06 agosto 2018

CELEBRAR LA SUMISIÓN


El próximo martes, 7 de agosto, se celebrará en Getaria el aniversario de la llegada a su puerto de la nave Victoria capitaneada por Juan Sebastián Elkano, tras dar por primera vez la vuelta al mundo en 1522.

Los actos conmemorativos consisten en una representación de la llegada de la nao al puerto de Getaria, el desembarco de sus tripulantes con Elkano al frente y su acto de homenaje al emperador Carlos V como patrocinador de la expedición, iniciada bajo el mando de Fernando de Magalhaes en 1519. Magalhaes murió en Filipinas en 1521, fecha en la que Elkano se hizo cargo de la misma.

Es evidente que la infraestructura material y económica de la expedición corría a cargo de la monarquía española, pero que sin los conocimientos y experiencia de marinos como Magalhaes (portugués) o Elkano (vasco) la empresa no habría llegado a buen puerto.

Como otros colonizadores, los españoles utilizaron el conocimiento de marinos expertos por dos vías: la de contratación mediante pago, Magalhaes en este caso, o por su cualidad de súbditos, como Elkano.

Lo que sorprende más de la “celebración” de Getaria es el énfasis puesto en el acatamiento a Carlos V. Gipuzkoa fue una construcción política de Castilla tras la consolidación de la conquista de los territorios atlánticos de Navarra en el Mar de Bizkaia en 1200. Su institucionalización, a lo largo de los siglos  XIV y XV, corresponde a una política de ocupación y subordinación.

El ‘know-how’, la pericia, el ‘savoir faire’ de los marinos vascos por encima de las mugas administrativas de las potencias ocupantes (españolas o francesas a partir del fin de la ‘Guerra de los Cien años) es un mérito de la propia cultura vasca y de su institucionalización política a través del reino de Pamplona, primero, y de Navarra después. 

Los modos de vida de entonces convertían la vida en la mar y la explotación de sus recursos en una necesidad. Los vascos hicieron de la necesidad, virtud. Y fueron grandes marinos a lo largo de la historia.

A quienes se debería homenajear en Getaria y en otros tantos lugares es a los propios marinos: arrantzales, comerciantes, expertos constructores de barcos, corsarios o piratas. Nunca a los políticos extranjeros, colonizadores y expoliadores, ni a sus sucesores que hoy exhiben la “legalidad” de unos regímenes de ocupación.

La propia dignidad nos debería proporcionar elementos para distinguir ambas cuestiones. Homenajear a los marinos vascos, como Elkano, evidentemente, sí. Ocultarlo, homenajear en su lugar a los personajes políticos (o a sus herederos) que se apropian de sus méritos, y mantienen la división, sometimiento y expolio de nuestra nación, representa una preocupante carencia de autoestima. Pone de manifiesto un complejo de inferioridad de enormes proporciones. Y, de paso, una dificultad añadida para nuestra emancipación.

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