10 diciembre 2010

EUSKAL HERRIA SÍ ES SUJETO DE DERECHO

Según la resolución 1514 (XV) de la ONU de 14 de diciembre de 1960, “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural”. Es evidente que hay que definir al “pueblo” en cuestión, al que se pueda aplicar esta resolución.

En un sentido amplio y de uso común el término vasco Euskal Herria denota al pueblo vasco. En su origen (Leizarraga, 1571; Pérez de Lazarraga, 1588-89 y; Axular, 1643, por ejemplo) se refería en general a la población de los territorios que tenían al euskera como lengua común, aunque no fuera la lengua hablada por la totalidad de sus habitantes.

A partir de la incorporación del término Euskal Herria a los textos escritos en lengua vasca, que coincide curiosamente con la etapa que sigue a la conquista de Navarra, y la pérdida de soberanía del Estado creado por los vascos, el retroceso territorial de la lengua vasca, inducido por los poderes políticos españoles y franceses, fue progresivo. Pero el término no se perdió. Simplemente modificó su uso. Pasó de designar exclusivamente el hecho lingüístico a denotar una realidad cultural.

La población vasca presentaba en aquella época, y mantiene hoy en día, un conjunto de características culturales, sociales y políticas que, unidas a las lingüísticas originales, la convierten en una innegable realidad social diferenciada que ha llegado, mal que bien, al siglo XXI. Esa realidad, objetiva y reconocida por personalidades tan importantes como Voltaire, Víctor Hugo o Wilhelm von Humboldt, es un dato adquirido. Si, además, a principios del siglo XXI presenta voluntad política de constituirse en sujeto político como Estado independiente, tiene en la citada resolución de la Organización de Naciones Unidas un innegable soporte de derecho.

No obstante hay algo más y, tal vez, de importancia decisiva. Que el pueblo vasco haya llegado al siglo XXI con evidente conciencia de su realidad y con voluntad de permanencia y futuro, requiere explicar y comprender el por qué de esa persistencia. La voluntad por parte de una sociedad de actuar como sujeto político exige una definición (una identidad), un autorreconocimiento y poseer una cultura política cualificada y desarrollada a lo largo de su historia. Ese proceso es conocido generalmente como nacionalización. Normalmente un pueblo adquiere en plenitud la categoría de nación cuando accede a su Estado propio.

El pueblo vasco, en su desarrollo interno y en sus relaciones con otros pueblos a lo largo de los siglos, creó una organización política que fue el reino de Pamplona primero y de Navarra, después. La realidad de ese Estado que ejerció su soberanía y su presencia en el orden internacional a lo largo de la historia de Europa generó un evidente proceso de nacionalización interna.

Cuando el Estado de los vascos fue conquistado, ocupado y sometido a procesos de minoración y subordinación, había llevado a cabo ya muchas tareas que las naciones que se pueden considerar realmente sin Estado siguen teniendo pendientes. El Estado de Navarra supuso el reconocimiento internacional para la nación vasca. Es evidente que, a nivel internacional, cualquier nación tiene derecho a su propio Estado, pero para eso tiene que existir dicha nación. Y hoy la nación vasca existe, fundamentalmente, porque hubo un Estado que la forjó.

El haber constituido un Estado independiente no otorga, de por sí, derechos a la sociedad dominada. Es la entidad que se autodefine como sujeto quien los reclama, quien se los autootorga y quien los debe de ejercer. Euskal Herria, en cuanto pueblo, es sujeto de derecho a nivel internacional. En la medida en que lo reclame, tiene el derecho a la libre disposición, el primero de los derechos democráticos. Pero la conciencia de ese derecho no le viene dada por ciencia infusa ni por gratuita donación divina, sino que procede de la cultura política que desarrolló el propio reino navarro, basada en el antiguo Derecho Pirenaico en realimentación permanente con las necesidades y problemas de cada época.

Mientras la conquista y ocupación sigan siendo consideradas como injustas por la sociedad dominada a través de su memoria histórica, la recuperación de las instituciones propias constituye un elemento de primer orden para plantear su reivindicación a nivel jurídico internacional. La reparación de injusticias (como bien explicó Walter Benjamin) que la memoria histórica reclama, refuerza un derecho que ya existe en plenitud aunque no hubiera habido un Estado independiente previo. La clave es que sin Navarra, ese Estado independiente previo, con alta probabilidad no hubieran existido los conflictos del siglo XIX, las guerras carlistas, ni el planteamiento nacional de Arana Goiri. Y también nos atreveríamos a afirmar, casi con seguridad, que el euskera habría pasado a engrosar la lista de lenguas muertas durante el mismo siglo.

Los derechos pertenecen a la sociedad subordinada y se pueden ejercer siempre que en su conflicto con las sociedades dominantes se constituya en sujeto político y, además, tenga capacidad estratégica de llevarlos a cabo. No obstante, debemos ser conscientes de que la capacidad de acceso a la tal condición, en nuestro caso por lo menos, tiene su origen en los procesos de ocupación de siglos cuyo efecto no ha prescrito, precisamente por la “voluntad demostrada de sus pobladores”, como consta ya en el Laudo Arbitral de Londres de 1167, refiriéndose a la restauración del reino por García Ramírez (1134-1150), una de las primeras muestras de nuestra cultura política. Basta con seguir las tramas de nuestra historia para comprobar este hecho en todos sus términos.

Los derechos son propios, en exclusiva, de la sociedad actual. Y así debemos contemplarlos y entenderlos. Pero también debemos saber que su conciencia y ejercicio no pueden prescindir del continuo de su reivindicación histórica, que es lo que ha constituido la identidad que somos en el presente y que seguirá en transformación de acuerdo con las respuestas que ofrezcamos a los retos de nuestro mundo. La garantía de que esto se haga de modo democrático pasa, en nuestra opinión, por el ejercicio incondicional del derecho a la libre disposición y su forma más simple e inmediata a través de la recuperación del Estado histórico de los vascos: Navarra.

ANEXOS

A) Resoluciones XV Asamblea General ONU (1960-61)

En la Resolución 1514 (XV), en sus páginas 66 y 67 se afirma:

2. All peoples have the right to self-determination; by virtue of that right they freely determine their political status and freely pursue their economic, social and cultural development.

Y traducido al español:

2. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.

B) Una traducción al español del conjunto de la resolución 1514 (XV)

Firman también este texto Tasio Agerre y Angel Rekalde

09 diciembre 2010

PORROTAK EZ AHAZTEKO


Euskal Herriaren «egitura politikoaren historia» ehun orrialdetan laburbildu du Luis Maria Martinez Garatek ‘Síntesis de la historia de Navarra’ dibulgazio liburuan.

Ainhoa Oiartzabal
BERRIA, 2010eko abenduaren 5a


“Euskal Herriak historikoki nazioa osatu izana ez da kasualitatea; gizarteak berak prozesu historiko luze bat izan du, eta prozesu horrek eraman du Euskal Herria nazio izatera”. Luis Maria Martinez Garateri (Iruñea, 1949) ez dio balio Euskal Herriaren independentziaren aldarrikapena soilik borondate kontua dela esateak; borondate hori prozesu historiko baten emaitza da beretzat, eta, gauzak bere lekuan jartzeko, behar-beharrezko da prozesu horren nondik norakoak ezagutzea. Historia bera, hitz batean. Horiek horrela, Síntesis de la historia de Navarra ehun orrialdeko liburua argitaratu du Nabarralderen bidez. Dibulgazio lan horretan, historiaurretik hasi eta XX. mende hasiera arteko Euskal Herriaren antolaketa politikoaren historia jaso du batik bat.

Nabarralderen nahiz Iturralde ikerketa elkartearen sortzaileetako bat da Martinez Garate. Besteak beste, Tomas Urzainki eta Mikel Sorauen adituen bidetik jo dute bere ikerketek. «Hau da, Nafarroako Erreinuak antolatu duela euskal gizartea». Martinez Garateren arabera, Nafarroako Erresumaren ardatzean mugitu baita Euskal Herriko historia politikoa eta soziala.

Munduko beste nazioetan bezala, Euskal Herriaren kasuan ere aurrena herri bat osatu zen, «giza talde bat», eta gero erato zuen estatua: Iruñeko Erresuma, VIII. mendearen amaiera aldera. Hortik eratorri zen Nafarroako Erresuma. «Hortik aurrera eta ondoko nazioekin edukitako harreman ostean, eraiki zen gaur egungo Euskal Herria». Euskal Herria antolaketa etniko eta linguistikoa da beretzat, eta Nafarroako Erresuma da haren antolaketa politikoa.

Memoria historikoa

Bizirik irauteko, edozein gizartek memoria historikoa behar duela uste du Martinez Garatek. «Eta porrotak jasan dituen gurea bezalako gizarte batean, memoria historikoa ezinbestekoa da bere askapenerako ». Walter Benjamin filosofoaren esana bere egiten du Martinez Garatek: «Irabazleen inposizioz bere porrotak ahazten dituen gizartea bi bider izaten da garaitua». Horren haritik, bi urte barru Nafarroan jasandako konkistarik garrantzitsuenaren 500. urtemuga dela gogorarazi du. «Baina 1200. urtean beste porrot handi bat ere izan zen: Euskal Herriaren mendebaldeko lurraldeak Gaztelaren menera igaro baitziren».

Gertaera horiek ahazteak Euskal Herria berriro ere beste porrot baten atarian jarriko duela uste du Martinez Garatek. «Konkistaren ostean lurralde bat okupatu eta bertako bizilagunak azpian hartu dituen konkistatzailea beti saiatzen da inposizioaren historia desagerrarazten. Memoria historikoa galdu dadin saiatzen da, edo, behintzat, historia desitxuratzen. Faltsukeriak sinestaraztea ere lor dezake». Osotasunean esplikatzen ez den historiaren adibide dira ere, haren ustez, Euskal Herriko zazpi lurraldeei buruz argitaratzen diren lan askoren tesiak eta Zazpiak bat leloa: «Herrialde bakoitza egitura independente gisa aurkezten dute, eta bai, historiaren zenbait alditan hala izan da. Baina jatorria edo ardatza Nafarroako Erresumak osaturiko estatua dute».

Martinez Garateren arabera, Nafarroako Erresumak osaturiko estatua izan da euskaldunek historian zehar inoiz eraiki duten antolaketa politikorik gorena, eta egitura horrek berezko cultura politiko eta soziala sortu zuela dio. Hala, beren izatea antolatzeko eta defendatzeko giza talde baten ekimenez sortutako egitura berak nazioaren kohesioan zein bertako bizilagunen identitatean eragin zuela zehaztu du.

Baina identitatearen sorrera eta haren garapena ez da historian kateaturik gelditzen; identitatea etengabe aldatzen ari dela dio Síntesis de la historia de Navarraliburuaren egileak, eta identitate sendoa edukitzea ezinbestekoa dela edozein gizartek bere etorkizuna kohesionaturik eta arrakastarekin antolatu dezan. «Horregatik ez du balio esatea gaur egun euskaldunok independente izateko borondatea dugula. Garrantzizkoena da ezbairik gabe, izaten segitzeko borondaterik ez duen gizarte bat nekez izando baita etorkizunean. Baina borondate hori prozesu historiko baten emaitza da».


“Gizarte batek memoria historikoa izatea ezinbestekoa da bere askapenerako”

“Gaur egungo borondatea prozesu historiko baten emaitza da”

LUIS MARIA MARTINEZ GARATE
Nabarralderen sortzailea eta liburuaren egilea

03 diciembre 2010

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "SÍNTESIS DE LA HISTORIA DE NAVARRA"



Martínez Gárate: "El Reino de Navarra es el eje político del pueblo vasco"



El autor pamplonés edita con Nabarralde el libro "Síntesis de la historia de navarra". La publicación busca "recuperar nuestra memoria" a través del proceso de construcción de la historia vasca.

El autor pamplonés afincado en San Sebastián Luis Mª Martínez Gárate ha mirado al pasado de Navarra con la intención de "recuperar nuestra memoria histórica", necesaria, dice, para construir una identidad fundamentada en lo que somos realmente y no en lo que los vencedores, que son quienes escriben la historia, nos han dicho que somos.

