“¿Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y yo no me dé cuenta?” es el largo título de las memorias escritas por Lolo Rico y recientemente presentadas en Koldo Mitxelena de Donostia.
La lectura del título no te produce esa sensación de paso rápido del tiempo, es una frase algo morosa y si algún efecto produce, por lo menos a mi como lector, es un tránsito tranquilo y más bien premioso, aunque agradable. No obstante, y en líneas generales, la obra es de lectura fácil, por lo menos para mí, según trato de contar a continuación.
Todos los libros, más los que describen vivencias y situaciones personales, producen en quien los lee efectos mediados por sus propias vivencias y situaciones. Las memorias de Lolo Rico supongo que entran en este planteamiento general. Yo, desde mi perspectiva particular, me he sentido cómodo y compartiendo vivencias tanto en sus fases iniciales como en el final.
He notado un valle en su parte central. No he sido capaz de percibir “vida” en la descripción de sus relaciones con Rosa Chacel y para mi ha supuesto una lectura distante. Con relación a su militancia en un determinado partido político, sí he captado, por el contrario, ilusión. También en el modo de narrar su participación en TVE, en “La Bola de Cristal”, se expresa algo más que ilusión, se manifiesta su realización personal en un trabajo hecho a conciencia.
En cualquier caso, lo que más me ha gustado de sus memorias y yo diría casi emocionado, es el relato de la relación con su padre. Desde la distancia de una persona ideológicamente lejana, pero afectivamente inmediata; desde la perspectiva de una relación incompleta y que, cuando ya es imposible por su ausencia, se buscan modos alternativos de llenar; desde esa querencia paternal casi única, ya que ni madre, ni hermanas, y menos marido, plantean para Lolo un afecto semejante, encuentro en sus memorias algo muy profundo y que me ha conmovido realmente.
En otra perspectiva, son sus hijos los que han dado un sentido afectivo, real y práctico, a su vida y este aspecto queda muy bien reflejado, pero sin la hondura de la relación con su padre.
Como ya he dicho antes, en trabajos de este tipo sobre todo, hay una interacción muy fuerte entre el autor y el lector. Dentro de que Lolo escribe muy bien y, repito, el principio y el final son, en mi opinión, literariamente muy buenos, donde me ha llegado hondo es en la expresión de su amor filial, por su padre, de derechas claro está.
Los demás, yo por lo menos, tampoco nos enteramos, no nos damos cuenta, de cómo pasa todo. De que pasa tan rápido. Un vértigo. ¡Ah! Y mi padre murió en 1995. Ayer.
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