Los españoles están viendo las orejas al lobo. Tras mucho tiempo de mofa y menosprecio de Cataluña, se la han encontrado respondona. No es fácil saber aprovechar las fuerzas propias de una forma eficaz y eficiente para lograr la emancipación nacional. Menos lo es todavía cuando la nación dominante se expresa a través de un Estado que, tanto a lo largo de siglos de historia, como en la actualidad, ha sido de todo menos democrático. Pero han iniciado un camino que pronto puede estar en un punto de “no retorno”. Se lo deseo de todo corazón a los catalanes y creo que debemos darles nuestra solidaridad incondicional.
Pienso que la mejor forma de expresar ese apoyo sería concretándolo en una acción política de emancipación en paralelo. Para España, mantener dos frentes abiertos en simultáneo constituiría un envite demasiado fuerte. Ya le sucedió en el siglo XVII con la guerra simultánea frente a Portugal y a Cataluña. Los portugueses triunfaron, mientras que los catalanes no. Tal vez no tuvieran los mejores aliados, ya que los franceses iban a lo suyo y de la guerra correspondiente sacaron buena tajada y el Rosselló y parte de la Cerdanya pasaron a sus manos, a las de su férreo unitarismo que siempre ha intentado borrar toda memoria histórica, toda seña de identidad, de los pueblos ocupados.
Cataluña ha emprendido un camino que esperemos sea el acertado. Nosotros, por el contrario, parece que no somos capaces de otear el horizonte, de percibir por dónde corren los vientos en Europa y en el mundo. En una palabra, permanecemos desde hace mucho tiempo en una situación de enquistamiento y, lo que es peor, con una clara tendencia a la involución.
Lo he repetido muchas veces, no quiero idealizar Cataluña ni creo que nuestras respectivas situaciones sean semejantes. Nuestras propias historia y cultura social y política tienen paralelismos y semejanzas pero, también, aspectos muy diferentes, comenzando por la situación lingüística. Ambas son sociedades con un tejido asociativo muy fuerte, con una cultura de comunidad y solidaridad muy importante. En el aspecto lingüístico, los Países Catalanes han mantenido su lengua propia prácticamente por todo su territorio, con la excepción de pequeñas partes del País Valenciano. En nuestro caso, el retroceso geográfico y humano del euskera viene de muy atrás. Es cierto que hay enormes bolsas de inmigración no integradas, pero eso se produce en ambos países.
Creo que frente a la cerrazón del unitarismo hispano, hay que recordar que en España no hay federalistas “de verdad” (puede que haya alguno de boquilla), la única solución positiva es escapar de esa “cárcel de pueblos” que es España. Para que haya federalismo tiene que haber, por lo menos, dos partes que se quieran federar. Y de eso nada hay en España. Por lo mismo, son palabras huecas e intentos vanos de marear la perdiz todos los discursos para justificar un “acomodo” en España o “cautivarla”. España no admite otra cosa que la subordinación, la integración incondicional, la asimilación.
Se ha estudiado el asunto desde el punto de vista económico, tecnológico, de investigación e innovación. Desde todos esos planteamientos nuestra independencia no sólo se plantea como viable, sino también conveniente. Pero es, sobre todo, a la hora de mantener una sociedad integrada, capaz de incorporar a la misma a todas aquellas personas que han llegado y llegan de diferentes procedencias y de afrontar con éxito los retos que plantea la sociedad de la información desde la propia personalidad y cultura. La libertad de la sociedad y el mantenimiento de sus lazos y relaciones de solidaridad y cooperación son, al mismo tiempo, elementos básicos para su desarrollo armónico y en equilibrio con la tierra.
No basta con hablar de “independencia” como una palabra fetiche. La independencia no tiene, aquí y ahora, otra forma que la de un Estado propio. Este debate en Cataluña actualmente está en la calle y en cualquier medio de comunicación, digital o escrito. Entre nosotros está clamorosamente ausente. Y no debe estarlo por más tiempo. Nuestra sociedad tiene potencia archidemostrada para hacer muchas cosas. Concretando, en tiempos recientes, la creación de las ikastolas, la puesta en marcha del movimiento cooperativo o el capacidad de sacar periódicos nuevos de la noche a la mañana. Hay que saber aprovecharla. Y obtener el máximo rendimiento político.
Es hora de decir basta y de parar actividades que pretenden sustituir esa capacidad, ese poder, por vías delegadas. Esos caminos están desacreditados y en franco retroceso. Cuanto antes terminen mejor. La participación incondicional, como partidos, en el sistema político español ha demostrado todas sus limitaciones y la involución real a que nos llevan. Lo que algunos denominan “lucha armada”, en realidad un conflicto de ínfimo nivel estratégico y perfectamente asumido por el contrario, sirve únicamente para distraer las fuerzas de una juventud solidaria y generosa y encerrarla en las cárceles españolas y francesas, sin ningún logro político real. También en este campo sólo hay retrocesos, sin contar con su utilización propagandística internacional, en nuestra contra evidentemente, por parte de los poderes de ambos estados.
Tenemos capacidad para expresar nuestra fuerza y concretar el camino a la recuperación de nuestro Estado, el navarro por supuesto. Esta será nuestra mejor manifestación solidaria con todo el mundo y, también con Cataluña. España volverá tener dos frentes abiertos, pero dos frentes de verdad, no de pacotilla y palabrería vana.
Cuando vascos y catalanes, o catalanes y vascos, que tanto da, lo logremos, entonces se encontrará, de veras, España en su soledad. Con su territorio, población y recursos reales.
Opiniones y puntos de vista sobre Navarra como perspectiva política de Euskal Herria y de la Vasconia histórica en el mundo actual y sobre cualquier aspecto que afecte al presente y futuro del planeta Tierra, su biodiversidad, y el papel de la inteligencia humana en todo ello, "Nos guste o no, estemos o no preparados, somos la mente y los guardianes del mundo vivo". (Edward O. Wilson)
30 diciembre 2009
ESPAÑA EN SU SOLEDAD
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19 diciembre 2009
DESOLACIÓN
Resulta desoladora la forma cómo plantea, en su sección de Cultura y sociedad del pasado lunes 14 de diciembre, el diario de más difusión y tirada (parece que merecidamente en descenso) de lo que la actual organización política y administrativa del Estado español denomina como Comunidad Foral de Navarra, la siguiente propuesta literaria:
El texto precedente no tiene desperdicio, tanto por las incorrecciones como por las omisiones, algunas de bulto, que, según mi criterio, contiene y porque da la impresión de que su autor, Martín Nogales, sólo ha leído, a vuela pluma, la contratapa de la obra en cuestión.
Llamar escritor holandés, por el simple hecho de haber nacido en los Países Bajos en 1931, a quien vivó prácticamente toda su vida en la tierra de su padre, Austria, que escribió en alemán sus obras y que fue el autor más beligerante a la hora de denunciar y fustigar la hipocresía de su propia sociedad, la austriaca, indica un serio despiste sobre la personalidad y la obra de Bernhard. Más allá de “un hombre que trata de explicarse a sí mismo”, que dice Nogales, creo que Bernhard es un crítico implacable de la farsa de su entorno y que lo hace, como muchos otros grandes escritores, narrando su propia experiencia vital.
Anagrama editó en español, por separado, los cinco relatos reseñados por Nogales hace ya bastantes años y actualmente estaban agotados o descatalogados. En realidad no se trata de cinco novelas distintas sino, más bien, de una suerte de autobiografía de la infancia de su autor, narrada en cinco episodios. Ahora, en 2009, los ha reeditado en un único volumen como “Relatos autobiográficos”. Lo que aparece en esta obra no es sólo su infancia, es también y, quizás sobre todo, una visión sombría y ácida de la realidad de Austria tras la Segunda Gran Guerra del siglo XX.
Para terminar este breve comentario me queda resaltar que, al afirmar que son sus “cinco novelas más importantes”, da la sensación de que el crítico del diario de Cordovilla no ha leído ni “Trastorno” ni “El sobrino de Wittgenstein” ni “Sí”, por citar algunas de las que me parecen fundamentales. Así como tampoco “Maestros antiguos”, obra llevada al teatro entre nosotros hace pocos años.
La editorial Anagrama ha reunido en un solo volumen las cinco novelas más importantes de Thomas Bernhard, que falleció en 1988. Se han publicado con el título global de Relatos autobiográficos. Son: El origen, El sótano, El aliento, El frío y Un niño.
La lectura de este libro no deja indiferente. La literatura de este escritor holandés es una investigación sobre su vida y los aspectos más sombríos de su carácter. Estos relatos señalan el camino de la desesperanza y de la resignación. Bernhard es iconoclasta, implacable, obsesivo, sombrío. En estas páginas leemos a un hombre que trata de explicarse a sí mismo cómo llegó a ser lo que es. Su indagación no es nada complaciente. Bernhard nos dice que la infancia no es siempre una Arcadia feliz.
El texto precedente no tiene desperdicio, tanto por las incorrecciones como por las omisiones, algunas de bulto, que, según mi criterio, contiene y porque da la impresión de que su autor, Martín Nogales, sólo ha leído, a vuela pluma, la contratapa de la obra en cuestión.
Llamar escritor holandés, por el simple hecho de haber nacido en los Países Bajos en 1931, a quien vivó prácticamente toda su vida en la tierra de su padre, Austria, que escribió en alemán sus obras y que fue el autor más beligerante a la hora de denunciar y fustigar la hipocresía de su propia sociedad, la austriaca, indica un serio despiste sobre la personalidad y la obra de Bernhard. Más allá de “un hombre que trata de explicarse a sí mismo”, que dice Nogales, creo que Bernhard es un crítico implacable de la farsa de su entorno y que lo hace, como muchos otros grandes escritores, narrando su propia experiencia vital.
Anagrama editó en español, por separado, los cinco relatos reseñados por Nogales hace ya bastantes años y actualmente estaban agotados o descatalogados. En realidad no se trata de cinco novelas distintas sino, más bien, de una suerte de autobiografía de la infancia de su autor, narrada en cinco episodios. Ahora, en 2009, los ha reeditado en un único volumen como “Relatos autobiográficos”. Lo que aparece en esta obra no es sólo su infancia, es también y, quizás sobre todo, una visión sombría y ácida de la realidad de Austria tras la Segunda Gran Guerra del siglo XX.
Para terminar este breve comentario me queda resaltar que, al afirmar que son sus “cinco novelas más importantes”, da la sensación de que el crítico del diario de Cordovilla no ha leído ni “Trastorno” ni “El sobrino de Wittgenstein” ni “Sí”, por citar algunas de las que me parecen fundamentales. Así como tampoco “Maestros antiguos”, obra llevada al teatro entre nosotros hace pocos años.
13 diciembre 2009
HARTAZGO
He elegido como título para este comentario la palabra que, a mi entender, mejor define el estado actual de la relación entre Cataluña y España. La he escogido porque aparece en el título del ensayo que quiero presentar. Creo que una de las grandes virtudes del último trabajo de Toni Strubell, y tiene muchas, radica en la capacidad analítica y la expresión justa y sencilla que utiliza su autor. Puede sonar a tópico, pero no creo que la formación británica, en Oxford, de Strubell se encuentre muy alejada de estas características.
El libro sigue una línea de relato clara. En ella podemos encontrar, muy bien expuestas, todas las razones por las que Cataluña no es hoy una nación “normal”. Cualquiera de las situaciones por las que pasa, aquí y ahora, expresan por activa, pasiva y, si se quiere, por perifrástica, la situación de dependencia, inferioridad, minoración, de sumisión o como nos guste llamarla, de Cataluña con relación a España. Los escenarios, pueden ser económicos o sociales en general, lingüísticos incluidos, pero en los que siempre emerge con claridad “quién es el que manda”.
Considero especialmente interesante, por desconocida o por falta de reflexión suficiente sobre la misma, la reseña de la destrucción casi total en Cataluña de la memoria histórica más próxima, la de la etapa anterior a la guerra del 36. El repaso sobre este asunto tan grave está expuesto por Toni Strubell sobre todo en el capítulo 6 bajo el epígrafe “¿Existió realmente Francesc Macià?” Creo que me ha sorprendido el hecho de no haberlo pensado nunca. Considero que en mi caso tiene cierta lógica, por proceder de otro país y de una cultura política diferente, pero no así cuando el asunto se plantea desde la misma Cataluña.
Strubell constata el (triste) desconocimiento que actualmente campa en Cataluña sobre sus referentes en dicha época. El franquismo y sus sucesores en la etapa denominada como “transición” (¿a dónde?, cabría considerar) han trabajado muy fuerte para conseguir que la sociedad catalana de hoy sea, en su mayoría, analfabeta en el conocimiento de la conciencia nacional mayoritaria que entonces rezumaba y sobre las personas que ejercían su liderazgo, como Macià o Companys. Toni Strubell manifiesta en su libro la absoluta hegemonía de la centralidad del pensamiento nacional catalán en la misma.
Recomiendo una lectura tranquila y, sobre todo si se realiza desde nuestro país, crítica. Cuando digo “crítica” no me refiero al contenido del libro, ya que lo considero muy acertado, y, como respuesta a los interrogantes que se plantean en Cataluña en la etapa actual, difícilmente mejorable. Al hablar de crítica pienso más en las respuestas que los diferentes partidos del arco político catalán (mejor no hablar todavía del vasco) dan a los mismos. En Cataluña se está mostrando con claridad el avance de la propia sociedad civil y su tejido de asociaciones, asambleas etc. sobre los fosilizados, burocratizados y, en suma integrados, partidos políticos. Por ellos nunca hubieran surgido iniciativas como la de Arenys de Munt.
Desde nuestra situación, la vasca, creo que su lectura debería ser todavía más crítica y exigente. Siento envidia cuando analizo los medios de comunicación catalanes, en los que se plantea, desde hace algún tiempo sobre todo, con total naturalidad y desinhibición la necesidad de un Estado propio, en Europa y en el mundo. En nuestro país hay, efectivamente, quienes hablan de “independencia”, pero en pocas ocasiones de su concreción política a través de un Estado propio. Otros, por desgracia, prefieren referirse a “encajes” en una estructura política que no admite más que sumisión o a “cautivar” a quienes nos tienen cautivos de hecho desde hace tanto tiempo.
Además aquí, en Vasconia, se discursea, algunos hasta la nausea, sobre “independencia y socialismo” sin definir concretamente ninguno de los dos términos. Se han convertido en un cliché o, lo que es peor, en un latiguillo de uso y abuso vulgar. La “independencia” o se concreta en un Estado propio o es fórmula ausente de contenido político. Y, ¿qué decir de “socialismo”? Pocos términos habrá en la literatura (¿política?) actual tan confusos, contradictorios y, al final también, vacíos.
Insistiendo en esta dirección, en Cataluña se acepta tranquilamente que los partidarios de la construcción de un Estado propio puedan ser neoliberales, tecnócratas, liberales clásicos, socialdemócratas o partidarios de una fuerte regularización de las actividades económicas. En este país nuestro parece que los únicos que pueden defender la independencia, la estatalidad propia, son quienes se adscriben como “de izquierdas”. Y volvemos a lo anterior, ¿qué es hoy ser “de izquierdas”? Permanecen entre nosotros demasiados restos de un seudomarxismo banal, con toda su demagogia simplificadora y barata, incapaz de un análisis serio de los conflictos que hoy existen en el mundo, entre los que, precisamente, ocupan el lugar principal los nacionales.
Strubell procede, por parte de madre, de una familia catalana que tuvo que exiliarse a raíz de la victoria fascista que siguió a la rebelión militar de julio de 1936; su padre, inglés y ex piloto de la RAF. La tradición catalanista y cultural llegó a Toni Strubell, principalmente, de la mano de su abuelo Josep Trueta. El doctor Trueta fue médico especialista en cirugía, con un muy valioso hallazgo en el tratamiento de heridas de guerra, que permitió salvar muchas vidas tanto en la ya citada del 36 como en la segunda guerra mundial a partir de su exilio en Inglaterra.
A los efectos que ahora más nos interesan, por su influencia en la formación y posiciones de su nieto Toni, está su trabajo titulado “L’esperit de Catalunya”, una magistral síntesis de los principales hitos de Cataluña a través de su historia política, lingüística y cultural. Una obra no traducida al español pero altamente recomendable para las personas capaces de entender el catalán y que tengan interés por conocer una visión centrada de la historia de esta nación.
El trabajo de Toni Strubell incluye el prólogo de Francesco Cossiga, presidente emérito de la República Italia a su edición catalana. La traducción al español, muy bien resuelta por su hijo Xabi, tiene también un prólogo de Martin Aramburu, vasco afincado en Cataluña. Incorpora asimismo un epílogo escrito por Henry Ettinghausen, catedrático y profesor emérito de la Universidad de Southampton (Inglaterra).
En resumen, pienso que se trata de una obra de lectura imprescindible desde Euskal Herria, sobre todo para quienes aspiramos a la consecución del nuestro Estado propio, en Europa y en el mundo: el Estado de Navarra.
Reseñas bibliográficas
“Hasta aquí hemos llegado. Claves para entender el hartazgo de Catalunya con España”.
Toni Strubell i Trueta
Donostia 2009
Ttarttalo argitaletxea
“L’Esperit de Catalunya”
Josep Trueta
Barcelona 1984 (Novena edició)
Editorial Selecta
El libro sigue una línea de relato clara. En ella podemos encontrar, muy bien expuestas, todas las razones por las que Cataluña no es hoy una nación “normal”. Cualquiera de las situaciones por las que pasa, aquí y ahora, expresan por activa, pasiva y, si se quiere, por perifrástica, la situación de dependencia, inferioridad, minoración, de sumisión o como nos guste llamarla, de Cataluña con relación a España. Los escenarios, pueden ser económicos o sociales en general, lingüísticos incluidos, pero en los que siempre emerge con claridad “quién es el que manda”.
Considero especialmente interesante, por desconocida o por falta de reflexión suficiente sobre la misma, la reseña de la destrucción casi total en Cataluña de la memoria histórica más próxima, la de la etapa anterior a la guerra del 36. El repaso sobre este asunto tan grave está expuesto por Toni Strubell sobre todo en el capítulo 6 bajo el epígrafe “¿Existió realmente Francesc Macià?” Creo que me ha sorprendido el hecho de no haberlo pensado nunca. Considero que en mi caso tiene cierta lógica, por proceder de otro país y de una cultura política diferente, pero no así cuando el asunto se plantea desde la misma Cataluña.
Strubell constata el (triste) desconocimiento que actualmente campa en Cataluña sobre sus referentes en dicha época. El franquismo y sus sucesores en la etapa denominada como “transición” (¿a dónde?, cabría considerar) han trabajado muy fuerte para conseguir que la sociedad catalana de hoy sea, en su mayoría, analfabeta en el conocimiento de la conciencia nacional mayoritaria que entonces rezumaba y sobre las personas que ejercían su liderazgo, como Macià o Companys. Toni Strubell manifiesta en su libro la absoluta hegemonía de la centralidad del pensamiento nacional catalán en la misma.
Recomiendo una lectura tranquila y, sobre todo si se realiza desde nuestro país, crítica. Cuando digo “crítica” no me refiero al contenido del libro, ya que lo considero muy acertado, y, como respuesta a los interrogantes que se plantean en Cataluña en la etapa actual, difícilmente mejorable. Al hablar de crítica pienso más en las respuestas que los diferentes partidos del arco político catalán (mejor no hablar todavía del vasco) dan a los mismos. En Cataluña se está mostrando con claridad el avance de la propia sociedad civil y su tejido de asociaciones, asambleas etc. sobre los fosilizados, burocratizados y, en suma integrados, partidos políticos. Por ellos nunca hubieran surgido iniciativas como la de Arenys de Munt.
Desde nuestra situación, la vasca, creo que su lectura debería ser todavía más crítica y exigente. Siento envidia cuando analizo los medios de comunicación catalanes, en los que se plantea, desde hace algún tiempo sobre todo, con total naturalidad y desinhibición la necesidad de un Estado propio, en Europa y en el mundo. En nuestro país hay, efectivamente, quienes hablan de “independencia”, pero en pocas ocasiones de su concreción política a través de un Estado propio. Otros, por desgracia, prefieren referirse a “encajes” en una estructura política que no admite más que sumisión o a “cautivar” a quienes nos tienen cautivos de hecho desde hace tanto tiempo.
Además aquí, en Vasconia, se discursea, algunos hasta la nausea, sobre “independencia y socialismo” sin definir concretamente ninguno de los dos términos. Se han convertido en un cliché o, lo que es peor, en un latiguillo de uso y abuso vulgar. La “independencia” o se concreta en un Estado propio o es fórmula ausente de contenido político. Y, ¿qué decir de “socialismo”? Pocos términos habrá en la literatura (¿política?) actual tan confusos, contradictorios y, al final también, vacíos.
Insistiendo en esta dirección, en Cataluña se acepta tranquilamente que los partidarios de la construcción de un Estado propio puedan ser neoliberales, tecnócratas, liberales clásicos, socialdemócratas o partidarios de una fuerte regularización de las actividades económicas. En este país nuestro parece que los únicos que pueden defender la independencia, la estatalidad propia, son quienes se adscriben como “de izquierdas”. Y volvemos a lo anterior, ¿qué es hoy ser “de izquierdas”? Permanecen entre nosotros demasiados restos de un seudomarxismo banal, con toda su demagogia simplificadora y barata, incapaz de un análisis serio de los conflictos que hoy existen en el mundo, entre los que, precisamente, ocupan el lugar principal los nacionales.
Strubell procede, por parte de madre, de una familia catalana que tuvo que exiliarse a raíz de la victoria fascista que siguió a la rebelión militar de julio de 1936; su padre, inglés y ex piloto de la RAF. La tradición catalanista y cultural llegó a Toni Strubell, principalmente, de la mano de su abuelo Josep Trueta. El doctor Trueta fue médico especialista en cirugía, con un muy valioso hallazgo en el tratamiento de heridas de guerra, que permitió salvar muchas vidas tanto en la ya citada del 36 como en la segunda guerra mundial a partir de su exilio en Inglaterra.
A los efectos que ahora más nos interesan, por su influencia en la formación y posiciones de su nieto Toni, está su trabajo titulado “L’esperit de Catalunya”, una magistral síntesis de los principales hitos de Cataluña a través de su historia política, lingüística y cultural. Una obra no traducida al español pero altamente recomendable para las personas capaces de entender el catalán y que tengan interés por conocer una visión centrada de la historia de esta nación.
El trabajo de Toni Strubell incluye el prólogo de Francesco Cossiga, presidente emérito de la República Italia a su edición catalana. La traducción al español, muy bien resuelta por su hijo Xabi, tiene también un prólogo de Martin Aramburu, vasco afincado en Cataluña. Incorpora asimismo un epílogo escrito por Henry Ettinghausen, catedrático y profesor emérito de la Universidad de Southampton (Inglaterra).
En resumen, pienso que se trata de una obra de lectura imprescindible desde Euskal Herria, sobre todo para quienes aspiramos a la consecución del nuestro Estado propio, en Europa y en el mundo: el Estado de Navarra.
Reseñas bibliográficas
“Hasta aquí hemos llegado. Claves para entender el hartazgo de Catalunya con España”.
Toni Strubell i Trueta
Donostia 2009
Ttarttalo argitaletxea
“L’Esperit de Catalunya”
Josep Trueta
Barcelona 1984 (Novena edició)
Editorial Selecta
26 noviembre 2009
A VUELTAS CON LA HISTORIA
La historia no es sólo, ni principalmente, la forma de entender un mundo que ya no existe. En primer lugar porque no es cierto eso de que “ya no existe”. ¡Claro que existe! Y precisamente por el hecho de que, de una u otra forma, sigue existiendo es por lo que se escribe la historia. La historia no es el cuento de una colección de hechos pasados, es, fundamentalmente, una narración coherente que selecciona situaciones, episodios, conflictos, tratados políticos etc. en función de los intereses de quienes tienen la capacidad de escribirla. No hay que olvidar que son los vencedores quienes escriben la historia.
Pensar que la realidad actual es “otra” que la que describe la historia es un inmenso error que sólo contribuye a justificar como real e inmutable lo que hicieron quienes controlan el poder en cualquier sociedad, de sus desmanes e injusticias principalmente. Y eso es así porque es a ellos a quienes beneficia y justifica, a quienes permite seguir manteniendo su dominio. Los “hechos” que cuenta su “historia” están seleccionados y contados a su estilo y responden a intereses de absoluta actualidad.
