07 agosto 2024

LA DISPARATADA RAZÓN DE AYUSO

Majaderías. Mal vamos si damos la razón a un personaje esperpéntico como Ayuso. Hay que ser obstruso, imprudente, desnortado. O quizás sencillamente español, que ya sabemos dónde se parecen tanto a izquierda y derecha. Pero sí; quizás suene fuerte lo dicho, como insulto, pero es que hay que ser zopenco para suponer que cuando la Ayuso suelta sus rebuznos los ha pensado con el rigor intelectual de Karl Popper o la exquisitez analítica de Friedrich Hayek.

En serio; resulta inquietante, puro estupor, leer en Gara y Diario de Noticias que Euskal Herria no existe como nación. Según un tal Iñigo Muerza (Y el caso es que a Ayuso no le falta razón), “ni Cataluña ni el País Vasco ni Navarra se han constituido nunca como naciones”. [¡Qué rancio –de paso- eso de ni País Vasco ni Navarra; este discurso hispánico!]. Con qué ligereza, en nombre de una supuesta erudición, se da por bueno el relato del establishment, el resultado de la violencia de siglos, el escenario de la fuerza militar ejercida sobre los pueblos.

¿Quién dice que Catalunya o Euskal Herria no son naciones? ¿Porque no han conseguido su intentada independencia? ¿El triunfo de la violencia de los estados español y francés las ha hecho –acaso- desaparecer?

Es patente (¿patético?) que Iñigo Muerza no sabe lo que es una nación, en cualquiera de sus formulaciones. Pero Agustín Xaho escribió y se refirió a la nación vasconavarra. Sabino Arana es una figura de la misma nación. Argala habló del Pueblo Trabajador Vasco, como motor histórico de esta nación. Telesforo de Monzón, Jose Antonio Agirre, Elvira Zipitria, Oteiza, Arturo Campion, Manuel de Irujo, el Eusko Gudarostea… son expresiones históricas, constituidas, activas, militantes, de una misma colectividad nacional. El estatuto de Lizarra (1931), de Eusko Ikaskuntza, expresa desde su título la voluntad de esta nación de constituirse en Estado. ¿Que no existe la nación vasconavarra? ¡Pues vaya que ha dado guerra!

Ocurre que Muerza confunde algo los términos, amén de despreciar la voluntad nacional de este colectivo histórico. Según él, “la nación, como entidad vinculada a un territorio, generadora de deberes y derechos”. Ese día de clase nuestro alumno hizo pira. No es la nación, sino el Estado el que señala e impone tales derechos y deberes, pues tiene potestad e instrumentos para ello: legislativos, coercitivos, económicos… La nación es otra cosa; es la población que está detrás y cumple una función legitimadora de esa actuación, en cuanto soporte humano, comunitario, supuestamente adherido y beneficiario de ese ejercicio político. Confundir ambos conceptos es preuniversitario (por lo menos).

El caso es que, por seguir el hilo de Muerza, nuestra existencia nacional depende de las declaraciones de la Revolución Francesa (1789), la misma que explicaba, entre dientes, que la reacción habla bretón, y el fanatismo, euskera. Excelente guía académica. Un poder jacobino, excluyente y centralista. En otras cosas acertaría, pero en esta… O por continuar con el pensamiento de Iñigo, dependeríamos del Estado utópico español, ese que en la fantasmagórica Constitución de Cádiz (1812), la de ¡Viva la Pepa!, designaba sin nación propia a filipinos, cubanos, guineanos, mexicanos, colombianos, argentinos, uruguayos, incluso saharauis… todos ellos españoles de abolengo, como luego se ha visto.

Por cierto, Iñigo, la historia no es “una sucesión de hechos únicos e irrepetibles…”, lo diga Popper o su portero. La historia, para cuaquiera que la haya estudiado con sentido crítico, como hacemos los perdedores (Walter Benjamin, pongamos por caso), es una selección de hechos, una selección calculada e interesada, que se hace desde el presente, a posteriori, normalmente desde el poder de Estados e instancias oficiales, para justificar su existencia y legitimarla. Como advierte Lucien Febvre, “los hechos no existen; se construyen”. Es posible que las lecturas haya que saber pensarlas, cuestionarlas y darles las vueltas que haga falta.

Centremos el tema. Lo que hace la Ayuso en esas declaraciones es menospreciar las naciones que cita. Minorizarlas. Empequeñecerlas, para quitarles valor político (y así negarles derechos de soberanía, por si no quedaba claro), argumentación habitual en la escena estatal hispánica; y así de paso poner a Madrid y España por encima de ellas, que es lo suyo. ¿También en esa intención le damos razón a la estrambótica Ayuso?

