05 junio 2009

PODEMOS PERDER EL TREN DE NUEVO

Sigo con interés la evolución política catalana y, sobre todo, la deriva independentista que va tomando. Se escuchan voces variopintas pero unánimes a la hora de proclamar la necesidad que tiene Cataluña de ser independiente de España y Francia, de disfrutar de un Estado propio.

A partir de la transición, mal llamada democrática, y de modo semejante al de nuestro país, en Cataluña se planteó la vía estatutaria como la más realista y sólida, en apariencia, para lograr su desarrollo democrático. Se aceptó sin reservas el fundamento constituyente basado en la unidad del “pueblo español”. Con el beneficio de la duda, se puede pensar que se hizo con el pensamiento e intención de que la “mayoría” que ellos, los nacionalmente españoles, representan en ese conjunto sería “buena” y “generosa” con sus “minorías” catalana y vasca. Con un poco de pedagogía bien llevada (y de eso los catalanes creen saber mucho) confiaban que el paso a un “Estado federal” era muy sencillo y que de ahí a la “confederación”, una minucia. La etapa siguiente, la independencia, ni se planteaba como necesaria.

La triste realidad de estos más de treinta años ha confirmado que quienes entonces mantuvieron posiciones críticas o, cuando menos, escépticas, tenían razón. Esto se empieza a percibir hoy en amplios sectores de la sociedad civil de Cataluña. Sobre todo a la vista del efecto complementario que producen un Estado español empecinado en su unitarismo y con perspectivas de desandar el camino autonomista recorrido y unos partidos sedicentes independentistas, pero amarrados en la práctica al poder institucional delegado a su Comunidad Autónoma y sin ningún interés real de ruptura. Las poltronas deben resultar muy cómodas.

Grandes sectores de la sociedad catalana perciben cada vez con más claridad que su situación dentro del Estado español es de una inestabilidad extrema. Siempre están pendientes de los resultados de unas elecciones extranjeras y de su omnímodo poder legislativo. Además, todos los recursos que el ejecutivo español judicializa en contra de Cataluña, como el nuevo Estatuto, la financiación económica y otros, constituyen un freno enorme para poder dar una respuesta efectiva a los actuales retos del mundo. El retraso en la promulgación de sus sentencias constituye una absoluta falta de respeto hacia Cataluña, se manifiesta como un sarcasmo, ya que el resultado final tiene todo el aspecto de ser contrario a los intereses catalanes.

La sociedad catalana ha comenzado a percibir que la única posibilidad, no sólo democrática sino simplemente garante de estabilidad, que viene a ser lo mismo aunque planteado desde dos puntos de vista diferentes y que no esté pendiente de unas elecciones extranjeras o de las sentencias de tribunales españoles, es luchar efectivamente por su independencia, por el logro de su Estado propio.

Al mismo tiempo, todas las personas preocupadas por el descenso del uso de la lengua propia de Cataluña y de su valoración social se dan cuenta progresivamente de que la única forma de conseguir la normalización de un idioma es la puesta en práctica de modelos elaborados desde el poder del Estado, como los que obligan a conocer y usar el español o el francés a los habitantes de sus respectivos estados. Para normalizar una lengua, la presión social es un factor imprescindible, pero no suficiente.

Mientras tanto, ¿qué sucede en nuestro país? Los problemas son semejantes aunque no iguales. Nosotros tenemos un Convenio y un Concierto económicos con el Estado español, en apariencia por lo menos, intocables. Cataluña no los tiene. Los nuestros son restos de la soberanía estatal que disfrutamos a través del reino de Navarra y que se pudieron conservar, mal que bien, tras los conflictos del siglo XIX. Pero no existe ninguna garantía real, de poder efectivo por nuestra parte, de que tal situación se vaya a mantener. Estamos institucionalmente inermes ante cualquier embate, tanto interno, desde dentro del propio Estado español como desde instituciones europeas desconocedoras de nuestra realidad y, posiblemente, manipuladas desde sus mismos intereses.

En el ámbito lingüístico nos encontramos en una indefensión aún peor de la que se encuentra Cataluña, en la que el uso del idioma propio está mucho más extendido, y, sobre todo, con un tremendo riesgo de involución, que en nuestro caso puede conducir a una situación global semejante a la actual de la Alta Navarra. Otro tanto se puede decir del sistema educativo en general y de la posibilidad de establecer, en serio, un currículo vasco. Si este último capítulo era ya de logro muy difícil en la etapa anterior, en la actual se presenta como impensable.

Nos encontramos en una situación de subordinación y dependencia total con relación a la formación de mayorías y minorías políticas en España. La identidad y patrimonio de nuestra sociedad y su promoción quedan en manos de los vencedores electorales de turno en un conjunto que nos es básicamente hostil. Al igual que en Cataluña esa pedagogía que aspiraba a “cautivar” (Imaz dixit) a España, ha chocado estrepitosamente contra el muro de su nacionalismo cerril y los efectivamente cautivos seguimos siendo nosotros.