Por las mismas razones, la historia tampoco es, exclusivamente, lo que cuentan en sus textos los historiadores oficiales. Estos se mueven en torno de los circuitos académicos, que están en manos de quienes controlan los resortes del poder y pagan sus servicios. Tenemos como ejemplo de instituciones oficiales que trabajan sobre la historia “l’Institut de France” o “la Real Academia de la Historia” española. Esto nos lleva a una consideración relacionada con el hecho planteado antes de “quién hace la historia”. Franceses y españoles tienen sus respectivos estados que son quienes, para justificar su existencia y la de su nación, en los términos existentes en cada situación histórica (hoy, hace cien años y mucho antes), crean sus “academias” o “institutos” dedicados a su investigación y estudio.
No es completamente cierto el que no tengamos historiografía propia. En efecto, cuando todavía conservábamos, tras la conquista de 1512-24. algunos de los restos de nuestro Estado histórico, Navarra, se puede decir que sí la tuvimos, a través del Padre José Moret y Mendi S.J. y sus “Anales del Reino de Navarra” (1684) como obra más significativa. Moret supuso el inicio de un camino frustrado que, debido a los avatares políticos sobre todo de los siglos XIX y XX, no tuvo la continuidad necesaria para crear una escuela historiográfica propia. Su sucesor más importante, Arturo Campión, vivió y escribió 200 años después de Moret. La creación de escuelas de este tipo no es producto del azar, es resultado de unas estructuras políticas capaces de vertebrar la sociedad que se pretende estudiar. Pueden surgir personas aisladas que, en un momento dado, resplandecen y alumbran a la sociedad, pero que tienen enormes dificultades para crear escuela y garantizar su continuidad.
Dicho en otras palabras: Francia y España disfrutan de sendos estados que les permiten tener sus universidades, escuelas, institutos, investigadores e historiografía propios. Nosotros que fuimos privados de nuestro Estado, precisamente por la intervención violenta de ambas potencias, poco podemos esperar en nuestro favor de sus “escuelas historiográficas”. Más bien al contrario, en ellas encontraremos razones que justifican sus desmanes. Para tener una escuela propia “comme il faut” hay que tener un Estado que la alimente y dé sentido.
Ahí radica precisamente el núcleo del problema: el conflicto no es sólo ni principalmente historiográfico, sino político. Pensar que hacer “historia” en euskera va a contribuir a crear una historiografía propia es creer en los reyes magos. En euskera se puede hacer perfectamente historia francesa y española. Además, aquí y ahora, se hace realmente. Basta con hojear, siquiera superficialmente los libros de texto en los que nuestros niños y adolescentes aprenden “historia”. En euskera, eso sí.
Como muestra de lo dicho, acabo de revisar un texto utilizado por las ikastolas de Iparralde, “Erdi Aroa eta Nafarroako erresuma” (Baiona, 2005) para enseñanza de la historia en su tercer ciclo. Su planteamiento francocéntrico es muy fuerte; casi del calibre de la gravedad que supone el olvido en su texto de fechas como 778 (batalla de Orreaga) o 1200 (conquista y ocupación por Castilla de los territorios occidentales del reino) para nuestra historia. En muchas otras ocasiones, sobre todo en las fechas en que las librerías ponen a la venta los textos para el curso siguiente, septiembre normalmente, he hojeado también lo que se enseña al sur del Pirineo. Sustituyendo “franco” por hispano” nos encontramos con análoga y triste realidad.
No es suficiente con tener unas universidades que se llamen de “Euskal Herria” o de “Navarra”. Los estados que nos dominan ya se preocuparon a lo largo de la historia de que nuestra tradición universitaria no existiera. Cuando hemos llegado a tener universidades en nuestro territorio ha sido o bien de la manos de la Iglesia Católica (Compañía de Jesús y Opus Dei) o bien del Estado continuador del franquismo y de sus vicios sociales y políticos.
Pienso que ya es hora de afrontar en toda su crudeza el profundo carácter político del problema y plantearlo como tal. Sólo un Estado propio, obviamente el de Navarra, puede garantizar una escuela historiográfica propia que sirva realmente al conocimiento de las raíces y la evolución de nuestra sociedad a lo largo de los siglos y centrada sobre ella misma como sujeto histórico y político. Y que ayude, desde la independencia real, a plantear y construir un futuro interdependiente y solidario.
Pensar que la realidad actual es “otra” que la que describe la historia es un inmenso error que sólo contribuye a justificar como real e inmutable lo que hicieron quienes controlan el poder en cualquier sociedad, de sus desmanes e injusticias principalmente. Y eso es así porque es a ellos a quienes beneficia y justifica, a quienes permite seguir manteniendo su dominio. Los “hechos” que cuenta su “historia” están seleccionados y contados a su estilo y responden a intereses de absoluta actualidad.
Por las mismas razones, la historia tampoco es, exclusivamente, lo que cuentan en sus textos los historiadores oficiales. Estos se mueven en torno de los circuitos académicos, que están en manos de quienes controlan los resortes del poder y pagan sus servicios. Tenemos como ejemplo de instituciones oficiales que trabajan sobre la historia “l’Institut de France” o “la Real Academia de la Historia” española. Esto nos lleva a una consideración relacionada con el hecho planteado antes de “quién hace la historia”. Franceses y españoles tienen sus respectivos estados que son quienes, para justificar su existencia y la de su nación, en los términos existentes en cada situación histórica (hoy, hace cien años y mucho antes), crean sus “academias” o “institutos” dedicados a su investigación y estudio.
No es completamente cierto el que no tengamos historiografía propia. En efecto, cuando todavía conservábamos, tras la conquista de 1512-24. algunos de los restos de nuestro Estado histórico, Navarra, se puede decir que sí la tuvimos, a través del Padre José Moret y Mendi S.J. y sus “Anales del Reino de Navarra” (1684) como obra más significativa. Moret supuso el inicio de un camino frustrado que, debido a los avatares políticos sobre todo de los siglos XIX y XX, no tuvo la continuidad necesaria para crear una escuela historiográfica propia. Su sucesor más importante, Arturo Campión, vivió y escribió 200 años después de Moret. La creación de escuelas de este tipo no es producto del azar, es resultado de unas estructuras políticas capaces de vertebrar la sociedad que se pretende estudiar. Pueden surgir personas aisladas que, en un momento dado, resplandecen y alumbran a la sociedad, pero que tienen enormes dificultades para crear escuela y garantizar su continuidad.
Dicho en otras palabras: Francia y España disfrutan de sendos estados que les permiten tener sus universidades, escuelas, institutos, investigadores e historiografía propios. Nosotros que fuimos privados de nuestro Estado, precisamente por la intervención violenta de ambas potencias, poco podemos esperar en nuestro favor de sus “escuelas historiográficas”. Más bien al contrario, en ellas encontraremos razones que justifican sus desmanes. Para tener una escuela propia “comme il faut” hay que tener un Estado que la alimente y dé sentido.
Ahí radica precisamente el núcleo del problema: el conflicto no es sólo ni principalmente historiográfico, sino político. Pensar que hacer “historia” en euskera va a contribuir a crear una historiografía propia es creer en los reyes magos. En euskera se puede hacer perfectamente historia francesa y española. Además, aquí y ahora, se hace realmente. Basta con hojear, siquiera superficialmente los libros de texto en los que nuestros niños y adolescentes aprenden “historia”. En euskera, eso sí.
Como muestra de lo dicho, acabo de revisar un texto utilizado por las ikastolas de Iparralde, “Erdi Aroa eta Nafarroako erresuma” (Baiona, 2005) para enseñanza de la historia en su tercer ciclo. Su planteamiento francocéntrico es muy fuerte; casi del calibre de la gravedad que supone el olvido en su texto de fechas como 778 (batalla de Orreaga) o 1200 (conquista y ocupación por Castilla de los territorios occidentales del reino) para nuestra historia. En muchas otras ocasiones, sobre todo en las fechas en que las librerías ponen a la venta los textos para el curso siguiente, septiembre normalmente, he hojeado también lo que se enseña al sur del Pirineo. Sustituyendo “franco” por hispano” nos encontramos con análoga y triste realidad.
No es suficiente con tener unas universidades que se llamen de “Euskal Herria” o de “Navarra”. Los estados que nos dominan ya se preocuparon a lo largo de la historia de que nuestra tradición universitaria no existiera. Cuando hemos llegado a tener universidades en nuestro territorio ha sido o bien de la manos de la Iglesia Católica (Compañía de Jesús y Opus Dei) o bien del Estado continuador del franquismo y de sus vicios sociales y políticos.
Pienso que ya es hora de afrontar en toda su crudeza el profundo carácter político del problema y plantearlo como tal. Sólo un Estado propio, obviamente el de Navarra, puede garantizar una escuela historiográfica propia que sirva realmente al conocimiento de las raíces y la evolución de nuestra sociedad a lo largo de los siglos y centrada sobre ella misma como sujeto histórico y político. Y que ayude, desde la independencia real, a plantear y construir un futuro interdependiente y solidario.
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08 noviembre 2009
¿NO HAY VINOS NAVARROS?
Como Ingeniero de Telecomunicación, colegiado 12.747, recibí puntualmente la invitación del Colegio en Navarra para la "Jornada Divulgativa sobre la WEB 2.0" que tuvo lugar el pasado día 5 de noviembre en CESEP en Iruñea. Por asuntos personales no pude asistir al evento, pero me sorprendió el cierre de la convocatoria de los actos, según lo expresado en la tarjeta de invitación:
Vino español
Así como lo están leyendo: "vino español". Por un lado pensaba que ese rancio (por nacionalista) modo de invitar a un aperitivo formaba parte de un imaginario colectivo caduco. Todos los eventos de la etapa de Franco terminaban siempre con un vino "español", como no podía ser menos, frente a la conjura del separatismo, del comunismo y de la masonería internacional.
Es posible que las autoridades del Colegio y de la Asociación Navarra de Ingenieros de Telecomunicación consideren que en Navarra no hay vinos de suficiente calidad como para ofrecer en un refrigerio de lujo y que debían acudir a la Mancha o a la Ribera del Duero, por ejemplo, para conseguirlos.
No se me ocurre pensar en la falta de respeto que supondría para los colegiados navarros que ni nos sentimos ni somos españoles la hipótesis de que un vino "navarro" sea un vino "español". No les creo tan politizados, tan nacionalistas.
¿Será que en Navarra tenemos que mejorar la calidad de nuestros vinos?
Vino español
Así como lo están leyendo: "vino español". Por un lado pensaba que ese rancio (por nacionalista) modo de invitar a un aperitivo formaba parte de un imaginario colectivo caduco. Todos los eventos de la etapa de Franco terminaban siempre con un vino "español", como no podía ser menos, frente a la conjura del separatismo, del comunismo y de la masonería internacional.
Es posible que las autoridades del Colegio y de la Asociación Navarra de Ingenieros de Telecomunicación consideren que en Navarra no hay vinos de suficiente calidad como para ofrecer en un refrigerio de lujo y que debían acudir a la Mancha o a la Ribera del Duero, por ejemplo, para conseguirlos.
No se me ocurre pensar en la falta de respeto que supondría para los colegiados navarros que ni nos sentimos ni somos españoles la hipótesis de que un vino "navarro" sea un vino "español". No les creo tan politizados, tan nacionalistas.
¿Será que en Navarra tenemos que mejorar la calidad de nuestros vinos?
26 octubre 2009
IDENTIDAD
Hace poco tiempo leí un artículo de Rafael Xambó en un libro colectivo sobre “País Valencià, segle XXI” (Valencia 2009) en el que afirma: “La identidad es el relato que contamos a los demás sobre quienes somos, qué hemos hecho, qué nos mueve y que esperanzas nos animan a seguir”. No creo que sea del todo acertado el enfoque de Xambó, ya que se ciñe, principalmente, a características subjetivas, mientras que deja de lado todo lo que ha sido capaz de provocar en el individuo ese relato y esperanzas. Y ahí es donde radica realmente el busilis de la identidad.
Hay muchos que consideran la identidad como un conjunto de elementos yuxtapuestos en los que hay factores sociales e individuales, pero de los que se puede ir prescindiendo parcialmente sin atentar contra su núcleo. Piensan que pueden ir eliminando elementos sucesivos, como si fueran capas de una cebolla, para quedarse con lo básico, con el cogollo. Creo que de la cebolla se pueden seguir quitando capas, una tras otra, hasta quedarse sin nada, sin cebolla. La cebolla, como la identidad, no tiene núcleo. Aun cediendo al símil cebollino, la sucesiva eliminación de capas no equivale a la mayor o menor importancia de las mismas en la definición de identidad. En cada individuo y en cada sociedad el orden e importancia de las capas será específico y diferente del resto.
En mi opinión, la miga del asunto consiste en que tienen que estar todas, ya que, además, están tan adheridas entre sí, que si eliminamos una podemos arrancar jirones de otra, de modo que, al final, ambas quedarán inservibles. La identidad no se forma como suma de elementos disjuntos sino que constituye una totalidad de características dependientes unas de otras y que en su conjunto, en su suma y en sus interrelaciones, determinan la cultura social y política, la forma de ser y de estar en el mundo, de cada sociedad concreta, y de cada individuo dentro de ellas.
Cultura e individuo
Existe un modelo de intelectual que afirma sin ruborizarse cosas semejantes a “…yo consideraba que lo único existente era la persona individual, concreta…”. Ahora que prácticamente todas las expresiones del conocimiento humano, comenzando por lo que tradicionalmente se han considerado como “ciencias”, se manejan mediante el concepto de sistema, pretender seguir manteniendo la figura monadista para presentar a los humanos parece ciertamente fuera de lugar.
Se manifiesta como una perspectiva realizada desde el materialismo vulgar, desde el reduccionismo. Las realidades, sobre todo las biológicas y sociales, no se pueden reducir al análisis de las partes perceptibles por los sentidos humanos, aun empleando la potencia de los microscopios electrónicos u otros instrumentos. Hace ya mucho tiempo que sabemos que “el todo” es mucho más que “el conjunto de sus partes”. Las relaciones que se establecen entre ellas marcan el aspecto, tal vez, más importante de la realidad y que, además, se percibe sólo indirectamente y dentro de la totalidad en funcionamiento.
Un individuo aislado sólo puede supervivir, y no muy bien, cuando ya es adulto y posee unos medios, materiales o inmateriales, para ejercer su relación con la naturaleza en la que hipotéticamente tendría que sobrevivir. Si fuera infante, o simplemente joven, no tendría posibilidades de hacerlo. Robinson Crusoe ya era mayorcito cuando llegó a su isla, en la que sobrevivió gracias, precisamente, a su socialización previa. Mowgli creo que no existió nunca, ni que habría podido existir.
En este sentido, el ser humano, la persona, es un ente único e irrepetible pero no dado para siempre. Es, más bien, algo en construcción permanente en la que interviene su genoma (recibido de sus progenitores) y también todo el conjunto social en el que se desarrolla. Cuanto más joven es un individuo, más coerción inconsciente ejercen sus próximos (familia, escuela, medios de comunicación etc.) sobre él. A todo eso que la persona recibe, primero de modo inconsciente y de modo cada vez más consciente y crítico, y a la que a su vez aporta, ya madura, se denomina cultura.
Lengua
La lengua es un atributo específico del Homo sapiens que está vinculado a su estructura biológica a través del proceso de selección natural. El aparato fonador es una de las partes, con el cerebro, las manos, etc., que completa la hominización. La lengua no es un elemento cultural más, es el que soporta todos los demás. Es la herramienta que permite la socialización y el trabajo, la transformación del medio y la creación intelectual. La comprensión y explicación de la realidad y la actividad sobre la misma pasan siempre a través de la lengua.
No voy a entrar en la discusión de los románticos alemanes, como Herder, de que cada lengua constituye algo que nos estructura mentalmente y nos permite tener distintas visiones del mundo, según la que poseamos como materna. No creo que sea un elemento determinante hasta tal punto, pero de lo que no cabe ninguna duda es que cada lengua constituye un modo diferente de percibir el mundo. Esta apreciación no es captable fácilmente por quienes circunscriben sus conocimientos lingüísticos al ámbito indoeuropeo, ya que todas sus variantes tienen estructuras bastante homólogas. Nuestra lengua, la nuestra sí, nos permite un modo distinto del que nos brinda el modelo indoeuropeo de concebir los fenómenos naturales o las relaciones sociales. Ni mejor ni peor, simplemente diferente. Quién lo desconoce se lo pierde. La lengua no determina la forma de ver la realidad, pero hace que se perciba con matices distintos; lo que contribuye también a moldear una identidad.
No obstante, según lo afirmado al comienzo de este trabajo, el factor lingüístico tampoco puede considerarse aislado. Quienes, en Euskal Herria, toman la lengua como base prácticamente exclusiva de la identidad propia, pienso que incurren en otro tipo de simplificación que conforma un nuevo e importante error. Los que afirman que “mi lengua es mi patria”, no se percatan de que si ese idioma no tiene una población que lo utilice en el ámbito de un territorio determinado y con unas funciones sociales concretas, es algo destinado a la minoración, al empobrecimiento, a la dialectización, a la sustitución por las lenguas de las sociedades próximas dominantes, ésas sí con dominio territorial, y abocado a la extinción.
La extensión y uso de una lengua no se produce por fenómenos casuales, sino por estrictos condicionantes sociales y políticos, por las realidades de poder. Por eso afirmar que alguien habla y escribe “en lengua española por casualidad” produce asombro. Me recuerda al chiste de aquel bilbaíno que decía que Jesucristo fue tonto por haber nacido en Belén pudiendo haber nacido en Bilbao. Evidentemente cada quien podía haber nacido en cualquier otro sitio, pero sería otro “quien”. El que ha nacido donde ha nacido, en Iruñea-Pamplona, en Zugarramurdi, en Alesbes-Villafranca de Navarra o en Xelajú-Quetzaltenango, puede hablar una lengua o varias (español, euskera, maya quiché o maya cakchiquel), puede tener como materna una u otra según el entorno familiar; pero esa situación no es producto de la casualidad sino de contingencias sociales y políticas.
Cuando una lengua ha sido minorada y sufre un proceso, evidentemente no casual, de regresión, ¿quién establece los criterios de “ciudadanos vascos de primera y ciudadanos vascos de segunda”? Es evidente que quien controla los resortes de educación y propaganda, que aquí y ahora son los estados constituidos y que, además, intentan imponer su monolingüismo a cualquier precio. Si hay “ciudadanos vascos de segunda” serán, obviamente, los monolingües en euskera. Pero los “innombrables” ya se han encargado de que no existan.
Cultura
Quienes afirman, precipitadamente en mi opinión, que “la cultura no nos hace ni mejores ni peores personas”, creo que incurren en una concepción reduccionista de cultura. En un sentido estricto la afirmación es cierta, pero pienso que hay que matizarla mucho. Voy a plantear un ejemplo: un elemento muy importante de nuestra cultura (ya sé que hablar aquí de “cultura” puede parecer una petición de principio, pero el nudo gordiano se corta, no hay otra) tradicional es el trabajo en auzolan. Evidentemente, su práctica no va a impedir que quienes quieran aprovecharse del trabajo de los demás, de los subsidios gubernamentales o de la caridad pública lo hagan, pero se lo va a poner mucho más difícil.
En ese sentido existe la cultura como elemento socializador con unos atributos muy determinados y que en unas sociedades se expresa de una manera y en otras de modo distinto. Cuando la cultura social adquiere rango político, es decir cuando los poderes públicos la adoptan como propia, origina una influencia tremenda a la hora de constituir las personalidades individuales. Por eso, quienes afirman que “para tener cultura no hace falta… tener un Estado o unos Fueros…” incurren en el mismo tipo de reduccionismo. Restringir la cultura a los meros conocimiento, bien sean científicos, técnicos o éticos o, incluso artísticos y su valoración correspondiente, supone una importante castración de su concepto. Sin duda todos son elementos culturales, pero ellos solos, por sí mismos, no conforman una cultura.
Territorio
Otro elemento identitario muy importante es el territorial. La inmensa mayoría de las personas viven de una forma más o menos estable, aunque puedan ser estabilidades sucesivas, en un territorio concreto. La territorialidad es un elemento fundamental en la configuración de la identidad de cualquier pueblo, sociedad o nación.
El territorio es el marco en el que se desarrolla cada sociedad y las relaciones ecológicas globales entre los seres vivos que lo habitan y las estructuras del terreno; tanto desde el punto de vista morfológico como climático. Los territorios con mar y montañas, los que son llanos o se ven surcados por ríos y lagos, presentan sociedades con características diferentes. Lo mismo sucede con los que gozan de un clima húmedo y suave o los que padecen climas extremos. No se puede caer en un determinismo geográfico o climático, pero tampoco debe minusvalorarse la influencia que ejercen ambos factores sobre la cultura y organización de los pueblos.
Principalmente, el territorio es el país. Las sociedades no sólo mantienen una estrecha relación con su territorio, sino que experimentan un permanente flujo de recreación y simbiosis con el mismo. El trozo de tierra sobre el que se asienta permanentemente un grupo humano conforma muchos aspectos de su organización social, básicamente del trabajo y la propiedad, pero, a su vez, la propia organización social construye el paisaje y ordena el territorio. Ambas están en perpetua modificación recíproca y no existe una sociedad estable sin territorio. El paisaje es esa síntesis de población y territorio que lo hace habitable y permite el desarrollo social.
El territorio permite la ordenación de la sociedad y su administración. Posibilita la existencia práctica de una organización política, más tarde se llamará Estado, que constituye la concreción del poder de pueblo para permitir su supervivencia y garantizar que lo haga concertadamente. Sirve para ordenar sus propios recursos, sus bienes, de manera que pueda optimizar el trabajo sobre los mismos, transformarlos, obtener resultados aceptables socialmente y redistribuirlos más o menos equitativamente. Permite, también, defender su sociedad de agresiones externas.
En este sentido es interesante reflexionar sobre el caso judío. Los judíos se han autoconsiderado durante largos siglos como un “pueblo” exiliado, una sociedad en la diáspora. En unos casos habrán sufrido más que en otros por tal situación, pero nunca lograron una normalidad política. Su aspiración máxima era, lógicamente, la consecución de su propio territorio, una tierra donde construir un Estado normal y corriente y al que acudir para habitarlo y poder formar una sociedad al uso. Una vez conseguida la tierra, lo primero que hicieron fue normalizar una lengua. No voy a entrar ni en los orígenes de su construcción ni en los resultados alcanzados por el Estado de Israel, una vez constituido, sino simplemente constatar la necesidad del territorio para desarrollar cualquier sociedad normalizada, por lo menos en nuestro entorno geopolítico.
Organización social y política
Cuando una sociedad se ha dotado de los instrumentos para poder vivir con normalidad en el contexto de otros pueblos, como fue el caso de Navarra, y ve su territorio conquistado, su lengua, cultura e instituciones perseguidas y sustituidas, lo habitual es que busque sistemas de autodefensa, militares en primer lugar, pero también de otro tipo, refugiándose en los instrumentos que le ofrece su propia cultura. Es sangrante afirmar que “los vascos siguen una guerra contra los españoles…” cuando la realidad es precisamente la contraria: los vascos hemos sufrido guerras, conquistas y ocupaciones. ¿Quién comenzó y sigue aún la guerra?
Hoy en día todos los estados constituidos, y que ejercen como tales en nuestro entorno, tienen cada vez más clara la necesidad de reivindicar, incluso reinventar, su propia identidad como un factor básico de cohesión social. Los problemas derivados de la globalización y de las migraciones provocadas como consecuencia del dominio y control de “occidente” sobre los países llamados del tercer o cuarto mundos, han reforzado y acelerado un proceso que se inició cuando el Estado nación comenzó a ejercer su fuerza para nacionalizar las sociedades bajo su dominio, es decir el siglo XIX.
Las naciones subordinadas que aspiran a tener su puesto en el concierto internacional como sujeto político, con nombre y apellidos, con voz y voto, deben (debemos) tener claro que el acceso a un Estado propio es condición indispensable para lograrlo. Al mismo tiempo, la capacidad de forzar a los “innombrables” estados dominantes, español y francés en nuestro caso para que no haya dudas, exige una cohesión social muy fuerte. Para lograrla es imprescindible tener clara la constitución de cada identidad particular, de conocer e interpretar la propia historia y patrimonio en general.
Una lengua sin territorio, sin cultura social y política, sin la organización fundamental que ya se ha dicho, el Estado, constituye un elemento minorizado que podrá sobrevivir unos cuantos años, cada vez menos, pero que tiene un destino marcado indefectiblemente: la extinción. Además, una lengua, con todo lo importante que pueda ser como marca de identidad y de forma de ser, ver y actuar en el mundo, fuera de un contexto social y político queda arrumbada y sin sentido, como cualquier otro atributo identitario que se desgaje del conjunto.
