03 junio 2020

EN TORNO AL CONCEPTO DE PATRIMONIO

Este texto recoge de forma resumida los contenidos de una conferencia titulada “Patrimonio: ¿un concepto en crisis?, impartida en el Centro Cultural Navarrería de Pamplona, el 11 de mayo de 2001.
Un escenario que obliga a la reflexión

La continua destrucción del patrimonio en Navarra nos obliga a reflexionar, conscientes de la importancia que su conservación y creación tienen para garantizar la continuidad histórica de nuestro Pueblo.

En Iruñea se han producido recientemente tal número de actos destructivos que, según término acuñado por la UNESCO, puede hablarse de Crimen contra el patrimonio. El derribo de gran parte del Palacio Real, el levantamiento del adoquinado, la demolición de la base del lienzo de muralla medieval en la obra del aparcamiento del Rincón de La Aduana, la sumisión del baluarte de San Antón en la Ciudadela al proyecto del nuevo auditorio y, quizás el más grave de todos ellos, el vaciado de la Plaza del Castillo, donde se ha destruido gran parte del complejo histórico-arqueológico más importante de los navarros (véase Castellet y otros 2003), son algunos de los hitos más notables de esta tragedia. La falta de restauración y las malas intervenciones arquitectónicas en otros edificios y monumentos emblemáticos en Navarra contribuyen a ensombrecer aún más el panorama.

También es lamentable la pérdida y dispersión, principalmente en las bibliotecas y archivos de España y Francia y colecciones particulares, de parte del Archivo documental del Reino (Patrimonio escrito); igualmente el abandono del Patrimonio Industrial, en su cuádruple vertiente de continentes, contenidos, productos y archivos, materializado en uno de sus actos más recientes en la demolición de la Azucarera de Marcilla.

A todo lo anterior se une el modelo urbano que pretenden imponer en esta tierra quienes hoy ostentan el poder político y económico: un modelo que prioriza el uso del automóvil, el consumo y la creación de grandes superficies y otros no lugares (según Augé, 1992), en los que prima el individualismo frente a la cultura más solidaria de la calle. Sufrimos un brutal proceso de metástasis y clonación de urbanizaciones y la destrucción de nuestro paisaje y arquitectura tradicional.

Contémplese a este respecto la desfiguración de la Cuenca de Pamplona y la destrucción de patrimonio histórico-artístico que supone el pantano de Itoitz (véase Asirón, 2001).

El olvido y menosprecio de las expresiones más genuinas de nuestra cultura contribuyen de manera clara a la liquidación de nuestra identidad social.

Consideramos intolerable y genocida la represión que sufre en la CFN nuestra lengua nacional, el vascuence (euskara), elemento central del Patrimonio de los navarros y patrimonio de la Humanidad, sometido a una política de marginación a través de la denominada “Ley del Vascuence”.

Estos y tantos otros casos que tristemente se podrían recordar, constituyen
etapas de un proceso continuo de degradación de elementos básicos de nuestra memoria colectiva y son, al mismo tiempo, expresión de alarmantes carencias en nuestra sociedad.

Información y creación de Patrimonio

En primer lugar, nos parece necesario adquirir una visión amplia del patrimonio, que supere la concepción fundamentalmente monumentalista imperante sobre el mismo. En esencia el patrimonio es un archivo, un elemento básico de referencia histórica (memoria histórica) y autoestima social. El patrimonio es información.

Pero de trata de un archivo especial, configurado en forma de red o sistema de elementos –elementos patrimoniales-– en continua interacción. Defendemos, por tanto, una concepción sistémica y no reduccionista de la cultura (véase Bertalanffy, 1975) y del patrimonio.

En consonancia con esta ultima afirmación, la consideración de los entornos donde se integran e interaccionan los elementos patrimoniales debería guiar una moderna política de patrimonio.

En nuestra opinión, además, no sólo es necesario recuperar, defender y mantener el legado de otros tiempos, sino que éste debe evolucionar y es preciso acrecentarlo; crear Patrimonio. El patrimonio es algo vivo. Sólo las sociedades vivas son capaces de crear patrimonio. Crear patrimonio implica incorporar a la red patrimonial nuevos elementos y también consensuar y emprender labores de reconstrucción y/o recreación de elementos emblemáticos dañados o desaparecidos. Media Europa ha sido reconstruida y recreada a partir de sus escombros tras las dos grandes guerras del siglo XX.

La Humanidad tiene su patrimonio y éste emerge a partir de las culturas particulares, basadas a su vez en grupos humanos que son quienes mantienen (o destruyen) y generan nuevos elementos patrimoniales. Nuestra responsabilidad universal en materia de patrimonio pasa inexorablemente por el entorno más próximo. Es el patrimonio de nuestros pueblos, valles y nación (Navarra-Euskal Herria), con su lengua y tradición político-social, incluso el del entorno cultural del Occidente europeo, el que permite nuestra aportación al Patrimonio humano.

