29 noviembre 2008

FUEROS Y CARLISTADA


Con este mismo título acaba de presentar Mikel Sorauren, en Iruñea y editado por Nabarralde, su último trabajo. Se trata de un libro breve (100 páginas) pero de mucha enjundia, a la vez que de lectura muy amena. El objetivo de la obra consiste en ratificar las tesis ya expuestas por su autor, principalmente en su trabajo fundamental “Historia de Navarra, el Estado vasco” (1998 y ampliado en su tercera edición de 2008), sobre el contenido inequívocamente foral del levantamiento carlista de 1833 en el conjunto de los territorios vascos ocupados por la monarquía española.

En aquella obra se demostraba exhaustivamente, frente a tirios y troyanos, que el origen del conflicto carlista radicaba fundamentalmente en la defensa del sistema foral propio, tanto el del reino de Navarra como el de Vascongadas. Tal organización política, en ambos casos, era retoño de un común tronco del Derecho, el “Derecho Pirenaico” según diversos autores, y su plasmación más completa se produjo en la máxima institucionalización lograda históricamente por el pueblo vasco: el Estado navarro.

Muchas interpretaciones se han dado de las causas que motivaron la primera Guerra Carlista. En los últimos tiempos, algunas han insistido de nuevo en la motivación religiosa, como es el caso de Mª Cruz Mina; otras en cambio, han hecho hincapié en motivaciones relacionadas con determinados intereses campesinos unidos a una cierta pequeña nobleza agraria y al bajo clero, “feudales” siempre, como es la propuesta de Ramón del Río Aldaz. Los hay que oscilan entre una y otra, pero siempre considerando el carlismo como un movimiento “contrarrevolucionario”; tal es la perspectiva de Jordi Canal.

La posición de Sorauren es inequívoca y en este libro se ratifica de forma concluyente a través del análisis a que somete a cuatros obras escritas por otros tantos protagonistas de la contienda, procedentes de diferentes campos. Del propio bando carlista es el general Maroto. El liberal está representado, en sus dos principales corrientes, por el Marqués de Miraflores por la conservadora, y el general Espartero por la progresista. La cuarta perspectiva corresponde a la de un individuo muy peculiar, muy narcisista según Sorauren, que se puede decir que perteneció a todos y a ninguno de los grupos en conflicto: el conspirador Avinareta.

Las cuatro obras tienen como característica común: la de haber sido escritas inmediatamente tras el fin de la guerra, durante la década 1840-1850. Tres de ellas (las de Maroto, Miraflores y Avinareta) son autobiográficas y la cuarta es una biografía dirigida por Segundo Flórez, persona estrechamente vinculada al general y Duque de la Victoria, Baldomero Espartero, por lo que se puede considerar como “autorizada”. Son obras de personas totalmente implicadas en el conflicto, directamente bélico en algunos casos, político o diplomático en otros. Del análisis de las cuatro, Sorauren obtiene una conclusión inequívoca y que ratifica las tesis expuestas previamente en obras como la ya citada anteriormente. Es decir, el origen foral, de defensa de los Fueros vasco-navarros, de dicha guerra.

Siempre he estado de acuerdo con la tesis fundamental del autor y me ha alegrado mucho encontrar en este trabajo, basado en fuentes de época y protagonistas en el conflicto, un reforzamiento de la misma. De todas formas en ella se plantea un aspecto sobre el que creo que nadie había reflexionado anteriormente. Es una consideración de gran importancia, sobre todo desde la perspectiva actual de nuestro contencioso con España y Francia. Se trata del carácter de “Imperio” que presentaba la monarquía española en los orígenes de este conflicto.

Efectivamente, cuando surgen las circunstancias que van a provocar la guerra de 1833-1839, es decir las tensiones entre Euskal Herria y los gobiernos del rey de España, Carlos III, y Godoy a finales del siglo XVIII, así como en la época de la redacción de la famosa Constitución española de 1812, España era un Imperio extenso todavía. Conservaba gran parte de Centro y Sudamérica, Filipinas y Canarias en ultramar y, por supuesto, Galicia y los territorios sudpirenaicos de los Países Catalanes y de Vasconia en la península Ibérica.

