08 febrero 2012

SOBRE CRISIS Y ESTADOS



Muchas veces se ha repetido entre nosotros la idea de la superación de los estados en un mundo globalizado, en el que los poderes subestatales tienen, al mismo tiempo, cada vez más capacidad de maniobra. El mantra “el Estado es algo obsoleto en nuestra época” se ha llegado a convertir en algo tan monótono y pesado como una guía de teléfonos. También se ha dicho que por mucho repetir una mentira no se convierte en verdad. La monserga de la obsolescencia del Estado es un caso particular de mentira que se pretende elevar a verdad a fuerza de repetirla. Interesadamente, por supuesto.

Ya es sabido que muchas de las políticas en las que se basó históricamente el modelo de estados surgido en Westfalia (1648) han quedado realmente desfasadas como actividad soberana de los mismos y que se han traslado a niveles superiores, de organizaciones supraestatales. Mucho cuidado, supraestatales, no internacionales, que sería algo muy distinto. Las políticas económicas constituyen en estos tiempos de crisis su paradigma.

Y las cosas suceden así en dos niveles que se pueden comprobar cotidiana y sencillamente con la lectura o escucha de cualquier medio de comunicación. Uno sucede en el ámbito global de las grandes decisiones macroeconómicas y el otro en el campo interno de los estados, en el momento de aplicar esas recetas generales.

El primero consiste en que quienes diseñan dichas políticas no son directamente los estados, por lo menos no todos los estados, sino que son agentes económicos a nivel mundial en connivencia con los estados más poderosos. Pero quien tiene que hacer los deberes, es decir el que debe tomar las medidas concretas que afectan a las personas corrientes, sí son los estados, por muy de tercera división que sean. “Grecia tiene que hacer los deberes”, “Portugal no debe endeudarse más”, “España no está cumpliendo sus compromisos” o bien “Islandia parece que capea el temporal”. Nunca se oirá que “Escocia saca adelante un plan estabilidad económica”, “Navarra cumple los compromisos derivados de su deuda”, “Flandes está en el camino de la recuperación” o “Cataluña entra de nuevo en fase de crecimiento”. Los sujetos en el plano mundial, en los asuntos económicos también, son siempre los estados.

El segundo aparece más difuminado pero, en el fondo, es más preocupante ya que nos atañe muy de cerca. Se trata de la conocida cantinela de las fusiones empresariales en general y bancarias en particular y como caso de gran trascendencia para una futura política independiente de las naciones que, sometidas a otras, quieren emanciparse mediante su acceso al estatus de sujeto político con un Estado independiente propio. Esta voluntad de independencia requiere un sistema financiero autocentrado para ser viable. Cuando en el Estado español se habla de fusiones bancarias nunca se ha planteado, ni se planteará, la hipótesis de fusión entre entidades que tengan su base de operaciones fuera del territorio que controla. Siempre serán dentro de la “perfecta unidad entre los hombre y las tierras de España”. Además, añado de mi cosecha, con la sana intención de derribar esas fronteras regionalistas y localistas que “pretenden imponer los nacionalismos trasnochados”. Y de afianzar su “unidad nacional”.

La política económica que perpetran los estados ocupantes está dirigida directamente a minar las bases económicas sobre las que necesariamente deberá asentarse nuestra futura independencia. Tratan, por el contrario, de asegurar su puesto a nivel global apoyándose en el control y expolio de los “recursos” (humanos y materiales) de las naciones sometidas a su férula, en provecho propio y del grupo nacional que les da soporte.

Sucede exactamente lo mismo con sus políticas lingüísticas, culturales y de cohesión social. Las pagamos todas las naciones que domina su Estado y sólo favorecen a la suya. Cuando levantas el dedo para denunciarlo, inmediatamente te acusan de “identitario”, “estrecho de miras”, “provinciano” o cualquier otro epíteto despectivo. ¿Qué pasa cuando son ellos los que lo hacen? ¿Por qué no se los aplican? ¿No dicen que vivimos en un mundo global y sin fronteras? Vamos a jugar todos en igualdad de condiciones y dejarnos de monsergas. Necesitamos nuestro Estado.

1 comentario:

Daniel dijo...

Hola, un placer leer sus puntos de vista. Coincido plenamente con ellos y me sorprende que no sea la visión aceptada porque es la más lógica y evidente. El Estado de todos los vascos es Navarra y no era necesaria la invención de Euzkadi.

Me ha parecido leer que forma parte de Nabarralde. Estaría muy interesado de estar al tanto de vuestras actividades.

Estoy viendo ahora que Nabarralde está en Facebook así que seguiré esa página.


Saludos,

Daniel