31 marzo 2012

SOSTIENE DEL BURGO

Sostiene Del Burgo que “El reino de Navarra nació a la historia como un reino español”. Y los toros, se me ocurre, que vinieron al mundo a vestir la fiesta española, a lucir en las banderas ultras y morir en las plazas. Pocas veces tenemos la suerte de encontrar tan al desnudo la doctrina del desatino nacional, el delirio español tan a las claras.
El ideólogo del partido popular de Navarra ha publicado un argumentario que ataca el manifiesto de la Plataforma 1512-2012 sobre la conquista del duque de Alba, una versión renovada de aquella jocosa lectura de respuestas que recopiló la “Antología del disparate”.
Sostiene Del Burgo que “El reino de Pamplona nace a la historia a finales el siglo VIII y comienzos del IX con una vocación netamente española”. España nace a la historia como un imperio del siglo XVI, de la neurona descarriada de Fernando de Aragón y su nieto el emperador Carlos; pero ya ocho siglos antes los vascones iluminados de Eneko Aritza apuntaban maneras. Frente a la memoria de Nafarroa Bizirik, Del Burdo nos relata la historia imperial de ‘Martínez el facha’.
Sostiene, asimismo, que “En 1512, en el marco de un conflicto internacional, se produce el reencuentro definitivo del reino navarro con el resto de los reinos españoles”. Navarra estaba predestinada desde, por lo menos, el Paleolítico Superior a formar parte de esa indisoluble y casi eterna “unidad de destino en lo universal” que es España.
Los “episodios” acontecidos entre 1512 y 1530 constituyeron, según Del Burgo, una “paz (que) produce efectos muy beneficiosos”. Y también: “El reino de Navarra se mantuvo intacto hasta 1839, en que se produjo su incorporación en el Estado español mediante un nuevo pacto de estatus, que se plasmó en la Ley Paccionada de 1841”.
Recordemos que Navarra fue conquistada tras 18 años de guerra en la misma época y por el mismo imperio que dirigió la conquista de América. Hablar de paz, de reinos intactos, de pactos y otros eufemismos, es una burla macabra en la historia de la Humanidad, en la que los españoles han dejado una huella siniestra en forma de barbarie, esclavitud, violaciones, genocidios, expolios y demás ingredientes de lo que se dio en llamar la leyenda negra.
Y para poner la guinda: “En 1982, un nuevo pacto –fruto de los derechos históricos de Navarra, amparados y respetados por la Constitución de 1978- permitió la reintegración y amejoramiento del régimen foral (...) Hoy Navarra es una de las comunidades con mayor grado de autonomía en el conjunto europeo”.
De estas y otras citas de Del Burgo se desprende que las épocas que vivió el reino al margen de España, como Estado europeo independiente, fueron sumamente desgraciadas y que cuando se produjo el “reencuentro definitivo” en 1512 comenzó una etapa de paz, abundancia y felicidad plenas. Que, también, con el paso de los siglos todas ellas fueron “amejorando”, hasta llegar al colmo de perfección de su estatus actual. Es un caso extraño y poco conocido en la historia, en el que una nación soberana mejora tras su invasión por una potencia extranjera y sigue prosperando mientras la nación conquistadora se debilita, el imperio se desintegra, y a la vez avanza en su esfuerzo de asimilación y sometimiento. ¿No chirría esa historia? ¿No suena a los mantras habituales que los ocupantes y explotadores de todos los tiempos hacen repetir a sus sometidos? ¿No recuerda a la “mentira repetida” de Goebbels?
La realidad parece que apunta en sentido contrario. Del Burgo mantiene: “No tiene sentido hablar de soberanía del pueblo navarro cuando Navarra estaba regida por unos reyes franceses que subordinaron sus intereses propios al interés del reino”. Por el contrario, la conquista y ocupación subsiguiente de 1512 parece, según el mismo Del Burgo, que sí respondía a la soberanía del pueblo navarro, aunque para ello hicieran falta unos efectivos militares de más de 17.000 hombres para dominar la capital del reino, poblada por menos de 10.000 personas. Tras la invasión “no violenta”, con casi dos soldados por habitante, el plumilla oficial del ejército ocupante, Luís Correa, escribe que los pamploneses (…) se mostraban “alegres por las calles, mandando que todos los vecinos estuviesen armados toda la noche, prestos a lo que el Duque (de Alba) mandase”, destacando su “fidelidad” al rey Fernando. Igualito que con Franco en los años “gloriosos” tras la victoria.
