27 febrero 2012

PARADIGMA FORAL Y BIZKAITARRA



Leído el artículo de Juan Karlos Pérez ('El fuero de Vizcaya', Deia) es necesario convenir que lo que afirma es cierto y que responde a lo que ha sido la realidad histórica del Señorío de Vizcaya, por lo menos desde el siglo XV hasta nuestros días. A una conclusión diferente se llegaría si consideráramos al conjunto de la nación vasca y un periodo de tiempo más amplio. El trabajo constituye un modelo de lo que es el paradigma foral o el bizkaitarra a la hora de enfocar nuestra historia, nuestra situación en el mundo y nuestras perspectivas futuro.


La historia de los vascos comienza mucho antes de que Vizcaya acceda al estatus de “sujeto político”, siempre relativo por su subordinación a la monarquía de Castilla. El mismo autor lo reconoce al hablar, por una parte, de su dependencia de la Chancillería de Valladolid en los aspectos judiciales y, por otra y muy significativa, en su explicación a la razón por la que los fueros tenían que estar escritos “en castellano”, para que el señor de Vizcaya –rey de Castilla- los pudiera entender. En ambos casos se manifiesta con claridad el diferente rango político de Castilla, Estado soberano, y Vizcaya, como entidad aneja y supeditada al mismo.

La euforia del foralismo bizkaitarra expresada por Juan Karlos Pérez descubre las limitaciones de su planteamiento y se ubica en una territorialidad y nacionalidad hispana, no en una realidad nacional y estatal del conjunto vasco. Las “realidades jurídico políticas” de las que habla Juan Karlos Pérez, por el contrario, asientan sus orígenes en el primitivo Derecho Pirenaico, hecho recogido por el propio José Antonio de Aguirre en su carta de 1946 a Ceferino de Jemein, en la que trata con profundidad estos asuntos y reconoce el origen pirenaico de la organización política vasca, centrada primero en el reino de Pamplona y en el de Navarra posteriormente.

El Fuero Antiguo y el Fuero General de Navarra expresan una filosofía política semejante a la del de Vizcaya, sólo que con algo más de dos siglos de anticipación. Y, además, constituían el soporte de un Estado europeo independiente, soberano, y que fue la máxima expresión política que los vascos construyeron a lo largo de su historia.

Desde una perspectiva nacional, pienso que no se puede despachar la guerra de banderizos con la consideración de un simple conflicto interno, en un “intento de unos de sobreponerse sobre otros”. Además de que el fenómeno, que se produjo en el conjunto de lo que entonces eran Vascongadas (Vizcaya junto con Alava y Guipúzcoa), tuvo una relación directa tanto con los conflictos del siglo XII, cuando, como indica Aguirre en el texto de su carta a Jemein, se produjo la traición a Navarra de los Haro y los Guevara y su paso al servicio de Castilla, como con la conquista, en 1200, de Alava, el Duranguesado y las tres tenencias navarras que posteriormente constituirían Guipúzcoa.

Otra forma en que se expresa el “paradigma foral” en este artículo y su olvido del hecho nacional vasco, y su consiguiente incardinación hispana, se produce por partida doble. Por un lado, menciona las libertades de Castilla y la guerra de las Comunidades, pero no hace referencia alguna a hechos contemporáneos, tan trascendentales para Vasconia, como la conquista y ocupación de Navarra por España, ni del decisivo papel que jugó la derrota de los comuneros en Villalar en la de los navarros en Noain en junio de 1521. En efecto la derrota de los comuneros supuso la posibilidad para Castilla de disponer de todos sus efectivos militares contra Navarra. Por otra parte, cuando habla de “Castilla y Levante”. En una perspectiva europea global se conoce como “Levante” a las tierras del Oriente Medio. Cuando Juan Karlos Pérez habla de “Levante” parece que se quiere referir a un país con nombre y apellidos, el País Valenciano, al que los españoles han arrebatado nombre y personalidad, para convertirlo en una denominación geográfica relativa a su “centro”, Madrid.

La ideología que subyace al artículo es de sometimiento, el punto de vista del colonizado que se vanagloria de su dependencia y subordinación. Aunque no aparezca con claridad, el texto es un híbrido entre el foralismo decimonónico de los carlistas y el bizkaitarrismo de Arana Goiri y expresa con claridad las limitaciones de ambos modos de ver la realidad vasca. Es una ideología que acepta y celebra su dependencia y subordinación.