"Cuando una sociedad, como es el caso de la navarra, se ve sometida a procesos de ocupación y dominio por parte de otros estados, como España y Francia, empieza a ponerse en riesgo la memoria histórica de esa sociedad. Porque lo primero que hacen esos estados es borrarla, o tergiversarla, engañarnos de alguna manera. Por eso he creído conveniente reescribir la historia de Navarra, y hacerlo de forma sencilla y asequible a la gente", cuenta Martínez Gárate en alusión a su libro Síntesis de la historia de Navarra, editado por Nabarralde y que el propio autor presentó ayer en el Koldo Mitxelena de San Sebastián, en un acto en el que participaron también la directora de Diario de Noticias de Gipuzkoa, Arantxa Zugasti, y el catedrático de Historia Medieval José Luis Orella.

La publicación, a la venta al precio de 12,8 euros y en la que ha colaborado el Doctor en Historia José Javier López Antón, nace como contrapunto a todas esas obras que parten de la perspectiva histórica clásica que obvia a Navarra en el proceso de construcción de la historia vasca, "cuando ha sido el territorio vasco por excelencia". "La construcción política más importante que han hecho los vacos es el Reino de Navarra, ese es el eje político del pueblo vasco. Todos los navarros somos, lingüística y étnicamente, vascos, pero también todos los vascos somos navarros desde el punto de vista político", defiende el escritor pamplonés, quien no sólo recoge en su libro la conocida ocupación de 1512, sino que también destaca otra conquista "de la que casi nunca se habla": la de 1200. "En ese año el Reino de Navarra fue sometido a una ocupación en su parte occidental por parte de Castilla y su entonces rey Alfonso VIII, quien conquistó el Duranguesado (Vizcaya), Álava, Laburdi y los territorios que luego serían Guipúzcoa", cuenta Luis Martínez Gárate, quien subraya que "ni Vizcaya ni Guipúzcoa existen de siempre como tales. La primera la constituían varios territorios y la segunda eran tres tenencias del Reino de Navarra".

Para el autor de Síntesis de la historia de Navarra, obra que incluye un anexo con una docena de mapas que orientan al lector en el proceso de construcción de la historia vasca, la característica primordial y que no debe olvidarse del Reino de Navarra es "el hecho de que fue un estado idependiente, probablemente el único de Europa, que no marca su territorio con relación a las invasiones bárbaras, sino con relación a una población que ya estaba desde el neolítico. Y en su organización social y política quedó reflejada una tradición viva, basada en el Derecho Pirenaico, según el cual la costumbre es la que hace la ley. Esa era la norma que regía en nuestro estado, a diferencia del resto de estados de Europa que surgen en la Baja Edad Media, que se regían por un derecho mucho más autoritario, basado en una verticalidad a partir del jefe, etcétera", afirma Martínez Gárate, quien reconoce que él no aporta ningún hallazgo novedoso en su libro, "todo lo que recopilo son hechos que están en investigaciones y archivos. La memoria debe estar soportada por el método científico de la historia", dice. Y recuerda la importancia de recuperar esa memoria porque "la memoria hace la identidad, y una sociedad sin identidad es una sociedad desarmada, sin futuro". En el caso concreto de Navarra, opina que "debemos aspirar a ser un estado para defender nuestra vida como algo diferenciado. Sólo así lograremos ser sujeto en el mundo actual".

Paula Echeverria

La noticia en Noticias de Navarra

La historia de una nación dividida

Síntesis de la historia de Navarra es el título del libro que presentó ayer Luis Martínez Garate, cofundador de Nabarralde, en el Koldo Mitxelena de Donostia. Una obra que recoge la historia de la nación vasca. Una "síntesis" que pretende "aproximarse a la trabazón entre los diversos territorios en los que se encuentra dividida actualmente nuestra nación". Al acto acudieron el catedrático de Historia Medieval José Luis Orella y la directora de NOTICIAS DE GIPUZKOA, Arantzazu Zugasti.

La noticia en Noticias de Gipuzkoa

22 noviembre 2010

NAVARRA ES NUESTRA HISTORIA


Aunque pueda parecer contradictorio, el móvil principal de esta “Síntesis de la historia de Navarra” ha sido la preocupación por el porvenir de nuestro país, por el proyecto de futuro que pueda tener nuestra sociedad. Es evidente que el futuro de cualquier sociedad tiene que ser definido por ella misma y debe ser ella también quien busque los medios y estrategia para lograrlo. Pero es su situación, sus relaciones internas y con otros agentes externos en un momento dado de la historia, la que condiciona los objetivos que es capaz de proponerse. Una sociedad nunca se planteará fines que no estén previamente interiorizados en su pensamiento colectivo, en su cultura social y política. Por eso es fundamental la comprensión de la trayectoria que ha conducido al punto en el que se proyecta un objetivo tan importante como es el de la independencia política.

Hoy y aquí se plantea con frecuencia que el derecho del pueblo vasco, de Euskal Herria, a su independencia, a la constitución de un Estado propio en Europa y en el mundo, se basa exclusivamente en la voluntad de su sociedad. Esta aseveración suele ir normalmente unida a otras como que “el haber sido un Estado independiente no proporciona ningún plus de legitimidad” o que “la historia no otorga derechos”. Este tipo de afirmaciones pienso que deben ser matizadas. La historia no otorga derechos, cierto, pero nos permite conocer las sendas por las que cualquier sociedad se ha ido constituyendo a lo largo de los años y de los siglos, los avatares por los que ha pasado, las penalidades y expolios que ha sufrido, en resumen, los conflictos en los que se ha visto inmersa. Todo este conjunto posibilita comprender por qué somos como somos, aquí y ahora. En suma, nuestra identidad actual.

Un grupo social que se percibe como diferenciado genera unos modos específicos de plantear y resolver los conflictos que son normales en cualquier grupo humano. Estos surgen de factores geográficos y ecológicos en general, pero también y sobre todo de las relaciones de propiedad y poder dentro del propio grupo. En este proceso se genera una cultura social. El hecho de que Euskal Herria se haya constituido históricamente en nación no es un acontecimiento puntual, es el resultado de una larga trayectoria que comienza con la existencia de un pueblo que poco a poco toma conciencia de sí, sobre todo en sus contactos con otros pueblos. La coexistencia, pacífica o conflictiva, con ellos conduce a la creación de una organización política que se superpone a la previa organización social y la reformula. La nación surge y se estructura en las relaciones, tantas veces conflictivas, con otras sociedades próximas.

Cuando una sociedad ha sufrido derrotas, como es caso de la navarra, y se ha visto ocupada y subordinada por otras, tiene en la memoria histórica un elemento fundamental para plantear su liberación. Por eso los intereses del conquistador se centran, sobre todo, en la reinterpretación de la memoria de los vencidos, bien mediante su reemplazo o anulación completa, bien por la asimilación, camuflaje o tergiversación del conjunto de su patrimonio.

Walter Benjamin decía que los grupos humanos, sociedades, pueblos o clases sociales, que olvidan sus derrotas, normalmente por imposición de los triunfadores, son doblemente vencidos. La primera vez en la derrota en sí y la segunda, a través del olvido, de la pérdida de la memoria de su derrota y de los elementos que la soportan, sean narraciones, historias o leyendas o bien sean lugares de recuerdo. Esto supone, tal vez, el fracaso definitivo de la sociedad que sufrió la primera capitulación desde el punto de vista militar y político. La memoria histórica pretende evitar la segunda derrota y procurar su reparación. Para eso tiene que existir una sociedad con voluntad y capacidad de recordar lo sucedido, reivindicarlo y llevar a cabo su resarcimiento.

La memoria debe estar soportada por el método científico de la historia. En general, la distorsión, el ocultamiento o el engaño al que los vencedores someten a los derrotados se suele basar en una visión de la historia narrada por escritores a su servicio y nuestro caso no es una excepción. Por consiguiente, es clara la necesidad de conocer el proceso que nos ha conducido a ser la sociedad que somos, con sus vicios y virtudes, con sus conflictos internos y externos, pero sobre todo con unas características específicas: una lengua particular que, además de ser propia, resulta de gran interés científico y un importante patrimonio, material e inmaterial, en el que sobresale una cultura política muy arraigada y de profundos valores democráticos.

Sin un conocimiento centrado en el propio sujeto social, la nación, no se puede establecer el sistema de referencias necesario para incorporar las exigencias de un mundo globalizado entre las que hoy se encuentran algunas tan acuciantes como las migraciones, las deslocalizaciones de empresas y tantas otras. La historia y su recepción social en forma de memoria histórica es el soporte de cualquier identidad. En mi opinión, sólo a través de una identidad asumida colectivamente con claridad podremos aspirar a una sociedad cohesionada, garantía para poder vivir en una situación de libertad y justicia, solidaria y libre, mediante el acceso a un Estado propio.

La mayor parte de las obras que se han escrito sobre la historia de nuestro pueblo se han hecho como yuxtaposición de las historias parciales de cada uno de los “territorios” que hoy consideramos como los componentes del espacio en el que vivimos los vascos del siglo XXI. Se trata del tradicional “zazpiak bat” a través del que muchos perciben nuestra existencia y en el que cada parte actual se considera como un ente histórico y social independiente, casi atemporal, sin una trama conductora capaz de tejer todos los hilos y de crear la red capaz de ofrecer una perspectiva consistente de la realidad vasca.

Esta “síntesis” pretende aproximarse a la trabazón entre los diversos territorios en los que se encuentra dividida actualmente nuestra nación, con base en su eje central concretado en la máxima expresión política soberana que el pueblo vasco ha construido a lo largo de la historia: el reino de Navarra. Navarra fue un Estado europeo a lo largo de muchos siglos y en su organización social y política quedó reflejada toda una tradición viva, basada en el Derecho Pirenaico. Al mismo tiempo, el Estado navarro fue capaz de nacionalizar a la propia sociedad vasca y construir, en ese difícil equilibrio entre sociedad y Estado, una cultura política de gran profundidad e interés histórico

Cuando este trabajo habla de Navarra se refiere a la expresión política del pueblo vasco o Euskal Herria. Euskal Herria expresa la dimensión lingüística y étnica de nuestra sociedad, mientras que Navarra lo hace desde una perspectiva política. Todos los navarros somos, lingüística y étnicamente, vascos, pero, también, todos los vascos somos navarros desde el punto de vista político. Navarra es nuestra presencia política en el mundo

Referencia bibliográfica

Martínez Garate, Luis María
“Síntesis de la historia de Navarra”
Pamplona-Iruñea, 2010
Edición de Nabarralde

02 octubre 2010

UN AÑO DESPUES EN MIRAMAR

Justo un año después de la mesa redonda celebrada en el Palacio de Miramar de Donostia con el título Zer ari da gertatzen Catalunyan?, en la que participaron Salvador Cardús, Toni Strubell, Francesc Homs y Jaume Renyer, Salvador Cardús ha vuelto a Miramar para ofrecer su visión de la realidad política de Cataluña en el momento presente. El mes de marzo nos acompañó también en el Koldo Mitxelena de Donostia y en el Palacio del Condestable de Iruñea de la mano de Nabarralde. En esta última ocasión lo hacía en calidad de invitado de la Diputación de Gipuzkoa.

La situación política de Cataluña está evolucionando rápidamente en un proceso del que no es fácil vislumbrar la salida. Posiblemente sea Salvador Cardús una de las personas que con más tino pueden analizar la cambiante realidad catalana y plantear hipótesis sobre su horizonte. La intervención del conferenciante se completó con un coloquio con las personas asistentes. En la presente crónica se incluyen las partes del coloquio sin especificarlas como un desarrollo independiente.

Salvador Cardús dividió su exposición en tres apartados: el primero con una exposición de hechos significativos; el segundo, de su análisis y el tercero con el horizonte que, a partir de ambos, se puede prever en un plazo medio.

1º.- Hechos recientes que reflejan la extraordinaria aceleración de las novedades en curso

En primer lugar, Cardús citó el Pregón del poeta Joan Margarit con motivo de las fiestas de la Mercé en Barcelona. Fue, explicó, un discurso abierto al independentismo, que en boca de un escritor no caracterizado por su nacionalismo catalán precisamente y muy próximo a sectores de la cultura española ya que él mismo comenzó y sigue escribiendo en español, sorprendió a todos comenzando por el propio alcalde. Un discurso de esas características podía ser esperable, por ejemplo, de una persona como Jaume Cabré, Premi d’Honor de les Lletres Catalanes de este año, pero no de Joan Margarit.

