Hay
un testimonio, citado por Egaña en su último libro, que me ha resultado de
especial interés. Se trata del de José Ignacio Sagasti, refugiado en Usurbil
durante el sitio y asalto de Donostia, que escribió en una de sus cartas: “Reinando el partido que se llama servil se
echará tierra a nuestras justas y lamentables reclamaciones y harán de nosotros
lo que hacen de los indios”. Con su lectura me ha venido a la memoria la
anécdota narrada por otro historiador navarro, amigo también, sobre una frase
pronunciada en el Archivo de Navarra por la también historiadora María Puy
Huici, referida a la ocupación de Navarra tras la conquista de 1512: “¡Nos
trataron como a los indios!”. La expresión denota en ambos casos un contenido
semejante a pesar de los tres siglos transcurridos entre los dos hechos
históricos referidos.
El
tratamiento dado al reino de Navarra tras la conquista de 1512 y las
consecuentes ocupación y subordinación de todo orden, fueron similares a los
empleados por el imperio español en Canarias, Granada, América… ¡Como a los
indios! Colonizados. Las distancias que median, no sólo en el tiempo, tres
siglos, sino sobre todo en lo que suponía la anulación del Estado de los
vascos, un reino con 700 años de independencia y soberanía, frente a una simple
ciudad, son grandes. No obstante, San Sebastián había gozado durante el siglo
XVIII de un estatus económico alto, gracias sobre todo a los negocios de la
Compañía Guipuzcoana de Caracas; era una ciudad relativamente importante, sobre
todo en el entramado vascongado de la época.
El
asunto central es que en ambos casos estamos hablando de la misma sociedad. En
el primer caso se trata de su Estado independiente y en el segundo de una de
sus poblaciones más dinámicas, pero se trata del mismo pueblo, del pueblo
vasco. La consideración que merecía al conquistador, al ocupante, directamente activo
o por instigación y abandono más tarde, es el de una simple colonia. Un siglo
después de la conquista de 1512, Pamplona seguía como plaza de ocupación
militar por los ejércitos españoles. A Donostia, tras 1813, se le negó todo
tipo de ayuda para su reconstrucción, que tuvo que llevarse a cabo con el
esfuerzo de sus pobladores y los de toda Gipuzkoa. En 1815, según reseña Egaña,
los militares españoles continuaban ocupando las casas que seguían en pie en
San Sebastián.
El
último libro de Iñaki Egaña transcurre por estos derroteros. Por un lado, narra
los acontecimientos que sufrió Donostia en el verano de 1813; por otro, destripa
las entrañas que hicieron posible el conjunto de barbaridades descritas, lo
explica con todo género de detalles. El amplio desconocimiento de lo acontecido
en San Sebastián o, por lo menos, de los auténticos responsables del
desaguisado, convierte el libro de Egaña en un trabajo de referencia.
Tras
su lectura quedan claras por lo menos tres cuestiones. La primera, que la toma
de San Sebastián por las fuerzas anglo-portuguesas conllevó tal cantidad de
muertes, violaciones, robos y tropelías en general que, unidos al incendio
generalizado, llevan al autor a afirmar que fue “la mayor tragedia en la
historia de la ciudad”. En segundo lugar, que la actuación de las tropas
conquistadoras estaba cantada; se sabía de antemano que llegaban a Donostia con
ánimo de esquilmar y arrasar. Y en tercero, pero no por ello menos importante, que Castaños y todos los
mandos, militares y políticos, españoles estaban al tanto de lo que se
preparaba y no sólo no lo impidieron sino que lo azuzaron en contra de los
“traidores guipuzcoanos”, por afrancesados dijeron, cuestión incierta por otro
lado.
El
libro, como todo lo que escribe Iñaki Egaña es muy ameno, de fácil lectura. No
soy particularmente experto ni en la época ni el asunto, pero da la impresión
de ser riguroso. Los capítulos son muchos y, en general, cortos, lo que permite
una cómoda lectura a trozos, sin perder el hilo del conjunto. Es previsible que,
al reclamo del segundo centenario, se publiquen más trabajos sobre el asunto,
pero que, a nivel de divulgación de lo sucedido aquel triste verano, será
difícil que lo superen. Un trabajo, a mi juicio, importante para ayudar a
recuperar la memoria histórica del conjunto de Euskal Herria y no sólo la de la
población de la capital guipuzcoana, aunque fuera ella la sufridora de los
agravios.
Referencia bibliográfica
Iñaki
Egaña.
Donostia-San Sebastián 2012. Txertoa Argitaletxea
No hay comentarios:
Publicar un comentario