23 febrero 2012

PEDRO DE NAVARRA






En el año 2010 fue noticia el descubrimiento de los restos de Pedro II de Navarra en la Iglesia de San Pedro de la Rúa de Estella, en la cripta de los mariscales. La importancia de este personaje en la resistencia a la conquista y ocupación de Navarra iniciada por el rey Fernando de Aragón, llamado el católico, en 1512 y en los hechos que condujeron a la ocupación y dominio del reino, está fuera de toda duda. Su integridad y fidelidad a la causa de su patria y sus reyes legítimos son ejemplares y merecen ser tenidos en memoria permanente por los navarros.

El mariscal Pedro II era el jefe supremo del ejército navarro en la guerra de Conquista de Navarra iniciada en 1512. Después de la invasión del reino por las tropas castellanas, se llevaron a cabo varias contraofensivas para recuperarlo. En la segunda ocasión, en marzo de 1516, el mariscal Pedro II pasó desde la Baja Navarra hacia Roncal con 1.200 hombres. La intención era unirse con las tropas del rey Juan de Albret que debían entrar en la Alta Navarra por Orreaga para converger ambos sobre Pamplona. En este intento de recuperación del reino no hubo apoyo francés y las fuerzas navarras resultaron escasas. Las tropas castellanas del coronel Villalba se interpusieron entre ambos cuerpos del ejército navarro, lo que unido al mal tiempo y la imposibilidad de retirada hacia ultrapuertos produjo la derrota del mariscal y su rendición en Isaba al coronel Cristóbal Villalba, que lo hizo prisionero.

El mariscal fue llevado preso en primer lugar a la fortaleza de Atienza. Allí el 29 de mayo de 1518, en nombre de Carlos I se le hizo una oferta de perdón, a cambio de jurar fidelidad. Su negativa fue por escrito con las siguientes palabras:

“Una vez más suplico, con toda humildad posible a su Majestad, se sirva demostrar conmigo la magnificencia que ha de esperarse de semejante Majestad, devolviéndome la libertad entera y el permiso de ir servir a quien estoy obligado. La fidelidad, la limpieza que su Alteza quiere y estima de sus servidores, yo podré guardarla a los míos, y por ello me tornaré cautivo y esclavo de su servicio”.

Posteriormente, fue trasladado a la prisión de Simancas. El 24 de noviembre de 1522, mientras su hijo luchaba en la fortaleza de Hondarribia, apareció acuchillado. La información oficial dijo que se suicidó. La controversia sobre la causa inmediata de su muerte sigue en pie todavía, aunque en cualquier caso y sin ninguna duda, estuvo provocada por su prisión. Incluso tras su muerte, Carlos V, en Cédula de 9 de febrero de 1523, confiscó sus bienes y los de su familia.

Una vida ejemplar de servicio a la causa de la justicia y la libertad. Un claro compromiso del que quedó excluido cualquier tipo de traición o componenda. La de Pedro II fue la última generación que pudo comportarse así. A partir de 1530 la estabilidad de la ocupación española convirtió el ambiente de la Navarra ocupada en asfixiante. La construcción de las nuevas murallas y de la ciudadela, modelos de sistema defensivo del invasor frente a los propios pobladores, supusieron una vuelta de tuerca más en la opresión y expolio del pueblo navarro. Simultáneamente, la cúspide social: militar, religiosa y política se veía ejercida, o cuando menos interferida gravemente, por administradores y políticos españoles.

La memoria de lo ocurrido en esos años cruciales, de 1512 a 1530, se iba viendo progresivamente sustituida por el relato del invasor. “Los vencedores escriben la historia”, se dice con razón. La “historia” que se contaba desde la imperial España suponía la aniquilación narrativa de la nación navarra. En efecto, las historias de Mariana con relación a Castilla y Zurita con Aragón, en las que la realidad de Navarra era expuesta dentro de un marco de intereses ajenos, forzaron a que la cortes de Navarra intentaran elaborar la propia y desde su particular centralidad. En esta situación las cortes del reino encargaron al jesuita Moret la redacción de su historia. De ahí surgieron los famosos “Anales del reino de Navarra” escritos en 1677, aunque publicados en 1684. En la obra de Moret se expone la historia nacional de Navarra y de su conquista, aunque acepta la teoría del pacto como modelo por el cual Navarra se “incorporó” a Castilla, manteniendo sus instituciones. Muy distinta es la versión escrita desde los territorios de una Navarra independiente por el zuberotarra y síndico de Saint Palais, Oihenart, que habla de “injusta usurpación y retención de Navarra por los españoles”. Las autoridades ocupantes de la Alta Navarra denegaron a Oihenart el permiso necesario para investigar en los archivos de Pamplona datos sobre la conquista y ocupación de la Alta Navarra.