En segundo, las movilizaciones producidas a lo largo de este año por las consultas sobre la independencia de Cataluña. Consultas celebradas sin ningún soporte oficial ni de los medios de mayor difusión del país. Incluso se podría hablar del boicot previo por su parte, aunque, tras su celebración, se vieron obligados a sumarse al reconocimiento de su éxito.

El tercer aspecto destacado que citó el conferenciante fue el cambio acontecido en los discursos de personalidades relevantes de círculos asociados o, por lo menos próximos, al PSC como Josep Ramoneda y Ferrán Mascarell. Ambos hablan ya, sin eufemismos, de independencia y de Estado propio para Cataluña.

En cuarto y último lugar, destacó la reciente encuesta del “Racómetro”, elaborado por la cadena de radio RAC1 perteneciente al grupo del Conde de Godó, al igual que La Vanguardia, no caracterizado precisamente por ser proclive a la independencia de Cataluña. El resultado da un 49% favorable a la independencia, frente a un 41% contrario. Como dato interesante ofreció que, según la misma encuesta, el 33% de votantes del PSC son favorables a esta opción.

Como complemento de los hechos citados, Cardús pasó a relatar los principales hitos y protagonistas de lo que él denominó como la “batalla” del nuevo Estatut. Hizo hincapié en la paradoja que ha supuesto que un Estatuto, que estaba planteado para garantizar 25 años sin sobresaltos relativos a las competencias de Cataluña y de “normalidad” política, ha provocado el efecto contrario. El ciudadano medio percibe la vía estatutaria como muerta y nadie es capaz de hacer una oferta política concreta a un plazo superior a cuatro años.

Otro apunte que hizo en este apartado fue la referencia a la enorme involución autonómica que se experimenta en España. Como anécdota relató que, en una reunión de universidades del Estado, Gregorio Peces-Barba propuso que se debería incorporar en todas las carreras universitarias una asignatura denominada “Constitución y convivencia”.

2º.- Análisis a partir de los datos

La característica más clara del paisaje que se dibuja en Cataluña es que la política institucional tiene una absoluta falta de credibilidad; no sabe qué decir pero, sobre todo, no sabe qué hacer. Se equivocan quienes afirman, como Montilla, que hay una “desafección” a la política, ya que, por el contrario, las convocatorias a referéndum y manifestaciones como la del 10 de julio pasado demuestran que sí hay un enorme interés por la política, pero que los partidos políticos quedan fuera de juego.

A continuación analizó las propuestas que hacen los diferentes partidos de cara a las elecciones del próximo mes de noviembre. El PSC se presenta como la garantía de la no separación de Cataluña y de la “no fractura” de su sociedad. Con lo que sitúa la independencia en el centro del debate. El PP quiere que no se repita el tripartito y que CiU no pueda imponer condiciones que llevaran a la independencia. Éstos, a su vez, sitúan también la independencia como centro del debate. CiU plantea como objetivo el logro de un Concierto Económico análogo al de los vascos, aunque parecen no ser conscientes de que eso es algo que España no lo puede soportar. Artur Mas se define como independentista pero, al mismo tiempo, afirma que la sociedad catalana “no está madura” para la independencia. ¿No será que quien debe madurar es CiU? Con todo, pueden obtener la mayoría absoluta. ERC no sabe salir de la confusión generada tras la batalla del Estatut que ellos mismos contribuyeron a generar. Plantean la convocatoria de un referéndum por la independencia en los próximos cuatro años, sin percatarse de su inviabilidad legal. ICV presenta como objetivo un Estado catalán dentro de una España federal y plurinacional, cuestión a todas luces inviable por imposible.

Como elementos nuevos en el panorama electoral de Cataluña aparecen las propuestas del independentismo de nuevo cuño que, por otra parte, no resultan muy atractivas. En efecto: se presenta dividido y con una competencia interna destructiva. Constituye una oferta de discurso muy pobre, de hecho Solidaritat no tenía hasta ahora declaración política y la está elaborando actualmente Se percibe como una oferta sin líderes consistentes.

3º.- Horizontes que se pueden percibir para un plazo algo más largo, de unos 5 a 10 años

El primero sería la constitución de una España federal. Desde hace un siglo y medio, cuando se intentó la primera experiencia federal en España, no ha funcionado nunca. Se ha demostrado que hay algo sustantivo en el proyecto nacional español que lo impide de raíz. Es un horizonte imposible.

El segundo sería, en expresión catalana, “anar tirant” que es algo así como “ir o seguir tirando”. Esta cultura de la resignación ante la fatalidad lleva necesariamente a la disolución nacional de Cataluña y, afirma Cardús: “lo que no consiguieron 40 años de dictadura lo lograrán 40 años de democracia española”. Con esta pasividad se ha conseguido, por ejemplo, que en el mundo audiovisual Cataluña esté hoy en peores condiciones que en los años 80 del pasado siglo, con una enorme competencia frente a cadenas privadas que emiten sin ningún requisito lingüístico, cultural ni territorial, con una TV3 surgida en aquella época y apenas renovada.

El tercer horizonte es la independencia. Es la única salida, aunque sólo sea por exclusión del resto. El problema es que no hay programa ni organización ni discurso ni estrategia ni líderes. No obstante, el panorama del independentismo no es tan negro. Así, por ejemplo, está en permanente actividad el Cercle Catalá de Negocis, conformado por empresarios independentistas y que publica periódicamente sus estudios y conclusiones. Entre ellos, cómo la globalización ha conducido a Cataluña a una dependencia mucho menor del mercado español. Hoy en día el 33% de la producción catalana se exporta a Europa, otro 33% va al mercado interno y el resto, a España. También está el colectivo EMMA que, integrado por economistas y expertos voluntarios, responde a cualquier información incorrecta o sesgada sobre Cataluña en la prensa internacional. El independentismo actual está conformado por personas jóvenes, de entre 25 y 40 años y con mayoría de mujeres.

Salvador Cardús percibe la independencia, la constitución de un Estado propio, como la única posibilidad de sobrevivir como sociedades diferenciadas, tanto la catalana como la vasca, en el mundo presente y, sobre todo, en la actual organización política y económica de Europa. Ante este reto, el independentismo debe plantear a qué tipo de estructura estatal aspira para encajar bien en esa Europa. Es imprescindible que ofrezca una estructura ligera, ágil y que genere sinergias. Debe ser un independentismo maduro, educado y estable. Un independentismo que no vaya a la contra, que no sea antiespañol ni busque ajustes de cuentas o practique el resentimiento. Ha de ser un independentismo riguroso en la estrategia y generoso con todos los sectores sociales capaces de conformarlo. Debe ser un independentismo que también hable inglés.

19 septiembre 2010

COMBATES POR LA MEMORIA

Si no nos tomamos el tiempo indispensable para examinar el pasado, nos faltará la perspicacia necesaria para comprender el presente y dar rumbo al futuro, pues el pasado nunca nos abandona y el futuro ya está aquí.
Lewis Mumford

Lucien Febvre, uno de los historiadores más importantes del pasado siglo, fundador junto con Marc Bloch de la escuela de los Annales, experto en el siglo XVI y autor de la obra más completa escrita hasta hoy en día sobre nuestra reina Margarita de Navarra, “Amour sacré, amour profane”, cuenta entre sus trabajos uno titulado “Combats pour l'histoire”, una selección de textos del propio autor, editada en 1953. En el mismo, Febvre reivindica lo que hubo de militante en su vida. Esa militancia fue, sobre todo, para reclamar el estatus de la historia como “estudio científicamente elaborado”, alejado de las visiones ideologizadas que en el primer tercio del siglo XX representaban, sobre todo, Spengler o Toynbee. Febvre no consideraba la historia como “ciencia”, sino como un estudio o investigación que debía responder a un método, ese sí, “científicamente elaborado”.

Otro historiador, contemporáneo y catalán, de reconocido prestigio, Albert Balcellls, en su trabajo sobre “Els llocs de memoria dels catalans”, analiza el valor de la memoria histórica y considera que mientras la historia responde a un método científico y, por lo mismo, apela a la razón, la memoria histórica es algo que se reclama del sentimiento de una sociedad y que representa una voluntad de reivindicación de agravios pasados y de la consecuente movilización para lograr su reparación. “Donde hay trauma hay memoria y experiencia, pero no hay historia. La historia establece una ruptura entre presente y pasado, genera el distanciamiento para liberarse del pasado tras afrontarlo”, afirma. La memoria, según Balcells, equivale al activismo social y político; la historia, por el contrario, se asemeja a los tratados de ciencia política o sociología.

Una y otra, historia y memoria, se necesitan. No son dos formas contrapuestas de ver la realidad de una sociedad, sino complementarias. La memoria histórica corre el riesgo de desbarrar, de basarse en mitos con poco fundamento, y, por lo mismo, apartarse de la realidad de lo acontecido. La historia, con su método científico, debe encargarse de reconducir el proceso de la memoria, a través de la interpretación del archivo que se conserva de los hechos, a un conocimiento ajustado a lo que se puede saber de lo sucedido, por supuesto desde la perspectiva actual. De todas formas, la historia, a pesar de su método científico, no es algo neutro. Siempre está planteada desde los intereses del presente y los dos autores citados, Febvre y Balcells, hacen hincapié en este hecho en las obras citadas. La selección de los casi infinitos campos sobre los que investigar se realiza siempre desde los intereses presentes y desde la impronta del propio historiador. Ya solo por este hecho no es imparcial. En este conflicto amor-odio entre historia y memoria, la historia puede dar la sensación de una objetividad lejana y parecer fría, en la que los hechos narrados se pueden percibir como ajenos, mientras que la memoria es propia, es afectividad y sentimiento.

Cuando una sociedad ha sufrido derrotas, como es caso de la navarra, y se ha visto ocupada y subordinada por otra, u otras, tiene en la memoria histórica un elemento fundamental para plantear su liberación, pero siempre soportada por el método científico de la historia. Por eso los intereses del conquistador, del ocupante, se centran principalmente en dos aspectos. El primero, la exégesis de la historia mediante la búsqueda de los hechos que le son favorables y la relativización o puesta en cuestión de los contrarios a sus intereses. El segundo, y casi de mayor trascendencia, mediante la reinterpretación de la memoria histórica de los vencidos, bien mediante su reemplazo o anulación completa, bien por la asimilación, camuflaje o tergiversación del conjunto de su patrimonio. En este sentido, el papel de la memoria histórica es insustituible. Walter Benjamin decía que los grupos humanos: sociedades, pueblos, clases sociales etc., que olvidan sus derrotas, normalmente por imposición de los triunfadores, son doblemente vencidos. La primera vez en la derrota en sí y la segunda, a través del olvido, de la pérdida de la memoria de su derrota y de los elementos que la soportan, sean narraciones, historias o leyendas o bien sean lugares de recuerdo. Esto supone, tal vez, el fracaso definitivo de la sociedad que sufrió la primera capitulación desde el punto de vista militar y político. La memoria histórica pretende evitar la segunda derrota y procurar su reparación. Para eso tiene que existir una sociedad con voluntad y capacidad de recordar lo sucedido, reivindicarlo y llevar a cabo su resarcimiento.

La Sociedad de Estudios Iturralde nació en 1994 como una iniciativa para evitar la progresiva, acuciante, pérdida, tergiversación y deterioro del patrimonio de Navarra. En su entorno se organizó Nabarralde como instrumento para difundir el pensamiento sobre el que Iturralde llevaba ya varios años de trabajo. Iturralde, y por consiguiente Nabarralde, considera el patrimonio como un conjunto de bienes, materiales e inmateriales, que constituyen el activo de cualquier sociedad, en este caso la navarra. Nabarralde plantea también como necesaria la investigación para descubrir caminos de puesta al día y perspectivas de futuro para su recuperación. Toda sociedad se basa en un patrimonio heredado, un activo, pero debe gestionarlo para su evolución y desarrollo acordes con las necesidades de su época. La historia, el archivo documental que la soporta, es evidentemente patrimonio, pero tanto o más lo es la memoria histórica. La primera, con su aparato crítico y su distancia con relación a los hechos que narra e interpreta, normalmente queda al alcance de una relativa minoría; mientras que la memoria es decididamente popular. Los agravios infligidos a una sociedad y que se recuerdan como tales, son parte esencial de su patrimonio y, además, el principal activo para su liberación.