Termina el artículo con una pregunta retórica cuya mejor respuesta es otra, directamente política y que afecta de pleno a la realidad actual vasca: ¿Por qué no plantear directa y rotundamente la exigencia de un Estado propio?

24 febrero 2012

AMNESIA Y OLVIDO



Siempre se ha dicho, con razón, que la historia la escriben los vencedores y con su relato intentan hacer olvidar a los vencidos la propia memoria de las injusticias sufridas. Walter Benjamín ya expuso en sus “Tesis sobre la Historia” que si ésto sucedía los vencidos sufrían una segunda y, tal vez, definitiva derrota. La narración de la historia se hace desde los intereses del presente de quien la construye. No es algo aséptico ni inocente. La memoria de las derrotas y su reivindicación forman el primer paso para la emancipación de los vencidos y tiene una función política de primer orden.

Por si no queda claro, estoy hablando de Navarra y de la conquista y subordinación a que fue sometida en la etapa cuyo quinto centenario conmemoramos este año. La trascendencia de la fecha no ha pasado desapercibida para las instituciones que hoy gobiernan la llamada Comunidad Foral de Navarra, institución política que poco tiene que ver con la realidad de un Estado europeo, llamado Navarra, que fue soberano e independiente durante muchos siglos.

Al referirse a la unidad de lo que consideraba como la “nación francesa”, Ernest Renan sostuvo en 1882, en una conferencia sobre “¿Qué es una nación?”:

"El olvido y, yo diría incluso, el error histórico son un factor esencial de la creación de una nación, y es así como el progreso de los estudios históricos es a menudo un peligro para la nacionalidad. La investigación histórica, en efecto, vuelve a poner bajo la luz los hechos de violencia que han pasado en el origen de todas las formaciones políticas, hasta de aquellas cuyas consecuencias han sido más benéficas. La unidad se hace siempre brutalmente; la reunión de la Francia del Norte y la Francia del Mediodía ha sido el resultado de una exterminación y de un terror continuado durante casi un siglo".

Ahora bien, la esencia de una nación consiste en que todos los individuos tengan muchas cosas en común, y también en que todos hayan olvidado muchas cosas. Ningún ciudadano francés sabe si es burgundio, alano, taífalo, visigodo; todo ciudadano francés debe haber olvidado la noche de San Bartolomé, las matanzas del Mediodía en el siglo XIII”.

Exactamente este es el programa que nos propone la propaganda española sobre la conquista y dominio de Navarra: el olvido de la violencia y de las afrentas sufridas por los navarros para lograr su incorporación a esa tarea “nacional” común que, según ellos, es España. Comienzan por tergiversar la historia y hablan de “incorporación” y de “unión de igual a igual” de Navarra a España. Ocultan la realidad bélica de la ocupación y esconden los sufrimientos a que fue sometida su población. El siguiente paso es el logro de la amnesia colectiva, el borrado de la memoria histórica de aquellos hechos. La consecuencia es clara y consiste en sustituirla por la de su nación. En la zona de Navarra del norte de los Pirineos ya han conseguido, en buena medida, que el imaginario colectivo y las categorías a través de las que percibe el mundo nuestra sociedad, sean franceses. En la parte sur llevan muchos años intentándolo, pero la tarea les resulta más difícil. Por lo menos hasta ahora, cuando ha aparecido un oráculo que, desde posiciones “progresistas”, ha acudido en su ayuda.

En efecto, recientemente ha saltado a la palestra una forma especialmente deplorable de autoodio, consistente en el menosprecio de la propia historia y el intento de anulación de la memoria, con origen en determinados sectores que se consideran a sí mismos como “abertzales de izquierdas”. En situaciones de subordinación nacional el autoodio es la vía segura hacia la aniquilación del sujeto histórico. El camino intermedio pasa por asimilar la minoración y aceptar un complejo de culpa transferido desde el campo de los dominantes. En este sentido resulta penoso que personas que, en teoría, afirman defender la causa de la nación vasca ofrezcan ejercicios de autoodio como el protagonizado por Mikel Soto en el artículo publicado en Gara “Me cago en el V Centenario”. 

