23 mayo 2010

HISTORIA DE UN DESCONOCIMIENTO

Comunicación presentada al Congreso Euskal Herria-Países Catalanes, celebrado en Gasteiz del 10 al 12 de mayo de 2010.

1.- INTRODUCCIÓN

Recientemente se publicó un libro, suficientemente conocido en los ámbitos intelectuales de los Países Catalanes aunque, por desgracia, ignorado en el País Vasco, consistente en una larga entrevista a Joan F. Mira realizada por Pere Antoni Pons (2009).

Conviene indicar que Joan Francesc Mira (1984 y 2008, por ejemplo) es un referente intelectual de primer orden, no sólo del País Valenciano, sino de todo el ámbito de los Países Catalanes, por sus reflexiones sobre temas tan actuales como el hecho nacional, la identidad y otros muchos, tanto a nivel nacional como internacional.

Como consecuencia de su lectura extraje la idea del enorme desconocimiento que existe en los Países Catalanes sobre la realidad histórica y política del País Vasco. Como consecuencia escribí un artículo publicado por diversos medios digitales de los Países Catalanes, Página 26 , por ejemplo:

La Comunicación que presento a este Congreso responde, precisamente, a la necesidad de subsanar la ignorancia mutua, obviamente desde la perspectiva vasca.


2.- RELACIONES CULTURALES Y POLÍTICAS EN EL SIGLO XIX

La relación histórica fundamental de Vasconia siempre ha sido con la Cataluña estricta y muy escasa o nula con el País Valenciano u otros territorios de los Países Catalanes. En esta relación se pueden distinguir dos fases principales: la anterior al surgimiento del nacionalismo moderno con Arana Goiri y la posterior al mismo.

Todavía, justo en la fase anterior a Arana Goiri, las relaciones de Vasconia con el mundo catalán se establecen entre personalidades de la Asociación Eúskara de Navarra, como Campión y Olóriz..

Poco después (1888) Campión y Olóriz iban a mantener cordial relación y grande influencia en el catalanismo. El propio Prat de la Riba, figura cumbre, inspiró sus primeros escritos en la Cartilla foral de Navarra (1894), de Olóriz. (Etayo Zalduendo, 2004: 319)

Sobre la relaciones entre la Asociación éuskara de Navarra, los ya citados Campión y Olóriza además de Iturralde y Suit y Olave, con Cataluña y principalmente con personalidades como Pí y Margall y Víctor Balaguer, en primer lugar, y Mañé y Flaquer y Valentí Almirall un poco más tarde. Es de destacar la especial relación del éuskaro Serafín Olave con Pí y Margall, ambos unidos por su republicanismo federal. (Sánchez-Prieto / Nieva Zardoya, 2004: 147-181)

El fundador de la Asociación euskara de Navarra, Iturralde y Suit, pasó el final de su vida en Barcelona, donde falleció en 1909.

La familia Arana Goiri se trasladó en 1893 a Barcelona. Allí, sobre todo Luis Arana, hermano de Sabino y más que probable ideólogo inicial del movimiento nacional vasco moderno, tuvo su formación política y cultural.

A partir del momento en que surge el bizkaitarrismo (Juramento de Larrazabal en 1893) protagonizado por ambos hermanos y germen del posterior Partido Nacionalista Vasco, desde los Países Catalanes se percibe lo vasco principal, y casi exclusivamente, a través de Euzkadi primero y Euskadi en la etapa posterior a la muerte del general Franco y se acepta sin crítica la identificación de País Vasco con Euskadi y las tres históricas Provincias Vascongadas. Comúnmente, y hasta la etapa actual, se asume Navarra como una realidad diferente de “lo vasco”.


3.- NECESIDAD DE RECTIFICAR LA PERSPECTIVA

La perspectiva antes indicada responde hoy en día, sobre todo, al proyecto global del nacionalismo español y es aceptada como “normal” desde los Países Catalanes. En el presente trabajo intento desmontar esta construcción ideológica, creada a su medida y según sus intereses.

3.1.- Tres modelos para concebir Vasconia y explicar su proceso histórico.

La autopercepción de los vascos ha evolucionado históricamente siguiendo básicamente tres modelos o paradigmas: La interpretación de la realidad de Vasconia, tras la conquista de la parte sur del reino, la Alta Navarra, por Castilla a comienzos del siglo XVI se ha realizado en las edades moderna y contemporánea, fundamentalmente desde tres planteamientos diferentes que, aun siendo consecutivos cronológicamente, siguen coexistiendo, con mayor o menor fuerza, en el imaginario colectivo de nuestro pueblo. Estos tres planteamientos o modelos se pueden resumir en: el paradigma “foral”, el “bizkaitarra” y el “navarro”.

3.1.1.- Paradigma foral

Es el que presenta, por una parte, las primitivas relaciones entre el reino de Castilla y las Provincias como “pactadas” y, por otra, con el Reino tras la conquista, como una “incorporación aequae principal”, es decir de igual a igual, también “pactada”. Desde la perspectiva de las Provincias Vascongadas, un importante representante, ya en el siglo XVI, de esta visión es el historiador de la monarquía de los Austrias (Cronista oficial de Felipe II de España) Esteban de Garibay. También lo es Manuel Larramendi S.J., en el XVIII, así como parte del pensamiento de la tradición carlista en los siglos XIX y XX.

3.1.2.- Paradigma bizkaitarra

Es el que surge tras la derrota de la defensa del sistema foral vasco en las guerras carlistas. Arana Goiri, consciente de los movimientos nacionales en la Europa de su época, no rechaza el modelo foral, pero lo supera incorporándolo en una visión nacional. Arana, desde una perspectiva bizkaitarra y con una insuficiente reflexión sobre la realidad navarra da, no obstante, un paso de gigante. Afirma que los vascos no somos españoles ni franceses, que somos sencillamente vascos, que constituimos una nación y que tenemos derecho a nuestra independencia, a nuestro Estado propio.

3.1.3.- Paradigma navarro

Xaho, durante la primera guerra carlista, percibió o intuyó, como pone de manifiesto en su libro “Viaje a Navarra durante la insurrección de los vascos” (1865), la centralidad de Navarra en Vasconia. Posteriormente este enfoque se nutrió de los estudios y trabajos realizados por las personas que formaron la “Asociación Eúskara de Navarra” (1878-1886), como Arturo Campión, Juan Iturralde y Suit, Hermilio de Oloriz, Serafín Olave Estanislao Aranzadi y otros (Jimeno Jurío, 2007).

Anacleto de Ortueta, ya en el siglo XX, con su obra “Nabarra y la unidad política vasca” (1931), y su afirmación rotunda de la centralidad política de Navarra para el conjunto vasco; Federico Krutwig con su “Vasconia” (1962), quien con la mirada puesta en la “Gran Vasconia” constató su plena coincidencia con la máxima extensión del reino navarro y Pierre Narbaitz con “Navarra, o cuando los vascos tenían reyes” (1978) son aportaciones básicas. En la época más reciente ha sido fundamental “La Navarra marítima” (Urzainqui / Olaizola, 1998). Posteriormente Iñaki Sagredo, con los cuatro volúmenes de su trabajo sobre los “Castillos que defendieron un Reino” (2006-2009), obra en la que se superponen de forma precisa los datos arqueológicos sobre los castillos, la toponimia vasca y la territorialidad política del reino de Pamplona-Navarra.