Angel Rekalde, Luis Mª Martinez Garate

NOTICIAS DE NAVARRA (2024/08/10)

NOTICIAS DE GIPUZKOA (2024/08/12)



04 marzo 2024

EL DERRIBO DE LOS CAÍDOS


El monumento a los Caídos de Pamplona-Iruñea interpela a la sociedad navarra. Plantea un reto evidente en cuanto a su demolición, destrucción o resignificación. Es un homenaje al fascismo español, un signo de la brutalidad ejercida, con motivo de la sublevación militar de 1936, sobre la población, las personas y naciones que se encuentran confinadas en los dominios del Estado. Con independencia de su nulo valor estético, simboliza la represión del poder contra toda actitud, social o política, distinta o ajena al franquismo. Cualquier expresión digna de memoria colectiva ha de abominar de su existencia y exigir su derribo incondicional.

La memoria colectiva es un elemento esencial de cohesión de todas las sociedades. Es un factor central del relato que cualquier comunidad utiliza para explicar y dotar de sentido a su pasado, su identidad y entender los conflictos y procesos que la han conducido al presente. Es un componente básico del patrimonio inmaterial de las colectividades, y como tal le sirve para constituirse en el presente y afrontar los retos del futuro. Por lo mismo, la memoria no puede limitarse a circunstancias puntuales, hechos ocasionales o conflictos episódicos. Debe estar inmersa en una trama, en un relato.

El debate del derribo del Monumento a los Caídos se plantea ahora en el contexto de la reciente “Ley de Memoria Democrática”. Ley nominalmente democrática (“la memoria es especialmente importante en la constitución de identidades individuales y colectivas”, afirma en el preámbulo), pero ley  española y referida a su memoria.

Se puede observar el mismo planteamiento en el reciente título de ‘lugar de memoria’ concedido a Gernika, por el bombardeo de 1937. Pero Gernika ya era lugar de memoria para nuestro pueblo desde mucho antes; para José María Iparragirre y su ‘Gernikako Arbola’; o para José Antonio Agirre cuando fue a jurar su cargo como lehendakari ante el célebre árbol de las libertades. Por todo ello fue precisamente bombardeada por el franquismo. Reflexiones semejantes podríamos hacer sobre Amaiur y tantos otros lugares, como el reciente hallazgo de la Mano de Irulegi.

A pesar de la citada ley, nuestra memoria no comienza en 1936, ni con la República española. Los conflictos que nos han atravesado vienen de siglos atrás, y la mayor parte de las convulsiones que intervienen en aquella guerra (léase la Cuestión Foral, o las luchas por comunales y corralizas…) sólo se entienden en el contexto de situaciones previas -contiendas del siglo XIX y anteriores- que tienen su origen en la conquista militar de un país libre (1512). De ser el nuestro un Estado independiente, pasó a ser ocupado por una potencia extranjera, y a ser ‘provincia española’ en 1841.

Olvidar las raíces de los conflictos no es el mejor camino para resolver los problemas. La memoria de los vencidos, en palabras de Walter Benjamin, es garantía del resarcimiento de las injusticias sufridas y germen de su reparación. Y hay que desplegarla en el tiempo, sin limitarla a episodios puntuales ni a etapas cerradas. 

La demolición del edificio de los Caídos, además de proporcionar reconocimiento a los fusilados, desaparecidos y perseguidos por el franquismo, deberá entenderse inserta en una memoria vasconavarra, distinta e independiente de la hispana. Memoria basada sobre un patrimonio perseguido y tergiversado desde la pérdida de la independencia en 1512. Esta es la memoria, propia, que se pretende diluir y borrar al justificar la necesidad del derribo en una memoria asimilada a la republicana española.

Anastasio Agerre, Luis María Martinez Garate y Angel Rekalde

GARA-NAIZ (2024/03/07)

NOTICIAS DE NAVARRA (2024/03/07)

NOTICIAS DE GIPUZKOA (2024/03/21)

25 octubre 2023

TEXTO DE VÍCTOR ALEXANDRE EN RACÓ CATALÀ

 

Pensar la nació

 

El nom que citaré en aquest article resultarà segurament desconegut per a la majoria de catalans, i no únicament perquè no és català, sinó perquè probablement en el seu país, Euskal Herria, només és conegut per un sector molt específic de la societat. De fet, fou una figura completament oblidada en la darrera etapa de la seva vida, cosa injusta atès que va deixar un munt d’idees i reflexions polítiques que són avui del tot vigents, tant al seu país com en d’altres. A Catalunya, per exemple. Em refereixo a Iñaki Aginaga, nascut a Donostia el 1929 i mort el 2021 a l’edat de 92 anys.