Resultaría de interés, y desde aquí animo a quienes así piensan, que expusieran su relato de la historia de Euskal Herria. Ya nos ha dicho Mikel Soto que la memoria no debe retroceder más allá de Gernika. ¿Y la historia? Se supone que ésta comenzará un poco antes ¿no? Sería importante saber sobre qué ejes estructuran la narración y qué hitos eligen. La historia tiene un método riguroso, claro está, pero la selección de los asuntos de estudio es arbitraria y, normalmente, se realiza desde los intereses del presente. ¿Por qué los españoles eligen celebrar el 800 aniversario de la batalla de “Las Navas de Tolosa”? Es evidente la intención de reforzar la ideología nacionalista española a través de la conmemoración de un hecho bélico que, según ellos: 1) reunió a “todos los reinos y pueblos de España” incluyendo, por supuesto, a Navarra y Vizcaya y 2) fue un combate contra el enemigo secular de España: los moros.

En el campo de la historia, y menos todavía en el de la memoria, no hay agujeros negros, cualquier hueco es inmediatamente llenado por los de la historia y memoria de la sociedad dominante. Si como vascos no tenemos nuestros propios referentes históricos ni nuestros lugares de memoria, caeremos de modo inexorable en el “sitio de Numancia”, en “nos ancêtres les gaulois”, en “Charlemagne”, en la “reconquista contra el moro”, en el “descubrimiento y civilización de América”, en el “Siglo Oro”, en “l’Illustration”, en la “Révolution”, en la “guerra de la Independencia contra los franceses” y en las revoluciones o asonadas militares del siglo XIX. En una palabra, tendremos nuestro hogar patrio, nuestro imaginario, en Francia-España o viceversa, que es lo mismo.

No será amnesia, será olvido voluntario.

23 febrero 2012

PEDRO DE NAVARRA






En el año 2010 fue noticia el descubrimiento de los restos de Pedro II de Navarra en la Iglesia de San Pedro de la Rúa de Estella, en la cripta de los mariscales. La importancia de este personaje en la resistencia a la conquista y ocupación de Navarra iniciada por el rey Fernando de Aragón, llamado el católico, en 1512 y en los hechos que condujeron a la ocupación y dominio del reino, está fuera de toda duda. Su integridad y fidelidad a la causa de su patria y sus reyes legítimos son ejemplares y merecen ser tenidos en memoria permanente por los navarros.

El mariscal Pedro II era el jefe supremo del ejército navarro en la guerra de Conquista de Navarra iniciada en 1512. Después de la invasión del reino por las tropas castellanas, se llevaron a cabo varias contraofensivas para recuperarlo. En la segunda ocasión, en marzo de 1516, el mariscal Pedro II pasó desde la Baja Navarra hacia Roncal con 1.200 hombres. La intención era unirse con las tropas del rey Juan de Albret que debían entrar en la Alta Navarra por Orreaga para converger ambos sobre Pamplona. En este intento de recuperación del reino no hubo apoyo francés y las fuerzas navarras resultaron escasas. Las tropas castellanas del coronel Villalba se interpusieron entre ambos cuerpos del ejército navarro, lo que unido al mal tiempo y la imposibilidad de retirada hacia ultrapuertos produjo la derrota del mariscal y su rendición en Isaba al coronel Cristóbal Villalba, que lo hizo prisionero.

El mariscal fue llevado preso en primer lugar a la fortaleza de Atienza. Allí el 29 de mayo de 1518, en nombre de Carlos I se le hizo una oferta de perdón, a cambio de jurar fidelidad. Su negativa fue por escrito con las siguientes palabras:

“Una vez más suplico, con toda humildad posible a su Majestad, se sirva demostrar conmigo la magnificencia que ha de esperarse de semejante Majestad, devolviéndome la libertad entera y el permiso de ir servir a quien estoy obligado. La fidelidad, la limpieza que su Alteza quiere y estima de sus servidores, yo podré guardarla a los míos, y por ello me tornaré cautivo y esclavo de su servicio”.

Posteriormente, fue trasladado a la prisión de Simancas. El 24 de noviembre de 1522, mientras su hijo luchaba en la fortaleza de Hondarribia, apareció acuchillado. La información oficial dijo que se suicidó. La controversia sobre la causa inmediata de su muerte sigue en pie todavía, aunque en cualquier caso y sin ninguna duda, estuvo provocada por su prisión. Incluso tras su muerte, Carlos V, en Cédula de 9 de febrero de 1523, confiscó sus bienes y los de su familia.