En nuestro caso, en ese momento, nos encontramos en una fase a la que se llega, sin solución de continuidad, desde las conquistas sobre Navarra sufridas entre los siglos XII y XVI, en las que el conflicto presentaba claramente su condición de internacional, como ocupación violenta de un Estado legítima y legalmente constituido, o de partes del mismo, por otro. La nación vasca y su Estado, Navarra, fueron presa de las ambiciones expansionistas de una potencia, Castilla-España, por su parte sur y de otra, Francia, por la norte. La culminación de este proceso, en la Edad Moderna, es coetánea con la formación del resto del Imperio español. En el mismo año en que la Navarra ocupada por Castilla en 1512 trataba de liberarse y fue derrotada en Noain, 1521, Hernán Cortés conquistaba Méjico.

El libro está muy bien construido y una parte especialmente interesante del mismo se dedica a la revisión de otras fuentes contemporáneas, sobradamente conocidas, y que niegan origen foral al conflicto. Tal es el caso de las perspectivas de Zaratiegui o Henningsen. Como contraposición, el autor cita otros autores que plantean la existencia incluso de posiciones secesionistas en algunos sectores del carlismo vasco con relación a España. Es el caso, según Sorauren, de “Mc. Kenzie, Wikinson, Sommerville, Laurens y el mismo Xaho”.

Se trata de una obra muy interesante sobre todo para los que, desde la perspectiva del siglo XXI, consideramos el logro de un Estado propio para Navarra como nuestro objetivo democrático más importante. A través de su lectura nos percatamos de que el siglo XIX, la entrada en la Modernidad, fue para Euskal Herria un punto de reencuentro de todas sus gentes y territorios, tras varios siglos de relativo aislamiento, con un objetivo único: la defensa de su propio sistema político: los fueros. Los territorios de ultrapuertos contribuyeron también activamente, como retaguardia logística y como vía terrestre de acceso al resto de Europa de los territorios en combate franco, que se encontraban al sur del Pirineo.

Nuestro conflicto actual tiene raíces muy profundas, que datan de mucho tiempo atrás y que es producto, como ya se ha explicado tantas veces, de conquistas y ocupaciones violentas, pero su acceso a la Modernidad se produjo en el siglo XIX y su detonante fueron, precisamente, las guerras carlistas, en las que una vez más, a través de la reivindicación foral, se mostró su inequívoco carácter internacional.


Sorauren, Mikel
“Fueros y carlistada. Maroto, Espartero, Avinareta…”
Pamplona-Iruñea 2008
Nabarralde

18 noviembre 2008

SOBRE EL NOMBRE POLÍTICO DE VASCONIA

A raíz de la polémica desatada por la denominación de una hipotética “selección nacional vasca de fútbol” creo que se han dicho algunas cosas, pocas por desgracia, con sensatez y muchas otras más con poco sentido o muy desviadas de nuestra realidad histórica y política en el presente.

En primer lugar, digo “hipotética” hablando de una “selección vasca de fútbol”, ya que nunca sería real, en el sentido práctico de la consecución de resultados competitivos computables internacionalmente, mientras los vascos no tuviéramos un Estado propio, como es el caso de las selecciones portuguesa, danesa o lituana.

Veamos: si, como dicen Egibar y otros, se debe adoptar el término de “Euskadi”, ya que es la “denominación política” del país, hay que decirles que la triste realidad es que, desde el punto de vista “político”, Euskadi es una Comunidad Autónoma del Reino de España, llamada “nacionalidad” en su Constitución, pero “región” en la práctica ante Europa y formada solamente por las tres provincias conocidas históricamente como “Vascongadas”. Una “selección” patrocinada por su “administración particular” pero sin reconocimiento internacional. No sería una “selección nacional vasca” real y completa.

Otra cuestión es que a determinados sectores que se reclaman del bizkaitarrismo histórico les gustaría que Euskadi fuese una realidad que englobara, no se sabe en muchos casos con qué categoría política, al conjunto territorial y humano conocido bajo el lema “zazpiak bat”. Pero eso, hoy, no constituye una realidad política a nivel internacional. Por lo cual la denominación “Euskadi” es una denominación, cuando menos, ambigua.