Si us en vull parlar és perquè el seu pensament intel·lectual és interesantíssim i, més enllà de les diferències locals, hauria de ser llegit i reflexionat per tots aquells catalans que frisen per viure en una Catalunya lliure. La millor manera d’apropar-nos al pensament d’Aginaga és a través d’un llibre publicat recentment que es diu així: 'Iñaki Aginaga, el hombre que pensó la nación' (Nabarralde, 2023), de Luis María Martínez Garate, i que està dividit en dues parts: l’exposició de l’autor sobre la tasca d’Aginaga i un recull dels seus textos. En la primera part, l’autor del llibre ens diu una cosa sobre Aginaga que desmunta de dalt a baix el discurs dels nacionalistes espanyols d’esquerres, és a dir, els autoanomenats progressistes de PSOE/Sumar/Podemos/Comuns, etc.

 

Ens diu Martínez Garate:

 

  • "Hi ha un leitmotiv que va acompanyar Iñaki Aginaga des del començament com a pensador: desmuntar l’oposició entre el problema ‘nacional’ i el problema ‘social’. Aquest debat inacabable fou resolt per Aginaga pel mètode del tall del nus gordià en afirmar que “el primer problema social és el nacional”. La idea d’un ‘problema social’ reduït al conflicte entre els propietaris dels mitjans de producció i els obrers, assalariats, constitueix una reducció dels conflictes socials a una part de si mateixos, per important que fos. [...] El sector obrer que, per culpa de les seves elits econòmiques, es veié obligat a desarrelar-se, fou ofert com a ‘carn de canó’ (mà d’obra barata) als sectors industrials catalans i basconavarresos. Essent, a més, utilitzats com a punta de llança de l’espanyolització (lingüística i cultural d’ambdues nacions".
  • "Iñaki Aginaga va defensar que en un procés d’emancipació nacional no hi ha lloc per a dos partits (dreta i esquerra). Cal una organització o partit, independent i amb ideologia pròpia, capaç d’afrontar el procés d’alliberament amb acumulació de forces i objectius no dispersos".
  • "Molts sectors de l’esquerra espanyola (en general el que n’hem dit social-imperialisme) van mantenir, i mantenen avui, que l’espanyol és la llengua del proletariat mentre que l’èuscar (o el català) és la llengua de la burgesia. Consideren la llengua com una part de la superestructura al mateix nivell que les ideologies o les institucions polítiques".
  • "Aginaga defensava que en una nació sotmesa, en no tenir un Estat que propiciés els seus interessos, no hi podia haver bens públics propis. Per això, exigir la nacionalització de determinats sectors implicava perdre’ls en favor de l’Estat espanyol, del seu imperi".

 

I ara un petit tast del pensament d’Iñaki Aginaga:

 

  • "Qui combat el nacionalisme alliberador de la nació oprimida dóna suport necessàriament al nacionalisme explotador i retrògrad de la nació opressora".
  • "Les eleccions són factor tàctic del sistema, exclusivament condicionat pel poder polític real per a servir, encobrir, repercutir i amplificar les relacions de dominació que els constitueixen. La participació electoral en tals condicions implica el reconeixement no només formal sinó efectiu del règim, la inexistència de tota oposició de contingut estratègic".
  • "L’objectiu estratègic no és la dominació i explotació del Poble ocupat i colonitzat, sinó llur liquidació. Francesos i espanyols són nacions imperials vingudes a menys. Només poden exercir com a tals contra nacions i estats indefensos o febles i desarmats. Però no per això han perdut arrogància, agressivitat i rapacitat quant als residus de llur imperi. Han demostrat de totes les maneres que són radicalment incapaços d’admetre i reconèixer la realitat, l’existència i els drets dels pobles que han ocupat, annexionat i colonitzat, mentre no hagin exhaurit fins a l’últim extrem els recursos de violència i terrorisme de què disposen, i fins i tot després. No acceptaran mai en els seus dominis un poble, una nació, un actor de política i de dret que no siguin ells mateixos".
  • "'En aquests moments en què el món tendeix a unir-se', les grans potències europees perden els territoris que havien ocupat i annexionat per la violència i el terror, tornant així a les seves fronteres històriques, mentre els pobles que van sotmetre recuperen la llibertat, el territori i la identitat que els van arrabassar. França i Espanya són l’excepció occidental i continental".
  • "Tracten de fer creure que la Unió Europea ofereix una alternativa al totalitarisme i l’imperialisme estatal. “Com més Europa menys Estat”. Però el que és propi de la Unió Europea és reforçar el poder estatal, per això s’ha fet".                                        

 

