión y permanencia. Los retos del
mundo actual y nuestra ubicación en el enclave hispano-francés
plantean, desde nuestro punto de vista, la necesidad de acceder a un
Estado propio, no sólo para sobrevivir como sujeto político, sino para
sobrevivir bien. Los acuciantes retos de la globalización, el cambio
de modelo energético con el previsible y próximo fin del petróleo, el cambio climático, la sociedad de la información y del acceso y tantos otros, pensamos que sólo pueden ser resueltos democráticamente mediante un Estado propio.
Asimismo creemos que ya es hora de que nuestra archidemostrada cultura
solidaria con los desposeidos de la Tierra pueda ser realizada en
nombre propio y no a través de órdenes religiosas u ongs españolas o
francesas.
Ahondar en nuestro proceso histórico nos conduce a percibir que
Navarra es la máxima estructura política, a nivel internacional, que
hemos tenido los vascos. El Estado de Navarra ha sido la entidad
política surgida del propio pueblo vasco que ha sido capaz de modelar
una cultura política que, a pesar de las conquistas y minoraciones
históricas, nos ha conducido a mantener nuestra lengua, cultura y
personalidad en general hasta hoy. Por lo mismo enfocamos nuestro
futuro, con la perspectiva democrática de la libre determinación, como
la recuperación del Estado navarro, la República de Navarra.
Navarra es el paradigma a través del que podemos interpretar nuestra
historia positivamente, sin complejos ni ingerencias de los estados
dominantes y desde nuestra propia centralidad. Pensamos que, por todo
lo anteriormente expuesto, Navarra es el paradigma del futuro político
de Euskal Herria.
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06 octubre 2008
JOAN FRANCESC MIRA
En nuestra tierra supongo que muy poca gente conocerá la existencia de Joan Francesc Mira. Y es normal. Aquí, como en toda la geografía que ocupa el poder del Estado español, sólo son conocidos los escritores que escriben en su lengua oficial y, sobre todo, si forman parte de su “pesebre nacional”. Es evidente que la prensa tampoco favorece, a través de sus “suplementos culturales” literatura o ensayo escritos en idiomas hablados en el Estado español distintos del “superoficial”.
Incluso cosa parecida sucede con las obras de estos autores aunque hayan sido traducidas al español. Normalmente, en el ámbito de la narrativa, de Catalunya sabemos de Josep Plà, aunque, posiblemente, no hayamos leído nada del mismo; tal vez también se conozca a Mercè Rodoreda. En este sentido, una obra como “El quadern gris” (“El cuaderno gris”) es una maravilla literaria, como lo pueda ser “Plaça del diamant” (“Plaza del diamante”). Pedrolo, en la vía de novela y teatro, es otro gran autor, también un gran desconocido fuera de Catalunya. El valenciano Joan Fuster es, casi con total seguridad, el ensayista de mayor nivel que ha escrito en los diversos países del Estado español durante el siglo XX.
Un escritor que continúa la saga de buenos escritores en lengua catalana es Joan Francesc Mira (Valencia 1939). Autor de estupendos ensayos y muy buenas narraciones. Como narración, consistente y extensa, sólo he leído una novela, “Purgatori” (Barcelona, 2003), de la que hay traducción al español (obviamente “Purgatorio”) y me pareció francamente buena.
La formación humanística de Mira le ha conducido a pasear por los campos de la traducción, al catalán por supuesto, de clásicos como “La Divina Comedia” del Dante o los Evangelios, trabajos recibidos con entusiasmo unánime en los ámbitos culturales de los Países Catalanes.
Esa misma formación, unida a un fuerte compromiso político con su País Valenciano, le ha llevado a escribir ensayos sobre teoría social, lingüística y política del hecho nacional con un nivel altísimo. Sólo he podido leer dos de sus principales obras en este campo: “Crítica de la nació pura” (Valencia 1984) y “En un mon fet de nacions” (Palma de Mallorca, 2008), por desgracia, no traducidas al español. Y merecen el esfuerzo que supone leer en una lengua que, a pesar de conocerla en cierto modo, no domino.
Recientemente he terminado la lectura del segundo libro y me han parecido magníficas sus reflexiones sobre “identidad”, “pueblo”, “lengua”, “territorio” y “conciencia”. El autor habla siempre desde su perspectiva, desde un País Valenciano absolutamente negado desde el poder político del Estado español y sus sucursales “locales”; un país sumido en un profundo autoodio. Sería muy interesante el que sus planteamientos llegaran al nuestro, mediante la traducción, o traducciones, correspondientes y fuera conocido. Pienso que merece el esfuerzo.
Para cerrar este breve comentario, traduzco sin más dos párrafos de su capítulo “Identitat i territori: els cercles de la consciència” (“Identidad y territorio: los círculos de la conciencia”):
“… En cualquier caso, sea el que sea el poder definidor que actúe con más eficacia, esta eficacia se basa en el hecho, recordado al principio, de que la delimitación de la pertenencia es una de las pocas necesidades universales de todas las culturas y sociedades humanas: los individuos necesitan ser alguna cosa, formar parte de algún ámbito que los defina como miembros de un grupo, e incluso, salvo alguna muy rara excepción, como miembros de un grupo territorial. Hablar de identidad, por tanto, no es una moda, ni un subproducto de los nacionalismos y regionalismos más o menos ‘étnicos’, tanto si estos fenómenos se valoran positivamente como si no. De hecho, parece como si el mismo concepto de identidad fuera, para algunos sectores de opinión supuestamente ‘universalistas’, una idea peligrosa: como si cualquier identidad colectiva o de grupo (territorial, cultural, ‘étnica’ o de pueblo, histórica, ‘nacionalitaria’… cualquiera que no corresponda a la definida por el siempre liberal, moderno y progresista espacio de un estado constituido) fuera un invento artificioso y perverso destinado sobre todo al cierre y al enfrentamiento, e incluso a negar la humanidad básica de los individuos. Pensar eso es tanto como ignorar que el soporte básico de la identidad se encuentra en la necesidad básica de pertenencia: es ignorar que todo el mundo, siempre, necesita alguna mediación entre su propia singularidad y la universalidad de la especie. Hecho y dicho, ¿quién puede no ser nada? ¿Quién puede ser únicamente él mismo, sólo un individuo? El solipsismo cultural y social es una imposibilidad humana (si se mira bien es inhumana, porque nuestra especie no es ‘solitaria’ como los osos sino ‘comunitaria’ como el conjunto de primates), y en la práctica no pasa de constituir una fantasía de algún intelectual desencarnado que en su soberbia se piensa autosuficiente en su propia individualidad… que por eso mismo él considera superior y privilegiada, tanto si es explícitamente consciente, como si no.”
Y más adelante:
“… El poderoso problema de ‘crear identidad’ actúa, por consiguiente (…) y pasa, sobre todo, por la educación escolar más clásica: algunos de los lectores deben recordar, sin duda, aquella fotografía del primer día de escuela, en el cual el chaval se colocaba tras una mesa y delante de un mapa de España, y quedaba así enmarcado para siempre en el único espacio de pertenencia verdaderamente importante que le había sido asignado. La criatura llegaba al colegio a los seis años, y el colegio le proporcionaba dos formas de identidad: una directa y visible, reflejada en la foto de la clase reunida en el patio, posiblemente la primera forma experimentada de ‘identidad de grupo’ fuera de la familia; otra indirecta pero poderosa y decisiva, a través de la proyección, cargada de simbolismo, del propio retrato sobre el mapa de España. Con aquella superposición de la propia imagen infantil y de la ‘imagen de la patria’, se suponía que tenía que quedar bien clara y fijada la identidad territorial básica del pequeño individuo. El chaval no estaba retratado ante una reproducción de su ciudad, o de un mapa de su municipio, ni mucho menos -¡cómo podía serlo!- ante un mapa del País Valenciano, en su caso, sino ante la imagen del estado-patria. Era como decirle explícitamente, en aquella primera ‘foto oficial’ e institucionalizada de su vida: tú eres eso que representa el mapa, este mapa (territorio, estado, nación, patria…) es el que te identifica, esta es la identidad que tienes por encima de cualquier otra, y ser eso –español, evidentemente- es la única cosa importante. Después venían, como es bien conocido y como todavía pasa a menudo de manera más indirecta y sutil, todos los refuerzos necesarios en forma de banderas, canciones, interpretación de la historia, personajes heroicos y grandes nombres del arte o la literatura”.
No hay que añadir nada más.
Incluso cosa parecida sucede con las obras de estos autores aunque hayan sido traducidas al español. Normalmente, en el ámbito de la narrativa, de Catalunya sabemos de Josep Plà, aunque, posiblemente, no hayamos leído nada del mismo; tal vez también se conozca a Mercè Rodoreda. En este sentido, una obra como “El quadern gris” (“El cuaderno gris”) es una maravilla literaria, como lo pueda ser “Plaça del diamant” (“Plaza del diamante”). Pedrolo, en la vía de novela y teatro, es otro gran autor, también un gran desconocido fuera de Catalunya. El valenciano Joan Fuster es, casi con total seguridad, el ensayista de mayor nivel que ha escrito en los diversos países del Estado español durante el siglo XX.
Un escritor que continúa la saga de buenos escritores en lengua catalana es Joan Francesc Mira (Valencia 1939). Autor de estupendos ensayos y muy buenas narraciones. Como narración, consistente y extensa, sólo he leído una novela, “Purgatori” (Barcelona, 2003), de la que hay traducción al español (obviamente “Purgatorio”) y me pareció francamente buena.
La formación humanística de Mira le ha conducido a pasear por los campos de la traducción, al catalán por supuesto, de clásicos como “La Divina Comedia” del Dante o los Evangelios, trabajos recibidos con entusiasmo unánime en los ámbitos culturales de los Países Catalanes.
Esa misma formación, unida a un fuerte compromiso político con su País Valenciano, le ha llevado a escribir ensayos sobre teoría social, lingüística y política del hecho nacional con un nivel altísimo. Sólo he podido leer dos de sus principales obras en este campo: “Crítica de la nació pura” (Valencia 1984) y “En un mon fet de nacions” (Palma de Mallorca, 2008), por desgracia, no traducidas al español. Y merecen el esfuerzo que supone leer en una lengua que, a pesar de conocerla en cierto modo, no domino.
Recientemente he terminado la lectura del segundo libro y me han parecido magníficas sus reflexiones sobre “identidad”, “pueblo”, “lengua”, “territorio” y “conciencia”. El autor habla siempre desde su perspectiva, desde un País Valenciano absolutamente negado desde el poder político del Estado español y sus sucursales “locales”; un país sumido en un profundo autoodio. Sería muy interesante el que sus planteamientos llegaran al nuestro, mediante la traducción, o traducciones, correspondientes y fuera conocido. Pienso que merece el esfuerzo.
