30 marzo 2011

TESTAMENTOS REALES


La reciente aparición del trabajo de Iñigo Bolinaga El Testamento supone una lectura renovada de la conquista de Navarra en 1512. Poco se ha escrito sobre este asunto en clave narrativa con tanto rigor histórico como el relato de Bolinaga.


La desazón y el apremio de los gobernantes de Castilla tras los procesos bélicos en los que sus ejércitos conquistaron y ocuparon los territorios navarros, aunque siempre fuera bajo el señuelo de incorporaciones “voluntarias” o “de igual a igual”, es un asunto al que los navarros de hoy deberíamos prestar más atención. Efectivamente, tanto tras la conquista de su parte occidental en 1200, de la que se habló desde Castilla como “voluntaria entrega”, como la de la oriental en 1512-29, de la que se dijo fue “equae principal” (“entre iguales”), tenemos constancia histórica de sus remordimientos de conciencia.


Sabemos perfectamente que ambos acontecimientos históricos estaban motivados por las ambiciones políticas de Castilla. En ambas situaciones primó el interés de su Estado sobre cualquier consideración de justicia. En el primer caso, en 1200, reinando en Castilla Alfonso VIII, se trataba, entre otras cuestiones, tanto de lograr un acceso al mar como el de negárselo a Navarra. En el segundo, en 1512, el objetivo era evitar la existencia de un Estado independiente en la zona pirenaica occidental que el incipiente imperio español consideraba estratégico para sus ambiciones europeas y peligroso por su independencia y relaciones, sobre todo, con la monarquía francesa. Reinaba en España Fernando II de Aragón y IV de Castilla.


Es conocido que en 1204, ante una grave enfermedad, Alfonso VIII de Castilla hizo un testamento en el que prometía devolver a Navarra todo lo que ocupó en 1200, si “Dios le devolvía la salud”. Don Alfonso recuperó la salud pero olvidó por completo la promesa hecha en situación tan delicada.


En 1512, Fernando, llamado el Católico, ocupó Navarra e inició una guerra para lograr estabilizar su dominio. Fernando falleció en 1516 y su nieto y sucesor, el emperador Carlos, continuó la ocupación del reino. Carlos dictó testamento en 1554 en Bruselas, en el que constaba:


En lo que toca al reino de Navarra, nos remitimos a lo que va escrito en una hoja suelta, firmada de nuestro nombre, inclusa en este testamento, y aquello mandamos que se cumpla como cláusula y parte de él.

La hoja suelta desapareció, aunque existe una copia del siglo XVII en la que se afirma que decía:


En lo que toca al reino de Navarra… para mayor seguridad de nuestra conciencia encargamos y mandamos al serenísimo Príncipe don Felipe, mi hijo y sucesor en todos nuestros reinos y señoríos, que haga mirar y con diligencia examinar y averiguar ella; y sinceramente, si de justicia y razón seré obligado a restituir el dicho reino…


Felipe II llegó a las puertas de la muerte sin haber resuelto nada al respecto, pero en 1597, último año de su vida, parece que tuvo algún escrúpulo y encargó a su vez a su hijo Felipe que abriera una encuesta y debate sobre el citado asunto. Felipe II murió en septiembre de 1598 y, ya en noviembre, Felipe III convocó un “consejo de expertos”, cuya lista estaba prácticamente cerrada en las disposiciones testamentarias de Felipe II. Esta junta dictaminó el 28 de noviembre de 1598 que todo estaba en orden, que la conquista había sido justa, oportuna y políticamente provechosa, para Castilla, obviamente. Las almas del emperador Carlos y de su hijo Felipe II podían descansar tranquilas en el cielo; y la de Felipe III, tras descargar su conciencia, en la tierra.

