Osasuna.
La salud. ¡A la suya señores! Osasuna es también el nombre del principal equipo
de fútbol de Pamplona. Parece que en los últimos tiempos ambas acepciones del término,
como sustantivo y como nombre propio de un club, andan por caminos revueltos.
La
salud, el sistema sanitario, sea Osasunbidea u Osakidetza, está sufriendo
profundos recortes que repercuten inexorablemente sobre la calidad del servicio
que recibe el “paciente”; ¡uy!, ¡perdón! el “cliente”, que es la forma
políticamente correcta de denominarlo en la actualidad.
Los
recortes han producido estragos en muchos de los servicios que se creían
garantizados por el “estado del bienestar”. Y, de modo alarmante, se han cebado
en el sistema sanitario. Atención primaria, especialidades, listas de espera
crecientes, etc. producen una grave sensación de impotencia y malestar… ¡en el
cliente!, que es precisamente aquél de quien decían que siempre tenía razón. Parece
que la tenía de bastante más calidad cuando era simplemente… paciente.
No
obstante esta deriva sobre el deterioro del sistema sanitario, quisiera hacer
una reflexión sobre el contenido del nombre propio. Se ha dicho muchas veces
que el Club Atlético Osasuna es el único equipo de Vasconia que participa normalmente
en la primera división de la liga española, hasta este año en que ha descendido
a segunda, que llevaba un nombre en euskera. En efecto, ni el Athletic, ni la
Real (¡vaya título democrático!), ni el Deportivo Alavés tienen nombre vasco.
Parece
que los recortes asociados a la crisis, unidos a una gestión pésima, de la que
no me encuentro capaz de hablar dada mi nula afición a ese espectáculo de masas
que se conoce como fútbol profesional, han provocado su descenso de categoría.
Aprovechando
eso de que “a perro flaco todo son pulgas” ahora resulta que Osasuna se ha
convertido en el receptáculo de todas las obleas por parte de los sectores que,
con pleno autoodio, aborrecen de lo propio. Ya se han escuchado voces que dicen
que Osasuna no es lo más importante para Navarra (cosa, por otra parte,
cierta), que el equipo de fútbol de una ciudad lleva “normalmente” su nombre (como
ejemplos: Sevilla, Salamanca etc.) y otras muestras de menosprecio hacia…
¡Osasuna! Es decir que, por un lado, Osasuna es prescindible y que, por otra,
lo obligado es que haya un equipo de fútbol en la Liga española que lleve el
nombre de su ciudad, obviamente Pamplona.
Cuando
hablamos de fútbol, aquí y ahora, estamos visualizando un mapa, nos estamos
sintiendo “acogidos” por lo que ese mapa contiene de nacionalismo, dicen que
banal, pero que de banal tiene muy poco. El espectáculo fútbol, “la liga”, es
uno de los medios de nacionalización más potente de que disponen quienes
controlan el poder en el marco del Estado español.
Incluso
esa pequeña motita de polvo que puede empañar su “una, grande y libre” o su
“Navarra foral y española”; ese mínimo desajuste que constituye el hecho de que
haya tres equipos de fútbol vascos sin nombre vasco y que el único que lo lleva
sea el de un territorio que ellos afirman que no lo es, les produce tal
desasosiego, lo consideran tan importante desde el imaginario simbólico, tanto
español como navarro, que tiene todos los visos de que creen llegada la hora de
prescindir del mismo.
Si
me pusiera serio diría que, si lo llegan a perpetrar, sería un atentado más (¡y
van…!) contra el acervo pamplonés y de todos de los navarros, porque Osasuna es
signo de salud, lingüística claro, pero sobre todo de memoria y patrimonio.
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