Hasta el primer tercio del siglo XX, fue la parte de Navarra que conservaba su referencia nominal al Estado independiente de los vascos, quien llevó la voz cantante en las reivindicaciones políticas de la Vasconia ibérica (D’Oihénart, 1656) frente al Estado español. En la época de los intentos de consolidación de su Estado unitario, la “intelligentsia” hispana pronto se percató de la trascendencia política de la realidad y alcance internacional de Navarra y, tras los episodios bélicos del siglo XIX y la famosa Gamazada (1894) de su final, decidió la necesidad de neutralizar sus veleidades emancipadoras. Para ello utilizó infinidad de medios: legales, paralegales e ilegales, pero todos ellos ilegítimos. Hasta llegar a la política actual de Upn a la que, de inmediato, se sometió el PsoE. En todos ellos, la “razón de Estado”, español, obviamente, se impuso con claridad.

Todo lo citado en el párrafo anterior se desarrollaba, a comienzos del siglo XX, sobre una sociedad con graves carencias y limitaciones, consecuencia del esfuerzo bélico del siglo anterior. Las guerras y conflictos con su secuela de muertes, exilios, emigraciones masivas, conflictividad social, empobrecimiento general y delincuencia, provocaron un proceso profundo de postración y decadencia. En resumen, actuaban sobre un grupo humano desestructurado y, en gran medida, inerme.

Esta estrategia del Estado español se aprovechó también, sobre todo en la etapa conocida como “Transición” tras la muerte del General Franco, de los favores que sus “enemigos” les ofrecían en bandeja. Como ejemplo fundamental en este sentido tenemos la famosa disposición Transitoria Cuarta de la Constitución española de 1978. El planteamiento de “incorporación de ‘Navarra’ a ‘Euskadi’” no se podía haber hecho de forma más torpe, suponiendo que lo hubieran redactado quienes pretendían la reunificación e independencia de Vasconia. La simple pretensión de “incorporar” la parte simbólica, política, territorial, histórica y, durante mucho tiempo, demográficamente más importante del conjunto vasconavarro, el “reino”, al resto del país, hasta ese momento denominado en su parte ibérica (D’Oihénart, 1656) como “las Provincias”, resultaba un planteamiento, cuando menos, poco oportuno y con nulas posibilidades de prosperar en el territorio sudpirenáico denominado como Alta Navarra. Todo ello, además, bajo un nombre rechazado, Euzkadi, casi desde su invención por Arana Goiri (Campión, 1907).

Cuando Arana Goiri se vio en la necesidad de asignar una denominación política al país de los vascos, inventó la palabra Euzkadi sin percibir, posiblemente, que la organización política de mayor rango que había creado nuestro pueblo era un Estado que funcionó en igualdad de condiciones que el resto de estados europeos, con plena soberanía, durante muchos siglos y que su nombre ya estaba inventado: era Navarra. Cuando Sabino Arana creó banderas y símbolos para que el país se sintiera identificado y motivado como nación, principalmente la bicrucífera o ikurriña, ignoró todos los símbolos que, también durante siglos, habían representado a su Estado: el reino, primero de Pamplona y posteriormente de Navarra. Navarra ha sido la única organización política independiente y soberana de Vasconia, ha sido realmente el Estado de los vascos. Euskal Herria es la denominación del país, como pueblo, en relación con su lengua y cultura, pero su nombre político ha sido Navarra.

3.2.- Cuatro conclusiones provisionales

Opino que Navarra es un paradigma capaz de explicar y permitir una comprensión adecuada de muchos hechos que son realidades operativamente eficaces en la actualidad. Sin duda, pienso que el reino de Navarra, en su condición de único estado de pleno derecho a nivel internacional creado por los vascos, fue la organización social y política que permitió la supervivencia de nuestro país en condiciones aceptables, a pesar de los episodios de conquista, desmembración y violencia generalizada sufridos.

A modo de hipótesis, creo poder afirmar que la subsistencia secular de Navarra como Estado independiente propició o, cuando menos, facilitó:

a) La pervivencia del Sistema foral vasco tal y como se presentaba a finales del siglo XVIII. Sin la consolidación política del reino durante tan larga etapa histórica y la plasmación del sistema jurídico propio en leyes del más alto rango, seguramente no habría existido, o aparecería de forma muy distinta y empobrecida.

b) El mantenimiento de una sociedad vasca viva y con un fuerte sentido de pertenencia, prevaleciendo sobre las fronteras impuestas, tras las conquistas, por las monarquías española y francesa primero, y los estados español y francés más tarde; sociedad y pueblo reconocidos en cualquier instancia internacional, tanto científica como cultural, social o política.

c) La continuidad hasta nuestros días del vascuence como lengua viva. Sin el apoyo otorgado por las más altas instituciones del reino soberano durante el siglo XVI, mediante la traducción por ejemplo, del Nuevo Testamento por Lizarraga o Leiçarraga (1571), nuestra lengua difícilmente hubiera superado el tránsito a la modernidad como lengua de cultura. No se puede olvidar tampoco la pervivencia del Sistema foral vascongado como soporte social y político de la continuidad de la lengua vasca hasta nuestra época.

d) El planteamiento político nacional de Arana Goiri, por lo menos con la radicalidad que lo hizo. Creo, asimismo, que se puede afirmar con claridad que sin la pervivencia secular del reino de Navarra, Arana Goiri, su pensamiento claro está, no habría existido. Y, también, que es altamente probable que sin Arana Goiri tampoco se hubiera perfilado y concretado el paradigma navarro en su versión actual. El resultado es consecuencia de un bucle de realimentación positivo.

En cualquier caso de trata de cuatro hipótesis que podrán ser probadas, en parte o en su conjunto, o, en el mismo sentido, invalidadas o refutadas (Popper, 1994). El estudio de procesos políticos paralelos en otras zonas de Europa me lleva a intuir su corrección básica en general, sobre todo de las más controvertidas como pueden ser las referentes a la pervivencia del sistema foral y a la vitalidad de la lengua vasca. En este sentido son muy interesantes los planteamientos de Zuazo (2008) sobre la coincidencia en el tiempo de los procesos de desmembración del reino de Navarra con el surgimiento, o una mayor diferenciación de formas preexistentes, a lo largo de la Edad Media de los actuales dialectos vascos. De hecho, parece bastante probable poder concluir que una situación de unidad política, con organización propia independiente, como lo fue el reino de Navarra en este caso, se asocia a unificación o, cuando menos a no dispersión, lingüística.


4- LA MEMORIA Y EL PRESENTE

Las conquistas y ocupaciones no prescriben, por lo menos mientras las sociedades dominadas sigan considerando injustos y no sometidos a derecho tales actos. Por eso es importante saber que los vascos sí hemos tenido un Estado independiente. De este modo, al recordarlo, nuestra autoestima, nuestra dignidad, como sociedad se ve reforzada y la estrategia necesaria para el logro de la propia emancipación se podrá constituir más fácilmente. Incluso puede ser una base objetiva para su reclamación en instancias jurídicas internacionales.

La insumisión, la rebeldía, el apego a la equidad, la valoración del trabajo y de la palabra dada, el apoyo a las causas justas de cualquier rincón del mundo y muchas otras, son características incluidas en nuestra cultura social y política. Estas señas no se adquieren por “ciencia infusa” en un momento puntual del devenir histórico. Proceden del acervo de generaciones con una organización social y política asentada y equilibrada para su época, aun con las lógicas tensiones internas y externas propias de cualquier grupo humano. Organización sometida, más tarde, a profundos, convulsos y largos conflictos bélicos productos de la ocupación y resistencia consecuente.

