22 septiembre 2020

¿VOLVEREMOS A VENCER?

La presentación en Vilaweb (2020/09/08) del libro “Tornarem a vencer (i com ho farem)”, traducido al español “Volveremos a vencer (y cómo lo haremos)”, escrito a cuatro manos por Oriol Junqueras y Marta Rovira y presentado como la vía que preconiza ERC para alcanzar la independencia de Cataluña, me ha llevado a las consideraciones que expongo a continuación.

Roger Torrent, actual President del Parlament de Catalunya, comenzó el acto con una conocida frase de Joan Fuster: “Toda política que no hagamos nosotros será hecha contra nosotros”. Una gran frase, y cierta por lo menos en el caso de que nosotros “hagamos política”. Y aquí, ya, me entra la duda. ¿ERC propone actualmente “hacer política”? Mi respuesta es: no, o, por lo menos, no una politica propia en el sentido de Fuster. Y lo razono.

Me da la sensación de que ERC tiene una visión plana de lo que es política. Se queda en un electoralismo de corto alcance Estoy seguro de que muchas personas en ERC tienen una idea más cabal de lo que es, pero el aparato que actualmente dirige el partido, diría que no.

Esto tiene varios aspectos. El primero consiste en que, según ellos, el proceso político se basa en las elecciones. Se asume su valor “democrático” en el contexto actual, sin poner en cuestión el sistema de dominio del Estado español sobre los Países Catalanes, Navarra-Euskal Herria, etc., ni su corrupción estructural y la participación que tienen en ella los partidos políticos que sustentan el Régimen del 78.

El segundo, es que tienen una visión muy “estática” de lo que es la política, hacen equivaler los resultados electorales al concepto de “relación de fuerzas sociales” y, también, confunden la idea de “hegemonía” con la del triunfo electoral. Son, ambos, conceptos de largo alcance, pero muy devaluados por ERC. La política debe basarse en un análisis que perciba la realidad en su conjunto: estados de opinión, reivindicaciones de calle, encuestas, resultados electorales, movilizaciones sociales, propaganda, artículos en prensa, twitters, muros de Facebook. Todos ellos están, por supuesto, sesgados hacia alguna postura, empezando por la de los que callan. De lo que se trata es de percibir si existe un hilo conductor que indique una tendencia.

Sobre la política inciden muchos factores, todos relacionados con el poder. El poder en mayúsculas, el de los estados, las grandes corporaciones y empresas, organismos internacionales… pero también los de los movimientos sociales, sin olvidar los micropoderes, que funcionan sin notarse como son las reglas familiares y sociales en general y del modo básico como opera el nacionalismo banal.

La relación de fuerzas sociales es un factor profundo y marca la tendencia del conflicto. Los partidos políticos o los sindicatos responden a los valores de alguna de las fuerzas en presencia, pero no representan plenamente los intereses en juego, sobre todo en el caso español en el que están controlados por la burocracia y subvenciones estatales de todo tipo.

El tercero sería el olvido que manifiesta el aparato de ERC de la jerarquización de las contradicciones sociales, reflejadas a partir de los diversos intereses en presencia. En cada momento, dado un sistema politico, hay que tener en cuenta cuál es la contradicción principal, frente a las secundarias. Sólo así se puede incidir en ella a la hora de afrontar estrategias, coaliciones, incluso tácticas a corto plazo. Se propone constituir lo que, según Gramsci, se denomina un bloque histórico. Éste es otro concepto notable, que poco tiene que ver con las alianzas de los partidos políticos al uso. Va alineado con la idea de hegemonía, como expresión de una forma de percibir el conflicto y su posible solución, con independencia de las fuerzas organizadas burocráticamente,   

Si nos ceñimos al caso de Cataluña dentro del Estado español, la contradicción principal, definida por el propio Estado, se produce entre el movimiento independentista y las fuerzas partidarias de mantener el “estatus quo”, que podemos describir como “Régimen del 78“, continuador del franquismo, para abreviar. Es la contradicción que más duele al aparato del Estado y sus intereses. De acuerdo con esto, la “relación de fuerzas sociales” se expresa hoy en Cataluña, en el conflicto entre los partidarios de la independencia, -movimientos y asociaciones de todo tipo, grupos de presión, medios de comunicación,  sindicatos, partidos politicos, incluso individuos- y quienes defienden el mantenimiento de la unión con España dentro de su Estado y con el apoyo de todo su aparato.    

Una de las mayores aportaciones del Proceso (desde las primeras votaciones en Arenys de Munt en 2009) ha sido conseguir que la hegemonía social en el Principado estuviera en manos del independentismo. Y aquí entra en juego uno de los principios estratégicos de base, que consiste en avanzar siempre sobre los llamados datos adquiridos. No se debe insistir en refrendar datos ya consolidados. Hay que avanzar sobre ellos, con objetivos cada vez más ambiciosos de cara al objetivo, la independencia. En Cataluña se han hecho múltiples consultas; muchas, inicialmente, a  nivel local, como las comenzadas en Arenys de Munt -ya citada antes- en 2009, y, posteriormente, dos más en todo el Principado: la de Artur Mas en 2014, tolerada por el Régimen, y el 1-O de 2017 sañudamente perseguido y castigado. Su desarrollo y resultados dejan a las claras cuál es la relación de fuerzas y dónde se ubica la hegemonía en Cataluña. Es ocioso seguir dando vueltas a la rueda del hámster. Las fuerzas unionistas ponen en cuestión permanentemente estos logros, pero son maniobras distractivas.

Cuando una nación dominada consigue adquirir unos datos, asumidos por su parte (más) activa desde el punto de vista político, y conforma una perspectiva propia de ver su nación y el mundo en general, se constituye en sujeto político, condición necesaria para su emancipación. Este grupo cohesionado y hegemónico concreta el núcleo de la nación, es su mayoria cualificada. Liderará la lucha por su liberación, por su constitución en Estado. Y es, precisamente, ese conflicto, esa lucha, la que con su movilización social (y no con la pasividad del “puerta a puerta” o el “buen gobierno autonómico” que propone ERC) frente al Estado podrá ampliar la base de verdad y constituir un movimiento imparable capaz de consolidar la independencia. Se trata de entrar en una espiral virtuosa, que se amplía en su propio movimiento.

Hay otro asunto que conviene recordar y que en política (la de verdad) es muy importante. Es la clásica dialéctica entre fines y medios. Es un engaño grave, afirmar que se busca un fin –la independencia- cuando los caminos que se siguen van en sentido contrario. ERC dice que persigue la independencia como fin, pero todos los “medios” que utiliza son los que le ofrece el (escaso) marco autonómico del Estado español. Los medios que emplea son los que determinan sus fines. El resto es una farsa.     

En resumen, ERC plantea un independentismo mágico alejado por completo del análisis de la realidad social y basado exclusivamente en la buena voluntad de las personas, su capacidad de sacrificio por la causa y… los resultados electorales. No es fácil saber si ese posicionamiento de su aparato responde a unos intereses limitados de quienes lo controlan, pero es constatable que sólo lleva a sostener el Régimen del 78. Y dentro del mismo… lasciate ogni speranzza…