03 agosto 2006

VASCOS HOY: UNAS REFLEXIONES

Acabo de leer el artículo de José Manuel Bujanda Arizmendi que con el título “Vascos hoy” publica el Grupo Noticias (Noticias de Álava de 3 de agosto de 2006). Tras su lectura creo necesario plantear varias reflexiones. Las expongo a continuación:

1.- Bujanda afirma que con el llamado Abrazo de Bergara de 25 de octubre de 1839 “se inauguró así en su crudeza histórica el proceso de desencaje entre lo vasco y lo español...” No sé exactamente qué quiere decir Bujanda, pero tengo la extraña sensación de que la fecha de 1512 no indica para él nada que tenga que ver con “el proceso de desencaje entre lo vasco y lo español”. ¡Pues venga Dios y lo vea! Si la conquista a sangre y fuego del único Estado independiente que hemos tenido los vascos no es una fecha importante en el “desencuentro vasco-español”, que nos ilustre con otra más importante.

No pretendo restar importancia a 1839, pero creo que reducir el contencioso vasco a los conflictos del siglo XIX es simplificar el problema y, además, en nuestra contra. No entiendo cómo desde posiciones que dicen defender la nación vasca se puede dejar de lado y menospreciar la conquista del único Estado soberano y propio que hemos tenido. ¿O es que el reino de Navarra no era un Estado vasco?

2.- Parecen muy bonitos y atractivos todos los deseos que plantea Bujanda para el futuro de los vascos. Sin embargo hay uno que me sorprende: ¿en virtud de qué razón política, social, económica o de cualquier otra índole, tenemos los vascos que saber “... encontrar un futuro compartido con los vecinos más próximos...”? Son precisamente los nacionalismos de nuestros “vecinos más próximos” los que no sólo han buscado con pertinacia la destrucción de nuestras señas de identidad (historia, lengua y patrimonio en general) sino que, además, en el momento presente no manifiestan ninguna intención de cambio en los mismos asuntos y en otros tan acuciantes como los que plantean el del sector pesquero y tantos más.

Pienso que tenemos que estar abiertos a colaborar con todas las naciones de Europa y del mundo, pero en plano de igualdad, es decir de Estado a Estado. Y además sin ninguna preferencia por quienes nos han sometido violentamente a siglos de sumisión.

3.- Me gustaría que Bujanda aclarase qué entiende por “Euskadi” o por “Euskadi de hoy”. En la terminología española oficial Euskadi equivale al territorio de la Comunidad Autónoma del País Vasco e incluye exclusivamente a las provincias de Araba (sin Trebiñu), Bizkaia y Gipuzkoa. En la terminología clásica del nacionalismo vasco, desde Arana Goiri, equivale a Euskal Herria y Bujanda usa este último término para indicar “su división en dos estados y tres administraciones diferentes”, cosa que no dice de Euskadi. ¿Es lo mismo Euskadi que Euskal Herria? ¿Son dos realidades distintas? ¿Qué son cada una?

En cualquier caso, y como conclusión, pienso que nuestro futuro en Europa y en el mundo sólo se puede garantizar asumiendo nuestro pasado con todo su rico patrimonio (político, lingüístico, cultural etc.) y proyectando hacia el futuro las necesidades que plantea cualquier sociedad madura. El requisito más importante para que una sociedad desarrollada sobreviva sin problemas es que se emancipe, que sea independiente. Y eso en el mundo actual equivale a que tenga su Estado propio. Cuando se invente otra solución política y la adopten Francia, España y el resto de Estados de la Unión Europea, por ejemplo, podremos comenzar a hablar de la obsolescencia del Estado y de las otras opciones.

02 agosto 2006

GIPUZKOA ¿INDEPENDIENTE?

Sigo con gran interés los debates que se están desarrollando recientemente en Gipuzkoa sobre infraestructuras, tanto que el 30 de abril pasado escribí una reflexión sobre el proyecto de puerto exterior de Jaizkibel. Fue publicada en este blog , en la página web de Nabarralde y en Gara.

Ahora se nos ha servido la polémica sobre la ampliación del aeropuerto de Hondarribia. Parece que la misma no sólo no satisface a los residentes de la comarca de Txingudi (Irun, Hondarribia etc.) por las incomodidades aparejadas, ruidos etc., sino que puede afectar gravemente a un entorno ambiental de gran interés ecológico y paisajístico.

Da la sensación que quienes defienden ambas infraestructuras conciben a Gipuzkoa como una realidad aislada y que debe ser autosuficiente por sí misma. Por la misma razón habría que plantearse que Gipuzkoa debería tener todo tipo de servicios, industrias y hasta producciones agrícolas y ganaderas... en un territorio que supera justamente los mil kilómetros cuadrados. ¿O hay, en la trastienda, otro tipo de intereses?

Mi opinión es que, ante estos problemas, siempre es necesario tener una perspectiva nacional a la vez que local y, por supuesto, global. En nuestro mundo ni tan siquiera una nación puede “disfrutar” de todos y cada uno de los servicios y productos necesarios para su supervivencia y desarrollo; debe especializarse en aquéllos que le produzcan ventajas comparativas sin conducirla al colapso y... negociar y comerciar con las demás el resto.

