La primera noticia que salta por la radio, tras llegar a casa esta noche, consiste en la "ejecución" del tristemente famoso proceso 18/98. Antes de dictaminar la sentencia los inculpados son detenidos y enviados a la cárcel. Aun sin tener conocimiento completo de la misma ya "se sabe" que las condenas van a superar, en algunos casos, a las peticiones del fiscal.
Para quienes hemos defendido desde hace mucho tiempo la tesis de la radical ausencia de democracia en el actual régimen político que impera en el Estado español, legítimo sucesor del franquismo, esta sentencia ejecutada sin ser conocida no supone una gran sorpresa.
Todas las circunstancias que rodean el hecho corroboran la tesis y la amplian. A la falta de pruebas y al conjunto de anomalías que presidieron los meses de juicio se une la actuación final. En su conjunto, la farsa expresa con claridad la estructura profunda del Estado español. No se trata sólo de la sumisión de su "poder judicial" al "ejecutivo" que es realmente policiaco; se trata de algo más profundo: su carácter totalitario.
Se ha afirmado que el imperialismo es especie del totalitarismo. El imperialismo que desde siglos ejercen España y Francia sobre Vasconia se ha expresado de forma "clara y distinta" en estas actuaciones. El totalitarismo ha ejecutado de forma radical la aniquilación de quienes se oponen al mismo.
Se puede, y se debe, protestar en la calle y con voz muy alta, pero pienso que sobre todo es momento de volver a plantear la urgente necesidad de alejarnos cuanto antes del Estado que practica tales desmanes. La constitución de la República de Navarra, como Estado en Europa y en el mundo, aparece como condición necesaria para que nuestro pueblo acceda a una situación democrática. La cultura política de la única estructura política soberana creado por los vascos, el reino de Navarra, es una base firme para su construcción.
La democracia exige que nos vayamos ya, y nuestra dignidad también.
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