El esfuerzo es enorme pues exige una labor que normalmente viene dada “gratis” (vía impuestos, obviamente) desde los estados constituidos, a través de sus sistemas educativos, de sus medios de comunicación, etc., mientras que en nuestro caso y otros semejantes, como el de Cataluña por ejemplo, los estados ejercen con eficacia esa función, sí, pero a favor de su propia identidad y en contra de la nuestra. En cualquier caso, si aspiramos a ser libres, es necesario llevarlo a cabo.
No obstante, lo anterior tampoco es suficiente. La labor de reconstrucción identitaria es un punto de partida que puede permitir a la sociedad la toma de conciencia de su realidad, tergiversada cuando no totalmente negada. Esa toma de conciencia debería conducir a realzar su autoestima. A partir de ahí debe entrar en juego una acción política capaz de canalizar la fuerza social necesaria para conseguir el objetivo que es capaz de garantizarle una supervivencia sin sobresaltos, una existencia en la que sus elementos básicos no estén permanentemente puestos en cuestión y a expensas, por ejemplo, de unas sentencias judiciales arbitrarias o de unas elecciones controladas y manipuladas, ambas, por la metrópoli de turno.
Conclusión
Se puede afirmar que la clarificación de la identidad propia, en su sentido pleno, es elemento básico para la persistencia de cualquier pueblo en el mundo actual y, mucho más aún para una sociedad sometida. Además, constituye el factor fundamental para plantear con posibilidades de éxito la lucha por su emancipación. Sin soberanía no hay democracia y una sociedad subordinada no puede ser democrática. Lo peor que puede suceder a una sociedad sometida es que llegue a considerarse “minoría” dentro de la “mayoría” de la dominante.
El camino es, en teoría, sencillo: identidad, autoestima, emancipación y soberanía, resumida en el logro del Estado propio, el de Navarra en nuestro caso. Este podrá ser, a su vez, el garante eficaz del desarrollo de una identidad sin sobresaltos, en una sociedad democrática. En la práctica, se prevé costoso y erizado de dificultades, con unos adversarios muy fuertes y expertos en dominaciones y expolios. Es mucho lo que nos jugamos: el propio ser colectivo y, por lo mismo, el de cada persona en su plenitud. Merece la pena el esfuerzo.
En resumen, todos los elementos que constituyen la identidad son societarios y transcienden al individuo, aunque se manifiesten y expresen a través del mismo y precisan para su consecución de un poder político propio, llámese Estado o como se quiera, pero siempre semejante al que disfrutan los vecinos “normales”.
Hay muchos que consideran la identidad como un conjunto de elementos yuxtapuestos en los que hay factores sociales e individuales, pero de los que se puede ir prescindiendo parcialmente sin atentar contra su núcleo. Piensan que pueden ir eliminando elementos sucesivos, como si fueran capas de una cebolla, para quedarse con lo básico, con el cogollo. Creo que de la cebolla se pueden seguir quitando capas, una tras otra, hasta quedarse sin nada, sin cebolla. La cebolla, como la identidad, no tiene núcleo. Aun cediendo al símil cebollino, la sucesiva eliminación de capas no equivale a la mayor o menor importancia de las mismas en la definición de identidad. En cada individuo y en cada sociedad el orden e importancia de las capas será específico y diferente del resto.
En mi opinión, la miga del asunto consiste en que tienen que estar todas, ya que, además, están tan adheridas entre sí, que si eliminamos una podemos arrancar jirones de otra, de modo que, al final, ambas quedarán inservibles. La identidad no se forma como suma de elementos disjuntos sino que constituye una totalidad de características dependientes unas de otras y que en su conjunto, en su suma y en sus interrelaciones, determinan la cultura social y política, la forma de ser y de estar en el mundo, de cada sociedad concreta, y de cada individuo dentro de ellas.
Cultura e individuo
Existe un modelo de intelectual que afirma sin ruborizarse cosas semejantes a “…yo consideraba que lo único existente era la persona individual, concreta…”. Ahora que prácticamente todas las expresiones del conocimiento humano, comenzando por lo que tradicionalmente se han considerado como “ciencias”, se manejan mediante el concepto de sistema, pretender seguir manteniendo la figura monadista para presentar a los humanos parece ciertamente fuera de lugar.
Se manifiesta como una perspectiva realizada desde el materialismo vulgar, desde el reduccionismo. Las realidades, sobre todo las biológicas y sociales, no se pueden reducir al análisis de las partes perceptibles por los sentidos humanos, aun empleando la potencia de los microscopios electrónicos u otros instrumentos. Hace ya mucho tiempo que sabemos que “el todo” es mucho más que “el conjunto de sus partes”. Las relaciones que se establecen entre ellas marcan el aspecto, tal vez, más importante de la realidad y que, además, se percibe sólo indirectamente y dentro de la totalidad en funcionamiento.
Un individuo aislado sólo puede supervivir, y no muy bien, cuando ya es adulto y posee unos medios, materiales o inmateriales, para ejercer su relación con la naturaleza en la que hipotéticamente tendría que sobrevivir. Si fuera infante, o simplemente joven, no tendría posibilidades de hacerlo. Robinson Crusoe ya era mayorcito cuando llegó a su isla, en la que sobrevivió gracias, precisamente, a su socialización previa. Mowgli creo que no existió nunca, ni que habría podido existir.
En este sentido, el ser humano, la persona, es un ente único e irrepetible pero no dado para siempre. Es, más bien, algo en construcción permanente en la que interviene su genoma (recibido de sus progenitores) y también todo el conjunto social en el que se desarrolla. Cuanto más joven es un individuo, más coerción inconsciente ejercen sus próximos (familia, escuela, medios de comunicación etc.) sobre él. A todo eso que la persona recibe, primero de modo inconsciente y de modo cada vez más consciente y crítico, y a la que a su vez aporta, ya madura, se denomina cultura.
Lengua
La lengua es un atributo específico del Homo sapiens que está vinculado a su estructura biológica a través del proceso de selección natural. El aparato fonador es una de las partes, con el cerebro, las manos, etc., que completa la hominización. La lengua no es un elemento cultural más, es el que soporta todos los demás. Es la herramienta que permite la socialización y el trabajo, la transformación del medio y la creación intelectual. La comprensión y explicación de la realidad y la actividad sobre la misma pasan siempre a través de la lengua.
No voy a entrar en la discusión de los románticos alemanes, como Herder, de que cada lengua constituye algo que nos estructura mentalmente y nos permite tener distintas visiones del mundo, según la que poseamos como materna. No creo que sea un elemento determinante hasta tal punto, pero de lo que no cabe ninguna duda es que cada lengua constituye un modo diferente de percibir el mundo. Esta apreciación no es captable fácilmente por quienes circunscriben sus conocimientos lingüísticos al ámbito indoeuropeo, ya que todas sus variantes tienen estructuras bastante homólogas. Nuestra lengua, la nuestra sí, nos permite un modo distinto del que nos brinda el modelo indoeuropeo de concebir los fenómenos naturales o las relaciones sociales. Ni mejor ni peor, simplemente diferente. Quién lo desconoce se lo pierde. La lengua no determina la forma de ver la realidad, pero hace que se perciba con matices distintos; lo que contribuye también a moldear una identidad.
No obstante, según lo afirmado al comienzo de este trabajo, el factor lingüístico tampoco puede considerarse aislado. Quienes, en Euskal Herria, toman la lengua como base prácticamente exclusiva de la identidad propia, pienso que incurren en otro tipo de simplificación que conforma un nuevo e importante error. Los que afirman que “mi lengua es mi patria”, no se percatan de que si ese idioma no tiene una población que lo utilice en el ámbito de un territorio determinado y con unas funciones sociales concretas, es algo destinado a la minoración, al empobrecimiento, a la dialectización, a la sustitución por las lenguas de las sociedades próximas dominantes, ésas sí con dominio territorial, y abocado a la extinción.
La extensión y uso de una lengua no se produce por fenómenos casuales, sino por estrictos condicionantes sociales y políticos, por las realidades de poder. Por eso afirmar que alguien habla y escribe “en lengua española por casualidad” produce asombro. Me recuerda al chiste de aquel bilbaíno que decía que Jesucristo fue tonto por haber nacido en Belén pudiendo haber nacido en Bilbao. Evidentemente cada quien podía haber nacido en cualquier otro sitio, pero sería otro “quien”. El que ha nacido donde ha nacido, en Iruñea-Pamplona, en Zugarramurdi, en Alesbes-Villafranca de Navarra o en Xelajú-Quetzaltenango, puede hablar una lengua o varias (español, euskera, maya quiché o maya cakchiquel), puede tener como materna una u otra según el entorno familiar; pero esa situación no es producto de la casualidad sino de contingencias sociales y políticas.
Cuando una lengua ha sido minorada y sufre un proceso, evidentemente no casual, de regresión, ¿quién establece los criterios de “ciudadanos vascos de primera y ciudadanos vascos de segunda”? Es evidente que quien controla los resortes de educación y propaganda, que aquí y ahora son los estados constituidos y que, además, intentan imponer su monolingüismo a cualquier precio. Si hay “ciudadanos vascos de segunda” serán, obviamente, los monolingües en euskera. Pero los “innombrables” ya se han encargado de que no existan.
Cultura
Quienes afirman, precipitadamente en mi opinión, que “la cultura no nos hace ni mejores ni peores personas”, creo que incurren en una concepción reduccionista de cultura. En un sentido estricto la afirmación es cierta, pero pienso que hay que matizarla mucho. Voy a plantear un ejemplo: un elemento muy importante de nuestra cultura (ya sé que hablar aquí de “cultura” puede parecer una petición de principio, pero el nudo gordiano se corta, no hay otra) tradicional es el trabajo en auzolan. Evidentemente, su práctica no va a impedir que quienes quieran aprovecharse del trabajo de los demás, de los subsidios gubernamentales o de la caridad pública lo hagan, pero se lo va a poner mucho más difícil.
En ese sentido existe la cultura como elemento socializador con unos atributos muy determinados y que en unas sociedades se expresa de una manera y en otras de modo distinto. Cuando la cultura social adquiere rango político, es decir cuando los poderes públicos la adoptan como propia, origina una influencia tremenda a la hora de constituir las personalidades individuales. Por eso, quienes afirman que “para tener cultura no hace falta… tener un Estado o unos Fueros…” incurren en el mismo tipo de reduccionismo. Restringir la cultura a los meros conocimiento, bien sean científicos, técnicos o éticos o, incluso artísticos y su valoración correspondiente, supone una importante castración de su concepto. Sin duda todos son elementos culturales, pero ellos solos, por sí mismos, no conforman una cultura.
Territorio
Otro elemento identitario muy importante es el territorial. La inmensa mayoría de las personas viven de una forma más o menos estable, aunque puedan ser estabilidades sucesivas, en un territorio concreto. La territorialidad es un elemento fundamental en la configuración de la identidad de cualquier pueblo, sociedad o nación.
El territorio es el marco en el que se desarrolla cada sociedad y las relaciones ecológicas globales entre los seres vivos que lo habitan y las estructuras del terreno; tanto desde el punto de vista morfológico como climático. Los territorios con mar y montañas, los que son llanos o se ven surcados por ríos y lagos, presentan sociedades con características diferentes. Lo mismo sucede con los que gozan de un clima húmedo y suave o los que padecen climas extremos. No se puede caer en un determinismo geográfico o climático, pero tampoco debe minusvalorarse la influencia que ejercen ambos factores sobre la cultura y organización de los pueblos.
Principalmente, el territorio es el país. Las sociedades no sólo mantienen una estrecha relación con su territorio, sino que experimentan un permanente flujo de recreación y simbiosis con el mismo. El trozo de tierra sobre el que se asienta permanentemente un grupo humano conforma muchos aspectos de su organización social, básicamente del trabajo y la propiedad, pero, a su vez, la propia organización social construye el paisaje y ordena el territorio. Ambas están en perpetua modificación recíproca y no existe una sociedad estable sin territorio. El paisaje es esa síntesis de población y territorio que lo hace habitable y permite el desarrollo social.
El territorio permite la ordenación de la sociedad y su administración. Posibilita la existencia práctica de una organización política, más tarde se llamará Estado, que constituye la concreción del poder de pueblo para permitir su supervivencia y garantizar que lo haga concertadamente. Sirve para ordenar sus propios recursos, sus bienes, de manera que pueda optimizar el trabajo sobre los mismos, transformarlos, obtener resultados aceptables socialmente y redistribuirlos más o menos equitativamente. Permite, también, defender su sociedad de agresiones externas.
En este sentido es interesante reflexionar sobre el caso judío. Los judíos se han autoconsiderado durante largos siglos como un “pueblo” exiliado, una sociedad en la diáspora. En unos casos habrán sufrido más que en otros por tal situación, pero nunca lograron una normalidad política. Su aspiración máxima era, lógicamente, la consecución de su propio territorio, una tierra donde construir un Estado normal y corriente y al que acudir para habitarlo y poder formar una sociedad al uso. Una vez conseguida la tierra, lo primero que hicieron fue normalizar una lengua. No voy a entrar ni en los orígenes de su construcción ni en los resultados alcanzados por el Estado de Israel, una vez constituido, sino simplemente constatar la necesidad del territorio para desarrollar cualquier sociedad normalizada, por lo menos en nuestro entorno geopolítico.
Organización social y política
Cuando una sociedad se ha dotado de los instrumentos para poder vivir con normalidad en el contexto de otros pueblos, como fue el caso de Navarra, y ve su territorio conquistado, su lengua, cultura e instituciones perseguidas y sustituidas, lo habitual es que busque sistemas de autodefensa, militares en primer lugar, pero también de otro tipo, refugiándose en los instrumentos que le ofrece su propia cultura. Es sangrante afirmar que “los vascos siguen una guerra contra los españoles…” cuando la realidad es precisamente la contraria: los vascos hemos sufrido guerras, conquistas y ocupaciones. ¿Quién comenzó y sigue aún la guerra?
Hoy en día todos los estados constituidos, y que ejercen como tales en nuestro entorno, tienen cada vez más clara la necesidad de reivindicar, incluso reinventar, su propia identidad como un factor básico de cohesión social. Los problemas derivados de la globalización y de las migraciones provocadas como consecuencia del dominio y control de “occidente” sobre los países llamados del tercer o cuarto mundos, han reforzado y acelerado un proceso que se inició cuando el Estado nación comenzó a ejercer su fuerza para nacionalizar las sociedades bajo su dominio, es decir el siglo XIX.
Las naciones subordinadas que aspiran a tener su puesto en el concierto internacional como sujeto político, con nombre y apellidos, con voz y voto, deben (debemos) tener claro que el acceso a un Estado propio es condición indispensable para lograrlo. Al mismo tiempo, la capacidad de forzar a los “innombrables” estados dominantes, español y francés en nuestro caso para que no haya dudas, exige una cohesión social muy fuerte. Para lograrla es imprescindible tener clara la constitución de cada identidad particular, de conocer e interpretar la propia historia y patrimonio en general.
Una lengua sin territorio, sin cultura social y política, sin la organización fundamental que ya se ha dicho, el Estado, constituye un elemento minorizado que podrá sobrevivir unos cuantos años, cada vez menos, pero que tiene un destino marcado indefectiblemente: la extinción. Además, una lengua, con todo lo importante que pueda ser como marca de identidad y de forma de ser, ver y actuar en el mundo, fuera de un contexto social y político queda arrumbada y sin sentido, como cualquier otro atributo identitario que se desgaje del conjunto.
El esfuerzo es enorme pues exige una labor que normalmente viene dada “gratis” (vía impuestos, obviamente) desde los estados constituidos, a través de sus sistemas educativos, de sus medios de comunicación, etc., mientras que en nuestro caso y otros semejantes, como el de Cataluña por ejemplo, los estados ejercen con eficacia esa función, sí, pero a favor de su propia identidad y en contra de la nuestra. En cualquier caso, si aspiramos a ser libres, es necesario llevarlo a cabo.
No obstante, lo anterior tampoco es suficiente. La labor de reconstrucción identitaria es un punto de partida que puede permitir a la sociedad la toma de conciencia de su realidad, tergiversada cuando no totalmente negada. Esa toma de conciencia debería conducir a realzar su autoestima. A partir de ahí debe entrar en juego una acción política capaz de canalizar la fuerza social necesaria para conseguir el objetivo que es capaz de garantizarle una supervivencia sin sobresaltos, una existencia en la que sus elementos básicos no estén permanentemente puestos en cuestión y a expensas, por ejemplo, de unas sentencias judiciales arbitrarias o de unas elecciones controladas y manipuladas, ambas, por la metrópoli de turno.
Conclusión
Se puede afirmar que la clarificación de la identidad propia, en su sentido pleno, es elemento básico para la persistencia de cualquier pueblo en el mundo actual y, mucho más aún para una sociedad sometida. Además, constituye el factor fundamental para plantear con posibilidades de éxito la lucha por su emancipación. Sin soberanía no hay democracia y una sociedad subordinada no puede ser democrática. Lo peor que puede suceder a una sociedad sometida es que llegue a considerarse “minoría” dentro de la “mayoría” de la dominante.
El camino es, en teoría, sencillo: identidad, autoestima, emancipación y soberanía, resumida en el logro del Estado propio, el de Navarra en nuestro caso. Este podrá ser, a su vez, el garante eficaz del desarrollo de una identidad sin sobresaltos, en una sociedad democrática. En la práctica, se prevé costoso y erizado de dificultades, con unos adversarios muy fuertes y expertos en dominaciones y expolios. Es mucho lo que nos jugamos: el propio ser colectivo y, por lo mismo, el de cada persona en su plenitud. Merece la pena el esfuerzo.
En resumen, todos los elementos que constituyen la identidad son societarios y transcienden al individuo, aunque se manifiesten y expresen a través del mismo y precisan para su consecución de un poder político propio, llámese Estado o como se quiera, pero siempre semejante al que disfrutan los vecinos “normales”.
23 octubre 2009
25 DE OCTUBRE
El artículo 1º de la “Ley de 25 de octubre de 1839 confirmando los fueros de las provincias Vascongadas y Navarra”, según el texto original que da título a la misma, dice textualmente:
Toda la reivindicación política tanto del carlismo vasco posterior a esa fecha como del nacionalismo de Arana Goiri y de la práctica totalidad de nuestro pueblo en su época, tuvo como eje, precisamente, la derogación de esta Ley.
¿Por qué?
En primer lugar, porque esa expresión “sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía” encierra precisamente lo que es el acta de defunción del sistema foral vasco. Si algo lo caracterizó fue, justamente, el hincapié en el hecho político vasconavarro como previo a la monarquía española y no sujeto a ninguna “unidad constitucional” externa, sobre todo por la sumisión que suponía a la “soberanía” de una realidad política extraña o, dicho en términos modernos, a una nación extranjera.
Los recuerdos, lejanos muchas veces, de etapas pasadas con conquistas, ocupaciones, persecuciones lingüísticas y culturales, suplantaciones institucionales y agravios en general persistían en la memoria colectiva. Habían pasado épocas en las que, mal que bien y tras haber logrado un precario estatu quo de convivencia con la monarquía española, la agresión al sistema foral había alcanzado las cotas intolerables que llevaron a una larga y dura guerra desde 1831 a 1839.
El canto del cisne de esta reivindicación aconteció hace aproximadamente noventa años. La Asamblea de municipios navarros reunida en Iruñea-Pamplona en diciembre de 1918 tenía como objetivo concreto la exigencia de derogación de la citada Ley de 1839 y sus consecuencias (leyes de "modificación de fueros" de 1841 para Navarra y de 1876 para las provincias Vascongadas) y la vuelta a la situación que se denominaba como de “foralidad plena”. Esta asamblea fue reventada por el topo, agente español, Víctor Pradera, quien logró enredar la discusión hasta el punto que lo que parecía, en su comienzo, un acuerdo fácil de alcanzar culminó en un desorden total y sin entendimiento de ningún tipo.
La coyuntura internacional en la que se convocó la Asamblea era favorable para las demandas nacionales. En 1918 comenzó Irlanda su guerra por la independencia contra Inglaterra. En el mismo año el presidente Wilson de Estados Unidos proclamó sus famosos catorce puntos para la paz, de los que el quinto decía:
Y sus puntos 11, 12 y 13:
Todos ellos basados en lo que internacionalmente se conoció, desde aproximadamente 1850, como “principio de las nacionalidades”.
Esta derrota de la reivindicación vasconavarra fue seguida, años después y en otro registro, por el importante acuerdo logrado en la Asamblea de municipios Vascos celebrada en Lizarra-Estella en 1931 y concretada en la aprobación del Estatuto de Autonomía elaborado por Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos) para todo el País Vasco sudpirenaico. Sus avatares posteriores en el régimen de la Segunda República española y la guerra de 1936 y los de la posterior etapa franquista son de sobra conocidos.
La Constitución española de 1978 derogó efectivamente Ley de 1839, pero la sustituyó por una sumisión más férrea todavía al sistema unitario, en el cual se definió la “soberanía” como residente en el conjunto del “pueblo español”, del cual la parte sur de nuestro país formaba parte obligatoria e indiscutible. De esa constitución emanaron los estatutos de autonomía: el de la Comunidad Autónoma de País Vasco y el la de la Comunidad Foral de Navarra mediante la Ley Orgánica de Amejoramiento Foral que encubrió en realidad un estatuto vergonzante al que se le privó de la posibilidad de refrendo popular.
La aprobación del estatuto de Gernika de 1979 se hizo coincidir, ¿casualmente?, con la fecha de la Ley de 1839. A una fecha de derrota bélica y sumisión se añadió otra semejante de asimilación y subordinación.
¿Qué tenemos que “celebrar” los vascos el 25 de octubre?
PD.
Este artículo surgió de una charla informal con mi buen amigo Eugenio Arzubialde, a quien se lo dedico con todo mi afecto.
“Se confirman los fueros de las provincias Vascongadas y Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía.”
Toda la reivindicación política tanto del carlismo vasco posterior a esa fecha como del nacionalismo de Arana Goiri y de la práctica totalidad de nuestro pueblo en su época, tuvo como eje, precisamente, la derogación de esta Ley.
¿Por qué?
En primer lugar, porque esa expresión “sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía” encierra precisamente lo que es el acta de defunción del sistema foral vasco. Si algo lo caracterizó fue, justamente, el hincapié en el hecho político vasconavarro como previo a la monarquía española y no sujeto a ninguna “unidad constitucional” externa, sobre todo por la sumisión que suponía a la “soberanía” de una realidad política extraña o, dicho en términos modernos, a una nación extranjera.
Los recuerdos, lejanos muchas veces, de etapas pasadas con conquistas, ocupaciones, persecuciones lingüísticas y culturales, suplantaciones institucionales y agravios en general persistían en la memoria colectiva. Habían pasado épocas en las que, mal que bien y tras haber logrado un precario estatu quo de convivencia con la monarquía española, la agresión al sistema foral había alcanzado las cotas intolerables que llevaron a una larga y dura guerra desde 1831 a 1839.
El canto del cisne de esta reivindicación aconteció hace aproximadamente noventa años. La Asamblea de municipios navarros reunida en Iruñea-Pamplona en diciembre de 1918 tenía como objetivo concreto la exigencia de derogación de la citada Ley de 1839 y sus consecuencias (leyes de "modificación de fueros" de 1841 para Navarra y de 1876 para las provincias Vascongadas) y la vuelta a la situación que se denominaba como de “foralidad plena”. Esta asamblea fue reventada por el topo, agente español, Víctor Pradera, quien logró enredar la discusión hasta el punto que lo que parecía, en su comienzo, un acuerdo fácil de alcanzar culminó en un desorden total y sin entendimiento de ningún tipo.
La coyuntura internacional en la que se convocó la Asamblea era favorable para las demandas nacionales. En 1918 comenzó Irlanda su guerra por la independencia contra Inglaterra. En el mismo año el presidente Wilson de Estados Unidos proclamó sus famosos catorce puntos para la paz, de los que el quinto decía:
“Reajuste, absolutamente imparcial, de las reclamaciones coloniales, de tal manera que los intereses de los pueblos merezcan igual consideración que las aspiraciones de los gobiernos, cuyo fundamento habrá de ser determinado, es decir, el derecho a la autodeterminación de los pueblos.”
Y sus puntos 11, 12 y 13:
“Evacuación de Rumania, Serbia y Montenegro, concesión de un acceso al mar a Serbia y arreglo de las relaciones entre los estados balcánicos de acuerdo con sus sentimientos y el principio de nacionalidad.”
“Seguridad de desarrollo autónomo de las nacionalidades no turcas del Imperio otomano, y el Estrecho de los Dardanelos libres para toda clase de barcos.”
“Declarar a Polonia como un estado independiente, que además tenga acceso al mar.”
