07 agosto 2024

LA DISPARATADA RAZÓN DE AYUSO

Majaderías. Mal vamos si damos la razón a un personaje esperpéntico como Ayuso. Hay que ser obstruso, imprudente, desnortado. O quizás sencillamente español, que ya sabemos dónde se parecen tanto a izquierda y derecha. Pero sí; quizás suene fuerte lo dicho, como insulto, pero es que hay que ser zopenco para suponer que cuando la Ayuso suelta sus rebuznos los ha pensado con el rigor intelectual de Karl Popper o la exquisitez analítica de Friedrich Hayek.

En serio; resulta inquietante, puro estupor, leer en Gara y Diario de Noticias que Euskal Herria no existe como nación. Según un tal Iñigo Muerza (Y el caso es que a Ayuso no le falta razón), “ni Cataluña ni el País Vasco ni Navarra se han constituido nunca como naciones”. [¡Qué rancio –de paso- eso de ni País Vasco ni Navarra; este discurso hispánico!]. Con qué ligereza, en nombre de una supuesta erudición, se da por bueno el relato del establishment, el resultado de la violencia de siglos, el escenario de la fuerza militar ejercida sobre los pueblos.

¿Quién dice que Catalunya o Euskal Herria no son naciones? ¿Porque no han conseguido su intentada independencia? ¿El triunfo de la violencia de los estados español y francés las ha hecho –acaso- desaparecer?

Es patente (¿patético?) que Iñigo Muerza no sabe lo que es una nación, en cualquiera de sus formulaciones. Pero Agustín Xaho escribió y se refirió a la nación vasconavarra. Sabino Arana es una figura de la misma nación. Argala habló del Pueblo Trabajador Vasco, como motor histórico de esta nación. Telesforo de Monzón, Jose Antonio Agirre, Elvira Zipitria, Oteiza, Arturo Campion, Manuel de Irujo, el Eusko Gudarostea… son expresiones históricas, constituidas, activas, militantes, de una misma colectividad nacional. El estatuto de Lizarra (1931), de Eusko Ikaskuntza, expresa desde su título la voluntad de esta nación de constituirse en Estado. ¿Que no existe la nación vasconavarra? ¡Pues vaya que ha dado guerra!

Ocurre que Muerza confunde algo los términos, amén de despreciar la voluntad nacional de este colectivo histórico. Según él, “la nación, como entidad vinculada a un territorio, generadora de deberes y derechos”. Ese día de clase nuestro alumno hizo pira. No es la nación, sino el Estado el que señala e impone tales derechos y deberes, pues tiene potestad e instrumentos para ello: legislativos, coercitivos, económicos… La nación es otra cosa; es la población que está detrás y cumple una función legitimadora de esa actuación, en cuanto soporte humano, comunitario, supuestamente adherido y beneficiario de ese ejercicio político. Confundir ambos conceptos es preuniversitario (por lo menos).

El caso es que, por seguir el hilo de Muerza, nuestra existencia nacional depende de las declaraciones de la Revolución Francesa (1789), la misma que explicaba, entre dientes, que la reacción habla bretón, y el fanatismo, euskera. Excelente guía académica. Un poder jacobino, excluyente y centralista. En otras cosas acertaría, pero en esta… O por continuar con el pensamiento de Iñigo, dependeríamos del Estado utópico español, ese que en la fantasmagórica Constitución de Cádiz (1812), la de ¡Viva la Pepa!, designaba sin nación propia a filipinos, cubanos, guineanos, mexicanos, colombianos, argentinos, uruguayos, incluso saharauis… todos ellos españoles de abolengo, como luego se ha visto.

Por cierto, Iñigo, la historia no es “una sucesión de hechos únicos e irrepetibles…”, lo diga Popper o su portero. La historia, para cuaquiera que la haya estudiado con sentido crítico, como hacemos los perdedores (Walter Benjamin, pongamos por caso), es una selección de hechos, una selección calculada e interesada, que se hace desde el presente, a posteriori, normalmente desde el poder de Estados e instancias oficiales, para justificar su existencia y legitimarla. Como advierte Lucien Febvre, “los hechos no existen; se construyen”. Es posible que las lecturas haya que saber pensarlas, cuestionarlas y darles las vueltas que haga falta.

