19 marzo 2016

PROPUESTA DE DECLARACIÓN PARA LA INDEPENDENCIA DE NAVARRA

TEXTO ESCRITO EN 2004
  1. En el mundo actual, los sujetos políticos con capacidad de decisión, sobre la base de su propia sociedad constituyente, son las naciones independientes, es decir los estados. Cualquier organización política de rango inferior, dependiente, no sólo no tiene posibilidad real de hacer valer en el campo internacional los intereses de la comunidad sobre la que se sustenta, sino que está abocada a ser fagocitada, a desaparecer.
  2. La única vanguardia de un mundo democrático más justo y solidario es la construida sobre la plena aplicación de los derechos humanos, de los derechos de los pueblos, del principio de autodeterminación, que es el que conforma y viabiliza aquellos. El Estado de Navarra, Estado de todos los vascos, está entre las organizaciones políticas históricas básicas que constituyeron el embrión de la organización democrática de Europa. Una Europa que, alienada en el transcurso de los últimos siglos por el ansia de dominación imperial, ha desembocado en los burocráticos y obsoletos actuales estados nacionalistas, herederos aventajados del absolutismo monárquico y sus conquistas.
  3. Los conflictos que padece Navarra actualmente en múltiples frentes cobran su auténtica dimensión y relevancia en el contexto de la pérdida de la independencia, producto de la conquista y suplantación institucional sufridas durante un largo proceso de siglos: desde las conquistas del Occidente del Reino en 1200, hasta el forzado paso de Reino a provincia en 1841, pasando por la conquista de 1512-1524, el impuesto “Edicto de Unión” de 1620 y la “incorporación” violenta de lo que quedaba del Reino a la République en 1789, como hitos más significativos.
  4. El conflicto navarro es un contencioso internacional en el que la sostenida ocupación, contraria a todo principio y regulación democráticos internacionales, ha sido ininterrumpidamente denunciada por la sociedad.
  5. La sociedad política navarra, en toda su rica complejidad y variedad, nunca ha renunciado al poder que en justicia le corresponde, a su independencia; nunca ha dejado de reclamarla ni de luchar por ella ante los diversos regímenes políticos impuestos por los estados español y francés. Muestra de ello son las continuas confrontaciones de todo tipo que nuestra sociedad viene sosteniendo contra el imperialismo de ambos estados.
  6. Las instituciones del Estado navarro nunca se han autodisuelto. Siempre han sido forzadas a desaparecer o a ser sustituidas por otras impuestas.
  7. El restablecimiento del Estado navarro es la única vía para acceder al nivel estratégico político capaz de dar una salida a las aspiraciones nacionales de libertad de los actuales ciudadanos de los territorios históricos del Reino; también es la senda por la que los nacionalismos español y francés pueden acceder al nivel democrático que sus sociedades merecen.
  8. La recuperación del poder arrebatado a la sociedad, a su independencia, significa el restablecimiento del único Estado legítimo de las comunidades de la vieja Vasconia: el Estado de Navarra. Esto permitirá, en régimen de igualdad con los demás, una capacidad real de control y gestión sobre los propios bienes (lengua y cultura, paisaje y patrimonio, organización social y política, recursos limitados como el agua, política energética, gestión del transporte, pesca etc.), un mantenimiento y desarrollo libre y democrático de su personalidad, inscrito solidariamente en el concierto de las naciones libres del mundo.

03 marzo 2016

MEMORIA BREVE

La historia en realidad se relaciona con las necesidades presentes y con las situaciones presentes
Benedetto Croce

La memoria histórica es un asunto que está de moda. Pero aparece como el de una memoria breve. Hasta hace poco todavía lo era más. Quienes tenían en sus manos el gobierno de la Comunidad Foral de Navarra ofrecían una memoria reducida a la etapa de la actuación de ETA. La memoria tenía relación exclusiva con sus víctimas, víctimas del terrorismo decían.

A fecha de hoy (Noticias de Navarra, 2 de marzo de 2016) parece que la memoria se ha hecho un poco más amplia. Hemos llegado a 1936. El eje temporal se ha ampliado pero el espacial sigue siendo la centralidad española, la sublevación de 1936 y la consiguiente guerra de 1936-39. Si aparece Navarra en el guión es como una parte del contexto general español. El ejercicio que supone la memoria es siempre saludable, catártico, e implica, como es sabido, una vía a la reparación y la justicia. Por supuesto también en este caso, máxime con los gravísimos crímenes ejecutados en un territorio sin frente de guerra, como lo fue la Alta Navarra en esta etapa histórica.

