03 marzo 2016

MEMORIA BREVE

La historia en realidad se relaciona con las necesidades presentes y con las situaciones presentes
Benedetto Croce

La memoria histórica es un asunto que está de moda. Pero aparece como el de una memoria breve. Hasta hace poco todavía lo era más. Quienes tenían en sus manos el gobierno de la Comunidad Foral de Navarra ofrecían una memoria reducida a la etapa de la actuación de ETA. La memoria tenía relación exclusiva con sus víctimas, víctimas del terrorismo decían.

A fecha de hoy (Noticias de Navarra, 2 de marzo de 2016) parece que la memoria se ha hecho un poco más amplia. Hemos llegado a 1936. El eje temporal se ha ampliado pero el espacial sigue siendo la centralidad española, la sublevación de 1936 y la consiguiente guerra de 1936-39. Si aparece Navarra en el guión es como una parte del contexto general español. El ejercicio que supone la memoria es siempre saludable, catártico, e implica, como es sabido, una vía a la reparación y la justicia. Por supuesto también en este caso, máxime con los gravísimos crímenes ejecutados en un territorio sin frente de guerra, como lo fue la Alta Navarra en esta etapa histórica.

No obstante, si consideramos a Navarra en su conjunto, como una formación social que desde el siglo IX constituyó un Estado europeo de primer nivel y pretendemos recuperar una visión de los problemas y conflictos, internos y externos, a los que se ha visto, y se ve hoy, sometida la sociedad vasca, debemos ampliar algo más nuestro horizonte. 

Sin recuperar la memoria, propia, de los conflictos del siglo XIX: la guerra napoleónica, las carlistadas, la Gamazada; de sus personas, hechos, lugares, símbolos... será difícil poder acceder a una comprensión cabal de lo acontecido en el siglo XX con la reivindicación foral, el surgimiento del bizkaitarrismo y el napartarrismo, los conflictos sobre comunes y corralizas y otros, todos ellos en la base de tantas reivindicaciones cercenadas en 1936 y en la etapa franquista.

No cabe duda de que lo que se conoce normalmente como Fueros constituye un elemento fundamental de la memoria histórica del conjunto vasconavarro, la nación vasca, de los territorios del Estado navarro. El monumento a los Fueros de Iruñea o el Árbol de Gernika son dos lugares e memoria de primer orden de nuestro pueblo.

Pero los famosos Fueros no se pueden entender bien sin explicar y comprender su origen y evolución histórica. Los Fueros no surgen de un caos primitivo como algo ya resuelto y cerrado para siempre y que constituyó la forma de organización social y política de nuestro pueblo desde, por lo menos, el Neolítico.

No se puede entender la realidad vasca actual sin una reflexión memorial sobre los hechos, muchos violentos, que nos han conducido a donde estamos. Desde Orreaga y Eneko Aritza hasta las leyes abolitorias de fueros del siglo XIX hay una serie  muy larga de acontecimientos que han marcado hasta el presente nuestra sociedad. La conquista, en 1200, de la fachada marítima del reino y la consolidación del poder castellano a través de la institucionalización de las Provincias Vascongadas marcó una división artificial entre “navarros” y “vascos” no originaria sino inducida por los conquistadores. Tras ellas, las guerras de bandos, los importantes conflictos con la parte del reino que se mantenía soberana en la que llamaron frontera de malhechores, son etapas que culminaron en la conquista de 1512 que supuso la pérdida de la soberanía de la Alta Navarra así como el Decreto de la Unión de 1620, la de la Baja.

En todos los casos se mantuvo un sistema llamado Foral, no soberano sino subordinado a las monarquías dominantes, española y francesa. Fueros como restos de la independencia. Armisticios o treguas, siempre inestables. La revolución francesa a finales del siglo XVIII y los intentos liberales españoles a lo largo del XIX, conllevaron la abolición práctica del Sistema Foral. Propiciaron las dos guerras carlistas en Euskal Herria, citadas al principio, y la aparición del sistema de Convenio y Concierto económicos hoy vigentes.

Como afirma el historiador Jacques Le Goff:

“La idea de que la historia está dominada por el presente descansa ampliamente sobre una frase célebre de Benedetto Croce que afirmaba que ‘toda historia es historia contemporánea’. Croce entiende aquí que ‘por muy alejados en el tiempo que parezcan los acontecimientos que cuenta, la historia en realidad se relaciona con las necesidades presentes y con las situaciones presentes en las que resuenan esos acontecimientos”

Otro historiador, Enzo Traverso, dice

“La historia es una puesta en relato, una escritura del pasado según las modalidades y las reglas de un oficio –o de un arte o, con muchas comillas, de una ‘ciencia’- que intenta responder a cuestiones suscitadas por la memoria”

La historia se escribe desde los intereses del presente y responde a cuestiones suscitadas por la memoria. La memoria que se nos propone desde las actuales instituciones navarras es selectiva y sesgada, breve en una palabra. Para considerarla como tal, pienso que debería ser más extensa, abarcar una serie temporal mayor. Para afrontar nuestro futuro hay que definir correctamente el alcance de nuestra memoria. La memoria es el soporte de la historia y el relato de una sociedad.

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