Por otro lado, una selección en la que estuvieran presentes jugadores de todo el país vasco -por cierto ¿incluyendo la diáspora?- más que otra cosa debería ser “selección de Euskal Herria”; selección de un pueblo sin estado, sin expresión política efectiva a nivel internacional. Sería una selección vasca “descafeinada” desde el punto de vista político.

A nivel internacional la única estructura política consistente, y del mismo nivel que las de otros estados europeos, ha sido la del reino de Navarra. Arana Goiri consideró, con razón, la insuficiencia del término Euskal Herria para designar políticamente Vasconia, por lo que “inventó” Euzkadi. Arana tampoco se percató de que himnos, banderas y otros símbolos capaces de representar la nación política de los vascos ya existían desde mucho tiempo atrás. Eran los del Estado de Navarra.

La aportación principal de Arana fue el plantear que los vascos no éramos ni españoles ni franceses, que éramos sencillamente vascos y que nuestro país era una nación. Eso, en el contexto europeo en que se planteó, equivalía a reivindicar la independencia nacional de Vasconia. Este planteamiento está en su “haber”.

Pero también hay que reflexionar sobre su “debe”. Arana Goiri entendió perfectamente que había que dar un nombre a la Vasconia política, o una denominación política Vasconia, que tanto da, ya que era necesario hacerlo tras su principal aportación. Inventó, en dura polémica con Campion, el neologismo Euzkadi, cuando esa realidad con nombre, como ya se ha dicho, era Navarra.

Navarra es la denominación política de Vasconia y es el Estado independiente que muchos deseamos. Sentado lo anterior, tenemos que preguntarnos: ¿a qué aspiramos? Si solamente pretendemos seguir siendo una “etnia” o un “pueblo” (en vías de extinción, como “reserva india”, añado) podemos llamarnos Euskal Herria, pero si aspiramos a un reconocimiento internacional como Estado, en Europa y en el mundo, nuestro nombre debe ser Navarra.

El problema fundamental seguirá sin resolver. Se trata de responder honestamente a la pregunta ¿podemos tener una selección nacional de fútbol de verdad, sin ser una nación “normal”, sin tener un Estado propio? Me temo que en nuestra situación actual, y dominados por estados como España y Francia, la respuesta sea la negativa.

En el fondo es la misma cuestión que se plantea cuando se habla del porvenir del euskara y de nuestro patrimonio en general o de la defensa efectiva de nuestros intereses en el mundo. El “problema” vasco es un asunto internacional cuyos orígenes se encuentran en los planes expansionistas y dominadores de Castilla-España y Francia, es un problema originado por ambos estados. Mientras no solucionemos democráticamente ese contencioso, mediante la consecución del propio, el resto de problemas permanecerán enquistados y sin otra salida que la absorción incondicional en los de nuestros actuales ocupantes. Eso sí, tras muchos sacrificios y sufrimientos; inútiles al final.

Creo que ya es el momento de que todos nos pongamos manos a la obra. Más vale tarde que nunca.

14 noviembre 2008

LOLO RICO NO, LOS DEMÁS TAMPOCO

“¿Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y yo no me dé cuenta?” es el largo título de las memorias escritas por Lolo Rico y recientemente presentadas en Koldo Mitxelena de Donostia.

La lectura del título no te produce esa sensación de paso rápido del tiempo, es una frase algo morosa y si algún efecto produce, por lo menos a mi como lector, es un tránsito tranquilo y más bien premioso, aunque agradable. No obstante, y en líneas generales, la obra es de lectura fácil, por lo menos para mí, según trato de contar a continuación.

Todos los libros, más los que describen vivencias y situaciones personales, producen en quien los lee efectos mediados por sus propias vivencias y situaciones. Las memorias de Lolo Rico supongo que entran en este planteamiento general. Yo, desde mi perspectiva particular, me he sentido cómodo y compartiendo vivencias tanto en sus fases iniciales como en el final.

