Quan creus que ja s’acaba,
Torna a començar,
i torna el temps dels monstres
que no són morts
Raimon (1969)
El gobierno del reino de España amenaza con nuevas medidas que comportan (¡y van…!) una vuelta de tuerca más en su concepción unitaria del Estado. Todos los defensores, tanto vascos como catalanes, de lo que ellos mismos denominaron como autonomismo, se esfuerzan desde hace muchos años en convencernos de que el modelo político conseguido, tras la muerte de Franco, “gracias” a sus desvelos representaba un estatus óptimo para sus respectivas “comunidades autónomas” y, además, una situación estable. Por muchos años. Cuando crees que se acaba, vuelve a comenzar.
Nada más lejos de la realidad. Las anunciadas medidas de reforma de la Constitución española, previamente acordadas entre los dos “grandes partidos españoles”, sobre la limitación del nivel de deuda alcanzable por sus comunidades autónomas, ha vuelto a sembrar la inquietud y zozobra entre los partidarios de tal “modelo de Estado”. ¡Hasta Jordi Pujol ha tenido que modificar en el último momento su intervención en la entrega de los premios Canigó 2011, que recibía él mismo junto con Muriel Casal como representante de Omnium Cultural este mismo mes de agosto.
Pujol había preparado su discurso desde días atrás, y lo tuvo que modificar al conocer que el PSOE y el PP habían pactado una reforma de la Constitución para limitar el techo de gasto de las autonomías."El PSOE y el PP quieren limitar la capacidad operativa de las autonomías, fruto de la alianza de las autonomías gobernadas por estos partidos. Es una autonomía ficticia, y cuando estos dos partidos se ponen de acuerdo, sabemos que Cataluña es perjudicada", dijo el ex-presidente de la Generalitat. Vuelve el tiempo de los monstruos que no están muertos. ¿Se han ido alguna vez?
La única forma de conseguir una situación estable, sin las continuas inestabilidades y zozobras que producen las arbitrariedades de unos estados, como el español, con una organización política basada en un modelo unitario que niega la existencia, y por supuesto cualquier derecho, de las naciones sometidas a su dominio, es alcanzar un estatus político internacional semejante al suyo: tener un Estado propio.
La incertidumbre que supone levantarse cada mañana con la sospecha de que algo que ya estaba firmemente alcanzado y amarrado se pueda ver puesto en cuestión; el desgaste de energías que implica, tanto la inquietud como, sobre todo, la “vuelta a comenzar” en la reivindicación de lo que se creía ya consolidado; la inquietante situación de un perpetuo estar en la cuerda floja, constituyen elementos profundamente desestabilizadores, tanto social como económicamente, de cualquier sociedad nacional. Sobre todo en una época de crisis tan amplia como la actual.
Creo que ya ha llegado el momento de desenmascarar a esos agentes desestabilizadores que son conocidos, dentro de la actual organización política del Estado español, como autonomistas. Hay que decirles que ya basta. Que no son factores de cohesión social, sino de inquietud permanente y que de ese modo ninguna nación tiene futuro. La estabilidad y la cohesión social sólo pueden llegar a través de la independencia política, del Estado propio.
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