Decidir independencia es la única opción democrática que se ofrece en el momento actual a nuestra sociedad. Todas las demás implican continuar en la subordinación. Tanto da seguir en el actual sistema “autonomista” que dicen que rige en el Estado español, como afanarse en una vía federal que no encuentra en el otro lado a nadie dispuesto a federarse. Defender cualquier otra opción que no sea el logro del Estado propio es una vía contraria a la democracia, ya que implica aceptar la imposición de un régimen creado precisamente para destruir y asimilar a las naciones violentamente incorporadas a su Estado. Un Estado nacido del absolutismo monárquico y que, en su deriva imperialista, recaló en el fascismo y el totalitarismo.
Navarra fue conquistada, dividida y ocupada en diversas fases por Castilla-España y por Francia. Nuestro caso es un modelo de dominio y subordinación. La rebeldía, protesta y lucha contra esta situación es una característica permanente que define nuestra sociedad a lo largo de siglos, hasta hoy en día. El acceso a la normalidad nacional en nuestro caso, la constitución de una sociedad democrática en Vasconia, exige definir claramente este horizonte en un planteamiento de futuro. Cualquier otra posición que deje este hecho en la nebulosa de la indefinición sólo conducirá, a la larga, a la desilusión y al fracaso. No será la primera vez que sucede.
Es
lo que percibimos en nuestro entorno próximo, sobre todo en el caso catalán. La
situación de dependencia y sumisión de Cataluña era grave antes de la actual
eclosión independentista. En los últimos tiempos, objetivamente, no ha cambiado
su situación de subordinación a España. Lo que se ha modificado ha
sido la toma de conciencia de su sociedad civil y el resultado de esa
reflexión. Si no se lucha directamente por la independencia, no hay nada que
hacer. Todos los esfuerzos de muchos años, prácticamente desde que la oposición
catalana comenzó a manifestarse contra el régimen de Franco en los años
cincuenta del siglo XX, han cobrado sentido ahora. La fuerza de su sociedad ha
cuajado en un movimiento poderoso cuando todos los esfuerzos parciales –por la
lengua, la cultura, la discriminación económica en infraestructuras y fiscal
que sufre Cataluña- han tomado como referencia el logro de un Estado propio. En
Escocia el proceso puede tener menos empuje que en el Principado de Cataluña,
pero no es por ello más directo desde que han concretado su objetivo final.
Formamos
parte de un grupo en el que el activismo social se ha erigido en un fin por sí
mismo. En la etapa que se inició en los años sesenta del siglo pasado, la
movilización ha sido algo que se expresaba como el logro político por
excelencia. Pero un activismo, una movilización, sin objetivos definidos,
conduce a la división, al hastío y al fracaso. Hoy en día Euskal Herria no
puede permitirse el lujo de incurrir de nuevo en los errores del pasado. La
historia reciente debe servirnos de escarmiento y obligarnos a aprender. Puede
parecer tarde, pero como se suele decir más vale tarde que nunca.
Por
eso plantear como un objetivo en sí mismo el “derecho a decidir” es recaer en
errores anteriores. El “derecho a decidir” puede llegar a movilizar a mucha
gente, pero si no se plantea con la finalidad clara de la independencia,
conducirá de nuevo a la frustración y al fracaso. Pretender movilizar a
sectores que viven en nuestra sociedad pero que se sienten nacionalmente
españoles o franceses en pro de ese derecho es dar directamente con la cabeza contra
el muro. Estos grupos viven muy cómodos en la situación actual y no sienten
necesidad alguna de cambiarla. Nosotros, los que nos sentimos nacionalmente
vascos, la percibimos con urgencia porque vemos cómo se nos escapa (nos la
quitan) nuestra nación. La historia, la memoria, la lengua nos son arrebatadas
en una ofensiva continua, a la que sólo sabemos enfrentar unas movilizaciones
de reacción, sin el objetivo democrático final: la independencia.
Hay
quien piensa que esos sectores nacionalmente españoles han aceptado muchas
cuestiones que han hecho avanzar a nuestra sociedad hacia una cierta
“normalidad”, como es el caso de las ikastolas. Muchas personas de estos
sectores envían a sus retoños a las ikastolas y las razones son muy variadas,
pero de lo que no cabe ninguna duda es que este movimiento surgió, fue
impulsado y llegó a unos niveles de gran competencia precisamente por ese grupo
humano que constituye el núcleo de la nación vasca. Por ellos, por los
nacionalmente españoles o franceses, no se habría dado absolutamente ningún
paso y seguiríamos en el monolingüismo hispano-francés.
Pensar
que en la actual situación de emergencia nacional ese colectivo vaya a ser algo
diferente de un obstáculo es angelismo en su estado más puro. Quien vaya a
hacer progresar democráticamente la sociedad vasca serán el sector constituido
por quienes tienen esa conciencia clara. Los otros, como ocurrió en el caso de
las ikastolas, cuando se logre el objetivo político, se adaptarán e incluso se
sentirán cómodos. Pero mientras tanto no moverán un dedo por ello.
Opino
que lo que hay que plantear directamente es la independencia como primer
objetivo político democrático. Es lo que da sentido a todas los esfuerzos,
movilizaciones, activismos y sacrificios y, además de cualificarlos, va a hacer
crecer exponencialmente su eficacia. Y eso es precisamente el ejercicio de la
autodeterminación.
NOTICIAS DE NAVARRA 2013/07/25
NOTICIAS DE GIPUZKOA 2013/09/12
NOTICIAS DE NAVARRA 2013/07/25
NOTICIAS DE GIPUZKOA 2013/09/12
No hay comentarios:
Publicar un comentario