“Es que en ignota vergüenza
sumirla quieren quizás,
y como Navarra en más
estima su honor que nada
será siempre noble aliada
pero vil sierva jamás.”
Hermilio de Olóriz
“A Navarra” en “Ecos de mi Patria”
Pamplona, 1900
Navarra, reino medieval; Navarra, el Estado político que construyeron los vascos en la Alta Edad Media cuando otras sociedades europeas realizaban la misma tarea, con la particularidad de que quien lo hizo era la población que llevaba siglos en el mismo territorio, mientras en otras eran pueblos venidos del Este de Europa. Navarra, pueblo adelantado en plasmar su específico Derecho consuetudinario en el Fuero Antiguo, a comienzos del siglo XIII. Navarra, siempre tierra de frontera con los conflictos consiguientes: reinos musulmanes o cristianos próximos, potencias hegemónicas o de nivel medio, ocupantes agresivos o vecinos amigos, de organización social y política similar.
Más tarde, tras las conquistas de 1200 y después de la de 1512-21 con la consiguiente ocupación castellana, en la que la mayor parte de lo que quedaba con el nombre de reino de Navarra, mostró una enorme capacidad de hacer “de necesidad virtud”. Esa parte de Navarra que conservaba su nombre histórico creó, desde el sometimiento, un modelo de sociedad autocentrada y resistente, en lo posible, a las intromisiones castellanas. En esa Navarra, en la que “el reino”, es decir el pueblo de Navarra constituido en Estado, construyó un entramado jurídico-político que, siguiendo el anterior espíritu de la organización del reino independiente, evolucionó acorde con los tiempos hasta que el peso y la capacidad militar del unitarismo de la monarquía española lo asfixiaron y destruyeron.
En el resto del Estado navarro, tras 1521, se manifestó un fenómeno interesantísimo de puesta al día, en el que las virtualidades de la cultura política navarra dieron paso, de forma síncrona con el resto de estados europeos modernos, a una profunda reforma intelectual. Bajo Margarita de Navarra, esposa de Enrique II el Sangüesino, se reunió en la Corte de Pau lo más granado de la intelectualidad europea de la época, próxima del erasmismo o de la reforma. Con su hija Juana III, convertida al calvinismo, se publicó en lengua vernácula, euskera, la edición del Nuevo Testamento traducida por Ioannes Leizarraga en la misma época en que Martin Lutero lo hacía a su idioma nacional: el alemán.
“Navarra es Navarra” es una afirmación muy utilizada, sobre todo en ámbitos próximos a quienes actualmente controlan el poder delegado de España en la que llaman Comunidad Foral. “Navarra es Navarra” en realidad es una tautología, ya que emplea como definición el elemento a definir, ambos son iguales y una definición exige más precisión y una explicación comprensible del primer elemento. Lo que sucede es que se utiliza como una figura retórica en la que la primera “Navarra” (elemento a definir), no expresa lo mismo que la segunda (definición o explicación). En la segunda parte se dan por supuestas muchas cosas y, entre ellas, la que quien expresa la frase desea que se entienda y que, es en este caso, el “status quo” actual.
Quienes utilizan sobre todo esta expresión en realidad quieren decir: “Navarra es nada más que Navarra”. En ese “nada más” se concentra la situación actual en la que Navarra es una Comunidad Foral “diferenciada” dentro de la Monarquía española por tener un “pacto original”. El pacto original no existió, la realidad fue conquista y sometimiento puro y duro; si se disfrazó de “pacto” fue para suavizarlo y hacerlo más digerible para el pueblo navarro. Esto equivale a que la Navarra que entienden ellos es una Comunidad Autónoma como cualquier otra dentro de España y la diferencia se traduce en que ha sido la única que no ha refrendado mediante voto, aun dentro de su propio sistema político, su actual estatus. En honor de la verdad hay que decir que Navarra dispone de una fiscalidad propia, que es originaria, residuo de la época de su soberanía plena y que se ha mantenido en tanto en cuanto su eliminación todavía podría suponer serios problemas de incardinación en el Estado español actual. Esta “peculiaridad” es compartida, con los mismo atributos de soberanía residual, por los territorios que hoy forman parte de la llamada Comunidad Autónoma del País Vasco dentro de la misma organización política citada.
Hay otros que piensan también que “Navarra es Navarra”, pero en el segundo elemento ven una especie de “Navarra es ni más ni menos que Navarra”. En el “ni más ni menos”, se incluyen elementos mucho más positivos. En el “no es menos que” se incluye su trayectoria histórica como elemento matriz de Euskal Herria, aunque la encontramos limitada ya que se complementa con un “no es más que” otro herrialde del conjunto vasco.
Nosotros pensamos netamente que “Navarra es nada menos que Navarra”, así de claro, pero en el segundo elemento incluimos a Navarra como la expresión política histórica más elevada, como Estado independiente, de Vasconia. La entidad política que ha permitido a nuestra sociedad transitar desde la Edad Media hasta la modernidad y llegar al presente, a pesar de todas las presiones y conquistas de sus vecinos, con unas ciertas posibilidades de supervivencia y desarrollo. Vemos a Navarra como el referente político de Euskal Herria. Consideramos que Navarra es el aspecto político de nuestro país, de todo nuestro país. Para nosotros Navarra tiene el valor simbólico de la libre determinación de la Vasconia del siglo XXI. Como para Montenegro lo tuvo su pasado histórico.
Navarra siempre ha sido, y sigue siendo, un “territorio de frontera”, no sólo geográfica, sino principalmente simbólica. Los que han pretendido históricamente y lo siguen haciendo con afán hoy en día, siempre han sabido que reducir a Navarra, el territorio y gentes que usan el gentilicio de “navarros”, integrarlos en el sistema político español, o francés en su caso, es la forma más eficaz de reducir la resistencia de toda la Vasconia histórica y lograr su derrumbe, primero político y después lingüístico y cultural. Saben que destruyendo o simplemente tergiversando el patrimonio de Navarra, destruyen la centralidad política de todo lo vasco. El problema principal es que posiblemente quien ignora estas cuestiones es nuestra propia sociedad.
Los españoles conocen esto perfectamente desde finales del siglo XVIII sobre todo. Las conquistas de los siglos XI y XII y los conflictos posteriores (Guerras de banderizos) que duraron hasta el siglo XV finalizaron mediante las medidas de Enrique IV de Castilla que estabilizó y dio origen al llamado “Sistema Foral" de las provincias Vascongadas. De este modo desde finales del siglo XV y hasta el XVIII, no sin conflictos (matxinadas etc.), Castilla había mantenido separado el sistema político de las Provincias Vascongadas del navarro. La última arremetida contra todo el sistema foral vasco realizada por Godoy catalizó la unidad del país en contra de la misma. De todo el país. En efecto, si bien los episodios bélicos de la Guerra de los Siete años (Primera Guerra Carlista o la Guerra de Navarra, como la llamaban internacionalmente muchos contemporáneos) se desarrollaron en la parte ocupada por España, la intendencia y apoyos logísticos tenían lugar al Norte, en la zona ocupada por Francia.
Para el nacionalismo español tal unión era intolerable por el peligro “separatista” que implicaba y la política española durante el resto del siglo XIX y XX tuvo como máximo objetivo “el rescate” de Navarra, de esa parte de Navarra que seguía manteniendo el nombre y que, por ello, era simbólicamente de gran valor. Y en esa pelea seguimos.
Desde nuestro punto de vista, Navarra es mucho más que un simple eslogan. La carga simbólica de Navarra la asumen plenamente los españoles y sobre todo sus estrategas; mientras que, por desgracia, muchos de entre nosotros no lo perciben así. Sin esa valoración de Navarra seguiremos con la autoestima a ras de suelo y poco podremos avanzar hacia nuestra normalización y democratización reales. Mientras el veneno del autoodio siga infiltrado en nuestra sociedad y el complejo de minoración continúe su sorda labor de zapa, será difícil salir de la cueva y tomar luz y aire frescos.
Pensamos que Navarra es el futuro político de Euskal Herria, es la forma del Estado de los vascos reconocida internacionalmente durante muchos siglos y al que nunca hemos renunciado, en el mundo globalizado actual y en la Europa unida, no bajo el signo burocrático y totalitario de los actuales estados, sino de sus naciones vivas, reales y democráticas. Es nuestro aporte a la construcción de un planeta justo y solidario.
Opiniones y puntos de vista sobre Navarra como perspectiva política de Euskal Herria y de la Vasconia histórica en el mundo actual y sobre cualquier aspecto que afecte al presente y futuro del planeta Tierra, su biodiversidad, y el papel de la inteligencia humana en todo ello, "Nos guste o no, estemos o no preparados, somos la mente y los guardianes del mundo vivo". (Edward O. Wilson)
18 diciembre 2006
10 diciembre 2006
UNA HISTORIA DE NAVARRA MAS
La escudería del grupo Opus Dei-Universidad de Navarra nos ha provisto de una “nueva” y “breve”, según su título, Historia de Navarra. Se trata de: “Historia breve de Navarra” de Jesús María Usunáriz Garayoa. Madrid 2006. Editorial Sílex.
La obra sigue el desarrollo cronológico normal en todas las historias de sociedades concretas. No soy historiador, por lo que no me siento capacitado para hacer una crítica de su exposición de la antigüedad y del entronque demográfico y cultural de los vascones originarios (o por lo menos anteriores en presencia) con los diversos pueblos que, de paso o con interés de conquista, se asomaron a nuestro solar.
No obstante, me sorprende sobremanera la afirmación que hace Usunáriz en su resumen sobre “Sociedad y economía en la época Altomedieval” en la página 58 del libro, donde afirma textualmente: “Una sociedad que se configuró, sin duda, con los aportes de las tradiciones indoeuropeas, de la civilización romana, de la concepción cristiana y de los aportes de los pueblos germanos”. El sujeto de tal sociedad, obviamente elidido por el autor, sí es citado en cambio por Lacarra: “El territorio (navarro) estaba habitado por gentes de estirpe vasca, que llevaban largos siglos de aislamiento de los pueblos vecinos. Es verdad que la ruta del Pirineo por Roncesvalles sería recorrida por todos los pueblos que, procedentes del centro de Europa, invaden la Península. Pero son pocos los invasores que quedan en el país”. José María Lacarra. “Historia del Reino de Navarra en la Edad Media”. Pamplona 1976. Edición Caja de Ahorros de Navarra, página 21. El cambio, ocultación o ignorancia del sujeto en el resumen indicado exime de cualquier tipo de crítica; se comenta por sí sola.
Esta tendencia a infravalorar el elemento autóctono de su población le lleva a mantener alguna tesis que no he visto en ninguna otra historia de Navarra, aunque, si Usunáriz lo dice, tal vez sea verdad. Me refiero a la que aparece en la página 106 cuando sostiene que en el siglo XIV “La población franca llegó a representar más del cuarenta por ciento en las merindades de Estella y de las Montañas...”. Me resulta muy difícil de imaginar que fuera de este modo, a pesar de que el autor lo justifique por “los núcleos de francos de Pamplona, Estella y Puente la Reina.”
Desde el punto de vista de la política desarrollada en el reino también hay planteamientos que ocultan, o cuando menos enturbian, la realidad de lo acontecido. Así, por ejemplo, en la página 80, Usunáriz dice que el reino ”...tuvo que hacer frente a los intentos de Castilla por recuperar las plazas que Carlos II había conquistado aprovechando la guerra civil”. Cuestión evidentemente cierta; pero lo que Usunáriz no dice es que se trata de territorios de La Rioja que previamente fueron conquistados por Castilla durante el siglo XII, a los que de igual forma que los de Gipuzkoa, Araba y Bizkaia nunca había renunciado el reino de Navarra.
Considero insidiosas las afirmaciones que realiza sobre la época de la conquista del reino de Navarra por Castilla en 1512. Afirma en la pagina 145: “...los partidarios de los Albret...” y seguido dice “...200 caballeros navarros fieles a la dinastía de Albret...”. En ambos casos es una forma velada de sustituir la crudeza de la conquista de un Estado por otro, por el conflicto interno entre facciones. Los que Usunáriz califica de partidarios o seguidores de Albret eran los defensores de la legitimidad de un Estado europeo independiente frente a la voracidad imperialista de su vecino castellano; no una simple “parte” dentro de una guerra intestina.
En este sentido resulta esclarecedor respecto a la ideología de su autor la forma en que plantea el debate sobre la inserción de Navarra en la monarquía hispánica. En la página 155 dice que “en tiempos más recientes el debate ha sido protagonizado por Jaime Ignacio del Burgo y María Cruz Mina.”. Reduce a dos las alternativas posibles. Según la primera (del Burgo), Navarra fue felizmente incorporada en el ámbito donde le llamaba su vocación histórica, en España, con un respeto exquisito de su situación de “reino de por sí” y de los derechos inherentes a tal condición; cuando Navarra cede “parte” de sus prerrogativas (pasa de ser reino distinto a simple provincia española, se suprimen sus poderes propios, como el legislativo a través de las Cortes etc. etc.) lo hace “voluntariamente”, para su “modernización” y “adecuación a los nuevos tiempos” y por amor a la “patria común”, a España. En la segunda (Mina), se niega cualquier derecho previo a Navarra; su situación se considera como de “privilegio” frente al resto del territorio de la “nación” y los “privilegios” de los que disfruta le son arrancados por el Estado español, también en aras de la “igualdad” y, de nuevo, para su “modernización” y “adecuación a los nuevos tiempos”.
En resumen, las interpretaciones válidas según Usunáriz sólo son dos: o te sometes por amor “a la patria grande”, a España, o España te somete en aras de la “igualdad” y “libertad” de todos los españoles. La opción de considerar la conquista como injusta y origen de todas las “disfunciones” que ha padecido y padece Navarra desde el siglo XVI y hasta nuestros días, queda descartada a priori. Del mapa mental que organiza el libro de Usunáriz sólo se puede obtener como consecuencia la sumisión. La interpretación emancipadora y democrática queda así excluida hasta de su posible consideración como “verosímil”.
Hay momentos del libro en los que la perspectiva “finalista”, es decir la visión de la situación actual como la única viable, traicionan el subconsciente del autor y le llevan a cometer errores de bulto. Por ejemplo, en la página 169 afirma que entre 1608-1614 “...se produjeron fuertes enfrentamientos entre los vecinos de los valles de Erro y Baztan y los franceses de Baigorri”. Se produjeron enfrentamientos, sin duda; pero en ese momento todavía Baigorri no pertenecía a Francia, era territorio navarro independiente aunque el rey de Francia fuera la misma persona que el de Navarra. El “Decreto de Unión” de Luis XIII de Francia es de 1620.
Más adelante, en la página 210, dice que a finales del siglo XVIII “La consecuencia del desarrollo de la red de caminos en Navarra fue, ante todo, que se facilitó la comunicación de las comarcas navarras entre sí y de éstas con otras provincias limítrofes...”. A finales del XVIII Navarra, la Navarra conquistada por Castilla a comienzos del XVI, no era todavía una “provincia española”, seguía siendo un reino diferente del de Castilla. La frase “otras provincias limítrofes” revela la mentalidad profunda del autor.
En la página 189 y hablando de la Guerra de Sucesión española tras la muerte de Carlos II “el Hechizado”, sostiene que “Mientras que Aragón, Valencia y Cataluña, por los decretos de Nueva Planta, vieron abolidos sus fueros e instituciones y se rigieron desde entonces por las leyes de Castilla, Navarra los conservó como premio a su fidelidad.” ¡Igualito que con Franco tras la de 1936-39, frente a las “provincias traidoras”! Una cosa son los intentos de las sucesivas monarquías españolas por lograr la unificación de su Estado y otra que los borbones quisieran ganarse más enemigos en el momento de consolidar su nuevo y real estatus.
Es interesante la profusión con la que referencia Usunáriz a María Puy Huici en los aspectos relativos al entramado institucional del reino tras la conquista. Sin embargo, su importantísimo trabajo sobre la conquista de 1512 es citado de pasada, en la bibliografía, así como el fundamental de Pedro Esarte sobre el mismo asunto.
No quisiera terminar este comentario sin hacer una reflexión sobre el (mal)trato que hace de nuestra lengua privativa, el euskera. Para evitar tener que referirse al mismo, no hace ninguna referencia a los idiomas que históricamente se han hablado en el territorio navarro y eso en un libro de historia de una sociedad concreta es una carencia grave. Las escasas referencias a palabras en dicha lengua aparecen en la página 200 cuando habla de “la alimentación de hombres y animales: trigo y centeno (zikiroa, zekalea) para las personas, cebada (garagarra) y avena (oloa) para los animales”. En realidad centeno es zikirioa o zekalea. Y, por si acaso, trigo es garia. También es curioso que no aparezca ninguna referencia al mijo, artoa en euskera antiguamente, artatxikia después de la introducción del maíz que pasó a ocupar su nombre. Lo mismo ha sucedido en otros idiomas como el portugués y el gallego, como variante del mismo; la palabra milho designa a ambos cereales.
En el mismo sentido cuando en la pagina 246 habla de Espoz y Mina y dice que se le unieron “miles de hombres –navarros, aragoneses, riojanos y vascos-...” ¿Ignora Usunáriz cual era el idioma materno del nacido en Idocin, Francisco de Espoz y Mina?
En resumen, se trata de una obra que, bien por el sesgo del entorno en que se desenvuelve su autor así sea inconscientemente, bien por puros intereses propagandísticos de la línea editorial que apadrina a Usunáriz, transpira ideología por todos los poros. Las ausencias de índices, sobre todo, pero también de imágenes que sirvan de apoyo a la lectura, tampoco hacen que mejore el juicio sobre la misma.
La obra sigue el desarrollo cronológico normal en todas las historias de sociedades concretas. No soy historiador, por lo que no me siento capacitado para hacer una crítica de su exposición de la antigüedad y del entronque demográfico y cultural de los vascones originarios (o por lo menos anteriores en presencia) con los diversos pueblos que, de paso o con interés de conquista, se asomaron a nuestro solar.
No obstante, me sorprende sobremanera la afirmación que hace Usunáriz en su resumen sobre “Sociedad y economía en la época Altomedieval” en la página 58 del libro, donde afirma textualmente: “Una sociedad que se configuró, sin duda, con los aportes de las tradiciones indoeuropeas, de la civilización romana, de la concepción cristiana y de los aportes de los pueblos germanos”. El sujeto de tal sociedad, obviamente elidido por el autor, sí es citado en cambio por Lacarra: “El territorio (navarro) estaba habitado por gentes de estirpe vasca, que llevaban largos siglos de aislamiento de los pueblos vecinos. Es verdad que la ruta del Pirineo por Roncesvalles sería recorrida por todos los pueblos que, procedentes del centro de Europa, invaden la Península. Pero son pocos los invasores que quedan en el país”. José María Lacarra. “Historia del Reino de Navarra en la Edad Media”. Pamplona 1976. Edición Caja de Ahorros de Navarra, página 21. El cambio, ocultación o ignorancia del sujeto en el resumen indicado exime de cualquier tipo de crítica; se comenta por sí sola.
Esta tendencia a infravalorar el elemento autóctono de su población le lleva a mantener alguna tesis que no he visto en ninguna otra historia de Navarra, aunque, si Usunáriz lo dice, tal vez sea verdad. Me refiero a la que aparece en la página 106 cuando sostiene que en el siglo XIV “La población franca llegó a representar más del cuarenta por ciento en las merindades de Estella y de las Montañas...”. Me resulta muy difícil de imaginar que fuera de este modo, a pesar de que el autor lo justifique por “los núcleos de francos de Pamplona, Estella y Puente la Reina.”
Desde el punto de vista de la política desarrollada en el reino también hay planteamientos que ocultan, o cuando menos enturbian, la realidad de lo acontecido. Así, por ejemplo, en la página 80, Usunáriz dice que el reino ”...tuvo que hacer frente a los intentos de Castilla por recuperar las plazas que Carlos II había conquistado aprovechando la guerra civil”. Cuestión evidentemente cierta; pero lo que Usunáriz no dice es que se trata de territorios de La Rioja que previamente fueron conquistados por Castilla durante el siglo XII, a los que de igual forma que los de Gipuzkoa, Araba y Bizkaia nunca había renunciado el reino de Navarra.
Considero insidiosas las afirmaciones que realiza sobre la época de la conquista del reino de Navarra por Castilla en 1512. Afirma en la pagina 145: “...los partidarios de los Albret...” y seguido dice “...200 caballeros navarros fieles a la dinastía de Albret...”. En ambos casos es una forma velada de sustituir la crudeza de la conquista de un Estado por otro, por el conflicto interno entre facciones. Los que Usunáriz califica de partidarios o seguidores de Albret eran los defensores de la legitimidad de un Estado europeo independiente frente a la voracidad imperialista de su vecino castellano; no una simple “parte” dentro de una guerra intestina.
En este sentido resulta esclarecedor respecto a la ideología de su autor la forma en que plantea el debate sobre la inserción de Navarra en la monarquía hispánica. En la página 155 dice que “en tiempos más recientes el debate ha sido protagonizado por Jaime Ignacio del Burgo y María Cruz Mina.”. Reduce a dos las alternativas posibles. Según la primera (del Burgo), Navarra fue felizmente incorporada en el ámbito donde le llamaba su vocación histórica, en España, con un respeto exquisito de su situación de “reino de por sí” y de los derechos inherentes a tal condición; cuando Navarra cede “parte” de sus prerrogativas (pasa de ser reino distinto a simple provincia española, se suprimen sus poderes propios, como el legislativo a través de las Cortes etc. etc.) lo hace “voluntariamente”, para su “modernización” y “adecuación a los nuevos tiempos” y por amor a la “patria común”, a España. En la segunda (Mina), se niega cualquier derecho previo a Navarra; su situación se considera como de “privilegio” frente al resto del territorio de la “nación” y los “privilegios” de los que disfruta le son arrancados por el Estado español, también en aras de la “igualdad” y, de nuevo, para su “modernización” y “adecuación a los nuevos tiempos”.
En resumen, las interpretaciones válidas según Usunáriz sólo son dos: o te sometes por amor “a la patria grande”, a España, o España te somete en aras de la “igualdad” y “libertad” de todos los españoles. La opción de considerar la conquista como injusta y origen de todas las “disfunciones” que ha padecido y padece Navarra desde el siglo XVI y hasta nuestros días, queda descartada a priori. Del mapa mental que organiza el libro de Usunáriz sólo se puede obtener como consecuencia la sumisión. La interpretación emancipadora y democrática queda así excluida hasta de su posible consideración como “verosímil”.