De lo dicho podríamos concluir que el propio término de Patrimonio expresa actualmente limitaciones fundamentales. Incluso podría plantearse el abandonarlo y buscar un nuevo modo de designar el conjunto de realidades de todo tipo y sus múltiples relaciones e implicaciones que hasta ahora así se han denominado.

Definición de patrimonio y elementos patrimoniales

Es patrimonio el conjunto de bienes, materiales (muebles e inmuebles) e inmateriales (instrumentales, éticos, comunicativos y organizativos) que, en continua interacción, constituyen el acervo, el activo, a través del cual, o en su seno (Patrimonio natural), un pueblo participa en el devenir de la Humanidad.

También podríamos definirlo como la red (sistema) de expresiones (elementos) materiales e inmateriales de cada cultura. Presenta, principalmente, aspectos lingüísticos, históricos, sociales, productivos, políticos, artísticos, religiosos; culturales, en general.

La lengua es un elemento precultural patrimonial básico. Su fase más intensa de desarrollo en la evolución humana parece que tiene lugar cuando se dispara la evolución tecnológica, produciéndose un salto, tanto en la propia evolución técnica como en el nacimiento de las expresiones simbólicas, artísticas, religiosas, actividades no relacionadas directamente con la supervivencia (véase Carbonell, 2000).

A partir de la “Revolución Neolítica” muchos grupos humanos dejan de ser nómadas. El territorio incrementa entonces su importancia como bien patrimonial.

Sobre Lengua y Territorio se crea y construye el resto del patrimonio. Elemento básico es el Paisaje; incluida la Arquitectura, considerada esta última en toda su diversidad, no solo la religiosa o monumental convencionales. Patrimonio son también expresiones básicas multifuncionales como la Literatura -oral y escrita- la Música, las Danzas, el Folclore en general, etc.

Las sociedades humanas modifican su entorno creando paisaje. Éste es consecuencia del conjunto de interacciones entre el medio físico, biológico y humano. El paisaje es un elemento que la humanidad construye como patrimonio, a través de su actividad, sobre un sustrato territorial resultado de millones de años de evolución geológica y biológica.

El Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO adoptó, en 1992, la categoría de “paisajes culturales” para lugares peculiares “creados, formados y preservados por los vínculos y las interacciones entre el hombre y su entorno”. No obstante, se puede afirmar que todo paisaje es cultural por el hecho de serlo, y no tiene sentido sin el observador ni la sociedad que lo construye. El paisaje tiene una doble vertiente: la subjetiva, ya que no existe sin la persona que lo contempla, y la objetiva, que se expresa y cuantifica sobre variables de los sistemas geológico, biológico y social.

La valoración del paisaje como elemento patrimonial es reciente y en ella confluyen cantidad de factores, entre ellos los culturales y los derivados de la propia apreciación subjetiva de las personas (Astibia y Martínez Garate, 1998). El paisaje es un concepto englobante capaz de incluir prácticamente todos los elementos patrimoniales, los “bienes” (ondasunak, en vasco) de una sociedad. Un tema a estudio es la influencia o distorsión que sobre patrimonio y paisaje ejerce una actividad de masas como el turismo.

También son bienes de un pueblo su propia organización social y política; sobre todo, cuando, como en el caso navarro, la organización social, base de la política del Reino desde la Alta Edad Media, constituye un sistema jurídico propio, que se caracteriza por una importante anticipación de posiciones que más tarde se llamarán “democráticas”.

Las manifestaciones comúnmente denominadas espirituales, maneras de mostrar afanes de perdurabilidad, de “relación/ligazón” con otros seres o, simplemente, la conciencia de “ser limitado” que acompaña a las personas, expresiones presentes históricamente en diversos modos religiosos o simbólicos, también pueden constituir parte de los bienes (activo social) de un pueblo, de su activo social.

Conviene resaltar como idea central que nuestro concepto de patrimonio se aleja de la idea de algo pretérito, estático, al margen de las necesidades reales de personas y grupos, solamente a conservar y sin valor para el mundo actual más allá del puramente estético. 

Muy al contrario, el patrimonio es un sistema en evolución, un todo vivo que varía a una con los modos de vida y la mentalidad de los pueblos que lo crean. Es el “activo”, en el amplio sentido de capacidad movilizadora y motivadora de una sociedad, olvidando por el momento las resonancias reduccionistas de tal concepto en su uso puramente contable.