Com veiem, hi ha un munt de pensaments en aquest llibre de Luis María Martínez Garate, 'Iñaki Aginaga, el hombre que pensó la nación', que convé llegir perquè posen el dit a la nafra en un munt de qüestions que no són nominals sinó que tenen a veure amb el procés d’alliberament de qualsevol poble sotmès, es digui com es digui. L’al·licient de la lectura, en el nostre cas, és que Euskal Herria i Catalunya són nacions sotmeses al mateix Estat agressor, i això, el fet de compartir un mateix enemic, ens hauria d’empènyer a compartir igualment les estratègies d’alliberament. Quan un Estat malda per fer desaparèixer dues nacions, el menys assenyat és que aquestes dues nacions no uneixin la seva força per defensar-se. L’individualisme, en el seu cas, és més suïcida que alliberador.

26 julio 2023

EUSKO IKASKUNTZA: ESPEJISMOS Y PREJUICIOS

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Al menos así la interpretaba la versión más dicharachera del marxismo, la de Groucho Marx. En efecto, la polémica en torno al estudio sobre Navarra y el euskera, de Eusko Ikaskuntza, parece ajustarse grotescamente a esta fórmula. Al dedillo. Lamentablemente, diríamos, porque lo que pretende presentarse como estudio científico está contaminado, preñado de conceptos, etiquetas y prejuicios políticos.

El primero, según su propia explicación-justificación (“Hablemos de Navarra y su ciudadanía”, Deia, Noticias de Gipuzkoa y Noticias de Navarra 19-22.07.23) lo encontramos en la difuminación del objeto de estudio. “¿Dónde queda la navarridad?”, dice el texto de forma literal. Esta pérdida de referente se traduce en la definición de la investigación en términos de una supuesta “disputa nacional en Navarra entre los nacionalismos vasco y español”. ¿Navarra no existe? ¿Hablamos de un ente imaginario, sin voz propia? ¿No ha existido históricamente un sujeto político con dimensión institucional, que durante siglos ha dado cohesión, defensa, cultura, vida económica y social, a una población, sobre un territorio? ¿No queda nada de eso?

Parece que no, a juzgar por las interpretaciones y los presupuestos metodológicos que emplean los ‘científicos’ de EI. Y como sabemos que sí ha existido, podemos colegir que estos investigadores presuponen que esa realidad estatal no ha dejado huella. No ha conformado una conciencia de pertenencia, no ha dejado poso en una memoria colectiva, no ha sedimentado en referencias simbólicas (de las que beben, quizás, esos nacionalismos que cita EI, pero que son previas), en lugares de memoria, en significantes con singularidad y personalidad propias. Por ejemplo, en una adhesión al euskera que entre la población va más allá de las corrientes partidistas, como patrimonio colectivo, lingua navarrorum, no propiedad del nacionalismo sino consustancial al país vasconavarro, en su territorio y su cultura.

En ese espejismo prejuiciado sobre el que han operado los investigadores de EI, se diría que les ha confundido el poder concluyente que, en las opiniones de la sociedad navarra, adjudican a unas ideologías concretas. Pero, ¿eso es real? ¿Tanto poder performativo tienen? ¿Solo se puede ser nacionalista vasco o nacionalista español? ¿No existen los anarquistas navarros -digamos Lucio Urtubia…-? ¿No se puede ser vegano-ecologista de Valdorba, o ribero amante de la huerta, o contrabandista euskaldun del Pirineo con sede en Urdazubi? ¿La ideología de partido, cortoplacista, electoralista, lo define todo? ¿La memoria del euskera de los abuelos/as de Otsagabia, tan fresco su recuerdo, no ha intervenido y facilitado la recuperación lingüística del valle, y matizado obviamente la opinión de los salacencos/as?

Para un investigador de EI, los valores de la sociedad, la posición de uno mismo en su tiempo, su comprensión del patrimonio con que opera su comunidad, ¿se guían (determinan) exclusivamente por una ideología, programa o discurso nacionalista?

Son muchas las falacias y los prejuicios sobre los que se sostiene el presunto estudio “científico” de EI. Otro supuesto que desfigura y desacredita el resultado que presentan es que, en esas disputas, de hondo calado histórico (dicho sea de paso. La aculturación -en torno al euskera, y más- viene de lejos, desde la conquista), “ambas ideologías y sentimientos son legítimos en democracia” (sic). ¿Lo son? ¿De verdad? ¿De la misma manera? ¿Es equivalente la actitud y autoridad del dominante español -o francés-, a la que se sufre en la zonificación de la lengua vasca? ¿No pesan los siglos de prohibición y diglosia de la realidad euskerica? Dicho de otro modo, ¿se puede hacer un corte temporal, presente absoluto, en la muestra societaria que se toma, y que no pese el pasado, ni la violencia, ni las leyes o los tribunales estatales, ni la institucionalización de la vida municipal, educativa, medios de comunicación, universidades…?

