Con
motivo del proceso que se conoce como Vía
Catalana, el gobierno del Estado español, más concretamente su ministro de
asuntos exteriores García Margallo, ha enviado a todas sus embajadas y
delegaciones fuera de su territorio un escrito de unas 200 páginas titulado “Por la convivencia democrática”. Es un
texto largo en el que se trata de argumentar la posición española frente a los
intentos actuales de emancipación y logro de la independencia del Principado de
Cataluña.
Se
trata de un texto centrado sobre la situación catalana y sus relaciones
históricas y actuales con España, pero no puede eludir el entrar en los asuntos
generales relacionados con el derecho de autodeterminación, el “derecho a
decidir” o el “principio democrático”. Muchas cuestiones de las planteadas, la
mayor parte, se hacen de forma falaz y sesgada a favor de los intereses de la
potencia imperial que, en el caso presente, es España.
Como
nuestra nación se encuentra subordinada al mismo Estado que Cataluña, es
interesante analizar cómo se plantean en dicho documento alguno de estos
conceptos generales y cómo, frente a la interpretación española, es necesario presentar
el punto de vista de la teoría política y social aceptada comúnmente por los
estados democráticos. De este modo podemos adquirir las armas ideológicas necesarias
para oponernos a sus pretensiones asimilacionistas.
Con
independencia de que otras personas y en otros foros planteen las críticas al
entramado político conceptual del citado documento, así como a sus soportes
históricos y económicos, me voy a centrar en un punto casi escogido al azar
pero que es un ejemplo paradigmático de la posición española.
Afirma
el manifiesto del ministro español de exteriores:
El concepto
de principio democrático se vale de un adjetivo, "democrático", para
presentarse como inatacable. Lo cierto es que la democracia es, esencialmente,
diálogo, pacto, acuerdo. Cuando se propone una acción política que lo que
persigue es el fin del pacto, del acuerdo, que es en lo que consiste la convivencia
es impropio hablar de un principio democrático.
El .que
niega un principio democrático por lo tanto, no es el gobierno de España; el
que lo niega es el separatismo que niega el principio de la concordia y de la
convivencia que es la columna vertebral de la democracia. E! gobierno de España
no rechaza, sino que apuesta por la convivencia, aquella que rechazan los
independentistas; cree en el valor del diálogo y de la palabra y no en el de las
decisiones unilaterales; el núcleo central de la vida política española fomenta
la solidaridad, frente a la insolidaridad del independentismo.
La
realidad de España es todo lo contrario de “diálogo, pacto, acuerdo”. Es intransigencia,
conquista, imposición. Lo que ellos llaman “nación española” es el resultado de
una serie histórica de ocupaciones militares, destrucción de las instituciones
sociales y políticas de los territorios sometidos, supresión de las lenguas
propias, discriminación y aculturación general. Cuando no destrucción de sus
propias poblaciones comenzando por los guanches canarios, tierra desde la que
escribo este texto.
El
único principio democrático para una nación sometida es el de su libertad, su
independencia. Ese es el contenido real del “derecho de autodeterminación” y no
el de un hipotético “derecho a decidir” en la votación de un “referéndum”
organizado por un sistema político cuyas funciones principales son: impedir la
existencia normal y pacífica de las naciones subordinadas al mismo, destruir
sus lenguas y culturas y su explotación económica en favor de la metrópoli.
Todo ello montado bajo el control del conjunto de instituciones, armadas y sin
armar, del Estado opresor.
Nuestra
primera liberación es la mental, la de las categorías con las que percibimos el
mundo y actuamos en el mismo. El uso de las palabras no es inocente. Lo mismo
que no podemos decir impunemente: “aquí en España” o llamar “gabachos” a
nuestro connacionales de Lapurdi, tampoco podemos decir con responsabilidad que
estamos en un régimen democrático, ni normal. Nuestra única normalidad es la
independencia de España y Francia. La única democracia, la que construyamos
nosotros desde nuestro propio Estado. Ese es nuestro “principio democrático”.Todo
lo demás es marear la perdiz, ocultar la realidad de nuestro sometimiento y, en
suma, colaborar con la dominación.