Navarra y el papel de los estados

Navarra es un Estado conquistado y desgarrado por España y Francia (Urzainqui y Olaizola, 1998; Esarte, 2001). En casos similares, los estados dominantes se enfrentan a la resistencia de los ocupados tratando de fagocitar y destruir sus señas de identidad. Dicho de otro modo, buscan lo que en Iparla 3 (1988) se ha denominado con acierto la “resolución entrópica de la contradicción social”. Los recientes conflictos en los Balcanes son un claro ejemplo de ello. La entropía de un sistema físico expresa su nivel de desorganización. 

Según la “Teoría de la Información” (Shannon y Weaver, 1949), un sistema, para mantenerse organizado y lejos de la uniformización, es decir con baja entropía, necesita estar alimentado continuamente por información. Las sociedades humanas pueden morir a menos que se activen sectores sociales que provean información, es decir entropía negativa, capaz de invertir la tendencia impuesta por los actuales estados imperiales. Esto exige tener ideas, capacidad organizativa y estrategia para realizarlas.

No creemos, por tanto, que los estados de nuestra realidad más próxima, creados sobre y en contra de estados históricos como Navarra, Escocia,o Cataluña, sean los sujetos idóneos para garantizar la conservación y expansión de nuestro patrimonio, sino que constituyen, por el contrario, un factor básico de su ocultación y aniquilación.

Sin embargo, considerado genéricamente y dado el control que los estados ejercen en temas tan decisivos como política lingüística, educación, cultura, economía, medioambiente, defensa, etc., su papel como garante del patrimonio es de gran importancia. Publicaciones, como “El Correo de la Unesco” inciden reiteradamente en este planteamiento. Pensamos, por tanto, que en el mundo actual un pueblo mal puede garantizar la vida de su patrimonio sin el concurso de la organización social llamada Estado. De aquí se deduce la importancia que adquiere para nosotros la recuperación del Estado navarro. Este sería el medio principal que en el mundo presente, con una progresiva tendencia a la homogeneización económico-cultural, tendríamos los vascos para tratar de garantizar aspectos tan básicos como son los “Derechos Humanos”, comprendidos en ellos, obviamente, el mantenimiento y expansión de los elementos patrimoniales.

La Aldea Global y la Aldea Local: ¿la Caverna Global?

Tras la denominada Sociedad industrial hoy vivimos inmersos en la Sociedad de la información y de la Economía globalizada. Hechos que suceden a miles de kilómetros no sólo constituyen noticia inmediata, sino que pueden influir directa y rápidamente sobre nuestro entorno más próximo. A esta situación se la ha denominado La Aldea Global (McLuhan y Powers, 1989). Al mismo tiempo, vivimos una situación en la que la necesidad de un apoyo sobre el que construir nuestras sociedades lleva a la recuperación y valoración de las potencialidades de cada sociedad particular (La Aldea Local, véase Schumacher, 1973). Por otro lado, la manipulación de la informacion por los medios de comunicación
–“mediados” por grandes intereses económicos y políticos– produce tal distorsión de la realidad que Gómez Pin (2000), utilizando el símil platónico, denomina el mundo actual como La Caverna Global.

Tan pronto como el desarrollo científico y tecnológico se lo han permitido, el potencial destructivo de los humanos, organizados en muchos casos en empresas expoliadoras preocupadas sólo del beneficio inmediato, o en estados embarcados en aventuras bélicas capaces de aniquilar personas y bienes de todo tipo, se ha mostrado con crudeza. Millones de personas tratan de sobrevivir en la miseria. La actual civilización, derrochadora de energía, está contribuyendo a una preocupante degradación del ecosistema planetario, generándose problemas que lejos de resolverse o reducir su incidencia, son cada vez más intensos y exigen planteamientos más radicales. Por otro lado, la reciente Revolución biotecnológica supone una encrucijada para la Humanidad y el planeta sin precedentes.

Estos y otros problemas exigen una visión global y la inexorable necesidad de un cambio. La obra del geógrafo navarro, Leoncio Urabayen (1949 y otras publicaciones) ha supuesto una temprana y valiosa aportación sobre temas paisajísticos y de desarrollo equilibrado –ecológicos se diría hoy- y marca un hito para nuestra reflexión. El paisaje humanizado de Urabayen, en el sentido de equilibrado es, tal vez, su aportación más original. La “Hermandad del Árbol y del Paisaje”, creada en Iruñea en la primera mitad del siglo pasado, constituye un precedente de los actuales movimientos en defensa del medioambiente (véase Saiz-Calderón, 1929-1930).