Para cerrar este breve comentario, traduzco sin más dos párrafos de su capítulo “Identitat i territori: els cercles de la consciència” (“Identidad y territorio: los círculos de la conciencia”):
“… En cualquier caso, sea el que sea el poder definidor que actúe con más eficacia, esta eficacia se basa en el hecho, recordado al principio, de que la delimitación de la pertenencia es una de las pocas necesidades universales de todas las culturas y sociedades humanas: los individuos necesitan ser alguna cosa, formar parte de algún ámbito que los defina como miembros de un grupo, e incluso, salvo alguna muy rara excepción, como miembros de un grupo territorial. Hablar de identidad, por tanto, no es una moda, ni un subproducto de los nacionalismos y regionalismos más o menos ‘étnicos’, tanto si estos fenómenos se valoran positivamente como si no. De hecho, parece como si el mismo concepto de identidad fuera, para algunos sectores de opinión supuestamente ‘universalistas’, una idea peligrosa: como si cualquier identidad colectiva o de grupo (territorial, cultural, ‘étnica’ o de pueblo, histórica, ‘nacionalitaria’… cualquiera que no corresponda a la definida por el siempre liberal, moderno y progresista espacio de un estado constituido) fuera un invento artificioso y perverso destinado sobre todo al cierre y al enfrentamiento, e incluso a negar la humanidad básica de los individuos. Pensar eso es tanto como ignorar que el soporte básico de la identidad se encuentra en la necesidad básica de pertenencia: es ignorar que todo el mundo, siempre, necesita alguna mediación entre su propia singularidad y la universalidad de la especie. Hecho y dicho, ¿quién puede no ser nada? ¿Quién puede ser únicamente él mismo, sólo un individuo? El solipsismo cultural y social es una imposibilidad humana (si se mira bien es inhumana, porque nuestra especie no es ‘solitaria’ como los osos sino ‘comunitaria’ como el conjunto de primates), y en la práctica no pasa de constituir una fantasía de algún intelectual desencarnado que en su soberbia se piensa autosuficiente en su propia individualidad… que por eso mismo él considera superior y privilegiada, tanto si es explícitamente consciente, como si no.”
Y más adelante:
“… El poderoso problema de ‘crear identidad’ actúa, por consiguiente (…) y pasa, sobre todo, por la educación escolar más clásica: algunos de los lectores deben recordar, sin duda, aquella fotografía del primer día de escuela, en el cual el chaval se colocaba tras una mesa y delante de un mapa de España, y quedaba así enmarcado para siempre en el único espacio de pertenencia verdaderamente importante que le había sido asignado. La criatura llegaba al colegio a los seis años, y el colegio le proporcionaba dos formas de identidad: una directa y visible, reflejada en la foto de la clase reunida en el patio, posiblemente la primera forma experimentada de ‘identidad de grupo’ fuera de la familia; otra indirecta pero poderosa y decisiva, a través de la proyección, cargada de simbolismo, del propio retrato sobre el mapa de España. Con aquella superposición de la propia imagen infantil y de la ‘imagen de la patria’, se suponía que tenía que quedar bien clara y fijada la identidad territorial básica del pequeño individuo. El chaval no estaba retratado ante una reproducción de su ciudad, o de un mapa de su municipio, ni mucho menos -¡cómo podía serlo!- ante un mapa del País Valenciano, en su caso, sino ante la imagen del estado-patria. Era como decirle explícitamente, en aquella primera ‘foto oficial’ e institucionalizada de su vida: tú eres eso que representa el mapa, este mapa (territorio, estado, nación, patria…) es el que te identifica, esta es la identidad que tienes por encima de cualquier otra, y ser eso –español, evidentemente- es la única cosa importante. Después venían, como es bien conocido y como todavía pasa a menudo de manera más indirecta y sutil, todos los refuerzos necesarios en forma de banderas, canciones, interpretación de la historia, personajes heroicos y grandes nombres del arte o la literatura”.
No hay que añadir nada más.
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30 septiembre 2008
JAIZKIBEL DE NUEVO
Se vuelve a hablar, en los medios de comunicación de Gipuzkoa sobre todo, del proyecto de “puerto exterior” de Pasaia en los acantilados de Jaizkibel. Pienso que este delicado asunto debe ser enfocado correctamente para poder así centrar el debate necesario en los términos más ajustados posibles. Parece que es un asunto que atañe en exclusiva a los guipuzcoanos y no al conjunto de Vasconia. Y considero que esto es un grave error.
La cuestión del puerto se puede tratar desde una perspectiva ecologista, insistiendo en los destrozos que la realización de tal proyecto ocasionaría en el ecosistema, incluyendo tanto acantilados como litoral. Se puede considerar, asimismo, desde el punto de vista paisajístico, con las incalculables modificaciones, a peor, que acarrearía. Se puede analizar, incluso, desde el punto de vista del hábitat humano del entorno y sus consecuencias sobre el mismo, inmediatas y a largo plazo. O del de las comunicaciones viarias en una zona saturada, como lo es la conurbación Donostia, Lezo, Pasaia y Errenteria. Todos estos puntos de vista, y algunos otras posiblemente, deben ser tenidos en cuenta para analizar la conveniencia y viabilidad del proyecto.
No obstante, en una fase tan temprana como la actual, creo que es necesario establecer una jerarquía de perspectivas desde las que se debe analizar el asunto. En este sentido, pienso que la más importante radica en plantear el proyecto desde un punto de vista que parece que las autoridades próximas que actualmente rigen nuestros destinos han perdido y que no sé si lo han tenido alguna vez. Opino que este gran proyecto se debe concebir desde el punto de vista de un país, el nuestro, como algo entero y consistente, desde la propia centralidad vasconavarra.
En primer lugar, habría que considerar los aspectos relacionados con la ordenación del territorio de Vasconia en su conjunto con sus necesidades reales: su tejido agropecuario, industrial y de servicios; sus medios de transporte, presentes y previstos, y su capacidad comercial. Sería necesario evaluar el objeto en cuestión, el puerto exterior de Pasaia, desde el punto de vista productivo, de impacto y de rentabilidad. Habría que hacerlo tanto desde la perspectiva de los mercados externos, según nuestras relaciones comerciales, como de los medios de transporte previsibles, en este caso de mercancías, internos y externos y de otro tipo de infraestructuras. Todos estos sectores deberían estar diseñados para mejorar y hacer evolucionar la articulación centrada de nuestro país. El estudio previo que propongo tendría que considerar, desde su comienzo, la existencia y funciones del resto de puertos de mercancías próximos, con obra consolidada y en perfecto funcionamiento.
La “ordenación del territorio”, para ser efectiva, necesita una precisión del “territorio” que se pretende “ordenar”. Por eso mismo, es imprescindible tener una visión coherente del país en su conjunto y de su propia centralidad. No se puede jugar con planteamientos “provincialistas”, a pesar de la carga histórica que puedan tener entre nosotros. Se trata de afrontar un futuro, que no es precisamente claro, desde una posición sólida.
Habría que dar respuesta a la necesidad, desde una perspectiva económica y de desarrollo centrado, de “crear” un superpuerto en Pasaia, añadido al de Bilbao. ¿Para qué?, ¿para hacerle competencia?, ¿para complementarlo? En un país como el nuestro, relativamente reducido de superficie y población, pienso, en una primera aproximación, que no tiene cabida otro puerto que haga la competencia a Bilbao, ni a “suplementarlo”. Las distancias internas son relativamente cortas, sobre todo según los medios de transporte de que se disponga y se prevea construir; en este sentido sería positivo abrir efectivamente un debate sobre el modelo de transporte interno de la Vasconia del futuro. Si hubiera que complementar al puerto de Bilbao con un puerto nuevo sería necesario plantear en qué aspectos concretos y con qué funciones. Por cierto, ¿dónde queda Baiona en este debate?
Estamos en el siglo XXI y los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad, no sólo para sobrevivir, sino para alcanzar los niveles de confortabilidad y “buena vida” posibles dentro de las barreras que nos imponen los “límites del crecimiento” a nivel planetario, deben ser planificados a nivel global. Se deben considerar las sinergias y complementariedades que ofrece nuestro entorno geográfico: puertos como Burdeos, Santander o Gijón; potentes núcleos industriales como Zaragoza. No se pueden olvidar tampoco los ejes estratégicos en los que nos inscribimos: el Atlántico, el de Europa central, el Mediterráneo, con los Países Catalanes como elemento central, de los que no podemos vivir al margen.
Si tras un estudio serio y centrado de todos estos requisitos, y de otros que pudieran estimarse necesarios, se concluyera su necesidad desde el punto de vista económico estricto, habría llegado el momento de estudiar y minimizar los impactos ecológicos, ambientales, paisajísticos y otros y, si se consideraran lo suficientemente importantes, de una marca demasiado profunda en nuestro tejido social y físico, retirar el proyecto a pesar de su importancia económica. Plantear su rechazo antes de la elaboración de tal estudio pienso que sería un error, a pesar de que la contemplación de los fantásticos acantilados de Jaizkibel, desde Ulia por ejemplo, me lo pide con vehemencia; sobre todo desde el punto de vista del impacto paisajístico. Por todo ello reitero que habría que demostrar fehacientemente la premisa mayor: ¿es necesario realmente el puerto exterior de Pasaia para un desarrollo centrado y sostenible, tanto desde el punto de vista social como económico, de Euskal Herria?
Lo que en mi opinión habría que evitar, con exquisito cuidado, es la intromisión de los “intereses del cemento”, los de las empresas constructoras que tanto poder acumulan en nuestro país actualmente. Ya sabemos que a ellas lo que les interesa es construir: túneles, dársenas, carreteras, edificios auxiliares y todo lo que se pueda poner delante. Sobre todo si son pagadas con dinero público que es el que “nunca falla”. Si luego lo que se ha hecho no sirve, no tiene utilidad o estorba, en el peor de los casos, “hor konpon, Mari Anton” y “si te he visto no me acuerdo”, pero mientras tanto “m’he forrao”.
No encuentro sentido a recuperar, como lo hace Noticias de Gipuzkoa en su edición de 28 de septiembre pasado, textos de don Manuel Irujo del año 1934 sobre la necesidad de obras de infraestructura en dicho puerto; máxime cuando Irujo, según la cita del redactor de la noticia, tampoco lo plantea del mismo modo. De hecho, lo que dice Irujo, no tiene nada que ver con el “puerto exterior en Jaizkibel”. En efecto, quien redacta el comentario afirma que:
“Irujo no se refería a la construcción de un nuevo puerto fuera de la bahía, sino a la edificación a lo largo de la ensenada pasaitarra de más instalaciones que permitieran a la infraestructura guipuzcoana ganar posiciones en el comercio internacional.”
Muchos años han pasado y tanto la situación mundial como nuestra ubicación geopolítica en la misma, han cambiado también enormemente. Los argumentos “de autoridad” no valen estos casos, sobre todo si son traídos, como se dice vulgarmente, “por los pelos”. Sólo importan las realidades actuales y las perspectivas que tenemos, como nación, de afrontarlas con posibilidades de éxito. Y, en ese sentido sigue siendo válido, y a ello me acojo también, lo que más adelante expresa el escribiente de Noticias de Gipuzkoa:
“Irujo consideraba que la ampliación de Pasajes no suponía una competencia directa con el puerto de la capital vizcaina. ‘Que coexista con Bilbao representa un concurso leal de actividades para quien, como yo, pone lo vasco por encima de lo vizcaíno o lo guipuzcoano’".