El único seguro de estabilidad que se nos ofrece en el mundo actual consiste en un sistema capaz de garantizar sin traumas nuestro estar normal en el mundo; una organización capaz de proteger nuestro desarrollo pleno como sociedad centrada con su lengua, cultura, personalidad social en general y economía propios. Tal sistema consiste en la constitución de un Estado independiente. En caso de seguir como hasta ahora, permaneceremos en el circuito de la subordinación y del sobresalto cotidiano y moviéndonos en espacios de (no) libertad cada vez más estrechos, en contra precisamente de lo que dicen, en su diaria monserga, quienes nos quieren ver reducidos a los límites actuales.

La fuerza capaz de movilizar nuestra sociedad para el logro de la independencia sólo puede proceder de nuestra propia vitalidad y cultura política. Nunca nos va a venir dada por instituciones foráneas, ni españolas ni europeas, y, tampoco, a través de una agrupación electoral que reúne a reliquias del gauchismo hispano y que, para colmo, presenta como uno de sus asociados principales a un grupo, Comuner@s, que incluye Trebiño y La Rioja en el logo que expresa su ámbito territorial.

En las últimas etapas históricas ya perdimos los trenes de la “transición” primero, y de la constitución de nuevos estados tras los hundimientos del imperio soviético y de la amalgama yugoeslava, después. Actualmente el tren en vía se perfila como pilotado por una crisis de legitimación interna muy fuerte del propio Estado español. Creo que los catalanes están tomando ya posiciones. Nosotros no podemos correr el riesgo de quedarnos fuera. Coordinando nuestros esfuerzos, creando a nivel del Estado español dos polos desestabilizadores de la magnitud de Vasconia y Países Catalanes y con una estrategia bien elaborada, creo que lo podemos conseguir en plazo breve. Las repúblicas catalana y navarra, junto con Escocia y Flandes por ejemplo, serán los próximos nuevos estados de la Unión Europea. Amen.

3 comentarios:

Artsuaga dijo...

¡Ojala tuvieras razón!

Cataluña tiene poder, población, territorio, estructura y relaciones internacionales suficientes para plantear en serio un proceso de independencia frente al poder español.

El caso de Vasconia es, lamentablemente, diferente. Somos pocos, territorial y socialmente divididos y sin poderes internacionales que nos pueda apoyar.

Solo una profundísima crisis española o global europea podría crear las condiciones necesarias para comenzar un proceso real de independencia.

En todo caso convendría estar preparados, pero sin olvidar que seguiríamos dependiendo más de lo que haga el contrario que de nuestras capacidades reales.

A mi modo de ver, una hipotética creación de una Vasconia independiente solo es posible en un proceso global de "fichas de dominó". Habria que ver cual sería el desencadenante (Flandes, Escocia, Cataluña..) pero unirse a este tren es la única, y posiblemente la última, posibilidad real de que los vascos volvamos a tener nuestra independencia.

Saludos

Anónimo dijo...

Pues a ver si es verdad que os independizais de una vez. Lo digo sinceramente. Si el pueblo vasco, catalán (o almeriense,...) así lo quiere.

La verdad es que ya aburre un poco que solo se hable de Cataluña y el País Vasco, asi que cuanto antes os independiceis, mucho mejor. Así el resto podremos centrarnos en seguir tratando nuestros problema.

Sin embargo, discrepo de su visión:

en priner lugar, los españoles siempre han sido generosos con Cataluña y el País Vasco, solo hay que darse cuenta que son dos de las regiones más desarrolladas de este país.

en segundo lugar, el tema del Estado Federal. A España, a aparte del nombre, no le falta mucho para ser un Estado Federal. Sin embargo, los nacionalismos no quieren un Estado Federal. El Estado Federal no conduce hacia el Estado Confederal. Todo lo contrario. Aunque permita más libertades, también ata más. En un Estado Federal, las competencias del Estado y de las regiones están perfectamente delimitadas, lo que no ocurre en el actual Estado Español.

"A partir de la transición, mal llamada democrática"

Muy cierto. Hemos pasado de la dictadura de Franco a la dictadura del Bribón.

Saludos.

Gica dijo...

Amigo Garate: se me hace extraño escribir en esta lengua, pero voy a intentarlo.
Ojalá tuvieras razón en el caso de Cataluña, pero me parece que hay mucho que hacer aún para que una gran mayoria se de cuenta de las cosas que dices. Hay mucha gente que cree que, con ir a votar una vez cada 4 años, ya tenemos democracia. Muchos que ya están satisfechos con esta falacia que montaron hace más de 30 años con el borbón a la cabeza.
Pero sí es cierto que algo se empieza a mover en mi país. El problema que tenemos, como siempre ha sido históricamente, es la falta de unidad, la falta de solidaridad. En mi lengua tenemos una expresión "fer pinya" que, desgraciadamente, no practicamos demasiado. Ahora seria una oportunidad histórica para "ir todos a una" y conseguir la independencia, pero nos falta la solidaridad entre nosotros mismos.
Por qué no nos prestais un poquito? El pueblo vasco ha demostrado que, de eso, sí que tiene.
Cordialmente, os deseo lo mejor.
Gica.