No obstante, si consideramos a Navarra en su conjunto, como una formación social que desde el siglo IX constituyó un Estado europeo de primer nivel y pretendemos recuperar una visión de los problemas y conflictos, internos y externos, a los que se ha visto, y se ve hoy, sometida la sociedad vasca, debemos ampliar algo más nuestro horizonte. 

Sin recuperar la memoria, propia, de los conflictos del siglo XIX: la guerra napoleónica, las carlistadas, la Gamazada; de sus personas, hechos, lugares, símbolos... será difícil poder acceder a una comprensión cabal de lo acontecido en el siglo XX con la reivindicación foral, el surgimiento del bizkaitarrismo y el napartarrismo, los conflictos sobre comunes y corralizas y otros, todos ellos en la base de tantas reivindicaciones cercenadas en 1936 y en la etapa franquista.

No cabe duda de que lo que se conoce normalmente como Fueros constituye un elemento fundamental de la memoria histórica del conjunto vasconavarro, la nación vasca, de los territorios del Estado navarro. El monumento a los Fueros de Iruñea o el Árbol de Gernika son dos lugares e memoria de primer orden de nuestro pueblo.

Pero los famosos Fueros no se pueden entender bien sin explicar y comprender su origen y evolución histórica. Los Fueros no surgen de un caos primitivo como algo ya resuelto y cerrado para siempre y que constituyó la forma de organización social y política de nuestro pueblo desde, por lo menos, el Neolítico.

No se puede entender la realidad vasca actual sin una reflexión memorial sobre los hechos, muchos violentos, que nos han conducido a donde estamos. Desde Orreaga y Eneko Aritza hasta las leyes abolitorias de fueros del siglo XIX hay una serie  muy larga de acontecimientos que han marcado hasta el presente nuestra sociedad. La conquista, en 1200, de la fachada marítima del reino y la consolidación del poder castellano a través de la institucionalización de las Provincias Vascongadas marcó una división artificial entre “navarros” y “vascos” no originaria sino inducida por los conquistadores. Tras ellas, las guerras de bandos, los importantes conflictos con la parte del reino que se mantenía soberana en la que llamaron frontera de malhechores, son etapas que culminaron en la conquista de 1512 que supuso la pérdida de la soberanía de la Alta Navarra así como el Decreto de la Unión de 1620, la de la Baja.

En todos los casos se mantuvo un sistema llamado Foral, no soberano sino subordinado a las monarquías dominantes, española y francesa. Fueros como restos de la independencia. Armisticios o treguas, siempre inestables. La revolución francesa a finales del siglo XVIII y los intentos liberales españoles a lo largo del XIX, conllevaron la abolición práctica del Sistema Foral. Propiciaron las dos guerras carlistas en Euskal Herria, citadas al principio, y la aparición del sistema de Convenio y Concierto económicos hoy vigentes.

Como afirma el historiador Jacques Le Goff:

“La idea de que la historia está dominada por el presente descansa ampliamente sobre una frase célebre de Benedetto Croce que afirmaba que ‘toda historia es historia contemporánea’. Croce entiende aquí que ‘por muy alejados en el tiempo que parezcan los acontecimientos que cuenta, la historia en realidad se relaciona con las necesidades presentes y con las situaciones presentes en las que resuenan esos acontecimientos”

Otro historiador, Enzo Traverso, dice

“La historia es una puesta en relato, una escritura del pasado según las modalidades y las reglas de un oficio –o de un arte o, con muchas comillas, de una ‘ciencia’- que intenta responder a cuestiones suscitadas por la memoria”

La historia se escribe desde los intereses del presente y responde a cuestiones suscitadas por la memoria. La memoria que se nos propone desde las actuales instituciones navarras es selectiva y sesgada, breve en una palabra. Para considerarla como tal, pienso que debería ser más extensa, abarcar una serie temporal mayor. Para afrontar nuestro futuro hay que definir correctamente el alcance de nuestra memoria. La memoria es el soporte de la historia y el relato de una sociedad.