He notado un valle en su parte central. No he sido capaz de percibir “vida” en la descripción de sus relaciones con Rosa Chacel y para mi ha supuesto una lectura distante. Con relación a su militancia en un determinado partido político, sí he captado, por el contrario, ilusión. También en el modo de narrar su participación en TVE, en “La Bola de Cristal”, se expresa algo más que ilusión, se manifiesta su realización personal en un trabajo hecho a conciencia.

En cualquier caso, lo que más me ha gustado de sus memorias y yo diría casi emocionado, es el relato de la relación con su padre. Desde la distancia de una persona ideológicamente lejana, pero afectivamente inmediata; desde la perspectiva de una relación incompleta y que, cuando ya es imposible por su ausencia, se buscan modos alternativos de llenar; desde esa querencia paternal casi única, ya que ni madre, ni hermanas, y menos marido, plantean para Lolo un afecto semejante, encuentro en sus memorias algo muy profundo y que me ha conmovido realmente.

En otra perspectiva, son sus hijos los que han dado un sentido afectivo, real y práctico, a su vida y este aspecto queda muy bien reflejado, pero sin la hondura de la relación con su padre.

Como ya he dicho antes, en trabajos de este tipo sobre todo, hay una interacción muy fuerte entre el autor y el lector. Dentro de que Lolo escribe muy bien y, repito, el principio y el final son, en mi opinión, literariamente muy buenos, donde me ha llegado hondo es en la expresión de su amor filial, por su padre, de derechas claro está.

Los demás, yo por lo menos, tampoco nos enteramos, no nos damos cuenta, de cómo pasa todo. De que pasa tan rápido. Un vértigo. ¡Ah! Y mi padre murió en 1995. Ayer.

10 noviembre 2008

ENTREVISTA EN KAZETA NABARRALDE

Luis Mª Mtz Garate es un escritor insólito, al que hay que conocer de cerca. Culto, lúcido, penetrante, didáctico y directo en su exposición. Pero hay que seguirle en corto en su andadura, porque no se anima a dar el salto a la escritura pública. Apenas se le conoce obra escrita, a pesar de la profundidad de sus análisis sobre la realidad vasca. Con Nabarralde ha publicado una reflexión imprescindible sobre el paradigma navarro, el modelo de interpretación que necesitamos para abordar nuestro particular nudo gordiano (Haria 26. Nabarralde).

- Cuando hablas del paradigma navarro, ¿puedes resumir esquemáticamente lo que significa?

En mi opinión, a lo largo de la historia, e incluso actualmente, hay tres modelos, es decir tres paradigmas, para interpretar la realidad de Vasconia. Esta interpretación tiene mucha trascendencia, ya que no sólo hace referencia al "modo" de explicar nuestro pasado sino, sobre todo, de la forma de proyectarnos como sociedad hacia el futuro.

Nuestro país fue visto por la mayor parte de nuestros historiadores clásicos, como Garibay, Larramendi y otros entre los que se puede incluir incluso a Moret, a través del paradigma foral. Los carlistas del siglo XIX y principios del XX fueron sus principales valedores políticos e incluso esgrimieron las armas en su defensa. En dicho paradigma, aunque no se niega la existencia de algunas conquistas, como es el caso de la de 1512 sobre Navarra, afirma que su "superación" siempre ha tenido lugar a través de "pactos". Bizkaia, Araba y Gipuzkoa "pactaron" de igual a igual con el reino de Castilla su sistema foral propio. De modo análogo lo hizo lo que quedaba de Navarra, con ese nombre, a partir de 1512; fue, afirma dicho modelo, una unión "aeque principaliter", un pacto "entre iguales". Esto tiene una enorme trascendencia, ya que quienes así lo plantearon, y siguen planteándolo hoy, buscan para el futuro de nuestra sociedad un esquema análogo. En el mismo se encuentra, por ejemplo, la propuesta Urkullu-Imaz de un nuevo “concierto político" con España.

