22 noviembre 2010

NAVARRA ES NUESTRA HISTORIA


Aunque pueda parecer contradictorio, el móvil principal de esta “Síntesis de la historia de Navarra” ha sido la preocupación por el porvenir de nuestro país, por el proyecto de futuro que pueda tener nuestra sociedad. Es evidente que el futuro de cualquier sociedad tiene que ser definido por ella misma y debe ser ella también quien busque los medios y estrategia para lograrlo. Pero es su situación, sus relaciones internas y con otros agentes externos en un momento dado de la historia, la que condiciona los objetivos que es capaz de proponerse. Una sociedad nunca se planteará fines que no estén previamente interiorizados en su pensamiento colectivo, en su cultura social y política. Por eso es fundamental la comprensión de la trayectoria que ha conducido al punto en el que se proyecta un objetivo tan importante como es el de la independencia política.

Hoy y aquí se plantea con frecuencia que el derecho del pueblo vasco, de Euskal Herria, a su independencia, a la constitución de un Estado propio en Europa y en el mundo, se basa exclusivamente en la voluntad de su sociedad. Esta aseveración suele ir normalmente unida a otras como que “el haber sido un Estado independiente no proporciona ningún plus de legitimidad” o que “la historia no otorga derechos”. Este tipo de afirmaciones pienso que deben ser matizadas. La historia no otorga derechos, cierto, pero nos permite conocer las sendas por las que cualquier sociedad se ha ido constituyendo a lo largo de los años y de los siglos, los avatares por los que ha pasado, las penalidades y expolios que ha sufrido, en resumen, los conflictos en los que se ha visto inmersa. Todo este conjunto posibilita comprender por qué somos como somos, aquí y ahora. En suma, nuestra identidad actual.

Un grupo social que se percibe como diferenciado genera unos modos específicos de plantear y resolver los conflictos que son normales en cualquier grupo humano. Estos surgen de factores geográficos y ecológicos en general, pero también y sobre todo de las relaciones de propiedad y poder dentro del propio grupo. En este proceso se genera una cultura social. El hecho de que Euskal Herria se haya constituido históricamente en nación no es un acontecimiento puntual, es el resultado de una larga trayectoria que comienza con la existencia de un pueblo que poco a poco toma conciencia de sí, sobre todo en sus contactos con otros pueblos. La coexistencia, pacífica o conflictiva, con ellos conduce a la creación de una organización política que se superpone a la previa organización social y la reformula. La nación surge y se estructura en las relaciones, tantas veces conflictivas, con otras sociedades próximas.

Cuando una sociedad ha sufrido derrotas, como es caso de la navarra, y se ha visto ocupada y subordinada por otras, tiene en la memoria histórica un elemento fundamental para plantear su liberación. Por eso los intereses del conquistador se centran, sobre todo, en la reinterpretación de la memoria de los vencidos, bien mediante su reemplazo o anulación completa, bien por la asimilación, camuflaje o tergiversación del conjunto de su patrimonio.

Walter Benjamin decía que los grupos humanos, sociedades, pueblos o clases sociales, que olvidan sus derrotas, normalmente por imposición de los triunfadores, son doblemente vencidos. La primera vez en la derrota en sí y la segunda, a través del olvido, de la pérdida de la memoria de su derrota y de los elementos que la soportan, sean narraciones, historias o leyendas o bien sean lugares de recuerdo. Esto supone, tal vez, el fracaso definitivo de la sociedad que sufrió la primera capitulación desde el punto de vista militar y político. La memoria histórica pretende evitar la segunda derrota y procurar su reparación. Para eso tiene que existir una sociedad con voluntad y capacidad de recordar lo sucedido, reivindicarlo y llevar a cabo su resarcimiento.

