Vuelven,
nunca se han ido, las voces españolas contra de la fiscalidad “atípica e
insolidaria” de Vasconia. En épocas de crisis –económica, de legitimidad, de
corrupción estructural…– hay que buscar el chivo expiatorio. Y se puede
encontrar sin escarbar demasiado el terreno en algo que, a pesar de su
integración en el régimen jurídico-político del reino de España, sigue siendo
una piedra en su zapato: los residuos de la soberanía explícitos a través del
Convenio económico de Navarra (Alta Navarra o CFN) y el Concierto homónimo de
las Provincias vascongadas (Euskadi o CAV).
Para
los españoles la situación fiscal de Vasconia es como un grano purulento. Nunca
la han aceptado de buen grado. Cuando han podido han intentado reventarla. Ya fue
el dictador Primo de Rivera con la imposición de un nuevo Convenio a Navarra en
1927, o el socorrido “provincias traidoras” de Franco tras su victoria en la
guerra iniciada en 1936. La realidad política de los restos forales siempre ha
estado en la cuerda floja. Nunca ha sido una situación consolidada.
Y
esto, ¿por qué? Sencillamente porque los restos de soberanía que constituyen
los regímenes fiscales especiales de la Alta Navarra y de las Provincias
vascongadas corresponden a la situación de subordinación política de un sujeto
soberano, el reino o Estado de Navarra. La foralidad del Antiguo Régimen no se
basaba sobre un sistema de pactos entre entidades soberanas. Estaba definido
por una situación derivada de conquistas, ocupaciones y minoraciones. Es
evidente que había algo de “armisticio” en el que se evitaba una violencia
permanente a cambio de unas cesiones parciales e inestables.
Y
en esas seguimos. Vuelven las llamadas al uniformismo escudadas en el socorrido
concepto de solidaridad. ¿Por qué solidaridad con las regiones españolas y no
con otras poblaciones y territorios de nuestro planeta que tanto sufren y tan
carentes están de medios, incluso de la subsistencia más elemental? La
solidaridad sólo puede venir de la mano de la libertad. No se puede ser
solidario a la fuerza.
Cuando
a finales del siglo XIX hubo un intento en este sentido por parte del gobierno
de España, hubo una sublevación popular en el conjunto de la Vasconia
peninsular en contra de su promotor, el ministro Germán Gamazo. Por eso fue
conocida como “Gamazada”. La rebelión fue generalizada contra el gobierno
español de Sagasta. En la Alta Navarra hubo varias grandes manifestaciones: la
recepción de los comisionados a Madrid en Castejón, la gran manifestación en
Pamplona en junio de 1893, la recogida de unas 120.000 firmas estampadas en el
‘Libro de Honor de los navarros", el alzamiento de la partida de Zabalegui en
Valdizarbe…. Las movilizaciones se iniciaron en Vitoria y en Bilbao y en las de
Donostia hubo dos muertos y uno en Laguardia en mayo del mismo año.
La
Gamazada respondió a una situación propia de los finales del XIX. Euskal Herria
había salido con más pena que gloria de la derrota de dos grandes guerras en
las que se había enfrentado con las armas a los poderes del Estado español en
su intento de abolir el sistema foral de Vasconia. Era una sociedad que estaba
superando unas derrotas que habían acarreado su práctica destrucción, en la que
quedaban como residuos el Convenio de Navarra y el Concierto de las Vascongadas.
Hoy,
en el primer tercio del siglo XXI estamos en una situación muy distinta. A
finales del XIX se atisbaba el principio de las nacionalidades, pero a nosotros
nos quedaba todavía un poco lejos. El primero que supo captarlo fue Arana
Goiri, con las limitaciones por todos conocidas de su insistencia en Bizkaia
como núcleo del país y el reconocimiento de una supuesta “soberanía originaria”
vasca, de cada uno de sus “siete” territorios (zazpiak bat) y no de la realidad
de su Estado histórico, Navarra, a través del cual fueron efectivamente
independientes. Arana Goiri erró en una parte importante de su planteamiento y
de ese error seguimos padeciendo las consecuencias en la política vasca actual.
No
es la hora de resucitar la Gamazada. La Gamazada tuvo su momento y fue muy
importante. Supuso una movilización general de Euskal Herria, pero no se puede
llevar mucho más lejos el paralelismo. Aquí y ahora la única reivindicación
democrática posible, la que permite una consolidación real de nuestro país, la
que haga que Euskal Herria pueda disponer y gestionar sus recursos en plenitud,
es el logro del propio Estado.
Navarra
es el Estado de los vascos. El reino de Navarra logró la nacionalización de su
pueblo y, a pesar de conquistas, ocupaciones y minoraciones, nos ha permitido
llegar vivos y con ganas de libertad a la etapa actual. La memoria de esa
Navarra histórica y de las injusticias sufridas desde su conquista, comenzada
en 1200 hasta la actualidad pasando por 1936 y el franquismo, es la que nos
permite mantener una sociedad combativa y con capacidad de acceder a la
independencia. Ese es nuestro reto democrático real. El Estado propio.
NAIZ 2013/06/12
NOTICIAS DE NAVARRA 2013/06/14
DEIA 2013/06/21
NAIZ 2013/06/12
NOTICIAS DE NAVARRA 2013/06/14
DEIA 2013/06/21
No hay comentarios:
Publicar un comentario