Sin una perspectiva de país, sin una centralidad propia, sin el horizonte de una estatalidad independiente, consolidada en Europa y en el mundo, en suma, sin aspiración a cambiar radicalmente nuestra dependencia hispano-francesa, no conseguiremos más que seguir con los problemas crónicos y enquistados que hoy sufrimos. Pondremos parches que, dada la capacidad social, creativa y de esfuerzo, de nuestro pueblo, posiblemente nos permitan seguir, comparativa y parcialmente, en puestos altos del ranking europeo. Pero, eso sí, como una “región española” formada por las históricas tres provincias Vascongadas, no como un país libre, como un pueblo, Euskal Herria, encuadrado políticamente en la República de Navarra.
www.noticiasdegipuzkoa.com/ediciones/2008/09/28/economia/gipuzkoa/d28gip53.1265105.php
nabarra.blogspot.com/2006/04/jaizkibel.html
La cuestión del puerto se puede tratar desde una perspectiva ecologista, insistiendo en los destrozos que la realización de tal proyecto ocasionaría en el ecosistema, incluyendo tanto acantilados como litoral. Se puede considerar, asimismo, desde el punto de vista paisajístico, con las incalculables modificaciones, a peor, que acarrearía. Se puede analizar, incluso, desde el punto de vista del hábitat humano del entorno y sus consecuencias sobre el mismo, inmediatas y a largo plazo. O del de las comunicaciones viarias en una zona saturada, como lo es la conurbación Donostia, Lezo, Pasaia y Errenteria. Todos estos puntos de vista, y algunos otras posiblemente, deben ser tenidos en cuenta para analizar la conveniencia y viabilidad del proyecto.
No obstante, en una fase tan temprana como la actual, creo que es necesario establecer una jerarquía de perspectivas desde las que se debe analizar el asunto. En este sentido, pienso que la más importante radica en plantear el proyecto desde un punto de vista que parece que las autoridades próximas que actualmente rigen nuestros destinos han perdido y que no sé si lo han tenido alguna vez. Opino que este gran proyecto se debe concebir desde el punto de vista de un país, el nuestro, como algo entero y consistente, desde la propia centralidad vasconavarra.
En primer lugar, habría que considerar los aspectos relacionados con la ordenación del territorio de Vasconia en su conjunto con sus necesidades reales: su tejido agropecuario, industrial y de servicios; sus medios de transporte, presentes y previstos, y su capacidad comercial. Sería necesario evaluar el objeto en cuestión, el puerto exterior de Pasaia, desde el punto de vista productivo, de impacto y de rentabilidad. Habría que hacerlo tanto desde la perspectiva de los mercados externos, según nuestras relaciones comerciales, como de los medios de transporte previsibles, en este caso de mercancías, internos y externos y de otro tipo de infraestructuras. Todos estos sectores deberían estar diseñados para mejorar y hacer evolucionar la articulación centrada de nuestro país. El estudio previo que propongo tendría que considerar, desde su comienzo, la existencia y funciones del resto de puertos de mercancías próximos, con obra consolidada y en perfecto funcionamiento.
La “ordenación del territorio”, para ser efectiva, necesita una precisión del “territorio” que se pretende “ordenar”. Por eso mismo, es imprescindible tener una visión coherente del país en su conjunto y de su propia centralidad. No se puede jugar con planteamientos “provincialistas”, a pesar de la carga histórica que puedan tener entre nosotros. Se trata de afrontar un futuro, que no es precisamente claro, desde una posición sólida.
Habría que dar respuesta a la necesidad, desde una perspectiva económica y de desarrollo centrado, de “crear” un superpuerto en Pasaia, añadido al de Bilbao. ¿Para qué?, ¿para hacerle competencia?, ¿para complementarlo? En un país como el nuestro, relativamente reducido de superficie y población, pienso, en una primera aproximación, que no tiene cabida otro puerto que haga la competencia a Bilbao, ni a “suplementarlo”. Las distancias internas son relativamente cortas, sobre todo según los medios de transporte de que se disponga y se prevea construir; en este sentido sería positivo abrir efectivamente un debate sobre el modelo de transporte interno de la Vasconia del futuro. Si hubiera que complementar al puerto de Bilbao con un puerto nuevo sería necesario plantear en qué aspectos concretos y con qué funciones. Por cierto, ¿dónde queda Baiona en este debate?
Estamos en el siglo XXI y los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad, no sólo para sobrevivir, sino para alcanzar los niveles de confortabilidad y “buena vida” posibles dentro de las barreras que nos imponen los “límites del crecimiento” a nivel planetario, deben ser planificados a nivel global. Se deben considerar las sinergias y complementariedades que ofrece nuestro entorno geográfico: puertos como Burdeos, Santander o Gijón; potentes núcleos industriales como Zaragoza. No se pueden olvidar tampoco los ejes estratégicos en los que nos inscribimos: el Atlántico, el de Europa central, el Mediterráneo, con los Países Catalanes como elemento central, de los que no podemos vivir al margen.
Si tras un estudio serio y centrado de todos estos requisitos, y de otros que pudieran estimarse necesarios, se concluyera su necesidad desde el punto de vista económico estricto, habría llegado el momento de estudiar y minimizar los impactos ecológicos, ambientales, paisajísticos y otros y, si se consideraran lo suficientemente importantes, de una marca demasiado profunda en nuestro tejido social y físico, retirar el proyecto a pesar de su importancia económica. Plantear su rechazo antes de la elaboración de tal estudio pienso que sería un error, a pesar de que la contemplación de los fantásticos acantilados de Jaizkibel, desde Ulia por ejemplo, me lo pide con vehemencia; sobre todo desde el punto de vista del impacto paisajístico. Por todo ello reitero que habría que demostrar fehacientemente la premisa mayor: ¿es necesario realmente el puerto exterior de Pasaia para un desarrollo centrado y sostenible, tanto desde el punto de vista social como económico, de Euskal Herria?
Lo que en mi opinión habría que evitar, con exquisito cuidado, es la intromisión de los “intereses del cemento”, los de las empresas constructoras que tanto poder acumulan en nuestro país actualmente. Ya sabemos que a ellas lo que les interesa es construir: túneles, dársenas, carreteras, edificios auxiliares y todo lo que se pueda poner delante. Sobre todo si son pagadas con dinero público que es el que “nunca falla”. Si luego lo que se ha hecho no sirve, no tiene utilidad o estorba, en el peor de los casos, “hor konpon, Mari Anton” y “si te he visto no me acuerdo”, pero mientras tanto “m’he forrao”.
No encuentro sentido a recuperar, como lo hace Noticias de Gipuzkoa en su edición de 28 de septiembre pasado, textos de don Manuel Irujo del año 1934 sobre la necesidad de obras de infraestructura en dicho puerto; máxime cuando Irujo, según la cita del redactor de la noticia, tampoco lo plantea del mismo modo. De hecho, lo que dice Irujo, no tiene nada que ver con el “puerto exterior en Jaizkibel”. En efecto, quien redacta el comentario afirma que:
“Irujo no se refería a la construcción de un nuevo puerto fuera de la bahía, sino a la edificación a lo largo de la ensenada pasaitarra de más instalaciones que permitieran a la infraestructura guipuzcoana ganar posiciones en el comercio internacional.”
Muchos años han pasado y tanto la situación mundial como nuestra ubicación geopolítica en la misma, han cambiado también enormemente. Los argumentos “de autoridad” no valen estos casos, sobre todo si son traídos, como se dice vulgarmente, “por los pelos”. Sólo importan las realidades actuales y las perspectivas que tenemos, como nación, de afrontarlas con posibilidades de éxito. Y, en ese sentido sigue siendo válido, y a ello me acojo también, lo que más adelante expresa el escribiente de Noticias de Gipuzkoa:
“Irujo consideraba que la ampliación de Pasajes no suponía una competencia directa con el puerto de la capital vizcaina. ‘Que coexista con Bilbao representa un concurso leal de actividades para quien, como yo, pone lo vasco por encima de lo vizcaíno o lo guipuzcoano’".
Sin una perspectiva de país, sin una centralidad propia, sin el horizonte de una estatalidad independiente, consolidada en Europa y en el mundo, en suma, sin aspiración a cambiar radicalmente nuestra dependencia hispano-francesa, no conseguiremos más que seguir con los problemas crónicos y enquistados que hoy sufrimos. Pondremos parches que, dada la capacidad social, creativa y de esfuerzo, de nuestro pueblo, posiblemente nos permitan seguir, comparativa y parcialmente, en puestos altos del ranking europeo. Pero, eso sí, como una “región española” formada por las históricas tres provincias Vascongadas, no como un país libre, como un pueblo, Euskal Herria, encuadrado políticamente en la República de Navarra.
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28 septiembre 2008
EL CREACIONISMO ATACA
Acabo de leer, en uno de los suplementos dominicales con más difusión dentro del Estado español, un artículo de un señor llamado Juan Manuel de Prada y que escribe en el mismo un artículo titulado así: Creacionismo, en el que sutilmente se pone en cuestión la capacidad de la denominada como "Teoría de la evolución" con origen en Charles Darwin y fuertemente ampliada y completada en los siglos XX y XXI, para explicar "ciertos misterios que rodean el origen del hombre".
He de reconocer que sin ser especialista en dicha teoría, sino un simple aficionado, hay aspectos del artículo que me han dejado un profundo desasosiego. Por ejemplo, cuando el autor afirma "el hombre es el único ser de la creación que puede ser criatura y creador a un mismo tiempo; y este rasgo personalísimo, esta singularidad misteriosa, establece una barrera insalvable entre hombres y animales, una ruptura del 'continuum' de la evolución que ningún avance de la ciencia podrá explicar jamás."
En primer lugar, el uso del término "creación" ya supone una toma de posición previa, es decir que hemos sido "creados" y eso implica un "por alguien". En segundo lugar, lo que afirma sobre esa "barrera insalvable" será porque el autor del artículo lo dice así, pero que no está demostrado. Hay primates que fabrican "herramientas", todo lo rudimentarias que las podamos considerar desde nuestra perspectiva, pero herramientas que añaden cierta capacidad a sus posibilidades anatómicas.
En la tercera parte, su planteamiento sobre la "ruptura... que ningún avance de la ciencia podrá explicar jamás", me parece de una osadía digna de etapas pasadas en las que lo que no se podía entender de otra forma, se atribuía a un ente creador, Dios en las terminologías religiosas, que suplía la falta de conocimientos humanos. En las que, además, se condenaba y castigaba a quienes tenían el atrevimiento de intentarlo.
El avance del conocimiento científico ha demostrado, a lo largo de siglos, que se pueden explicar muchas cuestiones inexplicables hasta entonces, mediante interpretaciones naturales cuando se alcanza, con el método apropiado, el conocimiento de sus procesos.
Soy una persona que no cree en el absoluto de la razón humana y que piensa que el universo supera ampliamente nuestra limitada capacidad de comprensión, pero que, al mismo tiempo, piensa que muchas cuestiones se pueden ir aclarando y entendiendo progresivamente desde una perspectiva científica. Siempre quedarán problemas que superen la capacidad de la mente humana, pero aborrezco de la pretensión del recurso a un "Deus ex machina" para explicarlas. Ese dios sobra, es un elemento espurio que no hace más que dificultar el avance científico, cuando no ponerle trabas. La historia ofrece muchos ejemplos, comenzando por Galileo.
