La historia
en realidad se relaciona con las necesidades presentes y con las situaciones
presentes
Benedetto Croce
La
memoria histórica es un asunto que está de moda. Pero aparece como el de una
memoria breve. Hasta hace poco todavía lo era más. Quienes tenían en sus manos
el gobierno de la Comunidad Foral de Navarra ofrecían una memoria reducida a la
etapa de la actuación de ETA. La memoria tenía relación exclusiva con sus
víctimas, víctimas del terrorismo
decían.
A
fecha de hoy (Noticias de Navarra, 2 de marzo de 2016) parece que la memoria se ha hecho un poco más amplia. Hemos
llegado a 1936. El eje temporal se ha ampliado pero el espacial sigue siendo la
centralidad española, la sublevación de 1936 y la consiguiente guerra de
1936-39. Si aparece Navarra en el guión es como una parte del contexto general
español. El ejercicio que supone la memoria es siempre saludable, catártico, e implica,
como es sabido, una vía a la reparación y la justicia. Por supuesto también en
este caso, máxime con los gravísimos crímenes ejecutados en un territorio sin
frente de guerra, como lo fue la Alta Navarra en esta etapa histórica.
No
obstante, si consideramos a Navarra en su conjunto, como una formación social
que desde el siglo IX constituyó un Estado europeo de primer nivel y
pretendemos recuperar una visión de los problemas y conflictos, internos y
externos, a los que se ha visto, y se ve hoy, sometida la sociedad vasca,
debemos ampliar algo más nuestro horizonte.
Sin
recuperar la memoria, propia, de los conflictos del siglo XIX: la guerra
napoleónica, las carlistadas, la Gamazada; de sus personas, hechos, lugares, símbolos...
será difícil poder acceder a una comprensión cabal de lo acontecido en el siglo
XX con la reivindicación foral, el surgimiento del bizkaitarrismo y el
napartarrismo, los conflictos sobre comunes y corralizas y otros, todos ellos
en la base de tantas reivindicaciones cercenadas en 1936 y en la etapa
franquista.
No
cabe duda de que lo que se conoce normalmente como Fueros constituye un elemento fundamental de la memoria histórica del
conjunto vasconavarro, la nación vasca, de los territorios del Estado navarro.
El monumento a los Fueros de Iruñea o el Árbol de Gernika son dos lugares e
memoria de primer orden de nuestro pueblo.
Pero
los famosos Fueros no se pueden entender
bien sin explicar y comprender su origen y evolución histórica. Los Fueros no surgen de un caos primitivo
como algo ya resuelto y cerrado para siempre y que constituyó la forma de
organización social y política de nuestro pueblo desde, por lo menos, el
Neolítico.
No
se puede entender la realidad vasca actual sin una reflexión memorial sobre los
hechos, muchos violentos, que nos han conducido a donde estamos. Desde Orreaga
y Eneko Aritza hasta las leyes abolitorias de fueros del siglo XIX hay una serie muy larga de acontecimientos que han marcado
hasta el presente nuestra sociedad. La conquista, en 1200, de la fachada
marítima del reino y la consolidación del poder castellano a través de la
institucionalización de las Provincias Vascongadas marcó una división
artificial entre “navarros” y “vascos” no originaria sino inducida por los
conquistadores. Tras ellas, las guerras
de bandos, los importantes conflictos con la parte del reino que se
mantenía soberana en la que llamaron frontera
de malhechores, son etapas que culminaron en la conquista de 1512 que supuso
la pérdida de la soberanía de la Alta Navarra así como el Decreto de la Unión de 1620, la de la Baja.
En
todos los casos se mantuvo un sistema llamado Foral, no soberano sino subordinado a las monarquías dominantes,
española y francesa. Fueros como restos
de la independencia. Armisticios o treguas, siempre inestables. La revolución francesa a finales del siglo
XVIII y los intentos liberales
españoles a lo largo del XIX, conllevaron la abolición práctica del Sistema Foral. Propiciaron las dos
guerras carlistas en Euskal Herria, citadas al principio, y la aparición del
sistema de Convenio y Concierto económicos hoy vigentes.
Como
afirma el historiador Jacques Le Goff:
“La idea de
que la historia está dominada por el presente descansa ampliamente sobre una
frase célebre de Benedetto Croce que afirmaba que ‘toda historia es historia
contemporánea’. Croce entiende aquí que ‘por muy alejados en el tiempo que
parezcan los acontecimientos que cuenta, la historia en realidad se relaciona
con las necesidades presentes y con las situaciones presentes en las que
resuenan esos acontecimientos”
Otro
historiador, Enzo Traverso, dice
“La historia
es una puesta en relato, una escritura del pasado según las modalidades y las
reglas de un oficio –o de un arte o, con muchas comillas, de una ‘ciencia’- que
intenta responder a cuestiones suscitadas por la memoria”
La
historia se escribe desde los intereses del presente y responde a cuestiones
suscitadas por la memoria. La memoria que se nos propone desde las actuales
instituciones navarras es selectiva y sesgada, breve en una palabra. Para
considerarla como tal, pienso que debería ser más extensa, abarcar una serie
temporal mayor. Para afrontar nuestro futuro hay que definir correctamente el
alcance de nuestra memoria. La memoria es el soporte de la historia y el relato
de una sociedad.
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