Hay momentos del libro en los que la perspectiva “finalista”, es decir la visión de la situación actual como la única viable, traicionan el subconsciente del autor y le llevan a cometer errores de bulto. Por ejemplo, en la página 169 afirma que entre 1608-1614 “...se produjeron fuertes enfrentamientos entre los vecinos de los valles de Erro y Baztan y los franceses de Baigorri”. Se produjeron enfrentamientos, sin duda; pero en ese momento todavía Baigorri no pertenecía a Francia, era territorio navarro independiente aunque el rey de Francia fuera la misma persona que el de Navarra. El “Decreto de Unión” de Luis XIII de Francia es de 1620.
Más adelante, en la página 210, dice que a finales del siglo XVIII “La consecuencia del desarrollo de la red de caminos en Navarra fue, ante todo, que se facilitó la comunicación de las comarcas navarras entre sí y de éstas con otras provincias limítrofes...”. A finales del XVIII Navarra, la Navarra conquistada por Castilla a comienzos del XVI, no era todavía una “provincia española”, seguía siendo un reino diferente del de Castilla. La frase “otras provincias limítrofes” revela la mentalidad profunda del autor.
En la página 189 y hablando de la Guerra de Sucesión española tras la muerte de Carlos II “el Hechizado”, sostiene que “Mientras que Aragón, Valencia y Cataluña, por los decretos de Nueva Planta, vieron abolidos sus fueros e instituciones y se rigieron desde entonces por las leyes de Castilla, Navarra los conservó como premio a su fidelidad.” ¡Igualito que con Franco tras la de 1936-39, frente a las “provincias traidoras”! Una cosa son los intentos de las sucesivas monarquías españolas por lograr la unificación de su Estado y otra que los borbones quisieran ganarse más enemigos en el momento de consolidar su nuevo y real estatus.
Es interesante la profusión con la que referencia Usunáriz a María Puy Huici en los aspectos relativos al entramado institucional del reino tras la conquista. Sin embargo, su importantísimo trabajo sobre la conquista de 1512 es citado de pasada, en la bibliografía, así como el fundamental de Pedro Esarte sobre el mismo asunto.
No quisiera terminar este comentario sin hacer una reflexión sobre el (mal)trato que hace de nuestra lengua privativa, el euskera. Para evitar tener que referirse al mismo, no hace ninguna referencia a los idiomas que históricamente se han hablado en el territorio navarro y eso en un libro de historia de una sociedad concreta es una carencia grave. Las escasas referencias a palabras en dicha lengua aparecen en la página 200 cuando habla de “la alimentación de hombres y animales: trigo y centeno (zikiroa, zekalea) para las personas, cebada (garagarra) y avena (oloa) para los animales”. En realidad centeno es zikirioa o zekalea. Y, por si acaso, trigo es garia. También es curioso que no aparezca ninguna referencia al mijo, artoa en euskera antiguamente, artatxikia después de la introducción del maíz que pasó a ocupar su nombre. Lo mismo ha sucedido en otros idiomas como el portugués y el gallego, como variante del mismo; la palabra milho designa a ambos cereales.
En el mismo sentido cuando en la pagina 246 habla de Espoz y Mina y dice que se le unieron “miles de hombres –navarros, aragoneses, riojanos y vascos-...” ¿Ignora Usunáriz cual era el idioma materno del nacido en Idocin, Francisco de Espoz y Mina?
En resumen, se trata de una obra que, bien por el sesgo del entorno en que se desenvuelve su autor así sea inconscientemente, bien por puros intereses propagandísticos de la línea editorial que apadrina a Usunáriz, transpira ideología por todos los poros. Las ausencias de índices, sobre todo, pero también de imágenes que sirvan de apoyo a la lectura, tampoco hacen que mejore el juicio sobre la misma.
30 noviembre 2006
NABARRALDE.COM
Con este título se publicó a finales de 2003 una antología de textos escritos en el entorno de Nabarralde durante los años 2002 y 2003. Ahora, a finales de 2006, se presenta una segunda entrega de Nabarralde.com.
Desde finales de 2003 Nabarralde ha experimentado un importante crecimiento, tanto cuantitativo (número de promotores por ejemplo), como cualitativo (página web, publicaciones, cursos y otras actividades, etc.) y se ha pensado en la conveniencia de presentar el segundo Nabarralde.com.
En esta ocasión su planteamiento es diferente. En su primera entrega era un medio para que los promotores sin acceso a la web, pudieran tener en papel impreso los textos más importantes servidos por los creadores de contenido y colaboradores en general de Nabarralde. Hoy pensamos que mediante la publicación mensual Nabarralde, con formato de periódico, se cubre la faceta de la divulgación impresa de los textos más relevantes publicados en nuestra web, por lo que en el nuevo libro se recogen formas de ver, de interpretar y de buscar proyección a Nabarralde, que no han sido publicadas previamente, es decir que son primicia.
Para confeccionar esta segunda entrega se ha solicitado su colaboración a los creadores de contenido de Nabarralde habituales. Por muy variados, y comprensibles, motivos no todos han podido participar en su elaboración. No obstante, el conjunto forma una visión bastante completa del variado mundo que integra nuestro proyecto, tanto desde el punto de vista las perspectivas desde las que se analiza, como de las personalidades de sus autores.
Nabarralde, como proyecto, se enmarca en la perspectiva de la recuperación de nuestra memoria histórica y patrimonio en general; de los retos que tiene planteados cualquier sociedad en el mundo actual; de las acuciantes necesidades que se perciben en todos los campos: sociales, lingüísticos, culturales y económicos. En resumen, se enmarca en la necesaria reflexión sobre la exigencia que la Vasconia histórica, la Euskal Herria lingüística y cultural, tiene de acceder a su emancipación política para poder afrontar los retos y necesidades actuales con personalidad propia en el mundo, y desde Europa concretamente, por medio de la recuperación de su Estado histórico: Navarra.
Desde su comienzo Nabarralde ha planteado que Euskal Herria y Navarra, Navarra y Euskal Herria, son dos denominaciones para la misma sociedad, el mismo pueblo. Los Vascones crearon una entidad política, el reino de Navarra, que permitió que Euskal Herria, el pueblo de los vascos, llegara a la modernidad con su lengua y cultura en un estado, si no de plenitud debido a las sucesivas conquistas y minoraciones, sí con suficiente vigor para que su futuro pudiera tener un horizonte distinto del de su asimilación y desaparición en las naciones que la dominan.
Los estados que nos conquistaron se han preocupado muy bien, y se siguen preocupando mejor, de ocultar y tergiversar nuestro patrimonio e historia para, de esa forma, mantenernos en una sumisión “no rebelde”. Han impuesto las particiones territoriales que sufrimos, enseñando en cada una de ellas “partes” de un patrimonio y una historia que sólo cobran sentido en su conjunto. Los españoles aceptan, con muchas reticencias, que en su “Comunidad Autónoma del País Vasco” se hable euskera, pero no que en su día fueran parte del Estado navarro y que su derecho sea sucesor del mismo. Los españoles aceptan en su “Comunidad Foral” que Navarra fue un reino medieval independiente, pero, eso sí, “hispano” o, por lo menos, con “vocación española”. Pero reniegan de su lengua, el euskera y cultura. Los franceses no aceptan políticamente casi nada, salvo que, hasta la Revolución de 1789, sus reyes lo eran “de Francia y de Navarra”, con lo que reconocen la independencia previa y originaria de Navarra, pero hoy niegan lengua, cultura e historia; para ellos sólo existen “la nation française et le peuple français”.
Desde Nabarralde pensamos que es hora de que nuestra sociedad tome conciencia de la necesidad de acceder a su emancipación, a una mayoría de edad real en el contexto mundial, a la necesidad de ser sujeto en las relaciones internacionales, en suma, de tener Estado propio. Sólo así podrá tratar de resolver con efectividad, y alta probabilidad de éxito, sus problemas, retos y necesidades y de participar solidariamente en los globales. En ambos casos, lo hará con nombre y apellidos propios y no con los de nuestros “tutores”.
En el número dos de Nabarralde.com se presentan 20 colaboraciones de muy diverso contenido y enfoque. Desde cuestiones sumamente concretas como la curiosa e interesante evolución de nombres de calles y plazas de Josu Tellabide a la certera crítica de Peio Iraizoz al planteamiento de los responsables de “cultura” (“incultura” dice Iraizoz) y patrimonio de la CFN sobre el solar del por ellos destruido frontón Euskal Jai en Iruñea. Aparece, como no podía ser menos, el papel de la “memoria histórica” más reciente en artículos como los de Iñaki Egaña y José Luis García de Falces y la más antigua en los de Jean Louis Davant, Joseba Asirón, Iñaki Sagredo y el del grupo “Euskal Herria / Nafarroa” ekimena. Sobre nuestra lengua y el sistema educativo y sus avatares están los de Joxe Manuel Odriozola y Mirari Bereziartua, por un lado, y el de Pedro Esarte, por otro.
Angel Rekalde y Luis Martínez Garate reflexionan sobre cómo se enfoca, desde Nabarralde, el papel de la historia en la formación de la conciencia de las sociedades y de sus posicionamientos ante los retos actuales respectivamente. Aparecen asimismo las muy interesantes consideraciones personales que sobre Nabarralde realizan Josu Sorauren y Patxi Zabaleta. Mikel Sorauren analiza, en un amplio trabajo, las perspectivas de futuro en los tres ámbitos en que los navarros nos encontramos implicados: el mundial, el europeo y el propiamente vasco-navarro.
Txente Redondo y Joxerra Bustillo examinan y valoran las distintas vías que han seguido, y siguen, las diversas naciones de nuestro entorno que aspiran a su independencia, a constituir su propio Estado. Bustillo incluso indica vías que podrían ser transitables para nosotros en ese camino. Gabirel Ezkurdia lanza, por su parte, un vibrante y optimista alegato en pro de nuestra independencia como una necesidad inevitable, como garantía de un modo de vida mejor para nuestro pueblo y para ejercer nuestra solidaridad en el mundo.
Considero que esta publicación es una antología resumida de las distintas sensibilidades que conviven en Nabarralde, no todas posiblemente pero sí lo suficientemente representativas, que asumen un planteamiento que se aleja del cortoplacismo y que piensan que, si por un lado necesitamos la independencia política, por otro creen que ésta debe lograrse a través de la referencia al Estado histórico de los vascos, a Navarra.
Desde finales de 2003 Nabarralde ha experimentado un importante crecimiento, tanto cuantitativo (número de promotores por ejemplo), como cualitativo (página web, publicaciones, cursos y otras actividades, etc.) y se ha pensado en la conveniencia de presentar el segundo Nabarralde.com.
En esta ocasión su planteamiento es diferente. En su primera entrega era un medio para que los promotores sin acceso a la web, pudieran tener en papel impreso los textos más importantes servidos por los creadores de contenido y colaboradores en general de Nabarralde. Hoy pensamos que mediante la publicación mensual Nabarralde, con formato de periódico, se cubre la faceta de la divulgación impresa de los textos más relevantes publicados en nuestra web, por lo que en el nuevo libro se recogen formas de ver, de interpretar y de buscar proyección a Nabarralde, que no han sido publicadas previamente, es decir que son primicia.
Para confeccionar esta segunda entrega se ha solicitado su colaboración a los creadores de contenido de Nabarralde habituales. Por muy variados, y comprensibles, motivos no todos han podido participar en su elaboración. No obstante, el conjunto forma una visión bastante completa del variado mundo que integra nuestro proyecto, tanto desde el punto de vista las perspectivas desde las que se analiza, como de las personalidades de sus autores.
Nabarralde, como proyecto, se enmarca en la perspectiva de la recuperación de nuestra memoria histórica y patrimonio en general; de los retos que tiene planteados cualquier sociedad en el mundo actual; de las acuciantes necesidades que se perciben en todos los campos: sociales, lingüísticos, culturales y económicos. En resumen, se enmarca en la necesaria reflexión sobre la exigencia que la Vasconia histórica, la Euskal Herria lingüística y cultural, tiene de acceder a su emancipación política para poder afrontar los retos y necesidades actuales con personalidad propia en el mundo, y desde Europa concretamente, por medio de la recuperación de su Estado histórico: Navarra.
Desde su comienzo Nabarralde ha planteado que Euskal Herria y Navarra, Navarra y Euskal Herria, son dos denominaciones para la misma sociedad, el mismo pueblo. Los Vascones crearon una entidad política, el reino de Navarra, que permitió que Euskal Herria, el pueblo de los vascos, llegara a la modernidad con su lengua y cultura en un estado, si no de plenitud debido a las sucesivas conquistas y minoraciones, sí con suficiente vigor para que su futuro pudiera tener un horizonte distinto del de su asimilación y desaparición en las naciones que la dominan.
Los estados que nos conquistaron se han preocupado muy bien, y se siguen preocupando mejor, de ocultar y tergiversar nuestro patrimonio e historia para, de esa forma, mantenernos en una sumisión “no rebelde”. Han impuesto las particiones territoriales que sufrimos, enseñando en cada una de ellas “partes” de un patrimonio y una historia que sólo cobran sentido en su conjunto. Los españoles aceptan, con muchas reticencias, que en su “Comunidad Autónoma del País Vasco” se hable euskera, pero no que en su día fueran parte del Estado navarro y que su derecho sea sucesor del mismo. Los españoles aceptan en su “Comunidad Foral” que Navarra fue un reino medieval independiente, pero, eso sí, “hispano” o, por lo menos, con “vocación española”. Pero reniegan de su lengua, el euskera y cultura. Los franceses no aceptan políticamente casi nada, salvo que, hasta la Revolución de 1789, sus reyes lo eran “de Francia y de Navarra”, con lo que reconocen la independencia previa y originaria de Navarra, pero hoy niegan lengua, cultura e historia; para ellos sólo existen “la nation française et le peuple français”.
Desde Nabarralde pensamos que es hora de que nuestra sociedad tome conciencia de la necesidad de acceder a su emancipación, a una mayoría de edad real en el contexto mundial, a la necesidad de ser sujeto en las relaciones internacionales, en suma, de tener Estado propio. Sólo así podrá tratar de resolver con efectividad, y alta probabilidad de éxito, sus problemas, retos y necesidades y de participar solidariamente en los globales. En ambos casos, lo hará con nombre y apellidos propios y no con los de nuestros “tutores”.
En el número dos de Nabarralde.com se presentan 20 colaboraciones de muy diverso contenido y enfoque. Desde cuestiones sumamente concretas como la curiosa e interesante evolución de nombres de calles y plazas de Josu Tellabide a la certera crítica de Peio Iraizoz al planteamiento de los responsables de “cultura” (“incultura” dice Iraizoz) y patrimonio de la CFN sobre el solar del por ellos destruido frontón Euskal Jai en Iruñea. Aparece, como no podía ser menos, el papel de la “memoria histórica” más reciente en artículos como los de Iñaki Egaña y José Luis García de Falces y la más antigua en los de Jean Louis Davant, Joseba Asirón, Iñaki Sagredo y el del grupo “Euskal Herria / Nafarroa” ekimena. Sobre nuestra lengua y el sistema educativo y sus avatares están los de Joxe Manuel Odriozola y Mirari Bereziartua, por un lado, y el de Pedro Esarte, por otro.
Angel Rekalde y Luis Martínez Garate reflexionan sobre cómo se enfoca, desde Nabarralde, el papel de la historia en la formación de la conciencia de las sociedades y de sus posicionamientos ante los retos actuales respectivamente. Aparecen asimismo las muy interesantes consideraciones personales que sobre Nabarralde realizan Josu Sorauren y Patxi Zabaleta. Mikel Sorauren analiza, en un amplio trabajo, las perspectivas de futuro en los tres ámbitos en que los navarros nos encontramos implicados: el mundial, el europeo y el propiamente vasco-navarro.
Txente Redondo y Joxerra Bustillo examinan y valoran las distintas vías que han seguido, y siguen, las diversas naciones de nuestro entorno que aspiran a su independencia, a constituir su propio Estado. Bustillo incluso indica vías que podrían ser transitables para nosotros en ese camino. Gabirel Ezkurdia lanza, por su parte, un vibrante y optimista alegato en pro de nuestra independencia como una necesidad inevitable, como garantía de un modo de vida mejor para nuestro pueblo y para ejercer nuestra solidaridad en el mundo.
Considero que esta publicación es una antología resumida de las distintas sensibilidades que conviven en Nabarralde, no todas posiblemente pero sí lo suficientemente representativas, que asumen un planteamiento que se aleja del cortoplacismo y que piensan que, si por un lado necesitamos la independencia política, por otro creen que ésta debe lograrse a través de la referencia al Estado histórico de los vascos, a Navarra.
17 noviembre 2006
SOBRE LA JUSTICIA Y EL EJERCICIO DEL PODER
Recientemente (1 de noviembre de 2006) publicaba Noticias de Gipuzkoa un artículo de Endika Zapirain con título “En Euskadi, tribunales vascos”. En el mismo se desarrollaba la necesidad de la existencia de tribunales vascos propios, de su constitución por personas de reconocido talante democrático, de su referencia a Europa como única instancia superior y otras consideraciones de menor entidad.
En el artículo citado, por un lado se cuestiona la constitución democrática de la judicatura española y se expone su parcialidad nacional cuando se trata de juzgar asuntos vascos, en los que casi siempre dictamina en contra de nuestro país; pero, por otro, no se trata de la legislación (origen, forma de construirse, método de aplicación, jurisprudencia etc.) sobre la que esa judicatura ha de dictar sus sentencias.
En primer lugar, y aun a fuer de ser reiterativo con relación a otros escritos míos anteriores, me agradaría que el señor Zapirain explicase qué entiende por Euskadi. Si se refiere sólo a la actual Comunidad Autónoma del País Vasco (CAV) constituida dentro de la organización territorial y política del Estado español y bajo su legislación, no tengo nada que objetar a su planteamiento ..., salvo que “esa” no es mi nación y que creo que tampoco es “La Nación Vasca” tal y como se ha formado y ha sido considerada históricamente. Si se refiere al conjunto social y territorial que definió Arana Goiri con el neologismo de Euzkadi, entonces el señor Zapirain no debería tratar sólo del “Concierto Económico”, ni del llamado “Gobierno Vasco”, ni del “máximo representante ordinario del Estado” (supongo que se trata del lehendakari y del Estado español), así de simplemente. Tendría que hablar, además, del “Convenio Económico” de la Comunidad Foral de Navarra (CFN) y de la desintegrada organización económica y tributaria de los territorios colonizados por el Estado francés; debería de considerar al “Gobierno de Navarra” y a su propio lehendakari o presidente y a prefectos y otras zarandajas que ejercen su “autoridad” por las tierras del norte.
Todo ello haría un poco más complicada la constitución de esos “Tribunales vascos” que reclama Zapirain, ya que tendrían que amoldarse a muy diversas legislaciones y estructuras de poder en general, difíciles de homogeneizar, salvo que encontráramos una varita mágica o piedra filosofal para el campo de la organización sociopolítica. En la hipótesis optimista de que Zapirain considere Euskadi como equivalente a la Vasconia histórica y de que la “no presencia” en su reflexión de todos los aspectos relacionados con la CFN y la Vasconia Aquitana bajo el imperio francés sea debida a un “olvido transitorio”, nos encontramos con una simplificación tan enorme de la cuestión que impide una aproximación real y positiva a la misma y a sus posibles soluciones.
No obstante, aun encarando el problema en toda su crudeza y complejidad, hay un instrumento que permite que exista un “poder” real del que se derivan diversos “subpoderes”: uno legislativo, otro judicial (“tribunales vascos” para Zapirain) y un tercero, ejecutivo; todo ello a pesar de las grandes limitaciones que se plantean para el ejercicio de la soberanía en la organización política de nuestro mundo. Este instrumento o herramienta es, en teoría, muy sencillo: el Estado propio.
Dando una vuelta más a la tuerca, vemos que es imposible, desde cualquier punto de vista, el separar en su existencia el “poder judicial” del resto de poderes: “legislativo” y “ejecutivo”. En las sociedades actuales del entorno post-Montesquieu, el poder (todo lo limitado y poco “soberano” que se quiera, pero poder al fin y al cabo) constituye una unidad en la que se pueden encontrar diversos “subpoderes”, que siempre constituyen una unidad sistémica. Legislativo, judicial y ejecutivo pueden ser aspectos o facetas del mismo, pero los tres constituyen en realidad una sola soberanía, un poder en acción: el del Estado, de modo similar a la tradicional Trinidad cristiana.
El único modo de lograr un “poder judicial” propio, que sólo tenga a Europa por instancia superior y que permita que el mundo respete a la sociedad correspondiente como diferenciada, es el acceso al estatus de nación con Estado propio. Esto implica que los poderes legislativo y ejecutivo sigan la misma vía que el judicial que propone Zapirain. Esta vía, reitero, no es otra que la consecución de un Estado independiente, de forma análoga a como lo han logrado tantas naciones europeas en los últimos años. Montenegro la última, por ahora.
Se suele afirmar con gran alegría e irresponsabilidad, sobre todo desde algunas instancias políticas de la CAV, que nuestro país, Euskal Herria, nunca ha tenido un Estado propio, que nunca ha disfrutado de una organización política independiente y en pie de igualdad con el resto de estados europeos. Esto es sencillamente falso, salvo que consideremos, como indicaba al comienzo de este artículo, que “Euskadi” equivale a lo que es la CAV dentro de la actual organización política del Estado español.
Vasconia en su vida histórica constituyó un Estado independiente, que existió en pie de igualdad con el resto de estados europeos. Este Estado pervivió muchos siglos; todavía hasta 1841, Navarra constituía un reino diferenciado de España. Esa es nuestra referencia, tanto histórica como de futuro. Los vascos constituimos una nación con Estado, pero que ha sido secuestrado a través de conquistas y ocupaciones de larga duración y cuya existencia, posteriormente, ha sido ocultada y tergiversada por los mismos que nos conquistaron.
Nuestra autoestima es un elemento estructural básico para el logro político de primer orden que constituye la recuperación de nuestro Estado propio. Nos jugamos el ser sujeto político en Europa y en el mundo o seguir siendo el “cero a la izquierda” que supone continuar como una “región” (mejor varias “regiones”) de los estados español y francés. Y la autoestima empieza por el conocimiento y aceptación de la propia realidad histórica y social.
