Los libros de bolsillo tienen, o deben tener, la cualidad de ser asequibles, de lectura fácil, amenos, que enganchen. Se pueden leer en cualquier lugar: en el tren, en la villavesa, en el tranvía o en el trole, sentado tranquilamente en la Media Luna, La Florida, Cristina Enea o en una butaca en la propia casa.
Lo que nos ofrece Iñaki Egaña en su nuevo libro editado por Nabarralde es un verdadero libro de bolsillo, un trabajo que nos puede acompañar en cualquier situación en la que dispongamos de un cuarto de hora para leer. Está muy bien escrito. Y, además, es riguroso.
Egaña ha escogido un conjunto de “hechos, episodios y situaciones”, como reza su título, de la historia de nuestro País. Su trabajo conforma una buena selección, de modo que cubre, en la práctica, los acontecimientos más importantes del proceso histórico protagonizado por la sociedad que vivió en su territorio desde la prehistoria; capítulo que, por otra parte, tiene una interesante presencia en su obra.
Los episodios de nuestro pueblo, de los distintos grupos sociales que protagonizaron su historia a lo largo de siglos están bien elegidos. También las diversas instituciones políticas en las que cristalizó el poder del pueblo vasco. En primer lugar, el Ducado de Vasconia al norte del Pirineo, en la etapa posterior a la caída del Imperio Romano que tuvo vigencia hasta la hegemonía de los francos a través de Carlomagno, con la que, tras su ocupación militar, desapareció del mapa.
Con la fallida incursión de Carlomagno a Zaragoza y la destrucción por parte de su ejército de la capital de los vascos, Pompaelo o Iruñea, la victoria de Orrega dio a luz a una potente organización política al sur del Pirineo: el reino de Pamplona hasta comienzos del siglo XII y de Navarra, a partir de la restauración García Ramírez y Sancho el Sabio a lo largo del mismo.
El Estado europeo de Navarra, máxima creación política del pueblo vasco, duró muchos siglos. Sufrió frecuentes ataques y conquistas de sus poderosos vecinos, pero logró una verdadera “nacionalización” de la sociedad vasca. Esta característica ha permitido el acceso al siglo XXI de un pueblo vivo, con una lengua y cultura propias y, sobre todo, con voluntad de acceder, de nuevo, a la condición de Estado independiente que fue durante tan largo periodo histórico.
Innumerables influencias externas ha tenido nuestro pueblo. Y muchas son las expuestas por Iñaki Egaña. Los romanos, los vikingos y la civilización musulmana entre ellas. En mayor o menor medida todas participaron en el progreso organizativo, cultural, técnico y lingüístico, de la sociedad vasca. Hubo otras, sin embargo, que apenas presentaron elementos positivos, como lo fueron las visigodas, francas y las posteriores castellanas, españolas y francesas; que sólo ofrecieron guerras, conquistas, rapiñas y ocupación. Frente a ellas el factor resistente surgió como necesidad y práctica cotidiana en nuestra cultura social. Este elemento de resistencia ha tenido su expresión de múltiples modos: sociales, políticos o armados.
Presentes están en su trabajo los viajeros que partiendo de Vasconia recorrieron el mundo. Desde Benjamín de Tudela hasta los grandes navegantes del Renacimiento, como Elcano y Urdaneta, pasando por misioneros como Xabier. Hasta llegar a la moderna diáspora vasca, producto tanto de las guerras carlistas del siglo XIX, como de la escasez del modo de vida rural de la Vasconia desestructurada socialmente que siguió a las mismas. También fue de gran importancia el exilio forzado y nueva diáspora que siguió a la guerra de 1936.
A la inversa, están presentes también personajes que visitaron desde fuera nuestra tierra. Viajeros llegaron a las tierras del reino de Navarra como Aymeric Picaud, autor del famoso Codex Calixtinus, en el siglo XII; hasta el catalán Mañé i Flaquer, tras la última guerra carlista, con su “Viaje al Oasis: El País de los Fueros”. Unos, como el primero, hablaban maldades de nuestra sociedad; otros, como el último, la idealizaban en extremo.
Egaña no escurre el bulto ante los conflictos internos como lo fueron las luchas de bandos, o los conflictos internos con grupos minoritarios como agotes, judíos o gitanos. Trata con detalle e interés los hechos políticos que removieron a los estados ocupantes de Euskal Herria como la Revolución Francesa y su secuela napoleónica y que influyeron de forma decisiva sobre la parte norte de Vasconia. Esta influencia negativa llegó a su punto más alto con la obligatoriedad del servicio al ejército francés en las dos guerras mundiales del siglo XX. “Morts pour la patrie”. También relata el autor los intentos españoles que, a partir de Godoy, trataron de eliminar el sistema foral vasco y que condujeron a las guerras carlistas. Presentes están en su trabajo, ¡no podía ser menos!, el jefe militar de los vascos en aquella etapa histórica, Zumalakarregi, y su bardo, Iparragirre.
Los conflictos armados que condicionaron negativamente la evolución de sus estructuras políticas ocupan asimismo un importante lugar en la obra. La conquista de la parte occidental del reino en 1200, los hechos de Noain, Amaiur y otros como las ya citadas guerras carlistas, hasta llegar a los bombardeos de Durango y Gernika y al desarrollo de la guerra de 1936-37, consecuencia de la rebelión militar del 18 de julio, en el País Vasco y al correspondiente terror fascista implantado a continuación.
El desarrollo cultural de la Navarra libre y del Bearne en ultrapuertos, tras las guerras y ocupación de la etapa 152-1530, tiene también su lugar con los hechos y logros alcanzados durante los reinados de dos mujeres, Margarita y su hija Juana, con sus aportaciones a la cultura del Renacimiento y al acceso del euskera a lengua de cultura, con la traducción del Nuevo Testamento por Lizarraga, respectivamente.
Los 45 capítulos que forman la obra de Egaña contienen otros muy variados aspectos. Entre ellos, y dar preferencias, se encuentran episodios como el de la peste negra, elemento determinante de la última etapa .bajo medieval, o las plurales actividades investigadoras, productivas e industriales desarrolladas por nuestra sociedad. Entre ellas nos ofrece un capítulo dedicado a la Ilustración.
No faltan las historias de vascos rebeldes como Lope de Aguirre. La disidencia social, tras la conquista, expresada en lo que españoles y franceses conocieron como el mundo de las brujas y que persiguieron con saña. El motín de la sal, la revuelta de Matalaz, las matxinadas o la Gamazada tienen sus respectivos capítulos. Las huelgas, el movimiento obrero de la etapa del franquismo y la insumisión, como la movilización social más reciente, constituyen otras partes del trabajo de Egaña.
Concluye el libro con un capítulo titulado “Violetas de Parma” en el que narra un episodio, para mi desconocido, de la segunda Guerra Mundial en el que nuestro país, concretamente la zona labortana próxima al aeropuerto de Biarritz, sufrió las consecuencias de la ocupación nazi, por una parte, y de la inexperiencia de la aviación aliada, por otra.
El recorrido histórico del autor es variado y completo. Su organización cronológica es didáctica y facilita su comprensión. El estilo no presenta la aridez tan habitual en muchos libros de historia sino que tiene un buen estilo literario. Se lee con gusto.
Un acierto de Iñaki Egaña por escribirlo y de Nabarralde por su publicación.
Referencia bibliográfica:
Egaña, Iñaki. “Vasconia: hechos, episodios y sucedidos”. Pamplona-Iruñea 2011. Nabarralde
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