A pesar de todo, la sociedad vasca del siglo XXI, sin Estado propio, sigue presentando unas características, fácilmente percibidas desde el exterior, que la diferencian de sus vecinas España y Francia. Para lograr la emancipación no basta con las características que objetivamente nos diferencian de nuestros vecinos. Es necesario, sobre todo, desmontar el edificio ideológico en el que se basa, desde la conquista, la justificación de su dominio.

Los conquistadores aplicaron con precisión el famoso “manual del ocupante”, que aunque no se halle escrito en ningún sitio con tal nombre, sí existe en la práctica. Consiste fundamentalmente en controlar la sociedad ocupada, sustituir lengua y cultura propias, provocar la amnesia colectiva y construir una nueva versión de los hechos violentos de modo que aparezcan como “uniones voluntarias”, “pacificaciones”, “progreso económico”, etc., realizadas mediante “pactos” y “acuerdos”. Como consecuencia de todo ello se inicia un proceso de asimilación e integración en la estructura de las sociedades dominantes. Muchos pueblos han sucumbido en esta fase. No obstante, cuando el sistema impuesto contraría las formas de ser, de hablar y de actuar de los propios del país, se produce rechazo y, ante actos violentos de asimilación y si se tiene capacidad suficiente, se responde con violencia de nivel estratégico, como es el caso de las guerras del siglo XIX, conocidas como Carlistas.

Los esfuerzos españoles por anular la conciencia de la sociedad dominada, su memoria, en el territorio que hoy conserva el nombre de Navarra han sido y son violentos y pertinaces. Un caso concreto y muy grave para nuestro pueblo, lo constituye la trivialización del contenido real del concepto “Navarra”. Para los autodenominados como navarros, hasta no hace demasiado tiempo, tenía un inequívoco valor político. Su contenido realzaba la realidad de un Estado independiente que fue conquistado, ocupado y sometido, aunque la propaganda española, con el vergonzante asentimiento de algunas elites colaboracionistas con los dominadores, lo reconvertía en “unión aeque principal” o en “pacto entre iguales”. Se trata de la misma monserga que justificaba el estatus foral de las Provincias Vascongadas, ocultando la realidad de su conquista y desgajamiento del reino. Del mismo modo se ha ignorado también el origen navarro, el reino de Pamplona, de La Rioja, ocupada por Castilla en una etapa anterior, en siglo XII.

La forzada transición de “reino a provincia” fue en un principio muy mal aceptada por lo que quedaba nominalmente del Estado navarro en el XIX (Rodríguez Garraza, 1968). En menos de un siglo su asimilación había sido muy fuerte. Sólo así se puede explicar la participación de importantes sectores, que habían sido resistentes a la misma en dicha época (principalmente el carlismo), en la rebelión militar-fascista de 1936. Cierto es que su sociedad sufrió en el XIX gravísimas pérdidas demográficas y llegó al XX con un relativo retraso, dentro del contexto europeo, en los procesos de industrialización, a pesar de sus evidentes avances en la modernización del mundo agrícola. La propaganda española achacaba estos desfases a su “obsoleto régimen foral”, cuando ellos, su sistema político, eran los auténticos responsables de tal situación.

No obstante, el conjunto de agravios a los que históricamente se había visto sometida la sociedad navarra permanecía de algún modo como “memoria” en nuestra colectividad y era, precisamente, un factor de cohesión y de fuerza política. No era solamente historia escrita sino, sobre todo, memoria de agravios pasados, con capacidad de intervención en la actividad política y social del presente.

La realidad es, aunque parezca una contradicción, que lo que hoy se denomina como Navarra no es realmente Navarra. Es una reducción (forzada), una desfiguración de la Navarra real. Tan lejana queda de Navarra, como visión política de Vasconia, la actual CFN, como la denominada, también en la jerga política española, CAV. En ambos casos se están aceptando las denominaciones impuestas por el ocupante. En este sentido es importante consultar la obra de Sorauren “Historia de Navarra, el Estado vasco” (1998).

Hay autores que contraponen el concepto de “Historia”, como concepto científico y estable, con el de “Memoria”, como cuestión interna y generadora de actividad y fuerza liberadora. Para esta visión, la “Historia” consiste en el proceso de acceso al conocimiento de los hechos que constituyeron las sociedades que nos precedieron. Muchos autores han criticado su pretensión de “objetividad” y una de las objeciones más importantes, y válidas para su logro, es que cada cual busca e investiga en la Historia según los intereses del presente con objeto de justificar su realidad actual. Tal actitud sesga ya definitivamente su pretensión de objetividad. La Historia oficial española busca siempre una pretendida convergencia hacia la unidad de las diversas “regiones” que hoy, según ellos, son España, aunque en épocas anteriores hayan constituido estados independientes. Nosotros buscamos, lógicamente ya que lo consideramos real, todos los testimonios que documenten nuestra independencia pasada y narren los procesos de conquista, ocupación y sometimiento que sufrimos.

El concepto de “Memoria” es básico. La memoria de los dominados, de los vencidos, no aparece en la “Historia” y si aparece es como parte fagocitada, recuperada, por la Historia de los vencedores. Nuestra “Memoria” de agravios y sometimientos es larga. Hay memorias permanentes como la de la conquista de 1512, pero que por desgracia no están operativas en la mente de todos los navarros con la fuerza crítica necesaria. El olvido, por parte de los vencidos, de la memoria de su derrota, de los elementos que la soportan, sean narraciones, historias o leyendas o bien sean lugares de recuerdo o geografías de memoria, supone una segunda derrota, tal vez definitiva, de la sociedad que sufrió la primera desde el punto de vista militar y político.


5.- EL ESTADO NAVARRO: PRESENTE Y FUTURO

Considero que lo que anteriormente he denominado como “Paradigma navarro” constituye el modelo que permite explicar más profundamente y con mayor rigor la trayectoria histórica de nuestro pueblo en su conjunto, por lo menos desde la constitución del reino en el siglo IX hasta los conflictos de los siglos XIX y XX. Pero opino, además, que el “Paradigma navarro” tiene mucho que aportar a la comprensión de la realidad actual del conjunto de Vasconia y a su proyecto de futuro, como Estado independiente.

El rapidísimo sesgo, la deriva, que está tomando la actual situación política del Estado español no hace sino confirmar la imperiosa necesidad del alejamiento de la misma por nuestra parte. Quienes llevamos muchos años manifestando la imposibilidad de una estructura democrática basada en el unitarismo del actual Estado español, en la consideración de que la soberanía popular reside en lo que los españoles consideran que es su “nación”, incluyendo forzosamente en ella a catalanes, gallegos y navarros, no podemos seguir manteniendo la actual farsa con la que se manifiesta su régimen político en el concierto internacional. Ellos la quieren validar como “democrática”, cuando es en realidad totalitaria.

La Constitución española de 1978 es una manifestación formal del contenido profundo de la realidad política que conforma la “constitución real” del Estado español. Los detalles, como su renombrado artículo 8º en el que se coloca a las fuerzas armadas como garantes de la unidad de la patria (española), por muy fuertes que parezcan, son un simple reflejo de la estructura política y social básica del régimen y de su origen.

Tras la “transición” española vinieron varias oleadas de independencias nacionales, en Europa sobre todo, con la reorganización política que supuso la caída del muro de Berlín y el derrumbe de los sistemas políticos del Este europeo, conocidos hasta ese momento como regímenes comunistas. Montenegro, en 2006, fue la penúltima en lograr su independencia. La siguiente, Kosovo en 2007. ¿Cuál será la próxima? ¿Escocia? ¿Los Países Catalanes? ¿Navarra, para cuándo?