El dictamen de los expertos se conserva en los archivos en forma de texto, que como todos los escritos oficiales y más aún los del siglo XVI, resulta tedioso. Con base en el contenido del dictamen y a sus amplios conocimientos de historia, como profesional que es, Iñigo Bolinaga ha construido una magnífica fabulación de los debates que sostuvieron durante aquel mes de noviembre los comisionados. Bolinaga pone en boca de todos y cada uno de ellos las razones que favorecían a Navarra y las que Castilla utilizaba para respaldar su agresión. La narración es amena, de una gran frescura, a pesar de mantener con precisión los conceptos y expresiones de la época en la que se desarrolló el debate. Además, responde a una construcción histórica ajustada a la realidad. Es destacable la ironía que utiliza Bolinaga cuando da forma a los razonamientos justificativos de la conquista.


Considero un acierto la publicación de este trabajo y su divulgación para dar a conocer de modo informal las tramas y tretas de los episodios de 1512-29, de gran importancia. Es “como” una novela ya que su estilo narrativo no es el habitual de un historiador profesional. Los diálogos de los expertos protagonistas son evidentemente inventados, pero el relato es fiel a una realidad histórica que nos han intentado ocultar a los navarros durante muchos siglos. Merece ser leído con calma y ocupar un puesto destacado en nuestra biblioteca.


Merece la pena destacar que, a diferencia de otros reyes, Fernando nunca tuvo remordimientos ni escrúpulos.



Referencia bibliográfica

Bolinaga, Iñigo. “El Testamento. Cómo zanjó Castilla la cuestión sobre la legitimidad de la conquista de Navarra”. Andoain, 2011. Txertoa

24 marzo 2011

LA INEFABLE INFINITUD DE SANTI LEONE

“Beharbada Nafarroaren konkistak badu bere alde ona ere. Euskaldun guziok batuko zituen (edo ez) Estatu baten faltan, guzion iruditerian habia egin lezakeen balizko Estatu erdi-mitikoa dugu” (Memoriaren konkista. Berria).

Decía Einstein que hay dos cosas infinitas; el universo y la estupidez humana. “Y del universo no estoy seguro”.

Por suerte Leone se ha propuesto que de la memez humana no tengamos la menor duda. Con lo ingenioso que es (irudimentsu, alardea literalmente de sí mismo) está claro que invierte toda su imaginación en demostrar que puede ir más lejos que Einstein en sus mejores conjeturas.

No me imagino a los judíos especulando con que el Holocausto tuvo su lado positivo (¡Tus muertos!). Ni a los armenios calculando el aspecto beneficioso de su genocidio turco. Ni a los nativos de América valorando la porción de suerte que les cayó encima con la aparición de las naves de Colón en sus costas y su inminente exterminio. Pero debo suponer que la infinitud que proponía Einstein da para mucho.

Es curioso el predicamento que tiene Leone en el mundo abertzale y euskaltzale, y que tan animosamente utiliza para arrojar piedras al propio tejado del país. Resulta inquietante que todas sus aprensiones metafísicas en estos lugares de la memoria histórica le asalten por el lado de Nabarralde y de quienes valoran que Euskal Herria haya tenido un lugar en la historia en términos de independencia, soberanía, presencia internacional y estas ocurrencias. Y en cambio no se le escape el menor comentario cuando el nacionalismo español y el navarrismo de tradición cunetera están celebrando con todos sus medios y recursos la conquista de 1512, o la vinculan con la batalla de las Navas de Tolosa, victoria rancia de la cristiandad contra el sarraceno, efeméride racista donde las haya. En esos vomitivos eventos el ingenio de Leone sólo ve pulgas en los esfuerzos de Nabarralde por despertar una conciencia crítica que nos permita entender los orígenes de la situación actual y nuestra ubicación (indeseada en mi caso) en el Reyno de España.
Resulta divertido que ahora distinga en Nabarralde entre buenos y malos (zintzoak eta besteak); como otros nos han clasificado –en esta larga travesía- entre duros y blandos, moderados y radicales... Esperemos que esta clasificación objetivadora no llegue a la conclusión habitual de quienes, cuando descubren en el horizonte una turba de contrarios, acaban pensando que el único indio bueno es el indio muerto.

Preocupante, de verdad, que Berria le publique sus gracias.