Muchos teólogos cristianos hace tiempo que abdicaron del mismo y lo sustituyeron por un Dios como algo "profundo", el "fondo de nuestro ser" o "aquéllo que nos tomamos radicalmente en serio" que decía, por ejemplo, Robinson en "Honest to God" ("Sincero para con Dios", 1967, en español). En este sentido es muy interesante el libro Darwin y el diseño inteligente de Francisco J. Ayala (2007) ya comentado en este blog.
Veo este artículo en la línea del tristemente pujante movimiento "creacionista" en los Estados Unidos de América, en el que se pretende enseñar como ciencia, equiparable a la "Teoría de la evolución", al mito bíblico judeo-cristiano sobre la creación del mundo y el surgimiento de la humanidad. En resumen, un peligro para el progreso. Un retroceso a época de oscurantismo y la caverna.
He de reconocer que sin ser especialista en dicha teoría, sino un simple aficionado, hay aspectos del artículo que me han dejado un profundo desasosiego. Por ejemplo, cuando el autor afirma "el hombre es el único ser de la creación que puede ser criatura y creador a un mismo tiempo; y este rasgo personalísimo, esta singularidad misteriosa, establece una barrera insalvable entre hombres y animales, una ruptura del 'continuum' de la evolución que ningún avance de la ciencia podrá explicar jamás."
En primer lugar, el uso del término "creación" ya supone una toma de posición previa, es decir que hemos sido "creados" y eso implica un "por alguien". En segundo lugar, lo que afirma sobre esa "barrera insalvable" será porque el autor del artículo lo dice así, pero que no está demostrado. Hay primates que fabrican "herramientas", todo lo rudimentarias que las podamos considerar desde nuestra perspectiva, pero herramientas que añaden cierta capacidad a sus posibilidades anatómicas.
En la tercera parte, su planteamiento sobre la "ruptura... que ningún avance de la ciencia podrá explicar jamás", me parece de una osadía digna de etapas pasadas en las que lo que no se podía entender de otra forma, se atribuía a un ente creador, Dios en las terminologías religiosas, que suplía la falta de conocimientos humanos. En las que, además, se condenaba y castigaba a quienes tenían el atrevimiento de intentarlo.
El avance del conocimiento científico ha demostrado, a lo largo de siglos, que se pueden explicar muchas cuestiones inexplicables hasta entonces, mediante interpretaciones naturales cuando se alcanza, con el método apropiado, el conocimiento de sus procesos.
Soy una persona que no cree en el absoluto de la razón humana y que piensa que el universo supera ampliamente nuestra limitada capacidad de comprensión, pero que, al mismo tiempo, piensa que muchas cuestiones se pueden ir aclarando y entendiendo progresivamente desde una perspectiva científica. Siempre quedarán problemas que superen la capacidad de la mente humana, pero aborrezco de la pretensión del recurso a un "Deus ex machina" para explicarlas. Ese dios sobra, es un elemento espurio que no hace más que dificultar el avance científico, cuando no ponerle trabas. La historia ofrece muchos ejemplos, comenzando por Galileo.
Muchos teólogos cristianos hace tiempo que abdicaron del mismo y lo sustituyeron por un Dios como algo "profundo", el "fondo de nuestro ser" o "aquéllo que nos tomamos radicalmente en serio" que decía, por ejemplo, Robinson en "Honest to God" ("Sincero para con Dios", 1967, en español). En este sentido es muy interesante el libro Darwin y el diseño inteligente de Francisco J. Ayala (2007) ya comentado en este blog.
Veo este artículo en la línea del tristemente pujante movimiento "creacionista" en los Estados Unidos de América, en el que se pretende enseñar como ciencia, equiparable a la "Teoría de la evolución", al mito bíblico judeo-cristiano sobre la creación del mundo y el surgimiento de la humanidad. En resumen, un peligro para el progreso. Un retroceso a época de oscurantismo y la caverna.
27 septiembre 2008
CURIOSOS DOBLES RASEROS
Recientemente apareció en la prensa la noticia de que el ministro español Sebastián propugnaba, como un remedio para paliar la crisis económica, que por navidades los españoles compraran juguetes de fabricación "nacional". Es decir juguetes fabricados en España.
Hoy, pocos días después, leo en la misma prensa que la Guardia Civil "ha encargado el suministro de sus uniformes a una empresa china". Curiosamente el presidente del CIE (Consejo Intertextil Español), un señor llamado Josep Casas, ha protestado fervientemente contra dicha medida. De su nombre se deduce que es catalán o valenciano y de todos es sabido que la mayor parte de la industria textil del Estado español se ubica en los Países Catalanes.
No sé qué ideología política ni que adscripción nacional practica el señor Casas, pero lo que resulta curioso es que desde el mismo aparato del Estado español se manifiesten dos posturas aparentemente contradictorias. Digo "aparentemente" ya que, de modo semejante al lapsus(?) de Esperanza Aguirre en el momento de la fallida opa de Gas Natural sobre Endesa, al considerarla "empresa extranjera" (por ser catalana), el poder de dicho estado considera tan extranjeros a los chinos como a los catalanes. Puestos a elegir se quedan en este caso con los que, seguramente, tendrán una oferta más baja desde el punto de vista económico.
Resulta curioso el doble rasero con el que los españoles miden los mercados. Ya va siendo hora de que catalanes y vascos nos percatemos, y obremos en consecuencia, de que en la práctica nos consideran extranjeros. En lugar de implorar un lugar en el "mercado nacional (español)" ha llegado el momento de que accedamos a la mayoría de edad y agarremos al toro por los cuernos. Nos somos españoles y ellos sólo nos consideran como tales para lo que les conviene.
Ambas sociedades tendrían que llegar a la conclusión de que con sendos estados propios, e independientes por lo mismo, nos iría mucho mejor en Europa y en el mundo en general. Los Países Catalanes tendrán que solucionar sus problemas ellos mismos, pero para nosotros está muy claro que el horizonte próximo debe ser el Estado navarro, la República de Navarra.
Hoy, pocos días después, leo en la misma prensa que la Guardia Civil "ha encargado el suministro de sus uniformes a una empresa china". Curiosamente el presidente del CIE (Consejo Intertextil Español), un señor llamado Josep Casas, ha protestado fervientemente contra dicha medida. De su nombre se deduce que es catalán o valenciano y de todos es sabido que la mayor parte de la industria textil del Estado español se ubica en los Países Catalanes.
No sé qué ideología política ni que adscripción nacional practica el señor Casas, pero lo que resulta curioso es que desde el mismo aparato del Estado español se manifiesten dos posturas aparentemente contradictorias. Digo "aparentemente" ya que, de modo semejante al lapsus(?) de Esperanza Aguirre en el momento de la fallida opa de Gas Natural sobre Endesa, al considerarla "empresa extranjera" (por ser catalana), el poder de dicho estado considera tan extranjeros a los chinos como a los catalanes. Puestos a elegir se quedan en este caso con los que, seguramente, tendrán una oferta más baja desde el punto de vista económico.
Resulta curioso el doble rasero con el que los españoles miden los mercados. Ya va siendo hora de que catalanes y vascos nos percatemos, y obremos en consecuencia, de que en la práctica nos consideran extranjeros. En lugar de implorar un lugar en el "mercado nacional (español)" ha llegado el momento de que accedamos a la mayoría de edad y agarremos al toro por los cuernos. Nos somos españoles y ellos sólo nos consideran como tales para lo que les conviene.
Ambas sociedades tendrían que llegar a la conclusión de que con sendos estados propios, e independientes por lo mismo, nos iría mucho mejor en Europa y en el mundo en general. Los Países Catalanes tendrán que solucionar sus problemas ellos mismos, pero para nosotros está muy claro que el horizonte próximo debe ser el Estado navarro, la República de Navarra.
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24 septiembre 2008
MINISTROS DEL INTERIOR
Hace pocos días publicó el diario Gara (18/09/2008) un artículo, o carta, en el que se manifestaban actitudes características y pertinaces de la autodenominada “Izquierda abertzale” y se hacían algunas afirmaciones dignas de comentario.
Se puede ver la paja en el ojo ajeno, pero sin menospreciar la viga del propio. Pérez Rubalcaba, actual Ministro del Interior del Reino de España, muy posiblemente se habrá frotado las manos tras el escrito de Gisasola y Urrusolo, presos ambos y condenados por acciones de Eta, aparecido en el mismo periódico dos días antes (16/09/2008).
¿Cuándo cualquier ministro del interior español no se ha alegrado de las divisiones y divergencias entre los sectores políticos o sociales vascos? ¿O de sus manifiestos errores? Es su papel y lo saben jugar bastante bien. Uno de los muchos problemas que sufrimos en este país consiste, precisamente, en minusvalorar la capacidad e inteligencia de los dirigentes de las naciones ocupantes y de su visión estratégica, favorable obviamente a los intereses de su Estado respectivo.
En cualquier caso, la citada carta es lamentable desde todo punto de vista. Constituye una forma clásica de “escurrir el bulto” y derivar el debate a terrenos no ideológicos ni políticos. La nota publicada en Gara no sólo no entra en debate, sino que pretende cerrarlo con su descalificación. Lo que menos necesita la actual situación de Euskal Herria. Cuando la necesidad imperiosa es un debate político, constructivo y profundo, de cara a la elaboración de una estrategia convergente para la consecución de un Estado propio en Europa, nos encontramos tan sólo con que “Miren ha hecho pis en el patio” o que “Mikel se ha chivado al que puso el chicle en la silla de la irakasle”
Sin retroceder demasiado en el tiempo, podemos acudir a Lizarra-Garazi, que diez años no es nada, cuando el Ministro del Interior español de turno, Mayor Oreja, asustado por la fuerza social que podía general tal acuerdo, repetía como disco de vinilo rayado: “tregua trampa, tregua trampa, tregua trampa”. Y, evidentemente, la “organización” no sólo rompió la tregua, sino que en su comunicado reconocieron, al unísono con el citado ministro, que era, efectivamente, una “tregua trampa”. ¡Maravillosa coincidencia!
Juicio análogo se puede presentar tras la ruptura de la última tregua. Eta no tiene la capacidad necesaria para doblegar la voluntad del Estado español y parece que sigue sin percatarse de ello. Objetivamente, su actividad no hace más que engrosar el material que emplea dicho Estado para elaborar propaganda en contra de nuestro país. Su nivel de “violencia” resulta un coste perfectamente asumible por el mismo, por lo menos para las jugosas rentas que obtienen. Mientras que su esquizofrénica actividad genera en nuestra sociedad un dolor absolutamente inútil y sin perspectivas de mejora de una situación cada vez más hostil.
