Un tema recurrente en diversos medios de
comunicación españoles es aquel que dice que el País Vasco y Catalunya no han tenido
jamás un Estado propio, con lo cual su historia no podría ser considerada una historia
nacional dado que se trataría de una parte de la historia de España. Los
españoles, claro está, sí que tendrían un pasado nacional. Los vascos y los
catalanes, en cambio, no. Ello se explicaría mediante las conclusiones a las
que ha llegado el ámbito científico español, después de múltiples estudios, según
las cuales el origen de España se encontraría en el Big Bang. Es cierto que la
Conferencia Episcopal Española mantiene un punto de discrepancia en esta
cuestión, ya que considera la creación del mundo obra de Dios y no la consecuencia
de una explosión cosmológica, con lo cual, según ella, España no sería el fruto
de una expansión del universo, sino de una voluntad divina. Pero se trata sólo de
un matiz intrascendente, ya que, más allá de la duda eclesiástica de si el
nacimiento de España se produjo en el primero o en el sexto día de la Creación,
es decir, si fue con la creación de la Tierra o con la creación de los humanos,
tanto la Conferencia Episcopal Española como la ciencia coinciden en que la antigüedad
sería la misma.
Me temo, por todo ello, que el libro “Paradigmanafarra/El paradigma navarro”, de Luis Mª. Martínez Garate, publicado estos
días por Nabarralde, será recibido como una herejía en los ambientes
científicos y eclesiásticos españoles, ya que tiene la osadía de afirmar con
pruebas documentales no sólo que los vascos no son españoles sino que tuvieron
su Estado hasta que fue ocupado por España y Francia. Y además lo hace de
manera diáfana, ilustrativa y amena con el fin de aumentar la autoestima vasca,
de dotarla de argumentos irrebatibles y, en definitiva, de fortalecer su
conciencia nacional. En tan sólo 115 páginas, que en realidad son la mitad
puesto que está en dos idiomas, euskera y español, Martínez Garate desmonta un
montón de tópicos sobre la pretendida españolidad de los vascos a través de
diversos ámbitos entre los cuales hallamos la historia, la memoria, la
identidad, la nación, el territorio, la lengua y la emancipación.
En este fragmento, el autor nos habla del Estado de
los vascos: “Navarra es el eje de la realidad vasca, su centralidad política.
Por eso es tan importante la memoria de los hechos que acompañaron y sustentaron
la conquista y la dominación, de los intentos de asimilación y de todos los
acontecimientos de los siglos XIX, XX y XXI. Navarra es el único Estado
histórico del pueblo vasco, con todos los atributos y trascendencia que el
término conlleva. (…) Sin la existencia de un Estado navarro independiente y
los restos de su soberanía tras las conquistas –el llamado sistema foral–, el
euskera habría pasado casi con seguridad a engrosar la lista de lenguas muertas”.
En el apartado dedicado a la identidad, Martínez
Garate habla de la importancia de mantener viva la conciencia nacional para no
sucumbir a las estrategias del dominador: “Si una sociedad dominada no plantea
su propia memoria histórica, de hechos y de lugares, ese espacio será
automática e inmediatamente ocupado por los de la sociedad correspondiente a la
estructura política dominante. Así lo experimentamos los vascos en la cotidianeidad
más vulgar. A través del imaginario con el que se ha representado
peyorativamente a nuestra sociedad, el vasco aparece bruto, aunque noble; un
poco tonto, pero despierto para algunas labores; tal vez alguno, “versolari” y,
sobre todo, fundamentalmente aldeano. Españoles y franceses, en cambio, se
muestran reyes, generales, presidentes, científicos, literatos, músicos y
pintores. Todo un ejemplo de intoxicación “no identitaria”. (…) Dicho de otro
modo: si no somos capaces de tener un punto de vista propio, nuestra
centralidad, geográfica o territorial sí, pero sobre todo histórica y social,
adoptaremos indefectiblemente la de quienes a lo largo del proceso histórico
conquistaron y ocuparon nuestro país, le arrebataron su soberanía y minoraron y
persiguieron su lengua, cultura e instituciones políticas propias”.
Finalmente, “Paradigma nafarra/El paradigma navarro”
aborda el lavado de cerebro a que ha sido sometido el pueblo vasco: “El
problema no somos nosotros para España y Francia. Ellos son nuestro problema
real, ellos constituyen el problema que nos impide un desarrollo “normal” a
cualquier nivel: lingüístico, cultural, económico, social, etc. (…) Los
términos que utilizamos cotidianamente indican nuestro pensamiento de fondo. La
colonización a la que estamos sometidos alcanza niveles insospechados. (…) La
triste realidad es que el actual sistema político español está creado
precisamente contra Navarra y contra Catalunya. Respetando su “democracia”, en
su letra y en su trasfondo, nunca conseguiremos, ni unos ni otros, nuestra
realización nacional plena. Siempre seremos elementos dispersos y subordinados
a su voluntad “general”.
El libro, como vemos, aborda diferentes aspectos de
la realidad vasca y constituye una inyección de firmeza y asertividad como escudo
de protección contra el pensamiento oficial, que es aquel que transmiten los
grandes altavoces mediáticos españoles cuya raíz, pese a su apariencia
democrática, es tristemente totalitaria. Hay una solución, sin embargo, y se
encuentra en la comprensión de esta frase del libro: “La existencia objetiva de
un pueblo no es garantía de su supervivencia. Es necesario además que ejerza
poder, que tenga voluntad de ser y que lo manifieste explícitamente”.
Berria, 2011/12/18