Tras las derrotas sufridas por nuestro país en las guerras decimonónicas y la nueva perspectiva del hecho nacional como factor renovador de la política en Europa, Arana Goiri planteó un nuevo paradigma. En su visión, nuestro país era representado como una nación en el pleno sentido de la palabra. Según Arana, los vascos no somos ni españoles ni franceses, somos simplemente "vascos", con todo lo que implica de necesidad de reconocimiento internacional y de capacidad de acceso a una independencia real de España y Francia. La perspectiva de Arana Goiri fue un importantísimo salto cualitativo con relación a la foral. No obstante, tuvo tres aspectos que supusieron para ella un lastre de gran importancia: la primera consistió en una aceptación parcial del paradigma foral, ya que, por un lado, seguía manteniendo la visión "pactista"; por otro, que aceptaba siete territorios históricamente independientes entre sí como base del país y, por último y muy fuertemente unido a lo anterior, la necesidad de encontrar una denominación política para el país de los vascos, de Euskal Herria (literalmente, "pueblo vasco", "pueblo del euskara"). Sabino Arana Goiri inventó un nombre, Euzkadi, sin percatarse de que los vascos, desde hacía ya muchos siglos, teníamos una denominación política, la de su Estado histórico: Navarra. Concediéndole el "beneficio de la duda", voy a suponer que fue por simple ignorancia de nuestra historia o por su conocimiento parcial y sesgado aprendido a través de los historiadores españoles. Puso como "centro" del país a Bizkaia , tal y como correspondía a su vigor económico en aquella época, por eso lo he denominado como "paradigma bizkaitarra".

El tercer paradigma, pienso que viene a corregir los fallos de los planteamientos de Arana Goiri. Por un lado, consiste en afirmar que en el País Vasco-Navarro nunca hubo "pactos" sino que hubo conquistas, ocupaciones y dominación extranjera. La teoría de los pactos procede de la forma de encontrar un "acomodo", por parte de las élites vascas dominantes en su época sobre todo, en la política castellana de los siglos XVI al XVIII. El momento en que este estatus "hace aguas" coincide con la época en las que las monarquías absolutistas como Francia y España intentan dar el paso al estado moderno, desde su perspectiva unitaria. La imposibilidad del mantenimiento del "paradigma foral" da lugar a las guerras carlistas. De nuestra derrota en las mismas, surge Arana Goiri y el "paradigma bizkaitarra". Vistas sus limitaciones y su no superación real, práctica, de la perspectiva foral, según se desprende con nitidez del modo de hacer política de sus herederos (pnv y eta, fundamentalmente), surge la necesidad de un nuevo paradigma. Se trata del "paradigma navarro". En primer lugar, como ya he dicho antes, no hubo "pactos" hubo conquistas y ocupaciones sobre un Estado que existía y tenía todos sus atributos a nivel internacional; era el Estado de los vascos: el reino de Navarra. 1200, 1461, 1512-24, 1620 son fechas de conquista y dominación por parte de los estados "vecinos", Castilla y Francia. Si añadimos 1841 y 1873, tendremos casi todas las fechas de minoración y sustitución institucional en Vasconia.

Navarra es la máxima estructura política de la que se ha dotado el pueblo vasco a través de su historia. Es el soporte histórico del nuevo paradigma. Pero hay más: la perspectiva mundial del momento presente, con la globalización y la crisis, con la Unión europea, la OTAN y otras alianzas y con todos los tipos de conflictos que se encuentran en activo hoy en nuestro planeta, se percibe como una exigencia que nuestra participación democrática en todos los foros internacionales sea hecha con voz propia, con nombre y apellidos, como sujeto político, como Estado independiente. Nuestra existencia, feliz a ser posible, como seres humanos, el ejercicio democrático de nuestra ciudadanía, con su lengua, cultura y patrimonio en general, garantizado, con sus perspectivas de futuro, pienso que exigen nuestro acceso a la situación estatal. Y ese Estado, opino que no puede tener otro nombre que el de nuestro Estado histórico, debidamente actualizado: la República de Navarra.

El “paradigma navarro” no surge de la noche a la mañana se va gestando en un proceso bastante largo cuyo origen posiblemente esté en la personalidad de Xaho, pero que se desarrolla durante el siglo XIX con la “Sociedad Euskara de Navarra”, con Arturo Campión como figura más significativa. Son muy importantes las aportaciones de Anacleto de Ortueta, Pierre Narbaitz y, por supuesto, Tomás Urzainqui, Mikel Sorauren y las reflexiones de la sociedad Iturralde. Nabarralde surge como un medio, un instrumento, para promocionar este mensaje.

