El Ayuntamiento de Donostia ha planteado muchos proyectos relacionados con el entorno del barrio de Sagüés, al final de la Zurriola; la mayor parte disparatados, y que, en general, constituían atentados paisajísticos de primer orden en esa zona privilegiada, justamente por eso, por su paisaje.
Uno de ellos, creo que propuesta personal del propio alcalde actual Odón Elorza, parece que mal que bien se mantiene y es la construcción de una pasarela colgante sobre los acantilados, para acercar al peatón (urbanita “per se”) hasta la punta de Mompás. Digo colgante como podría decir aérea, ya que, según el proyecto visto, se trata de una estructura en la que un ancho camino de madera estaría sujeto por estructuras metálicas ancladas en la roca o cimentadas en la ladera del monte.
Al margen de los posibles deterioros medioambientales, en los que no voy a entrar por requerir unos conocimientos y experiencia que no tengo, opino que se trata de una intervención de gran impacto paisajístico en una zona relativamente virgen de estructuras urbanas.
En otras ocasiones he reflexionado sobre los proyectos en curso para el puerto exterior de Pasaia y su impacto en Jaizkibel. El debate social sigue abierto y su avance, a medio gas si no parado; pero, sobre todo, pienso que es la actual crisis la que está frenando la ejecución de un proyecto que, en mi opinión, es desmesurado y ni tan siquiera necesario, por lo menos si consideramos a nuestro país como unidad social y económica real y operativa.
La intervención en Jaizkibel presenta un impacto ecológico y paisajístico enorme, mucho mayor cuantitativamente que la prevista en Mompás, ya que hablamos, por una parte, de unos acantilados y de una costa de dimensiones incomparablemente mayores que las de la zona de Ulia y, por otra, se trata de inversiones millonarias a realizar por la administración y de los correspondientes beneficios para las empresas constructoras que se las adjudiquen.
En proyectos como el de Jaizkibel (puerto exterior, túneles, infraestructuras anejas y demás) que son de gran envergadura económica habitualmente se echa en falta, por un lado, una visión global de las necesidades e intereses de nuestro país como sociedad real, asentada sobre un territorio y con unas perspectivas generales coherentes y, por otro, que casi siempre se minimizan los problemas que acarrean; logísticos, como previsibles colapsos de vías de comunicación o de otro tipo, como el deterioro del entorno urbano de la connurbación Donostia-Baiona. Los factores que concurren en Jaizkibel deberían ser enfocados desde la ordenación territorial del conjunto de Vasconia, en su perspectiva interna y en relación con su entorno próximo y lejano.
A pesar de todo, el impacto cualitativo de Mompás es enorme en proporción a su tamaño. ¿Por qué? Porque la proyectada intervención en esta zona es una agresión urbana de primer orden sobre un paisaje muy hermoso y que tiene como uno de sus principales atractivos precisamente el no ser urbano. Mompás se encuentra ubicado en la zona donde termina, casi abruptamente, el paisaje urbano y comienzan unos acantilados agrestes, relativamente naturales; en la que ambos espacios se contemplan mutuamente con una proximidad intimidante. De hecho las perspectivas en ambos sentidos son radicalmente distintas, contrapuestas incluso: en un sentido, hacia Mompás, es la contemplación del mar, los acantilados y el monte; en el contrario, es la perspectiva urbana de Sagües y Gros, cerrada por el Kursaal, cabe el Castillo en el que se recupera, en cierto modo, de nuevo la naturaleza, en esta ocasión bastante modificada por siglos de actuación humana.
La intervención lógica, en mi opinión, debería consistir en adecuar los senderos existentes, de forma que un paseante normal, no un peatón urbanita -valga la redundancia- pueda pasear con relativa comodidad hasta Mompás o hasta el Faro de la Plata si quiere. Por lo demás, tales senderos deberían estar convenientemente mantenidos, como tantos otros por los que se puede pasear hoy en día en el entorno de Ulia y su costa. En Donostia los peatones ya podemos disfrutar de un maravilloso y cómodo circuito urbano, de algo más de siete kilómetros, sin abandonar la costa ni cruzar por calzada alguna con vehículos, entre el Peine del Viento de Chillida, en la falda de Igeldo, hasta Sagüés, bajo Ulia. Además en ambos sentidos.
El territorio es un elemento patrimonial esencial de cualquier sociedad en todos los niveles, de pueblo o de ciudad, de comarca o de nación. Y un aspecto del mismo, en el que se ha hecho poco hincapié, es precisamente el de la salud, individual y social. Un paisaje deteriorado contribuye a la pérdida de calidad de vida y, por lo mismo, a que quienes lo habitan sufran un deterioro difícilmente cuantificable en su salud.
Donostia y la costa vasca, nuestro país, su sociedad y territorio, merecen un mejor trato. Es evidente que en problemas como el planteado por el proyecto de Jaizkibel nos encontramos ante la carencia de la herramienta que nos posibilitaría una gestión integral del territorio y de sus bienes de todo tipo, incluyendo obviamente al paisaje, en favor de una sociedad en equilibrio con su entorno. Esa herramienta no es otra que el Estado propio, ya que los dos que sufrimos, el español y el francés, gestionan a la contra prácticamente en todos los sectores. No son nuestros, actúan en casi todos los terrenos como adversarios.
En Mompás nos encontramos ante un proyecto mucho más modesto que el de Jaizkibel, sí, pero de gran importancia para la ciudad. Además, el problema que plantea es mucho más simple y parece que se puede resolver sin recurrir a herramientas de tanto calibre. ¿O tampoco?
Links en este blog: Jaizkibel y Jaizkibel de nuevo
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