La idea de Zapirain es buena, pero para ser efectiva debe abarcar todo el poder del Estado, para tener el conjunto de sus “poderes”. Sin él, será utópica, corta de miras y no tendrá capacidad para sacar a Vasconia del marasmo en que está sumergida actualmente. Los retos que se plantea actualmente la humanidad ante el deterioro de determinadas condiciones de nuestro Planeta (ambientales, derivadas del mal uso de “recursos” y de la acumulación insostenible de “desechos”, del abuso de energías fósiles formadas durante millones de años y actualmente en despilfarro, de desequilibrios y desigualdades entre las diversas sociedades y dentro de cada una de ellas etc.) exigen que nuestra participación, si quiere ser real y efectiva, tenga nombre y apellidos y tenerlos es ser un Estado. Esta es nuestra opción democrática y también, opino, la alternativa que puede lograr una pacificación y reconciliación auténticas para nuestra sociedad, así como colaborar en la democratización real de los estados español y francés, de la que tan necesitados se encuentran.
En el artículo citado, por un lado se cuestiona la constitución democrática de la judicatura española y se expone su parcialidad nacional cuando se trata de juzgar asuntos vascos, en los que casi siempre dictamina en contra de nuestro país; pero, por otro, no se trata de la legislación (origen, forma de construirse, método de aplicación, jurisprudencia etc.) sobre la que esa judicatura ha de dictar sus sentencias.
En primer lugar, y aun a fuer de ser reiterativo con relación a otros escritos míos anteriores, me agradaría que el señor Zapirain explicase qué entiende por Euskadi. Si se refiere sólo a la actual Comunidad Autónoma del País Vasco (CAV) constituida dentro de la organización territorial y política del Estado español y bajo su legislación, no tengo nada que objetar a su planteamiento ..., salvo que “esa” no es mi nación y que creo que tampoco es “La Nación Vasca” tal y como se ha formado y ha sido considerada históricamente. Si se refiere al conjunto social y territorial que definió Arana Goiri con el neologismo de Euzkadi, entonces el señor Zapirain no debería tratar sólo del “Concierto Económico”, ni del llamado “Gobierno Vasco”, ni del “máximo representante ordinario del Estado” (supongo que se trata del lehendakari y del Estado español), así de simplemente. Tendría que hablar, además, del “Convenio Económico” de la Comunidad Foral de Navarra (CFN) y de la desintegrada organización económica y tributaria de los territorios colonizados por el Estado francés; debería de considerar al “Gobierno de Navarra” y a su propio lehendakari o presidente y a prefectos y otras zarandajas que ejercen su “autoridad” por las tierras del norte.
Todo ello haría un poco más complicada la constitución de esos “Tribunales vascos” que reclama Zapirain, ya que tendrían que amoldarse a muy diversas legislaciones y estructuras de poder en general, difíciles de homogeneizar, salvo que encontráramos una varita mágica o piedra filosofal para el campo de la organización sociopolítica. En la hipótesis optimista de que Zapirain considere Euskadi como equivalente a la Vasconia histórica y de que la “no presencia” en su reflexión de todos los aspectos relacionados con la CFN y la Vasconia Aquitana bajo el imperio francés sea debida a un “olvido transitorio”, nos encontramos con una simplificación tan enorme de la cuestión que impide una aproximación real y positiva a la misma y a sus posibles soluciones.
No obstante, aun encarando el problema en toda su crudeza y complejidad, hay un instrumento que permite que exista un “poder” real del que se derivan diversos “subpoderes”: uno legislativo, otro judicial (“tribunales vascos” para Zapirain) y un tercero, ejecutivo; todo ello a pesar de las grandes limitaciones que se plantean para el ejercicio de la soberanía en la organización política de nuestro mundo. Este instrumento o herramienta es, en teoría, muy sencillo: el Estado propio.
Dando una vuelta más a la tuerca, vemos que es imposible, desde cualquier punto de vista, el separar en su existencia el “poder judicial” del resto de poderes: “legislativo” y “ejecutivo”. En las sociedades actuales del entorno post-Montesquieu, el poder (todo lo limitado y poco “soberano” que se quiera, pero poder al fin y al cabo) constituye una unidad en la que se pueden encontrar diversos “subpoderes”, que siempre constituyen una unidad sistémica. Legislativo, judicial y ejecutivo pueden ser aspectos o facetas del mismo, pero los tres constituyen en realidad una sola soberanía, un poder en acción: el del Estado, de modo similar a la tradicional Trinidad cristiana.
El único modo de lograr un “poder judicial” propio, que sólo tenga a Europa por instancia superior y que permita que el mundo respete a la sociedad correspondiente como diferenciada, es el acceso al estatus de nación con Estado propio. Esto implica que los poderes legislativo y ejecutivo sigan la misma vía que el judicial que propone Zapirain. Esta vía, reitero, no es otra que la consecución de un Estado independiente, de forma análoga a como lo han logrado tantas naciones europeas en los últimos años. Montenegro la última, por ahora.
Se suele afirmar con gran alegría e irresponsabilidad, sobre todo desde algunas instancias políticas de la CAV, que nuestro país, Euskal Herria, nunca ha tenido un Estado propio, que nunca ha disfrutado de una organización política independiente y en pie de igualdad con el resto de estados europeos. Esto es sencillamente falso, salvo que consideremos, como indicaba al comienzo de este artículo, que “Euskadi” equivale a lo que es la CAV dentro de la actual organización política del Estado español.
Vasconia en su vida histórica constituyó un Estado independiente, que existió en pie de igualdad con el resto de estados europeos. Este Estado pervivió muchos siglos; todavía hasta 1841, Navarra constituía un reino diferenciado de España. Esa es nuestra referencia, tanto histórica como de futuro. Los vascos constituimos una nación con Estado, pero que ha sido secuestrado a través de conquistas y ocupaciones de larga duración y cuya existencia, posteriormente, ha sido ocultada y tergiversada por los mismos que nos conquistaron.
Nuestra autoestima es un elemento estructural básico para el logro político de primer orden que constituye la recuperación de nuestro Estado propio. Nos jugamos el ser sujeto político en Europa y en el mundo o seguir siendo el “cero a la izquierda” que supone continuar como una “región” (mejor varias “regiones”) de los estados español y francés. Y la autoestima empieza por el conocimiento y aceptación de la propia realidad histórica y social.
La idea de Zapirain es buena, pero para ser efectiva debe abarcar todo el poder del Estado, para tener el conjunto de sus “poderes”. Sin él, será utópica, corta de miras y no tendrá capacidad para sacar a Vasconia del marasmo en que está sumergida actualmente. Los retos que se plantea actualmente la humanidad ante el deterioro de determinadas condiciones de nuestro Planeta (ambientales, derivadas del mal uso de “recursos” y de la acumulación insostenible de “desechos”, del abuso de energías fósiles formadas durante millones de años y actualmente en despilfarro, de desequilibrios y desigualdades entre las diversas sociedades y dentro de cada una de ellas etc.) exigen que nuestra participación, si quiere ser real y efectiva, tenga nombre y apellidos y tenerlos es ser un Estado. Esta es nuestra opción democrática y también, opino, la alternativa que puede lograr una pacificación y reconciliación auténticas para nuestra sociedad, así como colaborar en la democratización real de los estados español y francés, de la que tan necesitados se encuentran.
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15 noviembre 2006
LA PARTE POR EL TODO
Una consideración sobre la actualidad.
El día 23 de octubre pasado en su habitual columna de los lunes en Noticias de Gipuzkoa, mi apreciado Ramón Labaien escribía un comentario sobre la imputación, por parte de la judicatura hispana, al lehendakari Ibarretxe por sus contactos con la por ellos mismos ilegalizada Batasuna. Es evidente que, ante tamaña arbitrariedad, me solidarizo con Ibarretxe y con todos aquellos que lo que pretenden es hablar y debatir sobre nuestra realidad y futuro.
Hasta aquí todo en orden. Pero... ¡Sí!, hay un pero: Ramón Labaien afirma que “...el lehendakari estará representando, ni más ni menos, a una Nación vasca imputada en bloque por la Justicia española”. Dentro de las amplias limitaciones del actual sistema político que rige en el Estado español se puede aceptar en principio que Ibarretxe represente a la parte de la población vasca que vive en las tres “Provincias Vascongadas”, hoy conocida como “Comunidad Autónoma del País Vasco” (CAV) o, en una escandalosa reducción del neologismo sabiniano, Euskadi.
Hay, no obstante, muchos otros vascos que, debido a los violentos avatares históricos sufridos y, en concreto más recientemente, al sistema político impuesto en el estado español tras la muerte del General Franco, no han votado a Ibarretxe. Son tan vascos como los que hoy reciben dicho nombre desde las instancias políticas españolas. Y a esos, se quiera o no, guste o no, no les puede representar Ibarretxe de ninguna forma. Se pueden sentir solidarios con él y apoyarle, pero viven en contextos políticos distintos. Por cierto, que ninguno de los “contextos” ni sus respectivas “organizaciones políticas” en los que (mal)vivimos los vascos ha sido libremente determinado, ni tan siquiera refrendado, por el conjunto de nuestra sociedad.
Otra sobre historia y patrimonio.
Recientemente se ha publicado un hermosísimo y muy interesante libro (Pamplona, 2006. Ed. Pamiela) de Iñaki Sagredo cuyo título “Navarra, castillos que defendieron el Reino” ya constituye toda una declaración de principios. Es de enorme importancia didáctica el mapa de la cubierta posterior en la que la ubicación de los castillos expresa un territorio que, evidentemente, coincide con la extensión territorial de Navarra, pero que coincide también con gran aproximación a los territorios en que hoy todavía se conserva abundante toponimia vasca. Parece que próximamente aparecerán otros dos volúmenes que culminarán tan importante obra.
El libro de Sagredo contextualiza, con datos documentales, cada una de las fortificaciones que relata aunque de las mismas sólo queden vestigios. Por eso está llamada a ser una obra de referencia. Une la rigurosidad histórica a la belleza y la didáctica.
Por el contrario, hay que decir que la publicación realizada por el Departamento de Cultura de Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco, escrita por Armando Llanos con el título “Defentsarako Arkitektura. Euskal Herriko Gazteluak eta Dorre Gotorrak – Una Arquitectura defensiva. Castillos y Torres Fuertes del País Vasco”, resulta triste y penosa.
El libro, con formato folleto y un CD incluido, ambos de muy bella factura, resulta decepcionante. Para su autor (espero y deseo que no sea así para los responsables de Cultura del Gobierno de Vitoria-Gasteiz), los límites de lo que él considera Euskal Herria coinciden con los de la ya citada CAV. En su obra la palabra Navarra prácticamente no aparece (cita, eso sí, la obra clásica de Julio Altadill sobre “Castillos medievales de Navarra”, sin ninguna referencia concreta a la misma) y las pocas veces que lo hace resulta, cuando menos, inadecuada.
Así, por ejemplo, en su página 20 en referencia a las fortificaciones guipuzcoanas afirma: “La construcción de buena parte de ellas, en momentos antiguos, parece corresponder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra y con la frontera natural (¡sic!) con Francia. El resto de las torres fortificadas son elementos tardíos, elevadas con motivo de las luchas de bandos entre Oñacinos y Ganboinos.”
El texto, aparte de su extraña redacción, contiene realidades parciales y descontextualizadas: 1) Afirmar que “parece responder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra” y no decir que en 1200 Castilla conquista el Duranguesado, Araba y el territorio de la actual Gipuzkoa y establece allí su frontera defensiva, si no es ignorancia es una broma. 2) Hablar de la “frontera natural con Francia”, sin ninguna reflexión sobre la realidad aquitana en su conjunto, a través de la ocupación británica que dura desde el siglo XIII hasta mediados del XV, con el final de la Guerra de los Cien Años. Ni “natural”, ni “francesa”, ni nada de nada, hasta prácticamente el siglo XVI y la consolidación de las monarquías española y francesa; de nuevo, ¿ignorancia? ¿olvido?. Y 3) Los elementos más tardíos hacen referencia, en eso estoy de acuerdo con el autor, a los conflictos banderizos; pero, ¿hasta qué punto se puede mantener que dichos conflictos nada tienen que ver con la anterior adscripción a Navarra de los territorios en que se desarrollan?
A este respecto resulta esclarecedor el texto (sin firma) de la Presentación del libro de varios autores “Los señores de la guerra y de la tierra: nuevos textos para el estudio de los Parientes Mayores guipuzcoanos (1265-1548)”, editado en Donostia-San Sebastián por Gipuzkoako Foru Aldundia – Diputación Foral de Gipuzkoa, en el que se dice “...resulta evidente la importancia del Archivo general de Navarra para profundizar en el conocimiento sobre los Parientes Mayores guipuzcoanos durante una etapa en la que la documentación castellana apenas los menciona.” Por algo será.
Y una conclusión.
Considero muy peligrosa la tendencia cada vez más extendida, por desgracia, en algunos sectores que se consideran abertzales de la CAV a considerarse a sí mismos como los “vascos” y relegar al resto al “limbo de los justos” (¡Pobres “navarricos” y “gabachos”!). Lo cual ya resulta extemporáneo en la época en que hasta la ortodoxia romana parece renunciar a defender su existencia.
Evidentemente que si a esas personas se les pone en el disparadero, rectifican automáticamente y vuelven en su discurso a la “ortodoxia” nacional. No obstante su subconsciente les traiciona con frecuencia y toman “la parte por el todo”, porque inconscientemente piensan que la “parte” es el “todo”.
¡Triste y pequeño País, al que quieren empequeñecer aún más, si cabe!
El día 23 de octubre pasado en su habitual columna de los lunes en Noticias de Gipuzkoa, mi apreciado Ramón Labaien escribía un comentario sobre la imputación, por parte de la judicatura hispana, al lehendakari Ibarretxe por sus contactos con la por ellos mismos ilegalizada Batasuna. Es evidente que, ante tamaña arbitrariedad, me solidarizo con Ibarretxe y con todos aquellos que lo que pretenden es hablar y debatir sobre nuestra realidad y futuro.
Hasta aquí todo en orden. Pero... ¡Sí!, hay un pero: Ramón Labaien afirma que “...el lehendakari estará representando, ni más ni menos, a una Nación vasca imputada en bloque por la Justicia española”. Dentro de las amplias limitaciones del actual sistema político que rige en el Estado español se puede aceptar en principio que Ibarretxe represente a la parte de la población vasca que vive en las tres “Provincias Vascongadas”, hoy conocida como “Comunidad Autónoma del País Vasco” (CAV) o, en una escandalosa reducción del neologismo sabiniano, Euskadi.
Hay, no obstante, muchos otros vascos que, debido a los violentos avatares históricos sufridos y, en concreto más recientemente, al sistema político impuesto en el estado español tras la muerte del General Franco, no han votado a Ibarretxe. Son tan vascos como los que hoy reciben dicho nombre desde las instancias políticas españolas. Y a esos, se quiera o no, guste o no, no les puede representar Ibarretxe de ninguna forma. Se pueden sentir solidarios con él y apoyarle, pero viven en contextos políticos distintos. Por cierto, que ninguno de los “contextos” ni sus respectivas “organizaciones políticas” en los que (mal)vivimos los vascos ha sido libremente determinado, ni tan siquiera refrendado, por el conjunto de nuestra sociedad.
Otra sobre historia y patrimonio.
Recientemente se ha publicado un hermosísimo y muy interesante libro (Pamplona, 2006. Ed. Pamiela) de Iñaki Sagredo cuyo título “Navarra, castillos que defendieron el Reino” ya constituye toda una declaración de principios. Es de enorme importancia didáctica el mapa de la cubierta posterior en la que la ubicación de los castillos expresa un territorio que, evidentemente, coincide con la extensión territorial de Navarra, pero que coincide también con gran aproximación a los territorios en que hoy todavía se conserva abundante toponimia vasca. Parece que próximamente aparecerán otros dos volúmenes que culminarán tan importante obra.
El libro de Sagredo contextualiza, con datos documentales, cada una de las fortificaciones que relata aunque de las mismas sólo queden vestigios. Por eso está llamada a ser una obra de referencia. Une la rigurosidad histórica a la belleza y la didáctica.
Por el contrario, hay que decir que la publicación realizada por el Departamento de Cultura de Eusko Jaurlaritza-Gobierno Vasco, escrita por Armando Llanos con el título “Defentsarako Arkitektura. Euskal Herriko Gazteluak eta Dorre Gotorrak – Una Arquitectura defensiva. Castillos y Torres Fuertes del País Vasco”, resulta triste y penosa.
El libro, con formato folleto y un CD incluido, ambos de muy bella factura, resulta decepcionante. Para su autor (espero y deseo que no sea así para los responsables de Cultura del Gobierno de Vitoria-Gasteiz), los límites de lo que él considera Euskal Herria coinciden con los de la ya citada CAV. En su obra la palabra Navarra prácticamente no aparece (cita, eso sí, la obra clásica de Julio Altadill sobre “Castillos medievales de Navarra”, sin ninguna referencia concreta a la misma) y las pocas veces que lo hace resulta, cuando menos, inadecuada.
Así, por ejemplo, en su página 20 en referencia a las fortificaciones guipuzcoanas afirma: “La construcción de buena parte de ellas, en momentos antiguos, parece corresponder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra y con la frontera natural (¡sic!) con Francia. El resto de las torres fortificadas son elementos tardíos, elevadas con motivo de las luchas de bandos entre Oñacinos y Ganboinos.”
El texto, aparte de su extraña redacción, contiene realidades parciales y descontextualizadas: 1) Afirmar que “parece responder a una ordenación estratégica estando relacionada con el Reino de Navarra” y no decir que en 1200 Castilla conquista el Duranguesado, Araba y el territorio de la actual Gipuzkoa y establece allí su frontera defensiva, si no es ignorancia es una broma. 2) Hablar de la “frontera natural con Francia”, sin ninguna reflexión sobre la realidad aquitana en su conjunto, a través de la ocupación británica que dura desde el siglo XIII hasta mediados del XV, con el final de la Guerra de los Cien Años. Ni “natural”, ni “francesa”, ni nada de nada, hasta prácticamente el siglo XVI y la consolidación de las monarquías española y francesa; de nuevo, ¿ignorancia? ¿olvido?. Y 3) Los elementos más tardíos hacen referencia, en eso estoy de acuerdo con el autor, a los conflictos banderizos; pero, ¿hasta qué punto se puede mantener que dichos conflictos nada tienen que ver con la anterior adscripción a Navarra de los territorios en que se desarrollan?
A este respecto resulta esclarecedor el texto (sin firma) de la Presentación del libro de varios autores “Los señores de la guerra y de la tierra: nuevos textos para el estudio de los Parientes Mayores guipuzcoanos (1265-1548)”, editado en Donostia-San Sebastián por Gipuzkoako Foru Aldundia – Diputación Foral de Gipuzkoa, en el que se dice “...resulta evidente la importancia del Archivo general de Navarra para profundizar en el conocimiento sobre los Parientes Mayores guipuzcoanos durante una etapa en la que la documentación castellana apenas los menciona.” Por algo será.
Y una conclusión.
Considero muy peligrosa la tendencia cada vez más extendida, por desgracia, en algunos sectores que se consideran abertzales de la CAV a considerarse a sí mismos como los “vascos” y relegar al resto al “limbo de los justos” (¡Pobres “navarricos” y “gabachos”!). Lo cual ya resulta extemporáneo en la época en que hasta la ortodoxia romana parece renunciar a defender su existencia.
Evidentemente que si a esas personas se les pone en el disparadero, rectifican automáticamente y vuelven en su discurso a la “ortodoxia” nacional. No obstante su subconsciente les traiciona con frecuencia y toman “la parte por el todo”, porque inconscientemente piensan que la “parte” es el “todo”.
¡Triste y pequeño País, al que quieren empequeñecer aún más, si cabe!
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12 octubre 2006
A PROPÓSITO DE LA ENTREGA DE UN PREMIO
El pasado día 10 de octubre de 2006, martes, en Donostia, tuvo lugar la entrega del Premio Eusko Ikaskuntza - Caja Laboral de Humanidades, Cultura, Artes y Ciencias Sociales 2006 otorgado este año a la profesora Maïté Lafourcade. Maïté Lafourcade es una investigadora de nuestro Derecho desde la Universidad Pau. Su trabajo fundamental se centra en el Derecho Matrimonial en Lapurdi durante el reinado de Louis XIV de Francia.
El acto académico fue sobrio y sencillo, pero agradable y con una perfecta organización por parte de la Sociedad de Estudios Vascos. Hubo presencia de todas la universidades con sede en los diversos territorios en los que se encuentra dividido desde el punto de vista político y administrativo nuestro país; siendo, en algunos casos como en el de las Universidades Pública de Navarra y la de Pau, su máximos representantes, los rectores de ambas, quienes participaron en el dicho acto.
Resultó muy interesante la breve síntesis en la que la profesora Lafourcade expuso las características fundamentales de nuestro Derecho concretado en las tierras labortanas. La profesora homenajeada resaltó que hace años el profesor Adrián Celaya le ofreció una perspectiva del Derecho de Bizkaia que era plenamente coincidente con los resultados obtenidos en sus propias investigaciones sobre el de Lapurdi y que ella no tenía conocimiento previo de tal coincidencia. La conclusión es obvia: existe un Derecho vasco como lo demuestra su existencia en por lo menos dos de los actuales territorios en que está dividida hoy Vasconia.
No creo que la semejanza, casi identidad, entre ambos derechos se plantee como algo “extraño”, pero, en cualquier caso, opino que es conveniente realizar una referencia a Navarra. El reino navarro fue la máxima expresión política de los vascos. Navarra tiene el primer código de nuestro Derecho (el “Fuero Antiguo”) redactado en la primera mitad del siglo XIII durante el reinado de Teobaldo I de Champaña y que junto con el “Fuero General” constituyen la base del sistema constitucional navarro y consolidan todas la aportaciones realizadas durante el siglo XII por reyes como Sancho VI el Sabio.
Es más, en el momento de tratar de Derecho Vasco me parece absolutamente imprescindible hablar del sistema jurídico de su espacio central, política y geográficamente hablando, y que, además, constituye la base del resto de los sistemas forales de los territorios escindidos de la matriz del reino, a través sobre todo, de diversas y sucesivas conquistas.
