28 marzo 2014

¿INDEPENDENCIA?: LAS COSAS CLARAS

La sentencia del Tribunal Constitucional español, emitida ayer 25 de marzo de 2014, referente a la Declaración de Soberanía realizada por el Parlament de Catalunya el 23 de enero de 2013, precisa el problema con detalle y permite centrar la cuestión.

En primer lugar, frente a la declaración del Parlament en la que se afirmaba que “El pueblo de Catalunya tiene, por razones de legitimidad democrática, carácter de sujeto político y jurídico soberano”, responde con su absoluta negación. No existe el pueblo catalán a efectos jurídicos o políticos. En efecto, la sentencia dice: “Si en el actual ordenamiento constitucional sólo el pueblo español es soberano, y lo es de manera exclusiva e indivisible, a ningún otro sujeto u órgano del Estado o a ninguna fracción de ese pueblo puede un poder público atribuirle la cualidad de soberano”. Y añade que nadie tiene “el poder de quebrar, por su sola voluntad”, “la indisoluble unidad de la nación española”. Más claro, agua. El único sujeto posible es el pueblo español, encarnado en la indisoluble nación española.

En segundo lugar, la sentencia incluye algunas referencias “al derecho a decidir de los ciudadanos de Cataluña”. Así, por ejemplo, afirma: “en el marco de la Constitución una comunidad autónoma no puede unilateralmente convocar un referéndum de autodeterminación para decidir sobre su integración en España”. No obstante queda “abierto” el camino del “diálogo político para la regulación del derecho a decidir”. “Si se reforma la Constitución, queda completamente abierto”.

En tercer lugar una breve reflexión desde nuestra posición; desde Euskal Herria, desde Navarra, y desde nuestra voluntad de conseguir un Estado propio e independiente (porque de eso se trata, tanto en Cataluña como aquí). Cuando abordamos la situación real y la resistencia del Estado español a permitir que las naciones sujetas bajo su jurisdicción se gobiernen con su propia decisión (y organización estatal), ¿de qué estamos hablando? No dejemos que los discursos o la ideología nos cieguen. Se supone que estamos en un régimen democrático, y por lo tanto es el demos, el pueblo, quien decide. Esto se reconoce en esa sentencia. La trampa, en este régimen de autoridad y dominación, reside en la definición del ‘demos’, del pueblo en cuestión. El mío, viene a decir el Tribunal, el español, vale; es pueblo. El tuyo, el vasco, el catalán, no lo son.

El debate, el conflicto en estos términos de política real, no está pues en el “derecho a decidir”, sino en la definición del sujeto político, el sujeto de la soberanía. Los catalanes lo tienen claro, y por eso han trabajado (y han conseguido) verse como colectividad en estos términos, como sujeto de la acción política. Nosotros, sin capacidad para afrontar la raíz del escollo democrático, seguimos mareando la perdiz. Es una pena, por lo que supone de desvío del objetivo, pérdida de tiempo y energías, y por el desánimo y desmotivación que puede seguir de ahí.

El presupuesto necesario es precisamente aquel al que se cierran en banda los magistrados españoles de su Tribunal Constitucional y es consecuencia de esa definición, pues implica plantear la independencia como único objetivo democrático. He ahí el quid de la polémica, esta vez al desnudo, sin trampa ni cartón. 

INDEPENDENTZIA?: ARGI ETA GARBI


2014ko martxoaren 25ean Auzitegi Konstituzionalak emandako sententziak, Kataluniako Parlamentuak 2013ko urtarrilaren 23an egindako Subiranotasunaren Adierazpenari dagokionak, arazoa ongi zehazten du eta gauzak argi eta garbi azaltzen ditu.

Lehenik, Kataluniako Parlamentuak zioenari (“Kataluniako herria bada, legitimitate demokratikoko arrazoiengatik, subjektu politiko eta juridiko subiranoa”) ezezko biribila ematen dio. Ez dago herri kataluniarrik, ondorio juridiko edo politikoetarako. Izan ere, hauxe dio sententziak: “Oraingo ordenamendu konstituzionalean herri espainiarra soilik bada subiranoa, eta esklusiboki eta modu zatiezinean da hala, botere publiko batek ezin dio aitortu subiranotasunik Estatuko beste subjektu edo organo bati edota herri horren zati bati”. Eta gaineratzen du inork ez duela ahalmenik “bere borondate hutsez, nazio espainiarraren batasun zatiezina hausteko”. Garbiago, ezin. Egon daitekeen subjektu bakarra herri espainiarra da, nazio espainiar zatiezinean hezurmamitzen dena.