Una vida ejemplar de servicio a la causa de la justicia y la libertad. Un claro compromiso del que quedó excluido cualquier tipo de traición o componenda. La de Pedro II fue la última generación que pudo comportarse así. A partir de 1530 la estabilidad de la ocupación española convirtió el ambiente de la Navarra ocupada en asfixiante. La construcción de las nuevas murallas y de la ciudadela, modelos de sistema defensivo del invasor frente a los propios pobladores, supusieron una vuelta de tuerca más en la opresión y expolio del pueblo navarro. Simultáneamente, la cúspide social: militar, religiosa y política se veía ejercida, o cuando menos interferida gravemente, por administradores y políticos españoles.

La memoria de lo ocurrido en esos años cruciales, de 1512 a 1530, se iba viendo progresivamente sustituida por el relato del invasor. “Los vencedores escriben la historia”, se dice con razón. La “historia” que se contaba desde la imperial España suponía la aniquilación narrativa de la nación navarra. En efecto, las historias de Mariana con relación a Castilla y Zurita con Aragón, en las que la realidad de Navarra era expuesta dentro de un marco de intereses ajenos, forzaron a que la cortes de Navarra intentaran elaborar la propia y desde su particular centralidad. En esta situación las cortes del reino encargaron al jesuita Moret la redacción de su historia. De ahí surgieron los famosos “Anales del reino de Navarra” escritos en 1677, aunque publicados en 1684. En la obra de Moret se expone la historia nacional de Navarra y de su conquista, aunque acepta la teoría del pacto como modelo por el cual Navarra se “incorporó” a Castilla, manteniendo sus instituciones. Muy distinta es la versión escrita desde los territorios de una Navarra independiente por el zuberotarra y síndico de Saint Palais, Oihenart, que habla de “injusta usurpación y retención de Navarra por los españoles”. Las autoridades ocupantes de la Alta Navarra denegaron a Oihenart el permiso necesario para investigar en los archivos de Pamplona datos sobre la conquista y ocupación de la Alta Navarra.

Hoy, en vísperas del 500 aniversario de la invasión y ocupación de Navarra por España, nos encontramos en un momento especialmente oportuno para reivindicar la memoria de un navarro insobornable, que pagó con su vida la fidelidad a su patria y a sus reyes legítimos: Pedro II, mariscal de Navarra.



Bibliografía

Esarte Muniain, Pedro. “Represión y reparto del Estado navarro (siglos XVI y XVII) La nación vasca, expolio franco-español”. Pamplona-Iruñea 2007. Editorial Pamiela.

Esarte Muniain, Pedro. “Breve historia de la invasión de Navarra (1512-1530)”. Pamplona-Iruñea 2011. Editorial Pamiela.

Monteano Sorbet, Peio J. “La Guerra de Navarra (1512-1529) Crónica de la conquista española” Pamplona-Iruñea 2010. Editorial Pamiela.

Pescador Medrano, Aitor. “Francisco de Xabier. Nacimiento de un mito, muerte de una nación”, Tafalla 2006. Editorial Txalaparta.



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LA FAMILIA DE LOS MARISCALES DE NAVARRA

La “casa de Navarra”, también conocida como “casa de los mariscales” tiene su origen en Leonel (1377-1413), hijo natural de Carlos II Evreux, conocido como “el Malo” siguiendo la denominación, ampliamente aceptada, propuesta por los cronistas franceses y de Catalina de Lizaso. Fue, por lo tanto, medio hermano del rey Carlos III el Noble, con el que mantuvo una estrecha y buena relación como fiel y leal vasallo.

Le sucedió como mariscal de Navarra su hijo natural Felipe, nacido en Estella en fecha indeterminada, de María Juan. Fue este Felipe quien a través de su matrimonio en 1424 con Juana de Peralta, hija de Mosén Pierres “el Viejo”, pasó a formar parte importante de lo que, tras su muerte en 1450, sería el conflicto entre el rey viudo-consorte de la reina Blanca, don Juan II de Aragón y su hijo el príncipe Carlos de Viana. El hijo de ambos, Pedro I de Navarra, siguiente mariscal del reino y primer jefe del partido “agramontés”, tomó las armas contra Carlos de Viana en favor de su padre don Juan. Murió a manos del hermano del jefe de la facción contraria, Felipe de Beaumont, mientras acompañaba a la princesa Leonor en una entrada clandestina en Pamplona. A pesar de los intentos de hacer justicia, el poder beamontés no consintió que se ejecutara la sentencia de muerte sobre Felipe.