Navarra constituyó la centralidad política de Vasconia y, por eso pienso que es incorrecto afirmar que ambas vasconias (la del norte y la del sur del Pirineo) han estado separadas desde el Imperio Romano, tal y como se dijo durante la entrega del citado galardón. En primer lugar, durante el Imperio Romano estuvieron unidas por su común pertenencia al mismo, pero la parte norte pertenecía a Aquitania mientras que la sur lo hacía a la Tarraconense. En segundo, por lo menos durante el reinado de Sancho III el Mayor, ambas vertientes vascas estuvieron reunidas. En tercer lugar, durante muchos siglos, hasta la conquista castellana de la Navarra sudpirenaica a comienzos del siglo XVI, las tierras de Ultrapuertos eran reino de Navarra exactamente igual que la Merindad de las Montañas o la de Olite.
El hecho de no resaltar con normalidad todo lo anterior, perfectamente conocido y reconocido históricamente por otra parte, no hace sino confirmar la baja autoestima que presenta nuestra sociedad, incluso en sus estamentos académicos. Es, con alta probabilidad, el “miedo” a salirse de la “normalidad académica” (española y francesa, obviamente) y a ser considerados como personas extravagantes, bichos raros. Esto va asociado a una conciencia sincera del "terroir", del cantón, pero al mismo tiempo a una escandalosa falta de visión de país, de conciencia nacional seria y coherente.
Tras estas consideraciones puede ser interesante esbozar dos hipótesis sobre la pervivencia de nuestro Derecho en territorios tan “dispares” como Lapurdi y Bizkaia:
· La primera, obviamente, hace referencia a su común pertenencia al tronco que generó, como primer y más importante hito, el sistema jurídico-constitucional del único Estado independiente generado por la sociedad vasca y reconocido como tal en Europa durante muchos siglos y en cuya órbita se mantuvieron en diversas épocas ambos territorios, Navarra.
· La segunda, más difusa y con muchas mayores dificultades de comprobación, puede hacer referencia a la propia base del sistema jurídico vasco. En efecto, se trata de un sistema comunitario, basado en la casa como eje fundamental y en la agrupación de casas en valles, cendeas etc. Es un sistema surgido de las necesidades de la propia población en relación equilibrada con su medio natural, relativamente igualitario y con un importante componente democrático. Esta raíz en los elementos básicos de la organización social, su origen propio, surgido de una relación directa con las formas de explotación agropecuaria y en el propio territorio, lo convierte en un elemento pertinaz, duradero y ecológicamente adaptado y adaptativo. Como contraposición al mismo, se puede poner al llamado “Derecho Germánico” basado en la jefatura, vertical, de arriba abajo, en el que el aislamiento o el corte de la parte jerárquicamente superior descalabra fácilmente el resto del sistema.
En todo caso nuestro sistema jurídico pervive en la actualidad de modo vergonzante. Sobrevive en marcos políticos y administrativos diversos y no precisamente favorables a su evolución positiva. La cúspide de un sistema jurídico en la actual organización política de Europa y del mundo sigue siendo el Estado. Navarra fue el Estado que construyeron los vascos en otras épocas históricas y a través de su existencia su sistema jurídico se ha mantenido hasta hoy.
En un mundo en el que la biodiversidad es cada vez más un valor respetado y necesario, en el que la pertenencia a la naturaleza, a "ama lurra", y no su dominio, se manifiesta como una necesidad para la supervivencia del planeta Tierra en general y de las sociedades humanas en particular, nuestro sistema jurídico tiene futuro y, sobre todo, si somos capaces de llevarlo a su plenitud a través de nuestra (re)constitución en Estado.
El acto académico fue sobrio y sencillo, pero agradable y con una perfecta organización por parte de la Sociedad de Estudios Vascos. Hubo presencia de todas la universidades con sede en los diversos territorios en los que se encuentra dividido desde el punto de vista político y administrativo nuestro país; siendo, en algunos casos como en el de las Universidades Pública de Navarra y la de Pau, su máximos representantes, los rectores de ambas, quienes participaron en el dicho acto.
Resultó muy interesante la breve síntesis en la que la profesora Lafourcade expuso las características fundamentales de nuestro Derecho concretado en las tierras labortanas. La profesora homenajeada resaltó que hace años el profesor Adrián Celaya le ofreció una perspectiva del Derecho de Bizkaia que era plenamente coincidente con los resultados obtenidos en sus propias investigaciones sobre el de Lapurdi y que ella no tenía conocimiento previo de tal coincidencia. La conclusión es obvia: existe un Derecho vasco como lo demuestra su existencia en por lo menos dos de los actuales territorios en que está dividida hoy Vasconia.
No creo que la semejanza, casi identidad, entre ambos derechos se plantee como algo “extraño”, pero, en cualquier caso, opino que es conveniente realizar una referencia a Navarra. El reino navarro fue la máxima expresión política de los vascos. Navarra tiene el primer código de nuestro Derecho (el “Fuero Antiguo”) redactado en la primera mitad del siglo XIII durante el reinado de Teobaldo I de Champaña y que junto con el “Fuero General” constituyen la base del sistema constitucional navarro y consolidan todas la aportaciones realizadas durante el siglo XII por reyes como Sancho VI el Sabio.
Es más, en el momento de tratar de Derecho Vasco me parece absolutamente imprescindible hablar del sistema jurídico de su espacio central, política y geográficamente hablando, y que, además, constituye la base del resto de los sistemas forales de los territorios escindidos de la matriz del reino, a través sobre todo, de diversas y sucesivas conquistas.
Navarra constituyó la centralidad política de Vasconia y, por eso pienso que es incorrecto afirmar que ambas vasconias (la del norte y la del sur del Pirineo) han estado separadas desde el Imperio Romano, tal y como se dijo durante la entrega del citado galardón. En primer lugar, durante el Imperio Romano estuvieron unidas por su común pertenencia al mismo, pero la parte norte pertenecía a Aquitania mientras que la sur lo hacía a la Tarraconense. En segundo, por lo menos durante el reinado de Sancho III el Mayor, ambas vertientes vascas estuvieron reunidas. En tercer lugar, durante muchos siglos, hasta la conquista castellana de la Navarra sudpirenaica a comienzos del siglo XVI, las tierras de Ultrapuertos eran reino de Navarra exactamente igual que la Merindad de las Montañas o la de Olite.
El hecho de no resaltar con normalidad todo lo anterior, perfectamente conocido y reconocido históricamente por otra parte, no hace sino confirmar la baja autoestima que presenta nuestra sociedad, incluso en sus estamentos académicos. Es, con alta probabilidad, el “miedo” a salirse de la “normalidad académica” (española y francesa, obviamente) y a ser considerados como personas extravagantes, bichos raros. Esto va asociado a una conciencia sincera del "terroir", del cantón, pero al mismo tiempo a una escandalosa falta de visión de país, de conciencia nacional seria y coherente.
Tras estas consideraciones puede ser interesante esbozar dos hipótesis sobre la pervivencia de nuestro Derecho en territorios tan “dispares” como Lapurdi y Bizkaia:
· La primera, obviamente, hace referencia a su común pertenencia al tronco que generó, como primer y más importante hito, el sistema jurídico-constitucional del único Estado independiente generado por la sociedad vasca y reconocido como tal en Europa durante muchos siglos y en cuya órbita se mantuvieron en diversas épocas ambos territorios, Navarra.
· La segunda, más difusa y con muchas mayores dificultades de comprobación, puede hacer referencia a la propia base del sistema jurídico vasco. En efecto, se trata de un sistema comunitario, basado en la casa como eje fundamental y en la agrupación de casas en valles, cendeas etc. Es un sistema surgido de las necesidades de la propia población en relación equilibrada con su medio natural, relativamente igualitario y con un importante componente democrático. Esta raíz en los elementos básicos de la organización social, su origen propio, surgido de una relación directa con las formas de explotación agropecuaria y en el propio territorio, lo convierte en un elemento pertinaz, duradero y ecológicamente adaptado y adaptativo. Como contraposición al mismo, se puede poner al llamado “Derecho Germánico” basado en la jefatura, vertical, de arriba abajo, en el que el aislamiento o el corte de la parte jerárquicamente superior descalabra fácilmente el resto del sistema.
En todo caso nuestro sistema jurídico pervive en la actualidad de modo vergonzante. Sobrevive en marcos políticos y administrativos diversos y no precisamente favorables a su evolución positiva. La cúspide de un sistema jurídico en la actual organización política de Europa y del mundo sigue siendo el Estado. Navarra fue el Estado que construyeron los vascos en otras épocas históricas y a través de su existencia su sistema jurídico se ha mantenido hasta hoy.
En un mundo en el que la biodiversidad es cada vez más un valor respetado y necesario, en el que la pertenencia a la naturaleza, a "ama lurra", y no su dominio, se manifiesta como una necesidad para la supervivencia del planeta Tierra en general y de las sociedades humanas en particular, nuestro sistema jurídico tiene futuro y, sobre todo, si somos capaces de llevarlo a su plenitud a través de nuestra (re)constitución en Estado.
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29 septiembre 2006
LAS COSAS EN SU SITIO
Y un sitio para cada cosa. Eso es un aforismo popular para indicar el orden que debe respetar cualquier lugar en que se archiven, o simplemente se guarden, “cosas”. “Cosas” en el sentido antes indicado son normalmente objetos materiales, pero se puede aplicar perfectamente también a situaciones o eventos, es decir a cuestiones que suceden, existen en el tiempo y en el espacio, pero que no son objetos materiales.
En este sentido tenemos sucesos recientemente ocurridos y que se han concretado en unas “maniobras militares” del ejército español en tierra vasca. Estos acontecimientos realizados con un gran despliegue de medios y de símbolos (uniformes, banderas etc.) han provocado diversas reacciones. Por una lado los ayuntamientos afectados han protestado por no tener su consentimiento para llevarlas a cabo. Por otro, el gobierno de Gazteiz las ha considerado “inoportunas”. Un sector importante de la población ha mostrado su descontento e, incluso, su oposición.
Da la sensación de que vivimos en un país que no es consciente de su realidad. Desde que a finales del siglo XII y, sobre todo, desde comienzos del XVI en que la mayor parte del reino navarro fue conquistado y ocupado por las tropas de Castilla, en ningún momento hemos dejado de tener “por encima”, más o menos explícitamente según coyunturas históricas, en nuestra vertiente ibérica el peso o la larga sombra del ejército español y del francés en la aquitana. Esto constituye un hecho que es necesario poner en su sitio en el momento de realizar cualquier análisis de nuestra realidad social, económica y política.
No se pueden olvidar durante la etapa posterior a la conquista, en los siglos XVII y XVIII, las múltiples situaciones en que se manifestó con virulencia como fue en la construcción de la Ciudadela de Pamplona, para la que se reclutó violentamente mano de obra autóctona con el fin de realizar una defensa militar española destinada a serlo frente a los naturales del país. En este sentido en Catalunya se ofrece una circunstancia paralela con la construcción de la ciudadela de Montjuich, frente a la propia población de Barcelona.
Lo fue también en el siglo XIX, bien explícitamente, durante las guerras carlistas; lo fue asimismo en la etapa que comenzó con la rebelión de 1936 y siguió con la dictadura del general Franco. En otras ocasiones ha podido parecer que se suavizaba e incluso se disfrazaba de “democracia” a partir de la mal llamada “transición” tras su muerte.
En esa etapa se consideró a Navarra (evidentemente la Navarra provincia española desde 1841 y no toda Navarra como expresión política de Vasconia) como “cuestión de Estado” y se urdieron todas las artimañas posibles para desgajar la parte sur de nuestro país en dos trozos: CFN y CAV. Esta es una estrategia militar en el pleno sentido de la palabra. ¡Y parece que no nos hemos dado cuenta! O, por lo menos, los que se definen como “agentes políticos” actúan como si no se hubieran percatado de ello.
Pienso que en ningún momento la ocupación militar ha dejado de estar vigente, por lo que más que extrañarnos de unas maniobras militares concretas deberíamos actuar siendo conscientes de todas las consecuencias que entrañan los hechos antes reseñados.
Y como colofón tenemos las declaraciones del presidente del gobierno español, señor Rodríguez Zapatero, en las que afirma, con énfasis, que cualquier “proceso” debe darse en una situación de “total ausencia de violencia”. Estamos de acuerdo con esas palabras, pero ¿dónde deberían estar, o mejor no estar, para que ese proceso tuviera lugar, real y democráticamente, el ejército español, las fuerzas de “orden público” etc.? Por eso decimos “las cosas en su sitio”, sin olvidar el “un sitio para cada cosa”. En España tienen cuarteles suficientes para acuartelarlos, valga la redundancia.
En este sentido tenemos sucesos recientemente ocurridos y que se han concretado en unas “maniobras militares” del ejército español en tierra vasca. Estos acontecimientos realizados con un gran despliegue de medios y de símbolos (uniformes, banderas etc.) han provocado diversas reacciones. Por una lado los ayuntamientos afectados han protestado por no tener su consentimiento para llevarlas a cabo. Por otro, el gobierno de Gazteiz las ha considerado “inoportunas”. Un sector importante de la población ha mostrado su descontento e, incluso, su oposición.
Da la sensación de que vivimos en un país que no es consciente de su realidad. Desde que a finales del siglo XII y, sobre todo, desde comienzos del XVI en que la mayor parte del reino navarro fue conquistado y ocupado por las tropas de Castilla, en ningún momento hemos dejado de tener “por encima”, más o menos explícitamente según coyunturas históricas, en nuestra vertiente ibérica el peso o la larga sombra del ejército español y del francés en la aquitana. Esto constituye un hecho que es necesario poner en su sitio en el momento de realizar cualquier análisis de nuestra realidad social, económica y política.
No se pueden olvidar durante la etapa posterior a la conquista, en los siglos XVII y XVIII, las múltiples situaciones en que se manifestó con virulencia como fue en la construcción de la Ciudadela de Pamplona, para la que se reclutó violentamente mano de obra autóctona con el fin de realizar una defensa militar española destinada a serlo frente a los naturales del país. En este sentido en Catalunya se ofrece una circunstancia paralela con la construcción de la ciudadela de Montjuich, frente a la propia población de Barcelona.
Lo fue también en el siglo XIX, bien explícitamente, durante las guerras carlistas; lo fue asimismo en la etapa que comenzó con la rebelión de 1936 y siguió con la dictadura del general Franco. En otras ocasiones ha podido parecer que se suavizaba e incluso se disfrazaba de “democracia” a partir de la mal llamada “transición” tras su muerte.
En esa etapa se consideró a Navarra (evidentemente la Navarra provincia española desde 1841 y no toda Navarra como expresión política de Vasconia) como “cuestión de Estado” y se urdieron todas las artimañas posibles para desgajar la parte sur de nuestro país en dos trozos: CFN y CAV. Esta es una estrategia militar en el pleno sentido de la palabra. ¡Y parece que no nos hemos dado cuenta! O, por lo menos, los que se definen como “agentes políticos” actúan como si no se hubieran percatado de ello.
Pienso que en ningún momento la ocupación militar ha dejado de estar vigente, por lo que más que extrañarnos de unas maniobras militares concretas deberíamos actuar siendo conscientes de todas las consecuencias que entrañan los hechos antes reseñados.
Y como colofón tenemos las declaraciones del presidente del gobierno español, señor Rodríguez Zapatero, en las que afirma, con énfasis, que cualquier “proceso” debe darse en una situación de “total ausencia de violencia”. Estamos de acuerdo con esas palabras, pero ¿dónde deberían estar, o mejor no estar, para que ese proceso tuviera lugar, real y democráticamente, el ejército español, las fuerzas de “orden público” etc.? Por eso decimos “las cosas en su sitio”, sin olvidar el “un sitio para cada cosa”. En España tienen cuarteles suficientes para acuartelarlos, valga la redundancia.
04 septiembre 2006
YO TAMBIÉN QUIERO UN ESTADO PROPIO
A través de este comentario quiero manifestar mi adhesión a la campaña que se realiza durante la presente semana (del 4 al 10 de septiembre) en Catalunya con el título de "Jo també vull un Estat propi". Desde aquí expreso tanto mi ambición de que Euskal Herria constituya su propio Estado, Navarra, como el deseo de que Catalunya, los Países Catalanes, consigan lo mismo para su sociedad. La campaña propone titular así todos los artículos que escriban durante la misma las personas que quieran efectivamente que Catalunya tenga su propio Estado.
Cuando países como los nuestros han sido conquistados y los estados dominantes se erigen en sus "administradores", en ambos casos España y Francia, y se han dedicado sistemáticamente a borrar sus respectivas señas de identidad (patrimonio inmaterial) y a detraer sus recursos (humanos, financieros etc.), poco se puede esperar de ellos en cualquier aspecto relacionado con nuestros intereses en la aceleradamente cambiante situación del mundo.
Como las razones generales: lingüísticas, culturales, de cohesión social ante las inmigraciones masivas que se han producido y siguen imparables, las políticas de telecomunicaciones y otras muchas, son semejantes en ambos países, voy a aportar algunas especificidades propias por las que Vasconia necesita, si quiere sobrevivir dignamente en el mundo actual, de su propio Estado:
1.- Un desarrollo centrado y equilibrado no puede estar vinculado a los territorios a los que la estrategia de la dominación ha sometido al País Vasco. Una ordenación del territorio eficaz y eficiente tiene que contemplar nuestra nación en su globalidad. Planteando la necesidad de un puerto y un aeropuerto de primer orden para cada provincia o territorio sólo se consigue la desunión y desvertebración humana y territorial. Esto necesita afrontarse y debatirse desde el Estado propio como algo que afecta al conjunto nacional.
2.- Los gravísimos problemas por los que transita nuestro sector pesquero, sometido a los intereses de dos administraciones contrapuestas entre sí y a las que, evidentemente, los intereses del sector vasco les resultan insignificantes, requieren una política estatal propia.
3.- La política del agua supeditada en la vertiente ibérica de Vasconia a los intereses españoles en el sector, a través de la Confederación Hidrográfica del Ebro, queda al albur del irracional uso de la misma que determinadas áreas del mismo manifiestan con descaro (campos de golf, urbanizaciones de unifamiliares etc. frente a carencias flagrantes en suministros urbanos con fines domésticos y sanitarios). Su gestión desde el Estado propio y la negociación "entre iguales", de Estado a Estado, se percibe como la única solución viable que no suponga nuestra expolio.
4.- La gestión del transporte, tanto de personas como de mercancías, debe someterse a un cambio de paradigma radical en todo el mundo ("desarrollado", sobre todo). Dada la complejidad geográfica de Euskal Herria y para posibilitar un cambio a escala humana, centrado, eficaz y ahorrador de energía, la mejor y, probablemente única, solución es el Estado propio.
¿Para qué seguir?
Simplemente somos adultos, somos maduros, necesitamos la independencia y la queremos ya. Y eso en el mundo actual sólo tiene un nombre: el Estado propio.
Cuando países como los nuestros han sido conquistados y los estados dominantes se erigen en sus "administradores", en ambos casos España y Francia, y se han dedicado sistemáticamente a borrar sus respectivas señas de identidad (patrimonio inmaterial) y a detraer sus recursos (humanos, financieros etc.), poco se puede esperar de ellos en cualquier aspecto relacionado con nuestros intereses en la aceleradamente cambiante situación del mundo.
Como las razones generales: lingüísticas, culturales, de cohesión social ante las inmigraciones masivas que se han producido y siguen imparables, las políticas de telecomunicaciones y otras muchas, son semejantes en ambos países, voy a aportar algunas especificidades propias por las que Vasconia necesita, si quiere sobrevivir dignamente en el mundo actual, de su propio Estado:
1.- Un desarrollo centrado y equilibrado no puede estar vinculado a los territorios a los que la estrategia de la dominación ha sometido al País Vasco. Una ordenación del territorio eficaz y eficiente tiene que contemplar nuestra nación en su globalidad. Planteando la necesidad de un puerto y un aeropuerto de primer orden para cada provincia o territorio sólo se consigue la desunión y desvertebración humana y territorial. Esto necesita afrontarse y debatirse desde el Estado propio como algo que afecta al conjunto nacional.
2.- Los gravísimos problemas por los que transita nuestro sector pesquero, sometido a los intereses de dos administraciones contrapuestas entre sí y a las que, evidentemente, los intereses del sector vasco les resultan insignificantes, requieren una política estatal propia.
3.- La política del agua supeditada en la vertiente ibérica de Vasconia a los intereses españoles en el sector, a través de la Confederación Hidrográfica del Ebro, queda al albur del irracional uso de la misma que determinadas áreas del mismo manifiestan con descaro (campos de golf, urbanizaciones de unifamiliares etc. frente a carencias flagrantes en suministros urbanos con fines domésticos y sanitarios). Su gestión desde el Estado propio y la negociación "entre iguales", de Estado a Estado, se percibe como la única solución viable que no suponga nuestra expolio.
4.- La gestión del transporte, tanto de personas como de mercancías, debe someterse a un cambio de paradigma radical en todo el mundo ("desarrollado", sobre todo). Dada la complejidad geográfica de Euskal Herria y para posibilitar un cambio a escala humana, centrado, eficaz y ahorrador de energía, la mejor y, probablemente única, solución es el Estado propio.
¿Para qué seguir?
Simplemente somos adultos, somos maduros, necesitamos la independencia y la queremos ya. Y eso en el mundo actual sólo tiene un nombre: el Estado propio.
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VASCONIA, PRESENTE Y FUTURO: LA HISTORIA
Las sociedades están en construcción permanente o, mejor se podría decir también, que están en “reconstrucción”, ya que todo grupo humano que constituye una sociedad diferenciada se edifica en interacción constante sobre personas y grupos de diversos intereses, creencias, edades, educación... que han asumido, por un lado, la pertenencia al mismo grupo y, por otro, sus divergencias internas. Siempre se construye sobre algo preexistente, nunca se parte de cero. Siempre hay una lengua, una organización social previa, unos conflictos internos y externos que permiten tanto la autorreferencia como la heterorreferencia de cualquier sociedad.