O, en otro sentido, ¿se pueden considerar igualmente legítimos dos sentimientos, dos identidades -lenguas, culturas, comunidades, simbologías, estatus…-, cuando una está en el poder del Estado, y la otra no tiene Estado, ni poder, sostenida únicamente por el tesón y el voluntarismo de sus nacionales? ¿La psicología del sujeto las contempla, legitima y se identifica con la misma naturalidad? ¿Es similar o equivalente la posición del dominante -agresivo, arrogante, empoderado- que la del dominado? ¿No es posible que, en estas condiciones, la miopía de ideologías nacionalistas nos impida percibir la existencia de otras versiones del país que no tienen tantos recursos, pero que están ahí?

Interpretar todo este barullo, en una situación de conflicto, de presión, lucha, imposición y resistencia, a partir de unos constructos ideológicos (en el peor sentido del término) como son los discursos de dos nacionalismos, se convierte en un ejercicio de primero de sociología, condenado al suspenso.

Si los investigadores de EI se interesan por el valor que el euskera tiene para la población navarra, les sugeriríamos que empezaran por revisar su propio aparato metodológico. Un principio científico señala que la primera condición para abordar un problema es establecer un diagnóstico acertado (ello nos permitiría alejarnos de las tesis de Groucho Marx sobre la política). Siendo el euskera, como es, un elemento societario y cultural, parte del patrimonio colectivo de Navarra, deberían sostener su investigación a partir de esas claves disciplinarias: memoria colectiva, cultura política, conflicto, toponimia, historia… Quizás se llevaran más de una sorpresa. Sea como fuere, no aplicarían conceptos vascongados a una realidad que, evidentemente, se les escapa.

 Luis Mª Martinez Garate,  Angel Rekalde

NOTICIAS DE NAVARRA (2023/07/28)

NOTICIAS DE GIPUZKOA (2023/07/31)



17 mayo 2023

GERNIKA ETA MINISTRO IRUZURTIA

Espainiako Gobernuak Gernikako Batzar Etxea memoria-leku izendatzeko egindako proposamenak eztabaida sotil bat piztu du, ez oso agerikoa, eta atzealdean geratu da, iradokizun eta xuxurla artean. Hala ere, esplizituki lehertu gabe, ezinegona sumatu da erakunde autonomikoetan.

Inor ez da ausartu ozen hitz egitera, eta doi-doi egin du marmarka protesta. Eta, hala ere, Bolaños ministroak Gernika (edo Juntetxea, are lausoago) oroimen espainiarreko leku izendatzeko egin duen keinuak ez du onik egin gure lurraldean. Zergatik? Ekimena maltzurra delako eta gibel-asmoz datorrelako. Eta eztabaida bera deserosoa delako inplikatutako alderdi guztientzat.

Ikus dezagun gaia urratsez urrats. Gernika gure artean oroimen-leku zirraragarria zela aski ezaguna da. Horregatik bonbardatu zuten! Gernika Bizkaiko Jaurerriko Foruen zinpeko lekua zen eta bertan biltzen ziren Batzarrak. Horregatik egin zuen lehendakari karguaren zina Jose Antonio Agirrek zuhaitz ospetsuaren aurrean, eskubide eta askatasun propioen memoria horrexegatik. Horregatik eskaini zion Iparragirrek bere kanturik ospetsuena, ereserki politiko eta erlijioso, mobilizazio eta protestarako kantu bihurtu zena, belaunaldiz belaunaldi, herrialdeko hainbat indar politikorentzat, hasi karlismotik eta ezker abertzaleraino, tartean jelkideak daudela.

Oroimen-leku bat bere esanahia da. Aldatzen edo lausotzen bada, lekua desagertu egiten da kontakizunarentzat eta bere egiten duten biztanleentzat. Horixe dago jokoan Gernikako ministerio-proposamenean. Bolaños ministroak horren aldeko apustua egin du, eta euskal ikur nazionala berreskuratu du Espainiako iruditeriarentzat, hispaniarren oroimen demokratikoarentzat. Jokaldi amarrutsua. Maltzurra. Horrela, haren esanahia bereganatu eta hustu egiten du. Esanahia bestelakotu eta garai guztietako foruzaleei eta euskal askatasunen defendatzaileei lapurtzen die. Baita gerrara beren Gernikako Arbolarekin joan ziren karlisten batailoiei ere. Are gehiago, Agirre lehendakariari berari ere xixkatzen dio, bonbardatutako biztanleria zibilaren ikur bihurtzen baitu, eta Gernika edozein hiri, leku abstraktua, datu eta xehetasun gehiagorik gabea. Esanahi-aldaketa agerikoa da, iruditeria nazional batetik inperial batera, baina txikikeria horiek ezer gutxi aipatu dira.