Bigarrenik, sententziak “Kataluniako herritarren erabakitzeko eskubideari” dagozkion aipamen batzuk jasotzen ditu. Hori horrela, hau dio: “Konstituzioaren baitan, autonomia-erkidego batek ezin du aldebakartasunez autodeterminazioari buruzko erreferendumik antolatu, Espainian integratu ala ez erabakitzeko”. Hala ere, “irekita” geratzen da “erabakitzeko eskubidea arautzeko elkarrizketa politikoaren” bidea. “Konstituzioaren erreforma eginez gero, guztiz irekita geratzen da”.

Hirugarrenik, hausnarketa txiki bat egin nahi dugu gure aldetik, Euskal Herritik, Nafarroatik, Estatu propioa eta independentea lortzeko dugun borondatea abiapuntutzat hartuta (hori baita kontua, bai Katalunian, bai hemen). Benetako egoerari begiratzen diogunean eta Estatu espainolak bere menpean dituen nazioen burujabetza (beren estatua) onartzeko duen erresistentzia ikusten dugunean, zertaz ari gara? Ez gaitzaten itsutu diskurtsoek eta ideologiek. Ustez erregimen demokratiko batean gaude eta, beraz, demos-a da, herria, erabakitzen duena. Hori aitortzen da sententzia horretan. Tranpa, baina, nagusikeriaren eta zapalketaren erregimen honetan, “demos” edo herri horren definizioan datza. Nirea, dio Auzitegiak, espainola, da herria; horrek balio du;  Zurea, euskalduna, kataluniarra, ez da hala.

Beraz, eztabaida, politika errealean gatazka izango litzatekeena, ez dago “erabakitzeko eskubidea” delakoan, baizik eta subjektu politikoaren definizioan, subiranotasunaren subjektua izango litzatekeen horretan. Katalanek garbi ikusi dute, eta horregatik lan egin dute bere burua ekintza politikoaren subjektu gisa ikusten duen kolektibitatea sortzeko (baita lortu ere). Gu berriz, oztopo demokratikoaren muinari heldu ezinik, noraezean gabiltza. Tamala da, helburutik urruntzen baikara horrela, denbora eta indarra galtzen ditugu eta, hortaz, gogogabetuta eta adorerik gabe gelditzen gara.

Hain zuzen ere, Auzitegi Konstituzionaleko epaile espainolek beti ixten duten bidea da guk egin behar duguna, definizio horren ondorio dena. Izan ere, independentzia helburu demokratiko bakartzat planteatzea dakar berekin. Hortxe dago auziaren koxka, argi eta garbi, tranparik eta trikimailurik gabe.

BERRIA 2014/03/30

04 marzo 2014

COMPLEJOS DE INFERIORIDAD


Acabo de leer en un pasquín pegado en la calle, junto a mi casa, el eslogan “somos un pueblo”, a cuenta de una campaña de propaganda que reclama el “derecho a decidir”. Me ha descolocado. Algo no me cuadra... Es evidente que somos un pueblo; pero a estas alturas de la historia deberíamos saber que somos algo más. Una nación. Un sujeto colectivo de largo recorrido que ha construido un Estado. Aunque se lo hayan conquistado. Pero que ha sido capaz de organizarse y dotarse de soberanía, instituciones y territorio propio. En cualquier caso, una colectividad con fundamento, con una cualificación política de mucho más nivel, algo más sólido y con más solvencia que un pueblo.

No sé si se me entiende. Pongamos un caso. Si aspirara a un trabajo, tendría que presentar mi currículo. Lo procedente sería exhibir el doctorado en Física, además de una serie de años de experiencia en cargos y centros de investigación o en empresas de distinto ramo y, tal vez, colaboraciones en revistas científicas de determinado nivel... Lo natural. ¡Claro que podría iniciar mi presentación indicando que aprendí a leer! O que acabé el bachillerato. Pero este dato resulta irrelevante para mi currículo. Si soy doctor es porque antes me he licenciado y, por lo mismo, he superado el parvulario y el bachillerato. Es absurdo y además desmerece mi capacidad de valorar mis títulos, lo cual desacredita mi supuesta capacitación.

