El contexto europeo del comienzo del siglo XIX está determinado por los conflictos bélicos iniciados por Francia bajo el poder de Napoleón Bonaparte. Han sido conocidas como guerras napoleónicas. Desde el sur de la península ibérica hasta Moscú, pasando por los Países Bajos, las tierras de Italia, Austria, Polonia, Rusia y, en general toda Europa. se vieron sacudidos por el terremoto.
Utilizando una denominación geográfica, en nuestro entorno se podrían llamar “guerras peninsulares” a los conflictos que tuvieron como escenarios y protagonistas en esta época a Portugal y las diversas naciones que formaban parte de la monarquía española, como el Principado de Cataluña, el País valenciano, el conjunto de los territorios vasconavarros del sur del Pirineo y los territorios propiamente españoles. En cada uno de estos países la contienda presentó características sociales y bélicas de formas muy diversas. Es imposible homogeneizarlos todos como si fuera un solo conflicto.
Eso es precisamente lo que desde hace muchos años ha pretendido narrar la historiografía nacionalista española con el mito de la “guerra de la independencia”. Según esta escuela, la guerra contra el francés era la expresión de la nación española en armas por su independencia frente al invasor extranjero. Las guerras peninsulares sirvieron de soporte al imaginario del nacionalismo español en un nivel semejante al que supuso la larga reconquista frente a los moros del medioevo.
En acertada y sintética expresión del historiador Xosé Estévez, Vasconia fue sujeto paciente de los conflictos entre los tres grandes imperios del momento: el dominante y en su apogeo, inglés; su oponente y en ascenso, francés, y el decadente y agónico, español. Entre nosotros el conflicto se manifestó desde una cierta connivencia inicial con el ejército francés hasta una clara oposición ante los ataques antiforales de los franceses. Esta oposición tuvo una característica sin parangón en el resto de territorios peninsulares con la guerrilla como máxima expresión bélica. Sus principales exponentes fueron Javier Mina, el Mozo, y su tío Francisco Espoz y Mina.
La batalla de Vitoria de 21 de junio de 1813 fue un momento resolutivo de la contienda entre las tropas aliadas anglo-hispano-portuguesas frente a las francesas. El siguiente y último acto del conflicto peninsular fue el sitio y toma de San Sebastián, con las trágicas consecuencias de todos conocidas y cuyo 200 aniversario conmemora Donostia, también este año.
Fernando Sánchez Aranaz, navarro nacido en Donostia y residente en la Llanada alavesa acaba de publicar de la mano de Nabarralde un interesante y documentado estudio bajo el título de “La batalla de Vitoria”. El libro engloba el contexto geopolítico de la época, con sus actores principales, Napoleón Bonaparte, Sir Arthur Colley Wellesley; duque de Wellington, el mariscal Jourdan, Miguel Ricardo de Álava, conocido como el general Álava…, y los hechos más relevantes acontecidos a lo largo de aquellos años.
El trabajo incluye una detallada descripción histórica y social de la ciudad de Vitoria y su entorno, y culmina con la descripción de la batalla y el saqueo posterior, a última hora de la tarde, de la caravana francesa en su desorganizada huida, agravada por la lluvia que acompañó y condicionó durante todo el día los hechos bélicos descritos. En el pillaje y rapiña participaron todos los que pudieron hacerlo: soldados aliados, lacayos y servidores de los franceses en fuga, la población del entorno de Vitoria… Parte del cuantioso botín estaba a la venta en la capital alavesa al día siguiente en un espontáneo mercadillo.
Sánchez Aranaz ha construido un trabajo documentado, de calidad y ameno de leer. Las perspectivas europea y peninsular están muy bien explicadas. Los antecedentes y desarrollo del conflicto, también. La batalla que le da título es el digno colofón de un trabajo bien hecho.
También es de destacar la calidad de la edición a cargo de Nabarralde.
Referencia bibliográfica
Sánchez
Aranaz, Fernando. “La batalla de Vitoria. 21 de junio de 183” . Pamplona-Iruñea 2013.
Nabarralde.
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