Del matrimonio de Pedro I con Inés Enríquez de Lacarra nació Felipe, también mariscal del reino. Cuando en 1480 el mariscal Felipe II se dirigía de Sangüesa a Villafranca y cerca del Monasterio de la Oliva, su enemigo el II conde de Lerín, Luis III de Beaumont, le tendió una emboscada y Felipe fue lanceado y muerto por el Conde. Le sucedió como cabeza del linaje su muy joven hermano Pedro, que sería conocido como Pedro II.

Pedro II casó con Mayor de la Cueva, matrimonio del que nació Pedro que, más adelante, sería también mariscal del reino por nombramiento del emperador Carlos V el mismo día en que otorgó perdón a los agramonteses por Real Cédula de 29 de abril de 1524. Ayudado por el hijo de Pedro II, el almirante Bonnivet tomó Hondarribia el 19 de octubre de 1521. Tras un asedio de más de dos años, el 19 de febrero de 1524 capituló, rindiendo la plaza al Condestable de Castilla.


Nota

Este texto es mi colaboración en el libro publicado por Irujo Etxea con motivo del 500 aniversario del comienzo de la conquista y ocupación de Navarra en 1512. 

08 febrero 2012

SOBRE CRISIS Y ESTADOS



Muchas veces se ha repetido entre nosotros la idea de la superación de los estados en un mundo globalizado, en el que los poderes subestatales tienen, al mismo tiempo, cada vez más capacidad de maniobra. El mantra “el Estado es algo obsoleto en nuestra época” se ha llegado a convertir en algo tan monótono y pesado como una guía de teléfonos. También se ha dicho que por mucho repetir una mentira no se convierte en verdad. La monserga de la obsolescencia del Estado es un caso particular de mentira que se pretende elevar a verdad a fuerza de repetirla. Interesadamente, por supuesto.

Ya es sabido que muchas de las políticas en las que se basó históricamente el modelo de estados surgido en Westfalia (1648) han quedado realmente desfasadas como actividad soberana de los mismos y que se han traslado a niveles superiores, de organizaciones supraestatales. Mucho cuidado, supraestatales, no internacionales, que sería algo muy distinto. Las políticas económicas constituyen en estos tiempos de crisis su paradigma.

Y las cosas suceden así en dos niveles que se pueden comprobar cotidiana y sencillamente con la lectura o escucha de cualquier medio de comunicación. Uno sucede en el ámbito global de las grandes decisiones macroeconómicas y el otro en el campo interno de los estados, en el momento de aplicar esas recetas generales.

El primero consiste en que quienes diseñan dichas políticas no son directamente los estados, por lo menos no todos los estados, sino que son agentes económicos a nivel mundial en connivencia con los estados más poderosos. Pero quien tiene que hacer los deberes, es decir el que debe tomar las medidas concretas que afectan a las personas corrientes, sí son los estados, por muy de tercera división que sean. “Grecia tiene que hacer los deberes”, “Portugal no debe endeudarse más”, “España no está cumpliendo sus compromisos” o bien “Islandia parece que capea el temporal”. Nunca se oirá que “Escocia saca adelante un plan estabilidad económica”, “Navarra cumple los compromisos derivados de su deuda”, “Flandes está en el camino de la recuperación” o “Cataluña entra de nuevo en fase de crecimiento”. Los sujetos en el plano mundial, en los asuntos económicos también, son siempre los estados.

El segundo aparece más difuminado pero, en el fondo, es más preocupante ya que nos atañe muy de cerca. Se trata de la conocida cantinela de las fusiones empresariales en general y bancarias en particular y como caso de gran trascendencia para una futura política independiente de las naciones que, sometidas a otras, quieren emanciparse mediante su acceso al estatus de sujeto político con un Estado independiente propio. Esta voluntad de independencia requiere un sistema financiero autocentrado para ser viable. Cuando en el Estado español se habla de fusiones bancarias nunca se ha planteado, ni se planteará, la hipótesis de fusión entre entidades que tengan su base de operaciones fuera del territorio que controla. Siempre serán dentro de la “perfecta unidad entre los hombre y las tierras de España”. Además, añado de mi cosecha, con la sana intención de derribar esas fronteras regionalistas y localistas que “pretenden imponer los nacionalismos trasnochados”. Y de afianzar su “unidad nacional”.