La memoria histórica de haber sido conquistados se mantiene en la sociedad de la actual Alta Navarra (conocida vulgarmente como CFN), mientras que es muy escasa en la denominada como Comunidad Autónoma del País Vasco (CAV). Pero la propaganda oficial del Estado español aprovechó, todo hay que decirlo, algunos graves errores políticos que en la ya citada “transición” protagonizaron los diversos partidos autodenominados nacionalistas vascos, que pretendían “incorporar” o “absorber”, a “Navarra” en la CAV. De ahí se ha seguido, en parte ya que tiene antecedentes tan remotos como la conquista de 1200, la falsa tesis que contrapone “Navarra” con “País Vasco” o a “vascos” con “navarros”. Y bien sabemos que una mentira repetida con insistencia acaba pasando por verdad. Sobre todo si se controlan los medios de comunicación y el sistema educativo.

Sectores importantes de la actual sociedad de la Alta Navarra mantienen una cierta conciencia política diferenciada con relación a la del resto del Estado español en cuanto a su lengua originaria, cultura y modos de vida propios en general, a pesar de la disolución que ha sufrido por la fortísima presión de los ya citados y sucesivos sistemas educativos y de los medios de propaganda, añadido todo ello a la represión política del propio régimen. La sociedad vascongada, en cambio, la que presenta una mayor penetración “nacionalista vasca”, mantiene un nivel relativamente alto de conciencia en los aspectos lingüístico-culturales, pero un desolador desconocimiento de su realidad histórica. Aunque, por desgracia, tampoco se puede decir que la actual sociedad de la CFN tenga un gran conocimiento de su propia historia.

Los españoles siempre han considerado Navarra como una cuestión de Estado, desde su conquista principal en 1512 hasta hoy. El desarrollo de la Primera Guerra Carlista en el territorio de la Alta Navarra supuso un enorme desgaste demográfico y económico. Tras la misma quedó una sociedad inerme, diezmada por la guerra y el exilio. La frontera del territorio en que se hablaba euskera retrocedió rápidamente, en beneficio del castellano por supuesto, en más de 40 Km. en pocos años (Angel Irigaray, 1974). El proceso aculturizador provocado por las autoridades españolas fue efectivo desde el punto de vista lingüístico. No tanto desde la perspectiva política propia, memoria en el sentido antes indicado, que ha seguido considerando la realidad de la existencia de un reino independiente y conquistado como algo arrebatado o, cuando menos perdido, pero siempre deseable de recuperar.

La actual política del Estado español sobre Navarra se analiza normalmente con una perspectiva coyuntural o cortoplacista, en función de los estrechos intereses partidarios. Esto da, en ocasiones, mucho juego y permite a nuestra imaginación construir grandes e ideales edificios. La triste realidad es que el actual sistema político español está creado precisamente contra Navarra y contra la nación catalana. Respetando su “democracia”, en su letra y en su trasfondo, nunca conseguiremos, ni unos ni otros, nuestra realización nacional plena. Siempre seremos elementos dispersos y subordinados, minoritarios en suma, a su voluntad “general”. Es necesario aportar por nuestra parte un importante plus social y político que fuerce el cambio de unas reglas de juego que, desde su interior y con los medios que ellas mismas permiten, aparecen como inamovibles.

La existencia objetiva de un pueblo no garantiza su supervivencia. Es necesario además, como afirma Ariznabarreta (2007), que ejerza poder, que tenga voluntad de ser y que lo manifieste explícitamente en su actividad cotidiana, social y política. Ese es el principal atributo, también objetivo, que caracteriza a un pueblo.

La necesidad real de lograr un Estado propio para ser y actuar en el mundo actual con nombres y apellidos propios, para mejor garantizar la buena supervivencia de nuestra sociedad y su patrimonio (lingüístico, cultural, social, económico etc.), para poder expresar nuestra solidaridad efectiva con otros “desposeídos de la tierra”, unida a las referencias históricas que configuran nuestra cultura política obtienen una respuesta coherente y positiva, precisamente, mediante el “paradigma navarro”. Nuestro “estado” en Europa y en el mundo, pienso que deberá ser precisamente el Estado navarro.


6.- EPÍLOGO: NAVARRA Y EL PAIS VALENCIANO

En muchas ocasiones, sobre todo desde los Países Catalanes, se plantea una posible semejanza entre la situación presente en el País Valenciano y la de lo que actualmente, según la actual organización política y administrativa del Estado español, se denomina como Comunidad Foral de Navarra (CFN).

Es indudable el paralelismo en la línea política de asimilación que sigue el Estado español, considerándola como “cuestión de Estado”, en ambos territorios. Tanto desde el punto de vista de política lingüística como de menosprecio de su propio patrimonio histórico y cultural. Es obvio el intento, en ambos casos, de provocar la división de las respectivas naciones, vasca y catalana, y azuzar las divisiones internas.

Hasta ahí las afinidades pueden funcionar, pero no hay mucho más. Las diferencias históricas y de conciencia producen realidades bastante lejanas entre sí. Evidentemente puedo hablar con más conocimiento de causa sobre la situación navarra que sobre la valenciana.

Navarra es el eje simbólico, histórico y político de Euskal Herria, mientras que el País Valenciano se construye como un apéndice del Principado de Cataluña en el siglo XIII, institucionalizado por Jaume I como reino, y que, poco a poco va logrando un desarrollo social, cultural y político cada vez más fuerte y con más personalidad, llegando Valencia, en algunos momentos, a eclipsar a Barcelona.

Pienso que los Países Catalanes, por lo menos el Principado de Cataluña, el País Valenciano y “Les Illes” se pueden concebir perfectamente como una federación de entidades políticas de rango semejante. En el caso navarro, las entidades que tras las sucesivas conquistas conforman lo que se puede conocer hoy como Euskal Herria, proceden, precisamente de la desagregación del Estado navarro, y son producto de conquistas y ocupaciones seculares, como se puede comprobar en la cronología histórica adjunta a esta Comunicación (Irujo, 1950).


7.- RESUMEN

Navarra constituye un modelo de lo que es un Estado conquistado, ocupado y dominado, con las correspondientes consecuencias sobre su sociedad nacional. Los modos de acción de los poderes castellanos, que enseguida se convirtieron en españoles, para derrotar la resistencia y asimilar su población tras la conquista en 1512-1524, son modélicos y predecesores de otras ocupaciones posteriores, en Canarias y América. En este sentido son fundamentales las obras de Huici Goñi (1993) y las de Esarte Muniain (2001 y 2007). Sobre la evolución de la lengua vasca son muy importantes los trabajos de Irigaray (1974) y Jimeno Jurio (1997 y 1998, sobre todo).

Por otra parte, la historia y la realidad política de Navarra pueden constituir el paradigma de un país, conocido desde tiempos remotos como Vasconia y que tras la derrota y asimilación de su Estado independiente, se ha llamado también, en textos clásicos de su literatura (por ejemplo: Pérez Lazarraga, 1564-67, Lizarraga o Leiçarraga, 1571 o Axular, 1643), como Euskal Herria.

El resumen del planteamiento que presento en esta Comunicación consiste en considerar Euskal Herria como el nombre lingüístico, étnico o cultural que se otorgan los vascos a sí mismos; mientras que el nombre de su Estado histórico es el de Navarra. Lo que sencillamente equivale a decir que los vascos son navarros desde el punto de vista político, como los lusos son portugueses.


8.- ANEXO

BREVE CRONOLOGÍA DE LA HISTORIA DE NAVARRA (Irujo, 1950)

824
Eneko Aritza, rey de Pamplona o, cuando menos, jefe militar. Durante la dinastías Aritza y Jimena se completa la territorialidad del reino y su dominio sobre los territorios vascones, con excepción de los acupados por los musulmanes, Banu Qasi, parientes de los primeros. Su plenitud tiene lugar con Sancho Garcés III “el Mayor”.

