Me han resultado de gran interés las reflexiones de Jaime Ignacio del Burgo sobre el Concierto Económico de las históricas Provincias Vascongadas, publicado recientemente por varios de los periódicos del grupo Noticias. En agosto pasado, los mismos medios publicaron un artículo suyo comentando, elogiosamente por supuesto, la ley (mal llamada “Paccionada”) de 16 de agosto de 1841, por la que los restos de lo que fue el reino de Navarra pasaban a constituir una provincia más dentro de la organización política y administrativa del Estado español.
El dominio que, en ambos casos, del Burgo muestra sobre el entramado legal en el que estamos inmersos es realmente apabullante y expresa con claridad meridiana la realidad de sometimiento en la que se encuentra emplazado el pueblo vasco, Euskal Herria, por lo menos aquél que (sobre)vive en la vertiente sur del Pirineo. Así mismo en los dos artículos, queda, también, meridianamente claro el estatus político y administrativo de ambas “comunidades autónomas” supeditado a la Constitución española de 1978.
Seguir mareando la perdiz con las posibilidades que ofrecen la citada Constitución, el Amejoramiento del Fuero, el Estatuto de Gernika o el Convenio y Concierto económicos, es continuar en el ámbito de la dependencia, de la subordinación, en suma de la minoría de edad. A los niños se les pueden hacer promesas sobre su buen comportamiento y ofrecerles dulces y juguetes; las personas adultas se responsabilizan de sus actos independientemente de las “recompensas” que sus pretendidamente superiores les ofrezcan. Son lo suficientemente maduras como para tomar decisiones por su cuenta y riesgo. Colocarles en otra tesitura se debe interpretar como un menosprecio a su capacidad y seriedad.
Resulta patético, por ejemplo, tener que presenciar la demanda de “protección” que efectúan nuestros arrantzales al ejército español, tan acreditado históricamente por su postura permanente de enfrentamiento a todo lo que suene a “vasco” o “navarro”, que lo mismo da, así como a sus intereses más básicos, al mismo tiempo que nuestros sedicentes partidos nacionalistas se desviven por “pactar” con todo lo que se mueve políticamente en España y su entorno. Por desgracia hace ya tiempo que nos hemos convertido en eso, en simple “entorno de”, olvidando nuestra propia centralidad.
Es hora ya de que ante la avalancha de situaciones que nos impone la realidad cotidiana, esos problemas que “realmente importan a la gente” según dicen, decidamos de una vez por todas el acceder al estado adulto y a emanciparnos de unos padrastros que poco hacen por nosotros como no sea expoliarnos económicamente, erradicar nuestras señas de identidad e intentar nuestra homogeneización con la nación que monopoliza su Estado: España.
El auténtico “blindaje” para el amparo de la situación actual, derivada o residuo de etapas anteriores de soberanía, para la verdadera superación de todas las trabas que hoy se le plantean y para la garantía de su mejora futura, no es otro que el de la recuperación de la soberanía arrebatada. Nuestro objetivo político fundamental, y pienso que el único plenamente democrático, consiste, precisamente, en el acceso a la independencia, en la reactivación del Estado europeo de Navarra.
En el 168º aniversario de la Ley Paccionada
El 'blindaje' del concierto económico vasco
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