De forma análoga sucede cada vez que el Pnv o cualquier otro partido “abertzale” apoyan la política del Estado español, callan antes sus flagrantes abusos de poder en contra de nuestro pueblo (cierres de periódicos, juicios a todas luces injustos etc.) o manifiestan su preferencia por “acuerdos” o “pactos” con grupos y fuerzas españolas, aunque se vistan de “favorecer la gobernabilidad”. Gobernabilidad ¿a favor de quien?, ¿en contra de quién? La estrategia del Estado español, expresa sin tapujos su alegría cada vez que percibe nuestras divergencias, disidencias y contraposiciones, a través de su máximo representante en estos asuntos, curiosamente el ministro del “Interior”, sea del color que sea.
Resulta notable lo poco que se ha realzado anteriormente el hecho de que las coyunturas en las que mayor nerviosismo ha mostrado el Estado español hayan sido precisamente LIzarra-Garazi y el proyecto de consulta de Ibarretxe. Eso tiene una explicación bastante sencilla. En el primer caso se producía, por primera vez desde la transición, el protagonismo de una parte de la “sociedad cívica vasca”, con sindicatos y otros muchos grupos al frente y con el paso a un plano secundario de los partidos políticos. En el segundo, ha sucedido algo análogo. Al margen de la timidez y escaso recorrido del proyecto de consulta de Ibarretxe, lo que suponía era la cesión de la palabra a la propia sociedad, a través de una tímida consulta, no vinculante jurídicamente.
En ambos casos sucedían dos hechos relevantes. En el primero, el paso a segunda fila de los partidos políticos, férreo elemento de control político establecido por el régimen surgido de la transición junto con una cierta cesión de protagonismo a parte de nuestra sociedad civil. En el segundo, el atisbo, intuido por ellos con temor, de un auge del independentismo, de la reivindicación democrática del Estado propio. Es este segundo aspecto el que representa su pánico absoluto. La posible “pérdida” de Vasconia y Catalunya estremece hasta la médula al nacionalismo español.
Los ministros del Interior españoles cumplen fiel y eficazmente el papel de defensa y expansión de su imperio. Gisasola y Urrusolo están en su perfecto derecho, ¡faltaría más!, de discrepar de determinadas actuaciones del llamado “colectivo de presos” y buscar una adecuación de la estrategia de lo que se denomina como “Izquierda abertzale” a la situación actual. Todos nosotros, como pueblo, como sociedad, tenemos la responsabilidad histórica de participar democráticamente, frente a los primeros, en la configuración de la estrategia que nos conduzca a la emancipación política de Navarra, constituida como Estado independiente.
Ahí se encuentra nuestro reto real, por lo menos si queremos seguir vivos en el mundo como sujeto político, con nombre y apellidos propios y no como simples apéndices de España o Francia. No en discusiones infantiles, como la que da pretexto a este comentario.
Se puede ver la paja en el ojo ajeno, pero sin menospreciar la viga del propio. Pérez Rubalcaba, actual Ministro del Interior del Reino de España, muy posiblemente se habrá frotado las manos tras el escrito de Gisasola y Urrusolo, presos ambos y condenados por acciones de Eta, aparecido en el mismo periódico dos días antes (16/09/2008).
¿Cuándo cualquier ministro del interior español no se ha alegrado de las divisiones y divergencias entre los sectores políticos o sociales vascos? ¿O de sus manifiestos errores? Es su papel y lo saben jugar bastante bien. Uno de los muchos problemas que sufrimos en este país consiste, precisamente, en minusvalorar la capacidad e inteligencia de los dirigentes de las naciones ocupantes y de su visión estratégica, favorable obviamente a los intereses de su Estado respectivo.
En cualquier caso, la citada carta es lamentable desde todo punto de vista. Constituye una forma clásica de “escurrir el bulto” y derivar el debate a terrenos no ideológicos ni políticos. La nota publicada en Gara no sólo no entra en debate, sino que pretende cerrarlo con su descalificación. Lo que menos necesita la actual situación de Euskal Herria. Cuando la necesidad imperiosa es un debate político, constructivo y profundo, de cara a la elaboración de una estrategia convergente para la consecución de un Estado propio en Europa, nos encontramos tan sólo con que “Miren ha hecho pis en el patio” o que “Mikel se ha chivado al que puso el chicle en la silla de la irakasle”
Sin retroceder demasiado en el tiempo, podemos acudir a Lizarra-Garazi, que diez años no es nada, cuando el Ministro del Interior español de turno, Mayor Oreja, asustado por la fuerza social que podía general tal acuerdo, repetía como disco de vinilo rayado: “tregua trampa, tregua trampa, tregua trampa”. Y, evidentemente, la “organización” no sólo rompió la tregua, sino que en su comunicado reconocieron, al unísono con el citado ministro, que era, efectivamente, una “tregua trampa”. ¡Maravillosa coincidencia!
Juicio análogo se puede presentar tras la ruptura de la última tregua. Eta no tiene la capacidad necesaria para doblegar la voluntad del Estado español y parece que sigue sin percatarse de ello. Objetivamente, su actividad no hace más que engrosar el material que emplea dicho Estado para elaborar propaganda en contra de nuestro país. Su nivel de “violencia” resulta un coste perfectamente asumible por el mismo, por lo menos para las jugosas rentas que obtienen. Mientras que su esquizofrénica actividad genera en nuestra sociedad un dolor absolutamente inútil y sin perspectivas de mejora de una situación cada vez más hostil.
De forma análoga sucede cada vez que el Pnv o cualquier otro partido “abertzale” apoyan la política del Estado español, callan antes sus flagrantes abusos de poder en contra de nuestro pueblo (cierres de periódicos, juicios a todas luces injustos etc.) o manifiestan su preferencia por “acuerdos” o “pactos” con grupos y fuerzas españolas, aunque se vistan de “favorecer la gobernabilidad”. Gobernabilidad ¿a favor de quien?, ¿en contra de quién? La estrategia del Estado español, expresa sin tapujos su alegría cada vez que percibe nuestras divergencias, disidencias y contraposiciones, a través de su máximo representante en estos asuntos, curiosamente el ministro del “Interior”, sea del color que sea.
Resulta notable lo poco que se ha realzado anteriormente el hecho de que las coyunturas en las que mayor nerviosismo ha mostrado el Estado español hayan sido precisamente LIzarra-Garazi y el proyecto de consulta de Ibarretxe. Eso tiene una explicación bastante sencilla. En el primer caso se producía, por primera vez desde la transición, el protagonismo de una parte de la “sociedad cívica vasca”, con sindicatos y otros muchos grupos al frente y con el paso a un plano secundario de los partidos políticos. En el segundo, ha sucedido algo análogo. Al margen de la timidez y escaso recorrido del proyecto de consulta de Ibarretxe, lo que suponía era la cesión de la palabra a la propia sociedad, a través de una tímida consulta, no vinculante jurídicamente.
En ambos casos sucedían dos hechos relevantes. En el primero, el paso a segunda fila de los partidos políticos, férreo elemento de control político establecido por el régimen surgido de la transición junto con una cierta cesión de protagonismo a parte de nuestra sociedad civil. En el segundo, el atisbo, intuido por ellos con temor, de un auge del independentismo, de la reivindicación democrática del Estado propio. Es este segundo aspecto el que representa su pánico absoluto. La posible “pérdida” de Vasconia y Catalunya estremece hasta la médula al nacionalismo español.
Los ministros del Interior españoles cumplen fiel y eficazmente el papel de defensa y expansión de su imperio. Gisasola y Urrusolo están en su perfecto derecho, ¡faltaría más!, de discrepar de determinadas actuaciones del llamado “colectivo de presos” y buscar una adecuación de la estrategia de lo que se denomina como “Izquierda abertzale” a la situación actual. Todos nosotros, como pueblo, como sociedad, tenemos la responsabilidad histórica de participar democráticamente, frente a los primeros, en la configuración de la estrategia que nos conduzca a la emancipación política de Navarra, constituida como Estado independiente.
Ahí se encuentra nuestro reto real, por lo menos si queremos seguir vivos en el mundo como sujeto político, con nombre y apellidos propios y no como simples apéndices de España o Francia. No en discusiones infantiles, como la que da pretexto a este comentario.
22 septiembre 2008
RECURSO A EUROPA
Tras el esperado rechazo por las instituciones políticas y jurídicas españolas de la propuesta de consulta de Ibarretxe se comentó, desde instancias próximas al mismo, la posibilidad de acudir en masa a las instituciones europeas como protesta y reivindicación del derecho de los vascos a decidir su presente y futuro.
No era una mala idea. Podía servir, ante Europa, como una especie de plebiscito. Conseguir 100.000 ciudadanos que, desde toda la geografía de Vasconia y desde la diáspora, reclamaran la falta de democracia del Estado español, que impide la realización de una simple consulta, sería un importante avance democrático. Este mecanismo directo, de recurso de la sociedad civil del país a las instancias europeas, habría constituido un aldabonazo importante en el mundo sobre la voluntad de nuestro pueblo. Si se hubiera adoptado en serio esa vía se habría hecho patente la existencia de una realidad para la que no existen cauces políticos dentro del actual sistema español. Sus miserias se habrían puesto en evidencia, ante Europa y ante el mundo.
Pero no va a ser así. Una vez más los intereses corporativistas y a corto plazo de “nuestros” partidos políticos se han impuesto a una posible expresión de nuestra sociedad. El “recurso a Europa” se ha visto reducido al “apoyo” a un manifiesto, a su vez de “apoyo” a la forma de plantear el problema vasco de cuatro partidos políticos. Además, sin concretar la manera en que hipotéticamente formalizarían su reclamación en Europa.
¿A qué viene esa intermediación? La consulta de Ibarretxe sería todo lo tímida que se quisiera y dirigida tan sólo a una parte de los vascos, pero por lo menos era una consulta directa, sin pasar por el intermedio de ese filtro, nefasto, que son los partidos políticos en el actual régimen político del Estado español. Eso tenía una virtualidad muy interesante: reflejar, parcialmente si se quiere, la opinión de un segmento de nuestra sociedad en aspectos muy importantes.
En todo caso, y como aspecto dudoso, la segunda pregunta también hacía referencia a los partidos políticos como únicos sujetos de negociación. Pienso que todas las remisiones a los “partidos” son elementos que reducen la capacidad democrática de nuestro pueblo. Pero mejor la olvidamos, por ahora, pues entra en el fondo del comentario crítico que ofrecen estas líneas.
Hay dos aspectos a considerar:
El primero se refiere a que la emancipación de un pueblo dominado no se puede conseguir sin la participación de todos sus sectores sociales, de la sociedad cívica, movilizados en la máxima expresión de que es capaz en cada momento histórico.
El segundo es la cuestión de la partitocracia y su funcionamiento dentro de la llamada “democracia” española. En varias ocasiones he tenido la oportunidad de negar este calificativo al régimen político imperante en el Estado español y creo haber expresado razones suficientes. Dentro de ella, como un elemento constitutivo muy importante, está el sistema de partidos impuesto. En el actual régimen político del Estado español los partidos son el eje de transmisión del control del Estado sobre las ciudadanías (de las naciones no reconocidas, o del propio pueblo español) que están, además, generosamente subvencionados por dicho Estado, es decir por todos los contribuyentes al mismo. Tenemos, como guinda, el arbitrario sistema dominado por su vigente “Ley de Partidos” y utilizado a su guisa por un poder judicial sometido (es un eufemismo) al único poder político real.