La memoria de un reino europeo, independiente y soberano, conquistado y ocupado en largos y complejos procesos históricos por sus vecinos, no se ha perdido por completo entre nosotros. No obstante, en la sociedad actual, en la que la transmisión oral se diluye a pasos de gigante y es sustituida, a través de iconos programados por unos medios bajo el control de los poderes reales del mundo, como son los estados constituidos y los intereses económicos globales, corre un grave riesgo. La vía para encaminar la solución de los problemas de toda índole que afectan a la sociedad vasca en el presente, como el lingüístico, el económico o, tal vez el definitivo, la cohesión social, y otros muchos, pasan, en nuestra opinión, por el acceso de Vasconia al estatus de soberanía que representa, aquí y ahora, un Estado independiente. La voluntad de ser no surge de la nada, nace de una sociedad fuerte que recibió su cohesión gracias al Estado que el pueblo vasco supo construir y mantener durante siglos de historia, el Estado navarro.

Porque fuimos, somos y porque somos, seremos
Joxemiel Barandiaran

16 julio 2010

SENTENCIA SOBRE ESPAÑA

La reciente sentencia del Tribunal Constitucional (TC) del reino de España sobre el Estatut de Catalunya ha provocado notables reacciones sociales y políticas de las que, sin ninguna duda, la más importante ha sido la manifestación de Barcelona del sábado 10 de julio.

Mucho se ha escrito ya sobre la sentencia y cada cual lo ha hecho pretendiendo llevar el agua a su molino, pero la mayor parte de las reflexiones inciden sobre su influencia en la constitución política de la nación catalana, de su posible articulación en una España distinta, o de la contradicción que supone intentar un encaje con quienes no quieren a Cataluña de otra forma que asimilada lingüística y culturalmente, socialmente minorada y políticamente sumisa al modelo uniforme que plantea el nacionalismo español.

No obstante, su texto no debe ser leído exclusivamente como sentencia de la institución judicial del más alto nivel en el Estado español sobre el estatuto de una de sus comunidades autónomas, sino que debe ser analizado como una reflexión social y política de España sobre sí misma, como nación y como Estado. La sentencia es, en realidad, una Sentencia sobre España. No en vano la expresión más repetida es la de: (Cataluña) “integrada en la indisoluble unidad de la nación española, como establece la Constitución”.

Es importante plantear esa visión general, ese autoanálisis, que España hace sobre sí misma, para saber donde y en qué momento nos encontramos los vascos. Es importante, desde la nación Navarra, hacer una lectura propia, analizar el contexto político en el que se ha producido y prever las repercusiones que va a tener indudablemente en nuestro inmediato futuro.

No se puede decir que la “Sentencia sobre España” presente novedades importantes con respecto al discurso de fondo de la sacralizada Constitución española de 1978. La definición del proceso constituyente que realiza el TC español se basa en la misma petición de principio de aquélla: la preexistente -¿eterna?- nación española se presupone como origen de la soberanía del pueblo que se constituye como Estado, el español, que, a su vez, da sentido a la nación española.

Así, al tratar sobre la “ciudadanía” la sentencia deja muy clara la realidad subordinada de Cataluña, al decir que “la ciudadanía catalana (navarra, en nuestro caso) no es sino una especie del género ‘ciudadanía española’, a la que no puede ontológicamente contradecir”. Reafirma lo ya dicho en la citada constitución de 1978 en su artículo 1.2.: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.”; y en el 2: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”

La Sentencia reafirma la ambigüedad ya existente en la Constitución de 1978 sobre el concepto de “nación”. La reflexión del tribunal español presenta dos conceptos completamente distintos soportados por una misma voz. En un sentido está la nación con valor jurídico, España y, en otro subordinado, está la nación como "la auto-representación de una colectividad como una realidad nacional en sentido ideológico, histórico o cultural”, pero sin valor jurídico, aplicable no sólo al caso de Cataluña, sino también al de Navarra. Así afirma textualmente: “De la nación puede, en efecto, hablarse como una realidad cultural, histórica, lingüística, sociológica y hasta religiosa. Pero la nación que aquí importa es única y exclusivamente la nación en sentido jurídico-constitucional. Y en ese específico sentido la Constitución no conoce otra que la Nación española”.

Es una sencilla forma de establecer, en realidad de mantener, dos categorías de naciones: las de primera división y las de segunda. Parafraseando a Orwell, “todas las naciones son iguales, pero unas son más iguales que otras”.

Este principio tiene consecuencias directas en varios campos. Así en el del idioma propio. La Sentencia anula el carácter “preferente” con el que el Estatut describía al catalán. De esta forma, zanja con su pretensión inicial de discriminar al castellano en el acceso a puestos administrativos regidos por concursos públicos y oposición. Afirma que el deber de conocer el catalán, o cualquier otra lengua hablada en el territorio de su Estado, como el euskara o el gallego, "no es jurídicamente exigible con carácter generalizado" y que no podrá "imponerse" en la administración y en los medios públicos. Según el TC, "el derecho a ser atendido en cualquiera de dichas lenguas sólo puede ser exigible en las relaciones entre los poderes públicos y los ciudadanos". Pero, según el mismo, con la salvedad de que "sería contrario a la Constitución si el Estatuto pretendiera derivar de la cooficialidad de la lengua catalana su cualidad de medio de comunicación jurídicamente válido respecto de poderes públicos no radicados en el territorio de la Comunidad Autónoma de Catalunya".

Sobre el ámbito privado del uso del catalán, el TC recuerda que el deber de disponibilidad lingüística de las entidades privadas, empresas o establecimientos abiertos al público "no puede significar la imposición a éstas, a su titular o a su personal de obligaciones individuales de uso de cualquiera de las dos lenguas oficiales de modo general, inmediato y directo en las relaciones privadas".

Se confirma de nuevo la diglosia y la sumisión dentro del Estado español de cualquier otra lengua a la oficial: el español, o castellano, como utilizan ellos en la Sentencia. Aquí también la liga tiene dos divisiones.

En cuanto al sistema educativo, deja claro que no se puede excluir al castellano como lengua vehicular del sistema educativo: “Nada impide que el Estatuto reconozca el derecho a recibir la enseñanza en catalán y que ésta sea lengua vehicular y de aprendizaje en todos los niveles de enseñanza. Pero nada permite que el castellano no sea objeto de idéntico derecho ni disfrute, con la catalana, de la condición de lengua vehicular en la enseñanza”.

Otro aspecto muy importante en los que se reafirma un creciente unitarismo de la organización del estado son los relativos a emigración, asunto sobre el que la Sentencia dice que la inmigración es una materia reservada exclusivamente al Estado. La Generalitat tendrá, no obstante, determinadas potestades en materia de inmigración, siempre que se ciñan a actuaciones con carácter asistencial y social y que "en ningún caso" podrán relegar la competencia exclusiva del Estado.

Cosa análoga sucede con el recordatorio de que el Poder Judicial es único para toda España. El Constitucional español considera un “evidente exceso” la creación de un Consejo de Justicia para Cataluña en el Estatut. El TC mantiene la obligación de circunscribir a las autonomías dentro de la competencia del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Asimismo rechaza la pretensión del Estatut de considerar al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) como “la última instancia jurisdiccional” de todos los procesos y recursos iniciados en Cataluña. El Alto Tribunal limita la pretensión inicial y afirma que el TSJC es sólo la última instancia en el espacio jurisdiccional catalán, sin perjuicio de las competencias en materia de unificación de la doctrina y otras que la legislación reserva al Tribunal Supremo.

Otro aspecto importante de la sentencia lo constituye la reafirmación de la inamovilidad de la organización provincial del Estado español. Una aspiración histórica de Cataluña desde la entrada en vigor de la misma es la reconstitución de su forma tradicional de organización interna bajo la denominación de “veguerías”. En este punto el Constitucional español permitirá llamar veguerías a las actuales provincias catalanas, sin que varíe su actual delimitación geográfica. Por consiguiente, las Diputaciones provinciales se podrán llamar Consejos de veguerías.

Sobre las relaciones internacionales, el TC avala las acciones externas de la Generalitat, pero reserva al Estado la política de las relaciones internacionales. Dentro de la competencia estatal está el deber de informar a las autonomías si emprende acciones que incidan en sus “intereses regionales”.

En otros aspectos, como la capacidad de organizar referéndums o las competencias exclusivas en Cataluña de su “Síndic de Greuges” (“Defensor del Pueblo”), la sentencia deja muy claro que la última palabra la tienen los poderes del Estado español.

Como resumen, el TC confirma que los Estatutos de Autonomía son normas subordinadas a la Constitución, que no admite igual o superior, y a la que, por tanto, están jerárquicamente sometidos en todos los órdenes. El TC defiende así la posición de supremacía de la Constitución como norma fundamental del ordenamiento jurídico español, en el que los estatutos se integran bajo la forma de ley orgánica en términos de "subordinación absoluta" a la Carta Magna. ¡Qué más queda por decir!

15 julio 2010

APOYO A UDALBILTZA

Uno de los atributos que definen la actual organización política del Estado español es el de la arbitrariedad. Se podrían encontrar otros muchos, antidemocráticos, pero éste es el que mejor resume su comportamiento a la hora de montar procesos enormes, sin otra base que informes de una policía, que como la mayor parte de los aparatos del poder del Estado tras la muerte de Franco, no sufrió ningún tipo de depuración.

En esta línea se encuadran los cierres de medios de comunicación, Egunkaria y Egin sobre todo, y los procesos abiertos para justificarlos. Lo mismo sucedió con el también tristemente famoso 18/98. El caso Udalbiltza se adscribe a la misma especie.

Como apuntamos, la policía franquista no conoció ningún tipo de intervención o limpieza, pero tampoco se revisaron el resto de los instrumentos que el Estado utiliza, en teoría, para defender su sociedad. Así encontramos el poder judicial, el ejército, la iglesia católica y tantos otros.

De la convergencia de los vicios de una policía y un sistema judicial herederos del franquismo sin depuración surgen engendros como las actuaciones y procesos citados antes. Y tantas otras como la última sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña.

En ese punto incide otro de los atributos del régimen político español: su feroz unitarismo basado en un nacionalismo ultramontano, que se enerva ante cualquier manifestación de exigencia de respeto por parte de las naciones sometidas a su Estado. Esta sensibilidad ha aflorado últimamente con la sentencia ya citada sobre el Estatuto catalán, pero está implícita en todas esas actuaciones contra medios de comunicación u organizaciones vascas, caracterizadas precisamente por la reivindicación del hecho nacional.

Esto es así en los medios de comunicación en los que el hecho lingüístico y la realidad nacional se veían con una mirada propia y ajena a la del Estado español. Y lo es también en el proceso contra Udalbiltza. Udalbiltza representa la coordinación nacional de personas elegidas para los poderes locales, ayuntamientos, dentro del propio sistema –demarcaciones territoriales, organizaciones electorales y de partidos- del Estado español.

Pero Udalbiltza les planteaba un problema. En Udalbitza se agrupan alcaldes y concejales vascos que reivindican precisamente eso: su vasquidad y su aspiración a concretarla en una organización política propia, nacional y no dependiente del Estado español. Era demasiado para ellos. E hicieron lo de siempre: acusarles de formar parte del “entramado de”, de “ser soporte de” o “estar a las órdenes de”. Evidentemente, todo ello falso, injusto e impresentable en cualquier instancia democrática del mundo.

Pedirles que reformen sus estructuras de base es demasiado para ellos, pero ponerles delante de su arbitrariedad e injusticia puede ser más sencillo. No obstante, hemos de ser conscientes de que sólo disfrutaremos de una situación realmente democrática el día que seamos dueños de nuestro propio Estado, el de Navarra, en igualdad de condiciones con el resto de estados europeos.

El que ese sea nuestro objetivo, implica que el apoyo a Udalbiltza y a cualquier grupo o persona represaliado por las estructuras injustas del Estado español, debe estar en esa línea. No nos conformamos con una absolución al estilo de Egunkaria. No podemos quedarnos en casa tras una sentencia absolutoria. Mientras sigamos dependiendo de la arbitrariedad hispano-francesa, nuestra sociedad no tiene garantizados sus derechos más elementales, ya que el primero y básico es el de la libre disposición. No podremos vivir tranquilos hasta lograrlo.

