Según noticias recientes, ante los problemas surgidos al “Alacrana”, buque pesquero de Bermeo asaltado y retenido por lo que llaman “piratas” somalíes, parece que, tras la negativa del Ministerio español del Ejército de proporcionar militares españoles como protección, los armadores de varios pesqueros vascos han decidido poner sus barcos bajo bandera de las islas Scheyselles. Afirman que es la única posibilidad de lograr embarcar efectivos (para)militares (no españoles, obviamente) para su defensa frente a ataques “piratas”.
Se debería comenzar por reflexionar sobre quién ejerce realmente la piratería en aguas del océano Índico. ¿Bajo qué condiciones pesca atún la flota que faena? ¿Qué cantidad de pesca tiene permitida? ¿Por quién? ¿Es, tal vez, una lucha de “todos contra todos” por llevarse la máxima cantidad en el mínimo tiempo, aunque se destruyan la reservas de los caladeros? ¿Está regulado este tipo de pesca, aunque sea en aguas “internacionales”, por algún convenio o acuerdo? Si lo hubiera, ¿quiénes han suscrito el mismo?
Tras estas consideraciones, principales y de base, se puede pasar a las consecuencias. Existen, está claro, lo que los medios de comunicación normales a nuestro alcance denominan como “piratas”. Ante ellos es necesaria, parece, una defensa armada. Los franceses la ofrecen, con su armada, a quienes faenan bajo su bandera, sean vascos, bretones o de cualquier otro de “sus” territorios. Los españoles, a pesar de las súplicas de Pnv y Pp “vascos”, se niegan a brindarla según palabras de su ministra del Ejército, Chacón.
Conclusión: algunos pesqueros vascos faenarán bajo la bandera de las islas Scheyselles, bandera que permite, según parece, embarcar exmilitares o paramilitares dependientes de empresas de seguridad privadas para efectuar labores de disuasión con respecto a los denominados como “piratas”. Seamos serios y aceptemos de una vez nuestra presencia en el mundo: como vascos no desempeñamos ningún papel, la nuestra es una posición subordinada e integrada en los estados español y francés, que desde tanto tiempo nos ocupan y dominan, por si alguien no se había dado cuenta todavía.
En primer lugar, con un Estado propio seríamos sujeto en el orden político mundial, sin depender de españoles y franceses, y podríamos negociar nuestras cuotas pesqueras (con mayor o menor éxito, dependiendo de nuestra capacidad, claro está) en los diversos caladeros que ofrece hoy en día el mundo. No seríamos “piratas pesqueros”, mercenarios de españoles y franceses como somos ahora.
Y, en segundo, no necesitaríamos poner nuestros barcos bajo una tercera bandera, sino bajo la nuestra propia que, con todo el aparato diplomático y negociador necesario para defender nuestros intereses solidarios con el resto de pueblos del planeta, nos permitiría ejercer una pesca razonable sin recurrir a ejércitos extranjeros e invasores ni a mercenarios, también extraños.
Una vez más percibimos con claridad que los problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad encontrarían una solución más sencilla, inmediata y efectiva, y más democrática por supuesto, recuperando nuestro Estado histórico, Navarra, mejor capacitado para garantizar nuestros intereses en el mundo que quienes tradicionalmente se han mostrado como nuestros enemigos.
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