Volviendo al primer punto, ahora Euskal Herria se encuentra ante una situación en la que no hay camino para la expresión de la sociedad civil. Se prolonga la larga sombra del “atado y bien atado” legada por el difunto Caudillo. No hay resquicio para salir de ella dentro de su sistema. Cuando se adivina o se vislumbra un tenue rayo de luz, quienes controlan el sistema perciben el peligro y se cierra bruscamente la puerta. Lo fue en Lizarra-Garazi, lo ha sido en la frustrada “consulta” de Ibarretxe. Lo era también en ese posible recurso ciudadano a Europa. El actual sistema de partidos ha impuesto su férula. La unidad de la nación española, fuente de su única soberanía, se expresa así de otro modo, contundentemente.
Pienso que todos los mecanismos que nuestra sociedad ha sido capaz de poner parcialmente en marcha, para ser efectivos, deben encuadrarse en una estrategia general cuyo objetivo, vista la situación política global de los estados español y francés y de Europa en general, no puede ser otro que el logro del Estado propio. Ahí nos encontramos de nuevo con el horizonte próximo de la República de Navarra.
No era una mala idea. Podía servir, ante Europa, como una especie de plebiscito. Conseguir 100.000 ciudadanos que, desde toda la geografía de Vasconia y desde la diáspora, reclamaran la falta de democracia del Estado español, que impide la realización de una simple consulta, sería un importante avance democrático. Este mecanismo directo, de recurso de la sociedad civil del país a las instancias europeas, habría constituido un aldabonazo importante en el mundo sobre la voluntad de nuestro pueblo. Si se hubiera adoptado en serio esa vía se habría hecho patente la existencia de una realidad para la que no existen cauces políticos dentro del actual sistema español. Sus miserias se habrían puesto en evidencia, ante Europa y ante el mundo.
Pero no va a ser así. Una vez más los intereses corporativistas y a corto plazo de “nuestros” partidos políticos se han impuesto a una posible expresión de nuestra sociedad. El “recurso a Europa” se ha visto reducido al “apoyo” a un manifiesto, a su vez de “apoyo” a la forma de plantear el problema vasco de cuatro partidos políticos. Además, sin concretar la manera en que hipotéticamente formalizarían su reclamación en Europa.
¿A qué viene esa intermediación? La consulta de Ibarretxe sería todo lo tímida que se quisiera y dirigida tan sólo a una parte de los vascos, pero por lo menos era una consulta directa, sin pasar por el intermedio de ese filtro, nefasto, que son los partidos políticos en el actual régimen político del Estado español. Eso tenía una virtualidad muy interesante: reflejar, parcialmente si se quiere, la opinión de un segmento de nuestra sociedad en aspectos muy importantes.
En todo caso, y como aspecto dudoso, la segunda pregunta también hacía referencia a los partidos políticos como únicos sujetos de negociación. Pienso que todas las remisiones a los “partidos” son elementos que reducen la capacidad democrática de nuestro pueblo. Pero mejor la olvidamos, por ahora, pues entra en el fondo del comentario crítico que ofrecen estas líneas.
Hay dos aspectos a considerar:
El primero se refiere a que la emancipación de un pueblo dominado no se puede conseguir sin la participación de todos sus sectores sociales, de la sociedad cívica, movilizados en la máxima expresión de que es capaz en cada momento histórico.
El segundo es la cuestión de la partitocracia y su funcionamiento dentro de la llamada “democracia” española. En varias ocasiones he tenido la oportunidad de negar este calificativo al régimen político imperante en el Estado español y creo haber expresado razones suficientes. Dentro de ella, como un elemento constitutivo muy importante, está el sistema de partidos impuesto. En el actual régimen político del Estado español los partidos son el eje de transmisión del control del Estado sobre las ciudadanías (de las naciones no reconocidas, o del propio pueblo español) que están, además, generosamente subvencionados por dicho Estado, es decir por todos los contribuyentes al mismo. Tenemos, como guinda, el arbitrario sistema dominado por su vigente “Ley de Partidos” y utilizado a su guisa por un poder judicial sometido (es un eufemismo) al único poder político real.
Volviendo al primer punto, ahora Euskal Herria se encuentra ante una situación en la que no hay camino para la expresión de la sociedad civil. Se prolonga la larga sombra del “atado y bien atado” legada por el difunto Caudillo. No hay resquicio para salir de ella dentro de su sistema. Cuando se adivina o se vislumbra un tenue rayo de luz, quienes controlan el sistema perciben el peligro y se cierra bruscamente la puerta. Lo fue en Lizarra-Garazi, lo ha sido en la frustrada “consulta” de Ibarretxe. Lo era también en ese posible recurso ciudadano a Europa. El actual sistema de partidos ha impuesto su férula. La unidad de la nación española, fuente de su única soberanía, se expresa así de otro modo, contundentemente.
Pienso que todos los mecanismos que nuestra sociedad ha sido capaz de poner parcialmente en marcha, para ser efectivos, deben encuadrarse en una estrategia general cuyo objetivo, vista la situación política global de los estados español y francés y de Europa en general, no puede ser otro que el logro del Estado propio. Ahí nos encontramos de nuevo con el horizonte próximo de la República de Navarra.
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01 septiembre 2008
ACTUALIDAD DEL ESTADO
No intento que estas reflexiones sean un análisis del Estado como entidad jurídico-política. Tampoco pretendo dar una visión histórica de su evolución desde los imperios antiguos, como China o Roma, o los reinos medievales, hasta su formulación actual en la Unión Europea, y en nuestro mundo en general, pasando principalmente por el modelo surgido de la paz de Westfalia (1648), que marcó su estructura hasta hace muy pocos años.
Propongo únicamente mostrar hechos que ocurren a diario y que cuestionan permanentemente las afirmaciones tan comunes de que “los estados están en vías de superación”, si no ya claramente superados. O que dicen que reivindicar un Estado propio hoy en día para Navarra, Escocia o Cataluña es un anacronismo. Ya estamos en Europa, nos cuentan, y ahí ya está todo solucionado. Todos somos europeos, y punto. Pienso que todas esas afirmaciones responden únicamente al interés de quienes las expresan por ocultar los problemas reales, vendiendo realmente una mercancía averiada.
Voy a contar anécdotas personales, ocurridas directamente a quien suscribe o a personas de su círculo más próximo. La última, muy reciente. Hace pocos días buscaba un libro del que dispongo la referencia y, a través del dios Google, lo descubro editado en el Estado francés y con disponibilidad a través de una cadena de gran alcance, como es FNAC. Acudo a su “delegación” más próxima para mí, en Donostia, donde me reconocen tanto su existencia como su disponibilidad en “Francia”, pero me dicen que no pueden hacer nada por mí, que tengo que pasar esa frontera, que algunos describen como irrelevante u obsoleta, y acceder al FNAC de Baiona a comprarlo. Todo es Europa, ya no hay fronteras, nos enseñan.
Contrato una línea ADSL para acceder a Internet a través de banda ancha y el paquete ofrece gratis todas las llamadas de telefonía fija que la empresa correspondiente llama “nacionales”. Es decir, llamadas dentro del Estado español. Eso sí, si quiero llamar a Garazi, dentro de ese país, el nuestro, que ya no tiene mugas, todo es Europa según nos dicen algunos, tengo que pagar como llamada “internacional”.
Sigamos dentro del campo de la telefonía y vayamos a un campo más avanzado tecnológicamente, el de los móviles. Hay muchas compañías y, aparentemente, con competencia libre y tarifas con ofertas apetecibles. Pero, eso sí, siempre dentro de los límites territoriales de ese Estado ya obsoleto y extinguido, según nos cuentan. Si atravieso esa frontera inexistente, según algunos, me aparecen compañías diferentes, las ofertas que tenía contratadas ya no sirven, las tarifas, si he pasado de sur a norte, para hablar con mis amigos de Iruñea se disparan y, para colmo, si me llaman ellos y acepto la llamada, la parte correspondiente a lo que ellos llaman tramo “internacional” me corresponde pagar a mí. Las telecomunicaciones han roto desde hace mucho tiempo las barreras nacionales, estamos en un mundo globalizado, Europa es un espacio económico, social y político. ¿No suena a broma pesada?
Pero hay más. Estoy de excursión por Donibane Lohitzun y vuelvo a Donostia, sintonizo en la radio del coche un magnífico programa de jazz en una emisora obviamente francesa. Atravieso esa línea fronteriza inexistente y, de repente ¡plaf!, nada más avanzar doscientos metros, en la misma frecuencia me encuentro escuchando una espantosa horterada hispana o al mismísimo Jiménez Losantos. Vale, de acuerdo, las fronteras son algo del pasado, muerto y sepultado.
Ante la imparable ascensión de la TDT y la casi inmediata desaparición de la TV analógica, he estrenado mi flamante televisión digital. Puedo sintonizar una cantidad innumerable, y en la mayor parte de los casos inútil, de canales españoles. Pero hoy es el día en que, vía digital, no puedo sintonizar ningún canal francés. La radio y la televisión en la época digital tampoco tienen mugas, pero parece que existe algo, que nos insisten que no tiene ya valor y que está superado, que me impide ver las televisiones digitales francesas desde mi casa.
Como antes he comentado, tengo contratada una línea ADSL para acceso a la red, pero el proveedor tiene su sede en “España” y todos sus competidores son, curiosamente, también españoles. No puedo acceder, en un sistema teóricamente de libertad de mercado y sin fronteras, a un contrato para acceder a Internet a otros proveedores también europeos, por lo menos teóricamente. Con el consiguiente castigo para mi bolsillo.
Podría continuar con muchos otros aspectos, mucho más relevantes, de la realidad cotidiana y, por lo mismo, más fácilmente perceptibles. Se puede comenzar por los idiomas oficiales, que son los preferentemente utilizados en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana y en los medios de comunicación, en la educación, a nivel superior sobre todo, y seguir por los imaginarios y referencias colectivas que, cuando se traspasa esa “delgada línea” inexistente o a punto de desaparecer, pero obsoleta siempre según algunos, provocan un cambio de tal calibre que parece imposible de explicar si todo eso que nos cuentan fuera cierto.
Ulises hizo tapar los oídos de sus marineros ante el subyugante canto de las sirenas y él mismo se hizo amarrar al mástil de su barco para no sucumbir. Supongo que los cantos de las susodichas serían de verdad lo suficientemente seductores como para que una persona capaz de abandonar a la atractiva Circe en su refugio tuviera que recurrir a tamaños ardides para resistir a sus fatales encantos.
Como conclusión me gustaría hacer una recomendación al lector, un consejo algo paternalista: no os dejéis engañar. Las mentiras que ofrecen los estados que nos dominan son mucho más simples. Aunque no seamos tan fuertes como Ulises, sus cantos tampoco son tan irresistibles como los de las sirenas y se desmontan con un pequeño repaso a la realidad a primera vista. Es imprescindible reflexionar un poco y ser crítico. Y, sobre todo, tenemos que recuperar nuestra propia centralidad, la de nuestro país, nuestra nación, que es Vasconia, Navarra, Euskal Herria, como prefiráis, y que nuestras referencias económicas, sociales, políticas, históricas, deportivas o de cualquier otro tipo, partan de ella en primer lugar. Pienso que hay dejar, lo antes posible, a un lado las centralidades hispanas o francesas que son para nosotros, cuando menos extranjeras, si no, en tantas ocasiones, sencillamente adversas.