Todos ellos basados en lo que internacionalmente se conoció, desde aproximadamente 1850, como “principio de las nacionalidades”.
Esta derrota de la reivindicación vasconavarra fue seguida, años después y en otro registro, por el importante acuerdo logrado en la Asamblea de municipios Vascos celebrada en Lizarra-Estella en 1931 y concretada en la aprobación del Estatuto de Autonomía elaborado por Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos) para todo el País Vasco sudpirenaico. Sus avatares posteriores en el régimen de la Segunda República española y la guerra de 1936 y los de la posterior etapa franquista son de sobra conocidos.
La Constitución española de 1978 derogó efectivamente Ley de 1839, pero la sustituyó por una sumisión más férrea todavía al sistema unitario, en el cual se definió la “soberanía” como residente en el conjunto del “pueblo español”, del cual la parte sur de nuestro país formaba parte obligatoria e indiscutible. De esa constitución emanaron los estatutos de autonomía: el de la Comunidad Autónoma de País Vasco y el la de la Comunidad Foral de Navarra mediante la Ley Orgánica de Amejoramiento Foral que encubrió en realidad un estatuto vergonzante al que se le privó de la posibilidad de refrendo popular.
La aprobación del estatuto de Gernika de 1979 se hizo coincidir, ¿casualmente?, con la fecha de la Ley de 1839. A una fecha de derrota bélica y sumisión se añadió otra semejante de asimilación y subordinación.
¿Qué tenemos que “celebrar” los vascos el 25 de octubre?
PD.
Este artículo surgió de una charla informal con mi buen amigo Eugenio Arzubialde, a quien se lo dedico con todo mi afecto.
21 octubre 2009
CATALANES Y VASCOS
Desde mucho tiempo atrás, entre Vasconia y los Países Catalanes se manifiesta una especie de “juego de espejos”. Desde un país hacia el otro se producen un conjunto de idealizaciones, basadas en aspectos distintos y probablemente complementarios, que hacen ver al “otro” como el modelo a seguir.
Estas idealizaciones hay que es percibirlas desde dos punto de vista. El primero está ligado al ámbito del pensamiento, a la reflexión intelectual, mientras que el segundo está vinculado a la capacidad que presenta, por lo menos en potencia, cada una de nuestras sociedades respectivas.
En el primer asunto, opino que la ventaja se manifiesta, por goleada, a favor de Cataluña. En el segundo, por el contrario, es casi seguro que somos nosotros quienes llevamos la delantera. De ahí proviene, posiblemente, la ambivalencia citada y que se traduce en exageradas muestras de admiración recíproca, sin un detenido análisis o reflexión sobre las diferencias entre ambas sociedades y los efectos que provocan en su actividad social y política cotidiana.
Desde el punto de vista intelectual, de la producción de un pensamiento democrático, acorde con la realidad presente de Europa y del mundo, y capaz de dar respuesta firme a los problemas planteados en este momento a nuestras respectivas sociedades, Cataluña presenta un panorama vivo, con creatividad y debate profundos y serios. Hay una larga lista de “pensadores” que no vale la pena citar exhaustivamente, sobre todo por aquéllo de los agravios comparativos, pero de los que no puedo olvidar a Salvador Cardús como sociólogo y analista certero ni a Víctor Alexandre, periodista y escritor, además de amigo, comprometido e insobornable. La polémica sobre la necesidad de un Estado propio es permanente en cualquier medio de comunicación catalán, desde los periódicos de gran tirada y con intereses no precisamente catalanistas, como La Vanguardia, hasta personas corrientes, simples blogueros, pasando por el resto de medios, impresos o digitales, de mayor o menor difusión.
Nuestra situación, desde este punto de vista, resulta bastante penosa. Los medios de comunicación vascos producen una sensación de extravío total. Lo que aparece escrito en su práctica totalidad, impreso o en la red y en la mayoría de los blogs, es una respuesta espontánea e inmediata a la agresión con la que cotidianamente nos provocan los servidores del Estado español. Apenas se percibe en ellos la reflexión que podría conducir al análisis serio de la situación real y de las acciones a plantear a favor de la recuperación de nuestro Estado propio, Navarra. Ambas, reflexión y perspectivas de acción, pienso que no deberían ser, ni exclusiva ni tan siquiera principalmente, reactivas a dichas provocaciones.
En Vasconia no existe un debate, ni profundo ni superficial, sobre el reto de las sociedades subordinadas, sin Estado propio, en la Europa actual y sobre la necesidad de su logro para acceder a un estatus democrático y normal. Entre nosotros el único debate se centra en un espacio limitado en el que aflora la afectividad, el simbolismo y, sobre todo, la inmediatez, el corto plazo; pero no la cruda la realidad política y sus ineludibles necesidades. Quitan 100 fotos de presos y se intentan poner 200, siendo como son quienes las quitan muchos más y todos dedicados a eso en exclusiva. Cierran medios, ilegalizan partidos, detienen arbitraria e injustamente a personas y, sin embargo, la reacción es la protesta inmediata, pero no una reflexión profunda sobre el embrollo en el que estamos metidos y las posibles vías, la estrategia, para salir del mismo.
En el ámbito de la capacidad social, da la sensación de una mayor fortaleza en nuestro caso sobre la de Cataluña. Esta energía no procede principalmente de su importancia numérica que, en proporción con el total de habitantes será real, sino, sobre todo, del entramado y cohesión social manifiestos cotidianamente. En este aspecto, parece que llevamos ventaja a Cataluña; lo que produce una cierta envidia por su parte. Pero esta fuerza tiene bastante de fuegos artificiales, mucho ruido y mucha luz, pero poca efectividad capaz de estructurar una política de emancipación nacional con fundamento. Tal fuerza corre el riesgo de languidecer poco a poco para terminar desapareciendo si no se produce su cualificación, basada en el necesario debate democrático y en la suficiente racionalización de las posiciones sociales como para ser calificadas de políticas.
Las vías que ofrecen, por un lado, quienes se amparan en la vigente organización de partidos, sometida a la antidemocrática estructura del Estado español y la de quienes siguen apostando por la (nula) capacidad de coacción de una organización que se afirma como “armada”, por otro, son caminos cerrados y sin posibilidad de apertura a no ser que se propicien, desde la propia sociedad civil, profundos cambios ideológicos, organizativos y, opino, también de personas.
Estas idealizaciones hay que es percibirlas desde dos punto de vista. El primero está ligado al ámbito del pensamiento, a la reflexión intelectual, mientras que el segundo está vinculado a la capacidad que presenta, por lo menos en potencia, cada una de nuestras sociedades respectivas.
En el primer asunto, opino que la ventaja se manifiesta, por goleada, a favor de Cataluña. En el segundo, por el contrario, es casi seguro que somos nosotros quienes llevamos la delantera. De ahí proviene, posiblemente, la ambivalencia citada y que se traduce en exageradas muestras de admiración recíproca, sin un detenido análisis o reflexión sobre las diferencias entre ambas sociedades y los efectos que provocan en su actividad social y política cotidiana.
Desde el punto de vista intelectual, de la producción de un pensamiento democrático, acorde con la realidad presente de Europa y del mundo, y capaz de dar respuesta firme a los problemas planteados en este momento a nuestras respectivas sociedades, Cataluña presenta un panorama vivo, con creatividad y debate profundos y serios. Hay una larga lista de “pensadores” que no vale la pena citar exhaustivamente, sobre todo por aquéllo de los agravios comparativos, pero de los que no puedo olvidar a Salvador Cardús como sociólogo y analista certero ni a Víctor Alexandre, periodista y escritor, además de amigo, comprometido e insobornable. La polémica sobre la necesidad de un Estado propio es permanente en cualquier medio de comunicación catalán, desde los periódicos de gran tirada y con intereses no precisamente catalanistas, como La Vanguardia, hasta personas corrientes, simples blogueros, pasando por el resto de medios, impresos o digitales, de mayor o menor difusión.
Nuestra situación, desde este punto de vista, resulta bastante penosa. Los medios de comunicación vascos producen una sensación de extravío total. Lo que aparece escrito en su práctica totalidad, impreso o en la red y en la mayoría de los blogs, es una respuesta espontánea e inmediata a la agresión con la que cotidianamente nos provocan los servidores del Estado español. Apenas se percibe en ellos la reflexión que podría conducir al análisis serio de la situación real y de las acciones a plantear a favor de la recuperación de nuestro Estado propio, Navarra. Ambas, reflexión y perspectivas de acción, pienso que no deberían ser, ni exclusiva ni tan siquiera principalmente, reactivas a dichas provocaciones.
En Vasconia no existe un debate, ni profundo ni superficial, sobre el reto de las sociedades subordinadas, sin Estado propio, en la Europa actual y sobre la necesidad de su logro para acceder a un estatus democrático y normal. Entre nosotros el único debate se centra en un espacio limitado en el que aflora la afectividad, el simbolismo y, sobre todo, la inmediatez, el corto plazo; pero no la cruda la realidad política y sus ineludibles necesidades. Quitan 100 fotos de presos y se intentan poner 200, siendo como son quienes las quitan muchos más y todos dedicados a eso en exclusiva. Cierran medios, ilegalizan partidos, detienen arbitraria e injustamente a personas y, sin embargo, la reacción es la protesta inmediata, pero no una reflexión profunda sobre el embrollo en el que estamos metidos y las posibles vías, la estrategia, para salir del mismo.
En el ámbito de la capacidad social, da la sensación de una mayor fortaleza en nuestro caso sobre la de Cataluña. Esta energía no procede principalmente de su importancia numérica que, en proporción con el total de habitantes será real, sino, sobre todo, del entramado y cohesión social manifiestos cotidianamente. En este aspecto, parece que llevamos ventaja a Cataluña; lo que produce una cierta envidia por su parte. Pero esta fuerza tiene bastante de fuegos artificiales, mucho ruido y mucha luz, pero poca efectividad capaz de estructurar una política de emancipación nacional con fundamento. Tal fuerza corre el riesgo de languidecer poco a poco para terminar desapareciendo si no se produce su cualificación, basada en el necesario debate democrático y en la suficiente racionalización de las posiciones sociales como para ser calificadas de políticas.
Las vías que ofrecen, por un lado, quienes se amparan en la vigente organización de partidos, sometida a la antidemocrática estructura del Estado español y la de quienes siguen apostando por la (nula) capacidad de coacción de una organización que se afirma como “armada”, por otro, son caminos cerrados y sin posibilidad de apertura a no ser que se propicien, desde la propia sociedad civil, profundos cambios ideológicos, organizativos y, opino, también de personas.
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15 octubre 2009
PEQUEÑO PATRIMONIO INDUSTRIAL
Pequeño en cuanto a su tamaño y formato, pero muy rico en cuanto a su valor histórico, sentimental y estético. Se trata de una obra no habitual, por lo menos en nuestro entorno. Muchas veces se han realizado libros sobre el patrimonio, tanto material como inmaterial, con texto e imágenes. En escasas ocasiones el asunto del trabajo se centraba exclusivamente sobre el Patrimonio Industrial. Rizando el rizo, esta obra se refiere a un aspecto muy especial del patrimonio industrial. Consiste en descubrirlo desde su perspectiva gráfica, seguir su evolución, en el tiempo y en el espacio, a partir de esos elementos “fósiles” que han permanecido tras el desmantelamiento de minas, fábricas y otras factorías que centraron el paisaje industrial de nuestro país. Se trata, principalmente, de cartas, facturas y folletos de propaganda que nos han dejado. Su ámbito geográfico se circunscribe, como expresa su título, a Vasconia, al País Vasconavarro
Humberto Astibia Aierra (Iruñea, 1955), gran amigo y compañero de tantos buenos ratos si, pero también de debates y discusiones en defensa de nuestro patrimonio y de su recuperación y adecuación a los tiempos actuales, ha construido una obra preciosa. Me he permitido la licencia, no merecida por un trabajo que en realidad es grande, de emplear la palabra “pequeño” en el título de este comentario. El calificativo se refiere evidentemente a que los materiales sobre los que Astibia ha trabajado son diminutos en comparación con la grandiosidad de la mayor parte de los elementos que representaban. Como ya he indicado antes, son cartas, facturas y folletos principalmente, frente a fábricas, ingenios productores de energía u otras grandes estructuras de la Era industrial. He afirmado que Humberto ha “construido” un libro y eso es porque además de escribirlo, que es como habitualmente se hacen, ha desarrollado una inmensa labor de campo; un paciente y largo trabajo recolector de los materiales que han dado base a esta original obra y conforman su contenido.
Humberto Astibia es Doctor en Ciencias Biológicas y Catedrático de Paleontología en la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco en Bilbao, donde siempre ha combinado la docencia con la investigación de campo. De muchos años atrás le viene su interés por aclarar y lograr una actualización del concepto de patrimonio y de su consideración como el “activo” de una sociedad. El patrimonio “fosilizado”, como algo muerto, muchas veces descontextualizado, cuando no destruido, es presa de cualquier tipo de interés. En unas ocasiones es el interés privado, como es el caso de las empresas constructoras si se trata, por ejemplo, del acceso al terreno ocupado por determinado patrimonio material. En otras es el llamado interés “público” el que suele influir sobre ambos tipos de patrimonio. Esta situación se produce, principalmente, cuando en situaciones como la nuestra, quienes tienen el poder y, por lo mismo, controlan la interpretación de la historia y del valor que tales bienes suponen, son unos estados cuyo interés histórico demostrado ha sido la sumisión a sus respectivas sociedades nacionales del grupo poseedor de tales elementos patrimoniales con una perspectiva unitarista. Una cristalización de todas estas inquietudes fue la magnífica síntesis que Humberto Astibia presentó en Haria (2006, número 13) con el título “Trece o más consideraciones sobre el Patrimonio”.
Poco a poco Astibia fue hallando, al modo de los fósiles del Cretácico en suelos, canteras o cualquier tipo de yacimientos, recuerdos impresos de una época que hacía escasos años había sido de enorme vitalidad y generado gran riqueza para nuestro país, pero que iba desapareciendo vertiginosamente. Los fue encontrando entre vendedores de libros viejos, chamarileros o simplemente traperos y chatarreros. Su numerosa colección fue adoptando una forma en la mente del científico que indudablemente es, ya predispuesto además a otorgar el valor que cualquier sociedad debe reconocer a su patrimonio, el industrial en este caso.
No puedo expresar sino mi admiración por una persona como Humberto Astibia que ha logrado con algo aparentemente tan humilde y pequeño, con unos “pobres” papeles impresos, reconstruir parte importante de la trayectoria que siguió nuestra sociedad en una etapa tan compleja y problemática como fue la transcurrida entre mediados del siglo XIX y la feroz, aunque necesaria, reconversión de los años ochenta del siglo XX.
Una inteligente y sensible introducción de Xabier Morrás, junto con un afectuoso prólogo de Konrado Mugertza, abren una obra en la que es difícil decidir qué valorar más, si el texto en sí, de muy amena lectura, las imágenes obtenidas, seleccionadas y muy bien reproducidas o la explicación de su contexto mediante unos espléndidos comentarios. Tal vez su conjunto, unido a una hermosa edición por parte de la BBK, nos ofrecen las claves de una obra didáctica, amena y de bella factura.
Me ha extrañado la aparición en el título de la denominación de Era industrial “vasco-navarra”, así escrito, con guión. El uso normal en nuestro entorno, sobre todo desde finales del siglo XIX, pienso que ha sido el de País “vasconavarro”, sin guión. Su utilización puede dar lugar al equívoco de percibir ambas partes (“vasco” y “navarro”) como dos realidades distintas, en lugar de considerarlo como una manera complementaria de designar una sola: el mismo país, la misma tierra y las mismas gentes, tal y como el autor expresa claramente a lo largo del texto comentado.
Reseña bibliográfica
“Paisajes de papel y patrimonio de la Era industrial vasco-navarra”
Humberto Astibia Aierra
Bilbao 2009
Editado por BBK. Colección “Bizkaiko gaiak - Temas Vizcaínos”
Humberto Astibia Aierra (Iruñea, 1955), gran amigo y compañero de tantos buenos ratos si, pero también de debates y discusiones en defensa de nuestro patrimonio y de su recuperación y adecuación a los tiempos actuales, ha construido una obra preciosa. Me he permitido la licencia, no merecida por un trabajo que en realidad es grande, de emplear la palabra “pequeño” en el título de este comentario. El calificativo se refiere evidentemente a que los materiales sobre los que Astibia ha trabajado son diminutos en comparación con la grandiosidad de la mayor parte de los elementos que representaban. Como ya he indicado antes, son cartas, facturas y folletos principalmente, frente a fábricas, ingenios productores de energía u otras grandes estructuras de la Era industrial. He afirmado que Humberto ha “construido” un libro y eso es porque además de escribirlo, que es como habitualmente se hacen, ha desarrollado una inmensa labor de campo; un paciente y largo trabajo recolector de los materiales que han dado base a esta original obra y conforman su contenido.
Humberto Astibia es Doctor en Ciencias Biológicas y Catedrático de Paleontología en la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco en Bilbao, donde siempre ha combinado la docencia con la investigación de campo. De muchos años atrás le viene su interés por aclarar y lograr una actualización del concepto de patrimonio y de su consideración como el “activo” de una sociedad. El patrimonio “fosilizado”, como algo muerto, muchas veces descontextualizado, cuando no destruido, es presa de cualquier tipo de interés. En unas ocasiones es el interés privado, como es el caso de las empresas constructoras si se trata, por ejemplo, del acceso al terreno ocupado por determinado patrimonio material. En otras es el llamado interés “público” el que suele influir sobre ambos tipos de patrimonio. Esta situación se produce, principalmente, cuando en situaciones como la nuestra, quienes tienen el poder y, por lo mismo, controlan la interpretación de la historia y del valor que tales bienes suponen, son unos estados cuyo interés histórico demostrado ha sido la sumisión a sus respectivas sociedades nacionales del grupo poseedor de tales elementos patrimoniales con una perspectiva unitarista. Una cristalización de todas estas inquietudes fue la magnífica síntesis que Humberto Astibia presentó en Haria (2006, número 13) con el título “Trece o más consideraciones sobre el Patrimonio”.
Poco a poco Astibia fue hallando, al modo de los fósiles del Cretácico en suelos, canteras o cualquier tipo de yacimientos, recuerdos impresos de una época que hacía escasos años había sido de enorme vitalidad y generado gran riqueza para nuestro país, pero que iba desapareciendo vertiginosamente. Los fue encontrando entre vendedores de libros viejos, chamarileros o simplemente traperos y chatarreros. Su numerosa colección fue adoptando una forma en la mente del científico que indudablemente es, ya predispuesto además a otorgar el valor que cualquier sociedad debe reconocer a su patrimonio, el industrial en este caso.
No puedo expresar sino mi admiración por una persona como Humberto Astibia que ha logrado con algo aparentemente tan humilde y pequeño, con unos “pobres” papeles impresos, reconstruir parte importante de la trayectoria que siguió nuestra sociedad en una etapa tan compleja y problemática como fue la transcurrida entre mediados del siglo XIX y la feroz, aunque necesaria, reconversión de los años ochenta del siglo XX.
Una inteligente y sensible introducción de Xabier Morrás, junto con un afectuoso prólogo de Konrado Mugertza, abren una obra en la que es difícil decidir qué valorar más, si el texto en sí, de muy amena lectura, las imágenes obtenidas, seleccionadas y muy bien reproducidas o la explicación de su contexto mediante unos espléndidos comentarios. Tal vez su conjunto, unido a una hermosa edición por parte de la BBK, nos ofrecen las claves de una obra didáctica, amena y de bella factura.
Me ha extrañado la aparición en el título de la denominación de Era industrial “vasco-navarra”, así escrito, con guión. El uso normal en nuestro entorno, sobre todo desde finales del siglo XIX, pienso que ha sido el de País “vasconavarro”, sin guión. Su utilización puede dar lugar al equívoco de percibir ambas partes (“vasco” y “navarro”) como dos realidades distintas, en lugar de considerarlo como una manera complementaria de designar una sola: el mismo país, la misma tierra y las mismas gentes, tal y como el autor expresa claramente a lo largo del texto comentado.
Reseña bibliográfica
“Paisajes de papel y patrimonio de la Era industrial vasco-navarra”
Humberto Astibia Aierra
Bilbao 2009
Editado por BBK. Colección “Bizkaiko gaiak - Temas Vizcaínos”
12 octubre 2009
¿QUÉ BANDERA?
Según noticias recientes, ante los problemas surgidos al “Alacrana”, buque pesquero de Bermeo asaltado y retenido por lo que llaman “piratas” somalíes, parece que, tras la negativa del Ministerio español del Ejército de proporcionar militares españoles como protección, los armadores de varios pesqueros vascos han decidido poner sus barcos bajo bandera de las islas Scheyselles. Afirman que es la única posibilidad de lograr embarcar efectivos (para)militares (no españoles, obviamente) para su defensa frente a ataques “piratas”.
Se debería comenzar por reflexionar sobre quién ejerce realmente la piratería en aguas del océano Índico. ¿Bajo qué condiciones pesca atún la flota que faena? ¿Qué cantidad de pesca tiene permitida? ¿Por quién? ¿Es, tal vez, una lucha de “todos contra todos” por llevarse la máxima cantidad en el mínimo tiempo, aunque se destruyan la reservas de los caladeros? ¿Está regulado este tipo de pesca, aunque sea en aguas “internacionales”, por algún convenio o acuerdo? Si lo hubiera, ¿quiénes han suscrito el mismo?
Tras estas consideraciones, principales y de base, se puede pasar a las consecuencias. Existen, está claro, lo que los medios de comunicación normales a nuestro alcance denominan como “piratas”. Ante ellos es necesaria, parece, una defensa armada. Los franceses la ofrecen, con su armada, a quienes faenan bajo su bandera, sean vascos, bretones o de cualquier otro de “sus” territorios. Los españoles, a pesar de las súplicas de Pnv y Pp “vascos”, se niegan a brindarla según palabras de su ministra del Ejército, Chacón.
Conclusión: algunos pesqueros vascos faenarán bajo la bandera de las islas Scheyselles, bandera que permite, según parece, embarcar exmilitares o paramilitares dependientes de empresas de seguridad privadas para efectuar labores de disuasión con respecto a los denominados como “piratas”. Seamos serios y aceptemos de una vez nuestra presencia en el mundo: como vascos no desempeñamos ningún papel, la nuestra es una posición subordinada e integrada en los estados español y francés, que desde tanto tiempo nos ocupan y dominan, por si alguien no se había dado cuenta todavía.
En primer lugar, con un Estado propio seríamos sujeto en el orden político mundial, sin depender de españoles y franceses, y podríamos negociar nuestras cuotas pesqueras (con mayor o menor éxito, dependiendo de nuestra capacidad, claro está) en los diversos caladeros que ofrece hoy en día el mundo. No seríamos “piratas pesqueros”, mercenarios de españoles y franceses como somos ahora.
Y, en segundo, no necesitaríamos poner nuestros barcos bajo una tercera bandera, sino bajo la nuestra propia que, con todo el aparato diplomático y negociador necesario para defender nuestros intereses solidarios con el resto de pueblos del planeta, nos permitiría ejercer una pesca razonable sin recurrir a ejércitos extranjeros e invasores ni a mercenarios, también extraños.
Una vez más percibimos con claridad que los problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad encontrarían una solución más sencilla, inmediata y efectiva, y más democrática por supuesto, recuperando nuestro Estado histórico, Navarra, mejor capacitado para garantizar nuestros intereses en el mundo que quienes tradicionalmente se han mostrado como nuestros enemigos.
Se debería comenzar por reflexionar sobre quién ejerce realmente la piratería en aguas del océano Índico. ¿Bajo qué condiciones pesca atún la flota que faena? ¿Qué cantidad de pesca tiene permitida? ¿Por quién? ¿Es, tal vez, una lucha de “todos contra todos” por llevarse la máxima cantidad en el mínimo tiempo, aunque se destruyan la reservas de los caladeros? ¿Está regulado este tipo de pesca, aunque sea en aguas “internacionales”, por algún convenio o acuerdo? Si lo hubiera, ¿quiénes han suscrito el mismo?
Tras estas consideraciones, principales y de base, se puede pasar a las consecuencias. Existen, está claro, lo que los medios de comunicación normales a nuestro alcance denominan como “piratas”. Ante ellos es necesaria, parece, una defensa armada. Los franceses la ofrecen, con su armada, a quienes faenan bajo su bandera, sean vascos, bretones o de cualquier otro de “sus” territorios. Los españoles, a pesar de las súplicas de Pnv y Pp “vascos”, se niegan a brindarla según palabras de su ministra del Ejército, Chacón.
