Este verano, el 30 de julio y el 6 de agosto, se representó la Pastoral Joanikot en las poblaciones de Altzai y Lakarri de Zuberoa. Varios miles de personas presenciaron la representación (se calcula que unas 3.000 en la primera y 2.500 en la segunda); y se prevé que el próximo 10 de septiembre se volverá a representar en la Sala Baluarte de Pamplona.
Con un guión de
la escritora zuberotarra Joana Etxart, esta escenificación popular narra la
historia personal del capitán Joanikot que, en origen partidario del bando
beaumontés, a la vista de las atrocidades de la tropa española tras la
conquista de Navarra, se pasó al campo de los insurrectos y defendió la
fortaleza de Donibane Garazi frente a la fuerza imperial. Apresado tras la
derrota, fue (como nos explica Pello Esarte en su obra sobre la conquista de
1512) conducido a Pamplona, condenado, paseado por las calles, colgado, descolgado,
decapitado y descuartizado, “poniendo su cabeza en lo alto de la horca”.
La pastoral, como
cuenta Joana Etxart, es un homenaje a los defensores de Navarra, no tanto en la
persona de reyes y reinas, habituales figuras de representación política, que
hoy se nos atragantan, sino a través de la lucha de personajes populares, con
menos intereses privativos y más comprometidas con la causa colectiva.
Pello Esarte detalla
las circunstancias que rodean la historia y la intervención de Joanikot en la
insurrección de 1521, su captura y la venganza hispana. “En agosto de 1521 Luis
de Beaumont –condestable de Navarra, conde de Lerín y vizconde de Farfany-
llegó a desempeñar el cargo de lugarteniente del virrey y capitán general, en
ausencia del conde de Miranda y como tal acudirá a la toma de San Juan de Pie de
Puerto al mando del ejército”. Recordamos que el relato nos sitúa en la tercera
etapa de la guerra de Navarra, en el levantamiento colectivo facilitado por la
insurrección de los Comuneros de Castilla y la liberación del país a cargo del
ejército dirigido por el general Asparrots. En aquel entonces, “mientras tanto,
la fortaleza de San Juan de Pie de Puerto (Donibane Garazi), a cuyo frente
figuraba el capitán Johanot de Arbela o Arbeloa, Juanicot, acompañado de
navarros como Juan Remíriz de Baquedano y Juan de Jaso, resistió el bombardeo
al que sometió la artillería castellana durante 21 días. Tras ellos, la plaza
cayó conquistada al asalto de la caballería de Diego de Vera. El enfrentamiento
armado entre las partes se saldó con la muerte de 300 defensores del fuerte. El
alcaide de la fortaleza, Juanicot, fue apresado junto a sus compañeros y las
cuatro banderas, y conducidos a Pamplona”.
La suerte de
Joanikot fue trágica, ya que los españoles se ensañaron con él por su
resistencia. Esarte nos cuenta: “Respecto al alcaide de la
fortaleza, el capitán Juanicote, y según el relato de un espía: el 25 de este
mes (agosto de 1521) fue traído a Pamplona (…) el cual vino prisionero en manos
del capitán Villars”. Su ejecución se efectuó al día siguiente.
El capitán Martín de Ursúa testimonió
que el único delito del capitán Joanikot fue el de defender la fortaleza con
sueldo de los ‘franceses’. Según su posterior testimonio vio: en la ciudad de Pamplona al dicho Juanicot,
arrastrarlo, justiciándolo y después que lo justiciaron vio sus cuartos
desperdigados (…) fuera de los portales de Pamplona.
La historia quedó registrada,
documentada como una cumplida venganza; lo confirman algunos testigos de la
ejecución de la sentencia, como el notario de la Corte, Miguel de Arbizu, que
señaló haber visto al reo ‘pasar por la calle a ser ajusticiado’, o Sancho de
Estella, que manifestó la crueldad y atrocidad del castigo infligido a Juanikote:
“vio (este testigo) que lo tajaron e
hicieron cuartos.” (Pello Esarte)
El relato de
Joana Etxart goza de algunos aciertos, que pocas veces encontramos en estas
historias recreadas, que le dan fuerza e interés. Por ejemplo, es una narración
que se centra en Navarra, que toma a nuestro país como eje de la historia, y
sitúa así la trama, las posiciones de los personajes, sus intereses y
referencias. Ello nos permite, de esta manera, observar un escenario que pocas
veces reconocemos, como es un país en su realidad perdida, sin divisiones
territoriales, en una recreación de lo que entonces era. Es, pues, una epopeya
navarra, en unos términos que hoy se nos escapan.
Por la Pastoral
de Etxart, a diferencia de tantas versiones poco contextualizadas, circulan muchos
de los personajes relevantes de la época histórica, tanto de Navarra como de
Castilla, y así nos encontramos con la presencia parlante de protagonistas
tales como el cardenal Cisneros, o incluso vascongados como Iñigo de Loiola o
el duque de Nájera.
En
Altzai y Lakarri participaron en la escenificación de la Pastoral más de 90 actores locales, entre ellos 15
niños. Jean Pierra Rekalt se hizo cargo de la dirección y Jean Louis Aranburu
fue el responsable del canto y la música. La representación de esta obra en el
Baluarte de Pamplona es una oportunidad excepcional para acercarnos a nuestro
pasado, a nuestra cultura, a una visión de nosotros mismos que nos hace buena
falta.
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