He leído en Noticias de Gipuzkoa de 20 de agosto una carta dirigida a Joseba Egibar por Jose Antonio Etxague desde Hondarribia, en el que se reprocha a Egibar y, por extensión, al resto de partidos por “la ilegalización y persecución a que está sometida la izquierda abertzale”, reiterando más adelante “su injusta situación”. Me gustaría puntualizar alguno de sus fundamentos y realizar algunas reflexiones.
Es evidente que hay aspectos en los que su carta tiene razón y que se pueden resumir en una expresión muy simple, aunque Etxague no lo diga así: el principal responsable de nuestra situación social, económica y política es el Estado español, sin olvidar, aunque Etxague tampoco lo señale, el francés. Y, entre muchas otras, de lo que denomina como “ilegalización y persecución” de la izquierda abertzale.
En este contexto me resulta curioso que sea ese mundo el que hable de que actualmente estamos en un “estado de excepción”. ¿Cuándo hemos dejado de sufrirlo? Hay personas y grupos que parece que piensan que mientras ellos podían votar se vivía en una “situación normal”. Ahora, ilegalizados ellos, piensan que es un “estado de excepción”. Pues no. El estado que ellos llaman “de excepción” es, entre nosotros, un “estado permanente” desde mucho tiempo atrás. Una nación conquistada, ocupada y con sus instituciones propias suplantadas, con su lengua y cultura perseguidas y con la supeditación económica, social y política permanente a las instancias hispano-francesas, vive en un “estado permanente de excepción”.
Uno de los muchos errores políticos, tal vez el principal, cometidos en Euskal Herria, sobre todo en la etapa que se llamó “transición” en España, fue aceptar como “normal” un sistema político unitario, basado en la “soberanía política de la nación española” de la que la parte sur de Vasconia formaba parte indiscutible, por el “justo” derecho de conquista hay que recordar. Y así nos ha ido y peor nos va.
Es curiosa la apreciación de Etxague sobre las consecuencias de una hipotética “desaparición” de Eta. Estoy de acuerdo con que los españoles (y franceses) no moverían un ápice sus posiciones políticas, lo exigen sus planteamientos nacionalistas, o imperialistas si se quiere. Pero Etxague olvida que en un conflicto nacional existe también la parte correspondiente a la nación dominada. Y aquí parece que, en su opinión, no cambiaría nada, o por lo menos no lo dice.
Llevamos muchos años de un conflicto seudomilitar en el que la violencia ejercida por un lado, aparte de causar dolor inútil, no tiene capacidad de doblegar la voluntad del otro bando. Españoles y franceses pueden “soportar” con toda tranquilidad ese nivel de “violencia”. Pueden además, y son expertos en ello, utilizarlo como arma de propaganda en contra de nuestro país. Estoy de acuerdo con él cuando dice que su desaparición sería “una buena noticia”, pero se deja en el tintero la razón principal por la que lo sería.
Eta lleva muchos años apareciendo como la “máxima expresión” de la oposición política vasca a España y a los circuitos de propaganda hispano-franceses les conviene que así sea. El asunto es que esa pretendida “oposición máxima”, ineficaz como violencia política, tiene la “virtud” de distraer la enorme fuerza y capacidad de amplios sectores de nuestra sociedad, joven sobre todo. Ahí está el meollo de la cuestión.
Nuestro país necesita como elemento estratégico fundamental recuperar un Estado propio (digo “recuperar”, pues ya lo tuvo históricamente a través de Navarra, y al que no le guste la expresión, puede poner “conseguir”). Este es el elemento básico que nos permitirá ser “sujeto” en Europa y en el mundo actual.
Todos los factores lingüísticos, culturales, sociales, económicos y políticos que necesita cualquier sociedad para tener un desarrollo equilibrado, armonioso, sostenible y solidario, vista la realidad actual del mundo, tienen su principal garantía a través de un Estado propio. El derecho a la “libre disposición” es la garantía del ejercicio del resto de los llamados “Derechos Humanos”
Vasconia no necesita “redentores”, tiene capacidad y fuerza social suficiente como para, utilizada convenientemente, poder acceder a la situación de sujeto reconocido internacionalmente. No sirven “recursos” a la “democracia española (o francesa)” vía sus instituciones trucadas y manipuladas, en las que nunca estaremos más que como “productos cocinados”, nunca guisando en la cocina.
Las instituciones impuestas pueden ser utilizadas en una estrategia clara de liberación como parte de la misma, nunca ser tomadas como un absoluto y, menos aún, con carácter democrático. Evidentemente tampoco sirve el camino de los atentados que, como ya está dicho, generan una “violencia” de muy bajo nivel, asumida por los estados dominantes y utilizada por ellos como factor propagandístico en nuestra contra.
Es imprescindible y urgente una reestructuración de las fuerzas sociales de Euskal Herria en el sentido ya expresado. Eta debe desaparecer cuanto antes, es evidente, pero en mi opinión también es claro que deben desaparecer las formas de hacer política (mejor de “no hacer política”) de los partidos que en este momento actúan en nombre de nuestro pueblo. Pienso que habría que integrar toda nuestra capacidad social y económica en un movimiento en pro de la consecución del Estado propio. La rebeldía, insumisión y fuerza de nuestra juventud, que durante tantos años ha sido desviada, primero a las misiones católicas y después a Eta y Ongs, debería reconducirse en este sentido.
Sería una especie de aplicación del concepto “presupuesto base cero” a la movilización social, política y económica de Vasconia para los próximos años, con el horizonte 2012. No hay que olvidar, como fecha simbólica, el 500 aniversario de la conquista y ocupación del espacio y población más importantes de nuestro Estado histórico, Navarra, en 1512. Para entonces, para 2012, deberemos tener activa, en Europa y en el mundo, la República de Navarra.
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