Conclusión: algunos pesqueros vascos faenarán bajo la bandera de las islas Scheyselles, bandera que permite, según parece, embarcar exmilitares o paramilitares dependientes de empresas de seguridad privadas para efectuar labores de disuasión con respecto a los denominados como “piratas”. Seamos serios y aceptemos de una vez nuestra presencia en el mundo: como vascos no desempeñamos ningún papel, la nuestra es una posición subordinada e integrada en los estados español y francés, que desde tanto tiempo nos ocupan y dominan, por si alguien no se había dado cuenta todavía.
En primer lugar, con un Estado propio seríamos sujeto en el orden político mundial, sin depender de españoles y franceses, y podríamos negociar nuestras cuotas pesqueras (con mayor o menor éxito, dependiendo de nuestra capacidad, claro está) en los diversos caladeros que ofrece hoy en día el mundo. No seríamos “piratas pesqueros”, mercenarios de españoles y franceses como somos ahora.
Y, en segundo, no necesitaríamos poner nuestros barcos bajo una tercera bandera, sino bajo la nuestra propia que, con todo el aparato diplomático y negociador necesario para defender nuestros intereses solidarios con el resto de pueblos del planeta, nos permitiría ejercer una pesca razonable sin recurrir a ejércitos extranjeros e invasores ni a mercenarios, también extraños.
Una vez más percibimos con claridad que los problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad encontrarían una solución más sencilla, inmediata y efectiva, y más democrática por supuesto, recuperando nuestro Estado histórico, Navarra, mejor capacitado para garantizar nuestros intereses en el mundo que quienes tradicionalmente se han mostrado como nuestros enemigos.
29 septiembre 2009
CRÓNICA DE UNA MAÑANA EN MIRAMAR
En una hermosa mañana de finales de septiembre (2009/09/26), en Donostia, Hamaikabat, partido surgido recientemente como escisión de Eusko Alkartasuna, nos ha hecho compartir una perspectiva amplia del momento político actual en Cataluña. Daba cierta pena contemplar desde los luminosos ventanales del Palacio de Miramar el sol otoñal que se diluía, manso, sobre una bahía de la Concha sin apenas olas e invitaba a disfrutar de un baño tonificante; pero la realidad sociopolítica se impuso y mereció la pena la asistencia al acto y, por un día, perder el chapuzón. El título o emplazamiento del mismo era: Zer ari da gertatzen Catalunyan?
La sola mención de las personas invitadas constituía un atractivo por sí mismo. Los cito por orden de intervención: El primero, Salvador Cardús, sociólogo, doctor, profesor universitario y decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UAB. También es un certero analista social y político en los medios más importantes de Cataluña y aquí mismo, hasta su defenestración de Radio Euskadi por la “nueva” línea política adoptada por EiTB tras los recientes cambios. El segundo, Toni Strubell, licenciado en Oxford y reconocido periodista en ejercicio y que vive en nuestro país desde 1981, donde imparte clases en el Campus de Donostia de la Universidad de Deusto. Strubell es también colaborador habitual de múltiples medios de comunicación. La tercera intervención correspondió a Francesc Homs, licenciado en derecho y político en ejercicio como militante desde 1993 en Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y con altas responsabilidades en la actualidad en dicho partido. El cuarto, “last but not least”, fue Jaume Renyer, también licenciado en Derecho, profesor universitario y con varios cargos políticos en la Generalitat de Catalunya. Su nombre saltó a los medios como el acompañante, ideológicamente seguro, de Carod Rovira en su famosa entrevista con ETA en 2004. Renyer mantiene cotidianamente un blog de gran interés político.
Con estos integrantes, asunto y personas, estaba asegurada una mañana de gran interés. Y, de corazón, he de decir que no me defraudó.
Salvador Cardús
El contenido de su intervención consistía en presentar el ambiente político actual de Cataluña.
Comenzó Cardús con una síntesis muy clara sobre la actual situación política de Cataluña. Dividió su intervención en tres partes. En la primera analizó la evolución del panorama político catalán en los últimos 5 o 6 años; en la segunda, planteó sus consecuencias sobre el estado actual de Cataluña y en la tercera, presentó el panorama catalán de la actualidad más próxima.
En la primera parte, Cardús afirmó que el origen de la situación de estos últimos años ya estaba presente en 1988 y que sus características proceden de ambigüedades y confusiones básicas presentes ya en la etapa de la transición. A este respecto, citó cuatro aspectos determinantes:
• La frustración de las expectativas de todos quienes pusieron en marcha el proceso del nuevo Estatuto de Cataluña (Maragall en la calle, eliminado por su propio partido; el fracaso de lo que ERC denominó como “segunda transición” y la desaparición del mapa político del concepto que CDC llamó “soberanía compartida”, principalmente)
• La enorme erosión política de los partidos políticos catalanes y su incapacidad para defender, conjuntamente, su interés nacional.
• El alumbramiento de un Estatuto que ha dejado (o, por lo menos, amenaza dejar) sin horizonte nacional a Cataluña.
• El tremendo retroceso autonómico del Estado español, con un marco cada vez más antiautonomista.
En segundo lugar, sobre la situación actual, Cardús constató la no existencia de un espacio para lo que podría haber sido una “España plurinacional”, afirmó asimismo que es una imposibilidad contrastada, de modo semejante a una estructura federal del Estado español. Citó como ejemplos significativos en este sentido el progresivo cambio de actitud en personas no proclives a la independencia de Cataluña, como Juan José López Burniol, Francesc de Carreras, Ferrán Mascarell o Josep Ramoneda que coinciden en el diagnóstico de que entre Cataluña y España no hay, ni puede haber, en la actualidad relaciones bilaterales.
Añadió Cardús que no hay posiciones intermedias y que aceptar el “estatu quo” político implica la desaparición de Cataluña como nación. A este respecto afirmó claramente que hablar del “derecho a decidir” es no decir nada, que es una expresión vacía de contenido político, lo mismo que el concepto de “soberanía compartida”.
De igual modo que lo dicho sobre la “imposibilidad contrastada” de la España plurinacional o federal habló de la independencia de Cataluña como de una “imposibilidad no contrastada”, es decir como un factor a intentar. Esta opción al ser “no contrastada” se admite como viable ya que, según la exposición de Cardús: depende sólo de los propios catalanes, permite el diálogo y respeto mutuo con España, es comprensible por todo el mundo (para lo que es necesario hablar claro, sin ambigüedades) y tiene como aspecto firme el que supera la “cultura de la resistencia” actualmente vigente y de que se expresa “en positivo”. El principal obstáculo a la independencia es, precisamente, la incapacidad de imaginar tal escenario, dificultad basada principalmente en la colonización mental.
En tercer lugar, presentó la situación actual, caracterizada por la efervescencia de plataformas independentistas, muchas de gran radicalidad. En este sentido se centró brevemente en el nuevo movimiento Reagrupament, aglutinado por Joan Carretero, que nace con la ambición de reunir y cohesionar a todos los independentistas “salidos del armario”, según la expresión utilizada por el propio Cardús.
Toni Strubell
En su exposición presentó un punto de vista sobre los medios de comunicación en Cataluña.
Lo primero que expresó es que su planteamiento iba a ser una visión subjetiva, ya que opina que la prensa que vale realmente es la que tiene ciertas dosis de subjetividad.
Strubell planteó que hay mucha gente en el País Vasco que piensa que la situación de los medios de comunicación propios está mejor en Cataluña que en Euskal Herria y que, evidentemente, es así desde el punto de vista lingüístico por lo menos y tal vez no tanto desde el político. En efecto, en Cataluña constató que hay dos periódicos y medio en catalán (Avui, El Punt y la mitad de El Periódico, ya que éste tiene su edición básica en español y edita también una traducción de la misma al catalán). Constató que El Periódico vende significativamente más ejemplares que Avui y El Punt juntos.
Reflexionó también sobre La Vanguardia, que es un diario en el que el idioma catalán no aparece prácticamente nada, pero que es un periódico de un espectro ideológico más amplio que el de otros periódicos españoles adscritos a cualquier ideología o partido. En este sentido rebatió la tesis de que la compra de Avui por el grupo del Conde de Godó (La Vanguardia) hubiera significado una homogeneización ideológica entre ambos. Desde el punto de vista comercial, dijo, la concentración de la propiedad permite variedad y la variedad da ventajas en ventas a los propietarios. Concretamente explicó el papel de Antoni Batista en La Vanguardia, sobre todo a partir de la tregua de 1998, que logró que dicho periódico no cayera ni en el españolismo ni el amarillismo totales.
Explicó cómo se produjo un intento, desde Madrid, de crear un gran “hub” (centro neurálgico) periodístico español que absorbiera al resto de grupos, pero que el intento ha fracasado por ahora, ya que tanto el grupo Godó como Mediapro han escapado de su control. Explicó la calidad y expansión del suplemento semanal de El Punt, Presencia, con más de 100.000 ejemplares todos los domingos.
Strubell citó a Giffreu en su afirmación de que el Estado propio es la única garantía real para un país de tener prensa propia. En ese sentido hizo una reflexión sobre cómo los medios de comunicación españoles desconocen la mentalidad y el imaginario catalanes desde un punto de vista afectivo, ni se esfuerzan en conocerlos, mientras que sí sucede con los de los andaluces, por ejemplo.
Con relación al País Valenciano Strubell nombró como muy importante la labor de la revista de actualidad y opinión El Temps, editada en Valencia pero con acceso al ámbito de todos los países Catalanes. En este sentido habló del error de elegir como cabecera del que pretendía ser el periódico nacional para los Países Catalanes una de las pocas palabras diferentes entre el catalán del País Valenciano y el de la Cataluña estricta. En efecto, el “Avui” catalán (“hoy” en español) en Valencia se dice “Ui”. En cualquier caso afirmó que la política lingüística de la Generalitat Valenciana es realmente genocida y que desde 1976 hasta hoy se cuentan en el País Valenciano 200.000 hablantes de catalán menos.
Constató la debilidad del nacionalismo catalán en el control de medios y lo contrapuso a la situación vasca con el relativo control que ejerce el vasco, aparte de Berria y Gara, sobre Deia y el grupo Noticias en general.
Se extendió hablando sobre el PSC y la no existencia en el mismo de “dos almas”, una catalanista y otra españolista, sino simplemente de la realidad de “un furgón de cabeza y otro de cola”. Afirmó que el pensamiento del PSC sobre el ideal de lo que debería ser un medio de comunicación catalán es algo así como la Cadena SER con “algo más de catalán”. Del mismo modo que hace pocos años el PSOE planteó TVE como un medio para “vertebrar la nación española”, se constata la españolización efectuada por el mismo sobre TV3 y citó al respecto el libro de Víctor Alexandre “TV3 a traició”. En este sentido habló también críticamente del veto a TV3 en el País Valenciano y la eliminación progresiva de sus repetidores.
Terminó con una visión moderadamente optimista sobre el futuro, ya que, dijo, se terminó la cobardía y al igual que Cardús afirmó que el independentismo “ha salido del armario” y que en cualquier medio de comunicación catalán se encuentran opiniones soberanistas o independentistas. Citó a Carles Boix y J. R. Resina como ejemplo de periodistas catalanes con importante influencia a nivel internacional, ambos residentes en los Estados Unidos.
Francesc Homs
Su intervención estuvo centrada en explicar el concepto de “La casa gran del catalanisme” preconizada por Convergencia Democrática de Catalunya (CDC).
Explicó que, en su origen, CDC era más un movimiento que un partido y que esta es la idea que ha presidido la génesis del concepto “La Casa Gran”. Para llegar a esta idea han constatado tanto el agotamiento del modelo político actual como el de un cierto éxito del catalanismo a través de las instituciones del autogobierno y del logro de un modelo económico más abierto. Homs afirmó que el objetivo consiste en profundizar en ambos conceptos creando un movimiento de vocación mayoritaria que logre, por un lado, “refundar el catalanismo” y, por otro, “regenerar la democracia”. En todo este propósito planteó que no existe una ruptura con la situación actual.
Homs terminó afirmando que este movimiento tiene la ambición de ser mayoritario en número de votos en Cataluña, aunque eso suponga ciertas cesiones ideológicas y acceder así al ejercicio del poder en servicio de su pueblo. En este sentido dijo que Artur Más había afirmado que en un referéndum sobre la independencia de Cataluña votaría sí, pero que “La Casa gran” no se define en tal sentido.
Jaume Renyer
Su presentación se centró en los nuevos movimientos soberanistas.
Comenzó manifestando su discrepancia con el anterior ponente, Francesc Homs, ya que afirmó que piensa que ha habido un cambio fundamental de coyuntura, mientras que el planteamiento de Homs se basa en pensar que “todo sigue más o menos igual”.
Renyer pasó a afirmar que hoy en día en Cataluña el partido de orden por antonomasia es el PSC, estrictamente vinculado al PSOE, y que es un partido conservador sobre todo en el sentido del mantenimiento lo más intacto posible del estatus político.
En el ámbito cultural expuso que la hegemonía está actualmente en manos de una izquierda a la que denominó como banal y que une un determinado cristianismo progresista postconciliar a un tardomarxismo acrítico. Por el contrario, Renyer defendió un sistema de valores republicano que, por supuesto, no se reduce a defender una forma de gobierno, la república, frente a la monarquía, sino que engloba todo un sistema de valores ya expresados en determinados ámbitos del mundo mediterráneo, en Italia sobre todo, desde el siglo XVI hasta el XVIII. Este sistema está constituido por valores cívicos, de solidaridad y democráticos fundamentalmente.
Hoy en día, constató, se nota una tremenda desorientación y al mismo tiempo se percibe que el discurso independentista incomoda mucho en determinados sectores. Al mismo tiempo, verificó que la confianza en la propia población da mucho más juego de lo que muchas veces se piensa.
Afirmó Renyer que la crisis cultural del país, antes citada, provoca el crecimiento del proyecto nacionalista español, que se manifiesta en un sentimiento de fuerza creciente. A más debilidad catalana aparece más arrogancia por parte del Estado español.
Una reflexión interesante expresada por Renyer fue que aunque la sociedad en general no comparte en muchas ocasiones la propuestas que se le ofrecen en el campo electoral, sí manifiesta un amplio deseo de participar en la actividad política. Esto, constató Renyer, se traduce en la necesidad de diferenciar el proyecto político de los proyectos electorales. Cada vez se produce con más frecuencia la participación desde fuera de los partidos, desde plataformas cívicas, al modo de Arenys de Munt, que dan, y pueden dar todavía, mucho juego. Pero, según afirmó Renyer, estas plataformas deben converger en una concreción política.
La regeneración del movimiento nacional en un país como Cataluña y el acceso a un Estado propio exigen, según su exposición, en primer lugar de un núcleo económico potente y que asuma el hecho nacional sin complejos; en segundo lugar, de una intelectualidad nacional que exprese claramente toda la potencia cultural del país y en tercer lugar, de la actividad política como elemento determinante para su consecución.
Notas
Nota 1
El hecho de participar en último lugar hizo que el tiempo disponible para Jaume Renyer fuera considerablemente reducido, debido a la prolongación de anteriores intervenciones. Esto produjo una exposición tal vez demasiado rápida. Para compensar este posible déficit y dado el interés de su intervención, tomo del blog del propio Jaume Renyer el resumen de su intervención elaborado por él mismo.
Texto de Jaume Renyer:
En primer lugar, para entender lo que está pasando actualmente en Catalunya, hay que tener en cuenta que confluyen una serie de factores económicos y políticos. El balance de treinta años de régimen constitucional y autonómico presenta un balance negativo para el pueblo catalán: de ser la primera economía del Estado español, la catalana está hoy en claro retroceso comparada con la megalópolis madrileña o los territorios vasco-navarros con concierto económico. A ello hay que añadir la devaluación del papel de Barcelona, motor cultural y empresarial de Catalunya, hasta llegar al nivel de provincialización actual en todos los órdenes. Estos retrocesos tienen causas internas -el caso Millet, la corrupción de las elites autóctonas-, pero sobre todo externas: la deliberada discriminación de las políticas públicas estatales, el expolio fiscal, la dependencia económica y, en resumen, la dominación política.
En segundo lugar, este año 2009, se hacen patentes el fracaso del nuevo estatuto (inservible para atajar los problemas estructurales descritos anteriormente) y la animadversión a cualquier reivindicación proveniente de Catalunya en el conjunto del Estado. La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto del 2006, independientemente de cual sea su contenido, aún en el caso que deje intacto el texto autonómico, no alterará la convicción (hoy en día muy extendida socialmente) de que no supone la solución a los problemas del país.
En tercer lugar, tras seis años de gobiernos tripartitos capitaneados por el PSC-PSOE, la doctrina oficial continua siendo la de separar la gestión de los problemas sociales con los derechos nacionales, postergando los segundos aduciendo que no caben en el orden constitucional establecido. Fuera de los estrechos márgenes de la Constitución no hay -según los servidores del poder- reivindicaciones legítimas, como el derecho a la autodeterminación. El soporte ideológico a esta actitud se basa en la hegemonía -en los últimos treinta años- del progresismo abstracto (animadversión a la catalanidad), defensor de causas lejanas (antisionismo, antiamericanismo, antiliberalismo, etc.), incapaz de concretar políticas de transformación social y construcción nacional.
En cuarto lugar, la distancia entre los objetivos teóricos y la práctica real de los partidos integrantes del subsistema parlamentario catalán se ha traducido en abstención masiva, descrédito de la política y desorientación social. Por ejemplo, hace ahora veinte años, ICV, ERC y CIU aprobaron una resolución en el Parlamento de Catalunya según la cual no renunciaban a ejercer el derecho de autodeterminación en cuanto las condiciones lo permitiesen. No solo no han creado estas condiciones sino que esta primavera han votado -por unanimidad- contra la admisión a trámite en ese mismo Parlament de una iniciativa legislativa popular en pro del derecho de autodeterminación.
En quinto lugar, el éxito de la consulta de Arenys de Munt ha hecho aflorar en el seno de todos los partidos catalanes voces favorables al derecho a decidir, sumándose las cúpulas de los teóricos partidos nacionalistas a su extensión a otras poblaciones. Pero la divergencia entre estas estructuras profesionalizadas e integradas en el orden establecido y las plataformas soberanistas que desde el 2006 han surgido en Catalunya son cada vez más evidentes y profundas. El reto actual es si desde el movimiento cívico se puede plasmar un proyecto político con incidencia electoral capaz de regenerar la vida pública catalana y hacer posible un proceso de autodeterminación.
Nota 2
Texto de la intervención de Toni Strubell
Reproduzco el texto completo de la intervención de Toni Strubell, amablamente enviado por él mismo:
¿Qué está pasando en Catalunya?
Palacio de Miramar. 26.9.2009
Hamaikabat
Egun on denori. Mila esker konbidatzeagatik. Gaur Kataluinako prentsari buruz zerbait esateko eskatu dit Hamaikabatak eta, egia esateko, oso denbora eskasa izan dut zerbait onargarri prestatzeko. Gainera, jakin dut gero zeinek izango ziren nire ondean parte hartu beharko dutenek… eta jakina, beldurteko zen pasa dut unea. Abibidez, zerbait esatea Kataluinako prentsari buruz Salva Cardús aurre aurrean dagonean, oso ausarti egon behar zara! Berak da “Política de Paper” liburu ospetxu hori idatzi zuenak, oraindela 14 urte, eta bera da ere Catalunyako prentsari buruz erreferenzia ezinobea, noski. Eta zer ez esan Jaume Renyé eta Francesc Oms-i buruz? Behintzat haiek erakurtzen edo entzuten dute egunero Kataluinako prentsa. Nik ez! Baina tira, zerbait esango dut. Interesatuko zaizuela espero dut.
Como decía, hoy tengo delante un considerable reto. Hablarles de medios de comunicación en Catalunya en presencia, seguramente, de gente que saben bastante más que yo y que por lo menos están en contacto con ellos a diario. Yo no. Tratándose de la prensa, sólo hay que recordar el libro de un de ellos, Salva Cardús, con el título “Política de Paper”, publicado en 1995, para echarse a temblar. Por lo tanto, aun a sabiendas de que estas nobles salas suelen albergar muy informativas y rabiosamente documentadas lecciones sobre los temas universitarios más diversos, optaré por darles una visión más de estar por casa, más subjetiva que la que sin duda se merecen. Creo que alguien dijo alguna vez que la única prensa que valía la pena era la que tenía una dosis identificable de subjetividad. Espero que eso sirva también para cuando esa prensa hay que describirla. Allá vamos pues.
En un primer instante se me pasó por la cabeza preparar datos en power point y explicarles las cifras y los números del mundo mediático catalán. Pero aparte de asegurarles que esto lo tienen mejor y más cómodamente disponible en Internet, tendría que añadir que desde el momento que supimos que la degana de la Facultad de Economicas, la catedrática Elisenda Paluzie, no les iba a poder hablar hoy, estaba visto que los números iban a ser los grandes perdedores de la jornada.
Quisiera empezar mi aproximación a la situación de los medios de comunicación catalanes con un aspecto clave cuando se plantea este tema visto desde Euskal Herria. Entre vascos no es extraño de oír, en determinados círculos bienpensantes, que las cosas de la cultura - en que incluiremos, claro está, la prensa- siempre estan mejor en Catalunya. Y aquí es, creo yo, donde deberíamos empezar a hacer importantes matizaciones, sobre todo ante las dificultades que siempre conlleva decir qué es mejor, y que peor.
Si vamos con criterios estrictamente lingüísticos, es verdad que Catalunya tiene dos diarios y medio en catalán que cubren la mayor parte del territorio del Principat en ediciones diarias. Como sin duda saben, se trata de los diarios Avui, el Punt y la edición catalana de El Periódico, que cuento como medio periódico ya que simplemente es la versión en catalán de un diario pensado y hecho en castellano. En este sentido, y abusando de una complicidad no sé si del todo merecida, cabe recordar que el actual lema publicitario de Avui és “el diari fet i pensat en català”. Cogen la directa? Verdad que sí? Bien, a pesar de considerar un poco despectivamente El Períodico hasta aquí, lo cierto es que nuestras críticas no deben hacer sangre porqué realmente lo que ha hecho este diario, promovido por el Grupo Zeta, es tan extraño como meritorio.
Resulta que el diario un catalán hecho por no nacionalistas, y con exiguas dosis de catalanidad y catalanismo, resulta que vende significativamente más que los otros dos diarios en catalán juntos. Es sorprendente, claro está, hasta el momento en que nos ponemos a pensar en los recursos disponibles para promocionar unos y otros proyectos respectivamente. Puestos a criticar, desde una optica más catalana, un blanco mucho más asequible debería ser La Vanguardia, campeona de la prensa en castellano. En Catalunya no hay debate sobre cuando va a construirse el nuevo San Mamés o si Donosti supera en atractivos a Bilbao. Pero si se debate con un morbo incansable sobre cuando hará su aparición una edición en catalán de este periódico. Siempre amenazan los rumores, pero nunca se acaban de concretar. Los más pesimistas recuerdan como hace unos años el Grupo Godó no tuvo empacho en dejar con la miel en la boca a los catalanistas con el anuncio de una entrega semanal sobre cultura de título “Cultura/s”. “Ahora sí!” pensamos muchos, “con esa “s” pluralizante de “Culturas” por fin el Conde de Godó nos va a abrir un hueco para la prensa en catalán en su empresa”. Poco duró la alegría. Era un amago más, este rayando en el insulto, porque son muchas las semanas seguidas en que en su revista no sale una sola palabra en catalán como no sea en algún apellido.
Pero para ser justos, cabe decir, en honor al buen y tenístico conde, que su grupo sí compró el diario Avui. He hablado con Vicent Sanchis, su ex Director, sobre el tema que significaba esta compra en el panorama mediático catalán. El defendió el paso en una entrevista que le hice hace un mes y que saldrá en parte en mi siguiente libro. Lo puedo citar sin miedo a enrabietar a ningún editor porque todavía no tengo! Otra cosa es que yo sostenga todo lo que dice Sanchis. En todo caso, él opina esto:
“Muchos se enfadaron con la compra del AVU” dice. “ Incluso se dice la estupidez de que Godó compró el diario para hacerlo desparecer. No. Lo que debe saber la gente es que hoy el concepto de “concentración” es clave en el campo de los medios. La pureza es una entelequia. Una fórmula para la desparición. Unas cuantas empresas controlan todo el mercado. Es así. Estas concentraciones puede que tengan aspectos malos, pero también buenos. Hay propietarios de derechas que promocionan y se hacen ricos con medios de izquierda moderada. Y vice-versa. Es lo que hay. Godó no es catalanista, apoyó a Franco hasta el final. Pero con la compra de Avui, y sobre todo de la radio privada RAC1, puede sacar muchas ventajastanto él como el medio comprado. Godó sabe que si los descatalaniza, los echará a perder. En estos tiempos de concentración pues, hay que valorar que los productos catalanes se hagan un hueco en los catálogos de productos de los poderosos. Porqué así no sólo se sigue el patrón que domina actualmente, aquí y en la China, sino que aseguramos el futuro de estos productos altamente frágiles pero que, bien llevados, pueden dar muchos frutos y ayudar a potenciar nuestra cultura.”