En ese sentido, nunca se da el conocimiento aséptico de la evolución que ha conducido a la situación actual y que permite su modificación permanente; siempre es un conocimiento mediado. Antiguamente eran las historias, leyendas o mitos fundacionales que se transmitían oralmente y reforzaban determinadas solidaridades mientras que, en los casos de conquistas, destruían otras. Desde que se empezó a escribir lo que hoy se llama la “Historia”, también se transmiten, eso sí bajo el académico paraguas protector de universidades e institutos, las historias, leyendas o mitos fundacionales que asimismo refuerzan determinadas solidaridades mientras siguen destrozando otras.
Hoy, además, se establecen jerarquías: las sociedades dominantes con estatus político garantizado e instituciones académicas propias y reconocidas, frente a las sociedades sometidas y que no gozan de tales atributos. Atributos que les permitirían poder definir sus propias historias, leyendas y mitos, investigar sobre ellos y contrastarlos con datos arqueológicos, lingüísticos, archivísticos o procedentes de cualquier otro tipo de fuentes y que, por ello además de por obvias razones políticas, se ven obligadas a girar en la órbita de las sociedades que las dominan.
De esta forma, se producen dos fenómenos interesantes:
1.- Las sociedades dominantes, “importantes”, tienen Historia científica que demuestra sus raíces, antigüedad y estirpe y que justifica el derecho a su existencia con normalidad. Los grupos humanos sometidos, sociedades “sin importancia”, sólo tienen “mitos originarios”, “leyendas fundacionales”, “tradición oral”, nunca equiparables a la Historia de sus ocupantes en su mismo plano y son condenadas, por lo mismo, a ser dependientes de las primeras.
2.- Se forma un circuito de retroalimentación positiva en el que las sociedades “normales”, “importantes”, es decir dominantes, son, cada vez, más “normales” e “importantes”, y las “no importantes”, sometidas, se pueden hundir progresivamente en su ignorancia, en su autoodio y, en suma, en su miseria.
Pero si algo caracteriza también a la especie humana es su capacidad de rebeldía y solidaridad. Una sociedad conquistada y dominada por otra, percibe como injusta tal situación y, si tiene capacidad militar o política, se rebela contra ella. Si en el conflicto sale victoriosa recupera su estatus de “normalidad”; si no lo logra, entra en la órbita de la sociedad ocupante y pasa a ser dominada y minorada. Pero todavía no todo está perdido. Mientras esta situación se perciba desde los dominados como “anormal” hay esperanza. A veces la percepción deja de ser subjetiva y entonces se encienden todas las alarmas, ya que el proceso de asimilación, aunque muchos datos objetivos sigan manifestando su “anormalidad”, se encuentra próximo a su conclusión,
Siempre es preciso hacer intervenir un factor de primera magnitud: la autoestima y el deseo de madurez, de emancipación, característico de cualquier sociedad (y, por supuesto, persona) madura. Lograrlo supone un gran esfuerzo, ya que los medios que la sociedad dominante emplea para justificar su ocupación como “normal” son inmensos: todo su sistema educativo y propagandístico además del aparato represivo directo están a su servicio.
Estimo que en esta tesitura la sociedad dominada ha de pasar a (auto)considerarse como “normal” aunque políticamente no lo sea y que debe luchar por recuperar su patrimonio (organización social, lengua, historia etc.) y enfrentarlo sin complejos al que trata de imponer la sociedad dominante. Es el primer paso para lograr su emancipación.
Vasconia necesita fortalecer el conocimiento del patrimonio propio desde su propia centralidad, sobre todo en el campo de la Historia, para reforzar su autoestima. Reforzar la autoestima es elemento básico para lograr su despertar del letargo complaciente en el que se encuentra sumergida, ya que el tiempo se nos escapa.
En mi opinión, debemos despertar para ser conscientes de la necesidad de la emancipación, de la independencia, de la libertad. Y confiar que en ese buen caldo de cultivo surja la iniciativa política que permita su arribe a buen puerto y nos permita, imponiéndose a los intereses asimilacionistas, llegar a ser o, mejor retornar a lo que ya fuimos a través del reino de Navarra, un sujeto político activo, un Estado, en el convulso y conflictivo mundo actual.
En ese sentido, nunca se da el conocimiento aséptico de la evolución que ha conducido a la situación actual y que permite su modificación permanente; siempre es un conocimiento mediado. Antiguamente eran las historias, leyendas o mitos fundacionales que se transmitían oralmente y reforzaban determinadas solidaridades mientras que, en los casos de conquistas, destruían otras. Desde que se empezó a escribir lo que hoy se llama la “Historia”, también se transmiten, eso sí bajo el académico paraguas protector de universidades e institutos, las historias, leyendas o mitos fundacionales que asimismo refuerzan determinadas solidaridades mientras siguen destrozando otras.
Hoy, además, se establecen jerarquías: las sociedades dominantes con estatus político garantizado e instituciones académicas propias y reconocidas, frente a las sociedades sometidas y que no gozan de tales atributos. Atributos que les permitirían poder definir sus propias historias, leyendas y mitos, investigar sobre ellos y contrastarlos con datos arqueológicos, lingüísticos, archivísticos o procedentes de cualquier otro tipo de fuentes y que, por ello además de por obvias razones políticas, se ven obligadas a girar en la órbita de las sociedades que las dominan.
De esta forma, se producen dos fenómenos interesantes:
1.- Las sociedades dominantes, “importantes”, tienen Historia científica que demuestra sus raíces, antigüedad y estirpe y que justifica el derecho a su existencia con normalidad. Los grupos humanos sometidos, sociedades “sin importancia”, sólo tienen “mitos originarios”, “leyendas fundacionales”, “tradición oral”, nunca equiparables a la Historia de sus ocupantes en su mismo plano y son condenadas, por lo mismo, a ser dependientes de las primeras.
2.- Se forma un circuito de retroalimentación positiva en el que las sociedades “normales”, “importantes”, es decir dominantes, son, cada vez, más “normales” e “importantes”, y las “no importantes”, sometidas, se pueden hundir progresivamente en su ignorancia, en su autoodio y, en suma, en su miseria.
Pero si algo caracteriza también a la especie humana es su capacidad de rebeldía y solidaridad. Una sociedad conquistada y dominada por otra, percibe como injusta tal situación y, si tiene capacidad militar o política, se rebela contra ella. Si en el conflicto sale victoriosa recupera su estatus de “normalidad”; si no lo logra, entra en la órbita de la sociedad ocupante y pasa a ser dominada y minorada. Pero todavía no todo está perdido. Mientras esta situación se perciba desde los dominados como “anormal” hay esperanza. A veces la percepción deja de ser subjetiva y entonces se encienden todas las alarmas, ya que el proceso de asimilación, aunque muchos datos objetivos sigan manifestando su “anormalidad”, se encuentra próximo a su conclusión,
Siempre es preciso hacer intervenir un factor de primera magnitud: la autoestima y el deseo de madurez, de emancipación, característico de cualquier sociedad (y, por supuesto, persona) madura. Lograrlo supone un gran esfuerzo, ya que los medios que la sociedad dominante emplea para justificar su ocupación como “normal” son inmensos: todo su sistema educativo y propagandístico además del aparato represivo directo están a su servicio.
Estimo que en esta tesitura la sociedad dominada ha de pasar a (auto)considerarse como “normal” aunque políticamente no lo sea y que debe luchar por recuperar su patrimonio (organización social, lengua, historia etc.) y enfrentarlo sin complejos al que trata de imponer la sociedad dominante. Es el primer paso para lograr su emancipación.
Vasconia necesita fortalecer el conocimiento del patrimonio propio desde su propia centralidad, sobre todo en el campo de la Historia, para reforzar su autoestima. Reforzar la autoestima es elemento básico para lograr su despertar del letargo complaciente en el que se encuentra sumergida, ya que el tiempo se nos escapa.
En mi opinión, debemos despertar para ser conscientes de la necesidad de la emancipación, de la independencia, de la libertad. Y confiar que en ese buen caldo de cultivo surja la iniciativa política que permita su arribe a buen puerto y nos permita, imponiéndose a los intereses asimilacionistas, llegar a ser o, mejor retornar a lo que ya fuimos a través del reino de Navarra, un sujeto político activo, un Estado, en el convulso y conflictivo mundo actual.
03 agosto 2006
VASCOS HOY: UNAS REFLEXIONES
Acabo de leer el artículo de José Manuel Bujanda Arizmendi que con el título “Vascos hoy” publica el Grupo Noticias (Noticias de Álava de 3 de agosto de 2006). Tras su lectura creo necesario plantear varias reflexiones. Las expongo a continuación:
1.- Bujanda afirma que con el llamado Abrazo de Bergara de 25 de octubre de 1839 “se inauguró así en su crudeza histórica el proceso de desencaje entre lo vasco y lo español...” No sé exactamente qué quiere decir Bujanda, pero tengo la extraña sensación de que la fecha de 1512 no indica para él nada que tenga que ver con “el proceso de desencaje entre lo vasco y lo español”. ¡Pues venga Dios y lo vea! Si la conquista a sangre y fuego del único Estado independiente que hemos tenido los vascos no es una fecha importante en el “desencuentro vasco-español”, que nos ilustre con otra más importante.
No pretendo restar importancia a 1839, pero creo que reducir el contencioso vasco a los conflictos del siglo XIX es simplificar el problema y, además, en nuestra contra. No entiendo cómo desde posiciones que dicen defender la nación vasca se puede dejar de lado y menospreciar la conquista del único Estado soberano y propio que hemos tenido. ¿O es que el reino de Navarra no era un Estado vasco?
2.- Parecen muy bonitos y atractivos todos los deseos que plantea Bujanda para el futuro de los vascos. Sin embargo hay uno que me sorprende: ¿en virtud de qué razón política, social, económica o de cualquier otra índole, tenemos los vascos que saber “... encontrar un futuro compartido con los vecinos más próximos...”? Son precisamente los nacionalismos de nuestros “vecinos más próximos” los que no sólo han buscado con pertinacia la destrucción de nuestras señas de identidad (historia, lengua y patrimonio en general) sino que, además, en el momento presente no manifiestan ninguna intención de cambio en los mismos asuntos y en otros tan acuciantes como los que plantean el del sector pesquero y tantos más.
Pienso que tenemos que estar abiertos a colaborar con todas las naciones de Europa y del mundo, pero en plano de igualdad, es decir de Estado a Estado. Y además sin ninguna preferencia por quienes nos han sometido violentamente a siglos de sumisión.
3.- Me gustaría que Bujanda aclarase qué entiende por “Euskadi” o por “Euskadi de hoy”. En la terminología española oficial Euskadi equivale al territorio de la Comunidad Autónoma del País Vasco e incluye exclusivamente a las provincias de Araba (sin Trebiñu), Bizkaia y Gipuzkoa. En la terminología clásica del nacionalismo vasco, desde Arana Goiri, equivale a Euskal Herria y Bujanda usa este último término para indicar “su división en dos estados y tres administraciones diferentes”, cosa que no dice de Euskadi. ¿Es lo mismo Euskadi que Euskal Herria? ¿Son dos realidades distintas? ¿Qué son cada una?
En cualquier caso, y como conclusión, pienso que nuestro futuro en Europa y en el mundo sólo se puede garantizar asumiendo nuestro pasado con todo su rico patrimonio (político, lingüístico, cultural etc.) y proyectando hacia el futuro las necesidades que plantea cualquier sociedad madura. El requisito más importante para que una sociedad desarrollada sobreviva sin problemas es que se emancipe, que sea independiente. Y eso en el mundo actual equivale a que tenga su Estado propio. Cuando se invente otra solución política y la adopten Francia, España y el resto de Estados de la Unión Europea, por ejemplo, podremos comenzar a hablar de la obsolescencia del Estado y de las otras opciones.
1.- Bujanda afirma que con el llamado Abrazo de Bergara de 25 de octubre de 1839 “se inauguró así en su crudeza histórica el proceso de desencaje entre lo vasco y lo español...” No sé exactamente qué quiere decir Bujanda, pero tengo la extraña sensación de que la fecha de 1512 no indica para él nada que tenga que ver con “el proceso de desencaje entre lo vasco y lo español”. ¡Pues venga Dios y lo vea! Si la conquista a sangre y fuego del único Estado independiente que hemos tenido los vascos no es una fecha importante en el “desencuentro vasco-español”, que nos ilustre con otra más importante.
No pretendo restar importancia a 1839, pero creo que reducir el contencioso vasco a los conflictos del siglo XIX es simplificar el problema y, además, en nuestra contra. No entiendo cómo desde posiciones que dicen defender la nación vasca se puede dejar de lado y menospreciar la conquista del único Estado soberano y propio que hemos tenido. ¿O es que el reino de Navarra no era un Estado vasco?
2.- Parecen muy bonitos y atractivos todos los deseos que plantea Bujanda para el futuro de los vascos. Sin embargo hay uno que me sorprende: ¿en virtud de qué razón política, social, económica o de cualquier otra índole, tenemos los vascos que saber “... encontrar un futuro compartido con los vecinos más próximos...”? Son precisamente los nacionalismos de nuestros “vecinos más próximos” los que no sólo han buscado con pertinacia la destrucción de nuestras señas de identidad (historia, lengua y patrimonio en general) sino que, además, en el momento presente no manifiestan ninguna intención de cambio en los mismos asuntos y en otros tan acuciantes como los que plantean el del sector pesquero y tantos más.
Pienso que tenemos que estar abiertos a colaborar con todas las naciones de Europa y del mundo, pero en plano de igualdad, es decir de Estado a Estado. Y además sin ninguna preferencia por quienes nos han sometido violentamente a siglos de sumisión.
3.- Me gustaría que Bujanda aclarase qué entiende por “Euskadi” o por “Euskadi de hoy”. En la terminología española oficial Euskadi equivale al territorio de la Comunidad Autónoma del País Vasco e incluye exclusivamente a las provincias de Araba (sin Trebiñu), Bizkaia y Gipuzkoa. En la terminología clásica del nacionalismo vasco, desde Arana Goiri, equivale a Euskal Herria y Bujanda usa este último término para indicar “su división en dos estados y tres administraciones diferentes”, cosa que no dice de Euskadi. ¿Es lo mismo Euskadi que Euskal Herria? ¿Son dos realidades distintas? ¿Qué son cada una?
En cualquier caso, y como conclusión, pienso que nuestro futuro en Europa y en el mundo sólo se puede garantizar asumiendo nuestro pasado con todo su rico patrimonio (político, lingüístico, cultural etc.) y proyectando hacia el futuro las necesidades que plantea cualquier sociedad madura. El requisito más importante para que una sociedad desarrollada sobreviva sin problemas es que se emancipe, que sea independiente. Y eso en el mundo actual equivale a que tenga su Estado propio. Cuando se invente otra solución política y la adopten Francia, España y el resto de Estados de la Unión Europea, por ejemplo, podremos comenzar a hablar de la obsolescencia del Estado y de las otras opciones.
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02 agosto 2006
GIPUZKOA ¿INDEPENDIENTE?
Sigo con gran interés los debates que se están desarrollando recientemente en Gipuzkoa sobre infraestructuras, tanto que el 30 de abril pasado escribí una reflexión sobre el proyecto de puerto exterior de Jaizkibel. Fue publicada en este blog , en la página web de Nabarralde y en Gara.
Ahora se nos ha servido la polémica sobre la ampliación del aeropuerto de Hondarribia. Parece que la misma no sólo no satisface a los residentes de la comarca de Txingudi (Irun, Hondarribia etc.) por las incomodidades aparejadas, ruidos etc., sino que puede afectar gravemente a un entorno ambiental de gran interés ecológico y paisajístico.
Da la sensación que quienes defienden ambas infraestructuras conciben a Gipuzkoa como una realidad aislada y que debe ser autosuficiente por sí misma. Por la misma razón habría que plantearse que Gipuzkoa debería tener todo tipo de servicios, industrias y hasta producciones agrícolas y ganaderas... en un territorio que supera justamente los mil kilómetros cuadrados. ¿O hay, en la trastienda, otro tipo de intereses?
Mi opinión es que, ante estos problemas, siempre es necesario tener una perspectiva nacional a la vez que local y, por supuesto, global. En nuestro mundo ni tan siquiera una nación puede “disfrutar” de todos y cada uno de los servicios y productos necesarios para su supervivencia y desarrollo; debe especializarse en aquéllos que le produzcan ventajas comparativas sin conducirla al colapso y... negociar y comerciar con las demás el resto.
Los planteamientos “provincialistas” que pretenden hacer de cada “territorio” de nuestro país un ente autosuficiente, casi una nación completa, colaboran, desde mi punto de vista, con la estrategia de la dominación. Somos un país que, tras seculares procesos de conquista y dominación, se ha visto reducido a “territorios” aislados, cada uno con una administración diferente. A partir de la territorialidad del reino de Navarra, fue Castilla, quien ocupó primero La Rioja y Bizkaia, después Araba y Gipuzkoa, más tarde la Sonsierra, para culminar con la conquista del reino soberano (1512-1521). En una etapa posterior fueron España y Francia quienes se repartieron nuestros habitantes y territorio. Luego, dentro de la organización del Estado español fuimos separados en dos “comunidades autónomas”. Nuestros dominantes imponen la estrategia de la división, y los enfrentamientos inducidos entre “navarros” y “vascos” o, en otra escala, entre “vizcaínos” y “guipuzcoanos”, se enmarcan en esa estrategia.
Una cuestión preferencial es la vertebración del territorio en su conjunto, que dote a nuestra sociedad de las infraestructuras de comunicaciones, mediante ferrocarril preferentemente, que permitan su conexión interna de manera sencilla y barata, no contaminante ni derrochadora de energía.
Nuestro país tiene aproximadamente 20.000 kilómetros cuadrados de superficie. Tiene dos buenos puertos sobre el mar de Bizkaia (Bilbao y Baiona) y cinco aeropuertos (Bilbao, Gazteiz, Biarritz, Iruñea... y Hondarribia). Todo ello es más que suficiente para satisfacer sus necesidades de comunicaciones y transporte por tales vías. De lo que adolece escandalosamente es de un sistema de ferrocarril moderno y adaptado a sus necesidades que permita un uso eficiente y eficaz de los puertos y aeropuertos ya existentes.
En cuanto al sistema de carreteras y al transporte de mercancías por las mismas no es necesario insistir en su práctico colapso, además del despilfarro energético que suponen, por ser un dato generalmente aceptado. Esta es otra razón para proyectar la imperiosa necesidad del replanteamiento de nuestras infraestructuras de ferrocarril.
No estoy hablando del tren de alta velocidad. Para nuestra vertebración interna, en cuanto a transporte de personas y mercancías, es suficiente con una infraestructura rápida (de velocidad no superior a 150 Km/h), pero que una los puntos estratégicamente importantes con buenos servicios. El TAV puede ser necesario como vía de acceso al exterior (resto de Europa, España, Catalunya y Portugal), pero pienso que debería tener el menor impacto posible sobre todo en territorios de orografía complicada como son Gipuzkoa, Bizkaia y las zonas de montaña en general. El planteamiento de cualquier nuevo ferrocarril debería también aprovechar al máximo las infraestructuras ya existentes. Aunque todo ello repercutiera en los picos reales de velocidad.
Otra cuestión muy relacionada con las comunicaciones de personas y mercancías, y que tiene cada vez un peso específico mayor en nuestro mundo, son las telecomunicaciones y todos los aspectos relacionados con lo que hoy se denomina como tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Pero esto da de sí para otro artículo, que espero se escriba a su debido tiempo.
Nuestro país, Vasconia, es en su conjunto viable para tener un lugar en Europa y en el mundo y ser competitivo, sobre todo si es capaz de dotarse de la herramienta política fundamental, que es el Estado propio. En la actual organización del mundo, el Estado es el único instrumento que permite realizar lo anteriormente expuesto con bastantes garantías de éxito. Pero el hecho de que no lo tengamos aquí y ahora no implica que renunciemos al mismo. Por eso a todas las personas, asociaciones empresariales, sindicatos, organizaciones de base, grupos de presión, partidos políticos etc. que pueden tener una visión nacional habría que exigirles que, por lo menos en estos aspectos concretos, la tengan de verdad y con todas sus consecuencias.
Se trata de asuntos, como en el de la lengua, la educación, la pesca y tantos otros, a los que sólo desde la consecución de un Estado propio se puede dar la respuesta satisfactoria, pero que no se pueden dejar “para entonces” y que hay que abordar desde ahora, sin olvidar tal perspectiva. Pienso que los agentes sociales que se autoconsideren “nacionales” habrían de tener como horizonte la recuperación del Estado propio y adoptar la estrategia política necesaria para su logro. Por esta razón, ante el día a día y los problemas concretos no se deberían tomar decisiones que contradigan o cuestionen ese objetivo. Lo mismo que tampoco se puede estar “de brazos cruzados” mientras no se consiga. Nadie nos lo va a otorgar gratuitamente: ni la Unión Europea, ni las Naciones Unidas; menos aun España y Francia. La tarea es fundamentalmente nuestra.
En mi opinión, la referencia estatal propia más sencilla para los vascos es la del único Estado libre que hemos tenido: Navarra; Estado anulado progresiva y violentamente por España y Francia. Planteo su recuperación como nuestro objetivo democrático fundamental y pienso que todas las decisiones que se tomen desde cualquier institución o grupo de poder sólo tendrán valor político con esa perspectiva y así podrán ser capaces de superar la crónica y triste desilusión que comienza a apoderarse de nuestra sociedad.
Ahora se nos ha servido la polémica sobre la ampliación del aeropuerto de Hondarribia. Parece que la misma no sólo no satisface a los residentes de la comarca de Txingudi (Irun, Hondarribia etc.) por las incomodidades aparejadas, ruidos etc., sino que puede afectar gravemente a un entorno ambiental de gran interés ecológico y paisajístico.
Da la sensación que quienes defienden ambas infraestructuras conciben a Gipuzkoa como una realidad aislada y que debe ser autosuficiente por sí misma. Por la misma razón habría que plantearse que Gipuzkoa debería tener todo tipo de servicios, industrias y hasta producciones agrícolas y ganaderas... en un territorio que supera justamente los mil kilómetros cuadrados. ¿O hay, en la trastienda, otro tipo de intereses?
Mi opinión es que, ante estos problemas, siempre es necesario tener una perspectiva nacional a la vez que local y, por supuesto, global. En nuestro mundo ni tan siquiera una nación puede “disfrutar” de todos y cada uno de los servicios y productos necesarios para su supervivencia y desarrollo; debe especializarse en aquéllos que le produzcan ventajas comparativas sin conducirla al colapso y... negociar y comerciar con las demás el resto.