1035
Batalla de Atapuerca. Comienza la gran presión de Castilla y derrota y muerte del rey García Sánchez III “el de Nájera”. El reino pierde los territorios de Oña y Bureba.

1076
Muere asesinado el rey Sancho Garcés IV en Peñalén tras conspiración palaciega. Castilla y Aragón invaden el territorio navarro y lo ocupan durante 30 años. El rey de Aragón se convierte en rey de Pamplona.

1106
Alfonso I “el Batallador” recupera Vascongadas y el Estado propio.

1127
Pacto de Tamara en el que las mugas del reino vuelven a la situación de 1016.

1134
Al morir Alfonso I “el Batallador” Castilla ocupa La Rioja, hasta hoy. Durante este siglo las guerras continúan sin fin y las mugas sufren continuos cambios.

1177
Laudo arbitral de Londres entre Navarra y Castilla. Malmasin pasa a poder castellano

1200
La parte occidental de Navarra cae en poder de Castilla hasta nuestros días.

1460-63
Castilla ocupa la Sonsierra (La Guardia, San Vicente de la Sonsierra etc.) hasta hoy.

1512
El territorio que sigue llamándose Navarra es ocupado militarmente por Castilla.

1512-1524
Tras varios intentos de recuperación del reino, en 1521 su ejército es derrotado en Noain. La Alta Navarra queda en poder de Castilla hasta hoy. En la Baja Navarra y Bearne se mantiene el ejercicio soberano del poder por los reyes de Navarra.

1589
Enrique III de Navarra comienza a reinar en Francia como Enrique IV.

1620
Su hijo, Luis XIII de Francia, mediante el “Decreto de la Unión” provoca la unificación de los reinos de Navarra y Francia. Ocupación militar de Baja Navarra y Bearne.


9.- BIBLIOGRAFÍA

Agerre Azpilikueta (Axular), Pedro. “Gero”. Burdeos 1643. Pamplona 2003. Diario de Navarra.

Apat –Echerbarne, A. Seudónimo, véase Irigaray, Angel.

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Axular, Pedro. Ver Agerre Azpilicueta, Pedro.

Campion, Arturo. “Sobre el nuevo bautizo del país Basko”, “Defensa del nombre antiguo de la lengua de los Baskos”, “Sobre los nombres de la antigua Baskonia” y “Segunda defensa del nombre antiguo de la lengua de los Baskos” en la “Revista Internacional de los Estudios Vascos”. Paris 1907.

Esarte Muniain, Pedro. “Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico”. Pamplona-Iruñea 2001. Editorial Pamiela.

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16 mayo 2010

SOBRE LA NACIÓN DE LOS NAVARROS

“Yo pensaría más bien en Navarra, un ideal casi inalcanzable para el catalanismo del dinero, que tiene una práctica soberanía fiscal, ...y donde esto no ha producido ni ha consolidado ningún nacionalismo navarro, ni ninguna nación navarra, ni cabe otro resultado parecido”

Joan Francesc Mira, en AVUI (2010/04/17)

En unas muy interesantes reflexiones sobre la nueva soberanía de los estados, soberanía basada fundamentalmente en el control de los elementos simbólicos: como la lengua, la memoria histórica, la comunicación, factores de identidad en resumen, publicadas en el diario Avui del 17 de abril pasado, Joan Francesc Mira ha escrito la frase que abre este artículo. Del texto citado se puede deducir, en parte por lo menos, el entorno en el que está concebido. Mira plantea en su trabajo los enormes cambios que, en los últimos tiempos, están experimentando los contenidos de lo que se conoce como soberanía estatal y cómo, ante su pérdida o cuando menos retroceso, en los campos económicos, en la gestión de la moneda por ejemplo, en las relaciones exteriores, en el control de sus fronteras o en los aspectos militares principalmente, los adquiere, renovados y con fuerza creciente, en los terrenos simbólicos o identitarios, antes citados.

Mira critica con dureza la política seguida por Cataluña, en la etapa más reciente, en el sentido de insistir preferentemente en la perspectiva económica, como el expolio fiscal, la nueva financiación, el déficit de infraestructuras y otras cuestiones próximas, mientras se dejan aparte asuntos fundamentales relacionados con la lengua, cultura y otros aspectos de la identidad. Como modelo de las consecuencias malignas que este planteamiento economicista podría suponer para Cataluña, Mira propone como ejemplo perverso la, en su opinión, situación ideal que, evidentemente dentro del Estado español y con sus conocidas y graves limitaciones, sería Navarra.

De una forma excesivamente simplificadora y lineal, considera que Navarra, a pesar de su autonomía fiscal y financiera, no tiene, en correspondencia lógica, una conciencia nacional propia; no la ha desarrollado históricamente y menos la posee actualmente. Según mi entender, eso es lo que sostiene Mira. Opino que las realidades sociales no son lineales, sino muy complejas, intrincadas por procesos históricos de diversa índole, pero que habitualmente son interpretados según la versión de quien en los conflictos sufridos quedó como vencedor: el Estado español y su nación, la española. El que no aparezca oficialmente, con esa designación, no quiere decir que no exista la “nación navarra”. Puede estar oculta, de hecho muchos pensamos que es así como se encuentra y llevamos bastantes años reivindicándola incluso de nombre desde Nabarralde.

La primera realidad camuflada por la Historia oficial española distorsiona, en lo que puede, la realidad de la existencia de muchos siglos de un Estado navarro soberano: el reino de Navarra. Como defiende el propio Mira en su magnífico trabajo “Sobre la nació dels valencians” (Valencia, 1997) una de las causas de la diversidad entre la Cataluña propiamente dicha, el principado, y el País Valenciano, es precisamente que ambos territorios constituyeron, desde su origen, dos estructuras políticas estatales diferenciadas: el ya dicho Principado y el reino de Valencia.

Conviene conocer, desde una perspectiva no marcada por la historiografía española, la realidad histórica que constituyó el reino de Navarra. Cuál fue su extensión territorial y humana, cómo se vio sometida a procesos violentos de conquista y ocupación por parte de Castilla, sobre todo desde finales del siglo XII: conquista de Vitoria-Gasteiz y de toda Araba, del Duranguesado, hoy vizcaíno, y del territorio que posteriormente se conocerá como Gipuzkoa, en 1200. Cómo, más tarde, hacia 1463, Castilla ocupó toda la llamada Sonsierra de Navarra, hoy divida entre Araba y La Rioja. Y, last but not least, cómo el proceso culminó en la etapa 1512-1524, en la que conquistó, ocupó y arrasó todo el resto de Navarra, abandonando, al final, el territorio de Ultrapuertos, donde continuó el reino independiente hasta 1620, en el que Luís XIII lo anexionó a Francia.

Desde el surgimiento, documentado históricamente, del reino de Pamplona en el siglo IX hasta los siglos XVI-XVII transcurren muchos siglos, en los que la cultura social vasca, base del Derecho Pirenaico, se concretó en la máxima institucionalización política, como Estado soberano, construida por este pueblo. Evidentemente, de modo similar a tantas otras situaciones históricas, el Estado navarro ejerció su función nacionalizadora y, como consecuencia, a la cultura social tradicional del pueblo vasco se superpuso una cultura política que aun perdura. Todo lo anteriormente expuesto está perfectamente estudiado y documentado, por ejemplo, en las diversas obras de Mikel Sorauren, “Historia de Navarra, el Estado vasco” (Pamplona-Iruñea, 1998) y de Tomás Urzainqui, “La Navarra marítima” y otras varias (Pamplona-Iruñea, 1998, 2002 y 2003, principalmente). Tanto el Convenio económico de la actual Navarra, conocida como “Comunidad Foral”, como el Concierto de las tres históricas provincias Vascongadas, hoy Comunidad Autónoma del País Vasco, tienen su soporte histórico y su base social en la existencia de un Estado propio, independiente y soberano, y en la cultura política generada por el mismo.