Mucho de lo que dice Sanchis sobre la concentración y la necesidad de llegar a unos acuerdos que a menudo carecen de estética, podríamos aplicarlo al caso de Mediapro. El ex director de Avui recuerda, con sin razón, que en los años 90 en Madrid se hablaba del hub mediático madrileño como el gran futuro español que barrería a las alternativas periféricas como la catalana. Pensaban, con la clásica arrogancia que les caracteriza, que todos los medios serios estarían radicados en Madrid. OK. Las grandes cadenas de TV, Tele5, Antena 3, TVE, lo están. Prisa lo está. Pero les fallo el plan. Grupos como el Godó y Mediapro se salvaron de la quema. Resisten en esa “periferia”. Incluso, mejor que algunas vacas sagradas del pasado, como Prisa, que ahora se las ve y se las desea ante el poderío de Mediapro, que no será todo lo catalán que quisiéramos, pero al menos existe, cosa que no todos pueden decir. Y produce películas catalanas, y en catalán, cosa que no siempre ha sido capaz de asegurar la propia administración catalana. Habrá que esperar como queda todo el tema de la TDT, donde seguramente habrá oportunidades para más canales en catalán. Esperémoslo al menos. Pero no olvidemos las reservas que hace Josep Gifreu, catedrático de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, que ve el peligro de que todos los chavales catalanes acaben viendo Disney Channel en castellano, como seguramente amenaza de ocurrir aquí en Euskal Herria. Habrá que estar muy atento, pues, a las normativas y evoluciones. En todo caso las espadas siguen en alto. Habrá que seguir luchando para que un día estén blindados los medios en catalán y en euskera, como lo son los medios en idiomas de Estado. Pero pienso que con lo que acabo de decir, la letra está bien claramente escrita en la pared para el que la quiera ver. El mensaje es: el estado propio es la única garantía real. Nos lo recuerdan a diario.
Ha salido inevitablemente el nombre de Gifreu. En relación con los medios, quisiera mencionar de pasada un tema que poco investiga y denuncia con preocupación el catedrático de la Universitat Pompeu Fabra. El tema de la dificultad que hay en transmitir un mundo emocional catalán a través de los medios. Seguro que Salva también diría la suya en este ámbito. Para los medios españoles, no existe una emotividad catalana sana, ni una cultura popular, ni un universo lingüístico. Y esto en los canales televisivos que tienen el 80% de la audiencia en Catalunya, y el 100 en España. Un excelente trabajo de Xavier Ruiz Collantes, de la UAB, lo denuncia en toda su crudeza al comprar el torrente emocional que sí proyectan estos medios para con la identidad andaluza. Y Gifreu se centra más a fondo en los efectos que esto tiene. Por si alguien no acaba de entender a lo que me refiero, piensen en una noticia producida ayer mismo en la prensa. El catalanísmo ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, denunciaba al PP por que con sus ataques a Catalunya, “hacía daño a Espanya”. Es decir, el mundo al revés. Resulta que no es dañado el que recibe el ataque sino el país de donde nace el ataque. ¿O no es así? Como dice el monólogo de Shylock, de Shakespeare, en que se queja que se piense que los judíos no sangran si se les pincha, los catalanes tampoco parece que sean capaces de sentir, ni de sufrir. Solo son capaces de causar problemas a España, cosa que debe compensar, lógicamente, vaciando sus bolsillos. Es evidente que estamos ante un hecho muy dañino para la creación de opinión pública no solo en Catalunya sino en España, con un resultado siempre nefasto para el primero. Sin embargo es un tema que rara vez manejan los políticos, y que queda lejos del debate general. Como tantas cosas vitales.
Pero antes de perdernos en tema complejos y antes de perder del todo el hilo de lo que venía describiendo, quisiera volver atrás y añadir cuatro palabras más sobre otros medios escritos en catalán. El Punt, es actualmente, el segundo más leído en catalán, según el control de medios. Es un diario joven, muy abierto ideológicamente. Tiene una fuerte implantación en ese territorio que la actual lider del PP Catalán, Alicia Sanchez Camacho, describió como “difícil”, es decir Girona. Allí es el medio más leído en un territorio, por cierto, tan difícil, que los únicos dos diarios que hay son en lengua comanche, ay perdón, en catalán, uno con vocación nacional, el otro –Diari de Girona- regional. Digno de apuntar también es que El Punt tiene o ha tenido ediciones menos regulares en Catalunya Nord y València. Además tiene un magnífico dominical, de un origen muy parecido a Argia, por cierto, que comparte con otros periódicos de Catalunya, les Illes y Andorra. Se llama “Presencia” y tiene ventas por encima de los 100.000 ejemplares, lo cual es todo un éxito. Quizás el “problema” para El Punt, en un país tan centralista como Catalunya –digamos la verdad– es que al haber surgido en Girona, y a pesar del traslado logístico de algunas secciones clave a Barcelona, sigue siendo percibido como un diario gerundense. Ante esto cabría preguntarse si comprarían los bilbaínos un diario alabés…
Volviendo a las comparaciones con Euskal Herria, una debe haber quedado implícita en mi pobre descripción. La distribución o implantación del proyecto con respecto al conjunto del territorio catalanohablante. Comparados con Gara, Deia o Berria, que llegan, bien o mal, a todos los territorios euskaldunes, ni Avui ni El Periódico tienen esa vocación actualmente. Por cierto, el haber escogido precisamente el nombre “Avui”, cuando arrancó en abril en 1976, por mucho que se proclamara de Països Catalans, demuestra, una vez más, ese tendencia al centralismo porque se da la casualidad de que una de esas pocas palabras que varían del catalán de Barcelona al de València es “avui”, que en València dicen “ui”. Ui, ui, ui. Ya era un mal nombre pues. Y lo que mal arranca, mal futuro tiene.
En revancha hay que decir que la gran revista semanal de actualidad, de nombre El Temps, nace y se produce desde Valencia, aunque su financiación seguramente tiene bastante que ver con el Principado y sus instituciones. Semanalmente cuenta con firmas de prestigio y es un referente importante. De la administración autonómica valenciana, ni que decir, no recibe un euro. No es extraño como no lo es que el País Valenciano es la única comunidad de lengua propia que ha perdido cuantitativa y proporcionalmente hablantes desde 1976. Unos 200,000 se calcula, una auténtica barbaridad achacable sin duda a la gran sintonía existente entre populares y socialistas en el tema lingüístico.
Una palabra también creo que sería interesante de añadir respecto al color político de las diferentes cabeceras. Quizás es donde más me arriesgue a dar mis opiniones porqué seguro que los venidos de Catalunya tendrán información más fresca y profunda. En todo caso permítanme apuntar algunos fenómenos y algunos episodios que ayudan a dar con el traste con el tópico de las lealtades políticas. Quizás sea otra cara de ese engendro que algunos gustan de llamar “hecho diferencial catalán”.
De hecho en Catalunya no hay una prensa de partido, o de clara marca política: Incluso me atrevería a decir que la falta de un hermetismo sectario absoluto da interesantes derivas. Quizás sorprenda de ver, por ejemplo, que dos de los diarios que más contribuyeron, con sangrantes editoriales, a la caída y eventual defenestración de Pasqual Maragall fueron El País y El Periódico, medios aparentemente encuadrados en la propia órbita socialista. Sin embargo es evidente que cabe preguntar, sin tempo de responder por falta de tiempo, ¿a qué socialistas exactamente nos estamos refiriendo? ¿A los de Madrid o los de Barcelona? ¿Y a cuáles de Barcelona? Los matices, evidentemente, son claves. Y las contradicciones también. ¿Por qué este diario regaló, como quien dice, páginas casi gratis para promocionar un gran acto en el Palau Sant Jordi de protesta por la impuntualidad socialista en la devolución de los famosos papeles de Salamanca a finales de 2007? Si era un acto claramente perjudicial para los socialistas. Para saltar a otro medio tradicionalmente ligado a una opción, Avui, también cabe destacar algunos prontos editoriales inesperados como fue el apoyo dado al acuerdo de financiación firmado últimamente. Era el previsible zarpazo godoista contra una Convergencia i Unió que el sistema decidía castigar por su aproximación al radicalismo? En todo caso viene a subrayar la debilidad que tiene el nacionalismo catalán para encontrar plataformas que expresen sus ideas y posiciones. ERC aparentemente ha tenido control del área de comunicación del Tripartito, pero brilla por su ausencia la capacidad de este grupo por hacerse oir. Un último apunte para insistir en la relativa falta de ortodoxia partidista de la actual prensa, en comparación con la vasca o la Francesa por ejemplo. Esto da casos tan curiosos como la portada de La Vanguardia al día siguiente del referendum de Arenys de Munt. Se destacaba en ella el triunfo del civismo que había significado. Quizás no sea más que la inevitabilidad de la prensa a hablar bien de lo que se ha hecho bien, abstracción hecha de los cachetes y reubicaciones que pueden seguir en días subsiguientes. Tendemos a decir que La Vanguardia es todo conservadurismo y españolismo, pero con eso damos una imagen simplista y tópica. Recordemos que Salvador Cardús publica regularmente sus excelentes artículos, a pesar de la insistencia por suprimir su colaboración por parte de algún partido tenido por muy catalanista. Igualmente hay que recordar que La Vanguardia, con el mismo propietario que hoy, fue el medio que capitaneó mediaticamente, y no sin simpatía por la operación, el anuncio de la Tregua de 1998 bajo la batuta de Juan Tapia y el cerebro y corazón del periodista y escritor Antoni Batista. Y también fue el diario que permitió, en marzo de 2007, la extraordinaria exposición que hizo Jordi Barbeta del documento jurídico del PSOE, entonces secreto, en que - en teoria - se recogían argumentos para “desmontar” las alegaciones del PP contra el Estatut. Lo que revelaba ese documento, aparte del cinismo del PSOE, era que al gobierno le constaba que ninguna de los artículos sensibles del Estatut iban a tener ningún tipo de virtualidad y que los reivindicaciones claves de Catalunya iban a ser papel mojado. Igualmente hay que recordar que este incidente tuvo muy graves consecuencias con amenazas contra Barbeta procedentes del entorno del propio Montilla, episodio que acabó en sonadas dimisiones, aunque también tuviera alguna repercusión para el propio periodista. No se debe acusar demasiado alegremente, pues, a La Vanguardia de amarillismo ni españolismo del más rancio en todas las ocasiones. Solo en algunas. En todo caso, lo que suele prevaler es su gubernamentalismo español desbaratado en esta ocasión y en alguna más.
Pero supongo que los presentes también tendrán curiosidad por conocer la suerte de otros medios públicos de comunicación bajo control tripartito, bajo control socialista en definitiva, para hacer comparaciones con lo que se está dando en Euskal Herria ahora bajo el control del turno pacífico PP-PSOE. Pues bien quizás haríamos bien en hablar de un término que puede resultar nuevo para alguno: la palabra “crosta”. Fue introducido en el panorama por el portavoz, nada menos, del PSC en el Parlament, Joan Ferran. Algunos dicen que el PSC es un partido con dos almas. Quizás lo fue. Creo que actualmente cabría hablar de un partido con dos furgones. El de primera y el de la cola. Creo que se confunde quien dice que el PSC es un partido catalanista, si por catalanismo entendemos algo mínimamente político y serio. En todo caso el PSC es hoy un partido que alguien ayer me definió como una ramificación del Estado con una cierta inercia catalanista. Nunca una iniciativa catalanista. Un partido que siempre ha considerado los medios de la CCRTV como algo ajeno. Un representante del sector cultural del PSC me definió su modelo ideal de radio como el de “una Cadena Ser con algo más de catalán”. No da para más. No nos engañemos, hoy es el dia en que el PSC está votando pueblo a pueblo contra el derecho más sagrado que tienen los pueblos, es decir el de decidir, incluso en poblaciones donde algún despistado del PP al menos se abstiene. Volviendo a lo de la “crosta”, Joan Ferran dijo que de los medios de comunicación públicos catalanes había que quitarle la crosta, la corteza, la capa superior, como si se tratara de un pan o de un arroz con leche. Qué era eso de la crosta? Se debía referir el buen hombre al acento nacionalista que tenían, en su opinión, algunos programas y presentadores de programas en TV3 y Catalunya Ràdio. Esto no era una opinión de un franco tirador cercano a al Partido de los Ciudadanos de Boadella. Lo decía el portavoz del partido. Es pues la cara pública del partido, que ni ha sido sustituido ni expedientado. Porqué es lo que piensan. Les da igual que el dial y las ondas televisivas catalanas estén repletos de castellano. Incluso que una TV como Telecinco se haya adherido a la campaña “Por la lengua común” que era un ataque frontal a la cooficialidad efectiva del catalán. Eso les trae sin cuidado. Ese partido que durante años, cuando hablaba de cultura popular, a través de su grupo Crisol, se interesaba mucho más por la cultura andaluza en Catalunya. En mi último libro, que para Durango saca Ttarttalo en castellano, hago una análisis de esta realidad actual del PSC. Las comparaciones con el proyecto de Patxi López quizás no son tan lejanas como dicen los tópicos. Por que la españolización del PSC, que cada día ve sectores como el de Nadal o Castells como crecientemente “exóticos”, está avanzando a un ritmo apreciable. No en vano dijo no hace mucho Raimon Obiols, ex primer secretario del PSC, que su partido corría el riesgo de convertirse en una Peña Rociera. Si lo dicen ellos…
Pero volvamos a los medios. ¿Qué hay de esto de la crosta? ¿Podemos hablar de depuración? Yo creo que sí hay una laminación de la presencia de lo catalanista en los medios públicos de la CCRTV aunque es difícil de medir y seguramente la razón exacta por la cual han saltado tantos nombres destacados habrá que esperar más tiempo para conocerla. Aunque los telenoticias de TV3 i Catalunya Ràdio todavía distan de los partes ministeriales en que se han convertido los de Radio Euskadi, es significativo que la CCRTV no haya tenido ningú reparo en cargarse profesionales que daban enormes audiencias a la casa. Es el caso de Antoni Bassas, que era un institución en Catalunya Ràdio. Su traslado a Estados Unidos, donde hace de reportero adocenado de crónica sociopolitica, muerte de Michael Jackson incluida, es de lo más insultante. Parece un castigo. ¿Tendría que ver con ello su moderado catalanismo o episodios como su aceptación de presentar actos de inclinación nacionalista pocos meses antes de su destitución, hecho presentado en términos de una simple falta de acuerdo en el capítulo de horarios y honorarios? No les tembló la mano a la hora de cargarse un presenbtador con 14 años de éxitos a la espalda. Su apartamento de los micrófonos significó una caída de audiencia de 70.000 oyentes para la cadena que en poco tiempo pasó de cadena estrella a disputarse el tercer puesto con la SER. La gente se pasó en masa a RAC1. También levanta sospechas en el mismo sentido -pero inconcluso por el hermetismo que da la exquisitez de los apartados- los casos de Albert Oms en la TV3 donde conducía con brillantez un magazine de la tarde seguido por centenares de miles de amas de casa. Era un programa bien distinto a los amarillos circos mediáticos de Madrid y en donde lo políticamente incorrecto y reivindicativo era sin duda presente. Curiosamente, Oms dejó el programa a los pocos meses de verse finalmente sobreseido el caso en que los tribunales españoles investigaban su responsabilidad, como entrevistador, en las declaraciones hechas contra la derecha españolista por el actor Pepe Rubianes. ¿Casualidad? ¿O quizás Albert Oms realmente quería cambiar de aires? Pero Bassas y Oms son solo dos de la larga nómina de periodistas apartados de estos medios como denunció en 2006 en su magnífico libro “TV3 a traició” el también destituido periodista Víctor Alexandre.
En cuanto a los perjuicios a la capacidad de TV3 de ser una herramienta de concienciación y disfrute más, como las televisiones que tienen todos los países del mundo, hay un capítulo de otro cariz, y mucho más oscuro todavía, que afecta el conjunto de los Països Catalans. Un episodio que si ocurriera en otros países de Europa, seguramente constituiría uno de los grandes escándalos genocidas de nuestros tiempos, al menos en la acepción cultural de la palabra “genocidio”. Me estoy refiriendo al desmantelamiento por parte del sistema judicial español, Guardia Civil y gobierno valenciano del PP, de los repetidores televisivos de la señal de TV3 en todo el País Valencià. No me estoy refiriendo a algo ocurrido en el franquismo, ni en Bosnia, ni a consecuencia del estalinismo. Me estoy refiriendo a lo que ocurre hoy, en septiembre de 2009. Los repetidores, heroicamente colocados, con mucho gasto, en las sierras de Valencia por entidades populares como Acció Cultural del País Valencia, están siendo cerradas en este mismo momento. De uno en uno. Lo más grave es que fuera de nuestras fronteras nadie protesta. Hay veinte ONGs en París para protestar por el veto chino a los medios tibetanos. Pero que a 1500 kms de Paris pase exactamente lo mismo les trae sin cuidado. ¿Por qué no hay lamas catalanes? Habrá que improvisarlos. El problema es muy parecido a lo que ocurre con Euskal Herria Irratia en Iruñaaldea y las noticias de ayer nos hablaron de pintadas de la Falange en repetidores de ETB en algún monte navarro. De lo que se trata es de aniquilar toda opción de respeto a la diversidad, fortaleciendo al fuerte, que gozo del apoyo del estado, y machacando al débil. Por fortuna hay
Quizás deba decir algo sobre medios de comunicación en Catalunya en relación al enunciado de esta jornada. Efectivamente, ¿qué está pasando en Catalunya? Bien, aquí también tendré que recurrir a la subjetividad, a la opinión personal. Aquí estamos intentando explicar cosas que están ocurriendo en Catalunya no tienen fácil explicación. Cosas como que un President de la Generalitat absolutamente proespañol, por partido y cultura, haya ido dos veces a Madrid a avisar de la desafección catalana. Que dos expresidents de la Generalitat hayan participado en una movilización convocada por una entidad de nombre tan sugerente como Plataforma por el Derecho a Decidir. Que destacados miembros del sector pro-socialista como Lopez Burniol, Ferran Masacarell, Xavier Rubert de Ventós, o Josep Ramoneda hayan progresado a posiciones públicas próximas al nacionalismo, e incluso el independentismo, llegando a afirmar el periodista de El País que en un referéndum probablemente votaría sí. Pero hay otras cosas. Lógicamente los procesos de referéndum como el celebrado, que pronto serán una avalancha más. Y de todo esto creo que podríamos apuntar a un gran paradigma, por lo que hace a la prensa, a los medios. Su práctica completa . Un ex Conseller de la Generalitat ha llamado a favor de la creación de un opción electoral abiertamente independentista en las siguientes elecciones. El hecho no tendría nada de particular si no fuera que las presentaciones de esta idea, en un sinfín de actos, están encontrando un respaldo muy considerable con salas llenas en un país donde los actos políticos son sinónimo de soponcio y sillas vacias. Algo está pasando, efectivamente, pero se enteran los medios. De estos actos, solo El Punt da ninguna reseña. El nerviosismo de ERC, al respecto, ya sería noticiable. Es pues de esta capacidad de despiste de los medios, por no decir su desbordamiento silencioso, que creo que hay que hablar. Lo haré con una anécdota.
Durante la primera masiva manifestación celebrada el 18 de febrero de 2006, por el derecho a decidir, me llamó un reportero de TV3 por el móbil. Una hora y cuarto después del arranques de la manifestació, me preguntó donde me encontraba. Yo dije que en la Plaza España en medio de una inmensa masa de gente incapaz de desplazarse en ninguna dirección. Su respuesta fue muy de país: “Collons”, palabra que el mojigato corrector de mi ordenador se emperra en dejar en Collins. El arrebato de mi interlocutor se debía al hecho de que le habían hecho bajar de Girona con una cámara y un micro a cubrir una manifestación en que los cálculos más conservadores hablaron de 350,000 manifestantes. Y yo digo. Si una oscura entidad por el derecho a decidir es capaz de desbordar el principal medio de comunicación público, ¿que no será capaz de desbordar ese mismo pueblo que se ha manifestado? El 1 de diciembre del 2007 se repitió la movilización, sólo que ahora los partidos no madrileños no volvieron a hacer el ridículo de esconder la cabeza, y enviaron sus primeras espadas. ¿Y qué más podemos decir de la prensa en este fértil y movedizo momento? Poco más que reconocer que los artículos de independentistas y soberanistas, si es que hay diferencia, te pueden aparecer por cualquier lado. Se acabó la cobardía de los 80, la parsimonia de los 90, y el globalismo falsamente cosmopolizante del nuevo milenio. Con todo el afer del nuevo Estatut y, añadiría, con la incapacidad española de superar el franquismo como ha documentado tan fielmente la versión final de la Ley de la Memoria, algo ha hecho “clac!” en Catalunya. Ha contribuido a todo ello aspectos físicos como el clopaso de las infrastructuras o el déficil fiscal tan citados. Pero tambien el alud de documentos y evidencias de tipo incriminatorio que han ido apareciendo sobre el franquismo –documentales, la revelación tanto de los crímenes franquistas como de la absoluta falta de ganas de los españoles de investigarlos, la constancia de la enorme incompatibilidad con la manera española de ver las cosas etc- siendo todas estas cosas que han hecho cristalizar una nueva conciencia, un nuevo cabreo, es el famoso sindrome del “català emprenyat”. El miedo se va evaporando y las encuestas sobre independentismo que a veces reflejan algunos medios hacen frotar los ojos incluso a los entendidos en estas materias. Hechos como el mal trato dispensado y la incomprensión sistemática que Madrid ha esgrimido como única respuesta a todo lo catalán, contrariamente a lo que auguraban los más conciliadores, no ha pasado en balde. Ahí está. Y los medios no tienen más remedio que reflejarlo.
Pero también hay más datos en torno a los medios catalanes que ayudan a entender cosas sobre lo que está ocurriendo en la Catalunya de hoy. Aunque en apariencia los principales medios privados están atados y bien atados, en manos de grupos tan poco catalanistas como Prisa, Zeta, y Godó, lo cierto es que hay toda un red de prensa menor, a veces casi invisible, que teje una extensa red de complicidades en el país. Aunque sigo siendo de la opinión que el pueblo catalán está peor informado en términos generales que el vasco, respecto al panorama nacional propio –para mi salta a la la vista– la revolución en Internet con la aparición de un mundo de páginas web y diarios electrónicos en catalán, ha tenido una efectividad considerable. Las cifras de consultas en las principales webs, como el de la Radio y Televisión Catalanas o Vilaweb, son sorprendentes, situando el catalán entre los primeros 25 idiomas del mundo en tráfico en la red. También debe figurar entre los grandes logros del catalanismo la consecución del dominio PUNTO CAT para lo catalán en el mundo. Todo esto ha llevado a una situación que permite que la información catalana y catalanista conozca un boom considerable, aunque sería un error pensar que será suficiente para cambiar la situación política. Pero sin duda está contribuyendo a ello. Campañas como las de llevar a 10.000 catalanes a Bruselas, para internacionalizar el conflicto catalán ante las instituciones europeas, en febrero de 2009, se basaron en gran parte en el poder de convocatoria de Internet. Evidentemente el catalanismo no puede esperar ninguna clase de ayuda de los principales medios, incluso los públicos, para dar cobertura a sus actividades.
Un último apunte sobre lo que está pasando en Catalunya en relación con evoluciones en los medios. Quiero referirse sobre la eclosión que ha habido en los últimos años de un discurso abiertamente independentista. Si bien los años 90, tras los vergonzosos sucesos de 1992 con las detenciones masivas i tortura de independentistas, fue una época de des-criminalización del independentismo, hay que decir que los últimos años han significado un enorme paso adelante en este sentido. Se ha hecho absolutamente normal oír opinión independentista en casi todas las tertulias. En paralelo a esto, son decenas de intelectuales y figuras públicas que están saliendo del armario para expresar su convicción de que con España, no hay nada, o muy poco, que hacer. La presencia en universidades claves de Estados Unidos, nada menos, como Stanford y Princeton, de catedráticos catalanes como Joan Ramon Resina o Carles Boix, abiertamente favorables al soberanismo, es un fenómeno impensable en años pasados. Y se hacen escuchar mucho. Los dos escriben regularmente en los principales diarios y participan de lleno en el debate público junto con decenas de pensadores más. Cardús, Paluzie, Terricabras y tantos más ocupan cátedras y decanatos clave en las Universidades catalanas y se han convertido en verdaderos azotes del estatus quo autonómico y sumiso que viene marcando los últimos años con Pujol, Maragall y, sobretodo, Montilla. Y los medios no tienen más remedio que exponer sus argumentos, que difícilmente hubieran llegado al gran público en épocas anteriores.