Propongo únicamente mostrar hechos que ocurren a diario y que cuestionan permanentemente las afirmaciones tan comunes de que “los estados están en vías de superación”, si no ya claramente superados. O que dicen que reivindicar un Estado propio hoy en día para Navarra, Escocia o Cataluña es un anacronismo. Ya estamos en Europa, nos cuentan, y ahí ya está todo solucionado. Todos somos europeos, y punto. Pienso que todas esas afirmaciones responden únicamente al interés de quienes las expresan por ocultar los problemas reales, vendiendo realmente una mercancía averiada.
Voy a contar anécdotas personales, ocurridas directamente a quien suscribe o a personas de su círculo más próximo. La última, muy reciente. Hace pocos días buscaba un libro del que dispongo la referencia y, a través del dios Google, lo descubro editado en el Estado francés y con disponibilidad a través de una cadena de gran alcance, como es FNAC. Acudo a su “delegación” más próxima para mí, en Donostia, donde me reconocen tanto su existencia como su disponibilidad en “Francia”, pero me dicen que no pueden hacer nada por mí, que tengo que pasar esa frontera, que algunos describen como irrelevante u obsoleta, y acceder al FNAC de Baiona a comprarlo. Todo es Europa, ya no hay fronteras, nos enseñan.
Contrato una línea ADSL para acceder a Internet a través de banda ancha y el paquete ofrece gratis todas las llamadas de telefonía fija que la empresa correspondiente llama “nacionales”. Es decir, llamadas dentro del Estado español. Eso sí, si quiero llamar a Garazi, dentro de ese país, el nuestro, que ya no tiene mugas, todo es Europa según nos dicen algunos, tengo que pagar como llamada “internacional”.
Sigamos dentro del campo de la telefonía y vayamos a un campo más avanzado tecnológicamente, el de los móviles. Hay muchas compañías y, aparentemente, con competencia libre y tarifas con ofertas apetecibles. Pero, eso sí, siempre dentro de los límites territoriales de ese Estado ya obsoleto y extinguido, según nos cuentan. Si atravieso esa frontera inexistente, según algunos, me aparecen compañías diferentes, las ofertas que tenía contratadas ya no sirven, las tarifas, si he pasado de sur a norte, para hablar con mis amigos de Iruñea se disparan y, para colmo, si me llaman ellos y acepto la llamada, la parte correspondiente a lo que ellos llaman tramo “internacional” me corresponde pagar a mí. Las telecomunicaciones han roto desde hace mucho tiempo las barreras nacionales, estamos en un mundo globalizado, Europa es un espacio económico, social y político. ¿No suena a broma pesada?
Pero hay más. Estoy de excursión por Donibane Lohitzun y vuelvo a Donostia, sintonizo en la radio del coche un magnífico programa de jazz en una emisora obviamente francesa. Atravieso esa línea fronteriza inexistente y, de repente ¡plaf!, nada más avanzar doscientos metros, en la misma frecuencia me encuentro escuchando una espantosa horterada hispana o al mismísimo Jiménez Losantos. Vale, de acuerdo, las fronteras son algo del pasado, muerto y sepultado.
Ante la imparable ascensión de la TDT y la casi inmediata desaparición de la TV analógica, he estrenado mi flamante televisión digital. Puedo sintonizar una cantidad innumerable, y en la mayor parte de los casos inútil, de canales españoles. Pero hoy es el día en que, vía digital, no puedo sintonizar ningún canal francés. La radio y la televisión en la época digital tampoco tienen mugas, pero parece que existe algo, que nos insisten que no tiene ya valor y que está superado, que me impide ver las televisiones digitales francesas desde mi casa.
Como antes he comentado, tengo contratada una línea ADSL para acceso a la red, pero el proveedor tiene su sede en “España” y todos sus competidores son, curiosamente, también españoles. No puedo acceder, en un sistema teóricamente de libertad de mercado y sin fronteras, a un contrato para acceder a Internet a otros proveedores también europeos, por lo menos teóricamente. Con el consiguiente castigo para mi bolsillo.
Podría continuar con muchos otros aspectos, mucho más relevantes, de la realidad cotidiana y, por lo mismo, más fácilmente perceptibles. Se puede comenzar por los idiomas oficiales, que son los preferentemente utilizados en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana y en los medios de comunicación, en la educación, a nivel superior sobre todo, y seguir por los imaginarios y referencias colectivas que, cuando se traspasa esa “delgada línea” inexistente o a punto de desaparecer, pero obsoleta siempre según algunos, provocan un cambio de tal calibre que parece imposible de explicar si todo eso que nos cuentan fuera cierto.
Ulises hizo tapar los oídos de sus marineros ante el subyugante canto de las sirenas y él mismo se hizo amarrar al mástil de su barco para no sucumbir. Supongo que los cantos de las susodichas serían de verdad lo suficientemente seductores como para que una persona capaz de abandonar a la atractiva Circe en su refugio tuviera que recurrir a tamaños ardides para resistir a sus fatales encantos.
Como conclusión me gustaría hacer una recomendación al lector, un consejo algo paternalista: no os dejéis engañar. Las mentiras que ofrecen los estados que nos dominan son mucho más simples. Aunque no seamos tan fuertes como Ulises, sus cantos tampoco son tan irresistibles como los de las sirenas y se desmontan con un pequeño repaso a la realidad a primera vista. Es imprescindible reflexionar un poco y ser crítico. Y, sobre todo, tenemos que recuperar nuestra propia centralidad, la de nuestro país, nuestra nación, que es Vasconia, Navarra, Euskal Herria, como prefiráis, y que nuestras referencias económicas, sociales, políticas, históricas, deportivas o de cualquier otro tipo, partan de ella en primer lugar. Pienso que hay dejar, lo antes posible, a un lado las centralidades hispanas o francesas que son para nosotros, cuando menos extranjeras, si no, en tantas ocasiones, sencillamente adversas.
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26 agosto 2008
CELSO TORREA
Mis recuerdos de Celso Torrea se remontan a la época en que Javier María Pascual era director de El Pensamiento Navarro. Celso Torrea trabajaba y colaboraba activamente en "El Pensamiento" desde mucho tiempo atrás, en la etapa en que el director del periódico era Francisco López Sanz y escribía (bajo la firma de SAB) su cotidiana, y plúmblea, columna titulada "Glosas". Mi padre, Luis Martínez Erro, las denominaba con un sentido del humor bastante corrosivo, como "losas".
Pues bien en esa época de adhesiones incondicionales y de "pensamiento único" (aunque no navarro) Celso destacó como un elemento díscolo, rebelde y fuera de tal contexto. Entre otros mucho trabajos en "El Pensamiento", quiero destacar su papel como analista de política internacional. Años después, cuando el que suscribe ya tenía bastante uso de razón política en los años setenta del pasado siglo, escuchaba con muchísimo gusto las narraciones del "parti pris" de Celso en pro de los aliados durante la segunda Guerra Mundial y su reflejo en las crónicas del periódico carlista de Iruñea. Mientras tanto, otros como el "Diario de Navarra", del que nos "avergonzamos muchos" citando a Víctor Moreno, marcaban descaradamente su apoyo al Eje.
Además, lejos ya de aquella triste etapa, Celso hacía gala de su colaboración con los servicios secretos británicos (y no sé si americanos) en pro de la causa aliada. Estos pasados días ha aparecido en la prensa histórica de Catalunya la narración de situaciones paralelas en "La Vanguardia", con un director fascista (Galinsoga) y algunos redactores pro-aliados (Nadal y otros). Al leer la crónica correspondiente en dicho periódico recordaba con cariño a Celso Torrea.
Años después nuestros esporádicos encuentros en Iruñea, ya que yo vivo en Donostia de muchos años atrás, siempre eran afectuosos y con un cierto aire de nostalgia. Efectivamente, ambos participamos en un intento que en la época de la llamada "transición" tras la muerte del general Franco, se desarrollo en la Alta Navarra de la mano de Miguel Javier Urmeneta y en la que nos encontramos muchas otras personas que queríamos cambiar el rumbo de Vasconia en una fase tan apasionadamente abierta de posibilidades. Aquéllo no fue, tal vez no pudo ser. Así volví a conectar con Celso Torrea tras la etapa de "El Pensamiento" en la que le conocí, tiempos atrás, a través de mi padre. Luego, años más tarde, he seguido su lento desgaste físico, que no intelectual. Siempre lo encontraba optimista y también dandi, educado y elegante, siguiendo su modelo británico de toda la vida.
Hoy he leido en "Diario de Noticias" la noticia de su fallecimiento. Lo he sentido mucho, a pesar de que el inexorable paso del tiempo y sus estragos, no nos hacen esperar una perspectiva distinta, para nadie.
Pues bien en esa época de adhesiones incondicionales y de "pensamiento único" (aunque no navarro) Celso destacó como un elemento díscolo, rebelde y fuera de tal contexto. Entre otros mucho trabajos en "El Pensamiento", quiero destacar su papel como analista de política internacional. Años después, cuando el que suscribe ya tenía bastante uso de razón política en los años setenta del pasado siglo, escuchaba con muchísimo gusto las narraciones del "parti pris" de Celso en pro de los aliados durante la segunda Guerra Mundial y su reflejo en las crónicas del periódico carlista de Iruñea. Mientras tanto, otros como el "Diario de Navarra", del que nos "avergonzamos muchos" citando a Víctor Moreno, marcaban descaradamente su apoyo al Eje.
Además, lejos ya de aquella triste etapa, Celso hacía gala de su colaboración con los servicios secretos británicos (y no sé si americanos) en pro de la causa aliada. Estos pasados días ha aparecido en la prensa histórica de Catalunya la narración de situaciones paralelas en "La Vanguardia", con un director fascista (Galinsoga) y algunos redactores pro-aliados (Nadal y otros). Al leer la crónica correspondiente en dicho periódico recordaba con cariño a Celso Torrea.
Años después nuestros esporádicos encuentros en Iruñea, ya que yo vivo en Donostia de muchos años atrás, siempre eran afectuosos y con un cierto aire de nostalgia. Efectivamente, ambos participamos en un intento que en la época de la llamada "transición" tras la muerte del general Franco, se desarrollo en la Alta Navarra de la mano de Miguel Javier Urmeneta y en la que nos encontramos muchas otras personas que queríamos cambiar el rumbo de Vasconia en una fase tan apasionadamente abierta de posibilidades. Aquéllo no fue, tal vez no pudo ser. Así volví a conectar con Celso Torrea tras la etapa de "El Pensamiento" en la que le conocí, tiempos atrás, a través de mi padre. Luego, años más tarde, he seguido su lento desgaste físico, que no intelectual. Siempre lo encontraba optimista y también dandi, educado y elegante, siguiendo su modelo británico de toda la vida.
Hoy he leido en "Diario de Noticias" la noticia de su fallecimiento. Lo he sentido mucho, a pesar de que el inexorable paso del tiempo y sus estragos, no nos hacen esperar una perspectiva distinta, para nadie.
