Es
una de las frases más utilizadas por el periodismo español desde principios del
siglo XX. Ha sido atribuida, de manera apócrifa, a distintos escritores de la
primera mitad del dicho siglo, entre ellos el propio Baroja. La realidad
corresponde a la respuesta de un escritor de origen vasco, Pedro Mourlane
Michelena (Irun 1885), a otro, del mismo origen, Jacinto Miquelarena (Bilbao,
1891) a raíz de una anécdota banal narrada por el segundo.
Para
esa especie de “regeneracionismo” español, cercano a los “jóvenes nacionalistas”, neofalangistas de podrían llamar con más propiedad, que
reinventó el PsoE a partir del Congreso de Suresnes en 1974, ha sido una especie
de latiguillo aplicado con profusión por medios cercanos, como El País, en
referencia al suyo, a España. Constituye una especie de resignación idealizada,
de consuelo imposible, ante la pobre y triste realidad hispana.
Curiosamente,
ambos, Mourlane y Miquelarena, se unieron al círculo que Rafael Sánchez Mazas y
Ramiro de Maeztu habían formado en torno a José Antonio Primo de Rivera.
Constituyeron el núcleo inicial de Falange Española. Ambos participaron en la
redacción de la letra de su himno, el “Cara al Sol”. El compositor de su música
fue Juan Tellería. ¡Qué país!, habría que decir, pero ya en referencia al
nuestro.
Y
en esas estamos, ¡qué país!, en el que entrar en una confrontación de ideas, de
propuestas, de vías de solución democrática, de hojas de ruta…, parece una
misión imposible. Se utiliza todo tipo de recursos para eludirlo. Vivimos en un
país en el que reinan las camarillas, se imponen las consignas, impera la
burocracia… Pero no se debate. Si quien sostiene algo es de mi convento, pues
¡adelante con los faroles!, y, si es de otra cuerda ¡leña al mono! O, lo que es
peor, el menosprecio, el vacío más absoluto, el silencio.
En
algunas ocasiones, cuando se exponen posiciones razonadas en defensa de
determinadas opciones o como crítica de otras, y hay grupos o personas a
quienes no gustan, es decir que no están de acuerdo con lo dicho, en lugar de
exponer argumentos a la contra siempre surge algún cretino que emplea el
insulto, la descalificación personal, el ataque “ad hominen”.
Y
todo esto sucede en una situación histórica de grandes cambios y crisis. A
nivel mundial la crisis financiera y la recesión siguen sin ver salida. La
crisis energética, con la espada de Damocles del peak oil pendiente sobre nuestras cabezas –“velad pues no sabéis ni
el día ni la hora”-. La crisis generalizada del Estado español, con su
corrupción estructural a niveles cada vez más visibles; con Cataluña en
vísperas de un proceso de independencia, con una tasa de paro inasumible por
cualquier Estado que pretenda garantizar los mínimos servicios de sanidad, educación,
pensiones, etc.
Y
nosotros, sin darnos por aludidos. No sé si Cataluña logrará su independencia
de España, pero nuestro país, tal como se perciben sus debates y sus
organizaciones, la puede ver pasar como un Aston Martin conducido por Fangio.
Una exhalación, un suspiro y ¡zas!, se acabó. Tal vez digamos ¡qué bonito!,
¡qué envidia! Pero volveremos al ejercicio cotidiano de reclamar competencias
estatutarias o de pedir que los presos se acerquen a Euskal Herria y protestar
por cada provocación que organiza el gobierno español. Hablaremos del “derecho
a decidir”, eso sí, entre todos… El debate sobre la indep… ¿qué? seguirá en el
limbo de los justos.
Ni
siquiera se plantea la cuestión sobre la necesidad del propio debate de la
independencia. Ahora parece que “no toca”. Pero da la sensación de que tampoco
“toca” el debate sobre la misma. ¡Qué país, Miquelarena!
Vale,
también, otra castiza expresión del mismo lugar y época, ésta del Conde de
Romanones: ¡Jo… qué tropa! Había dudado en usar esta última como título del
artículo. Pero me ha parecido más eufónica la primera.
NOTICIAS DE GIPUZKOA 2013/10/09
DEIA 2013/10/12
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