A
poco más de un año de distancia de que Donostia se convierta en capital europea
de la cultura, la sociedad Motako Gaztelua y Nabarralde han organizado una mesa
redonda (en el Museo San Telmo) con el título “Donostia, Europako hiriburu
euskaldunena”.
Efectivamente,
Donostia es la ciudad que tiene el mayor número de vascoparlantes de Europa (y
del mundo). Cuestión que no es baladí, sobre todo cuando se erige, como punto
de mira, en “capital europea de la cultura”. Sería lógico que las propuestas
que se barajasen tuvieran al euskera y a la cultura vasca como eje de sus
actividades. Desgraciadamente no es así y esa carencia centró la mesa redonda,
con la participación de Joxe Manuel Odriozola y Pako Aristi –dos destacados
intelectuales del país- para debatir sobre la situación que determina esta
notable incongruencia. Se trataba de alcanzar una perspectiva más amplia,
siempre desde la situación conflictiva que supone poseer una cultura
minorizada, sin Estado propio y sometida a uno adversario que trabaja en su
contra. Se incorporó a la mesa la escritora Patricia Gabancho, desde su
posición catalana.
Tras
la intervención de los ponentes se estableció un debate entre ellos, al que
siguieron algunas preguntas del público presente.
Joxe
Manuel Odriozola planteó la distinción entre cultura nacional y cultura étnica.
La cultura nacional tiene como apoyo
un Estado. Una cultura sin Estado se mantiene como étnica y su lengua cede terreno ante la del ocupante, que termina imponiéndose
y sustituyendo a la propia. En este sentido, en el caso vasco no puede hablarse
de cultura nacional. No es nacional en su territorio. La sociedad
vasca actual no funciona en euskera y responde a lo que el ponente definió un
“modo subordinado de socialización”. Sus manifestaciones, teatro, música,
bertsolarismo, etc., son expresiones secundarias y supeditadas a las dominantes
hispano-francesas.
Ya en el coloquio, citó la definición de cultura que daba
Koldo Mitxelena como todo lo referente a las costumbres de vida, trabajo y
relaciones entre las personas que conforman una sociedad. Las manifestaciones
artísticas, científicas y técnicas son, evidentemente, cultura; pero no
constituyen su elemento básico. No representan su corpus central ni garantizan
la supervivencia de un pueblo. Citó el caso de Occitania, con un premio Nóbel
de literatura –Frédéric Mistral-, en el que la situación lingüística está en
fase práctica de extinción: conseguir un premio Nobel no es garantía de
supervivencia lingüística ni cultural.
Odriozola
destacó que Riga, Letonia, es la capital europea de la cultura de 2014. Claro
está que se trata de la capital de un Estado y tiene control sobre su propia
cultura a pesar de la fortísima rusificación sufrida durante la etapa soviética.
Desde el restablecimiento de la independencia en 1989 esta sociedad ha forzado
la recuperación lingüística del letón y ha tratado de implicar a los rusófonos
en su programa cultural.
Normalmente
las naciones minorizadas son débiles y disponen de escasa capacidad de
respuesta frente a los embates de los estados uniformizadores. Son los casos de
Bretaña y Galicia. Cataluña en cambio si ha tenido una gran capacidad de
reacción y recuperación, pero ha estado unido a un progresivo proceso político
de gran radicalidad democrática.
Patricia
Gabancho, que nunca había estado en Donostia anteriormente, quedó extrañada,
dijo para comenzar, de que en sus recorridos urbanos no hubiera encontrado
referencias a la lengua ni a la cultura o a la historia propias. Dejaba
entrever que una ciudad con esta carencia comenzaba con mal pie su andadura
como “capital europea de la cultura”.
En
cuanto a su propio país, se preguntó si se puede ser catalán sin hablar su
lengua. No existe sociedad sin identidad y la identidad catalana tiene como
tronco central su idioma. Por eso la actual ofensiva de acoso y derribo del
Estado español contra el catalán en el País Valenciano, Islas y Franja del
Ponent es un ataque directo a la propia nación.
Gabancho
resumió las fases de recuperación de la personalidad catalana tras la derrota
de 1714: económica, a finales del XVIII con la Junta de Comercio; lingüística y
de dignidad y autoestima, con la Renaixença en el XIX; y política, con el
catalanismo del siglo XX.
Expuso
las razones por las que el actual proyecto político autonomista no puede
cumplir sus objetivos en términos lingüísticos y de identidad, pero tampoco en
los relacionados con infraestructuras y economía en general. Los catalanes no
pueden ser una sociedad normalizada, no pueden hacer una vida ‘normal’ en
España.
En
el coloquio Patricia Gabancho planteó que el bilingüismo lleva a la
biculturalidad y que, curiosamente, los escritores de Cataluña adscritos a la
cultura española se posicionan en contra del actual proceso hacia la independencia
catalana. Por el contrario, resaltó la importancia que en el momento actual
está teniendo dicho proceso, un proyecto colectivo, sobre la reactivación de la
lengua propia.
Pako
Aristi reflexionó sobre las muchas cosas que se pueden hacer hoy en Euskal
Herria, nación sin Estado propio, en el campo cultural. Consideró que la
cultura vasca para existir exige tres condiciones: lengua, territorialidad y la
existencia de una comunidad cultural. Frente a ello, a lo largo de siglos se ha
provocado la fragmentación institucional del territorio y la sustitución
lingüística.
Para
revertir este proceso y acceder a una recuperación lingüística y cultural,
planteó tres requisitos: el primero, amor a la lengua, a la cultura, al país;
el segundo, la fuerza para defenderlo con cohesión; y el tercero, la
inteligencia necesaria para formalizarlas.
En
paralelo con lo expuesto por Odriozola habló del caso letón y de la labor
desarrollada por la Unión de Escritores de Letonia; pero, sobre todo, del papel
de la independencia política, de la finalización del proceso de rusificación y
del respaldo al conocimiento obligatorio del letón. Con este objetivo se impuso
el conocimiento del letón como condición para el acceso a la ciudadanía, con la
exigencia de determinados plazos para acceder al mismo. Todo ello con la
participación de la propia sociedad letona. Sobre esta cuestión, expuso también
las políticas de memoria llevadas a efecto, como es el caso del “Museo de la
Ocupación”, en el que se presentan las barbaridades practicadas durante la
etapa de dominación rusa.
Presentó
también el caso Noruego frente a las políticas, primero danesa y posteriormente
sueca, de sustitución lingüística. Aristi afirmó que frente a más ocupación se
reacciona con una mayor radicalidad lingüística.
También
en el coloquio recalcó la necesidad de la independencia como factor fundamental
de normalización lingüística y cultural, citó a Txillardegi –“con Estado propio
quizás se salve el euskera, pero sin Estado está condenado a desaparecer”- y al
caso citado por Odriozola sobre el Nóbel de 1904 a Mistral añadió el de
Rabindranath Tagore en 1913, como únicos caso de premio Nóbel a lenguas no
oficiales de ningún Estado: el occitano y el bengalí respectivamente.
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