Hoy, en vísperas del 500 aniversario de la invasión y ocupación de Navarra por España, nos encontramos en un momento especialmente oportuno para reivindicar la memoria de un navarro insobornable, que pagó con su vida la fidelidad a su patria y a sus reyes legítimos: Pedro II, mariscal de Navarra.



Bibliografía

Esarte Muniain, Pedro. “Represión y reparto del Estado navarro (siglos XVI y XVII) La nación vasca, expolio franco-español”. Pamplona-Iruñea 2007. Editorial Pamiela.

Esarte Muniain, Pedro. “Breve historia de la invasión de Navarra (1512-1530)”. Pamplona-Iruñea 2011. Editorial Pamiela.

Monteano Sorbet, Peio J. “La Guerra de Navarra (1512-1529) Crónica de la conquista española” Pamplona-Iruñea 2010. Editorial Pamiela.

Pescador Medrano, Aitor. “Francisco de Xabier. Nacimiento de un mito, muerte de una nación”, Tafalla 2006. Editorial Txalaparta.



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LA FAMILIA DE LOS MARISCALES DE NAVARRA

La “casa de Navarra”, también conocida como “casa de los mariscales” tiene su origen en Leonel (1377-1413), hijo natural de Carlos II Evreux, conocido como “el Malo” siguiendo la denominación, ampliamente aceptada, propuesta por los cronistas franceses y de Catalina de Lizaso. Fue, por lo tanto, medio hermano del rey Carlos III el Noble, con el que mantuvo una estrecha y buena relación como fiel y leal vasallo.

Le sucedió como mariscal de Navarra su hijo natural Felipe, nacido en Estella en fecha indeterminada, de María Juan. Fue este Felipe quien a través de su matrimonio en 1424 con Juana de Peralta, hija de Mosén Pierres “el Viejo”, pasó a formar parte importante de lo que, tras su muerte en 1450, sería el conflicto entre el rey viudo-consorte de la reina Blanca, don Juan II de Aragón y su hijo el príncipe Carlos de Viana. El hijo de ambos, Pedro I de Navarra, siguiente mariscal del reino y primer jefe del partido “agramontés”, tomó las armas contra Carlos de Viana en favor de su padre don Juan. Murió a manos del hermano del jefe de la facción contraria, Felipe de Beaumont, mientras acompañaba a la princesa Leonor en una entrada clandestina en Pamplona. A pesar de los intentos de hacer justicia, el poder beamontés no consintió que se ejecutara la sentencia de muerte sobre Felipe.

Del matrimonio de Pedro I con Inés Enríquez de Lacarra nació Felipe, también mariscal del reino. Cuando en 1480 el mariscal Felipe II se dirigía de Sangüesa a Villafranca y cerca del Monasterio de la Oliva, su enemigo el II conde de Lerín, Luis III de Beaumont, le tendió una emboscada y Felipe fue lanceado y muerto por el Conde. Le sucedió como cabeza del linaje su muy joven hermano Pedro, que sería conocido como Pedro II.

Pedro II casó con Mayor de la Cueva, matrimonio del que nació Pedro que, más adelante, sería también mariscal del reino por nombramiento del emperador Carlos V el mismo día en que otorgó perdón a los agramonteses por Real Cédula de 29 de abril de 1524. Ayudado por el hijo de Pedro II, el almirante Bonnivet tomó Hondarribia el 19 de octubre de 1521. Tras un asedio de más de dos años, el 19 de febrero de 1524 capituló, rindiendo la plaza al Condestable de Castilla.


Nota

Este texto es mi colaboración en el libro publicado por Irujo Etxea con motivo del 500 aniversario del comienzo de la conquista y ocupación de Navarra en 1512. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

la educación en el odio produce una miopía histórica triste y muy triste, además de un aislamiento empobrecedor...no te distraigas....

Anónimo dijo...


A las cenizas y a la memoria del cántabro Pedro Navarro, esclarecidísimo en el ingenioso arte de expugnar ciudades. Gonzalo Fernández, hijo de Luis, nieto del gran Gonzalo, Príncipe de Sesa, honró con el piadoso obsequio de un sepulcro al caudillo que siguió el partido de los franceses, teniendo en cuenta que el valor preclaro hasta en el enemigo debe ser admirado. Falleció año 1528. Agosto. 28

Epitafio del mausoleo de Navarro en Nápoles5