Muchas
veces se ha repetido entre nosotros la idea de la superación de los estados en
un mundo globalizado, en el que los poderes subestatales tienen, al mismo
tiempo, cada vez más capacidad de maniobra. El mantra “el Estado es algo
obsoleto en nuestra época” se ha llegado a convertir en algo tan monótono y
pesado como una guía de teléfonos. También se ha dicho que por mucho repetir
una mentira no se convierte en verdad. La monserga de la obsolescencia del
Estado es un caso particular de mentira que se pretende elevar a verdad a
fuerza de repetirla. Interesadamente, por supuesto.
Ya
es sabido que muchas de las políticas en las que se basó históricamente el
modelo de estados surgido en Westfalia (1648) han quedado realmente desfasadas
como actividad soberana de los mismos y que se han traslado a niveles
superiores, de organizaciones supraestatales. Mucho cuidado, supraestatales, no
internacionales, que sería algo muy distinto. Las políticas económicas constituyen
en estos tiempos de crisis su paradigma.
Y
las cosas suceden así en dos niveles que se pueden comprobar cotidiana y
sencillamente con la lectura o escucha de cualquier medio de comunicación. Uno sucede
en el ámbito global de las grandes decisiones macroeconómicas y el otro en el
campo interno de los estados, en el momento de aplicar esas recetas generales.
El
primero consiste en que quienes diseñan dichas políticas no son directamente
los estados, por lo menos no todos los estados, sino que son agentes económicos
a nivel mundial en connivencia con los estados más poderosos. Pero quien tiene
que hacer los deberes, es decir el que debe tomar las medidas concretas que
afectan a las personas corrientes, sí son los estados, por muy de tercera
división que sean. “Grecia tiene que hacer los deberes”, “Portugal no debe
endeudarse más”, “España no está cumpliendo sus compromisos” o bien “Islandia
parece que capea el temporal”. Nunca se oirá que “Escocia saca adelante un plan
estabilidad económica”, “Navarra cumple los compromisos derivados de su deuda”,
“Flandes está en el camino de la recuperación” o “Cataluña entra de nuevo en
fase de crecimiento”. Los sujetos en el plano mundial, en los asuntos
económicos también, son siempre los estados.
El
segundo aparece más difuminado pero, en el fondo, es más preocupante ya que nos
atañe muy de cerca. Se trata de la conocida cantinela de las fusiones
empresariales en general y bancarias en particular y como caso de gran
trascendencia para una futura política independiente de las naciones que,
sometidas a otras, quieren emanciparse mediante su acceso al estatus de sujeto
político con un Estado independiente propio. Esta voluntad de independencia requiere
un sistema financiero autocentrado para ser viable. Cuando en el Estado español
se habla de fusiones bancarias nunca se ha planteado, ni se planteará, la
hipótesis de fusión entre entidades que tengan su base de operaciones fuera del
territorio que controla. Siempre serán dentro de la “perfecta unidad entre los
hombre y las tierras de España”. Además, añado de mi cosecha, con la sana
intención de derribar esas fronteras regionalistas y localistas que “pretenden
imponer los nacionalismos trasnochados”. Y de afianzar su “unidad nacional”.
La
política económica que perpetran los estados ocupantes está dirigida
directamente a minar las bases económicas sobre las que necesariamente deberá
asentarse nuestra futura independencia. Tratan, por el contrario, de asegurar
su puesto a nivel global apoyándose en el control y expolio de los “recursos”
(humanos y materiales) de las naciones sometidas a su férula, en provecho
propio y del grupo nacional que les da soporte.
Sucede
exactamente lo mismo con sus políticas lingüísticas, culturales y de cohesión
social. Las pagamos todas las naciones que domina su Estado y sólo favorecen a la
suya. Cuando levantas el dedo para denunciarlo, inmediatamente te acusan de
“identitario”, “estrecho de miras”, “provinciano” o cualquier otro epíteto
despectivo. ¿Qué pasa cuando son ellos los que lo hacen? ¿Por qué no se los
aplican? ¿No dicen que vivimos en un mundo global y sin fronteras? Vamos a
jugar todos en igualdad de condiciones y dejarnos de monsergas. Necesitamos
nuestro Estado.
1 comentario:
Hola, un placer leer sus puntos de vista. Coincido plenamente con ellos y me sorprende que no sea la visión aceptada porque es la más lógica y evidente. El Estado de todos los vascos es Navarra y no era necesaria la invención de Euzkadi.
Me ha parecido leer que forma parte de Nabarralde. Estaría muy interesado de estar al tanto de vuestras actividades.
Estoy viendo ahora que Nabarralde está en Facebook así que seguiré esa página.
Saludos,
Daniel
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