Todo esto, pues, creo que son unas claves, seguramente no todas, para entender las evoluciones del mundo mediático en Catalunya en este tiempo de novedades y de posibles cambios en el mapa electoral catalán. En el año 2004 organizamos las Topaketak sobre Catalunya en el Koldo Mitxelena, con algún acto en el Kursaal, que sirvió para verter luz sobre Catalunya vista desde Euskal Herria. Zorionak, hoy, a Hamaikabat por insistir en ese camino de intercambio y abrazo entre nuestros dos pueblos que nos sirvan de mutuo enriquecimiento. Buena falta nos hace. Eskerrik asko.
La sola mención de las personas invitadas constituía un atractivo por sí mismo. Los cito por orden de intervención: El primero, Salvador Cardús, sociólogo, doctor, profesor universitario y decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UAB. También es un certero analista social y político en los medios más importantes de Cataluña y aquí mismo, hasta su defenestración de Radio Euskadi por la “nueva” línea política adoptada por EiTB tras los recientes cambios. El segundo, Toni Strubell, licenciado en Oxford y reconocido periodista en ejercicio y que vive en nuestro país desde 1981, donde imparte clases en el Campus de Donostia de la Universidad de Deusto. Strubell es también colaborador habitual de múltiples medios de comunicación. La tercera intervención correspondió a Francesc Homs, licenciado en derecho y político en ejercicio como militante desde 1993 en Convergencia Democrática de Catalunya (CDC) y con altas responsabilidades en la actualidad en dicho partido. El cuarto, “last but not least”, fue Jaume Renyer, también licenciado en Derecho, profesor universitario y con varios cargos políticos en la Generalitat de Catalunya. Su nombre saltó a los medios como el acompañante, ideológicamente seguro, de Carod Rovira en su famosa entrevista con ETA en 2004. Renyer mantiene cotidianamente un blog de gran interés político.
Con estos integrantes, asunto y personas, estaba asegurada una mañana de gran interés. Y, de corazón, he de decir que no me defraudó.
Salvador Cardús
El contenido de su intervención consistía en presentar el ambiente político actual de Cataluña.
Comenzó Cardús con una síntesis muy clara sobre la actual situación política de Cataluña. Dividió su intervención en tres partes. En la primera analizó la evolución del panorama político catalán en los últimos 5 o 6 años; en la segunda, planteó sus consecuencias sobre el estado actual de Cataluña y en la tercera, presentó el panorama catalán de la actualidad más próxima.
En la primera parte, Cardús afirmó que el origen de la situación de estos últimos años ya estaba presente en 1988 y que sus características proceden de ambigüedades y confusiones básicas presentes ya en la etapa de la transición. A este respecto, citó cuatro aspectos determinantes:
• La frustración de las expectativas de todos quienes pusieron en marcha el proceso del nuevo Estatuto de Cataluña (Maragall en la calle, eliminado por su propio partido; el fracaso de lo que ERC denominó como “segunda transición” y la desaparición del mapa político del concepto que CDC llamó “soberanía compartida”, principalmente)
• La enorme erosión política de los partidos políticos catalanes y su incapacidad para defender, conjuntamente, su interés nacional.
• El alumbramiento de un Estatuto que ha dejado (o, por lo menos, amenaza dejar) sin horizonte nacional a Cataluña.
• El tremendo retroceso autonómico del Estado español, con un marco cada vez más antiautonomista.
En segundo lugar, sobre la situación actual, Cardús constató la no existencia de un espacio para lo que podría haber sido una “España plurinacional”, afirmó asimismo que es una imposibilidad contrastada, de modo semejante a una estructura federal del Estado español. Citó como ejemplos significativos en este sentido el progresivo cambio de actitud en personas no proclives a la independencia de Cataluña, como Juan José López Burniol, Francesc de Carreras, Ferrán Mascarell o Josep Ramoneda que coinciden en el diagnóstico de que entre Cataluña y España no hay, ni puede haber, en la actualidad relaciones bilaterales.
Añadió Cardús que no hay posiciones intermedias y que aceptar el “estatu quo” político implica la desaparición de Cataluña como nación. A este respecto afirmó claramente que hablar del “derecho a decidir” es no decir nada, que es una expresión vacía de contenido político, lo mismo que el concepto de “soberanía compartida”.
De igual modo que lo dicho sobre la “imposibilidad contrastada” de la España plurinacional o federal habló de la independencia de Cataluña como de una “imposibilidad no contrastada”, es decir como un factor a intentar. Esta opción al ser “no contrastada” se admite como viable ya que, según la exposición de Cardús: depende sólo de los propios catalanes, permite el diálogo y respeto mutuo con España, es comprensible por todo el mundo (para lo que es necesario hablar claro, sin ambigüedades) y tiene como aspecto firme el que supera la “cultura de la resistencia” actualmente vigente y de que se expresa “en positivo”. El principal obstáculo a la independencia es, precisamente, la incapacidad de imaginar tal escenario, dificultad basada principalmente en la colonización mental.
En tercer lugar, presentó la situación actual, caracterizada por la efervescencia de plataformas independentistas, muchas de gran radicalidad. En este sentido se centró brevemente en el nuevo movimiento Reagrupament, aglutinado por Joan Carretero, que nace con la ambición de reunir y cohesionar a todos los independentistas “salidos del armario”, según la expresión utilizada por el propio Cardús.
Toni Strubell
En su exposición presentó un punto de vista sobre los medios de comunicación en Cataluña.
Lo primero que expresó es que su planteamiento iba a ser una visión subjetiva, ya que opina que la prensa que vale realmente es la que tiene ciertas dosis de subjetividad.
Strubell planteó que hay mucha gente en el País Vasco que piensa que la situación de los medios de comunicación propios está mejor en Cataluña que en Euskal Herria y que, evidentemente, es así desde el punto de vista lingüístico por lo menos y tal vez no tanto desde el político. En efecto, en Cataluña constató que hay dos periódicos y medio en catalán (Avui, El Punt y la mitad de El Periódico, ya que éste tiene su edición básica en español y edita también una traducción de la misma al catalán). Constató que El Periódico vende significativamente más ejemplares que Avui y El Punt juntos.
Reflexionó también sobre La Vanguardia, que es un diario en el que el idioma catalán no aparece prácticamente nada, pero que es un periódico de un espectro ideológico más amplio que el de otros periódicos españoles adscritos a cualquier ideología o partido. En este sentido rebatió la tesis de que la compra de Avui por el grupo del Conde de Godó (La Vanguardia) hubiera significado una homogeneización ideológica entre ambos. Desde el punto de vista comercial, dijo, la concentración de la propiedad permite variedad y la variedad da ventajas en ventas a los propietarios. Concretamente explicó el papel de Antoni Batista en La Vanguardia, sobre todo a partir de la tregua de 1998, que logró que dicho periódico no cayera ni en el españolismo ni el amarillismo totales.
Explicó cómo se produjo un intento, desde Madrid, de crear un gran “hub” (centro neurálgico) periodístico español que absorbiera al resto de grupos, pero que el intento ha fracasado por ahora, ya que tanto el grupo Godó como Mediapro han escapado de su control. Explicó la calidad y expansión del suplemento semanal de El Punt, Presencia, con más de 100.000 ejemplares todos los domingos.
Strubell citó a Giffreu en su afirmación de que el Estado propio es la única garantía real para un país de tener prensa propia. En ese sentido hizo una reflexión sobre cómo los medios de comunicación españoles desconocen la mentalidad y el imaginario catalanes desde un punto de vista afectivo, ni se esfuerzan en conocerlos, mientras que sí sucede con los de los andaluces, por ejemplo.
Con relación al País Valenciano Strubell nombró como muy importante la labor de la revista de actualidad y opinión El Temps, editada en Valencia pero con acceso al ámbito de todos los países Catalanes. En este sentido habló del error de elegir como cabecera del que pretendía ser el periódico nacional para los Países Catalanes una de las pocas palabras diferentes entre el catalán del País Valenciano y el de la Cataluña estricta. En efecto, el “Avui” catalán (“hoy” en español) en Valencia se dice “Ui”. En cualquier caso afirmó que la política lingüística de la Generalitat Valenciana es realmente genocida y que desde 1976 hasta hoy se cuentan en el País Valenciano 200.000 hablantes de catalán menos.
Constató la debilidad del nacionalismo catalán en el control de medios y lo contrapuso a la situación vasca con el relativo control que ejerce el vasco, aparte de Berria y Gara, sobre Deia y el grupo Noticias en general.
Se extendió hablando sobre el PSC y la no existencia en el mismo de “dos almas”, una catalanista y otra españolista, sino simplemente de la realidad de “un furgón de cabeza y otro de cola”. Afirmó que el pensamiento del PSC sobre el ideal de lo que debería ser un medio de comunicación catalán es algo así como la Cadena SER con “algo más de catalán”. Del mismo modo que hace pocos años el PSOE planteó TVE como un medio para “vertebrar la nación española”, se constata la españolización efectuada por el mismo sobre TV3 y citó al respecto el libro de Víctor Alexandre “TV3 a traició”. En este sentido habló también críticamente del veto a TV3 en el País Valenciano y la eliminación progresiva de sus repetidores.
Terminó con una visión moderadamente optimista sobre el futuro, ya que, dijo, se terminó la cobardía y al igual que Cardús afirmó que el independentismo “ha salido del armario” y que en cualquier medio de comunicación catalán se encuentran opiniones soberanistas o independentistas. Citó a Carles Boix y J. R. Resina como ejemplo de periodistas catalanes con importante influencia a nivel internacional, ambos residentes en los Estados Unidos.
Francesc Homs
Su intervención estuvo centrada en explicar el concepto de “La casa gran del catalanisme” preconizada por Convergencia Democrática de Catalunya (CDC).
Explicó que, en su origen, CDC era más un movimiento que un partido y que esta es la idea que ha presidido la génesis del concepto “La Casa Gran”. Para llegar a esta idea han constatado tanto el agotamiento del modelo político actual como el de un cierto éxito del catalanismo a través de las instituciones del autogobierno y del logro de un modelo económico más abierto. Homs afirmó que el objetivo consiste en profundizar en ambos conceptos creando un movimiento de vocación mayoritaria que logre, por un lado, “refundar el catalanismo” y, por otro, “regenerar la democracia”. En todo este propósito planteó que no existe una ruptura con la situación actual.
Homs terminó afirmando que este movimiento tiene la ambición de ser mayoritario en número de votos en Cataluña, aunque eso suponga ciertas cesiones ideológicas y acceder así al ejercicio del poder en servicio de su pueblo. En este sentido dijo que Artur Más había afirmado que en un referéndum sobre la independencia de Cataluña votaría sí, pero que “La Casa gran” no se define en tal sentido.
Jaume Renyer
Su presentación se centró en los nuevos movimientos soberanistas.
Comenzó manifestando su discrepancia con el anterior ponente, Francesc Homs, ya que afirmó que piensa que ha habido un cambio fundamental de coyuntura, mientras que el planteamiento de Homs se basa en pensar que “todo sigue más o menos igual”.
Renyer pasó a afirmar que hoy en día en Cataluña el partido de orden por antonomasia es el PSC, estrictamente vinculado al PSOE, y que es un partido conservador sobre todo en el sentido del mantenimiento lo más intacto posible del estatus político.
En el ámbito cultural expuso que la hegemonía está actualmente en manos de una izquierda a la que denominó como banal y que une un determinado cristianismo progresista postconciliar a un tardomarxismo acrítico. Por el contrario, Renyer defendió un sistema de valores republicano que, por supuesto, no se reduce a defender una forma de gobierno, la república, frente a la monarquía, sino que engloba todo un sistema de valores ya expresados en determinados ámbitos del mundo mediterráneo, en Italia sobre todo, desde el siglo XVI hasta el XVIII. Este sistema está constituido por valores cívicos, de solidaridad y democráticos fundamentalmente.
Hoy en día, constató, se nota una tremenda desorientación y al mismo tiempo se percibe que el discurso independentista incomoda mucho en determinados sectores. Al mismo tiempo, verificó que la confianza en la propia población da mucho más juego de lo que muchas veces se piensa.
Afirmó Renyer que la crisis cultural del país, antes citada, provoca el crecimiento del proyecto nacionalista español, que se manifiesta en un sentimiento de fuerza creciente. A más debilidad catalana aparece más arrogancia por parte del Estado español.
Una reflexión interesante expresada por Renyer fue que aunque la sociedad en general no comparte en muchas ocasiones la propuestas que se le ofrecen en el campo electoral, sí manifiesta un amplio deseo de participar en la actividad política. Esto, constató Renyer, se traduce en la necesidad de diferenciar el proyecto político de los proyectos electorales. Cada vez se produce con más frecuencia la participación desde fuera de los partidos, desde plataformas cívicas, al modo de Arenys de Munt, que dan, y pueden dar todavía, mucho juego. Pero, según afirmó Renyer, estas plataformas deben converger en una concreción política.
La regeneración del movimiento nacional en un país como Cataluña y el acceso a un Estado propio exigen, según su exposición, en primer lugar de un núcleo económico potente y que asuma el hecho nacional sin complejos; en segundo lugar, de una intelectualidad nacional que exprese claramente toda la potencia cultural del país y en tercer lugar, de la actividad política como elemento determinante para su consecución.
Notas
Nota 1
El hecho de participar en último lugar hizo que el tiempo disponible para Jaume Renyer fuera considerablemente reducido, debido a la prolongación de anteriores intervenciones. Esto produjo una exposición tal vez demasiado rápida. Para compensar este posible déficit y dado el interés de su intervención, tomo del blog del propio Jaume Renyer el resumen de su intervención elaborado por él mismo.
Texto de Jaume Renyer:
En primer lugar, para entender lo que está pasando actualmente en Catalunya, hay que tener en cuenta que confluyen una serie de factores económicos y políticos. El balance de treinta años de régimen constitucional y autonómico presenta un balance negativo para el pueblo catalán: de ser la primera economía del Estado español, la catalana está hoy en claro retroceso comparada con la megalópolis madrileña o los territorios vasco-navarros con concierto económico. A ello hay que añadir la devaluación del papel de Barcelona, motor cultural y empresarial de Catalunya, hasta llegar al nivel de provincialización actual en todos los órdenes. Estos retrocesos tienen causas internas -el caso Millet, la corrupción de las elites autóctonas-, pero sobre todo externas: la deliberada discriminación de las políticas públicas estatales, el expolio fiscal, la dependencia económica y, en resumen, la dominación política.
En segundo lugar, este año 2009, se hacen patentes el fracaso del nuevo estatuto (inservible para atajar los problemas estructurales descritos anteriormente) y la animadversión a cualquier reivindicación proveniente de Catalunya en el conjunto del Estado. La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto del 2006, independientemente de cual sea su contenido, aún en el caso que deje intacto el texto autonómico, no alterará la convicción (hoy en día muy extendida socialmente) de que no supone la solución a los problemas del país.
En tercer lugar, tras seis años de gobiernos tripartitos capitaneados por el PSC-PSOE, la doctrina oficial continua siendo la de separar la gestión de los problemas sociales con los derechos nacionales, postergando los segundos aduciendo que no caben en el orden constitucional establecido. Fuera de los estrechos márgenes de la Constitución no hay -según los servidores del poder- reivindicaciones legítimas, como el derecho a la autodeterminación. El soporte ideológico a esta actitud se basa en la hegemonía -en los últimos treinta años- del progresismo abstracto (animadversión a la catalanidad), defensor de causas lejanas (antisionismo, antiamericanismo, antiliberalismo, etc.), incapaz de concretar políticas de transformación social y construcción nacional.
En cuarto lugar, la distancia entre los objetivos teóricos y la práctica real de los partidos integrantes del subsistema parlamentario catalán se ha traducido en abstención masiva, descrédito de la política y desorientación social. Por ejemplo, hace ahora veinte años, ICV, ERC y CIU aprobaron una resolución en el Parlamento de Catalunya según la cual no renunciaban a ejercer el derecho de autodeterminación en cuanto las condiciones lo permitiesen. No solo no han creado estas condiciones sino que esta primavera han votado -por unanimidad- contra la admisión a trámite en ese mismo Parlament de una iniciativa legislativa popular en pro del derecho de autodeterminación.
En quinto lugar, el éxito de la consulta de Arenys de Munt ha hecho aflorar en el seno de todos los partidos catalanes voces favorables al derecho a decidir, sumándose las cúpulas de los teóricos partidos nacionalistas a su extensión a otras poblaciones. Pero la divergencia entre estas estructuras profesionalizadas e integradas en el orden establecido y las plataformas soberanistas que desde el 2006 han surgido en Catalunya son cada vez más evidentes y profundas. El reto actual es si desde el movimiento cívico se puede plasmar un proyecto político con incidencia electoral capaz de regenerar la vida pública catalana y hacer posible un proceso de autodeterminación.
Nota 2
Texto de la intervención de Toni Strubell
Reproduzco el texto completo de la intervención de Toni Strubell, amablamente enviado por él mismo:
¿Qué está pasando en Catalunya?
Palacio de Miramar. 26.9.2009
Hamaikabat
Egun on denori. Mila esker konbidatzeagatik. Gaur Kataluinako prentsari buruz zerbait esateko eskatu dit Hamaikabatak eta, egia esateko, oso denbora eskasa izan dut zerbait onargarri prestatzeko. Gainera, jakin dut gero zeinek izango ziren nire ondean parte hartu beharko dutenek… eta jakina, beldurteko zen pasa dut unea. Abibidez, zerbait esatea Kataluinako prentsari buruz Salva Cardús aurre aurrean dagonean, oso ausarti egon behar zara! Berak da “Política de Paper” liburu ospetxu hori idatzi zuenak, oraindela 14 urte, eta bera da ere Catalunyako prentsari buruz erreferenzia ezinobea, noski. Eta zer ez esan Jaume Renyé eta Francesc Oms-i buruz? Behintzat haiek erakurtzen edo entzuten dute egunero Kataluinako prentsa. Nik ez! Baina tira, zerbait esango dut. Interesatuko zaizuela espero dut.
Como decía, hoy tengo delante un considerable reto. Hablarles de medios de comunicación en Catalunya en presencia, seguramente, de gente que saben bastante más que yo y que por lo menos están en contacto con ellos a diario. Yo no. Tratándose de la prensa, sólo hay que recordar el libro de un de ellos, Salva Cardús, con el título “Política de Paper”, publicado en 1995, para echarse a temblar. Por lo tanto, aun a sabiendas de que estas nobles salas suelen albergar muy informativas y rabiosamente documentadas lecciones sobre los temas universitarios más diversos, optaré por darles una visión más de estar por casa, más subjetiva que la que sin duda se merecen. Creo que alguien dijo alguna vez que la única prensa que valía la pena era la que tenía una dosis identificable de subjetividad. Espero que eso sirva también para cuando esa prensa hay que describirla. Allá vamos pues.
En un primer instante se me pasó por la cabeza preparar datos en power point y explicarles las cifras y los números del mundo mediático catalán. Pero aparte de asegurarles que esto lo tienen mejor y más cómodamente disponible en Internet, tendría que añadir que desde el momento que supimos que la degana de la Facultad de Economicas, la catedrática Elisenda Paluzie, no les iba a poder hablar hoy, estaba visto que los números iban a ser los grandes perdedores de la jornada.
Quisiera empezar mi aproximación a la situación de los medios de comunicación catalanes con un aspecto clave cuando se plantea este tema visto desde Euskal Herria. Entre vascos no es extraño de oír, en determinados círculos bienpensantes, que las cosas de la cultura - en que incluiremos, claro está, la prensa- siempre estan mejor en Catalunya. Y aquí es, creo yo, donde deberíamos empezar a hacer importantes matizaciones, sobre todo ante las dificultades que siempre conlleva decir qué es mejor, y que peor.
Si vamos con criterios estrictamente lingüísticos, es verdad que Catalunya tiene dos diarios y medio en catalán que cubren la mayor parte del territorio del Principat en ediciones diarias. Como sin duda saben, se trata de los diarios Avui, el Punt y la edición catalana de El Periódico, que cuento como medio periódico ya que simplemente es la versión en catalán de un diario pensado y hecho en castellano. En este sentido, y abusando de una complicidad no sé si del todo merecida, cabe recordar que el actual lema publicitario de Avui és “el diari fet i pensat en català”. Cogen la directa? Verdad que sí? Bien, a pesar de considerar un poco despectivamente El Períodico hasta aquí, lo cierto es que nuestras críticas no deben hacer sangre porqué realmente lo que ha hecho este diario, promovido por el Grupo Zeta, es tan extraño como meritorio.
Resulta que el diario un catalán hecho por no nacionalistas, y con exiguas dosis de catalanidad y catalanismo, resulta que vende significativamente más que los otros dos diarios en catalán juntos. Es sorprendente, claro está, hasta el momento en que nos ponemos a pensar en los recursos disponibles para promocionar unos y otros proyectos respectivamente. Puestos a criticar, desde una optica más catalana, un blanco mucho más asequible debería ser La Vanguardia, campeona de la prensa en castellano. En Catalunya no hay debate sobre cuando va a construirse el nuevo San Mamés o si Donosti supera en atractivos a Bilbao. Pero si se debate con un morbo incansable sobre cuando hará su aparición una edición en catalán de este periódico. Siempre amenazan los rumores, pero nunca se acaban de concretar. Los más pesimistas recuerdan como hace unos años el Grupo Godó no tuvo empacho en dejar con la miel en la boca a los catalanistas con el anuncio de una entrega semanal sobre cultura de título “Cultura/s”. “Ahora sí!” pensamos muchos, “con esa “s” pluralizante de “Culturas” por fin el Conde de Godó nos va a abrir un hueco para la prensa en catalán en su empresa”. Poco duró la alegría. Era un amago más, este rayando en el insulto, porque son muchas las semanas seguidas en que en su revista no sale una sola palabra en catalán como no sea en algún apellido.
Pero para ser justos, cabe decir, en honor al buen y tenístico conde, que su grupo sí compró el diario Avui. He hablado con Vicent Sanchis, su ex Director, sobre el tema que significaba esta compra en el panorama mediático catalán. El defendió el paso en una entrevista que le hice hace un mes y que saldrá en parte en mi siguiente libro. Lo puedo citar sin miedo a enrabietar a ningún editor porque todavía no tengo! Otra cosa es que yo sostenga todo lo que dice Sanchis. En todo caso, él opina esto:
“Muchos se enfadaron con la compra del AVU” dice. “ Incluso se dice la estupidez de que Godó compró el diario para hacerlo desparecer. No. Lo que debe saber la gente es que hoy el concepto de “concentración” es clave en el campo de los medios. La pureza es una entelequia. Una fórmula para la desparición. Unas cuantas empresas controlan todo el mercado. Es así. Estas concentraciones puede que tengan aspectos malos, pero también buenos. Hay propietarios de derechas que promocionan y se hacen ricos con medios de izquierda moderada. Y vice-versa. Es lo que hay. Godó no es catalanista, apoyó a Franco hasta el final. Pero con la compra de Avui, y sobre todo de la radio privada RAC1, puede sacar muchas ventajastanto él como el medio comprado. Godó sabe que si los descatalaniza, los echará a perder. En estos tiempos de concentración pues, hay que valorar que los productos catalanes se hagan un hueco en los catálogos de productos de los poderosos. Porqué así no sólo se sigue el patrón que domina actualmente, aquí y en la China, sino que aseguramos el futuro de estos productos altamente frágiles pero que, bien llevados, pueden dar muchos frutos y ayudar a potenciar nuestra cultura.”