La política económica que perpetran los estados ocupantes está dirigida directamente a minar las bases económicas sobre las que necesariamente deberá asentarse nuestra futura independencia. Tratan, por el contrario, de asegurar su puesto a nivel global apoyándose en el control y expolio de los “recursos” (humanos y materiales) de las naciones sometidas a su férula, en provecho propio y del grupo nacional que les da soporte.

Sucede exactamente lo mismo con sus políticas lingüísticas, culturales y de cohesión social. Las pagamos todas las naciones que domina su Estado y sólo favorecen a la suya. Cuando levantas el dedo para denunciarlo, inmediatamente te acusan de “identitario”, “estrecho de miras”, “provinciano” o cualquier otro epíteto despectivo. ¿Qué pasa cuando son ellos los que lo hacen? ¿Por qué no se los aplican? ¿No dicen que vivimos en un mundo global y sin fronteras? Vamos a jugar todos en igualdad de condiciones y dejarnos de monsergas. Necesitamos nuestro Estado.

07 febrero 2012

VERANO DE 1512


Cuando el 19 de julio (¿a qué me recuerda esta fecha?) de 1512 las tropas españolas procedentes de Vitoria entraron en el territorio de lo que todavía era reino independiente de Navarra es posible que produjeran pasmo y, seguro, temor en los pobladores de la Burunda y la Barranca. El paso fue muy rápido ya que el día 22 ya pernoctaron en Huarte-Arakil y, a pesar de la resistencia de seiscientos roncaleses en Oskia, llegaron a Pamplona el día 23, pernoctaron en Arazuri y el 23 en la Taconera de Iruñea. El 25 se rendía la capital del reino ante la abrumadora superioridad de las tropas conquistadoras frente a su población, en una relación de cuatro a uno. 5.000 habitantes frente a un ejército de unos 20.000 efectivos humanos, un armamento moderno y una técnica militar de última generación. Sobre los efectivos del ejército invasor cito textualmente lo que sobre el asunto aparece en Wikipedia:

El ejército castellano se fue concentrando en Vitoria. Estaba a las órdenes de Fadrique Álvarez de Toledo, segundo duque de Alba, y entre sus mandos figuraban experimentados militares, como los coroneles Rengifo y Villalba. Constaba de 2.500 jinetes, 12.000 infantes, 1.500 lanzas y 20 piezas de artillería con sus sirvientes; a los que había que añadir 400 hombres al mando de Antonio de Acuña, obispo de Zamora. Entre estas tropas estaban 750 infantes de los temidos tercios de Bugía precedentes del norte de África, traídos a bordo de galeras hasta Bilbao.

Con seguridad los pobladores de Sakana no fueron conscientes en aquel momento de la trascendencia histórica de los hechos que fueron los primeros testigos en la Navarra libre. Al ser tan rápido el acontecimiento, es posible que tampoco sufrieran demasiado lo que supone para una población muy reducida el paso por su territorio de 20.000 hombres armados con toda la parafernalia militar correspondiente.

Ahora que estamos en las puertas del 500 aniversario de estos hechos tenemos una amplia perspectiva histórica de sus secuelas. Pueden parecer lejanos en el tiempo. Habrá quien diga que quinientos años son muchos años, pero las consecuencias se manifestaron muy pronto y, sobre todo, han sido permanentes hasta el momento presente.

Los vascos en su desarrollo histórico tuvieron la capacidad de crear, como otros pueblos de Europa y frente a sus dos potentes vecinos, un Estado propio. Soberano. Independiente. El reino de Navarra expresaba en su constitución política la cultura social del pueblo de los Pirineos. Una cultura de solidaridad (auzolan), con un importante igualitarismo social y de una clara insumisión frente a poderes arbitrarios extraños. El Fuero General y el movimiento de los Infanzones (de Obanos, por ejemplo) de los siglos XIII y XIV son sus primeras expresiones.