Los planteamientos “provincialistas” que pretenden hacer de cada “territorio” de nuestro país un ente autosuficiente, casi una nación completa, colaboran, desde mi punto de vista, con la estrategia de la dominación. Somos un país que, tras seculares procesos de conquista y dominación, se ha visto reducido a “territorios” aislados, cada uno con una administración diferente. A partir de la territorialidad del reino de Navarra, fue Castilla, quien ocupó primero La Rioja y Bizkaia, después Araba y Gipuzkoa, más tarde la Sonsierra, para culminar con la conquista del reino soberano (1512-1521). En una etapa posterior fueron España y Francia quienes se repartieron nuestros habitantes y territorio. Luego, dentro de la organización del Estado español fuimos separados en dos “comunidades autónomas”. Nuestros dominantes imponen la estrategia de la división, y los enfrentamientos inducidos entre “navarros” y “vascos” o, en otra escala, entre “vizcaínos” y “guipuzcoanos”, se enmarcan en esa estrategia.
Una cuestión preferencial es la vertebración del territorio en su conjunto, que dote a nuestra sociedad de las infraestructuras de comunicaciones, mediante ferrocarril preferentemente, que permitan su conexión interna de manera sencilla y barata, no contaminante ni derrochadora de energía.
Nuestro país tiene aproximadamente 20.000 kilómetros cuadrados de superficie. Tiene dos buenos puertos sobre el mar de Bizkaia (Bilbao y Baiona) y cinco aeropuertos (Bilbao, Gazteiz, Biarritz, Iruñea... y Hondarribia). Todo ello es más que suficiente para satisfacer sus necesidades de comunicaciones y transporte por tales vías. De lo que adolece escandalosamente es de un sistema de ferrocarril moderno y adaptado a sus necesidades que permita un uso eficiente y eficaz de los puertos y aeropuertos ya existentes.
En cuanto al sistema de carreteras y al transporte de mercancías por las mismas no es necesario insistir en su práctico colapso, además del despilfarro energético que suponen, por ser un dato generalmente aceptado. Esta es otra razón para proyectar la imperiosa necesidad del replanteamiento de nuestras infraestructuras de ferrocarril.
No estoy hablando del tren de alta velocidad. Para nuestra vertebración interna, en cuanto a transporte de personas y mercancías, es suficiente con una infraestructura rápida (de velocidad no superior a 150 Km/h), pero que una los puntos estratégicamente importantes con buenos servicios. El TAV puede ser necesario como vía de acceso al exterior (resto de Europa, España, Catalunya y Portugal), pero pienso que debería tener el menor impacto posible sobre todo en territorios de orografía complicada como son Gipuzkoa, Bizkaia y las zonas de montaña en general. El planteamiento de cualquier nuevo ferrocarril debería también aprovechar al máximo las infraestructuras ya existentes. Aunque todo ello repercutiera en los picos reales de velocidad.
Otra cuestión muy relacionada con las comunicaciones de personas y mercancías, y que tiene cada vez un peso específico mayor en nuestro mundo, son las telecomunicaciones y todos los aspectos relacionados con lo que hoy se denomina como tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Pero esto da de sí para otro artículo, que espero se escriba a su debido tiempo.
Nuestro país, Vasconia, es en su conjunto viable para tener un lugar en Europa y en el mundo y ser competitivo, sobre todo si es capaz de dotarse de la herramienta política fundamental, que es el Estado propio. En la actual organización del mundo, el Estado es el único instrumento que permite realizar lo anteriormente expuesto con bastantes garantías de éxito. Pero el hecho de que no lo tengamos aquí y ahora no implica que renunciemos al mismo. Por eso a todas las personas, asociaciones empresariales, sindicatos, organizaciones de base, grupos de presión, partidos políticos etc. que pueden tener una visión nacional habría que exigirles que, por lo menos en estos aspectos concretos, la tengan de verdad y con todas sus consecuencias.
Se trata de asuntos, como en el de la lengua, la educación, la pesca y tantos otros, a los que sólo desde la consecución de un Estado propio se puede dar la respuesta satisfactoria, pero que no se pueden dejar “para entonces” y que hay que abordar desde ahora, sin olvidar tal perspectiva. Pienso que los agentes sociales que se autoconsideren “nacionales” habrían de tener como horizonte la recuperación del Estado propio y adoptar la estrategia política necesaria para su logro. Por esta razón, ante el día a día y los problemas concretos no se deberían tomar decisiones que contradigan o cuestionen ese objetivo. Lo mismo que tampoco se puede estar “de brazos cruzados” mientras no se consiga. Nadie nos lo va a otorgar gratuitamente: ni la Unión Europea, ni las Naciones Unidas; menos aun España y Francia. La tarea es fundamentalmente nuestra.
En mi opinión, la referencia estatal propia más sencilla para los vascos es la del único Estado libre que hemos tenido: Navarra; Estado anulado progresiva y violentamente por España y Francia. Planteo su recuperación como nuestro objetivo democrático fundamental y pienso que todas las decisiones que se tomen desde cualquier institución o grupo de poder sólo tendrán valor político con esa perspectiva y así podrán ser capaces de superar la crónica y triste desilusión que comienza a apoderarse de nuestra sociedad.
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07 julio 2006
SOBRE LA REALIDAD Y LA POLÍTICA
La polémica sobre el currículo es la “punta del iceberg” de un debate mucho más profundo, ideológico y político. Para comprender la realidad de una sociedad no es suficiente con la descripción de sus aspectos concretos, uno de los cuales sería el educativo y, dentro del mismo, el currículo. El sistema educativo está inmerso activa y pasivamente dentro del contexto social, ideológico y político. Pienso que no se ha escamoteado el currículo, simplemente se ha profundizado en aspectos que lo condicionan de forma muy importante.
Voy a intentar resumir en puntos concretos algunas de las cuestiones de divergencia con Ramón Zallo:
1.- Pienso que Zallo confunde lo que el llama Realidad con mayúscula y la equipara con el conocimiento mediado (aquí sí que hay “mediaciones”) y condicionado por los aparatos de todo tipo (educacionales, mediáticos, coercitivos etc.) de los estados dominantes. A la realidad opino que se debe acceder mediante la investigación en todo el entramado de relaciones sociales y, sobre todo, debe relativizar la “objetividad” de su posicionamiento. La percepción de la realidad, ya desde Marx, responde a los intereses sociales de quien la analiza.
2.- Debo reiterar, en el mismo sentido, que Zallo se mueve en los parámetros de la dominación. Las identidades sobre las que trabaja la “sociología cuantitativa” (evidentemente más allá del bien y del mal) no sólo no son “neutras”, sino que tienen una enorme carga ideológica y política. Con los “datos objetivos” de este tipo de sociología pasa algo muy semejante a lo que sucede con los votos en las sociedades dominadas. Sólo se puede votar lo que los dominantes permiten en su propio sistema y con sus propias reglas de juego. Lo cual no quiere decir que tanto unas como otros no tengan valor para conocer la realidad de una sociedad, pero hay muchos más factores que se deben sopesar y tener en cuenta para acceder a un conocimiento más profundo.
3.- Opino que Zallo juega el papel de “reductor” de las reivindicaciones de nuestra sociedad. Las reduce, de manera semejante a como lo hacen determinados sectores del PNV, a lo que él juzga, otra vez por encima del bien y del mal, como “lo posible”. Y tras despacharlas como “imposibles”, por utópicas, plantea la pregunta retórica de “cómo se crea un Estado ahora ya!”. Para colmo, afirma que “faltan los agentes y los actores”. Es muy revelador de su papel en este juego, en el que sirve de freno y distracción de las muchas capacidades de nuestra sociedad.
4.- En este sentido, me apena profundamente la visión que tiene Ramón Zallo de la sociedad de la CFN. La equiparación que hace entre el número (una valoración puramente cuantitativa) de euskaldunes y de emigrantes sería ofensiva si no fuera ignorante. Parece que Zallo no se ha enterado de la visión política de Navarra como Estado independiente durante muchos siglos, de la memoria histórica que esto representa para la sociedad de la CFN, del valor social y político que supone para su autoestima y de su función movilizadora. Esta perspectiva supera, cuantitativa y cualitativamente, con amplitud el peso numérico de los euskaldunes en la CFN. Tal aspecto es ignorado, cuando no menospreciado, desde la muchos sectores de la CAV y de la propia CFN. Pero no creo que estemos en condiciones de tirarnos los trastos unos y otros en beneficio de quienes nos dominan.
5.- Zallo tergiversa el concepto de estrategia. Estrategia es, de algún modo, una articulación de medios y fines. Una estrategia sin fines claros se pierde en el oportunismo y eso es lo que, según creo, le sucede a Zallo. Y, para mí, es evidente que todos los medios, el corto plazo, la táctica, la gestión del currículo, etc., etc., sólo tienen un sentido político real si se enmarcan en una estrategia propia de recuperación del Estado. Ahí es, en mi opinión, donde Zallo naufraga ya que no sólo no se lo plantea como objetivo estratégico, sino que lo margina. Desde mi propia posición, u otras semejantes, nunca hemos dicho que menospreciemos ni el corto plazo, ni el día a día, pero contemplados siempre dentro de una perspectiva que consideramos estratégica.
6.- Zallo habla de “pasos que puedan ir en la buena dirección”. Pero, ¡señor mío!, si eso es precisamente lo que queremos. Pero para eso es necesario coincidir en definir cual es la “buena dirección”. Y ahí, me temo que haya también alguna divergencia. Para nosotros el objetivo de la consecución del Estado propio es democráticamente irrenunciable. Otra cosa es que en las distintas fases del conflicto se pueda llegar a situaciones “intermedias” como serían fórmulas federales o confederales. Repito, no es nuestro objetivo, pero si llegan, serán bienvenidas. No somos de los que opinan que “cuanto peor, mejor”.
7.- En la interpretación que da Zallo del soberanismo creo que se produce una importante confusión entre la realidad política del Estado español y los deseos que tiene de que fuera de otro modo. El ejemplo de las andanzas de ERC en el tripartito catalán y en su relación con el gobierno del Estado español en la gestación del Estatuto de Catalunya dejan bien claros los márgenes de maniobra. Y no son, precisamente confederales, ni tan siquiera federales. Siguen siendo unitaristas al viejo estilo.
8.- Quiéralo o no Ramón Zallo el choque social ya existe y no es precisamente cediendo posiciones, siendo “buenos”, como se ganan los conflictos que intencionadamente se plantean como juegos “de suma cero”. Pienso que no es así y que España y Francia saldrían ganando en calidad democrática si Vasconia fuese independiente. Pero ellos, sus respectivos nacionalismos, parece que no lo perciben de este modo y fuerzan un juego de suma cero: lo que tú ganas, yo lo pierdo. Será triste, pero es así. Y nuestra capacidad demográfica no nos permite actuar como misioneros para “convertir” a españoles y franceses al nuevo “juego”.
9.- Tengo muy claro quienes son nuestros adversarios y dónde se ubican sus guarniciones; son los defensores a ultranza del unitarismo de los estados bajo los que se encuentra repartida nuestra sociedad. En mi opinión, aquí Zallo se despista un poco. Lo que pretendemos quienes somos miembros de Iturralde y trabajamos a través de Nabarralde, es precisamente que entre todos aquellos grupos, movimientos, asociaciones personas etc. que estén próximos en su visión de Euskal Herria, se organice un debate democrático en el que los asuntos antes expuestos, y otros muchos, salgan a la luz. Nosotros aportamos nuestro punto de vista, y lo debatiremos con quien haga falta.
10.- Pienso que una sociedad adulta y con autoestima se independiza como las personas. Desde Iturralde y a través de Nabarralde trabajamos en que nuestra sociedad, Vasconia entera, adquiera el nivel de autoestima (mediante el reconocimiento de su patrimonio, historia etc.) necesario y suficiente para exigir su emancipación, su independencia. Y pienso que esto sólo puede venir de la mano del Estado propio.
11.- Quiero terminar estas puntualizaciones con el agradecimiento a Ramón Zallo como agente de un debate, desde mi punto de vista, positivo y enriquecedor. Quiero también agradecer a los medios que han servido de vehículo al mismo, bien sean electrónicos, como Izaro News y Nabarralde, bien sea en la prensa escrita, como Berria.
Voy a intentar resumir en puntos concretos algunas de las cuestiones de divergencia con Ramón Zallo:
1.- Pienso que Zallo confunde lo que el llama Realidad con mayúscula y la equipara con el conocimiento mediado (aquí sí que hay “mediaciones”) y condicionado por los aparatos de todo tipo (educacionales, mediáticos, coercitivos etc.) de los estados dominantes. A la realidad opino que se debe acceder mediante la investigación en todo el entramado de relaciones sociales y, sobre todo, debe relativizar la “objetividad” de su posicionamiento. La percepción de la realidad, ya desde Marx, responde a los intereses sociales de quien la analiza.
2.- Debo reiterar, en el mismo sentido, que Zallo se mueve en los parámetros de la dominación. Las identidades sobre las que trabaja la “sociología cuantitativa” (evidentemente más allá del bien y del mal) no sólo no son “neutras”, sino que tienen una enorme carga ideológica y política. Con los “datos objetivos” de este tipo de sociología pasa algo muy semejante a lo que sucede con los votos en las sociedades dominadas. Sólo se puede votar lo que los dominantes permiten en su propio sistema y con sus propias reglas de juego. Lo cual no quiere decir que tanto unas como otros no tengan valor para conocer la realidad de una sociedad, pero hay muchos más factores que se deben sopesar y tener en cuenta para acceder a un conocimiento más profundo.
3.- Opino que Zallo juega el papel de “reductor” de las reivindicaciones de nuestra sociedad. Las reduce, de manera semejante a como lo hacen determinados sectores del PNV, a lo que él juzga, otra vez por encima del bien y del mal, como “lo posible”. Y tras despacharlas como “imposibles”, por utópicas, plantea la pregunta retórica de “cómo se crea un Estado ahora ya!”. Para colmo, afirma que “faltan los agentes y los actores”. Es muy revelador de su papel en este juego, en el que sirve de freno y distracción de las muchas capacidades de nuestra sociedad.
4.- En este sentido, me apena profundamente la visión que tiene Ramón Zallo de la sociedad de la CFN. La equiparación que hace entre el número (una valoración puramente cuantitativa) de euskaldunes y de emigrantes sería ofensiva si no fuera ignorante. Parece que Zallo no se ha enterado de la visión política de Navarra como Estado independiente durante muchos siglos, de la memoria histórica que esto representa para la sociedad de la CFN, del valor social y político que supone para su autoestima y de su función movilizadora. Esta perspectiva supera, cuantitativa y cualitativamente, con amplitud el peso numérico de los euskaldunes en la CFN. Tal aspecto es ignorado, cuando no menospreciado, desde la muchos sectores de la CAV y de la propia CFN. Pero no creo que estemos en condiciones de tirarnos los trastos unos y otros en beneficio de quienes nos dominan.
5.- Zallo tergiversa el concepto de estrategia. Estrategia es, de algún modo, una articulación de medios y fines. Una estrategia sin fines claros se pierde en el oportunismo y eso es lo que, según creo, le sucede a Zallo. Y, para mí, es evidente que todos los medios, el corto plazo, la táctica, la gestión del currículo, etc., etc., sólo tienen un sentido político real si se enmarcan en una estrategia propia de recuperación del Estado. Ahí es, en mi opinión, donde Zallo naufraga ya que no sólo no se lo plantea como objetivo estratégico, sino que lo margina. Desde mi propia posición, u otras semejantes, nunca hemos dicho que menospreciemos ni el corto plazo, ni el día a día, pero contemplados siempre dentro de una perspectiva que consideramos estratégica.
6.- Zallo habla de “pasos que puedan ir en la buena dirección”. Pero, ¡señor mío!, si eso es precisamente lo que queremos. Pero para eso es necesario coincidir en definir cual es la “buena dirección”. Y ahí, me temo que haya también alguna divergencia. Para nosotros el objetivo de la consecución del Estado propio es democráticamente irrenunciable. Otra cosa es que en las distintas fases del conflicto se pueda llegar a situaciones “intermedias” como serían fórmulas federales o confederales. Repito, no es nuestro objetivo, pero si llegan, serán bienvenidas. No somos de los que opinan que “cuanto peor, mejor”.
7.- En la interpretación que da Zallo del soberanismo creo que se produce una importante confusión entre la realidad política del Estado español y los deseos que tiene de que fuera de otro modo. El ejemplo de las andanzas de ERC en el tripartito catalán y en su relación con el gobierno del Estado español en la gestación del Estatuto de Catalunya dejan bien claros los márgenes de maniobra. Y no son, precisamente confederales, ni tan siquiera federales. Siguen siendo unitaristas al viejo estilo.
8.- Quiéralo o no Ramón Zallo el choque social ya existe y no es precisamente cediendo posiciones, siendo “buenos”, como se ganan los conflictos que intencionadamente se plantean como juegos “de suma cero”. Pienso que no es así y que España y Francia saldrían ganando en calidad democrática si Vasconia fuese independiente. Pero ellos, sus respectivos nacionalismos, parece que no lo perciben de este modo y fuerzan un juego de suma cero: lo que tú ganas, yo lo pierdo. Será triste, pero es así. Y nuestra capacidad demográfica no nos permite actuar como misioneros para “convertir” a españoles y franceses al nuevo “juego”.
9.- Tengo muy claro quienes son nuestros adversarios y dónde se ubican sus guarniciones; son los defensores a ultranza del unitarismo de los estados bajo los que se encuentra repartida nuestra sociedad. En mi opinión, aquí Zallo se despista un poco. Lo que pretendemos quienes somos miembros de Iturralde y trabajamos a través de Nabarralde, es precisamente que entre todos aquellos grupos, movimientos, asociaciones personas etc. que estén próximos en su visión de Euskal Herria, se organice un debate democrático en el que los asuntos antes expuestos, y otros muchos, salgan a la luz. Nosotros aportamos nuestro punto de vista, y lo debatiremos con quien haga falta.
10.- Pienso que una sociedad adulta y con autoestima se independiza como las personas. Desde Iturralde y a través de Nabarralde trabajamos en que nuestra sociedad, Vasconia entera, adquiera el nivel de autoestima (mediante el reconocimiento de su patrimonio, historia etc.) necesario y suficiente para exigir su emancipación, su independencia. Y pienso que esto sólo puede venir de la mano del Estado propio.
11.- Quiero terminar estas puntualizaciones con el agradecimiento a Ramón Zallo como agente de un debate, desde mi punto de vista, positivo y enriquecedor. Quiero también agradecer a los medios que han servido de vehículo al mismo, bien sean electrónicos, como Izaro News y Nabarralde, bien sea en la prensa escrita, como Berria.
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04 julio 2006
SOBERANÍA Y PAZ
Hace ya mucho tiempo y, sobre todo desde el 22 de marzo pasado, en que la “cuestión vasca” ha quedado reducida a un “proceso de paz”. Parece que, tal y como se plantea, el problema central es lo que se conoce como “pacificación”.
La primera, y obvia, reflexión conduce a pensar como aquel que decía “muerto el perro se acabó la rabia”. Los “violentos” han decidido cesar en su actividad y buscan un “aterrizaje”, un acomodo, en una sociedad perfectamente “normalizada” y “democrática”.
Es evidente que, implícitamente, quienes así piensan nunca han considerado en profundidad las claves violentas que se ocultan (mejor, que se pretenden ocultar) tras el contencioso vasco. A lo sumo reducen la violencia producida por el Estado español en las últimas décadas a la incesante tortura o a episodios de chapuza cuartelera como el de los GAL.
No es nuestra intención restar un ápice a la importancia de todos ellos, pero sí la de profundizar un poco más en las raíces del problema. Es necesario devanar la madeja hacia atrás, para llegar a una comprensión de la realidad actual. La violencia sobre nuestro país es un hecho estructural que perdura desde muchos siglos antes. Puede haber quien diga que la historia no vale para nada y que remontarse siglos atrás a nada conduce. El problema está en que esas personas deberían establecer un criterio para indicar donde se produce el corte a partir del cual, y hacia atrás, ya no es necesario mirar.
Suponemos que muchos de quienes opinan así pensarán que es bueno conocer las barbaridades del régimen del General Franco que alumbró el actual tras una indolora (para sus representantes) “transición”. Claro está que sin profundizar en la Guerra de 1936-39, o en la Mundial de 1939-45, mal podríamos entender el régimen de Franco. La Guerra tampoco tendría sentido sin la 2ª república española. Y es evidente que la Dictadura del general Primo de Rivera desvelará claves importantes de la misma. En este sentido, todos los conflictos del siglo XIX, comenzando para nosotros por las Guerras Carlistas, y siguiendo por las desamortizaciones, el sistema de propiedad de la tierra, la organización de un ejército humillado en los procesos de independencia de América, nos proporcionan muchas explicaciones necesarias para entender el siglo XX en el Estado español.
También es evidente que sin estudiar el “descubrimiento”, conquista y explotación de América, sin profundizar en el absolutismo monárquico, sin analizar los decretos de “Nueva Planta” relativos a los Países Catalanes a comienzos del siglo XVIII, nos encontraríamos cojos para explicar el siglo XIX de dicho Estado.
El régimen político de Castilla (hegemónico en la Monarquía española y soporte del futuro nacionalismo español) no se puede comprender sin estudiar los conflictos medievales entre los reinos de la Península Ibérica, comenzando por la famosa “reconquista”.
Lo mismo podremos decir de los diversos conflictos ocurridos en Vasconia durante los siglos XVIII y XIX, que no se pueden analizar al margen del origen de su Sistema Foral. Y este sistema procede directamente del régimen político de la Monarquía navarra, conquistado y minorado por Castilla. A su vez, el sistema jurídico-político de Vasconia hunde sus raíces en el derecho consuetudinario de los pueblos pirenaicos ...
¿Quién es capaz de marcar el punto de corte? ¿Lo puede hacer sin que manifieste claramente y a flor de piel los intereses políticos que en el momento actual le llevan a tomar esa opción?
La raíz de nuestro conflicto se hunde en los procesos de agresión y ocupación llevados a cabo en etapas de larga duración por los estados español y francés. Estos procesos si no hubieran producido reivindicaciones, conflictos y guerras, podrían ser “agua pasada” y, a lo sumo, curiosidades para la investigación histórica. Pero no es el caso. Por eso cuando anteriormente planteábamos la pregunta retórica de dónde cortar el hilo de la historia, respondíamos que cada cual lo corta de acuerdo con sus intereses políticos actuales. Y esto es muy significativo.
