La negociación del cupo del Concierto vasco entre el PNV y el PP, en pleno proceso catalán y en
medio de la evidencia de tantas tramas de corrupción española, ha levantado,
más que un concierto de voces, la tapa de una jaula de grillos. Apuntalar o, al
menos, dar aire a un PP chapoteando en el lodazal no es lo más vistoso dentro
de una política de imagen. El oportunismo de la política del PNV –“pájaro en
mano”- puede ser criticable, pero no profundizar más en el meollo del asunto o
aprovecharlo directamente para atacar el sistema fiscal vasco supone apoyar la
política más rancia y reaccionaria del nacionalismo español.
Esto viene a cuento de
muchas opiniones expresadas desde Cataluña, por articulistas y medios de
comunicación en general, con relación al Concierto de la CAV tras el acuerdo
del nuevo cupo, extensible con
claridad al futuro Convenio a acordar
entre el Estado español y la CFN. Muchas de estas opiniones, que van desde la
rabia a la envidia, o engloban las dos, están emitidas por personas que se posicionan
inequívocamente a favor del proceso de Cataluña hacia su independencia. Su
lectura desde Euskal Herria produce una cierta indignación, pasajera, pero de
la que queda un regusto amargo. ¿Cómo puede suceder que personas que, aunque estemos
en barcos distintos, llevamos una trayectoria pareja y navegamos en el mismo
mar contra vientos similares, nos encontremos no sólo distantes sino
aparentemente encontradas?
Estas personas deberían, en
primer lugar, conocer el proceso histórico que ha dado lugar al sistema de “Convenio-Concierto” vigente en la
actualidad en Euskal Herria. No es este lugar ni momento de extender este asunto.
Baste con saber que tal situación supone un punto de equilibrio inestable, a
modo de armisticio, entre la soberanía histórica plena de los vascos a través
del Estado de Navarra, arrebatada violentamente a lo largo de siglos por
Castilla-España y el estatus derivado de la “transición” de 1978.
El llamado Convenio de Navarra tiene su fuente en
la Ley, mal llamada “paccionada”, de 1841, tras la derrota de la primera guerra
carlista (1833-39). El Concierto de
las tres Provincias Vascongadas, tiene un origen similar tras la segunda para
los vasconavarros -tercera para Cataluña- (1872-76), con la Ley Abolitoria de
Fueros de Cánovas del Castillo de 1876 y la posterior del Concierto de 1878.
Ambos sistemas son semejantes, paralelos. No representan ningún “privilegio” ni
“concesión” del Estado español. Significan los restos, residuos, de una nación
soberana durante muchos siglos, la vasca, y de su Estado, el navarro.
En segundo lugar, entiendo
que España quiera jugar la baza de la estrategia de juego de suma cero. Nosotros perdemos, ellos
ganan. Aunque dada su cultura social y política, todavía vigente por desgracia,
el posible excedente que les pudiera suponer gestionar lo que los sistemas de Convenio-Concierto permiten hoy a las
haciendas forales, no redundaría en beneficio de las inversiones y gastos en
las “Comunidades Autónomas de Régimen Común”, sino que, con total seguridad,
acabaría absorbido por los sumideros de la corrupción: casos Bárcenas, tarjetas
black, Canal de Isabel II, etc. y el
despilfarro: como los AVE’s, PER andaluces etc. Por eso creo que la supresión
del régimen de Convenio-Concierto o
los incrementos arbitrarios de cupo o
aportación no beneficiarían a
Cataluña en absoluto.
El historiador Carlo M.
Cipolla, en un libro delicioso titulado: Allegro
ma non troppo (Barcelona, (1998), expone “Las leyes fundamentales de la
estupidez humana”. La más conocida es la tercera, la ley de oro según el autor. Resumiendo mucho sus explicaciones se
puede afirmar que siempre que interactúan dos personas se producen tres
situaciones relevantes: 1) Que ambas personas salgan beneficiadas de la
interacción. 2) Que quien toma la iniciativa obtenga un beneficio, por lo menos
desde su punto de vista, y que la otra, la paciente, se vea perjudicada. Y 3)
que la persona objeto de la acción sea perjudicada, pero que la que origina el
proceso también lo sea o que, en el menos malo de los casos, no obtenga beneficio
alguno.
El primer caso expresa una situación óptima. En teoría de juegos se llamaría estrategia win-win. Ambos vencedores. El segundo, sería también según la misma teoría, un juego que se aproximaría al de suma cero. Uno gana, el otro pierde. Sería la pretensión española de eliminar el sistema de Convenio-Concierto. La situación más difícil de explicar es la última, la tercera ley de Cipolla: la ley de oro. Textualmente: “Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”.
Que haya “opinadores” catalanes partidarios de la independencia de su país que consideren la “insolidaridad” de nuestro sistema y preconicen su supresión me hace pensar en la Ley de Oro de Carlo M. Cipolla. Bajo el imperio hispano, de su abolición nunca obtendrán beneficio alguno. Confío en que se tomen un respiro, reflexionen y vuelvan a la senda de la solidaridad internacional. Un abrazo a todos ellos.
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