El pasado
sólo está fijado definitivamente cuando no hay porvenir
Raymond Aron
Dimensions
de la conscience historique
En
2012 se produjo entre nosotros un importante debate, un
«combate por la historia» en
el sentido que utilizó Lucien Febvre en su libro así titulado. Se refería a los
acontecimientos de la etapa 1512-1530 ocurridos en la parte sudpirenáica del
reino de Navarra, independiente hasta entonces. Este ‘combate’ se expresó
entonces en dos aspectos del mismo problema.
Por
un lado, el hecho de que la historia se escribe siempre desde el presente; son
los intereses políticos y sociales actuales los que buscan e interpretan lo
sucedido en el pasado para reafirmar sus posiciones. En su libro Histoire et mémoire, Jacques Le Goff indica:
“La idea de que la historia está
dominada por el presente descansa ampliamente sobre una frase célebre de
Benedetto Croce que afirmaba que ‘toda historia es historia contemporánea’.
Croce entiende aquí que ‘por muy alejados en el tiempo que parezcan los
acontecimientos que cuenta, la historia en realidad se relaciona con las
necesidades presentes y con las situaciones presentes en las que resuenan esos
acontecimientos”
Por
otro, se encuentra la capacidad de realizar un relato coherente, no sólo de
esos hechos sino el conjunto de la historia de la sociedad que los sufrió. En
ese combate, evidentemente intelectual, quedó muy claro que vencieron quienes
planteaban lo sucedido como una conquista violenta, seguida de una ocupación
militar y una subordinación política posterior. Perdieron quienes proponían la
tesis de “conquista ‘beneficiosa’ para una Navarra desgarrada y en vías de
disolución”, cuestión que se demostró falsa de arriba abajo. Se ganó una
batalla, pero la guerra continúa. Quienes la perdieron entonces cuentan, sobre
todo, con el apoyo incondicional del poder político del Estado español.
En
ambos aspectos, resumidos en la construcción del relato desde la inmediatez e
intereses del presente, se encuentra, entre bambalinas, el conflicto por la
hegemonía social y política hoy. En la obra ya citada, Le Goff escribe también:
“La memoria colectiva ha sido una
apuesta importante en la lucha de fuerzas sociales por el poder. Convertirse en
amo de la memoria y del olvido es una de las grandes preocupaciones de las
clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las
sociedades históricas. Los olvidos, los silencios de la historia son
reveladores de estos mecanismos de manipulación de la memoria colectiva”
El
que tiene la capacidad de “convertirse en
amo de la memoria y del olvido” es quien escribirá el relato de lo que la
sociedad correspondiente va a apreciar que sucedió. Y esta percepción, como
afirman Berger y Luckmann en su obra “La construcción social de la realidad”,
tiene los mismos efectos reales sobre su capacidad de acción que si las cosas
hubieran acontecido de otro modo.
En
los diversos relatos que permanecen vigentes en nuestra sociedad sobre la
memoria e historia de Navarra, todos menos uno responden al modelo “oriental”
tal lo como describió Edward Said en su libro “Orientalismo”, es decir al
construido a su medida por el propio conquistador y dominante, los imperios
español y francés, en este caso. En ellos Navarra aparece como una construcción
forjada desde la perspectiva imperial. Este relato responde a sus intereses y
dominio. Si nuestra sociedad, hoy, no tiene la capacidad de construir un relato
propio, en el que Navarra aparezca como sujeto histórico y político
diferenciado, “el Estado vasco” como dice Mikel Sorauren, y no como una simple
provincia española más, o como otro de los siete “herrialdes” de Euskal Herria,
será muy difícil avanzar hacia nuestra emancipación.
El
problema principal radica en que la mayor parte de las opciones políticas que
se presentan entre nosotros aceptan, tanto desde el punto de vista de población
como del territorial, el relato que nos han construido desde la dominación.
Aceptan sin crítica las organizaciones territoriales y humanas impuestas por quienes
nos quieren tener subordinados. Mientras el relato de la realidad humana y
territorial de nuestro pueblo se siga planteando con base a lo que nos han
fabricado, los elementos de base para una política liberadora serán débiles y
la ventaja de quienes nos dominan seguirá aumentando.
La
emancipación nacional, opino, debe pasar necesariamente por uno, o varios,
puntos de ruptura con las legalidades impuestas por la dominación. El primer
punto de ruptura consiste en el establecimiento de nuestro propio relato y la
crítica y superación de los impuestos. El segundo, debe conducir a la
definición de nuestro propio sujeto político, con base precisamente, en ese
relato. A partir de ambas premisas, que son en realidad la misma, los elementos
de ruptura consiguientes se podrán precisar y alcanzar con mayor claridad. La
construcción de un relato propio, coherente, permitirá la definición de un
sujeto constituido políticamente, autodeterminado, en un largo proceso
histórico, aunque interrumpido por sucesivos actos de conquista y ocupación de
partes del mismo por sus voraces vecinos. Este sujeto, pensamos algunos, es el
único que puede dar sentido al ejercicio del derecho a la libre disposición del
pueblo vasco.
Con
estas bases, la estrategia, y el consiguiente debate sobre el proceso, se
articulará sin los equívocos actuales: la CAV por un lado, la CFN, por otro,
Iparralde, no sabe no contesta…, y se podrán obtener consensos estables y
efectivos que permitan ver luz al fondo del túnel y consolidar logros efectivos
en el camino a la normalización, a la democracia, o lo que es lo mismo, a la
independencia.
NOTICIAS DE NAVARRA 2014/07/15
DEIA 2014/07/18
NOTICIAS DE NAVARRA 2014/07/15
DEIA 2014/07/18
No hay comentarios:
Publicar un comentario