-¿Navarra ha sido tan importante para la sociedad vasca, hasta el punto de que un proyecto de libertad y de futuro pase ineludiblemente por ella?

Creo que en la respuesta a la anterior pregunta se encuentra una perspectiva bastante clara de lo que ha supuesto Navarra para Euskal Herria. Son dos caras de la misma moneda: Euskal Herria fue capaz, como pueblo, de construir un Estado: Navarra. Navarra, como Estado, supuso la garantía para la pervivencia de Euskal Herria, el pueblo vasco, el pueblo del euskara.

Los procesos de realimentación positiva (o negativa según los casos) entre "pueblo y estado" y "estado y nación" han sido muy bien estudiados. Nuestro principal problema consiste, tal vez, en que cuando este proceso de realimentación, sobre todo en la fase de máxima intensidad de "nacionalización" del estado sobre sus territorios, en los siglos XIX y XX, el nuestro estaba ocupado y casi destruido. Y caemos en la órbita española o francesa y en sus “amables” procesos de “nacionalización”.

Sin Estado propio difícilmente recuperaremos un estatus normalizado para el euskara, para nuestra cultura o para cualquier otra faceta de nuestra vida social, económica o lúdica. Bien sé que no es una condición suficiente, pero creo que si tenemos la voluntad y fuerza social suficiente para recuperarlo, la vamos a tener también para normalizar nuestras propias "señas de identidad", como es el euskara o como puede ser la revitalización de nuestra "cultura política".

En pura teoría, es planteable la exigencia de un Estado propio (necesidad ineludible en el mundo actual como ya he dicho) sin avales históricos. Pero me resultaría muy difícil de entender que quienes pudieran defender tal situación, hicieran "tabla rasa" de nuestro Estado histórico. Un Estado que, además, tuvo unas características muy especiales y avanzadas con relación a otros de su entorno y época. Además, un Estado que fue pionero en el proceso, interrumpido violentamente, de "nacionalización" de su territorio, como se produjo, por ejemplo, con la promoción literaria de la lengua propia, en el siglo XVI, desde sus máximas instituciones. Sería dilapidar un capital valiosísimo. Máxime cuando el tipo de conquistas y ocupaciones que ha sufrido nuestra nación no prescriben, en el campo del Derecho Internacional, mientras quienes las han padecido sigan reivindicándolas.

Por todo ello, me producen un enfado especial situaciones en las que un señor como Ibarretxe con su responsabilidad "institucional", española sí, pero como "vasco" en el Congreso de los Diputados de España, es incapaz de responder a la objeción de que "los vascos no han tenido nunca un Estado". ¡Qué fácil es la respuesta!, pero ¡qué difícil de verbalizar se le hace a Ibarretxe o, en general, a todo su entorno político!

-¿Puede la historia ayudarnos a interpretarnos, a comprender nuestra realidad y nuestros problemas?

Es un elemento clave. Todas las naciones del mundo que disfrutan de su Estado propio lo hacen cotidianamente y sin que apenas se note. Más todavía si esos estados están en fase de "aculturizar", en todos los sentidos, a naciones ocupadas por ellos y asimilarlas. Ellos no dudan en utilizarla, es más, se sienten obligados a hacerlo, al mismo tiempo que a nosotros nos insinúan, de modo melifluo pero completamente hipócrita, que "eso de la historia está superado", "no conduce más que a exacerbar odios étnicos" y otras lindezas intelectuales. Mientras tanto, ellos siguen celebrando su "reconquista contra los moros", su 1492 con conquista y exterminio de indios incluidos, su guerra de la "independencia" por un lado; sus "antepasados los galos", su Juana de Arco, su "revolución" o su "gloriosa resistencia al nazismo", por el otro. Desde cualquier estado constituido y ejerciente se cultiva la "identidad" de sus ciudadanos, pero sólo en tanto en cuanto coincide con los intereses de la nación dominante (en nuestro caso España o Francia). La de los dominados como catalanes, bretones, vascos y tantos otros es, sencilla y llanamente, "etnicismo".