Navarra sí es una nación y tiene una sociedad fuerte que la constituye y mantiene y que, además, aspira a su independencia y a su reconstitución como Estado, soporte imprescindible para un desarrollo equilibrado, cohesionado sobre su propia identidad. El pacto, teóricamente contra natura, del PsoE con Upn en la Comunidad Foral de Navarra y con el Pp en la Comunidad Autónoma del País Vasco, refleja el temor del nacionalismo español a su capacidad de movilización social y política. Lo que sucede es que en la mayor parte de las ocasiones en que hoy se referencia esta nación, se hace mediante el nombre lingüístico y cultural de Vasconia, que es el de Euskal Herria, término cuyo significado literal sería “el pueblo vasco”. De modo semejante a como los portugueses son, en su denominación étnica y cultural, lusos, los navarros somos vascos. Y, por supuesto, los vascos, todos, del norte y del sur del Pirineo, podemos considerarnos, desde el punto de vista político, navarros. En este sentido es necesaria una catarsis en el mundo del nacionalismo vasco tradicional. Desde Arana Goiri hasta el mundo de la izquierda abertzale, tanto la ilegalizada como la legal, y reconocer la centralidad da Navarra en la constitución de la nación vasca. Incluso si nos ceñimos al limitado y tramposo marco político impuesto por el Estado español en su organización administrativa, la realidad de esa Navarra que todavía sigue llamándose así, presenta como segunda fuerza electoral una coalición que defiende precisamente su ser como nación, sin olvidar tampoco la capacidad de movilización de un sector hoy ilegalizado y sin posibilidad de expresión en las contiendas electorales ni la de muchos movimientos sociales en defensa de la lengua y otros. Los pactos nacionales, obviamente españoles, establecidos entre el PsoE y Upn, antes citados, corroboran la importancia que otorgan a nuestra situación social y política.

Pienso que el análisis de cualquier sociedad, más todavía si ha sido conquistada y se encuentra en un estado de subordinación, debe ser hecho en toda su complejidad, tanto sincrónica como diacrónica, y que es necesario intentar evitar las simplificaciones de tipo lineal que son, precisamente, las propuestas por los intereses del nacionalismo dominante: el español en este caso. En nuestra realidad, de modo análogo a la de los Países Catalanes, la estructura provincial es producto de la subordinación, constituye una forma administrativa, impuesta por la nación dominante, para garantizar el dominio sobre la conquistada. Creo que para conocer, entender y comprender la realidad vasca actual no se puede partir, en exclusiva, del relato construido por las historias oficiales de España y Francia, hay que acudir a otras perspectivas, de más difícil acceso precisamente por su potencial emancipador.

Versión en español en la página web de Nabarralde

SOBRE LA NACIÓ DELS NAVARRESOS

Jo pensaria més aviat en Navarra, un ideal gairebé inassolible per al catalanisme dels diners, que té una pràctica sobirania fiscal, ...i on això no ha produït ni ha consolidat cap nacionalisme navarrès, ni cap nació navarresa, ni cap altre resultat semblant.

Joan Francesc Mira, en AVUI (2010/04/17)
En unes molt interessants reflexions sobre la nova sobirania dels estats, sobirania basada fonamentalment en el control dels elements simbòlics com la llengua, la memòria històrica, la comunicació, factors d'identitat en resum, publicades en el diari Avui del 17 d'abril passat, Joan Francesc Mira ha escrit la frase que obre aquest article. Del text citat es pot deduir, en part almenys, l'entorn en el qual està concebut. Mira planteja en el seu treball els enormes canvis que, en els últims temps, estan experimentant els continguts del que es coneix com a sobirania estatal i com, davant la seva pèrdua o si més no reculada, en els camps econòmics, en la gestió de la moneda per exemple, en les relacions exteriors, en el control de les seves fronteres o en els aspectes militars principalment, els adquireix, renovats i amb força creixent, en els terrenys simbòlics o identitaris, abans citats.

Mira critica amb duresa la política seguida per Catalunya, en l'etapa més recent, en el sentit d'insistir preferentment en la perspectiva econòmica, com l'espoli fiscal, el nou finançament, el dèficit d'infraestructures i altres qüestions properes, mentre es deixen a part assumptes fonamentals relacionats amb la llengua, cultura i altres aspectes de la identitat. Com a model de les conseqüències malignes que aquest plantejament economicista podria suposar per a Catalunya, Mira proposa com a exemple pervers la, en la seva opinió, situació ideal que, evidentment dins de l'Estat espanyol i amb les seves conegudes i greus limitacions, seria Navarra.

D'una forma excessivament simplificadora i lineal, considera que Navarra, malgrat la seva autonomia fiscal i financera, no té, en correspondència lògica, una consciència nacional pròpia; no l'ha desenvolupat històricament i menys la posseeix actualment. Segons el meu entendre, això és el que sosté Mira. Opino que les realitats socials no són lineals sinó molt complexes, intricades per processos històrics de diversa índole, però que habitualment són interpretades segons la versió de qui en els conflictes soferts va quedar com a vencedor: l'Estat espanyol i la seva nació, l'espanyola. El que no aparegui oficialment, amb aquesta designació, no vol dir que no existeixi la “nació navarresa”. Pot estar oculta, de fet molts pensem que és així com es troba i portem bastants anys reivindicant-la fins i tot de nom des de Nabarralde

La primera realitat camuflada per la Història oficial espanyola distorsiona, tant com pot, la realitat de l'existència de molts segles d'un Estat navarrès sobirà: el regne de Navarra. Com defensa el mateix Mira en el seu magnífic treball “Sobre la nació dels valencians” (València, 1997) una de les causes de la diversitat entre la Catalunya pròpiament dita, el principat, i el País Valencià, és precisament que ambdós territoris van constituir, des del seu origen, dues estructures polítiques estatals diferenciades: el ja esmentat Principat i el regne de València.

Convé conèixer, des d'una perspectiva no marcada per la historiografia espanyola, la realitat històrica que va constituir el regne de Navarra. Quina va ser la seva extensió territorial i humana, com es va veure sotmesa a processos violents de conquesta i ocupació per part de Castella, sobretot des de finals del segle XII: conquesta de Vitòria-Gasteiz i de tota Àlava, del Duranguesat, avui biscaí, i del territori que posteriorment es coneixerà com a Guipúscoa, el 1200. Com, més tard, cap al 1463, Castella va ocupar tota anomenada Sonsierra de Navarra, avui dividida entre Àlaba i la Rioja. I, last but not least, com el procés va culminar en l'etapa 1512-1524, en què va conquistar, va ocupar i va arrasar tota la resta de Navarra, i va abandonar, al final, el territori d'Ultraports, on va continuar el regne independent fins al 1620, quan Lluís XIII el va annexionar a França.