La memoria debe estar soportada por el método científico de la historia. En general, la distorsión, el ocultamiento o el engaño al que los vencedores someten a los derrotados se suele basar en una visión de la historia narrada por escritores a su servicio y nuestro caso no es una excepción. Por consiguiente, es clara la necesidad de conocer el proceso que nos ha conducido a ser la sociedad que somos, con sus vicios y virtudes, con sus conflictos internos y externos, pero sobre todo con unas características específicas: una lengua particular que, además de ser propia, resulta de gran interés científico y un importante patrimonio, material e inmaterial, en el que sobresale una cultura política muy arraigada y de profundos valores democráticos.

Sin un conocimiento centrado en el propio sujeto social, la nación, no se puede establecer el sistema de referencias necesario para incorporar las exigencias de un mundo globalizado entre las que hoy se encuentran algunas tan acuciantes como las migraciones, las deslocalizaciones de empresas y tantas otras. La historia y su recepción social en forma de memoria histórica es el soporte de cualquier identidad. En mi opinión, sólo a través de una identidad asumida colectivamente con claridad podremos aspirar a una sociedad cohesionada, garantía para poder vivir en una situación de libertad y justicia, solidaria y libre, mediante el acceso a un Estado propio.

La mayor parte de las obras que se han escrito sobre la historia de nuestro pueblo se han hecho como yuxtaposición de las historias parciales de cada uno de los “territorios” que hoy consideramos como los componentes del espacio en el que vivimos los vascos del siglo XXI. Se trata del tradicional “zazpiak bat” a través del que muchos perciben nuestra existencia y en el que cada parte actual se considera como un ente histórico y social independiente, casi atemporal, sin una trama conductora capaz de tejer todos los hilos y de crear la red capaz de ofrecer una perspectiva consistente de la realidad vasca.

Esta “síntesis” pretende aproximarse a la trabazón entre los diversos territorios en los que se encuentra dividida actualmente nuestra nación, con base en su eje central concretado en la máxima expresión política soberana que el pueblo vasco ha construido a lo largo de la historia: el reino de Navarra. Navarra fue un Estado europeo a lo largo de muchos siglos y en su organización social y política quedó reflejada toda una tradición viva, basada en el Derecho Pirenaico. Al mismo tiempo, el Estado navarro fue capaz de nacionalizar a la propia sociedad vasca y construir, en ese difícil equilibrio entre sociedad y Estado, una cultura política de gran profundidad e interés histórico

Cuando este trabajo habla de Navarra se refiere a la expresión política del pueblo vasco o Euskal Herria. Euskal Herria expresa la dimensión lingüística y étnica de nuestra sociedad, mientras que Navarra lo hace desde una perspectiva política. Todos los navarros somos, lingüística y étnicamente, vascos, pero, también, todos los vascos somos navarros desde el punto de vista político. Navarra es nuestra presencia política en el mundo

Referencia bibliográfica

Martínez Garate, Luis María
“Síntesis de la historia de Navarra”
Pamplona-Iruñea, 2010
Edición de Nabarralde

4 comentarios:

Ana A dijo...

Muy interesante e instructivo. Estoy segura, pero me preocupa que nos ocupemos tanto de nuestra identidad histórica y no tanto de los atropellos que se dan en la comunidad Navarra a los derechos humanos.
La historia es agua pasada, y hay que organizar la convivencia hoy, señalar a aquellas instituciones, concretando, el Opus Dei, con un peso indiscutible en Navarra, que se pasan las libertades conquistads por la sociedad moderna (de expresión, de conciencia, religiosa... etc) por donde quieren.
Hay demasiado silencio en Pamplona sobre este asunto.
Y sería interesantísimo rescatar la verdadera historia del Opus Dei en Navarra, que por supuesto el propio Opus Dei nunca contará.

Garate dijo...

¿La historia es "agua pasada"? De verdad no lo creo así. ¿De veras cree Ana A que el épico "alzamiento" del 18 de julio de 1936 no tiene nada que ver con los desmanes de los actuales "gobernantes" de la CFN? ¿Y toda esa parte de nuestra historia es algo independiente del modo de comportamiento del Opus Dei en nuestra tierra?