Es evidente que la fuerza social capaz de llevar adelante, con éxito, la lucha por la emancipación, exige un pueblo constituido en sujeto político. Algo más que un pueblo. Y, en este sentido, hay datos que deben considerarse como adquiridos, consolidados, ya que de lo contrario nos encontramos ante un retroceso en su constitución, una descomposición que se traduce en una disgregación y disolución como grupo humano.

Entre ese conjunto de datos adquiridos y consolidados los vascos tenemos el hecho nacional. Vasconia es una nación y eso se expresa afirmando que no somos españoles ni franceses. Es la gran aportación de Arana Goiri. Da por supuesto la existencia y capacidad de este pueblo y cualifica su presencia en un mundo conformado por naciones, definiendo la vasca como una más.

Otro dato adquirido es que este pueblo vasco creó un Estado, el reino de Navarra, y que su existencia de siglos contribuyó de modo decisivo a su nacionalización. Fue conquistado, en 1200, 1512-1530 y violentado en 1620, pero no se ha resignado a ello. Por lo mismo, si el pueblo, cualificado como nación y como Estado privado de su soberanía, exige su emancipación o, de otro modo, el ejercicio de la libre disposición o autodeterminación, en estas condiciones encuentra, ante las instancias internacionales, una vía de tránsito más sencilla.

Por todo ello, manifestar nuestra existencia con la fórmula de “somos un pueblo” es contentarse con un currículo de primaria o bachiller a la hora de aspirar a uno de los centros de investigación de prestigio. Es renunciar a la cualificación más elevada, a los títulos más significativos.

Como cualquier experto de psicología, social o individual, nos advertirá de inmediato, algo enfermo se revela en esas actitudes. No es natural, ni sano. Algún trastorno de identidad se expresa en ese ocultamiento de méritos. En el más simple de los casos, desconocimiento; una pérdida de memoria que conlleva el extravío de los propios recursos cognitivos, del propio valer. En casos más complicados, un diagnóstico más tortuoso; vergüenza de uno mismo, complejos de inferioridad, pérdida de autoestima...

Cabe la posibilidad de que quienes utilizan esta táctica piensen que tirando “por lo bajo” van a lograr más adhesiones a su pretendido “derecho a decidir”. Adhesiones de personas o grupos que no reconocen la “nación vasca” ni el “Estado navarro”, pero a los que cautiven con esa humildad y simpleza del “pueblo vasco”. ¡Incautos! Los que no reconocen nuestra nación ni nuestro Estado han demostrado hasta la saciedad que tampoco reconocen, ni en los términos, nuestro pueblo. Pueden seguir peleando por esa “Euskal Herria que nunca ha existido”; no les van a convencer. No hay peor ciego que el que no quiere ver. O que hace ver que no quiere ver.

El pasquín antes citado dice a continuación que “es la hora de la ciudadanía”. Olvida que la ciudadanía es un estatus que lo otorga un Estado. Sólo seremos ciudadanos vascos o navarros cuando tengamos nuestro propio Estado. Si se apela al “pueblo” hay que hacerlo de modo consecuente, liberador, y sin someterlo a “ciudadanías” que sólo nos suponen dependencia y sumisión 

Debemos reconocer nuestras capacidades y rentabilizar al máximo nuestro capital político. Por supuesto, ‘también’ somos un pueblo: “Nosotros el pueblo vasco, el pueblo del histórico Estado de Navarra, declaramos nuestra voluntad de constituirnos en…”. Pero nunca dejemos en el olvido el valor de la nación y del Estado propio. Un futuro en libertad comienza en una sociedad que se acepta a sí misma con orgullo. La autoestima es una condición sine qua non para afrontar retos colectivos. Los complejos, en cambio, un lastre derivado de la dominación, que fomenta nuestra indecisión e impotencia, y nos hace dudar de nosotros mismos.

DEIA 2014/03/14