Caminante no hay camino; se hace camino al andar (A.
Machado)
Tras
comprobar en la Diada la fortaleza que demuestra la “Vía Catalana a la
Independencia”, a través de la Asamblea Nacional (ANC), comentamos con algunos
de la organización: ¿Cómo habéis logrado esta movilización descomunal, reunir
tanta gente y con semejante orden? Es evidente que para conseguirlo se precisa
la firme voluntad de una nación que, harta de España, quiere ser sujeto
político con urgencia. Pero, en un sentido práctico, nos respondieron: hemos
contado con 30.000 voluntarios. Desde la red “Independentistak”, uno de los
presentes exclamó: ¡Ya nos gustaría reunir esa cifra en una manifestación!
Nos
quedamos un tanto perplejos. ¿Sería impensable en nuestro país reunir 30.000
personas en una manifestación por la independencia? Más lejos aún, ¿no habría
capacidad para encontrar esa cifra de voluntarios, si se planteara un proceso
nítido, bien encaminado...? Pensamos que la respuesta es afirmativa, que hay
entre nosotros ese mismo potencial (salvando las distancias proporcionales con
Catalunya), o más. Claro está, con una serie de condiciones previas.
Quizás
por ello hemos visto con mucho interés la iniciativa que presenta la Izquierda
Abertzale. “Eraiki dezagun elkarrekin Euskal Etxea”, o con más brevedad, lo que
llaman la “Vía Vasca”, en paralelo a la “Vía Catalana” que organizó la Diada
del pasado 11 de septiembre, por la independencia de Cataluña, con más de 400 kilómetros de
cadena humana.
De
entrada, un punto sensato de esta propuesta es que no pretende realizar algo
mimético a lo catalán. Las copias no siempre salen como el original. Las
condiciones de partida son también distintas. Ya era hora de que alguien
planteara en nuestro país una “vía” propia por la independencia; llevamos
demasiado tiempo enredados en pleitos y conflictos que siempre son urgentes,
candentes, pero no nos permiten avanzar, en las últimas décadas, un solo paso:
presos, fiscalidades, gestión de instituciones, basuras, subidas y bajadas de
banderas... Todo muy serio; pero sin movernos del sitio. Ya está bien; un
objetivo claro: la independencia.
Otro
capítulo, también acertado, es su llamada a la sociedad civil, a que ocupe su
posición central sin dejarse suplantar y gobernar por las organizaciones
burocráticas al uso, partidos y sindicatos. Si ello fuera posible, eludiríamos
la camisa de fuerza de los ritmos electorales, el fuego cruzado entre facciones
por la hegemonía, los intereses sectarios, la fijación cortoplacista de los
objetivos, los protagonismos innecesarios, etc, etc, etc. Con tales presupuestos, si se cumplen, sí
vemos posible recuperar una capacidad de intervención que nos permita abordar
retos equivalentes al de esa reciente Diada.
Una
cuestión añadida, en la que entramos poco convencidos, es el llamamiento a que
esta “vía” dé cabida a todos los ciudadanos, tanto a los que hoy están a favor
como a los que están en contra de la independencia. Vocación de unidad,
encomiable cuando menos. Por supuesto, a todos nos entusiasma la posibilidad de
activar los distintos sectores del espectro ideológico al unísono; pero las
cosas no funcionan en abstracto, y la unidad, como el camino, se construye paso
a paso. No tiene mucho sentido hablar de aproximación de posturas y
acercamiento si empezamos la casa por el tejado; si convocamos al enemigo, al
contrario acérrimo a cualquier atisbo de soberanía para nuestra sociedad, y no
somos capaces de convencer o dejar sitio al más cercano. Se apuesta por una vía
que reúna a soberanistas y no soberanistas, pero tal vez sería más natural
reunirnos antes quienes compartimos sentimientos y pensamientos. Quienes
estamos abiertamente por la independencia; quienes creemos en la existencia (y
el derecho a ser y decidir) de nuestro pueblo, quienes nos sentimos vascos,
navarros, sometidos, con la urgencia de existir en el concierto del mundo con
un lugar propio... Y luego, ya veremos.
Otra
condición que nos preocupa y, en el contraste del éxito de la Diada, no vemos
que se cuide, es que se necesita hablar sobre ello. Nuestro país lleva
demasiado tiempo atascado, inmerso en procesos agotados, en un callejón sin
salida, y no vemos que nadie trabaje otros horizontes. Si queremos
independencia y proponemos una “Vía Vasca” para alcanzarla hay que pensarla,
urdirla, debatirla, cargarla de razones, sugerir ideas, objetivos, iniciativas,
propuestas... Hay que motivar a la población. Y entre nosotros no vemos ese
debate. Se habla de proceso de paz, de nuevo estatuto... pero nada de ello nos
orienta hacia lo que necesitamos. Hay que debatir de las ventajas de la
independencia, de la dura carga de seguir bajo el despotismo de Estados ajenos,
tan corruptos como España y tan jacobinos como Francia, de los retos de
construir un Estado propio.