Des del sorgiment, documentat històricament, del regne de Pamplona al segle IX fins als segles XVI-XVII transcorren molts segles, en els quals la cultura social basca, base del Dret Pirinenc, es va concretar en la màxima institucionalització política, com a Estat sobirà, construïda per aquest poble. Evidentment, de manera similar a tantes d’altres situacions històriques, l'Estat navarrès va exercir la seva funció nacionalizadora i, com a conseqüència, a la cultura social tradicional del poble basc es va superposar una cultura política que encara perdura. Tot l'anteriorment exposat està perfectament estudiat i documentat, per exemple, en les diverses obres de Mikel Sorauren, “Historia de Navarra, el Estado vasco” (Pamplona-Iruñea, 1998) i de Tomás Urzainqui, “La Navarra marítima” i d’altres (Pamplona-Iruñea, 1998, 2002 i 2003, principalment). Tant el Conveni econòmic de l'actual Navarra, coneguda com a “Comunitat Foral”, com el Concert de les tres històriques províncies bascongades, avui Comunitat Autònoma del País Basc, tenen el seu suport històric i la seva base social en l'existència d'un Estat propi, independent i sobirà, i en la cultura política generada pel mateix.

Navarra sí que és una nació i té una societat forta que la constitueix i manté i que, a més, aspira a la seva independència i a la seva reconstitució com a Estat, suport imprescindible per a un desenvolupament equilibrat, cohesionat, sobre la seva pròpia identitat. El pacte, teòricament contra natura, del PsoE amb Upn a la Comunitat Foral de Navarra i amb el Pp en la Comunitat Autònoma del País Basc, reflecteix el temor del nacionalisme espanyol a la seva capacitat de mobilització social i política. El que passa és que, en la majoria de les ocasions en què avui es referencia aquesta nació, es fa mitjançant el nom lingüístic i cultural de Bascònia, que és el d'Euskal Herria, terme el significat literal del qual seria “el poble basc”. De manera semblant a com els portuguesos són, en la seva denominació ètnica i cultural, lusitans, els navarresos som bascos. I, per descomptat, els bascos, tots, del nord i del sud del Pirineus, podem considerar-nos, des del punt de vista polític, navarresos. En aquest sentit és necessària una catarsi al món del nacionalisme basc tradicional. Des d'Arana Goiri fins al món de l'esquerra abertzale, tant la il•legalitzada com la legal, i reconèixer la centralitat dóna Navarra en la constitució de la nació basca. Fins i tot si ens cenyim al limitat i trampós marc polític imposat per l'Estat espanyol en la seva organització administrativa, la realitat d'aquesta Navarra que encara segueix anomenant-se així, presenta com a segona força electoral una coalició que defensa precisament el seva ser com a nació, sense oblidar tampoc la capacitat de mobilització d'un sector avui il•legalitzat i sense possibilitat d'expressió en les conteses electorals ni la de molts moviments socials en defensa de la llengua i d’altres. Els pactes nacionals, òbviament espanyols, establerts entre el PsoE i Upn, abans citats, corroboren la importància que atorguen a la nostra situació social i política.

Penso que l'anàlisi de qualsevol societat, més encara si ha estat conquistada i es troba en un estat de subordinació, ha de ser fet en tota la seva complexitat, tant sincrònica com diacrònica, i que és necessari intentar evitar les simplificacions de tipus lineal que són, precisament, les proposades pels interessos del nacionalisme dominant: l'espanyol en aquest cas. En la nostra realitat, de manera anàloga a la dels Països Catalans, l'estructura provincial és producte de la subordinació, constitueix una forma administrativa imposada per la nació dominant per garantir el domini sobre la conquistada. Crec que per conèixer, entendre i comprendre la realitat basca actual no es pot partir, en exclusiva, del relat construït per les històries oficials d'Espanya i França, cal acudir a altres perspectives, de més difícil accés precisament pel seu potencial emancipador.

Traducció: Humbert Roma de Asso

14 mayo 2010

ALTERNATIVAS POSIBLES

Esta mañana me he despertado de repente, por completo, tras el periodo de duermevela que acontece tras el abandono del sueño, con la entrevista a Josu Erkoreka en Noticias de Gipuzkoa. La entrevista no tiene desperdicio, pero en el peor sentido de este concepto. La última pregunta y la consiguiente respuesta dan pena:

¿Qué se siente cuando la CAV ha hecho los deberes económicos durante años, tiene el menor nivel de endeudamiento del Estado español y casi la cuarta parte que la CC.AA. más endeudada, la valenciana, controlada por el PP, y ahora tiene que apretarse el cinturón como todas?

Se siente un inmensa frustración. Cuando se ha compartido espacio con otros que no hacen los deberes como se debe, son negligentes y nos arrastran a situaciones, como la actual, a las que, por nuestra gestión, no estábamos abocados, el resultado es muy frustrante.

En primer lugar, el emplazamiento que hace la pregunta ya está obligando a un marco fuera del cual parece que no existe vida posible, es decir el marco del territorio del actual Estado español y su régimen político y administrativo. En segundo, la respuesta, que no sólo acepta el marco con todas sus consecuencias, sino que plantea varias cuestiones que afectan gravemente al futuro de nuestro país.

Una: "cuando se ha compartido espacios con otros...". Compartir es algo que supone la voluntad de hacerlo. ¿Qué hemos compartido con España que sea voluntario? Lo único que conocemos son conquistas, ocupaciones y dominio, y eso no es "compartir", es soportar, o mejor, sufrir.

Dos: "...con otros que no hacen los deberes como se debe...". Cuando se hacen "los deberes" es porque alguien los ha impuesto. Antes de aceptar una imposición hay que negociar y para ello se debe tener poder suficiente y analizar conjuntamente los deberes que hay que hacer. En este caso, Erkoreka nos vuelve a convertir en elementos pasivos, sin ninguna capacidad de iniciativa, al albur de lo que decida quien gobierna el Estado español.

Tres: "...nos arrastran a situaciones... a las que, por nuestra gestión, no estábamos abocados...". Nos arrastran porque lo permitimos. Y si no estábamos abocados, es porque tenemos capacidad suficiente para hacer las cosas de otro modo. Cuando las hacemos, según Erkoreka, aunque sea por gestión (delegada, según la actual organización autonómica del Estado español) somos capaces de realizar un buen trabajo y, de hecho lo hacemos, en circunstancias completamente adversas.

Y cuatro, el resultado, según plantea Erkoreka, es frustrante. Erkoreka adopta una postura en la que la dignidad y la autoestima desaparecen y únicamente se manifiesta la sumisión y aceptación de la subordinación.

Pienso que la consecuencia lógica, en una situación adulta, de madurez, sería la de plantear claramente la necesidad de emancipación, la independencia como única solución digna. El logro de un Estado propio en Europa, y en el mundo, abandonando de una vez por todas el lastre que supone España para nuestra sociedad.

03 mayo 2010

INICIATIVA POR EL EUSKARA

LA FALACIA DE LA NAVARRA OFICIAL

Cuando tuvo lugar la transformación de la dictadura franquista en la actual monarquía, las fuerzas españolas que auspiciaban el cambio, integradas por los mismos franquistas y la vieja oposición, consideraron como una cuestión de Estado el estatus de Navarra, y en particular el del territorio que hoy denominan CFN. Por ello propiciaron el acuerdo entre los sectores socio-políticos que se habían impuesto en ella desde 1936 con aquellos otros de obediencia española a los que se calificaba de “izquierdas”, juntos todos en su proyecto de impedir que fraguase una solución soberanista. El acuerdo entre ambos sectores permitió la consolidación de una alternativa política cuya finalidad básica consiste en obstaculizar que la sociedad navarra tenga esta perspectiva como posible y deseable. Quienes básicamente representan esta posición, aquí y ahora, son los aparatos de partidos como UPN y su aliado de facto, el PSN; así como las burocracias de los sindicatos UGT y CCOO, con frecuencia al margen de los intereses o preferencias de sus votantes y cotizantes.