Eta ez da polemikaren berri eman, tranpa aldez aurretik jarrita dagoelako; agian horregatik inor ez da iskanbila sortzera ausartu. Tranpa hau da: Espainiako legeriak, memoria ofiziala hitzetik hortzera darabilten guztiek aipatzen dutenak, 36ko memoria besterik ez duela aitortzen (demokratikoa, hori bai). Baina espainiarra. Data horren aurretik ez zegoen baskoirik, ez euskaldunik, ez nafarrik, eta ez zen ezer gertatu gu markatzeko. Munduko beste edozein herrik baditu bere erreferentziak. Eskoziak bere independentziaren borrokalaria gogoratzen du, William Wallace, eta Stirling zubiko bataila. Kataluniak 1714. Latinoamerikak, oro har, Kolon bere kontinentean lehorreratu zen data du, bere hondamendien erreferente gisa. Frantziak Karlomagno enperadore handiaren aintza aldarrikatzen du bere historiaren mitotzat, nahiz eta Euskal Herrian ez zaion grazia beraz begiratzen. Baina guk ez dugu liga horretan jokatzen.

Bestela esanda, ez dugu existentziarik; ez zaigu aitortzen garenik, izan garenik, eta esplikatzen gaituen iragana kontatzen dugunik. Esplikatzen gaituena ez ezik, baita sendotasuna ematen diguna ere. Iragan horrek harrotu egin gaitzake, autoestimua eman, eta bidegabekerien memoria (hala nola Gernikako bonbardaketarena, baina ez horrena soilik). Kohesioa eskaintzen digu, kolektibitatearen kontzientzia, nazioaren energia. Horretarako dira oroimen-lekuak.

Hortik ulertzen da isiltasuna gure lekuei buruz: bonbardatu aurretiko Gernika, Amaiur, Orreaga, Agirre lehendakaria, Martin Ttipia, Jaime Velaz de Medrano...

Eta esanahi horiek desmuntatzeko, beste behin ere, espainiar Estatuko Presidentzia ministro azeria etorri da eta sagar pozoitu bat eskaini digu. Iseka da, trufa hutsa, 1937ko krimenaren oinordekoek Gernikaz jabetu eta “oroimenaren lehen leku” gisa berrasmatzea. Espainiako ministroak leku bat aitortzea proposatzen digu, baina Espainiako iruditeriaren barruan, oso demokratikoa beti, eta bere indarkeriarik aitortu gabe, erreparaziorik onartu gabe eta barkamenik eskatu gabe, hori ez baitator bat hispaniar harrokeria inperialarekin.

Normala da aurrekari horiekin inor ez ausartzea ministroari ahoa ixtera. Gai horri fundamentuz heltzeko, euskal memoriaren lege propioa behar da. Gure existentzia aitortzen duena. Nafarroako erresuman estatu bat izan garela adierazten duena. Eta adierazten duena, halaber, badugula kultura, lurraldea, historia, hizkuntza, euskara. Bi estatu, bi potentzia inperialen etsaitasuna pairatu dugula. Eta guretzat esanahia duten datak guk erabakitzen ditugula, ez gure pazientziaz trufatzera datozen lehendakaritza- ministroek.

Picassok, Parisen nazi batzuen bisita jaso eta Gernika bere lana ote zen galdetu ziotenean, ezetz erantzun omen zien; haiek zirela egileak. Egia edo gezurra izan, kontua da Espainiako erregimenak ez duela inoiz barkamenik eskatu Gernikako krimenagatik; ez du inoiz bere obratzat hartu. Quousque tandem abutere patientia nostra!

 Angel Rekalde, Luis Mª Mtz Garate

GARA-NAIZ (2023/05/16)

ZU ZEU (2023/05/24)

BERRIA (2023/05/31)

07 mayo 2023

GERNIKA Y EL MINISTRO FULLERO

La propuesta del Gobierno español para declarar la Casa de Juntas de Gernika como lugar de memoria ha suscitado una polémica sutil, soterrada, que se ha deslizado entre bambalinas, entre insinuaciones y siseos, pero que sin estallar explícitamente ha dejado entrever una desazón en las instituciones autonómicas.

Nadie se ha atrevido a levantar la voz, y apenas se ha protestado entre dientes. Y sin embargo el gesto del ministro Bolaños de declarar Gernika (o la Casa de Juntas; más difuso aún) como lugar de memoria español no ha sentado bien en nuestra tierra. ¿Por qué? Porque la iniciativa surge con malicia y llega con retranca. Y porque el mismo debate es incómodo para todas las partes implicadas.

