En
agosto de 2011 con motivo de la publicación del trabajo de Víctor Manuel Egia
Astibia “Orotz-Betelu y Olaldea, una historia industrial a orillas del Iratí” publicado por Iturralde y Nabarralde, escribí un comentario sobre el mismo bajo
el título “Memoria industrial del valle del Iratí”. Ahora en el otoño de 2014,
tres años después, Egia nos ha ofrecido, también de la misma mano editorial,
una nueva investigación divulgativa sobre aquel entorno geográfico, pero
situada en una secuencia temporal inmediatamente posterior a la del anterior
trabajo. El título de la reseña podría haber sido perfectamente “Memoria industrial
del valle del Iratí, 2” ,
ya que el nuevo libro de Egia se centra en una zona próxima a la de su anterior
estudio, en una ubicación más cercana a la cabecera del río Iratí. Sube al monte, hacia la explotación maderera
y sus industrias derivadas.
Para
varias generaciones de pamploneses el nombre de “El Iratí” se vio unido al de
“El Plazaola”, como dos ferrocarriles de vía estrecha que unían la capital,
Iruñea, con Zangotza –con un ramal hasta Agoitz- el primero y con Donostia, el
segundo. El Plazaola, a pesar de su origen en la explotación minera de Plazaola
en el término municipal de Berastegi, tenía como eje central el propio
ferrocarril. El Iratí, por el contrario, tenía unas connotaciones extractivas e
industriales mucho más complejas, de las que el tren fue una consecuencia,
lógica e importante, pero algo derivado de otras formas de actividad económica.
De sus 260 páginas, sólo 30 aproximadamente están dedicadas al ferrocarril.
La
nueva obra de Víctor Manuel Egia lleva en su título el nombre de una persona,
Domingo Elizondo y Cajén (Aribe 1848 - Iruñea 1929), promotor y creador de El
Iratí S.A. Domingo Elizondo, a pesar de pertenecer, como dice el autor, a una
familia moderadamente acomodada
emigró, casi adolescente, a Buenos
Aires. Trabajó mucho y tuvo suerte. Con cuarenta años volvió a su tierra con dinero suficiente para llevar una vida
cómoda el resto de su existencia. Domingo no parece que fuera una persona
capaz de permanecer ocioso en su casa y sestear al cobijo de sus rentas. Y
decidió invertir su capital en el desarrollo del valle del Iratí, explotando de
modo racional y complementario su riqueza maderera y la energía extraída de sus
cauces fluviales. El primer capítulo del trabajo de Egia es una breve y
excelente exposición del contexto social y económico de la Alta Navarra en
aquella época.
El
cuerpo principal del trabajo constituye una magnifica descripción de la
explotación maderera de la selva del Iratí. Incluye, por supuesto, los sistemas
de extracción y transporte de los troncos desde los bosques a los lugares de
transformación. La exposición de los diversos oficios asociados a las
explotaciones e industrias anejas, muchos de ellos pertenecen ya al campo de la
etnografía, está estupendamente documentada. Entre los oficios, ocupan un lugar
destacado los que se relacionan con la extracción y transporte de la madera. En
este sentido resulta de gran interés la información sobre el uso de ríos y
embalses para el almacenamiento de los troncos, la utilización de almadías y,
sobre todo, las difíciles y arriesgadas tareas relacionadas con su guía por los
diversos cauces.
También
se relatan las industrias a que dio lugar esta explotación, sobre todo
químicas. Queda muy bien reflejada la adaptación tecnológica a los últimos
avances de la época en que se desarrollaron el conjunto de factorías. La
construcción de presas y embalses, incluido el pantano de Irabia tenía una
doble utilidad: por una parte, el suministro de energía eléctrica para usos
industriales (factorías químicas, ferrocarril etc.) y domésticos y, por otra,
la regulación del transporte de los troncos por el cauce fluvial hacia su
destino.
Me
parece un acierto la reflexión final que incorpora V. M. Egia sobre “El Iratí,
un lugar de memoria”, en el que se incluye la revisión del propio concepto de
“lugar de memoria” de la mano de uno de sus creadores, el historiador francés
Pierre Nora. Dado el conjunto paisajístico “natural” e industrial que lo
constituye, pienso que El Iratí conforma, además, un “paisaje cultural” de gran
importancia en la Navarra pirenaica.
“El
Iratí”, al igual que su anterior trabajo, se lee de un tirón. Está bien
escrito, es didáctico y resulta muy ameno.
El
libro se abre con un breve e ilustrativo prólogo del catedrático de
Paleontología en la UPV Humberto Astibia Aierra. Concluye, además de con una
completa bibliografía, con un Índice Cronológico de gran ayuda para la
ubicación en el tiempo y contexto histórico de las personas y hechos relatados.
Al igual que en “Orotz-Betelu” el material gráfico, fotográfico sobre todo, es
de primer orden y sirve de gran ayuda para entender el conjunto de los temas
que abarca la obra.
Referencia bibliográfica
Egia
Astibia, Victor Manuel.
Pamplona-Iruñea
2014. Nabarralde.
2 comentarios:
Mila esker,Koldo. Ikusi arte. M.egia
Pienso que el trabajo se lo merece.
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