¿La historia "agua pasada"? ¿Nada tienen que ver los conflictos del siglo XIX (guerras carlistas, por ejemplo) con 1936 y con los conflictos actuales? ¿Se pueden afrontar las causas de las guerras carlistas sin profundizar en la conquista y subordinación de Navarra?

La historia nos ayuda en la explicación y comprensión de por qué una sociedad es en el presente lo qué es y cómo es. Si esa visión no se produce desde la centralidad de la propia sociedad (la navarra o vasca, en nuestro caso) pasa a ser interpretada como marginal, como satélite, en las órbitas de las naciones dominantes y ocupantes. En ese terreno no hay "campos de juego" neutros.

Por supuesto que sería muy interesante una historia del Opus Dei en Navarra, pero la historia no se basa sólo en anécdotas y, por desgracia, hasta ahora esta historia se ha desarrollado más sobre cuestiones superficiales que no de fondo. Esperemos que algún especialista de historia contemporánea se anime a hacerla.

Ees claro que mi "Síntesis" no tiene un planteamiento de investigación sino de simple divulgación del proceso histórico que ha conducido a la actual realidad del pueblo vasco (Euskal Herria) y de los restos de su Estado histórico (Navarra)

Evidentemente el sentido del término "Navarra" en mi historia no se puede equiparar en ningún caso al empleado por quienes la tienen sometida y subordinada, españoles y franceses.

Para organizar la "convivencia hoy" cualquier sociedad, la navarra no es una excepción, debe tener una clara percepción de sus raices, percepción que le posibilitará mantener y desarrollar una identidad en el complejo mundo actual. La identidad se sigue construyendo día a día y es el único soporte para que una sociedad esté cohesionada y pueda encarar con éxito su futuro.

Ana A dijo...

bueno vale, la historia no es agua pasada. A lo mejor sin el carlismo de por medio Escrivá no elige Pamplona para instalar su "buque insignia", referencia mundial que es la universidad de Navarra.

La historia nos construye, pero en Navarra o Nabarra, estáis demasiado distraídos con "cuetiones de poco momento" , como es el tema de la identidad, que harta bastante sobre todo cuando hay "cuestiones de justicia" que se silencian sistemáticamente por parte de los "intelectuales" de la comunidad foral.

No son anécdotas lo que ya se ha escrito y es mucho sobre el Opus Dei, desde luego para mí haber tirado por tierra mi juventud en esa secta no es una anécdota.

Nací y crecí en un hogar tan superpreocupado por si éramos españoles o bascos o qué diablos éramos, que no hubo tiempo ni tranquilidad para vislumbrar que nos estábamos metiendo en una secta.
Tampoco es anecdótico el tema de Nagore la chica asesinada por un psiquiatra de la clínica y el tratamiento que se ha dado en la audiencia provincial al acusado.

Sigo pensando que se gastan muchas energías revolviendo "las identidades" no sólo en Navarra desde luego,en el resto del estado español también, y en el fondo, no se saca nada en claro.

Si la identidad es importante, la justicia, la verdad, no lo son menos.

Y cuando sale un juez que de verdad le interesa aclarar las injusticias del 1936 y "la suite" acaban echándolo a Bruselas...y aquí no ha pasado nada. A seguir con la identidad.

Me disculpa por mi vehemencia, pero es que estoy muy harta de lo que pasa en Navarra, yo también hice mi contribución modesta a la "identidad" navarra con libros sobre "pensadores navarros".

Y qué cosas Francia y España, tengo el corazón partío...Ojalá en algunas cosas se nos hubiera pegado en Nav/barra algo de los adelantos en libertad e igualdad que hubo en Francia hace ya tanto tiempo... pero lamentablemente no nos llegó ni el aroma.

Comprendo que decirle estas cosas a un historiador es echar leña al fuego, pero a ver si alguien se anima en Navarra a desempolvar también el "presente oculto" no menos interesante que el "pasado oculto".

Yo he hecho escribiendo mi vida e investigando lo que he podido.
Hasta ahora J. Ynfante,
es uno de los que más datos han dado sobre el asentamiento y ascenso del OPus Dei en Navarra.

http://www.opuslibros.org/libros/Santa_mafia/capitulo_II_5.htm


Pero nos faltan más investigaciones valientes, antes de que mueran los protagonistas que pudieran contarlo.