Veamos el tema paso a paso. Que Gernika era entre nosotros un vibrante lugar de memoria es de sobra conocido; ¡por eso la bombardearon! Gernika era el lugar juradero de Fueros del Señorío de Bizkaia y allí se reunían sus Juntas. Por eso mismo juró Jose Antonio Agirre su cargo de lehendakari ante el árbol legendario, por esa memoria de derechos y libertades propias. Por eso le dedicó Iparragirre su canto más famoso, que se convirtió en un himno político, religioso, de movilización y protesta, durante generaciones y para distintas fuerzas políticas del país, desde el carlismo hasta la izquierda abertzale, pasando por los jelkides.

Un lugar de memoria es su significado. Si se cambia o se difumina, el lugar desaparece para el relato y para la población que lo hace suyo. Es lo que está en juego en la propuesta ministerial de Gernika. Es a lo que apuesta el ministro Bolaños cuando recupera el símbolo nacional vasco para el imaginario español; para la ‘memoria democrática’… hispana. Jugada sibilina. Artera. Con ello se apropia de su significado y lo vacía. Lo resignifica y se lo birla a los fueristas de todas las épocas, a los defensores de las libertades vascas. Se lo choricea, incluso, a los batallones de carlistas que fueron a la guerra con su Gernikako Arbola. Incluso, si me apuran, se lo escamotea al lehendakari Agirre y lo convierte en el símbolo de una población civil bombardeada, una ciudad cualquiera, abstracta, sin más datos ni entretelas. La resignificación es evidente, de un imaginario nacional, a uno imperial; pero apenas han trascendido esas minucias.

Y no ha trascendido la polémica porque la trampa está tendida de antemano, y quizás por ello nadie se ha atrevido a montar un pollo. La trampa es que la legislación española, a la que se remiten todos los que invocan esa memoria oficial, no reconoce otra que la del 36 (democrática, eso sí). Pero española. Antes de esa fecha no existíamos los vascones, ni los euskaldunes, ni los navarros, ni había ocurrido nada que nos marcara. Cualquier otro pueblo del mundo tiene sus referencias. Escocia recuerda al luchador de su independencia, William Wallace, y la batalla del Puente de Stirling. Catalunya el 1714. Latinoamérica en general tiene la fecha del desembarco de Colón en su continente como referente de sus calamidades. Francia reivindica la gloria de Carlomagno, su gran emperador, como mito de su historia, aunque en Vasconia no se le mire con la misma gracia. Pero nosotros no jugamos en esa liga.

Dicho de otro modo, no tenemos existencia; no se nos reconoce que somos, que hemos sido, y que contamos un pasado que nos explica. No sólo que nos explica, sino que nos da consistencia; nos puede enorgullecer; nos aporta autoestima; memoria de agravios (como el bombardeo de Gernika, pero no sólo este); nos ofrece cohesión, conciencia de colectividad, energía de nación… Para eso son los lugares de memoria.

Ahí se entiende el silencio por nuestros lugares, Gernika antes del bombardeo de Gernika, Amaiur, Orreaga, lehendakari Agirre, Martin Ttipia, Jaime Velaz de Medrano…

Y para desmontar estos significados, una vez más, ha venido el taimado ministro de Presidencia del Estado español y nos ha ofrecido una manzana envenenada. Es una burla, un sarcasmo que, ahora, los herederos del crimen de 1937 se apropien de Gernika y lo reinventen como su “primer lugar de memoria”. El ministro de España nos propone reconocer un lugar, pero dentro del imaginario español, muy democrático siempre, y sin asumir sus violencias, ni admitir reparaciones, ni formular perdones, que eso no casa con la arrogancia imperial hispana.

Es natural que con esos antecedentes nadie se haya atrevido a tapar la boca al ministro. Para abordar este tema con solvencia hace falta una ley de memoria vasca, propia. Que reconozca nuestra existencia. Que exprese que hemos sido un Estado en el reino de Navarra. Que tenemos cultura, territorio, historia, lengua, euskara. Que hemos sufrido la enemiga de dos estados, dos potencias imperiales. Y que las fechas que nos significan las señalamos nosotros, no los ministros de presidencia que vienen a burlarse de nuestra paciencia.

Se dice que Picasso, cuando recibió la visita de unos nazis en París, y le preguntaron si el Gernika era obra suya, les respondió que no; que ellos eran los autores. Verdadero o falso, lo cierto es que nunca el régimen español ha pedido perdón por el crimen de Gernika; nunca lo ha reconocido como obra propia. Quousque tandem abutere patientia nostra!