Como modelo de esa paz, explica Del Burgo, “la destrucción de los castillos tanto de agramonteses como de beamonteses fue una medida que adoptó, una vez muerto el rey Católico, el cardenal Cisneros, regente de Castilla, y su principal finalidad era evitar que la nobleza pudiera utilizarlos en sus luchas fratricidas” y que “el pueblo llano veía con satisfacción esta medida, pues desde los castillos se ejercía el poder en ocasiones despótico de los nobles”. ¡Qué buenas son las madres ursulinas; qué buenas son, que nos llevan de excursión!
Sostiene Del Burgo que “En su historia, publicada en 1513, Correa tan sólo refiere un acto de violencia extrema que protagoniza el coronel Villalba en el valle de Garro, sito en la tierra de vascos o Merindad de Ultrapuertos (hoy Baja Navarra), cuando trata de reducir al señor de Garro por no rendir vasallaje a Fernando el Católico”. El texto apologético de Correa –no podía ser menos siendo soldado, y escribiente, del ejército invasor- termina en 1513. La “Guerra de Navarra” siguió, según Peio Monteano, hasta 1529. Del Burgo mismo habla de los “tres intentos posteriores (otoño de 1512, 1516 y 1521)” de recuperación del reino o del apresamiento y muerte en circunstancias extrañas, en el castillo de Simancas, de Pedro de Navarra, mariscal del reino, tras el intento de 1516.
Para tener una perspectiva próxima a lo acontecido en Navarra en aquel momento basta consultar los trabajos históricos que más recientemente han investigado sobre los hechos acaecidos en esta época: María Puy Huici (1993), Pedro Esarte (2001, 2007, 2009, 2011), Peio Monteano (2010), son ejemplo de obras en las que aparece la violencia de la conquista en forma de realidades concretas.
La idea de España que expresa Del Burgo corresponde a su particular visión providencial y finalista de la historia. España es heredera de la monarquía visigoda y de los reinos de León y Castilla. Como realidad política surge a finales del siglo XV con sus gestas imperiales: Granada, Canarias, Italia, Navarra, América… Cualquier alusión anterior en el tiempo a Hispania (incluso bajo el nombre de “España”) hace referencia a una idea geográfica expuesta por los romanos y semejante a Iberia. Hacer equivalentes la “Hispania” romana a la “España” imperial de austrias y borbones constituye una forma ideológica y “finalista” de explicar el pasado.
El nacionalismo español de Del Burgo manipula la historia al servicio de un ideario e intereses políticos muy actuales. Lo han hecho siempre que han percibido que su control sobre la sociedad navarra corría algún riesgo. Así lo hizo Víctor Pradera en el primer tercio del siglo XX y, también, en los últimos tiempos, su heredero espiritual Jaime Ignacio Del Burgo.
Paz, imperio, felicidad, españolidad... nos vende Del Burgo. Pero la violencia asociada a la conquista de 1512 siempre ha permanecido en la memoria de los navarros. Siguiendo a Enzo Traverso (2005), ha sido una memoria “débil”, frente a otras, “fuertes”, así consideradas por estar apoyadas por instituciones políticas, fundamentalmente estados. Según Traverso “la memoria y la historia no están separadas por barreras infranqueables (…) Cuanto más fuerte es la memoria (…), tanto más el pasado, del que ella es vector, se convierte en susceptible de ser explorado y puesto en historia”. Es lo que hoy está sucediendo en Navarra. Y es algo imparable, mal que le pese a Del Burgo y a cualquier otro “Martínez el facha”.
 Artículo firmado también por Angel Rekalde