Mucho de lo que dice Sanchis sobre la concentración y la necesidad de llegar a unos acuerdos que a menudo carecen de estética, podríamos aplicarlo al caso de Mediapro. El ex director de Avui recuerda, con sin razón, que en los años 90 en Madrid se hablaba del hub mediático madrileño como el gran futuro español que barrería a las alternativas periféricas como la catalana. Pensaban, con la clásica arrogancia que les caracteriza, que todos los medios serios estarían radicados en Madrid. OK. Las grandes cadenas de TV, Tele5, Antena 3, TVE, lo están. Prisa lo está. Pero les fallo el plan. Grupos como el Godó y Mediapro se salvaron de la quema. Resisten en esa “periferia”. Incluso, mejor que algunas vacas sagradas del pasado, como Prisa, que ahora se las ve y se las desea ante el poderío de Mediapro, que no será todo lo catalán que quisiéramos, pero al menos existe, cosa que no todos pueden decir. Y produce películas catalanas, y en catalán, cosa que no siempre ha sido capaz de asegurar la propia administración catalana. Habrá que esperar como queda todo el tema de la TDT, donde seguramente habrá oportunidades para más canales en catalán. Esperémoslo al menos. Pero no olvidemos las reservas que hace Josep Gifreu, catedrático de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, que ve el peligro de que todos los chavales catalanes acaben viendo Disney Channel en castellano, como seguramente amenaza de ocurrir aquí en Euskal Herria. Habrá que estar muy atento, pues, a las normativas y evoluciones. En todo caso las espadas siguen en alto. Habrá que seguir luchando para que un día estén blindados los medios en catalán y en euskera, como lo son los medios en idiomas de Estado. Pero pienso que con lo que acabo de decir, la letra está bien claramente escrita en la pared para el que la quiera ver. El mensaje es: el estado propio es la única garantía real. Nos lo recuerdan a diario.
Ha salido inevitablemente el nombre de Gifreu. En relación con los medios, quisiera mencionar de pasada un tema que poco investiga y denuncia con preocupación el catedrático de la Universitat Pompeu Fabra. El tema de la dificultad que hay en transmitir un mundo emocional catalán a través de los medios. Seguro que Salva también diría la suya en este ámbito. Para los medios españoles, no existe una emotividad catalana sana, ni una cultura popular, ni un universo lingüístico. Y esto en los canales televisivos que tienen el 80% de la audiencia en Catalunya, y el 100 en España. Un excelente trabajo de Xavier Ruiz Collantes, de la UAB, lo denuncia en toda su crudeza al comprar el torrente emocional que sí proyectan estos medios para con la identidad andaluza. Y Gifreu se centra más a fondo en los efectos que esto tiene. Por si alguien no acaba de entender a lo que me refiero, piensen en una noticia producida ayer mismo en la prensa. El catalanísmo ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, denunciaba al PP por que con sus ataques a Catalunya, “hacía daño a Espanya”. Es decir, el mundo al revés. Resulta que no es dañado el que recibe el ataque sino el país de donde nace el ataque. ¿O no es así? Como dice el monólogo de Shylock, de Shakespeare, en que se queja que se piense que los judíos no sangran si se les pincha, los catalanes tampoco parece que sean capaces de sentir, ni de sufrir. Solo son capaces de causar problemas a España, cosa que debe compensar, lógicamente, vaciando sus bolsillos. Es evidente que estamos ante un hecho muy dañino para la creación de opinión pública no solo en Catalunya sino en España, con un resultado siempre nefasto para el primero. Sin embargo es un tema que rara vez manejan los políticos, y que queda lejos del debate general. Como tantas cosas vitales.
Pero antes de perdernos en tema complejos y antes de perder del todo el hilo de lo que venía describiendo, quisiera volver atrás y añadir cuatro palabras más sobre otros medios escritos en catalán. El Punt, es actualmente, el segundo más leído en catalán, según el control de medios. Es un diario joven, muy abierto ideológicamente. Tiene una fuerte implantación en ese territorio que la actual lider del PP Catalán, Alicia Sanchez Camacho, describió como “difícil”, es decir Girona. Allí es el medio más leído en un territorio, por cierto, tan difícil, que los únicos dos diarios que hay son en lengua comanche, ay perdón, en catalán, uno con vocación nacional, el otro –Diari de Girona- regional. Digno de apuntar también es que El Punt tiene o ha tenido ediciones menos regulares en Catalunya Nord y València. Además tiene un magnífico dominical, de un origen muy parecido a Argia, por cierto, que comparte con otros periódicos de Catalunya, les Illes y Andorra. Se llama “Presencia” y tiene ventas por encima de los 100.000 ejemplares, lo cual es todo un éxito. Quizás el “problema” para El Punt, en un país tan centralista como Catalunya –digamos la verdad– es que al haber surgido en Girona, y a pesar del traslado logístico de algunas secciones clave a Barcelona, sigue siendo percibido como un diario gerundense. Ante esto cabría preguntarse si comprarían los bilbaínos un diario alabés…
Volviendo a las comparaciones con Euskal Herria, una debe haber quedado implícita en mi pobre descripción. La distribución o implantación del proyecto con respecto al conjunto del territorio catalanohablante. Comparados con Gara, Deia o Berria, que llegan, bien o mal, a todos los territorios euskaldunes, ni Avui ni El Periódico tienen esa vocación actualmente. Por cierto, el haber escogido precisamente el nombre “Avui”, cuando arrancó en abril en 1976, por mucho que se proclamara de Països Catalans, demuestra, una vez más, ese tendencia al centralismo porque se da la casualidad de que una de esas pocas palabras que varían del catalán de Barcelona al de València es “avui”, que en València dicen “ui”. Ui, ui, ui. Ya era un mal nombre pues. Y lo que mal arranca, mal futuro tiene.
En revancha hay que decir que la gran revista semanal de actualidad, de nombre El Temps, nace y se produce desde Valencia, aunque su financiación seguramente tiene bastante que ver con el Principado y sus instituciones. Semanalmente cuenta con firmas de prestigio y es un referente importante. De la administración autonómica valenciana, ni que decir, no recibe un euro. No es extraño como no lo es que el País Valenciano es la única comunidad de lengua propia que ha perdido cuantitativa y proporcionalmente hablantes desde 1976. Unos 200,000 se calcula, una auténtica barbaridad achacable sin duda a la gran sintonía existente entre populares y socialistas en el tema lingüístico.
Una palabra también creo que sería interesante de añadir respecto al color político de las diferentes cabeceras. Quizás es donde más me arriesgue a dar mis opiniones porqué seguro que los venidos de Catalunya tendrán información más fresca y profunda. En todo caso permítanme apuntar algunos fenómenos y algunos episodios que ayudan a dar con el traste con el tópico de las lealtades políticas. Quizás sea otra cara de ese engendro que algunos gustan de llamar “hecho diferencial catalán”.
De hecho en Catalunya no hay una prensa de partido, o de clara marca política: Incluso me atrevería a decir que la falta de un hermetismo sectario absoluto da interesantes derivas. Quizás sorprenda de ver, por ejemplo, que dos de los diarios que más contribuyeron, con sangrantes editoriales, a la caída y eventual defenestración de Pasqual Maragall fueron El País y El Periódico, medios aparentemente encuadrados en la propia órbita socialista. Sin embargo es evidente que cabe preguntar, sin tempo de responder por falta de tiempo, ¿a qué socialistas exactamente nos estamos refiriendo? ¿A los de Madrid o los de Barcelona? ¿Y a cuáles de Barcelona? Los matices, evidentemente, son claves. Y las contradicciones también. ¿Por qué este diario regaló, como quien dice, páginas casi gratis para promocionar un gran acto en el Palau Sant Jordi de protesta por la impuntualidad socialista en la devolución de los famosos papeles de Salamanca a finales de 2007? Si era un acto claramente perjudicial para los socialistas. Para saltar a otro medio tradicionalmente ligado a una opción, Avui, también cabe destacar algunos prontos editoriales inesperados como fue el apoyo dado al acuerdo de financiación firmado últimamente. Era el previsible zarpazo godoista contra una Convergencia i Unió que el sistema decidía castigar por su aproximación al radicalismo? En todo caso viene a subrayar la debilidad que tiene el nacionalismo catalán para encontrar plataformas que expresen sus ideas y posiciones. ERC aparentemente ha tenido control del área de comunicación del Tripartito, pero brilla por su ausencia la capacidad de este grupo por hacerse oir. Un último apunte para insistir en la relativa falta de ortodoxia partidista de la actual prensa, en comparación con la vasca o la Francesa por ejemplo. Esto da casos tan curiosos como la portada de La Vanguardia al día siguiente del referendum de Arenys de Munt. Se destacaba en ella el triunfo del civismo que había significado. Quizás no sea más que la inevitabilidad de la prensa a hablar bien de lo que se ha hecho bien, abstracción hecha de los cachetes y reubicaciones que pueden seguir en días subsiguientes. Tendemos a decir que La Vanguardia es todo conservadurismo y españolismo, pero con eso damos una imagen simplista y tópica. Recordemos que Salvador Cardús publica regularmente sus excelentes artículos, a pesar de la insistencia por suprimir su colaboración por parte de algún partido tenido por muy catalanista. Igualmente hay que recordar que La Vanguardia, con el mismo propietario que hoy, fue el medio que capitaneó mediaticamente, y no sin simpatía por la operación, el anuncio de la Tregua de 1998 bajo la batuta de Juan Tapia y el cerebro y corazón del periodista y escritor Antoni Batista. Y también fue el diario que permitió, en marzo de 2007, la extraordinaria exposición que hizo Jordi Barbeta del documento jurídico del PSOE, entonces secreto, en que - en teoria - se recogían argumentos para “desmontar” las alegaciones del PP contra el Estatut. Lo que revelaba ese documento, aparte del cinismo del PSOE, era que al gobierno le constaba que ninguna de los artículos sensibles del Estatut iban a tener ningún tipo de virtualidad y que los reivindicaciones claves de Catalunya iban a ser papel mojado. Igualmente hay que recordar que este incidente tuvo muy graves consecuencias con amenazas contra Barbeta procedentes del entorno del propio Montilla, episodio que acabó en sonadas dimisiones, aunque también tuviera alguna repercusión para el propio periodista. No se debe acusar demasiado alegremente, pues, a La Vanguardia de amarillismo ni españolismo del más rancio en todas las ocasiones. Solo en algunas. En todo caso, lo que suele prevaler es su gubernamentalismo español desbaratado en esta ocasión y en alguna más.
Pero supongo que los presentes también tendrán curiosidad por conocer la suerte de otros medios públicos de comunicación bajo control tripartito, bajo control socialista en definitiva, para hacer comparaciones con lo que se está dando en Euskal Herria ahora bajo el control del turno pacífico PP-PSOE. Pues bien quizás haríamos bien en hablar de un término que puede resultar nuevo para alguno: la palabra “crosta”. Fue introducido en el panorama por el portavoz, nada menos, del PSC en el Parlament, Joan Ferran. Algunos dicen que el PSC es un partido con dos almas. Quizás lo fue. Creo que actualmente cabría hablar de un partido con dos furgones. El de primera y el de la cola. Creo que se confunde quien dice que el PSC es un partido catalanista, si por catalanismo entendemos algo mínimamente político y serio. En todo caso el PSC es hoy un partido que alguien ayer me definió como una ramificación del Estado con una cierta inercia catalanista. Nunca una iniciativa catalanista. Un partido que siempre ha considerado los medios de la CCRTV como algo ajeno. Un representante del sector cultural del PSC me definió su modelo ideal de radio como el de “una Cadena Ser con algo más de catalán”. No da para más. No nos engañemos, hoy es el dia en que el PSC está votando pueblo a pueblo contra el derecho más sagrado que tienen los pueblos, es decir el de decidir, incluso en poblaciones donde algún despistado del PP al menos se abstiene. Volviendo a lo de la “crosta”, Joan Ferran dijo que de los medios de comunicación públicos catalanes había que quitarle la crosta, la corteza, la capa superior, como si se tratara de un pan o de un arroz con leche. Qué era eso de la crosta? Se debía referir el buen hombre al acento nacionalista que tenían, en su opinión, algunos programas y presentadores de programas en TV3 y Catalunya Ràdio. Esto no era una opinión de un franco tirador cercano a al Partido de los Ciudadanos de Boadella. Lo decía el portavoz del partido. Es pues la cara pública del partido, que ni ha sido sustituido ni expedientado. Porqué es lo que piensan. Les da igual que el dial y las ondas televisivas catalanas estén repletos de castellano. Incluso que una TV como Telecinco se haya adherido a la campaña “Por la lengua común” que era un ataque frontal a la cooficialidad efectiva del catalán. Eso les trae sin cuidado. Ese partido que durante años, cuando hablaba de cultura popular, a través de su grupo Crisol, se interesaba mucho más por la cultura andaluza en Catalunya. En mi último libro, que para Durango saca Ttarttalo en castellano, hago una análisis de esta realidad actual del PSC. Las comparaciones con el proyecto de Patxi López quizás no son tan lejanas como dicen los tópicos. Por que la españolización del PSC, que cada día ve sectores como el de Nadal o Castells como crecientemente “exóticos”, está avanzando a un ritmo apreciable. No en vano dijo no hace mucho Raimon Obiols, ex primer secretario del PSC, que su partido corría el riesgo de convertirse en una Peña Rociera. Si lo dicen ellos…
Pero volvamos a los medios. ¿Qué hay de esto de la crosta? ¿Podemos hablar de depuración? Yo creo que sí hay una laminación de la presencia de lo catalanista en los medios públicos de la CCRTV aunque es difícil de medir y seguramente la razón exacta por la cual han saltado tantos nombres destacados habrá que esperar más tiempo para conocerla. Aunque los telenoticias de TV3 i Catalunya Ràdio todavía distan de los partes ministeriales en que se han convertido los de Radio Euskadi, es significativo que la CCRTV no haya tenido ningú reparo en cargarse profesionales que daban enormes audiencias a la casa. Es el caso de Antoni Bassas, que era un institución en Catalunya Ràdio. Su traslado a Estados Unidos, donde hace de reportero adocenado de crónica sociopolitica, muerte de Michael Jackson incluida, es de lo más insultante. Parece un castigo. ¿Tendría que ver con ello su moderado catalanismo o episodios como su aceptación de presentar actos de inclinación nacionalista pocos meses antes de su destitución, hecho presentado en términos de una simple falta de acuerdo en el capítulo de horarios y honorarios? No les tembló la mano a la hora de cargarse un presenbtador con 14 años de éxitos a la espalda. Su apartamento de los micrófonos significó una caída de audiencia de 70.000 oyentes para la cadena que en poco tiempo pasó de cadena estrella a disputarse el tercer puesto con la SER. La gente se pasó en masa a RAC1. También levanta sospechas en el mismo sentido -pero inconcluso por el hermetismo que da la exquisitez de los apartados- los casos de Albert Oms en la TV3 donde conducía con brillantez un magazine de la tarde seguido por centenares de miles de amas de casa. Era un programa bien distinto a los amarillos circos mediáticos de Madrid y en donde lo políticamente incorrecto y reivindicativo era sin duda presente. Curiosamente, Oms dejó el programa a los pocos meses de verse finalmente sobreseido el caso en que los tribunales españoles investigaban su responsabilidad, como entrevistador, en las declaraciones hechas contra la derecha españolista por el actor Pepe Rubianes. ¿Casualidad? ¿O quizás Albert Oms realmente quería cambiar de aires? Pero Bassas y Oms son solo dos de la larga nómina de periodistas apartados de estos medios como denunció en 2006 en su magnífico libro “TV3 a traició” el también destituido periodista Víctor Alexandre.
En cuanto a los perjuicios a la capacidad de TV3 de ser una herramienta de concienciación y disfrute más, como las televisiones que tienen todos los países del mundo, hay un capítulo de otro cariz, y mucho más oscuro todavía, que afecta el conjunto de los Països Catalans. Un episodio que si ocurriera en otros países de Europa, seguramente constituiría uno de los grandes escándalos genocidas de nuestros tiempos, al menos en la acepción cultural de la palabra “genocidio”. Me estoy refiriendo al desmantelamiento por parte del sistema judicial español, Guardia Civil y gobierno valenciano del PP, de los repetidores televisivos de la señal de TV3 en todo el País Valencià. No me estoy refiriendo a algo ocurrido en el franquismo, ni en Bosnia, ni a consecuencia del estalinismo. Me estoy refiriendo a lo que ocurre hoy, en septiembre de 2009. Los repetidores, heroicamente colocados, con mucho gasto, en las sierras de Valencia por entidades populares como Acció Cultural del País Valencia, están siendo cerradas en este mismo momento. De uno en uno. Lo más grave es que fuera de nuestras fronteras nadie protesta. Hay veinte ONGs en París para protestar por el veto chino a los medios tibetanos. Pero que a 1500 kms de Paris pase exactamente lo mismo les trae sin cuidado. ¿Por qué no hay lamas catalanes? Habrá que improvisarlos. El problema es muy parecido a lo que ocurre con Euskal Herria Irratia en Iruñaaldea y las noticias de ayer nos hablaron de pintadas de la Falange en repetidores de ETB en algún monte navarro. De lo que se trata es de aniquilar toda opción de respeto a la diversidad, fortaleciendo al fuerte, que gozo del apoyo del estado, y machacando al débil. Por fortuna hay
Quizás deba decir algo sobre medios de comunicación en Catalunya en relación al enunciado de esta jornada. Efectivamente, ¿qué está pasando en Catalunya? Bien, aquí también tendré que recurrir a la subjetividad, a la opinión personal. Aquí estamos intentando explicar cosas que están ocurriendo en Catalunya no tienen fácil explicación. Cosas como que un President de la Generalitat absolutamente proespañol, por partido y cultura, haya ido dos veces a Madrid a avisar de la desafección catalana. Que dos expresidents de la Generalitat hayan participado en una movilización convocada por una entidad de nombre tan sugerente como Plataforma por el Derecho a Decidir. Que destacados miembros del sector pro-socialista como Lopez Burniol, Ferran Masacarell, Xavier Rubert de Ventós, o Josep Ramoneda hayan progresado a posiciones públicas próximas al nacionalismo, e incluso el independentismo, llegando a afirmar el periodista de El País que en un referéndum probablemente votaría sí. Pero hay otras cosas. Lógicamente los procesos de referéndum como el celebrado, que pronto serán una avalancha más. Y de todo esto creo que podríamos apuntar a un gran paradigma, por lo que hace a la prensa, a los medios. Su práctica completa . Un ex Conseller de la Generalitat ha llamado a favor de la creación de un opción electoral abiertamente independentista en las siguientes elecciones. El hecho no tendría nada de particular si no fuera que las presentaciones de esta idea, en un sinfín de actos, están encontrando un respaldo muy considerable con salas llenas en un país donde los actos políticos son sinónimo de soponcio y sillas vacias. Algo está pasando, efectivamente, pero se enteran los medios. De estos actos, solo El Punt da ninguna reseña. El nerviosismo de ERC, al respecto, ya sería noticiable. Es pues de esta capacidad de despiste de los medios, por no decir su desbordamiento silencioso, que creo que hay que hablar. Lo haré con una anécdota.
Durante la primera masiva manifestación celebrada el 18 de febrero de 2006, por el derecho a decidir, me llamó un reportero de TV3 por el móbil. Una hora y cuarto después del arranques de la manifestació, me preguntó donde me encontraba. Yo dije que en la Plaza España en medio de una inmensa masa de gente incapaz de desplazarse en ninguna dirección. Su respuesta fue muy de país: “Collons”, palabra que el mojigato corrector de mi ordenador se emperra en dejar en Collins. El arrebato de mi interlocutor se debía al hecho de que le habían hecho bajar de Girona con una cámara y un micro a cubrir una manifestación en que los cálculos más conservadores hablaron de 350,000 manifestantes. Y yo digo. Si una oscura entidad por el derecho a decidir es capaz de desbordar el principal medio de comunicación público, ¿que no será capaz de desbordar ese mismo pueblo que se ha manifestado? El 1 de diciembre del 2007 se repitió la movilización, sólo que ahora los partidos no madrileños no volvieron a hacer el ridículo de esconder la cabeza, y enviaron sus primeras espadas. ¿Y qué más podemos decir de la prensa en este fértil y movedizo momento? Poco más que reconocer que los artículos de independentistas y soberanistas, si es que hay diferencia, te pueden aparecer por cualquier lado. Se acabó la cobardía de los 80, la parsimonia de los 90, y el globalismo falsamente cosmopolizante del nuevo milenio. Con todo el afer del nuevo Estatut y, añadiría, con la incapacidad española de superar el franquismo como ha documentado tan fielmente la versión final de la Ley de la Memoria, algo ha hecho “clac!” en Catalunya. Ha contribuido a todo ello aspectos físicos como el clopaso de las infrastructuras o el déficil fiscal tan citados. Pero tambien el alud de documentos y evidencias de tipo incriminatorio que han ido apareciendo sobre el franquismo –documentales, la revelación tanto de los crímenes franquistas como de la absoluta falta de ganas de los españoles de investigarlos, la constancia de la enorme incompatibilidad con la manera española de ver las cosas etc- siendo todas estas cosas que han hecho cristalizar una nueva conciencia, un nuevo cabreo, es el famoso sindrome del “català emprenyat”. El miedo se va evaporando y las encuestas sobre independentismo que a veces reflejan algunos medios hacen frotar los ojos incluso a los entendidos en estas materias. Hechos como el mal trato dispensado y la incomprensión sistemática que Madrid ha esgrimido como única respuesta a todo lo catalán, contrariamente a lo que auguraban los más conciliadores, no ha pasado en balde. Ahí está. Y los medios no tienen más remedio que reflejarlo.
Pero también hay más datos en torno a los medios catalanes que ayudan a entender cosas sobre lo que está ocurriendo en la Catalunya de hoy. Aunque en apariencia los principales medios privados están atados y bien atados, en manos de grupos tan poco catalanistas como Prisa, Zeta, y Godó, lo cierto es que hay toda un red de prensa menor, a veces casi invisible, que teje una extensa red de complicidades en el país. Aunque sigo siendo de la opinión que el pueblo catalán está peor informado en términos generales que el vasco, respecto al panorama nacional propio –para mi salta a la la vista– la revolución en Internet con la aparición de un mundo de páginas web y diarios electrónicos en catalán, ha tenido una efectividad considerable. Las cifras de consultas en las principales webs, como el de la Radio y Televisión Catalanas o Vilaweb, son sorprendentes, situando el catalán entre los primeros 25 idiomas del mundo en tráfico en la red. También debe figurar entre los grandes logros del catalanismo la consecución del dominio PUNTO CAT para lo catalán en el mundo. Todo esto ha llevado a una situación que permite que la información catalana y catalanista conozca un boom considerable, aunque sería un error pensar que será suficiente para cambiar la situación política. Pero sin duda está contribuyendo a ello. Campañas como las de llevar a 10.000 catalanes a Bruselas, para internacionalizar el conflicto catalán ante las instituciones europeas, en febrero de 2009, se basaron en gran parte en el poder de convocatoria de Internet. Evidentemente el catalanismo no puede esperar ninguna clase de ayuda de los principales medios, incluso los públicos, para dar cobertura a sus actividades.
Un último apunte sobre lo que está pasando en Catalunya en relación con evoluciones en los medios. Quiero referirse sobre la eclosión que ha habido en los últimos años de un discurso abiertamente independentista. Si bien los años 90, tras los vergonzosos sucesos de 1992 con las detenciones masivas i tortura de independentistas, fue una época de des-criminalización del independentismo, hay que decir que los últimos años han significado un enorme paso adelante en este sentido. Se ha hecho absolutamente normal oír opinión independentista en casi todas las tertulias. En paralelo a esto, son decenas de intelectuales y figuras públicas que están saliendo del armario para expresar su convicción de que con España, no hay nada, o muy poco, que hacer. La presencia en universidades claves de Estados Unidos, nada menos, como Stanford y Princeton, de catedráticos catalanes como Joan Ramon Resina o Carles Boix, abiertamente favorables al soberanismo, es un fenómeno impensable en años pasados. Y se hacen escuchar mucho. Los dos escriben regularmente en los principales diarios y participan de lleno en el debate público junto con decenas de pensadores más. Cardús, Paluzie, Terricabras y tantos más ocupan cátedras y decanatos clave en las Universidades catalanas y se han convertido en verdaderos azotes del estatus quo autonómico y sumiso que viene marcando los últimos años con Pujol, Maragall y, sobretodo, Montilla. Y los medios no tienen más remedio que exponer sus argumentos, que difícilmente hubieran llegado al gran público en épocas anteriores.
Todo esto, pues, creo que son unas claves, seguramente no todas, para entender las evoluciones del mundo mediático en Catalunya en este tiempo de novedades y de posibles cambios en el mapa electoral catalán. En el año 2004 organizamos las Topaketak sobre Catalunya en el Koldo Mitxelena, con algún acto en el Kursaal, que sirvió para verter luz sobre Catalunya vista desde Euskal Herria. Zorionak, hoy, a Hamaikabat por insistir en ese camino de intercambio y abrazo entre nuestros dos pueblos que nos sirvan de mutuo enriquecimiento. Buena falta nos hace. Eskerrik asko.
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