Los presupuestos ideológicos que apoyan el acuerdo entre estos grupos –de presunto origen diferente- fueron elaborados por los franquistas que controlaron Navarra desde 1936 y son continuación de los planteados a principios del siglo XX por Víctor Pradera. Se basan en la pretensión de que el territorio de la actual CFN constituye y representa al extinto reino de Navarra, sin ninguna vinculación histórica con los otros espacios territoriales que le fueron arrebatados por la hostilidad permanente de España y Francia; afirman que el citado reino se vinculó por su propia voluntad a España y que tal hecho no es resultado de agresión ni violencia y, finalmente, consideran los rasgos más profundos de la identidad navarra, especialmente la lengua vasca, el euskara, como elementos secundarios y en retroceso que es preferible abandonar.

El factor decisivo de esta situación es resultado de una decisión política tomada en las más altas cumbres de la política española; hablando claro, es una cuestión de (su) Estado. El conjunto de las fuerzas socio-políticas del Estado español estiman que lo que actualmente se conoce como Navarra constituye la pieza clave en la consolidación de una alternativa soberanista para el conjunto de la Nación Navarra, para Euskal Herria. Es en España en donde radica el problema. Quienes se dedican al juego social y político en Navarra son simples peones o delegados de sus jefes españoles. Es cierto, y no se debe minimizar, la convergencia de intereses existente entre las elites socio-económicas de Navarra con los generales del Estado español; pero el factor clave de la cuestión reside en el interés español por impedir el triunfo de la opción antes citada. Mediante esta política, España consigue imponerse como única alternativa visible a este espacio que considera vital para mantener sus opciones como un Estado europeo fuerte. Mantiene la pretensión de seguir explotándolo, como lo ha venido haciendo largo tiempo en beneficio de sus propios intereses. Percibe con claridad que la consolidación de la alternativa de un Estado navarro, viable en los territorios del antiguo reino, puede llevar a su fin al propio proyecto político estatal español.

Esta es la clave del denominado conflicto vasco, que no es otro que la oposición entre el actual proyecto de Estado español y la aspiración histórica, y actual, de los navarros a recuperar su soberanía, alcanzando una capacidad de autogobierno no supeditada a los intereses nacionales de otros estados. En el camino que enfrenta a las dos naciones aparecen conflictos menores, que únicamente tienen solución democrática, desde una perspectiva auténticamente navarra, con la liberación de la tutela española, o de cualquiera otra. La imposición española ha tenido lugar a través de un camino bien conocido: conquista militar, sometimiento institucional, expolio económico y –para culminar el edificio- la asimilación lingüística y cultural y la dilución de cualquier otro rasgo identitario nacional específico.

En el momento presente el conflicto se desarrolla principalmente en dos terrenos. El primero consiste en el control de los recursos de todo tipo que constituyen nuestro activo nacional, el otro es la franca lucha desatada por España en contra del euskara, elemento que en mayor medida identifica a la nación navarra a nivel universal. En esta guerra participan las fuerzas políticas españolas de todos los colores, instituciones, intelectualidad y el conjunto de sus medios culturales, educativos y de propaganda. Desde nuestra posición se intenta, tal vez con demasiada frecuencia, que estas cuestiones se vean por su parte de una manera positiva. Los esfuerzos en esta dirección resultan inútiles, porque la cultura política española, basada en el uniformismo y supremacía total de lo castellano, percibe al euskara, así como al catalán o al gallego, como un competidor de su imperial idioma. Por otra parte, cualquier pretensión de potestad en el terreno económico, por nuestra parte, contradice las aspiraciones españolas de controlar los recursos, materiales e inmateriales, de Navarra.

Cuando en la actual CFN se contemplan las actitudes arbitrarias de UPN en contra de las aspiraciones soberanistas, muchas veces se concluye, con demasiada facilidad, que es resultado de su carácter autoritario, como remozados representantes delegados de la oligarquía española en Navarra. Pensamos que este modo de ver la cuestión es un error. Lo que diferencia a los aparatos de UPN y del PSN o a las burocracias de UGT y CCOO, no son sino matices de expresión. Todos ellos tienen el mismo proyecto coincidente con el del nacionalismo español, enemigo declarado de nuestra lengua, cultura y, en resumen, de nuestra soberanía. No podemos esperar actitudes de condescendencia en estas materias y los intentos de desdramatizar el conflicto, con el fin de hacer asumibles a los españoles soluciones intermedias, como por ejemplo un modelo confederal –o simplemente federal- de Estado, están llamados al fracaso.

EUSKARA

En el territorio de nuestra nación denominado CFN, según la actual organización administrativa del Estado español, y por parte de sus autoridades se manifiesta a diario una hostilidad abierta hacia la lengua vasca, sin diferencia entre los aparatos políticos o las burocracias sindicales. Prueba de ello son todas las medidas legislativas y prácticas, en muchas ocasiones de talante racista, con las que intentan asfixiar a quienes quieren vivir normalmente en euskara y, por supuesto a los que quieren aprenderlo. En este ámbito, el de la enseñanza de y en euskara y de su utilización en cualquier espacio público, hay que plantear como punto de partida fundamental e irrenunciable el hecho de que es nuestra lengua privativa, la lengua de todos los navarros, y por consiguiente un derecho general, independientemente de que lo conozcan y lo usen. No es un derecho exclusivo de los vascoparlantes, es de todos.

Ante esta situación consideramos necesario denunciar a quienes, desde su negación, propagan la idea de la politización de la lengua, cuando son ellos quienes, mediante su persecución, realmente la politizan, en el peor sentido del término.

Tampoco podemos aceptar algunos planteamientos que se realizan partiendo de “vivencias” individuales, con extrapolaciones elevadas a categoría universal, sin un verdadero contenido social y sin una consideración objetiva de nuestra realidad nacional. En este sentido, no es aceptable la crítica o menosprecio hacia las personas que, por la precaria situación política de nuestro país, no saben, o no conocen con suficiente profundidad, el euskara. Hay muchas personas que, tal vez, no puedan decir “mi patria es el euskara”, pero que son capaces de sentirla tan profundamente, o más, que muchos que lo conocen de forma “natural”, por transmisión familiar o por edad.

La actual situación de minoración de nuestra lengua y cultura, en todos los ámbitos en general, exige una rápida discriminación positiva. La estabilidad y desarrollo de cualquier sociedad en el siglo XXI tiene como base la cohesión interna y su soporte fundamental son la lengua y la cultura social y política propias. Ante los retos de la globalización y las migraciones, las sociedades con futuro son las que se pueden mostrar y trabajar con consistencia. Pensamos que la mejor manera, posiblemente la única democrática, de garantizar esta cohesión, a través de la lengua propia y de una cultura, en cambio permanente sí, pero enraizada en nuestra memoria histórica, es el logro de la soberanía mediante la recuperación de nuestro Estado histórico: el Estado de Navarra.

Ante la gravedad de los hechos denunciados en este documento, invitamos a todos los navarros a acudir a la manifestación convocada en Iruñea para el próximo 15 de mayo de 2010.

ITURRALDE ELKARTEA

Tasio Agerre, Beñi Agirre, Humberto Astibia, Eugenio Arzubialde, Mirari Bereziartua, Luís María Martínez Garate, José Miguel Martínez Urmeneta, Angel Rekalde, Marisol Ronkal, Mikel Sorauren

Iruñea, mayo 2010