Hemos avanzado y la visión antropocéntrica -básicamente judeo-cristiana- de “un planeta al servicio de la Humanidad” está dando paso a la de un mundo en equilibrio, a una trama de interdependencia en el que Homo sapiens es una especie más, aunque importante por su capacidad cognitiva y transformadora. En este sentido incide la “ecología profunda” o “visión holística del mundo” (Capra, 1996). Nuestros planteamientos de “posesión” deberían retornar a planteamientos de “pertenencia”, superando un concepto tradicional de patrimonio que considera los bienes en términos de “recursos”, planteándonos incluso la necesidad de prescindir de esa palabra u otras como heritage, etc., dadas sus connotaciones machistas y de herencia. En este sentido, la palabra vasca ondare –que surge de un pueblo donde el sentido de lo colectivo todavía es importante- parece más apropiada, por su cercanía etimológica al concepto de “bien” (ondasun), que otras utilizadas en idiomas vecinos.

La visión global de un sistema planetario en equilibrio nos lleva a los planteamientos de la “Hipótesis Gaia”, expuesta y defendida por James Lovelock (véase Margulis, 2002). El biólogo Edward O. Wilson (1992) padre de la denominada Sociobiología, destaca la importancia fundamental del mantenimiento de la biodiversidad para la propia supervivencia humana.

Nuestro comportamiento agresivo con el planeta nos debería hacer pensar que éste puede encontrar su equilibrio sin los humanos, y que la vida –como ha ocurrido durante miles de millones de años- puede seguir sin nuestra especie.

Somos parte del Patrimonio de la Tierra y hemos de procurar seguir siéndolo, tratando de continuar en armonía con el resto del planeta.

¿Somos -o podremos ser- los humanos, la consciencia de Gaia?

El respeto al patrimonio es el respeto a los pueblos que continuamente lo crean y sustentan; por tanto, es el respeto a la especie humana (suma de todos los pueblos y sus interrelaciones). A cualquier nivel la diversidad es un requisito básico para la supervivencia. 

La estandarización y uniformización son preámbulo de esclavitud y desaparición. La supervivencia de la Humanidad está ligada tanto a la variedad biológica de la Tierra como a la complejidad lingüística, histórica y cultural de sus sociedades.

El respeto a la pluralidad y diversidad son una importante característica de la tradición jurídicopolítica de Navarra, incardinada en lo que los especialistas denominan “Derecho pirenaico”.

También pertenecen a la tradición cultural europea y, concretamente, a la nuestra los conceptos de la Tierra como madre (Ama Lur) y el de pertenencia a la Casa.

La concepción política del equilibrio entre lo individual y lo social está en la base del Derecho navarro (Urzainqui y Olaizola, 1998).

Otros pueblos nos llevan una gran ventaja. Si queremos una Navarra con presencia digna en el mundo no podemos esperar más. La defensa del Casco Antiguo de Iruñea, con su Palacio Real y toda su fisonomía clásica, ha sido el arranque de una reivindicación con importantes antecedentes históricos, como es la de la “Asociación Euskara de Navarra (Campión, Iturralde y Suit, etc.), y será el símbolo de nuestra regeneración. La consecución de nuestra soberanía política, encuadrada en el marco de la recuperación del Estado navarro, como soporte y garante de nuestra supervivencia y aporte al Patrimonio universal, es nuestro objetivo próximo.

Pretendemos con ello contribuir a un fin mucho más amplio: conseguir un planeta habitable por todos los grupos humanos, y por todas las especies vivas.

A modo de conclusión

El concepto de patrimonio es mucho más amplio que el convencional, limitado casi exclusivamente a aspectos materiales y aún estos en sentido muy restrictivo.

El patrimonio es un sistema dinámico, como las personas y pueblos que lo crean y hacen evolucionar. Es el “activo” que permite que las sociedades humanas vivan y busquen una armonía interna y global con el resto de sociedades y con el planeta.

Son los “bienes” (ondare, ondasunak) de los que cada grupo humano se ha beneficiado en siglos de trabajo, relaciones y reflexión, que se transmite y cambia de generación en generación.

Nuestro patrimonio forma parte de un todo planetario y universal. La moderna concepción de patrimonio y la alarmante destrucción del mismo en Navarra exigen, de manera inaplazable, un serio debate intersocial e interdisciplinar en nuestra tierra. Nuestra supervivencia, individual y nacional, está en juego. No es asunto baladí ni intrascendente como para dejarlo en manos de unas pocas personas con posiciones acomplejadas, homogeneizadoras, reduccionistas y asimilacionistas. Este planteamiento conlleva importantes repercusiones políticas, que nos pueden implicar y comprometer de manera muy profunda.

Agradecimientos

Al Dr. Xabier Pereda Suberbiola (UPV/EHU), a Erlantz Urtasun (Nabarralde) y a nuestros amigos de la Sociedad de Estudios e Iniciativas Iturralde, por la lectura crítica del manuscrito.

Bibliografía

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Luis Mª Martínez Garate, Ingeniero de Telecomunicación

Humberto Astibia Aierra, Doctor en Ciencias Biológicas, UPV/EHU
Miembros de la Sociedad de Estudios e Iniciativas Iturralde