En ese sentido es imprescindible que para resolver realmente el contencioso vasco se profundice en sus causas. De otra forma se logrará un espectro, un simulacro de paz, pero no una Paz con mayúsculas.
Otro aspecto importante es la perspectiva de Theodor W. Adorno, que basaba su ética en la memoria, necesaria para hacer justicia con aquellos que ya no tienen voz y poder construir un futuro más justo.
En este sentido debemos considerar nuestro papel en el mundo actual. Nuestra sociedad se encuentra desestructurada e incapaz de hacer frente con éxito a los retos que se le plantean. Por no tener no tiene garantizada la pervivencia normal de su lengua privativa, el euskera. Ante la mayor parte de los conflictos internacionales se ve representada (más preciso sería decir sustituida) por los intereses de los estados entre los que se encuentra dividida, que se han manifestado pertinazmente opuestos a los nuestros.
El origen radical (de raíz, repetimos) de esta situación no se puede descubrir sin una profundización en el proceso histórico y pensamos que la solución democrática que lleve a una Paz (con mayúsculas) tiene que venir de la mano de la soberanía para una sociedad consciente de sí misma y de su puesto en el mundo actual, con sus intereses y solidaridades, con sus aportaciones y préstamos al acervo universal. Esta sociedad ha mantenido, con mayor o menor éxito político, una permanente reclamación ante su sometimiento. No hay saltos en el vacío y los anteriores conflictos trajeron los actuales.
Por eso nos sorprende tanto que hoy en día esos agentes sociales que se llaman partidos políticos sólo hablen de “pacificación” y no de “soberanía” como un elemento democrático estructuralmente básico e imprescindible para lograrla de manera permanente y estable. Una de las pocas voces que lo han defendido claramente procede del dirigente sindical José Elorrieta.
Es hora ya de que nuestra potente sociedad civil se movilice con este objetivo y desenmascare la timidez, falsa prudencia, miedo, ¿o algo peor?, que se trasluce de los planteamientos y actitudes de quienes, según el manual, deberían ser la vanguardia en defensa de los intereses de una sociedad: los partidos políticos.
Y para terminar, pensamos que la libre disposición, autodeterminación, soberanía o como se le quiera llamar, tiene una concreción muy clara: nuestra constitución en un Estado, Navarra, en pie de igualdad con el resto de los estados europeos, desde el último llegado, Montenegro, hasta el primero, Alemania.
Firman este texto:
Luis María Martínez Gárate
Tasio Agerre Herrero
Marisol Ronkal Azanza
Mikel Sorauren de Gracia
José Miguel Martínez Urmeneta
Humberto Astibia Aierra
Miembros de ITURRALDE
La primera, y obvia, reflexión conduce a pensar como aquel que decía “muerto el perro se acabó la rabia”. Los “violentos” han decidido cesar en su actividad y buscan un “aterrizaje”, un acomodo, en una sociedad perfectamente “normalizada” y “democrática”.
Es evidente que, implícitamente, quienes así piensan nunca han considerado en profundidad las claves violentas que se ocultan (mejor, que se pretenden ocultar) tras el contencioso vasco. A lo sumo reducen la violencia producida por el Estado español en las últimas décadas a la incesante tortura o a episodios de chapuza cuartelera como el de los GAL.
No es nuestra intención restar un ápice a la importancia de todos ellos, pero sí la de profundizar un poco más en las raíces del problema. Es necesario devanar la madeja hacia atrás, para llegar a una comprensión de la realidad actual. La violencia sobre nuestro país es un hecho estructural que perdura desde muchos siglos antes. Puede haber quien diga que la historia no vale para nada y que remontarse siglos atrás a nada conduce. El problema está en que esas personas deberían establecer un criterio para indicar donde se produce el corte a partir del cual, y hacia atrás, ya no es necesario mirar.
Suponemos que muchos de quienes opinan así pensarán que es bueno conocer las barbaridades del régimen del General Franco que alumbró el actual tras una indolora (para sus representantes) “transición”. Claro está que sin profundizar en la Guerra de 1936-39, o en la Mundial de 1939-45, mal podríamos entender el régimen de Franco. La Guerra tampoco tendría sentido sin la 2ª república española. Y es evidente que la Dictadura del general Primo de Rivera desvelará claves importantes de la misma. En este sentido, todos los conflictos del siglo XIX, comenzando para nosotros por las Guerras Carlistas, y siguiendo por las desamortizaciones, el sistema de propiedad de la tierra, la organización de un ejército humillado en los procesos de independencia de América, nos proporcionan muchas explicaciones necesarias para entender el siglo XX en el Estado español.
También es evidente que sin estudiar el “descubrimiento”, conquista y explotación de América, sin profundizar en el absolutismo monárquico, sin analizar los decretos de “Nueva Planta” relativos a los Países Catalanes a comienzos del siglo XVIII, nos encontraríamos cojos para explicar el siglo XIX de dicho Estado.
El régimen político de Castilla (hegemónico en la Monarquía española y soporte del futuro nacionalismo español) no se puede comprender sin estudiar los conflictos medievales entre los reinos de la Península Ibérica, comenzando por la famosa “reconquista”.
Lo mismo podremos decir de los diversos conflictos ocurridos en Vasconia durante los siglos XVIII y XIX, que no se pueden analizar al margen del origen de su Sistema Foral. Y este sistema procede directamente del régimen político de la Monarquía navarra, conquistado y minorado por Castilla. A su vez, el sistema jurídico-político de Vasconia hunde sus raíces en el derecho consuetudinario de los pueblos pirenaicos ...
¿Quién es capaz de marcar el punto de corte? ¿Lo puede hacer sin que manifieste claramente y a flor de piel los intereses políticos que en el momento actual le llevan a tomar esa opción?
La raíz de nuestro conflicto se hunde en los procesos de agresión y ocupación llevados a cabo en etapas de larga duración por los estados español y francés. Estos procesos si no hubieran producido reivindicaciones, conflictos y guerras, podrían ser “agua pasada” y, a lo sumo, curiosidades para la investigación histórica. Pero no es el caso. Por eso cuando anteriormente planteábamos la pregunta retórica de dónde cortar el hilo de la historia, respondíamos que cada cual lo corta de acuerdo con sus intereses políticos actuales. Y esto es muy significativo.
En ese sentido es imprescindible que para resolver realmente el contencioso vasco se profundice en sus causas. De otra forma se logrará un espectro, un simulacro de paz, pero no una Paz con mayúsculas.
Otro aspecto importante es la perspectiva de Theodor W. Adorno, que basaba su ética en la memoria, necesaria para hacer justicia con aquellos que ya no tienen voz y poder construir un futuro más justo.
En este sentido debemos considerar nuestro papel en el mundo actual. Nuestra sociedad se encuentra desestructurada e incapaz de hacer frente con éxito a los retos que se le plantean. Por no tener no tiene garantizada la pervivencia normal de su lengua privativa, el euskera. Ante la mayor parte de los conflictos internacionales se ve representada (más preciso sería decir sustituida) por los intereses de los estados entre los que se encuentra dividida, que se han manifestado pertinazmente opuestos a los nuestros.
El origen radical (de raíz, repetimos) de esta situación no se puede descubrir sin una profundización en el proceso histórico y pensamos que la solución democrática que lleve a una Paz (con mayúsculas) tiene que venir de la mano de la soberanía para una sociedad consciente de sí misma y de su puesto en el mundo actual, con sus intereses y solidaridades, con sus aportaciones y préstamos al acervo universal. Esta sociedad ha mantenido, con mayor o menor éxito político, una permanente reclamación ante su sometimiento. No hay saltos en el vacío y los anteriores conflictos trajeron los actuales.
Por eso nos sorprende tanto que hoy en día esos agentes sociales que se llaman partidos políticos sólo hablen de “pacificación” y no de “soberanía” como un elemento democrático estructuralmente básico e imprescindible para lograrla de manera permanente y estable. Una de las pocas voces que lo han defendido claramente procede del dirigente sindical José Elorrieta.
Es hora ya de que nuestra potente sociedad civil se movilice con este objetivo y desenmascare la timidez, falsa prudencia, miedo, ¿o algo peor?, que se trasluce de los planteamientos y actitudes de quienes, según el manual, deberían ser la vanguardia en defensa de los intereses de una sociedad: los partidos políticos.
Y para terminar, pensamos que la libre disposición, autodeterminación, soberanía o como se le quiera llamar, tiene una concreción muy clara: nuestra constitución en un Estado, Navarra, en pie de igualdad con el resto de los estados europeos, desde el último llegado, Montenegro, hasta el primero, Alemania.
Firman este texto:
Luis María Martínez Gárate
Tasio Agerre Herrero
Marisol Ronkal Azanza
Mikel Sorauren de Gracia
José Miguel Martínez Urmeneta
Humberto Astibia Aierra
Miembros de ITURRALDE
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01 julio 2006
IDEOLOGIA ETA POLITIKA HEZKUNTZA SISTEMETAN
XIX. mendearen amaieran Jules Ferryk, Frantziako Estatuan, eskola bateratu baten beharra planteatu zuenetik, hezkuntza sistemaren oinarri izango zenarena, ez dago inolako errugaberik arlo horretan. «Abertzale jatorrak» sortzea zen hezkuntzaren helburua, eta hizkuntzaren, kulturaren eta «betiko» Frantziaren balioen irakaskuntzan zetzan curriculuma; gainera, Renanen tesiekin egiten zuen bat eta, horien arabera, Frantziako «nazioaren» izenean, ahaztu egin behar zen batasunera heltzeko erabilitako indarkeria.
Nazioa eta estatua bi gizarte errealitate dira. Herria, gizartea, nazio bihur daiteke. Eta horrek gainerako herrialdeekiko harremanetan arrakasta badu, estatu bihurtzera hel daiteke. Helburu hori lortuta, estatuak finkatzen ditu oinarri izan duen nazioaren ezaugarriak. Frantziari dagokionez, batez ere; izan ere, horren monarkiaren jatorri absolutistak izaera unitarista eta totalitarioa eman zion iraultzaren ondorioz sortutako estatuari, oraindik orain ere baduena. Espainiari dagokionez, berriz, maisua imitatzen saiatzen den ikaslea da hori, horren bikaintasuna lortzen ez badu ere.
Garai jakin bateko gatazka politikoen eta koiuntura jakin batean horien inguruan hartutako erabakien ondorio da ikastetxe «ofizialetako» hezkuntza. Ez da sekula horietatik kanpo egon, eta are gutxiago horien gainetik. Gure nahiak edo interesak gizarte errealitatearekin ez nahasten saiatu behar dugu, setatia baita hori Marx zaharrak zioenez.
Arazo larria da indarkeriaren «legezko» monopolioa duenaren -estatua- planteamenduak «ez politikotzat» hartzea beti, eta gizarte zibilarenak, berriz, «ideologiko» edo «politikotzat», eta horiei karga peioratibo handia ematea.
Gure gizartea «askotarikoa» dela pentsatzea da estatu propioa dutenen eta ez dutenen arteko planteamendu distantziakide horien akatsa, nahiz eta azken horiek ere Estatua nahi eta horren beharra ikusi. Nafarroako (Euskal Herriko) gizartea ez da askotarikoa, Suitzakoaren neurrian. Suitzako gizartea gizarte normalizatua da. Estatu konfederala du, eta kantonamendutan banatuta dago; horiek, gainera, askatasun handia dute arlo askotan. Baina gizarte demokratikoa da batez ere, estatuaren kanpo erakundeen mende ez dagoena. Gurea, berriz, gizarte desegituratua da; konkista, okupazio eta murrizte prozesuek «askotariko» itxura eman badiote ere, pluraltasun hori ez dago subiranotasunaren mende, kanpoko interes arrotzena baizik; gehienetan, gainera, horren egituratzearen beraren kontra daudenena.
Nafarrok badakigu Fernando Buesak zer-nolako «erabakia» hartu zuen Hezkuntza sailburu zenean. Eta hortxe datza arazoa (edo arazoak), hain zuzen. Espainiako eta Frantziako estatuetan oso erantzun zakarra eragiten du hizkuntz edo kultur pluraltasunaren inguruko edozerk eta, ondorioz, gai dira berriz ere konkistarako deia egiteko. Hori helburu politiko ez badut ere, estatu konfederal edo federala edukiz gero, benetan demokratikoa, inolako oldarkortasunik gabe jorra genitzake arazo horiek, eta bidezko akordioetara ere hel gintezke. Espainiako Estatuari dagokionez ERCk Katalunian egin duen apustuak alde eztabaidaezinik izan badu, aukera hori bideraezintzat ematea izan da hori, orain arte, bederen.
Ikastolak erabat desager zitezen nahi zuen Fernando Buesak. Horren alde borrokatu zen, eta emaitzak onak ere lortu zituen hein batean. Espainiakoa bezalako erregimen politiko batean, baina, jarrera nazionala erabat uztea da hori Nafarroaren ikuspegitik, hori suntsitzea helburu eta harrotasun dutenen onerako.
Nafarrok badakigu zuk esandako guztia, Zallo jauna; izan ere, sinatzaile honen iritziz, Baskoniako herritar guztiak gara nafarrak, zentzu politikoan. Uste dut, gainera, Euskal Herriko herritarrak sailkatzeko erabili dituzun irizpideak menderatzaileen parametroetan daudela: euskaldun «nazionalistak» eta «ez nazionalistak», «euskaldunak» eta «nafarrak», «euskaldunak» eta «espainolak», «nafarrak» eta «euskaldunak», «nafarrak» eta «frantsesak» eta abar, ad nauseam.
Badakigu guztiok estatua ez dela munduko subjektu politiko agente bakarra, baina badakigu, era berean, estatu propiorik gabe ez garela ia ezer. Zergatik onartzen dute EBn maltera edo esloveniera eta ez katalana, askoz ere lagun gehiagok dakitena? Gure arrantzaleek zergatik ez dute ahots propiorik; zergatik mintzatu behar dira Espainiako eta Frantziako ordezkarien bidez? Ez al da bidezkoagoa pentsatzea Bizkaiko Golkoak -batasun ekologiko, geologiko eta soziala- ahaleginak bateratu beharko lituzkeela arrantza eta bestelako «baliabideak» (antropozentrikoa bada ere, egungo errealitatea ongi islatzen duen hitza erabiliz) hobeto ustiatzeko, Espainiaren eta Frantziaren interesak alde batera utzita?
Konplexurik gabeko nazio bati buruz ari gara, Zallo jauna. Oso erraza da nazio horri «etnizista» edo «komunitarista» kontzeptu peioratiboak aplikatzea, hitz horiek mintzagai dugun nazioa bahituta daukatenentzat egokiagoak ez ote diren galdetu gabe. Beste Nafarroako Estatu bat, Baskoniako herritar guztien estatua, sortzea da nire helburua, bai eta Iturralden lanean ari diren beste lagun askorena ere; izan ere, herritar horiek ez dute sekula beren ondare edota historia arbuiatu; ez dute sekula onartu ez okupazioa, ez eta Frantziak eta Espainiak ondoren egindako ordezkatzeak ere.
Konkista eta okupazioan dago gaur egungo gatazken jatorria egiazkoa eta sakona, eta gatazken erroa zein den ezagutu gabe ezin dira horiek konpondu. Hori ezagutzeak gure gizarteari kontzientzia nahikoa eman diezaion nahi dut, lehen adierazitako helburuak lortzeko beharra azter dezan beharrezko autoestimuarekin. Eta XXI. mendeko gizarteak, herritar askeek osatutakoak, aurrekari propio gisa onartuko ditu foru sistema eta Arana Goiriren planteamenduak, baina ez da horietara mugatuko.
Euskal nazio berrian, Nafarroako estatuan eta munduko beste edozein estatu demokratikotan, konstituzioan errespetatu beharko dira nortasun linguistiko eta kultural guztiak. Baina nortasun ezaugarri guztiak errespetatu behar dira lehenik eta behin; euskara edo gure herriak antolatzeko erabili izan dituen moduak besteak beste. Konkista garaitik, zapaldu eta suntsitu egin dituzte horiek estatuek, eta berdin jarraitzen dute egun ere.
Nazioa eta estatua bi gizarte errealitate dira. Herria, gizartea, nazio bihur daiteke. Eta horrek gainerako herrialdeekiko harremanetan arrakasta badu, estatu bihurtzera hel daiteke. Helburu hori lortuta, estatuak finkatzen ditu oinarri izan duen nazioaren ezaugarriak. Frantziari dagokionez, batez ere; izan ere, horren monarkiaren jatorri absolutistak izaera unitarista eta totalitarioa eman zion iraultzaren ondorioz sortutako estatuari, oraindik orain ere baduena. Espainiari dagokionez, berriz, maisua imitatzen saiatzen den ikaslea da hori, horren bikaintasuna lortzen ez badu ere.
Garai jakin bateko gatazka politikoen eta koiuntura jakin batean horien inguruan hartutako erabakien ondorio da ikastetxe «ofizialetako» hezkuntza. Ez da sekula horietatik kanpo egon, eta are gutxiago horien gainetik. Gure nahiak edo interesak gizarte errealitatearekin ez nahasten saiatu behar dugu, setatia baita hori Marx zaharrak zioenez.
Arazo larria da indarkeriaren «legezko» monopolioa duenaren -estatua- planteamenduak «ez politikotzat» hartzea beti, eta gizarte zibilarenak, berriz, «ideologiko» edo «politikotzat», eta horiei karga peioratibo handia ematea.
Gure gizartea «askotarikoa» dela pentsatzea da estatu propioa dutenen eta ez dutenen arteko planteamendu distantziakide horien akatsa, nahiz eta azken horiek ere Estatua nahi eta horren beharra ikusi. Nafarroako (Euskal Herriko) gizartea ez da askotarikoa, Suitzakoaren neurrian. Suitzako gizartea gizarte normalizatua da. Estatu konfederala du, eta kantonamendutan banatuta dago; horiek, gainera, askatasun handia dute arlo askotan. Baina gizarte demokratikoa da batez ere, estatuaren kanpo erakundeen mende ez dagoena. Gurea, berriz, gizarte desegituratua da; konkista, okupazio eta murrizte prozesuek «askotariko» itxura eman badiote ere, pluraltasun hori ez dago subiranotasunaren mende, kanpoko interes arrotzena baizik; gehienetan, gainera, horren egituratzearen beraren kontra daudenena.
Nafarrok badakigu Fernando Buesak zer-nolako «erabakia» hartu zuen Hezkuntza sailburu zenean. Eta hortxe datza arazoa (edo arazoak), hain zuzen. Espainiako eta Frantziako estatuetan oso erantzun zakarra eragiten du hizkuntz edo kultur pluraltasunaren inguruko edozerk eta, ondorioz, gai dira berriz ere konkistarako deia egiteko. Hori helburu politiko ez badut ere, estatu konfederal edo federala edukiz gero, benetan demokratikoa, inolako oldarkortasunik gabe jorra genitzake arazo horiek, eta bidezko akordioetara ere hel gintezke. Espainiako Estatuari dagokionez ERCk Katalunian egin duen apustuak alde eztabaidaezinik izan badu, aukera hori bideraezintzat ematea izan da hori, orain arte, bederen.
Ikastolak erabat desager zitezen nahi zuen Fernando Buesak. Horren alde borrokatu zen, eta emaitzak onak ere lortu zituen hein batean. Espainiakoa bezalako erregimen politiko batean, baina, jarrera nazionala erabat uztea da hori Nafarroaren ikuspegitik, hori suntsitzea helburu eta harrotasun dutenen onerako.
Nafarrok badakigu zuk esandako guztia, Zallo jauna; izan ere, sinatzaile honen iritziz, Baskoniako herritar guztiak gara nafarrak, zentzu politikoan. Uste dut, gainera, Euskal Herriko herritarrak sailkatzeko erabili dituzun irizpideak menderatzaileen parametroetan daudela: euskaldun «nazionalistak» eta «ez nazionalistak», «euskaldunak» eta «nafarrak», «euskaldunak» eta «espainolak», «nafarrak» eta «euskaldunak», «nafarrak» eta «frantsesak» eta abar, ad nauseam.
Badakigu guztiok estatua ez dela munduko subjektu politiko agente bakarra, baina badakigu, era berean, estatu propiorik gabe ez garela ia ezer. Zergatik onartzen dute EBn maltera edo esloveniera eta ez katalana, askoz ere lagun gehiagok dakitena? Gure arrantzaleek zergatik ez dute ahots propiorik; zergatik mintzatu behar dira Espainiako eta Frantziako ordezkarien bidez? Ez al da bidezkoagoa pentsatzea Bizkaiko Golkoak -batasun ekologiko, geologiko eta soziala- ahaleginak bateratu beharko lituzkeela arrantza eta bestelako «baliabideak» (antropozentrikoa bada ere, egungo errealitatea ongi islatzen duen hitza erabiliz) hobeto ustiatzeko, Espainiaren eta Frantziaren interesak alde batera utzita?
Konplexurik gabeko nazio bati buruz ari gara, Zallo jauna. Oso erraza da nazio horri «etnizista» edo «komunitarista» kontzeptu peioratiboak aplikatzea, hitz horiek mintzagai dugun nazioa bahituta daukatenentzat egokiagoak ez ote diren galdetu gabe. Beste Nafarroako Estatu bat, Baskoniako herritar guztien estatua, sortzea da nire helburua, bai eta Iturralden lanean ari diren beste lagun askorena ere; izan ere, herritar horiek ez dute sekula beren ondare edota historia arbuiatu; ez dute sekula onartu ez okupazioa, ez eta Frantziak eta Espainiak ondoren egindako ordezkatzeak ere.
Konkista eta okupazioan dago gaur egungo gatazken jatorria egiazkoa eta sakona, eta gatazken erroa zein den ezagutu gabe ezin dira horiek konpondu. Hori ezagutzeak gure gizarteari kontzientzia nahikoa eman diezaion nahi dut, lehen adierazitako helburuak lortzeko beharra azter dezan beharrezko autoestimuarekin. Eta XXI. mendeko gizarteak, herritar askeek osatutakoak, aurrekari propio gisa onartuko ditu foru sistema eta Arana Goiriren planteamenduak, baina ez da horietara mugatuko.