* Firman este escrito Tasio Agerre, Luis Mª Mz Garate, Angel Rekalde, Mikel Sorauren, Pello Esarte, Beñi Agirre, Mirari Bereziartua, Víctor Alexandre, Joxerra Bustillo, Antxon Soroa, Rafa Stxez Muxika, Jon Escobosa, Toni Strubell i Trueta, Uxoa Larramendi, Joseba Felix Tobar Arbulu, Iñaki Egaña, José Miguel Mz Urmeneta, Idoia Arrieta, Fernando Sánchez Aranaz, Mikel Enparantza, Margarita Nieva, Humberto Astibia, Patxi Goikoetxea, Gorka Palazio, Enrike Lahidalga, Ganix Larratxe Arretxea, Elena Berazadi Larrea, Pascual Larunbe, Josu Sorauren.

UDALBILTZAREN ALDE

Estatu espainolaren gaurko antolamendu politikoaren ezaugarrietako bat arbitrariotasuna da. Antidemokratikoak diren beste asko aurki ditzakegu, baina hori da Estatu horren jokabidea hobekien definitzen duena prozesu erraldoiak abian jartzen dituenean, oinarri bakartzat poliziaren txostenak hartuta, Francoren heriotzaren ondoren, Estatuko botere-aparatu gehienetan gertatu zen bezala, inolako garbiketarik izan ez zuen polizia horrenak, alegia.

Ildo horri jarraiki itxi dira hedabideak, Egunkaria eta Egin adibidez, eta zabaldu dira horiek justifikatzeko prozesuak. Gauza bera gertatu zen 18/98 prozesu tamalgarriarekin. Udalbiltza kasua ere bide beretik doa.

Lehen esan dugunez, polizia frankistak ez zuen inolako esku-hartze edo garbiketarik ezagutu, baina teorian gizartea babesteko Estatuak erabiltzen dituen gainerako tresnek ere ez zuten inolako berrikuntzarik izan. Hortxe ditugu botere judiziala, armada, eliza katolikoa eta beste hainbat.

Frankismoaren oinordeko diren eta garbitu gabe dauden polizia baten eta sistema judizial baten ajeek izugarrikeriak sortu dituzte, adibidez lehen aipatutako prozesuak, eta beste asko, hala nola Kataluniako Estatutuari buruz Auzitegi Konstituzionalak emandako azken epaia.

Puntu honetan Espainiako erregimen politikoaren beste ezaugarri bat dakusagu: bere unitarismo basatia, nazionalismo zaharmindu batean oinarritua, bere Estatuaren legepeko nazioek errespetua eskatzeko edozein adierazpenen aurrean sutan jartzen dena. Joera hori Kataluniako Estatutuari buruzko epai horretan ikusi ahal izan dugu azken aldi honetan, baina inplizituki dago euskal hedabideen edo erakundeen aurkako ekintza horietan guztietan, euskal erakunde horiek naziotasuna aldarrikatzen baitute, hain zuzen ere.

Hori agerian gelditu da hizkuntza eta errealitate nazionala begirada propioaz eta Estatu espainolarena ez denaz ikusten den hedabideetan. Eta baita ere Udalbiltzaren aurkako prozesuan. Izan ere, Estatu espainoleko sistemaren baitan –lurralde-barrutiak, hautes-legeak eta alderdiak- tokiko boterea diren udaletarako hautatutako pertsonen koordinazio nazionala da Udalbiltza.

Alabaina, Udalbiltzak arazo bat planteatzen zuen. Udalbiltzan euskal alkate eta zinegotziak biltzen dira, hain zuzen ere hau aldarrikatzeko: beren euskaltasuna, eta euskaltasun hori antolamendu politiko propio, nazional eta Estatu espainolaren menpekoa ez den batean gauzatzeko nahia. Gehiegizkoa espainolentzat. Eta betikoa egin zuten: “zeraren ingurukoa”, “zera sostengatzen duena” edo “zeraren aginduetara egotea” izateaz akusatu. Bistakoa da hori guztia faltsua, bidegabea eta munduko edozein instantzia demokratikoren aurrean defendaezina dela.

Beren oinarrizko egiturak erreformatzea eskatzea gehiegizkoa da haientzat, baina beren arbitrariotasun eta bidegabekeriaren aurrean jartzea errazagoa izan daiteke. Hala ere, ohar gaitezen egoera benetan demokratikoa Nafarroako geure Estatu propioaren jabe garenean izango dugula, Europako gainerako estatuen parekoa dugunean.

Gure helburua hori izanik, Udalbiltzari eta estatu espainolaren egitura bidegabeek jazartutako edozein talderi edo pertsonari ematen diogun sostengua ildo horretatik doa. Ez gara konformatuko Egunkariaren kasuan bezalako absoluzio batekin. Ezin gara etxean gelditu absoluzioa ematen duen epai baten ondoren. Espainolek eta frantsesek nahi dutenaren menpe gauden bitartean, gure gizarteak ez ditu bere eskubide oinarrizkoenak bermatuta edukiko, lehena eta funtsezkoena libreki erabaki ahal izatea baita. Ezin izango gara lasai bizi hori lortu arte.

* Idatzi hau honako hauek sinatzen dute: Tasio Agerre, Luis Mª Mz Garate, Angel Rekalde, Mikel Sorauren, Pello Esarte, Beñi Agirre, Mirari Bereziartua, Víctor Alexandre, Joxerra Bustillo, Antxon Soroa, Rafa Stxez Muxika, Jon Escobosa, Toni Strubell i Trueta, Uxoa Larramendi, Joseba Felix Tobar Arbulu, Iñaki Egaña, José Miguel Mz Urmeneta, Idoia Arrieta, Fernando Sánchez Aranaz, Mikel Enparantza, Margarita Nieva, Humberto Astibia, Patxi Goikoetxea, Gorka Palazio, Enrike Lahidalga, Ganix Larratxe Arretxea, Elena Berazadi Larrea, Pascual Larunbe, Josu Sorauren.

04 julio 2010

LA GUERRA DE NAVARRA


Aproximación histórica

Nos encontramos a dos años del 500 aniversario de la irrupción en Navarra, por la Sakana, de las tropas del Duque de Alba, con ánimo de conquista y ocupación. El 25 de julio de 1512 entraban en Iruñea y en pocos meses habían ocupado la totalidad de lo que quedaba, como Estado independiente, del antiguo reino de Navarra de la época de Sancho VI el Sabio. En 1200 los castellanos ocuparon la Navarra occidental y en 1463, la Sonsierra; en 1512 invadieron el resto. Tras los varios intentos de recuperación de la independencia y como resultado de la relación de fuerzas, local y a nivel europeo, lo que permanecía como Navarra independiente quedó dividido en 1529 en dos partes. Una, la del sur de Pirineo, ocupada por los españoles y fue incorporada a Castilla, teóricamente como reino diferenciado aunque unido en la persona del mismo rey. Esta situación se mantuvo hasta el final de la primera guerra Carlista, tras la que mediante la ley de 1841, mal llamada “paccionada”, Navarra dejó de ser reino “de por sí” para convertirse en una provincia española más, aunque con el epíteto de “foral”. Otra parte, al norte, siguió como reino independiente bajo los reyes legítimos de Navarra, los Labrit. Así permaneció, incluso tras la unión dinástica entre Navarra y Francia en la persona de Enrique III, hasta 1620, cuando Luis XIII de Francia, hijo del anterior y mediante el “Decreto de la Unión”, la incorporó a la monarquía francesa con un cierto “respeto” de sus fueros. En 1789, con la revolución, desapareció todo vestigio de poder propio.

Peio Monteano y la conquista de Navarra

El último trabajo del reconocido historiador Peio J. Monteano, “La Guerra de Navarra (1512-1529). Crónica de la conquista española”, nos sitúa en el fragor del conflicto y nos narra, paso a paso, el proceso de conquista y ocupación. Aparte de la solvencia y el conocido rigor del autor a la hora de afrontar el estudio de cualquier etapa o hecho histórico en los que ha investigado, la peste negra y sus consecuencias en Navarra a partir del siglo XIV por ejemplo, (Monteano, 1999 y 2002), la amenidad de su narrativa y la claridad de la exposición, lo convierten en un libro de lectura obligada para todo navarro que quiera conocer de verdad su realidad histórica y, por supuesto, para cualquiera que pretenda acercarse, desde fuera, a los hechos acontecidos en una fase tan crucial. Se lee con la facilidad de una buena novela.

Tras su rigor histórico y amenidad, lo más importante a resaltar del último trabajo de Monteano es que no deja resquicio para la duda de que lo acontecido en Navarra a partir de aquellos años fue una conquista en toda la regla, sin opción a “voluntarias entregas” o a “rendiciones sin batalla”. Otra cuestión es que cuando la superioridad bélica del ejército invasor, el español, era aplastante se producía una rendición inmediata, sin gasto inútil de fuerzas propias, como muy bien lo explica el autor. Los reiterados esfuerzos por revertir la situación y recuperar la independencia del reino, así como toda su trayectoria política posterior a la etapa descrita en esta obra lo manifiestan con claridad.

Sobre presentismos

Monteano en su trabajo nos previene contra los “presentismos” a la hora de percibir y enjuiciar hechos sucedidos a comienzos del siglo XVI. No obstante, en mi opinión, en algunas de sus apreciaciones, él también corre el riesgo de verse involucrado en práctica semejante.

Un ejemplo, bastante claro según mi entender, se produce cuando en la página 19 afirma: “…los navarros son sólo navarros y los bearneses son sólo bearneses, mientras que los alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos son y se sienten españoles, y lapurtarras y zuberotarras son y se siente franceses”. La rotundidad de estas afirmaciones me parece excesiva. En primer lugar, Monteano parece que emplea las denominaciones “español” y “francés” con la intensidad que tienen actualmente, ya que, en caso contrario, opino que debería haberlo matizado con más cuidado. Podría haber dicho, tal vez, que se sentían “relativamente” partícipes del mundo castellano, o francés en su caso. El origen de la España que conocemos actualmente se sitúa precisamente en esta época y difícilmente los súbditos de la monarquía castellana se sentirían “españoles” con tal intensidad y los vascongados todavía menos. Cosa análoga se puede decir de la “francesidad” de los vascos norpirenaicos no pertenecientes al reino de Navarra.

Situación análoga se suscita en las páginas 22 y 23, al presentar realidades del siglo XVI con términos de los siglos posteriores al XVIII. Así sucede cuando al referirse a los territorios de la monarquía francesa habla ya de “Francia”. Todavía más preocupante me parece el tratamiento uniforme que ofrece de la monarquía hispánica de los austrias, designándola, así simplemente, como España. Todavía no habían sucedido los problemas de Aragón con Felipe II, ni los posteriores del principado de Cataluña y del Reino de Valencia tras la Guerra de Sucesión y los decretos de Nueva Planta dictados por el primer Borbón español, Felipe V. ¡Si Vicens Vives levantara la cabeza!

Otro problema relacionado con el presentismo se plantea con la denominación de los ejércitos en contienda. Unas veces se habla según el bando al que sirven, es decir de “navarros” y de “españoles”, que, en mi opinión, sería lo más correcto, pero en otras se habla según el origen gentilicio de los combatientes o su adscripción partidista. Así presenta a “alaveses”, “guipuzcoanos” o “castellanos” por un lado; a “franceses”, “bearneses”, “gascones” por otro. O de “agramonteses” de una parte y “beaumonteses” de la otra.

Un hecho que me sorprende es el tratamiento, en la página 83, de la Batalla de Belate. Habla de Belate como de un ”mito en la historia guipuzcoana”. ¿No es eso presentismo? ¿Es una falta de conciencia de la realidad “guipuzcoana”? ¿Por qué en la página 87 insiste en que “los guipuzcoanos se apoderaban de los famosos doce cañones”? ¿No eran parte del ejército español de conquista? ¿Por qué esa especie de regodeo, un tanto morboso en mi opinión, por el hecho de ser “guipuzcoanos”?

Puestos a hacer presentismos, cuando en la página 166, Monteano habla de la tumba de Juan y Catalina de Albret y dice: “… la tumba provisional de ambos monarcas en la catedral de Lescar se convirtió en definitiva”, también lo está haciendo sin querer. Es una especie de presentismo negativo. ¿Tumba definitiva? Prefiero ponerme en un presentismo positivo. La voluntad de ambos fue ser enterrados en la Catedral de Iruñea. La tumba de Lescar espero y deseo que sea provisional. Opino que es lo menos que debe una Navarra independiente, Estado europeo de nuevo, a quienes tanto hicieron en la puesta al día de la organización del Estado y de su defensa ante el injusto y brutal ataque y ocupación españoles.