Centremos el tema. Lo que hace la Ayuso en esas declaraciones es menospreciar las naciones que cita. Minorizarlas. Empequeñecerlas, para quitarles valor político (y así negarles derechos de soberanía, por si no quedaba claro), argumentación habitual en la escena estatal hispánica; y así de paso poner a Madrid y España por encima de ellas, que es lo suyo. ¿También en esa intención le damos razón a la estrambótica Ayuso?

Angel Rekalde, Luis Mª Martinez Garate

NOTICIAS DE NAVARRA (2024/08/10)

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04 marzo 2024

EL DERRIBO DE LOS CAÍDOS


El monumento a los Caídos de Pamplona-Iruñea interpela a la sociedad navarra. Plantea un reto evidente en cuanto a su demolición, destrucción o resignificación. Es un homenaje al fascismo español, un signo de la brutalidad ejercida, con motivo de la sublevación militar de 1936, sobre la población, las personas y naciones que se encuentran confinadas en los dominios del Estado. Con independencia de su nulo valor estético, simboliza la represión del poder contra toda actitud, social o política, distinta o ajena al franquismo. Cualquier expresión digna de memoria colectiva ha de abominar de su existencia y exigir su derribo incondicional.

La memoria colectiva es un elemento esencial de cohesión de todas las sociedades. Es un factor central del relato que cualquier comunidad utiliza para explicar y dotar de sentido a su pasado, su identidad y entender los conflictos y procesos que la han conducido al presente. Es un componente básico del patrimonio inmaterial de las colectividades, y como tal le sirve para constituirse en el presente y afrontar los retos del futuro. Por lo mismo, la memoria no puede limitarse a circunstancias puntuales, hechos ocasionales o conflictos episódicos. Debe estar inmersa en una trama, en un relato.

El debate del derribo del Monumento a los Caídos se plantea ahora en el contexto de la reciente “Ley de Memoria Democrática”. Ley nominalmente democrática (“la memoria es especialmente importante en la constitución de identidades individuales y colectivas”, afirma en el preámbulo), pero ley  española y referida a su memoria.

Se puede observar el mismo planteamiento en el reciente título de ‘lugar de memoria’ concedido a Gernika, por el bombardeo de 1937. Pero Gernika ya era lugar de memoria para nuestro pueblo desde mucho antes; para José María Iparragirre y su ‘Gernikako Arbola’; o para José Antonio Agirre cuando fue a jurar su cargo como lehendakari ante el célebre árbol de las libertades. Por todo ello fue precisamente bombardeada por el franquismo. Reflexiones semejantes podríamos hacer sobre Amaiur y tantos otros lugares, como el reciente hallazgo de la Mano de Irulegi.

A pesar de la citada ley, nuestra memoria no comienza en 1936, ni con la República española. Los conflictos que nos han atravesado vienen de siglos atrás, y la mayor parte de las convulsiones que intervienen en aquella guerra (léase la Cuestión Foral, o las luchas por comunales y corralizas…) sólo se entienden en el contexto de situaciones previas -contiendas del siglo XIX y anteriores- que tienen su origen en la conquista militar de un país libre (1512). De ser el nuestro un Estado independiente, pasó a ser ocupado por una potencia extranjera, y a ser ‘provincia española’ en 1841.

Olvidar las raíces de los conflictos no es el mejor camino para resolver los problemas. La memoria de los vencidos, en palabras de Walter Benjamin, es garantía del resarcimiento de las injusticias sufridas y germen de su reparación. Y hay que desplegarla en el tiempo, sin limitarla a episodios puntuales ni a etapas cerradas. 

La demolición del edificio de los Caídos, además de proporcionar reconocimiento a los fusilados, desaparecidos y perseguidos por el franquismo, deberá entenderse inserta en una memoria vasconavarra, distinta e independiente de la hispana. Memoria basada sobre un patrimonio perseguido y tergiversado desde la pérdida de la independencia en 1512. Esta es la memoria, propia, que se pretende diluir y borrar al justificar la necesidad del derribo en una memoria asimilada a la republicana española.

Anastasio Agerre, Luis María Martinez Garate y Angel Rekalde

GARA-NAIZ (2024/03/07)

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