Uno de los atributos que definen la actual organización política del Estado español es el de la arbitrariedad. Se podrían encontrar otros muchos, antidemocráticos, pero éste es el que mejor resume su comportamiento a la hora de montar procesos enormes, sin otra base que informes de una policía, que como la mayor parte de los aparatos del poder del Estado tras la muerte de Franco, no sufrió ningún tipo de depuración.
En esta línea se encuadran los cierres de medios de comunicación, Egunkaria y Egin sobre todo, y los procesos abiertos para justificarlos. Lo mismo sucedió con el también tristemente famoso 18/98. El caso Udalbiltza se adscribe a la misma especie.
Como apuntamos, la policía franquista no conoció ningún tipo de intervención o limpieza, pero tampoco se revisaron el resto de los instrumentos que el Estado utiliza, en teoría, para defender su sociedad. Así encontramos el poder judicial, el ejército, la iglesia católica y tantos otros.
De la convergencia de los vicios de una policía y un sistema judicial herederos del franquismo sin depuración surgen engendros como las actuaciones y procesos citados antes. Y tantas otras como la última sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña.
En ese punto incide otro de los atributos del régimen político español: su feroz unitarismo basado en un nacionalismo ultramontano, que se enerva ante cualquier manifestación de exigencia de respeto por parte de las naciones sometidas a su Estado. Esta sensibilidad ha aflorado últimamente con la sentencia ya citada sobre el Estatuto catalán, pero está implícita en todas esas actuaciones contra medios de comunicación u organizaciones vascas, caracterizadas precisamente por la reivindicación del hecho nacional.
Esto es así en los medios de comunicación en los que el hecho lingüístico y la realidad nacional se veían con una mirada propia y ajena a la del Estado español. Y lo es también en el proceso contra Udalbiltza. Udalbiltza representa la coordinación nacional de personas elegidas para los poderes locales, ayuntamientos, dentro del propio sistema –demarcaciones territoriales, organizaciones electorales y de partidos- del Estado español.
Pero Udalbiltza les planteaba un problema. En Udalbitza se agrupan alcaldes y concejales vascos que reivindican precisamente eso: su vasquidad y su aspiración a concretarla en una organización política propia, nacional y no dependiente del Estado español. Era demasiado para ellos. E hicieron lo de siempre: acusarles de formar parte del “entramado de”, de “ser soporte de” o “estar a las órdenes de”. Evidentemente, todo ello falso, injusto e impresentable en cualquier instancia democrática del mundo.
Pedirles que reformen sus estructuras de base es demasiado para ellos, pero ponerles delante de su arbitrariedad e injusticia puede ser más sencillo. No obstante, hemos de ser conscientes de que sólo disfrutaremos de una situación realmente democrática el día que seamos dueños de nuestro propio Estado, el de Navarra, en igualdad de condiciones con el resto de estados europeos.
El que ese sea nuestro objetivo, implica que el apoyo a Udalbiltza y a cualquier grupo o persona represaliado por las estructuras injustas del Estado español, debe estar en esa línea. No nos conformamos con una absolución al estilo de Egunkaria. No podemos quedarnos en casa tras una sentencia absolutoria. Mientras sigamos dependiendo de la arbitrariedad hispano-francesa, nuestra sociedad no tiene garantizados sus derechos más elementales, ya que el primero y básico es el de la libre disposición. No podremos vivir tranquilos hasta lograrlo.
* Firman este escrito Tasio Agerre, Luis Mª Mz Garate, Angel Rekalde, Mikel Sorauren, Pello Esarte, Beñi Agirre, Mirari Bereziartua, Víctor Alexandre, Joxerra Bustillo, Antxon Soroa, Rafa Stxez Muxika, Jon Escobosa, Toni Strubell i Trueta, Uxoa Larramendi, Joseba Felix Tobar Arbulu, Iñaki Egaña, José Miguel Mz Urmeneta, Idoia Arrieta, Fernando Sánchez Aranaz, Mikel Enparantza, Margarita Nieva, Humberto Astibia, Patxi Goikoetxea, Gorka Palazio, Enrike Lahidalga, Ganix Larratxe Arretxea, Elena Berazadi Larrea, Pascual Larunbe, Josu Sorauren.
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