ImprimirE-mail

4 comentarios:

mkmhako dijo...

Nabarra, Estado Soberano. Ironías del Destino: Desde 1936 la Corona Navarra y la Corona Española están separadas. (I)

La determinación en lograr la recuperación del Estado Nabarro Soberano, en forma de una República democráticamente establecida, vía la autodeterminación de los ciudadanos de las tres realidades administrativas en las cuales se divide actualmente nuestro territorio, no está reñida con el análisis de lo que supone el Legitimismo del Reino de Nabarra oficialmente abolido en 1841 tras tres siglos de cercenamiento.

Si se analiza con detenimiento el Legitimismo asociado al Reino de Navarra se dará con conclusiones que cierto nacionalismo español ha intentado pasar por puntillas pero que son claves a la hora de entender el Derecho Navarro, por ejemplo el insólito hecho que desde 1936 la Corona Navarra y la Corona Española son dos Coronas Separadas

Tras la abolición formal y oficial del Reino de Navarra en 1841, los únicos Borbones que muestran predisposición por la reinstauración del viejo Reino son aquellos correspondientes a la llamada Dinastía Carlista, cuyos últimos tres representantes de la Dinastía original son: Carlos VII (1848-1909) , Jaime III (1870-1932) y Alfonso Carlos I (1849-1936) , estos dos últimos sin descendencia.

Según el legitimismo navarro basado en su propio Derechos y Fueros , así como elaboradísimos estudios como el Alegato de Ángel Sagaseta de Ilurdoz Garraza, se establece la separación de Leyes Sucesorias entre la Corona de Navarra y Españas, se puede concluir que desde la muerte de Alfonso Carlos I, último rey carlista, en 1936, y mayor de los Borbones, la histórica unión eque-principal entre las Coronas de Navarra y la de la Corona de España queda rota por existir diferentes Leyes Sucesorias.

De facto, desde 1936 existirían "dos Dinastías Carlistas" a la vez:

1). Una directa, la original, de los Habsburgos, vía la sobrina de Alfonso Carlos I, doña Blanca de Borbón, pero que sólo tiene Derechos a la Corona Navarra . Ésta dinastía es el único vestigio que queda actualmente en el Siglo XXI de la Dinastía Carlista original.

Recordar nuevamente la Corona de Navarra tiene leyes sucesorias diferentes a la española (no sálicas)por lo que los descendientes Habsburgos de doña Blanca de Borbón y Borbón Parma serian Reyes de Navarra, aunque no tendrían Derecho alguno a la Corona Española.

2) En cambio para la Corona Española, la dinastía carlista se extinguió a la muerte de Alfonso Carlos, y por tanto el carlismo buscó lógicamente una nueva dinastía carlista, los Borbón Parma, descendientes de Felipe V.

Desde 1936 los Derechos a la Corona Navarra corresponden por tanto a los Habsburgos descendientes de doña Blanca de Borbón y Leopoldo Salvador de Habsburgo, en cumplimiento estricto de las Leyes Sucesorias del Reino de Navarra, quedando de facto separados de la Corona Española cuyos derechos recaerían en los Borbón Parma, según el legitimismo carlista o a Juan Carlos de Borbón según el legitimismo alfonsino y la Ley de Sucesión del anterior Jefe de Estado de infausta memoria para Navarra.


En resumen.

Respecto a esta "Tesis de las Dos Dinastías Carlistas" , más que la existencia de un Heredero a la Corona u otra, satisface comprobar el cómo por fin se constata la Estatalidad de Nabarra, con sus propias Leyes y Fueros y el cómo nuestro propio Derecho es suficiente por sí mismo para-contra el Derecho Español, incluso de manera independiente de la forma que tome el Estado en sí, República o Monarquía).

Markel Mendia Haraneder (MKMHAKO)
Recibido por mail.

Garate dijo...

Muy interesante, pero no creo que estemos en situación de buscar razones para una u otra "dinastía". Son aspectos formales que no van al fondo del conflicto de Navarra con España y Francia.

Navarra necesita la independencia y su (re)constitución como Estado europeo. El ejercicio real de la libre disposición es el objetivo político en el momento actual.

Saludos.

mkmhako dijo...

Hola.

Totalmente de acuerdo que nos es la cuestión de fondo, pero sí da a lugar en la constatación de la Estatalidad de Navarra, como comentaba anteriormente. La Dinastía (fuera cual fuere) constata la evidencia de un Estado con sus propias Leyes, si se me permite.."consuetudinariamente constituido"

Me hace gracia comprobar como algunos que presumen de foralismo (Jaime del Burgo, vease) caen en sus propias contradicciones, por ejemplo en la de aplicar las Leyes de la Corona Española, al que de realmente constituye ( aunque ya seriamente mermado) un Estado (en forma de Reino) hasta 1841. EL alegato del último síndico de las Cortes de Navarra debería ser grabado a sangre y fuego (metafóricamente , claro :)) en algunos que presumen de foralismo.

La reintegración foral plena, supone recuperar la Estatalidad de Nabarra, ni más ni menos-

Ondo ibili 'ta gogor!

Garate dijo...

Ados nago.

Ongi izan!