El 26 de abril de 1937 era un lunes de mercado en la villa vasca de Gernika. La ciudad es un lugar sagrado. Allí se encuentra el Árbol de Gernika, símbolo de las libertades del pueblo vasco, ante cuya sombra los monarcas juraban respetar las milenarias libertades de los euskaldunes, costumbre que se remonta al año 1317. Bajo ese árbol, los representantes del pueblo se reunían en juntas, y según escribiera Rousseau, “siempre toman las decisiones más justas”.
Pero ese lunes no sería un día más para Gernika, ni para el resto de la humanidad. Pasadas las cuatro de la tarde, la villa sufriría la primera destrucción masiva contra una población civil indefensa producto de un bombardeo aéreo que registra la historia.
¿Qué es Gernika? Gernika es un lugar perfectamente ubicado en un entorno geográfico concreto; constituye el comienzo de la ría que forma el río Oka en su desembocadura al mar de Bizkaia, conocida como ría de Mundaka. El paraje, de extraordinario valor paisajístico y ecológico, es conocido como Urdaibai. En su entorno se encuentra la cueva de Santimamiñe, con restos y pinturas del Paleolítico Superior, entre 14.000 y 9.000 ANE. Gernika, Urdaibai, lugar sagrado de nuestros antepasados.
Gernika es una villa fundada en 1366 en el lugar de la anteiglesia de Lumo, cuya primera mención histórica aparece en el Cartulario de San Millán de la Cogolla y data de 1051. En esta población de tantos siglos y avatares, y posiblemente debido a su excelente ubicación, se comenzaron a reunir los junteros forales de Bizkaia en la etapa en que el sistema foral vasco se constituyó, durante el siglo XIV, como alianza de las villas con los monarcas castellanos, frente a los desmanes endémicos de los parientes mayores, en los que el mayor perdedor era siempre el pueblo llano.
Parece que existía en la anteiglesia de Lumo un robledal con una pequeña ermita en sus inmediaciones, la Iglesia Juradera de Nuestra Señora Santa María La Antigua. Andando los siglos, del robledal sólo se conservó un ejemplar: el Árbol Foral o Árbol de Gernika. Testimonios abundantes del siglo XVI indican que dichas juntas se realizaban “so el árbol”; es verosímil que fuera el mismo. El hecho es que, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, el lugar en el que se juraban los fueros del Señorío de Bizkaia se fue transformando, por extensión de su significado, unido a toda la simbología ancestral del “árbol del mundo” o del “árbol originario” de tantas cosmovisiones, en el “Árbol” de los fueros.
El reencuentro entre los territorios segregados de Navarra y ocupados por Castilla durante los siglos XI y XII, que la ofensiva antiforal del poder del Estado español propició y que se expresó a través de las guerras carlistas del siglo XIX, elevó al Árbol de Gernika a símbolo del conjunto de los fueros vascos. La apoteosis se alcanzó gracias a un bardo, poeta y músico, voluntario carlista de la primera guerra, exiliado por necesidades políticas y económicas, de vida bohemia y, sobre todo, amante de la libertad: José María Iparragirre. Él compuso la letra y la música del “himno foral vasco” por antonomasia. El Gernikako Arbola. El zortziko-himno de Iparragirre arrasó. Se cantaba, todos puestos en pie, en cualquier reunión de carácter social o político de Euskal Herria en los siglos XIX y XX, por lo menos hasta que la llamada “Transición” de los años 70 del pasado siglo lo fue arrinconando.
Gernika y su Árbol fueron un símbolo de la libertad vasca. Muchos, casi todos, lo aprendimos en casa. Mi padre, carlista, de pie y con la cabeza descubierta como signo de respeto y acatamiento. Con él, abertzales de todo tipo y tantas personas de cualquier, o de ningún, pelaje político, pero todos vascos o vasconavarros. Gernika era un “lugar de memoria”.
El 7 de octubre de 1936, en plena guerra, se eligió en Bilbao, con participación de concejales de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, a José Antonio Agirre como lehendakari del Gobierno Vasco, por mayoría absoluta. Ése mismo día juró el cargo en la Casa de Juntas de Gernika, al pie del árbol. Gernika, lugar de los Fueros.
Gernika fue, por lo mismo, el lugar elegido por Franco para desmoralizar y humillar a los vascos. Siguiendo con la narración de Borras Alcain:
El corresponsal inglés Steer, entre otros muchos analistas, sostiene que el objetivo del bombardeo era desmoralizar a la población civil, atacando una ciudad símbolo para el pueblo vasco. El argumento bien puede enlazarse dentro de la blitzkrie aérea alemana, que combinaba no solo bombas rompedoras, incendiarias y ametrallamiento, sino también, cómo no, el terror.
…Winston Churchill lo diría mejor que nadie: “Gernika fue un horror… experimental."
Pablo Picasso afirmó: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo”. Su Gernika, cuadro pintado en los meses de mayo y junio de 1937, es alusión clara al bombardeo del 26 de abril de dicho año. Su interpretación puede ser objeto de polémica, pero su valor artístico está fuera de discusión. No sólo es considerado una de las obras más importantes del arte del siglo XX, sino que se ha convertido en un auténtico icono del mismo, símbolo de los terribles sufrimientos que la guerra infringe a los seres humanos. Gernika, lugar contra los horrores de la guerra.
Muchos otros artistas e intelectuales plasmaron el terrible suceso en sus obras. En 1966, un gran compositor donostiarra, Pablo Sorozábal, recogió la tragedia en “Gernika, marcha fúnebre vasca para una plantilla de txistus, trompas y tambores”, dedicada a su madre. Diez años más tarde, en 1976, realizó una segunda versión que subtituló “Eusko kantata para coro y orquesta” con alguna modificación del original. En la música se reconoce la melodía popular “Lurraren pean”, recogida por Sallaberry en Lapurdi. Se estrenó el 15 de enero de 1987. Gernika, también, lugar sonoro de memoria.
Artículo publicado en Haria, número 28, dedicado a Lugares de memoria. Mayo de 2011.
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