A través de la historia somos capaces de comprender el proyecto político de Castilla, seguido posteriormente por su sucesora política, España, de dominación estratégica de la Península Ibérica. Percibimos con nitidez todos sus intentos para lograr nuestro aniquilamiento. También se pueden encontrar atisbos de esperanza y excepciones en su proceso asimilador como lo fue la independencia de Portugal a mediados del siglo XVII.

-¿No corremos el peligro de quedarnos como la mujer de Lot, convertidos en estatua de sal por mirar demasiado hacia atrás?

El "Angelus Novus" de Klee simboliza para Walter Benjamin precisamente este proceso. El "ángel" mira hacia atrás, pero se encuentra arrastrado por un fuerte viento, un torbellino, hacia el futuro. Mirar atrás puede ser, efectivamente, un acto de "autogratificación colectiva" o de "autocomplacencia". Pero no es ese nuestro caso. Pienso que tenemos que saber nuestra historia sobre todo, porque en su conocimiento no hay "lugares vacíos". Los mimbres que no pongamos nosotros, desde nuestra perspectiva de vencidos, los van a poner los vencedores y serán, como también dice Benjamin, doblemente vencedores: en el proceso histórico y en su reconstrucción.

Para no volver a ser derrotados tenemos que construir nuestro propio discurso, tanto o más válido del que han elaborado quienes nos han dominado. Será, obviamente, muy diferente del suyo, corresponderá a la perspectiva de los dominados y colaborará en la toma de conciencia necesaria para lograr la emancipación. En el fondo será mucho más valioso para el conjunto de la humanidad.

Además conocer nuestra realidad histórica sirve para reafirmar la propia autoestima como sociedad y este es un factor de rearme social de primer orden para el logro de nuestra emancipación.

-¿Cómo podría abordarse un equilibrio territorial interno que integrara las diversas marchas con que avanza, en sus distintos núcleos o zonas, norte, sur, este, oeste, la comunidad vasca?

Esta es una pregunta para "matrícula de honor" y no sé si me la merezco. Creo que no, me conformo con aprobar. Intentar una respuesta medianamente válida es todo un reto; acertar, casi un imposible.

Históricamente el polo central, el núcleo político de Vasconia, se ha ubicado en su Estado, Navarra. Con el agotamiento, por asfixia provocada, del sistema foral, la Navarra que seguía manteniendo tal nombre fue el elemento humano y territorial básico en el soporte de las guerras carlistas. A partir de las derrotas fue, sin discusión, el territorio que más sufrió. La sensación de derrota colaboró con la derrota real, en un proceso de realimentación negativa, sobre una población y un territorio inermes. El euskara retrocedió demográfica y territorialmente a nivel de vértigo en su geografía. La "decadencia" de esa parte de Navarra que seguía llamándose "Navarra" fue abrupta en todos los sentidos. Una consecuencia de tal situación fue su participación masiva, vía carlista, en la sublevación militar de 1936. Es evidente que en ese año no era una sociedad "homogénea", ya que constituyó el único territorio del Estado español que no teniendo frente de guerra produjo la “friolera” de 4.000 asesinatos "legales". Creo que la actual situación política de lo que los españoles denominan en la organización política y administrativa de su Estado como CFN sufre intensamente sus consecuencias.