Uso de topónimos y antropónimos

Considero discutible el adoptar, según indica el autor en la página 20, como criterio para la toponimia el oficial de las llamadas comunidades autónomas navarra y vasca y para las bajonavarras la euskérica. Hubiera sido más coherente, en mi opinión, el adoptar la euskérica para todos los topónimos o, puestos a aceptar las oficialidades impuestas, utilizar las oficiales francesas para bajonavarros, lapurtarras y zuberotarras. En ese sentido, me parece impropio hablar en una misma frase, en la pagina 76 por ejemplo, de “Vitoria-Gasteiz y Pamplona” siendo Pamplona tanto o más Iruñea, que Vitoria, Gasteiz. ¿Por qué siempre aparece “Estella” y nunca “Lizarra”? ¿Por qué siempre “Pamplona” y sólo “Pamplona”, nunca “Iruñea”? Un caso semejante sucede en la página 233, al hablar del “valle de Yerri” cuando, hace ya muchos años, Jimeno Jurio demostró que su nombre real era Deio Herria. ¿Por qué no se usa, por ejemplo, la toponimia euskérica aceptada por Euskaltzaindia?

En los antropónimos pienso que cabe más diversidad de criterios, incluso en función del uso habitual, del contexto o de la propia fuente histórica. Así, por ejemplo, ¿por qué en la página 84 se habla del protonotario “Jauregizar” y no de “Jaureguizar”? ¿Con qué criterio? ¿Y en la 89, de “Pedro Enríquez de Lakarra” y no de “Lacarra”? Otro caso aparece en la página 95 cuando se cita una lista de “señores beaumonteses”, textualmente Etxaide, Beuntza-Larrea, Ezkurra, Guenduláin, Otazu, Ureta y Agirre. ¿Por qué todos, salvo “Guenduláin”, están escritos con ortografía vasca? ¿Por qué no escribe “Gendulain”?

Legitimismo

No me acaba de satisfacer el uso que hace Monteano del término “legitimismo” o “legitimista”, al referirse a los partidarios de la independencia del reino y de sus reyes “naturales”, según el término utilizado en la época. ¿Legitimismo dinástico? Suena a carlismo decimonónico. Tal vez el autor pretenda referirse al legitimismo político, al respeto íntegro a las instituciones del reino y a su independencia. En cualquier caso creo que se utiliza de forma ambigua y que sería conveniente, tal vez en la próxima edición, aclararlo.

Una duda cartográfica

En el mapa usado reiteradamente como soporte para señalar los hitos de las diversas fases de la conquista (páginas 25, 37, 64. 145. 227 y 251) la leyenda que aparece dice “Dominios de los reyes de Navarra en 1512”. En dicho mapa aparece la Sonsierra como territorio navarro cuando ya llevaba ocupado por Castilla medio siglo. Monteano en su propio libro constata este hecho en la página 27. ¿Por qué se utiliza ese mapa como base? ¿Porque la conquista de la Sonsierra es, relativamente, reciente? Del mismo modo se podría haber usado un mapa con la territorialidad del reino en la época de Sancho VI el Sabio, opción que correspondería con mayor realismo al territorio histórico del reino navarro.

Una obra básica

Como resumen, creo que se puede afirmar que estamos ante una obra fundamental para el conocimiento de una etapa crucial de nuestra historia. Un libro riguroso, completo y ameno; un trabajo serio y muy bien construido y presentado. Mi más sincera y calurosa enhorabuena al autor del libro, Peio Joseba Monteano Sorbet.

Zorionak, Peio, bihotz bihotzez!


Referencia bibliográfica:

Monteano, Peio J.
“La Guerra de Navarra (1512-1529). Crónica de la conquista española”
Pamplona-Iruñea 2010
Editorial Pamiela

30 junio 2010

SAN MARTZIALGO GUDUA

Beti esan izan da irabazleek idazten dutela historia. Gutxitan izango da kasu honetan baino egokiagoa baieztapen hori. Kontua da batzuetan galtzaileak, izandako porrota duintasunez gogoratuta, saiatzen direla agerian uzten garaileek asmatutako eta haien soldatapeko eskribauek idatzitako iruzurra, eta orduan sortzen da arazoa. Eztabaida hasten da, beraz, eta alde bakoitzak, dagokion garai historikoan, gertakari historikoa bere ikuspegitik eta jaso duen moduan azaltzen du.

Bada, aurreko paragrafoan esandako horretan, salbuespen nabarmen bat dago: 1522ko ekainean Irunen izandako gudua, «San Martzialgo gudua» deritzona, edo «Aldabe mendiko gudua», hobeto esanda. Kasu horretan, garaileek, normala den bezala, gertakari historikoa interpretatzeko eta ikusteko beren modua aurkeztu dute, baina galtzaileek, guretzat zorigaitzean, ez dute gaitasun kritiko nahikorik izan hura auzitan jartzeko, eta, are okerrago, goitik behera onartu dute eta, hori nahikoa ez dela, ospatu egiten dute urtero festa batean, «bizia eta ohorea» jokoan balituzte bezala.

Pedro Esarte Munianek, atera duen azken lanean (La Batalla de San Marcial. El origen festivo del Alarde de Irún en dos versiones; Iruñea, 2010; Nabarralde), asmatu egin du lehenik garaileen bertsioa azalduta -hau da, gudua izandako gizarteak txintik atera gabe onartu duen hori azalduta- eta gero berak urteetan ikertu eta aztertu ondoren ateratako ondorioak aurkeztuta. Ondorio horiek lehenago ere jasoak zituen, bere obra handian nagusiki (Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico; Iruñea, 2001; Pamiela).

Garaileen bertsioa Austriako etxeko Filipe II.aren «intelektual organiko» nabarmen baten bidez ematen du; giputz jatorriko baten bidez, dena esatera: Esteban Garibai Zamalloa (Arrasate, 1533 - Madril, 1600). Filipe II.aren kronikari ofiziala izan zen Garibai 1592tik 1594ra, baina apoplexia kolpe bat izan zuen 1594an, eta erretiroa hartu behar izan zuen. Garibaik, Compendio historial... lanean (Brusela, 1571), ezin hobeto bete zuen gertakariak desitxuratzeko zeukan zeregina. Haren interpretazioak puntuz puntu jarraitzen dio Nafarroako erresumaren 1512ko okupazio espainiarra zuritzeko Fernando batzuentzat «katolikoaren» eta beste batzuentzat «gezurtiaren» garaitik asmatutako kontakizunari.

Kontakizun horretan isildu egiten dute, gertatutakoak horretarako aukera ematen duen guztietan, Nafarroa subjektu politikoa zela eta tartean zela. Inbasioa justifikatzeko, Nafarroa eta Frantzia elkar hartuta zeudelako aitzakia jartzen dute, eta Frantzia aitasantutzaren aurkakoa zela, Italian zituen interesak edukita, Espainiako errege-erreginek zituztenen aurkakoak. Kontakizunean, hasiera-hasieratik, «Espainiaren eta Frantziaren arteko» gerra bat izan balitz bezala aurkezten dute, eta ikusmolde horri eusten diote konkista bukatu arte. Konkistaren bukaeratzat 1524. urtearen hasieran Hondarribiko gazteluan izandako kapitulazioa jo dezakegu.

Artikulu honetan, ez naiz hasiko laburtzen ez bertsio ofizial espainiarra, Garibairi jarraitzen dion hori, ez Esartek gertatutakoa hainbat eta hainbat urtez ikertu eta aztertu ondoren aurkeztutakoa. Esartek, besteak beste, goitik behera botatzen du tropa okupatzaile frantsesei Gipuzkoako herritarrek beraiek eta beren borondatez aurre egin zietelako ideia, espainiarrek zabaldu nahi dutenaz bestera.

Dena esatera, jakinekoa zen, baina Esartek frogatu egiten du ustezko tropa frantsesak Nafarroaren zerbitzura zeudenak zirela, eta horien artean, nafarrez, gaskoiz eta frantsesez gain -gogora dezagun Frantzisko I.a Frantziako erregeak ekinaldi militarra sostengatu zuela-, lanskenet alemanak eta beste mertzenario batzuk zeudela, Nafarroako erresuma 1512tik Gaztelak kendutako subiranotasuna berreskuratzen saiatzen ari baitzen.

BERRIA 2010/06/30

Versión en español

19 junio 2010

LAS BALLENAS Y EL ESTADO

Hoy he recibido un correo electrónico, con carácter urgente, en el que se solicita mi firma como apoyo a una campaña en contra de la liberalización de la caza de ballenas y en el que se dice textualmente:

"La próxima semana, los miembros de la Comisión Ballenera Internacional se reúnen en Marruecos para votar sobre una propuesta que legalizaría la caza comercial de las ballenas por primera vez en el curso de una generación.

El resultado de la votación dependerá de las voces que se escuchen más claramente en la recta final de las negociaciones. La pregunta es si serán las del "lobby" comercial ballenero, ¿o la voz de los ciudadanos del mundo?"

Estoy completamente de acuerdo en mantener fuera de la ley internacional la caza de ballenas (no sólo la comercial) y me parece muy bien el que se pretenda conseguir un millón de firmas frente a la Comisión Ballenera Internacional que la próxima semana se reunirá en Marruecos.

He accedido al link que me proponía el remitente del correo y he intentado mostrar mi solidaridad con la demanda. En la misma, como casi siempre, me exigen indicar nombre y apellidos, dirección de correo electrónico y el país de origen. Esta última opción no deja otra que la de elegir entre alguno de los estados actualmente existentes en el mundo.

Esto implica, una vez más, que si un vasco quiere apoyar una demanda de este tipo a nivel internacional, o de cualquier otro, tiene que hacerlo necesariamente como español o francés. Nunca como vasconavarro. Puesto a elegir un Estado, he elegido Andorra ya que por lo menos fue parte del patrimonio de los reyes navarros, es un Estado en el que rige el Derecho Pirenaico y, además, en el que el idioma oficial es el catalán. Es posible que, al no coincidir con el código postal, que también exigen, consideren inválida mi adhesión.

Y aun hay quienes se plantean ¿De qué sirve ya el Estado? (Deia 2010/06/18). Para mi, por lo menos sirve para poder ir por el mundo como lo que soy, como vasco. Y para eso necesitamos ser sujeto político y recuperar nuestro Estado, el de Navarra.

VIAJE DE INVIERNO

Desde hace muchos años, Franz Schubert es uno de mis compositores preferidos. Mis primeros recuerdos se encuentran en la audición, en el Teatro Gayarre de Iruñea, de su quinta Sinfonía interpretada por la Orquesta Santa Cecilia de Pamplona bajo la batuta del maestro Bello-Portu. Sería hacia el año 1965; ayer. Recuerdo la impresión que me produjo esta, para mí, primera música de Schubert. Presente tengo también uno de mis primeros vinilos, con la sinfonía Italiana de Mendelssohn y la Inacabada de Schubert interpretadas por la Orquesta de la Radiodifusión Francesa, dirigida por Igor Markevitch. Más tarde fueron llegando los cuartetos, las sonatas de piano y tantas otras de sus obras.

La cumbre llegó a mediados de los años 80 del pasado siglo, cuando se puso de moda promocionar, en los quioscos de prensa, la música clásica en CD. Gracias a una de esas colecciones, conocí Winterreise (Viaje de Invierno), en su adaptación para barítono, cantada por Fischer-Dieskau. La emoción sentida en las primeras audiciones, la desolación del ambiente que transmite con tanta fuerza, la sensación de abandono e impotencia que provoca, son inolvidables, incluso a pesar del ímpetu de “Mut” (Valor), situada casi al final del conjunto. Cuando, algo más tarde, accedí al texto de los poemas de Wilhelm Müller sobre los que está escrita la música de Schubert, me di cuenta de que estaba a un paso de la gloria, a punto de alcanzar la belleza en el nivel más alto posible.