Los planteamientos “provincialistas” que pretenden hacer de cada “territorio” de nuestro país un ente autosuficiente, casi una nación completa, colaboran, desde mi punto de vista, con la estrategia de la dominación. Somos un país que, tras seculares procesos de conquista y dominación, se ha visto reducido a “territorios” aislados, cada uno con una administración diferente. A partir de la territorialidad del reino de Navarra, fue Castilla, quien ocupó primero La Rioja y Bizkaia, después Araba y Gipuzkoa, más tarde la Sonsierra, para culminar con la conquista del reino soberano (1512-1521). En una etapa posterior fueron España y Francia quienes se repartieron nuestros habitantes y territorio. Luego, dentro de la organización del Estado español fuimos separados en dos “comunidades autónomas”. Nuestros dominantes imponen la estrategia de la división, y los enfrentamientos inducidos entre “navarros” y “vascos” o, en otra escala, entre “vizcaínos” y “guipuzcoanos”, se enmarcan en esa estrategia.

Una cuestión preferencial es la vertebración del territorio en su conjunto, que dote a nuestra sociedad de las infraestructuras de comunicaciones, mediante ferrocarril preferentemente, que permitan su conexión interna de manera sencilla y barata, no contaminante ni derrochadora de energía.

Nuestro país tiene aproximadamente 20.000 kilómetros cuadrados de superficie. Tiene dos buenos puertos sobre el mar de Bizkaia (Bilbao y Baiona) y cinco aeropuertos (Bilbao, Gazteiz, Biarritz, Iruñea... y Hondarribia). Todo ello es más que suficiente para satisfacer sus necesidades de comunicaciones y transporte por tales vías. De lo que adolece escandalosamente es de un sistema de ferrocarril moderno y adaptado a sus necesidades que permita un uso eficiente y eficaz de los puertos y aeropuertos ya existentes.

En cuanto al sistema de carreteras y al transporte de mercancías por las mismas no es necesario insistir en su práctico colapso, además del despilfarro energético que suponen, por ser un dato generalmente aceptado. Esta es otra razón para proyectar la imperiosa necesidad del replanteamiento de nuestras infraestructuras de ferrocarril.

No estoy hablando del tren de alta velocidad. Para nuestra vertebración interna, en cuanto a transporte de personas y mercancías, es suficiente con una infraestructura rápida (de velocidad no superior a 150 Km/h), pero que una los puntos estratégicamente importantes con buenos servicios. El TAV puede ser necesario como vía de acceso al exterior (resto de Europa, España, Catalunya y Portugal), pero pienso que debería tener el menor impacto posible sobre todo en territorios de orografía complicada como son Gipuzkoa, Bizkaia y las zonas de montaña en general. El planteamiento de cualquier nuevo ferrocarril debería también aprovechar al máximo las infraestructuras ya existentes. Aunque todo ello repercutiera en los picos reales de velocidad.

Otra cuestión muy relacionada con las comunicaciones de personas y mercancías, y que tiene cada vez un peso específico mayor en nuestro mundo, son las telecomunicaciones y todos los aspectos relacionados con lo que hoy se denomina como tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC). Pero esto da de sí para otro artículo, que espero se escriba a su debido tiempo.

Nuestro país, Vasconia, es en su conjunto viable para tener un lugar en Europa y en el mundo y ser competitivo, sobre todo si es capaz de dotarse de la herramienta política fundamental, que es el Estado propio. En la actual organización del mundo, el Estado es el único instrumento que permite realizar lo anteriormente expuesto con bastantes garantías de éxito. Pero el hecho de que no lo tengamos aquí y ahora no implica que renunciemos al mismo. Por eso a todas las personas, asociaciones empresariales, sindicatos, organizaciones de base, grupos de presión, partidos políticos etc. que pueden tener una visión nacional habría que exigirles que, por lo menos en estos aspectos concretos, la tengan de verdad y con todas sus consecuencias.

Se trata de asuntos, como en el de la lengua, la educación, la pesca y tantos otros, a los que sólo desde la consecución de un Estado propio se puede dar la respuesta satisfactoria, pero que no se pueden dejar “para entonces” y que hay que abordar desde ahora, sin olvidar tal perspectiva. Pienso que los agentes sociales que se autoconsideren “nacionales” habrían de tener como horizonte la recuperación del Estado propio y adoptar la estrategia política necesaria para su logro. Por esta razón, ante el día a día y los problemas concretos no se deberían tomar decisiones que contradigan o cuestionen ese objetivo. Lo mismo que tampoco se puede estar “de brazos cruzados” mientras no se consiga. Nadie nos lo va a otorgar gratuitamente: ni la Unión Europea, ni las Naciones Unidas; menos aun España y Francia. La tarea es fundamentalmente nuestra.

En mi opinión, la referencia estatal propia más sencilla para los vascos es la del único Estado libre que hemos tenido: Navarra; Estado anulado progresiva y violentamente por España y Francia. Planteo su recuperación como nuestro objetivo democrático fundamental y pienso que todas las decisiones que se tomen desde cualquier institución o grupo de poder sólo tendrán valor político con esa perspectiva y así podrán ser capaces de superar la crónica y triste desilusión que comienza a apoderarse de nuestra sociedad.