Josemi Mtz Urmeneta

Completamente de acuerdo,
Luis María Martínez Garate

SANTI LEONEREN IRUDIMEN IRUDIMENTSUA

“Beharbada Nafarroaren konkistak badu bere alde ona ere. Euskaldun guziok batuko zituen (edo ez) Estatu baten faltan, guzion iruditerian habia egin lezakeen balizko Estatu erdi-mitikoa dugu” (Memoriaren konkista. Berria)

Einsteinek zioenez, bi gauza dira infinituak: unibertsoa eta giza ergelkeria. “Eta unibertsoarenaz ez nago ziur”.

Santi Leonek, baina, giza ergelkeriari dagokionez zalantzarik izan ez dezagun nahi du itxuraz. Hain irudimentsua izaki (hala dio harro-harro), irudimena Einstein baino urrunago irits daitekeela frogatzeko erabiltzen du, antza.

Izan ere, ez ditut irudikatzen juduak Holokaustoaren alde onari buruz espekulatzen (bai zera!). Ez eta armeniarrak turkoek eragindako genozidioaren alderdi onuragarria kalkulatzen ere. Ez eta Ameriketako indioak, Kolonen ontziek ekarritako sarraskien ondoren, beren zorte ona aintzakotzat hartzen ere. Einsteinek aipatzen zuen infinitutasunak halako gauzak dakartza, ordea.

Bitxia da Leonek mundu abertzale eta euskaltzalean duen ospea, herriaren teilatura harriak alaiki botatzeko erabiltzen duena. Gogaikarria da oroimen historikoari buruz dituen irudipen eta ustekeria metafisiko guztien jomuga Nabarralde eta Euskal Herriak historian bere lekua izan duela (independentzia, subiranotasun, nazioarteko presentzia eta abarri dagokionez) uste dutenak izatea. Eta, aitzitik, txintik ez esatea nazionalismo espainola eta tradizio faxistako nabarrismoa bere baliabide eta bitarteko guztiekin 1512ko konkista ospatzen ari direnean, edota Navas de Tolosako gudua goraipatzen hasten direnean, sarrazenoen aurkako kristiandadearen garaipen zaharmindua alegia, ospakizun erabat arrazista, ezer izatekotan. Ekitaldi okaztagarri horien aurrean, baina, gure gaurko egoeraren sorburua eta Espainiako Erreinuan dugun lekua (nahi ez duguna) ulertzeko kontzientzia kritikoa pizteko Nabarraldek egiten duen ahalegina erretolika hutsa da Leone irudimentsuarentzat. Gauza barregarria da orain Nabarralden “zintzoak eta besteak” bereiztea, beste zenbaitek ere, ibilbide luze eta gogor honetan, horrela sailkatu baigaitu: gogorrak eta bigunak, moderatuak eta erradikalak... Espero dezagun sailkapen hori ez iristea, urrutian arerio piloa ikusten dutenean, indio zintzo bakarra indio hila dela pentsatzen dutenen ondorioetara.

Kezkagarria, benetan, Berriak xelebrekeria horiek argitaratzea.

Josemi Mtz Urmeneta

Erabat ados nago,
Luis María Martínez Garate

22 marzo 2011

EL INNOMBRABLE

Con este título cerró Samuel Beckett en 1953 la trilogía que constituye una de sus obras más importantes (“El innombrable”, junto con “Mohillo” y “Malone muere”). En el caso de la invención de Beckett, lo que no se puede nombrar es un algo que existe, piensa y reflexiona, pero que no tiene forma o, si la tiene, es indefinida, aunque es capaz de hablar consigo mismo. Aquí, con el mismo título, vamos a intentar una aproximación a una fábula distinta; a una ficción que podría tomar forma concreta, a una quimera que en sí misma ni piensa ni reflexiona, pero sobre la que algunos intereses tangibles y próximos piensan, especulan y manipulan.