Garate dijo...

Querida y respetada Ana:

Estamos entrando en unos niveles de debate bastante complejos, tal vez demasiado para lo que puede dar de sí un blog.

En primer lugar debo expresar que siento mucho que tras tu sufrimiento particular en tu combate dentro, en el abandono y tras el mismo, del Opus Dei hayas podido intepretar mi texto como una banalización. Si ha sido así aquí van mis excusas y solidaridad.

He conocido otros casos y creo que sé algo de lo que supone salir a una intemperie en la que hace mucho frío y en la que el abrigo de los que aparentemente velaban por tí no sólo te es negado, sino que ponen el ventilador.

Conozco desde hace mucho años las obras de Ynfante, Artigues, Mª Angustias Moreno, Mª del Carmen Tapia o Alberto Moncada y han sido y son, para mí testimonios de un gran valor.

A lo que quería referirme es que es necesaria una reflexión histórica de fondo sobre el Opus Dei en Navarra y todo lo que eso ha implicado y sigue implicando a nivel social y político. Claro está que esa reflexión siempre ha de basarse en datos y esos datos, muy dolorosos para quienes los sufren, pueden permitir una visión más amplia y general, "objetiva" que dirían algunos.

El caso de Nagore está metido en el meollo de este asunto y eso conlleva que no es solamente una cuestión de "los que están dentro", sino que es de toda la sociedad.

Y todo eso sí que son cuestiones "de justicia". Lo que no me parece adecuado es hacer dos mundos aparte: el de la "justicia" y el de la "identidad".

Vivimos en un mundo y en un momento en los que cualquier sociedad que pretenda acceder a un futuro (relativamente) estable, equitativo y democrático ha de tener una percepción clara de sus raices, del proceso que le ha llevado a estar donde está y ser como es. Cuestiones que no son estáticas, sino de un dinamismo cada vez vás rápido.

Cualquier sociedad que quiera permanecer y desarrollarse en el tiempo, en mi opinión, necesita tener una identidad. La famosa "multiculturalidad" se ha demostrado como un fiasco que sólo crea guetos y sociedades desestructuradas, conflictivas y violentas.

El asunto es que en el campo de las identidades, como en muchos otros, no hay "territorios de nadie". O tienes la tuya propia o la que te imponen otros, pero nunca ha habido una sociedad estructurada "sin identidad".

Entre nosotros podemos tener identidades varias; "francesa", "española" o simplemente "navarra". Cuando digo "navarra" me refiero al hecho de asumir una serie de datos que nuestro patrimonio vivo nos muestra: lengua privativa (euskera), una rica y variada cultura social y política (auzolan, insumisión, autoestima...)

O eso o entrar en la triste cultura española del pelotazo y del subsidio. Para eso es más culta y positiva la francesa, aunque su aborrecimiento por la diversidad y querencia por el uniformismo (lingüístico, político y demás), al igual que la española, la hacen también lejana a la nuestra.

Bien sé que simplifico y hago caricatura, pero en el fondo lo veo así.

Todo esto es también una cuestión de justicia. La memoria histórica puede funcionar con mayor o menor profundidad en el tiempo, pero siempre que se trate de agravios se trata de un elemento fundamental de liberación y emancipación. Puede ser el Opus Dei o la etapa bélica del 36 u otras anteriores.

Cuando hay hechos injustos no reparados y el grupo que los ha sufrido los reivindica como tales y aspira a su resarcimiento, las cuesiones de justicia son cuestiones identitarias. Y, en mi opinión, eso pasa en el caso de Navarra desde las etapas de su conquista hasta el Opus Dei y los sanfermines de 1978, pasando por las guerras carlistas, la gamazada y otros muchos episodios.

Y mientras haya memoria histórica todo ese "pasado oculto" sigue siendo "presente oculto".

Un abrazo.