"Síntesis de la historia de Navarra", de Luis Martinez Garate, Nabarralde, Iruñea, 2010.
Ayer mismo, víspera de Aberri Eguna, tomando el vermut en el Viavins de Altafulla mi amigo Luis Martínez Garate (Iruñea, 1949) hizo llegar a mis manos su último libro: una síntesis histórica de Navarra -el conjunto de territorios euskaldunes- entendida como la máxima y plena expresión política del pueblo vasco. A pesar de sus esporádicas venidas a la playa Cossetàna no habíamos coincidido en los últimos tiempos para poder charlar tranquilamente repasando la actualidad vasca y catalana. Luis es uno de los fundadores de Nabarralde en el año 1999, una entidad cultural que, según mi criterio, es fundamental en el despertar del nacionalismo en la comunidad foral, así denominada por el regionalismo españolista aún hegemónico en Navarra.
Las crónicas de romanos, francos y visigodos hablan de los vascones como un pueblo ancestral difícil de dominar, pero no es hasta el año 824 cuando Eneko Aritza se convierte en rey de Pamplona (la capital de los vascos, nominada así por los romanos y por los autóctonos Iruñea), construyendo un proto-estado sobre el grupo humano autóctono que habitaba el territorio desde el Neolítico. El Reino de Navarra, expandido a partir del núcleo originario de Pamplona, alcanza su máximo apogeo a principios del siglo XI desde la Ribagorza a Urdiales, incluyendo la Rioja y proyectándose sobre la Aquitania transpirenenca. A partir de ese periodo comienza un proceso de erosión territorial conducido sobre todo por Castilla, que en 1200 se apropia del territorio de las actuales provincias vascas y en 1512 conquista la Navarra sudpirenaica, y también para Francia. En poco más de cien páginas, el autor que es ingeniero de profesión e historiador de vocación, consigue ofrecer una interpretación nacionalmente autocentrada de la evolución de la principal institución que ha tenido el pueblo euskaldun, el Reino de Navarra, hasta el actualidad.
La obra de Martinez Garate es un escalón relevante de una corriente historiográfica -y política- que en relativamente pocos años ha logrado desacreditar la visión oficial española que presenta la incorporación sucesiva de los territorios euskaldunes a la corona de Castilla como paccionada, ocultando que fue una conquista en toda regla. También está invirtiendo la hegemonía del bizkaitarrismo promovido por Sabin Arana a comienzos del siglo XX: "Consideraron que Euskal Herria, como nombre, abarcaba al pueblo vasco como comunidad étnica, cultural y lingüistica, pero no política, decidiendo inventar un nombre propio de dudosa etimología e ideando Euzkadi, sin percatarse de que Euskal Herria tenia su propia denominación política desde siglos. Y esta era Navarra". Esa perspectiva me parece la característica fundamental del libro, por otra parte bien exitoso en la siempre ardua tarea de resumir una materia tan extensa y compleja como es la evolución colectiva de un pueblo.
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