Euskal nazio berrian, Nafarroako estatuan eta munduko beste edozein estatu demokratikotan, konstituzioan errespetatu beharko dira nortasun linguistiko eta kultural guztiak. Baina nortasun ezaugarri guztiak errespetatu behar dira lehenik eta behin; euskara edo gure herriak antolatzeko erabili izan dituen moduak besteak beste. Konkista garaitik, zapaldu eta suntsitu egin dituzte horiek estatuek, eta berdin jarraitzen dute egun ere.
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Estado,
Ikastolas,
Nación,
Sistema Educativo
22 junio 2006
IDEOLOGÍA Y POLÍTICA EN LOS SISTEMAS EDUCATIVOS
Desde que Jules Ferry planteó en el Estado francés, a finales del siglo XIX, la necesidad de una escuela unificada como base de un sistema educativo cuya finalidad fundamental fuera la de crear “buenos patriotas” y en la que el currículo consistía en la enseñanza de la lengua, cultura y valores de la Francia “eterna”, adoptando además la tesis de Renan por la que en aras de la “nación” francesa era necesario olvidar los violentos procesos mediante los que se logró su unificación, ya nada ni nadie es inocente en este campo. Y menos aún en el Estado español.
La nación y el Estado son dos realidades sociales que se realimentan. Un pueblo, una sociedad, pueden llegar a constituirse en un hecho nacional. Si esta realidad tiene éxito político en su relación con otras naciones puede llegar a constituirse en Estado. Una vez logrado tal objetivo, es el Estado el que reafirma de modo inequívoco los atributos de la nación sobre la que se construyó. Especialmente en el caso francés en el que el origen absolutista de su monarquía trasladó al Estado surgido de la Revolución una vocación unitarista y totalitaria que aún conserva. El caso español es el del aprendiz que imita al maestro sin alcanzar su perfección.
La enseñanza que se imparte en las escuelas “oficiales” es una resultante de los conflictos políticos de una determinada época y de su resolución en una coyuntura concreta. Nunca ha estado al margen ni, menos aún, por encima de los mismos. Hay que procurar evitar el error de confundir nuestros deseos, o nuestros intereses, con la realidad social que, como decía el viejo Marx, es tozuda.
Un problema muy serio lo constituye el hecho de que los planteamientos que surgen de quien posee el monopolio “legítimo” de la violencia, el Estado, siempre son calificados como de “no políticos”, mientras que los que florecen a partir de la sociedad civil, en oposición a los mismos, son calificados, con una fuerte carga peyorativa, de “ideológicos” o “políticos”.
Considerar que nuestra sociedad es “plural” constituye otro de los errores de bulto de los planteamientos aparentemente equidistantes entre quienes poseen su Estado propio y los que no lo tienen, aunque lo desearan y fueran conscientes de la necesidad de tenerlo. La sociedad navarra (vasca) no es una sociedad plural en el mismo sentido que lo puede ser la sociedad suiza. La sociedad suiza es una sociedad normalizada en la que existe un Estado confederal y unos cantones con una enorme independencia práctica en muchísimos aspectos; pero, sobre todo, es una sociedad democrática y no sometida a instancias estatales externas. La nuestra, por el contrario, es una sociedad desestructurada en la que los procesos de conquista, ocupación y minoración han llevado a una apariencia de “pluralidad”, pero una pluralidad que no está controlada por su propia soberanía sino por intereses ajenos, extraños y, en la mayor parte de las ocasiones, opuestos a su propia estructuración.
Los navarros conocemos la “resolución” que hizo Fernando Buesa como Consejero de Educación en Vitoria. Y es ahí precisamente donde radica el problema, o los problemas. El Estado español, como el francés, es un Estado en el cualquier asomo de pluralidad lingüística o cultural provoca unas reacciones alérgicas de tal calibre que son capaces de cualquier llamada a una nueva reconquista. Aun no siendo éste mi objetivo político, en un Estado confederal o federal, realmente democrático, podríamos tratar todos estos problemas sin agresividad y con posibilidad de acuerdos equitativos. Si algo ha tenido de indiscutible la apuesta de ERC en Catalunya con relación al Estado español, ha sido el desenmascarar la inviabilidad de esta opción, por lo menos hasta el momento actual.
Fernando Buesa quería que de las Ikastolas desapareciera hasta la “I”. Luchó por ello y, en parte, obtuvo sus frutos. Pero en un régimen político como el español, tal planteamiento desde el punto de vista navarro, supone un abandono total de las posiciones nacionales en beneficio de quienes tienen como objetivo y orgullo su destrucción.
Los navarros, señor Zallo, conocemos todo lo que nos dice, porque, en opinión de quien suscribe, navarros, en el sentido político, somos todos los ciudadanos de Vasconia. Considero además que sus criterios de clasificación de la ciudadanía de Euskal Herria corresponden a los parámetros de la dominación: vascos “nacionalistas” y “no nacionalistas”, “vascos” y “navarros”, “vascos” y “españoles”, “navarros” y “vascos”, “navarros” y “franceses” y así ad nauseam.
Todos sabemos que el Estado no es el único sujeto político agente en el mundo, pero también todos somos conscientes que, en el mismo, sin Estado propio no se es casi nada. ¿Por qué a nivel de la UE se reconoce el maltés o el esloveno y no el catalán que lo hablan infinidad de personas más? ¿Por qué nuestros arrantzales no tiene voz propia sino vicaria a través de los estados español y francés? ¿No parece más razonable pensar que la unidad ecológica -geológica, biológica y social- que es el mar de Bizkaia debería aunar sus esfuerzos en pro de una explotación razonable y sostenible de la pesca y otros “recursos” (por emplear un término que, aunque antropocéntrico, refleja bastante bien la realidad actual) al margen de los intereses de los estados español y francés?
Señor Zallo, estamos hablando de una nación sin complejos. Una nación a la que es muy fácil aplicar los conceptos peyorativos de “etnicista” o “comunitarista” sin profundizar en que los mismos se aplican con mucho mayor propiedad a las naciones que la tienen secuestrada. Mi aspiración, y la de muchas otras personas que trabajamos desde Iturralde, es la de construir el nuevo Estado navarro, el Estado de todos los ciudadanos de Vasconia, ciudadanos que nunca renegaron de su patrimonio y de su historia, que nunca reconocieron la ocupación ni las sucesivas suplantaciones institucionales practicadas por los estados francés y español.
En la conquista y ocupación se manifiesta el origen real y profundo de los conflictos actuales y sin conocer el origen radical -de raíz- de los conflictos es imposible resolverlos. Deseo que dicho conocimiento permita acceder a nuestra sociedad a un nivel de conciencia suficiente para que, con la necesaria autoestima, valore la necesidad de la consecución de los objetivos antes expuestos. Y una sociedad de ciudadanos libres en pleno siglo XXI podrá reconocer como antecedentes propios tanto el Sistema Foral como los planteamientos de Arana Goiri, pero nunca se podrá reducir a los mismos.
En la nueva nación vasca, en el Estado navarro, como en cualquier Estado democrático del mundo, todas las identidades lingüísticas y culturales deberán ser respetadas en su sistema constitucional. Pero el primer respeto debe ser también para las señas de identidad que, como el euskera o las formas de organización social en las que históricamente se ha expresado nuestro pueblo, han sido perseguidas y arrasadas por los estados que desde la conquista hasta hoy continúan en la misma labor.
La nación y el Estado son dos realidades sociales que se realimentan. Un pueblo, una sociedad, pueden llegar a constituirse en un hecho nacional. Si esta realidad tiene éxito político en su relación con otras naciones puede llegar a constituirse en Estado. Una vez logrado tal objetivo, es el Estado el que reafirma de modo inequívoco los atributos de la nación sobre la que se construyó. Especialmente en el caso francés en el que el origen absolutista de su monarquía trasladó al Estado surgido de la Revolución una vocación unitarista y totalitaria que aún conserva. El caso español es el del aprendiz que imita al maestro sin alcanzar su perfección.
La enseñanza que se imparte en las escuelas “oficiales” es una resultante de los conflictos políticos de una determinada época y de su resolución en una coyuntura concreta. Nunca ha estado al margen ni, menos aún, por encima de los mismos. Hay que procurar evitar el error de confundir nuestros deseos, o nuestros intereses, con la realidad social que, como decía el viejo Marx, es tozuda.
Un problema muy serio lo constituye el hecho de que los planteamientos que surgen de quien posee el monopolio “legítimo” de la violencia, el Estado, siempre son calificados como de “no políticos”, mientras que los que florecen a partir de la sociedad civil, en oposición a los mismos, son calificados, con una fuerte carga peyorativa, de “ideológicos” o “políticos”.
Considerar que nuestra sociedad es “plural” constituye otro de los errores de bulto de los planteamientos aparentemente equidistantes entre quienes poseen su Estado propio y los que no lo tienen, aunque lo desearan y fueran conscientes de la necesidad de tenerlo. La sociedad navarra (vasca) no es una sociedad plural en el mismo sentido que lo puede ser la sociedad suiza. La sociedad suiza es una sociedad normalizada en la que existe un Estado confederal y unos cantones con una enorme independencia práctica en muchísimos aspectos; pero, sobre todo, es una sociedad democrática y no sometida a instancias estatales externas. La nuestra, por el contrario, es una sociedad desestructurada en la que los procesos de conquista, ocupación y minoración han llevado a una apariencia de “pluralidad”, pero una pluralidad que no está controlada por su propia soberanía sino por intereses ajenos, extraños y, en la mayor parte de las ocasiones, opuestos a su propia estructuración.
Los navarros conocemos la “resolución” que hizo Fernando Buesa como Consejero de Educación en Vitoria. Y es ahí precisamente donde radica el problema, o los problemas. El Estado español, como el francés, es un Estado en el cualquier asomo de pluralidad lingüística o cultural provoca unas reacciones alérgicas de tal calibre que son capaces de cualquier llamada a una nueva reconquista. Aun no siendo éste mi objetivo político, en un Estado confederal o federal, realmente democrático, podríamos tratar todos estos problemas sin agresividad y con posibilidad de acuerdos equitativos. Si algo ha tenido de indiscutible la apuesta de ERC en Catalunya con relación al Estado español, ha sido el desenmascarar la inviabilidad de esta opción, por lo menos hasta el momento actual.
Fernando Buesa quería que de las Ikastolas desapareciera hasta la “I”. Luchó por ello y, en parte, obtuvo sus frutos. Pero en un régimen político como el español, tal planteamiento desde el punto de vista navarro, supone un abandono total de las posiciones nacionales en beneficio de quienes tienen como objetivo y orgullo su destrucción.
Los navarros, señor Zallo, conocemos todo lo que nos dice, porque, en opinión de quien suscribe, navarros, en el sentido político, somos todos los ciudadanos de Vasconia. Considero además que sus criterios de clasificación de la ciudadanía de Euskal Herria corresponden a los parámetros de la dominación: vascos “nacionalistas” y “no nacionalistas”, “vascos” y “navarros”, “vascos” y “españoles”, “navarros” y “vascos”, “navarros” y “franceses” y así ad nauseam.
Todos sabemos que el Estado no es el único sujeto político agente en el mundo, pero también todos somos conscientes que, en el mismo, sin Estado propio no se es casi nada. ¿Por qué a nivel de la UE se reconoce el maltés o el esloveno y no el catalán que lo hablan infinidad de personas más? ¿Por qué nuestros arrantzales no tiene voz propia sino vicaria a través de los estados español y francés? ¿No parece más razonable pensar que la unidad ecológica -geológica, biológica y social- que es el mar de Bizkaia debería aunar sus esfuerzos en pro de una explotación razonable y sostenible de la pesca y otros “recursos” (por emplear un término que, aunque antropocéntrico, refleja bastante bien la realidad actual) al margen de los intereses de los estados español y francés?
Señor Zallo, estamos hablando de una nación sin complejos. Una nación a la que es muy fácil aplicar los conceptos peyorativos de “etnicista” o “comunitarista” sin profundizar en que los mismos se aplican con mucho mayor propiedad a las naciones que la tienen secuestrada. Mi aspiración, y la de muchas otras personas que trabajamos desde Iturralde, es la de construir el nuevo Estado navarro, el Estado de todos los ciudadanos de Vasconia, ciudadanos que nunca renegaron de su patrimonio y de su historia, que nunca reconocieron la ocupación ni las sucesivas suplantaciones institucionales practicadas por los estados francés y español.
En la conquista y ocupación se manifiesta el origen real y profundo de los conflictos actuales y sin conocer el origen radical -de raíz- de los conflictos es imposible resolverlos. Deseo que dicho conocimiento permita acceder a nuestra sociedad a un nivel de conciencia suficiente para que, con la necesaria autoestima, valore la necesidad de la consecución de los objetivos antes expuestos. Y una sociedad de ciudadanos libres en pleno siglo XXI podrá reconocer como antecedentes propios tanto el Sistema Foral como los planteamientos de Arana Goiri, pero nunca se podrá reducir a los mismos.
En la nueva nación vasca, en el Estado navarro, como en cualquier Estado democrático del mundo, todas las identidades lingüísticas y culturales deberán ser respetadas en su sistema constitucional. Pero el primer respeto debe ser también para las señas de identidad que, como el euskera o las formas de organización social en las que históricamente se ha expresado nuestro pueblo, han sido perseguidas y arrasadas por los estados que desde la conquista hasta hoy continúan en la misma labor.
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31 mayo 2006
EUSKAL CURRICULUMA, RAMON ZALLOREN ARABERA
Orain gutxi (2006/05/12), Euskal Curriculuma erabat izeneko artikulua argitaratu zuen Ramon Zallok hainbat hedabidetan.
Sozializazio elementu ezinbestekoa da hezkuntza sistema giza talde guztientzat. Horren bitartez, horren garapena kontrolatzen eta zuzentzen duten sektoreen ustez belaunaldi berrientzat -orokorrean eta errealitatearen ikuspegi zehatza kontuan hartuta- garrantzitsuak izan daitezkeen eskema edo ereduak sortzen edo aplikatzen dira.
Horrek gatazkak eragin ditzake edozein gizartetan. Bai, gerta daiteke hainbat gertaera historiko azaltzeko orduan interpretazio desberdinak edo guztiz kontrakoak egitea. Har ditzagun, adibide gisa, Errusiako iraultzaren inguruko bertsioak. Gizartea iraultzaren bidez aldatzeko asmoz, langileek klase berri gisa izandako funtzioa azpimarra dezakete horietako batzuek; beste batzuek, berriz, faktore ekonomikoak eta sistema demokratikoa Errusian finkatu ez izana, feudalismoaren zamaren eta industrializazio eskasaren ondorioz.
Interpretazioak nazio ikuspegitik nahiko homogeneoa den eta estatu propioa duen gizarte baten bilakaerari buruzkoak badira, «solidaritate nazionalera» joz konpon daitezke desberdintasun horiek. Desberdinak izango dira bertsioak, bai, baina bateragarriak. Zallok bere artikuluan dioen bezala, ikuspegi «integratzaileetara» ere hel daiteke horiekin.
Hori normalizatu gabeko gizarte batean gertatuz gero, baina, nazio kontzientzia berezia duen batean, alegia, horren errealitatea ukatzen duen nazio bakarreko estatu baten edo batzuen mende dagoen batean, askoz ere sakonagoa eta larriagoa bihurtzen da arazoa. Kasu horretan, nazio nagusiaren «solidaritate inperiala» da «solidaritate nazional» bakarra. Mendeko nazioa «ez da existitzen» (legez bederen) eta, beraz, ezin du elkartasun hori eskatu.
Zentzugabea da pentsatzea hezkuntza ideologien gainetik egon daitekeela; batez ere gure kasuan, mendean hartutako gizarte nazional batean bizi baikara. Gauza bat da hezkuntza eta curriculum proiektuak alderdien aukera politikoen gainetik egotea, baina kutsu ideologikoa edukiko dute horiek beti, horixe da errealitatea. Edozein hezkuntza sistemarentzat oinarrizkoa da nortasuna, ordea, eta gai horretan ezinekoa da neutral izatea. Gainera, ideologiaren aurrekoa da hori. Ziurtzat ematen dute hori ideologiek, guk, lurtarrok, arnasten dugun airea bezala.
Ramon Zallok darabiltzan publiko eta pribatu kontzeptuen kritika bat ere erantsi beharko litzaieke orain arteko gogoetei. Mendeko gizarte batean, estatu nagusiak inposatutakoari deitzen zaio publiko, eta pribatu, berriz -gure kasuan, ikastolen mugimenduari dagokionez, bederen-, mendeko gizarte zibil horretatik sortzen diren elkarteei. Ez al litzateke bidezkoagoa esatea ikastolak hezkuntza publikoaren ardatz izango direla normalizazio politikoa, independentzia eta estatu propioan islatuko den subiranotasuna lortzen ditugunean?
Bien bitartean, nahiago dut publikotzat hartu gure indarraren barru-barrutik sortzen dena, estatu nagusiek proposatutako hezkuntza planak onartu nahi ez izate horretatik.
Ramon Zalloren jarrera horrek, distantziakidea ez izateaz gain ongitik eta gaizkitik haratago dagoenak, ez du laguntzen eztabaida argitzen. Ezta Espainiaren eta Frantziaren nortasun inposizio horren aurkako txerto eta botika izango den curriculum propioa garatzen ere.
Bi estatu horien aurka egonarazten gaituen gatazka ukatzen edo gutxienez ezkutatzen duen planteamendu horrekin, horien hezkuntza sistemen ustezko neutraltasunaren -gezurrezkoa- alde baino ez da egiten. Ondo dakite horiek zein den beren betebeharra. Eta eraginkorrak dira. Guk txoritan jarraitzen dugu, bien bitartean.
Ziri hori sartzen badigute, mesede txikia egingo dugu gure gizarteak bere nortasuna gorde dezan eta Europan eta munduan elkartasunean gara dadin. Garai batean izan baziren ere, gaur egun existitzen ez diren gizarteen zerrendan sartuko gara.
Sozializazio elementu ezinbestekoa da hezkuntza sistema giza talde guztientzat. Horren bitartez, horren garapena kontrolatzen eta zuzentzen duten sektoreen ustez belaunaldi berrientzat -orokorrean eta errealitatearen ikuspegi zehatza kontuan hartuta- garrantzitsuak izan daitezkeen eskema edo ereduak sortzen edo aplikatzen dira.
Horrek gatazkak eragin ditzake edozein gizartetan. Bai, gerta daiteke hainbat gertaera historiko azaltzeko orduan interpretazio desberdinak edo guztiz kontrakoak egitea. Har ditzagun, adibide gisa, Errusiako iraultzaren inguruko bertsioak. Gizartea iraultzaren bidez aldatzeko asmoz, langileek klase berri gisa izandako funtzioa azpimarra dezakete horietako batzuek; beste batzuek, berriz, faktore ekonomikoak eta sistema demokratikoa Errusian finkatu ez izana, feudalismoaren zamaren eta industrializazio eskasaren ondorioz.
Interpretazioak nazio ikuspegitik nahiko homogeneoa den eta estatu propioa duen gizarte baten bilakaerari buruzkoak badira, «solidaritate nazionalera» joz konpon daitezke desberdintasun horiek. Desberdinak izango dira bertsioak, bai, baina bateragarriak. Zallok bere artikuluan dioen bezala, ikuspegi «integratzaileetara» ere hel daiteke horiekin.
Hori normalizatu gabeko gizarte batean gertatuz gero, baina, nazio kontzientzia berezia duen batean, alegia, horren errealitatea ukatzen duen nazio bakarreko estatu baten edo batzuen mende dagoen batean, askoz ere sakonagoa eta larriagoa bihurtzen da arazoa. Kasu horretan, nazio nagusiaren «solidaritate inperiala» da «solidaritate nazional» bakarra. Mendeko nazioa «ez da existitzen» (legez bederen) eta, beraz, ezin du elkartasun hori eskatu.
Zentzugabea da pentsatzea hezkuntza ideologien gainetik egon daitekeela; batez ere gure kasuan, mendean hartutako gizarte nazional batean bizi baikara. Gauza bat da hezkuntza eta curriculum proiektuak alderdien aukera politikoen gainetik egotea, baina kutsu ideologikoa edukiko dute horiek beti, horixe da errealitatea. Edozein hezkuntza sistemarentzat oinarrizkoa da nortasuna, ordea, eta gai horretan ezinekoa da neutral izatea. Gainera, ideologiaren aurrekoa da hori. Ziurtzat ematen dute hori ideologiek, guk, lurtarrok, arnasten dugun airea bezala.
Ramon Zallok darabiltzan publiko eta pribatu kontzeptuen kritika bat ere erantsi beharko litzaieke orain arteko gogoetei. Mendeko gizarte batean, estatu nagusiak inposatutakoari deitzen zaio publiko, eta pribatu, berriz -gure kasuan, ikastolen mugimenduari dagokionez, bederen-, mendeko gizarte zibil horretatik sortzen diren elkarteei. Ez al litzateke bidezkoagoa esatea ikastolak hezkuntza publikoaren ardatz izango direla normalizazio politikoa, independentzia eta estatu propioan islatuko den subiranotasuna lortzen ditugunean?
Bien bitartean, nahiago dut publikotzat hartu gure indarraren barru-barrutik sortzen dena, estatu nagusiek proposatutako hezkuntza planak onartu nahi ez izate horretatik.
Ramon Zalloren jarrera horrek, distantziakidea ez izateaz gain ongitik eta gaizkitik haratago dagoenak, ez du laguntzen eztabaida argitzen. Ezta Espainiaren eta Frantziaren nortasun inposizio horren aurkako txerto eta botika izango den curriculum propioa garatzen ere.
Bi estatu horien aurka egonarazten gaituen gatazka ukatzen edo gutxienez ezkutatzen duen planteamendu horrekin, horien hezkuntza sistemen ustezko neutraltasunaren -gezurrezkoa- alde baino ez da egiten. Ondo dakite horiek zein den beren betebeharra. Eta eraginkorrak dira. Guk txoritan jarraitzen dugu, bien bitartean.
Ziri hori sartzen badigute, mesede txikia egingo dugu gure gizarteak bere nortasuna gorde dezan eta Europan eta munduan elkartasunean gara dadin. Garai batean izan baziren ere, gaur egun existitzen ez diren gizarteen zerrendan sartuko gara.
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