Podemos hablar sobre un supuesto lugar situado en la costa de un mar en el que otrora se avistaban, y posteriormente se cazaban, ballenas. La ubicación de sus acantilados lo facilitaba. Su altura sobre el mar y la ausencia de edificaciones importantes los hacía bellos, pero también estratégicos. Militares ocupantes utilizaban parte de sus tierras desde bastante tiempo atrás como campo para sus ejercicios bélicos. Tras sus acantilados se ocultaba la desembocadura de un pequeño río que al transformarse en ría a la proximidad del mar, fue convertido, gracias a la laboriosidad de la sociedad que habitaba su entorno, en un puerto de primera magnitud, por supuesto también ficticio.

Estos hipotéticos lugares, incluido el puerto, formaban parte de una imaginada nación que había sido independiente, pero que fue despojada de su ilusorio Estado y sometida a unos aparentes poderes extranjeros que consiguieron subordinarla y trocearla en artificiosos territorios cuyas identidades particulares fueron atizadas para lograr enfrentarlas entre sí, mientras su conjunto aceptaban dócilmente la sumisión al benevolente Estado que la había conquistado.

El ficticio pueblo conquistado tenía una fuerte personalidad y una cultura social y política consistente. Su sociedad había logrado un buen nivel de desarrollo económico, del que un ejemplo era el propio puerto que se encontraba protegido por los estratégicos acantilados. Pero había otros muchos ejemplos de su etérea actividad. Concretamente, en el mundo de los puertos de mar tenía otros dos en sus proximidades, en la misma figurada nación, bien equipados y dispuestos a prestar los servicios necesarios para competir eficazmente en la prodigiosa y utópica época en la que sucedían los hechos narrados.

Además de su sumisión a unos estrictos intereses extranjeros, la imaginada nación había generado una prodigiosa casta de constructores que habían hecho del ladrillo y el cemento su medio principal de amasar fabulosas riquezas. En ese fantástico mundo y en la legendaria nación de la que hablamos había sucedido un fenómeno que los fatuos expertos de la época llamaban crisis. Fenómeno que afectó de forma importante a la portentosa casta constructora.

La asombrosa casta comenzó a hacer rumiar su magín y encontró lo que los alquimistas medievales hubieran llamado sin dudar su piedra filosofal. “Vamos a edificar un puerto de dimensiones colosales” se dijeron, discípulos de los antiguos judíos que narra el Génesis (11,4), “para seguir enriqueciéndonos”. Y definieron un plan en el que se horadaría el monte innominado, desde el interior hacia el mar y bajo los acantilados que antes avistaron ballenas y barcos, amigos y enemigos, y se construiría un enorme “puerto exterior”. No les importaba el servicio que su proyecto pudiera reportar al pueblo que vivía en aquella imaginada nación. Tampoco se plantearon si la fantástica obra que planeaban construir era necesaria, ni los destrozos paisajísticos y ecológicos, esos sí reales, que pudiera a acarrear, ni los costes sociales, también tangibles y ciertos, que posiblemente produjera sobre la sociedad concreta que albergaban aquellos viejos (desde el punto de vista geológico) acantilados y el antiguo (desde el histórico) puerto. Sólo les preocupaba su insaciable voracidad de cemento y ladrillo y su sed de enriquecimiento. Recordaban al viejo Marx, cuando decía proféticamente: “¡acumulad, acumulad, he ahí la ley y los profetas!”

¿Todo lo narrado es pura invención, simple fábula? ¿O sencillamente innombrable? El tabú tampoco se puede mencionar, ni tocar. Y de eso hablamos.


Notas
1.- Si alguien a estas alturas alguien sigue sin aclararse de qué estoy hablando, puede consultar mi blog en el que con el título de “Una piedra en el camino” aparece un texto muy explícito. Fue enviado, sin éxito de publicación, a los periódicos que normalmente se publican en el figurado territorio en el que se encuentran los acantilados imaginarios y el puerto ficticio. ¡Qué poca imaginación tienen nuestros periódicos!

2.- De la prensa del domingo 20 de marzo de 2011: Diario Vasco, Noticias de Gipuzkoa