A este proceso de hundimiento acompaña, en los finales del siglo XIX, el auge vizcaino. El hierro de Bizkaia se erige en nodo de un crecimiento económico muy fuerte. Bilbao se encuentra controlado por una clase burguesa que es realmente rica. Y eso se manifiesta en su estructura urbana, en sus edificios y en su nivel cultural. A la decadencia del polo "navarro" se une el auge del polo "vizcaino". El análisis profundo y centrado, desde la propia perspectiva vasca, del crecimiento industrial y financiero de Bizkaia en esa época requeriría muchas tesis doctorales. Muchas. El polo de crecimiento vizcaino (ojo, no digo bizkaitarra) se encuentra completamente asimilado a la evolución económica y política de la oligarquía dominante en el Estado español y sus intereses nacionales son totalmente españoles. Esto se manifiesta claramente en su activa participación en la sublevación militar-fascista de 1936. El bizkaitarrismo, Arana Goiri, pienso que surge como una rama lateral de este auge económico, aunque sea una rama con mucha fuerza social en la Bizkaia profunda, rural, pero bastante poco atractiva desde el punto de vista del análisis histórico y político. De hecho, no se produce la eclosión de una burguesía nacional propia en Bizkaia en aquel momento y donde surge, bastantes años después, es en Gipuzkoa y con base en empresas de tamaño pequeño y medio. Esta estructura social, ya industrial, sí dio soporte a un determinado tipo de "nacionalismo vasco", pero que básicamente asume también los postulados de Arana Goiri.

Hay algunos autores que a partir de la crisis del polo "navarro" y el auge del "vizcaino" han hablado una "bipolaridad vasca". En cierto modo pienso que tienen razón. Lo que sucede es que no se puede confundir esa perspectiva "vizcaina" con el "bizkaitarrismo". Aunque hoy en día determinados sectores del mismo, como por ejemplo el alcalde de Bilbao y el diputado general de Bizkaia, más parecen haberse integrado en ese mundo "vizcaino", que no "bizkaitarra".

A mi entender, sí existe una cierta polaridad en nuestro país. Bizkaia y Navarra son sus expresiones más comunes. Pero para que una de las partes fuera realmente "Bizkaia" tendría que entrar en una perspectiva "nacional" vasca de verdad y eso no lo veo nada claro. En el territorio de Bizkaia existe una gran fuerza social que la apoya, desde su perspectiva "aranista", por supuesto. Pero ahí existe una batalla que no sé hasta que punto se está disputando; por lo menos en el campo político no se percibe fácilmente. Los clásicos intereses de lo que se llamaba la "oligarquía bilbaína", hace mucho tiempo que pasaron al control "público" del Estado español (Iberduero, otras muchas empresas, los bancos etc.). Hoy existen muchas realidades económicas y sociales que, debido al clientelismo de quienes gobiernan en la CAV, da la sensación de que están bajo control "vasco". Sobre estos elementos habría que trabajar fuerte, en profundidad. El polo navarro supone la expresión simbólica de nuestro conflicto secular. Sin su adecuada comprensión nunca llegaremos a percibirnos como nación en el pleno sentido de la palabra. El polo navarro, ya es tópico, representa su base territorial y estratégica fundamental.

Necesidad ineludible es, en mi opinión, que con toda esta ingente cantidad de material en forma de cuestiones históricas y de perspectivas de futuro: de ordenación del territorio, de sistemas educativos, etc., algo debemos hacer. Pienso que el objetivo de la consecución de un Estado propio, como ya he dicho antes, es estratégicamente el primero y sin el que el resto quedan diluidos, se pierden. Bien sabemos que sin los polos o ejes económicos de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba nuestro país tiene un futuro incierto en Europa y en el mundo, pero también sabemos que sólo con eso tampoco lo tiene.

Nuestro pueblo, en sus manifestaciones sociales, muestra en todo momento y por todas partes su unidad básica. En el fondo, expresa la cultura política recibida por la "nacionalización" que realizó su Estado histórico, el reino de Navarra, bien directamente o bien, de forma indirecta, a través del "sistema foral" vascongado, procedente del mismo o con un origen similar. Las expresiones espontáneas de su capacidad de autoorganización son una manifestación de esa "cultura política". Ikastolas, cooperativas, iniciativa empresarial o, incluso, los movimientos antimilitaristas, son algunas de las manifestaciones que, desde mediados del siglo pasado, lo confirman.

En esta estrategia deberemos hilar muy fino para concertar intereses hoy aparentemente divergentes con el mismo objetivo. Tendremos que buscar modos de complementar nuestras realidades actualmente dispersas o, incluso, contrapuestas, definir apoyos mutuos y la capacidad interna de enriquecernos con nuestras experiencias. Yo creo que parafraseando al victorioso presidente Obama: “bai, guk ahal dugu!”