Angel Rekalde, Luis Mª Mtz Garate

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21 febrero 2023

NAVARRA, LA CENTRALIDAD HISTÓRICA VASCA

E ansi, el dicho rey de Castilla (Alfonso VIII), corrió toda la tierra de Alava, e Guipuzcoa e Navarra; e como el poder de la gente suya, e caballería, fuese con el dicho rey de Navarra; e como quiera que Vitoria tobieron sitiada cerca de un año, e otras villas e castillos, e ficieron todo su esfuerzo por se defender; pero finalment, mas non podiendo facer, hobieronse de render por fuerza; e ansi tomaron la tierra de Alava e la de Gupuzcoa injustament. 

(“Crónica de los reyes de Navarra”. Carlos, Príncipe de Viana. 1454)

Quien define el debate sobre el pasado de una sociedad, de una nación, está planteando una perspectiva de futuro de la misma. Hablamos del sujeto, de su identidad y su cohesión social y política. Cuando en una nación sometida estos debates se presentan dentro de las coordenadas señaladas por el poder extranjero que la domina, algo se está haciendo mal.

En una publicación digital sabiniana hemos leído recientemente que “Navarra no fue jamás el reino de los vascos”. Y que “ni sus reyes ni su alta nobleza, tuvieron voluntad de que lo fuera”. ¿Tuvieron los vascos algún reino? Y sus ‘reyes y alta nobleza’, ¿qué voluntad tenían de ser? ¿Castellanos?, ¿españoles?, ¿franceses?

Esta lectura viene a decir que el Pueblo Vasco es un ente de razón, un constructo mental, que nunca ha existido y que comenzó su andadura por el mundo con Sabino Arana, que según ellos no sólo fue el padre de la Patria, sino también el creador de su pueblo.

Como se percibe en la interpretación de esa revista, la definición del país de Arana Goiri (y sus seguidores, de derechas como de izquierdas) para afrontar el futuro se basa sobre un relato construido por los estados que nos ocupan. Y lamentablemente muestran una fuerte querencia a banalizar y distorsionar otras perspectivas que defienden una visión más centrada del propio país. Autocentrada, diríamos.

Cuando algunos reclamamos la centralidad navarra dentro de la historia y del futuro del País Vasco, lo hacemos para no caer en la trampa de considerarnos simples apéndices de la historia de España o de Francia. Defender una historia propia del sujeto nacional vasconavarro exige salir de la órbita académica normal.

Los vascones construyeron el reino de Pamplona en el siglo IX (Navarra, a partir del XIII), y eso es precisamente lo que reivindicamos: su conocimiento y la comprensión de las consecuencias a nivel social, lingüístico y político para nuestro pueblo. Este Estado nacionalizó nuestra colectividad. El Derecho Pirenaico, consuetudinario, fue la base del mismo: el Fuero de Navarra, su principal expresión.

Reivindicamos la continuidad histórica de nuestro pueblo, es decir, la existencia en este Estado navarro, y lo reivindicamos como modo de salir de la situación de subordinación y fractura actuales. No se trata de volver a un sistema estamental, propio de aquel pasado, sino de recuperarlo como Estado libre, moderno, en el juego internacional presente.

Arana Goiri tuvo la capacidad y el mérito de transformar la reivindicación foral, característica del carlismo del XIX y de grupos fueristas liberales, en una reivindicación nacional, acorde con las perspectivas de su época. Sin embargo, este líder asumía una visión histórica en la que la partición territorial de nuestro país daba por buena la Historia canónica española y francesa.

Lo que Arana consideró territorios vascos originales (Bizkaia, Navarra, Araba…) son consecuencia de los sucesivos ataques, conquistas y violencias sufridas por el reino de Navarra a manos de Castilla -España, a partir del siglo XVI- y de Francia. Nuestros territorios ‘históricos’ no han sido resultado de la voluntad soberana de sus moradores, sino particiones imperiales.

Basar el futuro de la nación vasca sobre el fraude del relato de dominación es un error que pervierte el conocimiento y favorece, naturaliza, la subordinación. La nación vasca debe reivindicar sin complejos la existencia de un Estado histórico que fue independiente, forjó su cultura y la defendió durante siglos.

La memoria de Navarra como reino durante siglos se ha mantenido en la Alta Navarra hasta hoy. Esta lectura histórica se ve confirmada por la investigación reciente. Sobre ambas se debe construir el relato que nos  constituye como nación.

El relato que nos aboque a un futuro libre deberemos construirlo nosotros con nuestra voluntad política, pero conscientes de la existencia de un pasado propio, no apéndice de las mentiras imperiales.

Luis María Martinez Garate / Angel Rekalde

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