El pasado jueves 17 de junio en el Kursaal de Donostia tuve la oportunidad de escuchar la versión original de Winterreise para tenor. En mi opinión, una interpretación fantástica a cargo del tenor londinense Mark Padmore, acompañado al piano, en un gran encuentro, por el también británico Roger Vignoles. Escuchar el “Gute Nacht” (Buenas noches) , “Der Lindenbaum” (El tilo) hasta llegar a esa enorme profundidad de desconsuelo que es el último lied de la serie “Der Leiermann” (El hombre del organillo), en el que descubres un organillero, sólo, en una noche helada, sin una ochena en el platillo con el que pedía por unas interpretaciones que nadie escuchaba. No ves a la persona con los ojos, pero la percibes viva y sufriente; sientes, con intensidad, su abandono y tristura. Puedes recogerte en ti mismo y llorar, aunque sea sin lágrimas.

Más tarde vendrían los lieder de La Bella Molinera, El Canto del Cisne y tantas otras maravillas creadas por el gran genio vienés. La del pasado jueves fue una jornada memorable. El único defecto reseñable podría ser que este tipo de música, profundo, intimista y melancólico exige un auditorio pequeño, retirado y sin grandes multitudes escuchándolo. Sobre todo si durante el recital suenan teléfonos, toses abundantes e incluso los taconeos de una persona que abandonó la sala en el momento más íntimo del Organillero, el último lied de este viaje de invierno, logrando, sin querer supongo, emular un zapateado a ritmo de milonga desacompasada, mientras a través de la música se iba descubriendo un músico en el frío, la soledad y la tristeza. Una auténtica gozada de recital y una suerte haber estado presente para escucharlo.

17 junio 2010

11 junio 2010

COMPLEJO DE IDENTIDAD

Al estudiar cualquier realidad social de una cierta envergadura, surge inmediatamente un concepto que hace referencia a la percepción que ese grupo humano tiene de sí mismo y es lo que se conoce como identidad. Según Paul Ricoeur la identidad presenta dos aspectos. Uno que constituye una perspectiva sincrónica, como si se hiciera un corte temporal en un momento dado, en la que la identidad se manifiesta en el reconocimiento mutuo de los miembros del grupo como partícipes del mismo, por oposición a los de otro. El segundo presenta una visión a lo largo del tiempo y está formado por la memoria societaria, de los hechos y lugares que consideran propios y que han constituido y constituyen la base de su percepción del mundo y de su lugar en el mismo.

Prescindir de uno de los dos aspectos establece el riesgo de percibir la realidad social de un modo parcial y limitado. Más todavía cuando no sólo se prescinde del segundo, la perspectiva de la memoria, sino que se la desprecia. En primer lugar, hay que decir con claridad que este menosprecio conlleva, por lo menos, dos consecuencias para la propia sociedad y que ambas son negativas.

El primer efecto es el lamentable ejercicio de autodesprecio que le sigue y que constituye una práctica totalmente opuesta a lo que una sociedad sometida, como la nuestra, requiere para alcanzar su emancipación. Una sociedad subordinada necesita autoestima y la autoestima se soporta sobre un conocimiento real del proceso histórico. El conocimiento requiere saber los hechos, pero también explicarlos y comprenderlos en el contexto geográfico y social en el que se desarrollaron.

La segunda consecuencia se percibe de modo sencillo si uno se percata de que en los aspectos identitarios, como en otros muchos de la vida social, no existen las “tierras de nadie”. Si una sociedad dominada no plantea su propia “memoria histórica”, de hechos y de lugares, ese espacio será automática e inmediatamente ocupado por los de la sociedad correspondiente a la estructura política dominante. Y así nos ha lucido el pelo a los vascos y al imaginario con el que se ha representado a nuestra sociedad. El vasco como bruto, aunque noble; un poco tonto, pero despierto para algunas labores; tal vez alguno, “versolari” y, sobre todo, fundamentalmente aldeano. Españoles y franceses, en cambio, reyes, generales, presidentes, científicos, literatos, músicos y pintores. Todo un ejemplo de intoxicación “no identitaria”.

Concretando. En un país como el nuestro dominado por dos estados de un probado unitarismo y absolutamente reacios a aceptar cualquier tipo de diversidad real dentro de sus fronteras, no hay otra opción que garantice nuestro futuro de modo digno que la de plantear un discurso de identidad propio. No basta con reflexionar sobre nuestra presente conciencia diferencial. Hay que apelar sin complejos a los hechos y lugares que nos han constituido como sociedad diferenciada, tanto en los que hemos tenido logros positivos como en los que hemos sido vencidos. Dice Walter Benjamín que la memoria de los derrotados injustamente es un elemento básico de reconstrucción democrática y que su pérdida constituye, en realidad, una segunda derrota. Lo que equivale a una nueva victoria de quienes se reclaman de la primera.

Dicho de otro modo: si no somos capaces de tener nuestro propio punto de vista, nuestra propia centralidad, geográfica o territorial sí, pero sobre todo histórica y social, adoptaremos indefectiblemente la de quienes a lo largo del proceso histórico conquistaron y ocuparon nuestro país, le arrebataron su soberanía, minoraron y persiguieron su lengua, cultura e instituciones políticas propias. Por eso resulta penosa la insistencia de algunos autodefinidos como “filósofos” en el rechazo de lo que ellos califican como “esencialismo identitario”, cuando su paradigma identitario se encuentra, a falta de uno propio, en el adoctrinamiento de los estados que padecemos: España y Francia. ¿A dónde iríamos sin los reyes godos y la reconquista, sin “saint Louis” ni “sainte Jeanne d’Arc”? ¿Cómo podríamos afrontar el futuro sin la jacobina “révolution” o sin la guerra de la “independencia”? Esos son los verdaderos esencialismos identitarios que tenemos como alternativa única a nuestra propia perspectiva de ubicación en la historia y en el mundo.

El proceso de construcción de la identidad es histórico y, como tal, cambiante y sometido a condiciones naturales, sociales y económicas en continua evolución y en el que se manifiestan intereses contrapuestos y conflictos permanentes. Pero en todo ese proceso, si la sociedad correspondiente tiene capacidad y fuerza suficiente, genera unas instituciones políticas y una cultura política propias. A pesar de conquistas y sustituciones institucionales, a pesar de la dominación, esa cultura caracteriza a dicha sociedad de modo bastante objetivo ante cualquier percepción foránea.

La realidad vasca presenta el caso evidente de una cultura política generada a lo largo de muchos siglos de independencia, a través del reino de Navarra. Una cultura caracterizada, entre otras cuestiones, por su permanente rebeldía frente a lo que el colectivo social ha considerado como situaciones injustas. Esto tiene una expresión histórica tan antigua como la de los Infanzones navarros del siglo XIII, los de Obanos como los más conocidos, frente a la cultura política franco-germana, mucho más jerarquizada y autoritaria, importada desde Champaña por los reyes Teobaldos. Pero también la tiene, muy reciente en el tiempo, en el movimiento de insumisión frente al servicio militar obligatorio al Estado español. En la misma línea pienso que se encuentran hechos como la inmediata constitución, desde la propia sociedad civil, de dos medios de comunicación nuevos, Berria y Gara, frente al arbitrario e injusto cierre de Egunkaria y Egin.

Los sesudos filósofos que tanto rumian sobre la invalidez de la memoria histórica a la hora de construir una sociedad y de plantear su futuro, deberían reflexionar sobre todos estos hechos y tratar de sacar conclusiones. Les ofrezco una idea que considero importante y que fue desarrollada recientemente por Joan F. Mira en un artículo publicado en Avui (2010/04/17). En el mismo, dice que los estados, sobre todo en Europa, han perdido, o renunciado, a muchas de sus atribuciones tradicionales, como moneda, política económica, militar etc., pero, afirma Mira, a lo que “no renuncia ningún Estado, sino todo lo contrario, son los elementos de carácter o contenido simbólico, cultural y comunicativo. Ningún Estado europeo está dispuesto a dejar de hacer su propia política cultural, su propia política lingüística y su propia gestión de los elementos simbólicos, ya sean fechas y conmemoraciones o personajes históricos, del arte o de la literatura: de todas las figuras, en fin, que se proyectan como emblema y representación del espacio nacional, dentro y fuera... A eso, ningún Estado puede ni quiere renunciar”.

Y todo eso ¿por qué? Está muy claro que la única forma de que una sociedad sea viable, con unas ciertas posibilidades de éxito y equilibrio, es que tenga cohesión social, que sea capaz de incorporar a tantos que vienen de fuera en unos valores compartidos, en una lengua vehicular principal y en una cultura. Los que llegan contribuirán a su evolución y, tal vez, mejora. Pero con unas cartas previamente marcadas; no partiendo de una tabla rasa social. Para lograrlo no veo otra solución que la del logro de un Estado propio, hecho que considero como la única opción realmente democrática en nuestra situación presente.

06 junio 2010

LA BATALLA DE SAN MARCIAL


Siempre se ha dicho que la Historia la escriben los vencedores. En pocas ocasiones se podrá aplicar con mayor acierto esta sentencia. El problema sucede un poco más tarde cuando los vencidos, que mantienen con dignidad la memoria de su derrota, intentan desmontar la trama urdida por quienes triunfaron, escrita por sus escribanos a sueldo. Se abre el debate y cada parte, en la correspondiente etapa histórica, manifiesta su propia visión y recepción del hecho histórico.

Pues bien, lo dicho en el párrafo anterior tiene un importante excepción en el caso de la llamada “Batalla de San Marcial”, mejor “Batalla del monte Aldabe”, junto a Irún en junio de 1522. En este caso ha sucedido, como es normal, que los vencedores han presentado su modo de ver e interpretar el hecho histórico, pero que, para nuestra desgracia, los vencidos no sólo no han tenido la capacidad crítica de ponerlo en cuestión, sino que lo han aceptado de arriba abajo, y para colmo lo celebran todos los años con una fiesta en la que parece que les va “la vida y el honor”.

El último trabajo de Esarte Muniain tiene el acierto de presentar, en primer lugar, la versión de los vencedores, aceptada sin rechistar por la sociedad en la que se desarrollaron los hechos; para luego plantear las conclusiones a las que él ha llegado tras largos años de investigación y estudio y que quedaron plasmadas fundamentalmente en su obra magna “Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico” (Pamplona-Iruñea 2001).

La versión de los vencedores la ofrece a través de un conspicuo “intelectual orgánico” de los Austrias, de Felipe II, guipuzcoano de origen por más señas: Esteban de Garibay y Zamalloa (Arrasate, 1533 - Madrid 1600). Fue, efectivamente cronista oficial de Felipe II de 1592 a 1594 en que tuvo que cesar toda actividad como consecuencia de un ataque de apoplejía. Garibay en su “Compendio historial…” (Bruselas 1571), realiza perfectamente su tarea de tergiversador de los hechos. Su interpretación responde punto por punto a la narración que desde Fernando “el Católico”, para unos o “el Falsario” para otros, se construyó para justificar la ocupación española del reino de Navarra en 1512.

En esa narración se silencia, en todo lo que los hechos permiten, la presencia del sujeto político que era Navarra. La invasión es justificada por su connivencia con Francia y por la oposición de ésta al papado por sus intereses en Italia, opuesto a los de los monarcas españoles. Desde el principio de la narración se presenta como una guerra de “España contra Francia” y esta visión se mantiene hasta el final de la conquista. Para fechar este hecho se puede dar la de la capitulación del castillo de Hondarribia a principios de 1524.

En este comentario no quiero entrar a resumir ni la versión oficial española, que sigue a Garibay, ni la versión de los hechos documentados presentada por Esarte y basada en muchos años de estudio e investigación. En ella, Pedro Esarte desmonta, entre otras cosas, la pretensión española de que fue la propia población guipuzcoana de modo voluntario la que se enfrentó a las tropas ocupantes francesas.

Realmente, como era sabido y demuestra Esarte, las supuestas tropas francesas eran en realidad fuerzas al servicio de Navarra en su intento de recuperación de la soberanía del reino arrebatada por Castilla a partir de 1512 y en la que luchaban, además de navarros, gascones, franceses (recordemos que el rey de Francia Francisco I apoyaba esta campaña), lansquenetes alemanes y otros mercenarios. Los historiadores al servicio de España siempre han presentado los hechos como una guerra contra Francia con el objetivo claro de invisibilizar la realidad de Navarra. Para escamotear la conquista y ocupación ocultan su existencia. En sus textos parece que, en aquel momento, Navarra no existía como sujeto político. En el bando contrario, que servía a los intereses españoles, los naturales que participaban, como tantos de otras tierras, eran esbirros y lo hacían de forma mercenaria, como soldados a sueldo, como presenta con claridad este trabajo.