La pervivencia el euskera como idioma propio se asienta sobre la independencia política del reino navarro. Tanto en La Rioja como en Huesca se encuentran, en la Baja Edad Media, textos legales reprimiendo el uso público del euskera. Eso nunca sucedió en los territorios de la Navarra soberana.

La estructura política del Estado independiente reafirmó todo ello, nacionalizó, como afirma Lacarra, la propia sociedad navarra. Tras la conquista en 1200 de la parte occidental del reino los territorios ocupados por Castilla siguieron siendo vascos (étnica y lingüísticamente) pero dejaron de ser políticamente navarros. De esa fecha procede la triste división, hoy tan explotada por el nacionalismo español, entre “vascos” y “navarros”.

A partir de esa fecha las cosas cambiaron mucho en la Alta Navarra. A nivel político la subordinación a los ocupantes era un clamor cotidiano, pero en el aspecto lingüístico también hubo novedades tristes. Mientras al norte del Pirineo, hasta 1620, se mantuvo el reino independiente se produjo, merced a la Intervención de la reina Juana III de Albret, el acceso del euskera a lengua de cultura. Etxepare y Lizarraga, con la traducción del Nuevo Testamento por el segundo, fueron sus más destacados artífices. Por el contrario, en esa época en Alta Navarra, ocupada por España, se prohibía la impresión de libros en “lingua navarrorum”.

1512 supuso un hito de primera magnitud en un proceso cuyas consecuencias sufrimos en estos complicados y críticos comienzos del siglo XXI. El llamado “conflicto vasco” no tiene su origen en el franquismo. Tampoco en las guerras carlistas del siglo XIX. Sus verdaderos orígenes se remontan en el tiempo a la conquista de un Estado vasco independiente, Navarra, de su ocupación y sometimiento, según el título del  libro de Pedro Esarte, y de lo que supone a todos los niveles la pérdida de la soberanía política.

La superación democrática del conflicto y la presencia del pueblo vasco como sujeto en el mundo exige que nos planteemos con seriedad la (re)constitución del Estado que fuimos capaces de construir y que nos fue injustamente arrebatado.



1512KO UDA


1512ko uztailaren 19an (zer dakarkigu gogora egun honek?), espainiar armada Nafarroako Erresuman sartu zenean, Sakanako biztanleek harridura eta batez ere beldurra sentitu zutela pentsa daiteke. Tropen igarotzea oso azkarra izan zen; uztailaren 22an Uharte-Arakilen eman zuten gaua eta, Erronkariko 600 biztanlek Oskian aurre egin bazieten ere, 23an Iruñera iritsi ziren. Arazurin eman zuten gaua, eta 24an Iruñeko Taconeran. 25ean hiriburuak amore eman zuen, konkista indarren nagusitasuna ikusirik: biztanle bakoitzeko 4 gerlari zeuden. 5.000 biztanle, armamentu eta teknika militar berritzaileak zerabiltzan 20.000 soldaduko armadaren aurka.

Hona hemen bertaratutako tropen tamainari buruzko aipamena: “gaztelar armada Gasteizen bildu zen. Fadrique Álvarez de Toledo, Albako bigarren dukea, zuten buruzagi eta kapitainen artean eskarmentu handiko militarrak ziren, Rengifo eta Villalba koronelak kasu. 2.500 zaldunek, 12.000 oinezkok, 1.500 lantzarik eta 20 artilleria-piezak osatzen zuten; gainera Antonio Acuña Zamorako apezpikuaren aginduetara zeuden beste 400 gizon zituzten lagun. Tartean ere, Bgayet (Afrikako iparraldean) lurraldetik ekarritako 750 gizon ziren” (Wikipedia).

Litekeena da Sakanako biztanleak begien bistan zuten gertakari haien garrantzia historikoaz ez ohartzea. Gaur egun, ordea, badakigu gertakari haiek zoritxarrez beteriko epe luzea iragartzen zutela, berezko Estaturik gabekoa, subiranotasun eta independentziarik gabekoa. Nafarroa Espainiako gau luzean sartu zen horrela, eskasia eta gerra arrotzetan, askatasunik gabe eta bere hizkuntza eta kultura ukatuak zirela. Oraindaino.

GUAIXE.NET 2011ko azaroak 11 (350. zenbakia)