20 agosto 2008
ACTUALIDAD POLÍTICA NAVARRA
He leído en Noticias de Gipuzkoa de 20 de agosto una carta dirigida a Joseba Egibar por Jose Antonio Etxague desde Hondarribia, en el que se reprocha a Egibar y, por extensión, al resto de partidos por “la ilegalización y persecución a que está sometida la izquierda abertzale”, reiterando más adelante “su injusta situación”. Me gustaría puntualizar alguno de sus fundamentos y realizar algunas reflexiones.
Es evidente que hay aspectos en los que su carta tiene razón y que se pueden resumir en una expresión muy simple, aunque Etxague no lo diga así: el principal responsable de nuestra situación social, económica y política es el Estado español, sin olvidar, aunque Etxague tampoco lo señale, el francés. Y, entre muchas otras, de lo que denomina como “ilegalización y persecución” de la izquierda abertzale.
En este contexto me resulta curioso que sea ese mundo el que hable de que actualmente estamos en un “estado de excepción”. ¿Cuándo hemos dejado de sufrirlo? Hay personas y grupos que parece que piensan que mientras ellos podían votar se vivía en una “situación normal”. Ahora, ilegalizados ellos, piensan que es un “estado de excepción”. Pues no. El estado que ellos llaman “de excepción” es, entre nosotros, un “estado permanente” desde mucho tiempo atrás. Una nación conquistada, ocupada y con sus instituciones propias suplantadas, con su lengua y cultura perseguidas y con la supeditación económica, social y política permanente a las instancias hispano-francesas, vive en un “estado permanente de excepción”.
Uno de los muchos errores políticos, tal vez el principal, cometidos en Euskal Herria, sobre todo en la etapa que se llamó “transición” en España, fue aceptar como “normal” un sistema político unitario, basado en la “soberanía política de la nación española” de la que la parte sur de Vasconia formaba parte indiscutible, por el “justo” derecho de conquista hay que recordar. Y así nos ha ido y peor nos va.
Es curiosa la apreciación de Etxague sobre las consecuencias de una hipotética “desaparición” de Eta. Estoy de acuerdo con que los españoles (y franceses) no moverían un ápice sus posiciones políticas, lo exigen sus planteamientos nacionalistas, o imperialistas si se quiere. Pero Etxague olvida que en un conflicto nacional existe también la parte correspondiente a la nación dominada. Y aquí parece que, en su opinión, no cambiaría nada, o por lo menos no lo dice.
Llevamos muchos años de un conflicto seudomilitar en el que la violencia ejercida por un lado, aparte de causar dolor inútil, no tiene capacidad de doblegar la voluntad del otro bando. Españoles y franceses pueden “soportar” con toda tranquilidad ese nivel de “violencia”. Pueden además, y son expertos en ello, utilizarlo como arma de propaganda en contra de nuestro país. Estoy de acuerdo con él cuando dice que su desaparición sería “una buena noticia”, pero se deja en el tintero la razón principal por la que lo sería.
Eta lleva muchos años apareciendo como la “máxima expresión” de la oposición política vasca a España y a los circuitos de propaganda hispano-franceses les conviene que así sea. El asunto es que esa pretendida “oposición máxima”, ineficaz como violencia política, tiene la “virtud” de distraer la enorme fuerza y capacidad de amplios sectores de nuestra sociedad, joven sobre todo. Ahí está el meollo de la cuestión.
Nuestro país necesita como elemento estratégico fundamental recuperar un Estado propio (digo “recuperar”, pues ya lo tuvo históricamente a través de Navarra, y al que no le guste la expresión, puede poner “conseguir”). Este es el elemento básico que nos permitirá ser “sujeto” en Europa y en el mundo actual.
Todos los factores lingüísticos, culturales, sociales, económicos y políticos que necesita cualquier sociedad para tener un desarrollo equilibrado, armonioso, sostenible y solidario, vista la realidad actual del mundo, tienen su principal garantía a través de un Estado propio. El derecho a la “libre disposición” es la garantía del ejercicio del resto de los llamados “Derechos Humanos”
Vasconia no necesita “redentores”, tiene capacidad y fuerza social suficiente como para, utilizada convenientemente, poder acceder a la situación de sujeto reconocido internacionalmente. No sirven “recursos” a la “democracia española (o francesa)” vía sus instituciones trucadas y manipuladas, en las que nunca estaremos más que como “productos cocinados”, nunca guisando en la cocina.
Las instituciones impuestas pueden ser utilizadas en una estrategia clara de liberación como parte de la misma, nunca ser tomadas como un absoluto y, menos aún, con carácter democrático. Evidentemente tampoco sirve el camino de los atentados que, como ya está dicho, generan una “violencia” de muy bajo nivel, asumida por los estados dominantes y utilizada por ellos como factor propagandístico en nuestra contra.
Es imprescindible y urgente una reestructuración de las fuerzas sociales de Euskal Herria en el sentido ya expresado. Eta debe desaparecer cuanto antes, es evidente, pero en mi opinión también es claro que deben desaparecer las formas de hacer política (mejor de “no hacer política”) de los partidos que en este momento actúan en nombre de nuestro pueblo. Pienso que habría que integrar toda nuestra capacidad social y económica en un movimiento en pro de la consecución del Estado propio. La rebeldía, insumisión y fuerza de nuestra juventud, que durante tantos años ha sido desviada, primero a las misiones católicas y después a Eta y Ongs, debería reconducirse en este sentido.
Sería una especie de aplicación del concepto “presupuesto base cero” a la movilización social, política y económica de Vasconia para los próximos años, con el horizonte 2012. No hay que olvidar, como fecha simbólica, el 500 aniversario de la conquista y ocupación del espacio y población más importantes de nuestro Estado histórico, Navarra, en 1512. Para entonces, para 2012, deberemos tener activa, en Europa y en el mundo, la República de Navarra.
Es evidente que hay aspectos en los que su carta tiene razón y que se pueden resumir en una expresión muy simple, aunque Etxague no lo diga así: el principal responsable de nuestra situación social, económica y política es el Estado español, sin olvidar, aunque Etxague tampoco lo señale, el francés. Y, entre muchas otras, de lo que denomina como “ilegalización y persecución” de la izquierda abertzale.
En este contexto me resulta curioso que sea ese mundo el que hable de que actualmente estamos en un “estado de excepción”. ¿Cuándo hemos dejado de sufrirlo? Hay personas y grupos que parece que piensan que mientras ellos podían votar se vivía en una “situación normal”. Ahora, ilegalizados ellos, piensan que es un “estado de excepción”. Pues no. El estado que ellos llaman “de excepción” es, entre nosotros, un “estado permanente” desde mucho tiempo atrás. Una nación conquistada, ocupada y con sus instituciones propias suplantadas, con su lengua y cultura perseguidas y con la supeditación económica, social y política permanente a las instancias hispano-francesas, vive en un “estado permanente de excepción”.
Uno de los muchos errores políticos, tal vez el principal, cometidos en Euskal Herria, sobre todo en la etapa que se llamó “transición” en España, fue aceptar como “normal” un sistema político unitario, basado en la “soberanía política de la nación española” de la que la parte sur de Vasconia formaba parte indiscutible, por el “justo” derecho de conquista hay que recordar. Y así nos ha ido y peor nos va.
Es curiosa la apreciación de Etxague sobre las consecuencias de una hipotética “desaparición” de Eta. Estoy de acuerdo con que los españoles (y franceses) no moverían un ápice sus posiciones políticas, lo exigen sus planteamientos nacionalistas, o imperialistas si se quiere. Pero Etxague olvida que en un conflicto nacional existe también la parte correspondiente a la nación dominada. Y aquí parece que, en su opinión, no cambiaría nada, o por lo menos no lo dice.
Llevamos muchos años de un conflicto seudomilitar en el que la violencia ejercida por un lado, aparte de causar dolor inútil, no tiene capacidad de doblegar la voluntad del otro bando. Españoles y franceses pueden “soportar” con toda tranquilidad ese nivel de “violencia”. Pueden además, y son expertos en ello, utilizarlo como arma de propaganda en contra de nuestro país. Estoy de acuerdo con él cuando dice que su desaparición sería “una buena noticia”, pero se deja en el tintero la razón principal por la que lo sería.
Eta lleva muchos años apareciendo como la “máxima expresión” de la oposición política vasca a España y a los circuitos de propaganda hispano-franceses les conviene que así sea. El asunto es que esa pretendida “oposición máxima”, ineficaz como violencia política, tiene la “virtud” de distraer la enorme fuerza y capacidad de amplios sectores de nuestra sociedad, joven sobre todo. Ahí está el meollo de la cuestión.
Nuestro país necesita como elemento estratégico fundamental recuperar un Estado propio (digo “recuperar”, pues ya lo tuvo históricamente a través de Navarra, y al que no le guste la expresión, puede poner “conseguir”). Este es el elemento básico que nos permitirá ser “sujeto” en Europa y en el mundo actual.
Todos los factores lingüísticos, culturales, sociales, económicos y políticos que necesita cualquier sociedad para tener un desarrollo equilibrado, armonioso, sostenible y solidario, vista la realidad actual del mundo, tienen su principal garantía a través de un Estado propio. El derecho a la “libre disposición” es la garantía del ejercicio del resto de los llamados “Derechos Humanos”
Vasconia no necesita “redentores”, tiene capacidad y fuerza social suficiente como para, utilizada convenientemente, poder acceder a la situación de sujeto reconocido internacionalmente. No sirven “recursos” a la “democracia española (o francesa)” vía sus instituciones trucadas y manipuladas, en las que nunca estaremos más que como “productos cocinados”, nunca guisando en la cocina.
Las instituciones impuestas pueden ser utilizadas en una estrategia clara de liberación como parte de la misma, nunca ser tomadas como un absoluto y, menos aún, con carácter democrático. Evidentemente tampoco sirve el camino de los atentados que, como ya está dicho, generan una “violencia” de muy bajo nivel, asumida por los estados dominantes y utilizada por ellos como factor propagandístico en nuestra contra.
Es imprescindible y urgente una reestructuración de las fuerzas sociales de Euskal Herria en el sentido ya expresado. Eta debe desaparecer cuanto antes, es evidente, pero en mi opinión también es claro que deben desaparecer las formas de hacer política (mejor de “no hacer política”) de los partidos que en este momento actúan en nombre de nuestro pueblo. Pienso que habría que integrar toda nuestra capacidad social y económica en un movimiento en pro de la consecución del Estado propio. La rebeldía, insumisión y fuerza de nuestra juventud, que durante tantos años ha sido desviada, primero a las misiones católicas y después a Eta y Ongs, debería reconducirse en este sentido.
Sería una especie de aplicación del concepto “presupuesto base cero” a la movilización social, política y económica de Vasconia para los próximos años, con el horizonte 2012. No hay que olvidar, como fecha simbólica, el 500 aniversario de la conquista y ocupación del espacio y población más importantes de nuestro Estado histórico, Navarra, en 1512. Para entonces, para 2012, deberemos tener activa, en Europa y en el mundo, la República de Navarra.
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