Lo más triste de todo este asunto, como ya he indicado antes, resulta de la aceptación y celebración correspondiente con la que siguen festejando, año tras año en el conocido Alarde de Irun, este hecho tan desgraciado para nuestro país. Es celebrar la ocupación y el sometimiento, es festejar la dominación y minoración. Es borrar de un plumazo la memoria histórica de una conquista que fue letal para el porvenir de Euskal Herria y, por lo mismo, falsear la versión real de la historia de una ocupación cuyas consecuencias están, a día de hoy, más vivas que nunca.

Referencias bibliográficas:

Esarte, Muniain, Pedro
“La Batalla de San Marcial. El origen festivo del Alarde de Irun en dos versiones”
Pamplona-Iruñea 2010
Nabarralde

Esarte Muniain, Pedro
“Navarra, 1512-1530. Conquista, ocupación y sometimiento militar, civil y eclesiástico”
Pamplona-Iruñea 2001
Editorial Pamiela.

23 mayo 2010

HISTORIA DE UN DESCONOCIMIENTO

Comunicación presentada al Congreso Euskal Herria-Países Catalanes, celebrado en Gasteiz del 10 al 12 de mayo de 2010.

1.- INTRODUCCIÓN

Recientemente se publicó un libro, suficientemente conocido en los ámbitos intelectuales de los Países Catalanes aunque, por desgracia, ignorado en el País Vasco, consistente en una larga entrevista a Joan F. Mira realizada por Pere Antoni Pons (2009).

Conviene indicar que Joan Francesc Mira (1984 y 2008, por ejemplo) es un referente intelectual de primer orden, no sólo del País Valenciano, sino de todo el ámbito de los Países Catalanes, por sus reflexiones sobre temas tan actuales como el hecho nacional, la identidad y otros muchos, tanto a nivel nacional como internacional.

Como consecuencia de su lectura extraje la idea del enorme desconocimiento que existe en los Países Catalanes sobre la realidad histórica y política del País Vasco. Como consecuencia escribí un artículo publicado por diversos medios digitales de los Países Catalanes, Página 26 , por ejemplo:

La Comunicación que presento a este Congreso responde, precisamente, a la necesidad de subsanar la ignorancia mutua, obviamente desde la perspectiva vasca.


2.- RELACIONES CULTURALES Y POLÍTICAS EN EL SIGLO XIX

La relación histórica fundamental de Vasconia siempre ha sido con la Cataluña estricta y muy escasa o nula con el País Valenciano u otros territorios de los Países Catalanes. En esta relación se pueden distinguir dos fases principales: la anterior al surgimiento del nacionalismo moderno con Arana Goiri y la posterior al mismo.

Todavía, justo en la fase anterior a Arana Goiri, las relaciones de Vasconia con el mundo catalán se establecen entre personalidades de la Asociación Eúskara de Navarra, como Campión y Olóriz..

Poco después (1888) Campión y Olóriz iban a mantener cordial relación y grande influencia en el catalanismo. El propio Prat de la Riba, figura cumbre, inspiró sus primeros escritos en la Cartilla foral de Navarra (1894), de Olóriz. (Etayo Zalduendo, 2004: 319)

Sobre la relaciones entre la Asociación éuskara de Navarra, los ya citados Campión y Olóriza además de Iturralde y Suit y Olave, con Cataluña y principalmente con personalidades como Pí y Margall y Víctor Balaguer, en primer lugar, y Mañé y Flaquer y Valentí Almirall un poco más tarde. Es de destacar la especial relación del éuskaro Serafín Olave con Pí y Margall, ambos unidos por su republicanismo federal. (Sánchez-Prieto / Nieva Zardoya, 2004: 147-181)

El fundador de la Asociación euskara de Navarra, Iturralde y Suit, pasó el final de su vida en Barcelona, donde falleció en 1909.

La familia Arana Goiri se trasladó en 1893 a Barcelona. Allí, sobre todo Luis Arana, hermano de Sabino y más que probable ideólogo inicial del movimiento nacional vasco moderno, tuvo su formación política y cultural.

A partir del momento en que surge el bizkaitarrismo (Juramento de Larrazabal en 1893) protagonizado por ambos hermanos y germen del posterior Partido Nacionalista Vasco, desde los Países Catalanes se percibe lo vasco principal, y casi exclusivamente, a través de Euzkadi primero y Euskadi en la etapa posterior a la muerte del general Franco y se acepta sin crítica la identificación de País Vasco con Euskadi y las tres históricas Provincias Vascongadas. Comúnmente, y hasta la etapa actual, se asume Navarra como una realidad diferente de “lo vasco”.


3.- NECESIDAD DE RECTIFICAR LA PERSPECTIVA

La perspectiva antes indicada responde hoy en día, sobre todo, al proyecto global del nacionalismo español y es aceptada como “normal” desde los Países Catalanes. En el presente trabajo intento desmontar esta construcción ideológica, creada a su medida y según sus intereses.

3.1.- Tres modelos para concebir Vasconia y explicar su proceso histórico.

La autopercepción de los vascos ha evolucionado históricamente siguiendo básicamente tres modelos o paradigmas: La interpretación de la realidad de Vasconia, tras la conquista de la parte sur del reino, la Alta Navarra, por Castilla a comienzos del siglo XVI se ha realizado en las edades moderna y contemporánea, fundamentalmente desde tres planteamientos diferentes que, aun siendo consecutivos cronológicamente, siguen coexistiendo, con mayor o menor fuerza, en el imaginario colectivo de nuestro pueblo. Estos tres planteamientos o modelos se pueden resumir en: el paradigma “foral”, el “bizkaitarra” y el “navarro”.

3.1.1.- Paradigma foral

Es el que presenta, por una parte, las primitivas relaciones entre el reino de Castilla y las Provincias como “pactadas” y, por otra, con el Reino tras la conquista, como una “incorporación aequae principal”, es decir de igual a igual, también “pactada”. Desde la perspectiva de las Provincias Vascongadas, un importante representante, ya en el siglo XVI, de esta visión es el historiador de la monarquía de los Austrias (Cronista oficial de Felipe II de España) Esteban de Garibay. También lo es Manuel Larramendi S.J., en el XVIII, así como parte del pensamiento de la tradición carlista en los siglos XIX y XX.

3.1.2.- Paradigma bizkaitarra

Es el que surge tras la derrota de la defensa del sistema foral vasco en las guerras carlistas. Arana Goiri, consciente de los movimientos nacionales en la Europa de su época, no rechaza el modelo foral, pero lo supera incorporándolo en una visión nacional. Arana, desde una perspectiva bizkaitarra y con una insuficiente reflexión sobre la realidad navarra da, no obstante, un paso de gigante. Afirma que los vascos no somos españoles ni franceses, que somos sencillamente vascos, que constituimos una nación y que tenemos derecho a nuestra independencia, a nuestro Estado propio.

3.1.3.- Paradigma navarro

Xaho, durante la primera guerra carlista, percibió o intuyó, como pone de manifiesto en su libro “Viaje a Navarra durante la insurrección de los vascos” (1865), la centralidad de Navarra en Vasconia. Posteriormente este enfoque se nutrió de los estudios y trabajos realizados por las personas que formaron la “Asociación Eúskara de Navarra” (1878-1886), como Arturo Campión, Juan Iturralde y Suit, Hermilio de Oloriz, Serafín Olave Estanislao Aranzadi y otros (Jimeno Jurío, 2007).

Anacleto de Ortueta, ya en el siglo XX, con su obra “Nabarra y la unidad política vasca” (1931), y su afirmación rotunda de la centralidad política de Navarra para el conjunto vasco; Federico Krutwig con su “Vasconia” (1962), quien con la mirada puesta en la “Gran Vasconia” constató su plena coincidencia con la máxima extensión del reino navarro y Pierre Narbaitz con “Navarra, o cuando los vascos tenían reyes” (1978) son aportaciones básicas. En la época más reciente ha sido fundamental “La Navarra marítima” (Urzainqui / Olaizola, 1998). Posteriormente Iñaki Sagredo, con los cuatro volúmenes de su trabajo sobre los “Castillos que defendieron un Reino” (2006-2009), obra en la que se superponen de forma precisa los datos arqueológicos sobre los castillos, la toponimia vasca y la territorialidad política del reino de Pamplona-Navarra.

Hasta el primer tercio del siglo XX, fue la parte de Navarra que conservaba su referencia nominal al Estado independiente de los vascos, quien llevó la voz cantante en las reivindicaciones políticas de la Vasconia ibérica (D’Oihénart, 1656) frente al Estado español. En la época de los intentos de consolidación de su Estado unitario, la “intelligentsia” hispana pronto se percató de la trascendencia política de la realidad y alcance internacional de Navarra y, tras los episodios bélicos del siglo XIX y la famosa Gamazada (1894) de su final, decidió la necesidad de neutralizar sus veleidades emancipadoras. Para ello utilizó infinidad de medios: legales, paralegales e ilegales, pero todos ellos ilegítimos. Hasta llegar a la política actual de Upn a la que, de inmediato, se sometió el PsoE. En todos ellos, la “razón de Estado”, español, obviamente, se impuso con claridad.

Todo lo citado en el párrafo anterior se desarrollaba, a comienzos del siglo XX, sobre una sociedad con graves carencias y limitaciones, consecuencia del esfuerzo bélico del siglo anterior. Las guerras y conflictos con su secuela de muertes, exilios, emigraciones masivas, conflictividad social, empobrecimiento general y delincuencia, provocaron un proceso profundo de postración y decadencia. En resumen, actuaban sobre un grupo humano desestructurado y, en gran medida, inerme.

Esta estrategia del Estado español se aprovechó también, sobre todo en la etapa conocida como “Transición” tras la muerte del General Franco, de los favores que sus “enemigos” les ofrecían en bandeja. Como ejemplo fundamental en este sentido tenemos la famosa disposición Transitoria Cuarta de la Constitución española de 1978. El planteamiento de “incorporación de ‘Navarra’ a ‘Euskadi’” no se podía haber hecho de forma más torpe, suponiendo que lo hubieran redactado quienes pretendían la reunificación e independencia de Vasconia. La simple pretensión de “incorporar” la parte simbólica, política, territorial, histórica y, durante mucho tiempo, demográficamente más importante del conjunto vasconavarro, el “reino”, al resto del país, hasta ese momento denominado en su parte ibérica (D’Oihénart, 1656) como “las Provincias”, resultaba un planteamiento, cuando menos, poco oportuno y con nulas posibilidades de prosperar en el territorio sudpirenáico denominado como Alta Navarra. Todo ello, además, bajo un nombre rechazado, Euzkadi, casi desde su invención por Arana Goiri (Campión, 1907).

Cuando Arana Goiri se vio en la necesidad de asignar una denominación política al país de los vascos, inventó la palabra Euzkadi sin percibir, posiblemente, que la organización política de mayor rango que había creado nuestro pueblo era un Estado que funcionó en igualdad de condiciones que el resto de estados europeos, con plena soberanía, durante muchos siglos y que su nombre ya estaba inventado: era Navarra. Cuando Sabino Arana creó banderas y símbolos para que el país se sintiera identificado y motivado como nación, principalmente la bicrucífera o ikurriña, ignoró todos los símbolos que, también durante siglos, habían representado a su Estado: el reino, primero de Pamplona y posteriormente de Navarra. Navarra ha sido la única organización política independiente y soberana de Vasconia, ha sido realmente el Estado de los vascos. Euskal Herria es la denominación del país, como pueblo, en relación con su lengua y cultura, pero su nombre político ha sido Navarra.

3.2.- Cuatro conclusiones provisionales

Opino que Navarra es un paradigma capaz de explicar y permitir una comprensión adecuada de muchos hechos que son realidades operativamente eficaces en la actualidad. Sin duda, pienso que el reino de Navarra, en su condición de único estado de pleno derecho a nivel internacional creado por los vascos, fue la organización social y política que permitió la supervivencia de nuestro país en condiciones aceptables, a pesar de los episodios de conquista, desmembración y violencia generalizada sufridos.

A modo de hipótesis, creo poder afirmar que la subsistencia secular de Navarra como Estado independiente propició o, cuando menos, facilitó:

a) La pervivencia del Sistema foral vasco tal y como se presentaba a finales del siglo XVIII. Sin la consolidación política del reino durante tan larga etapa histórica y la plasmación del sistema jurídico propio en leyes del más alto rango, seguramente no habría existido, o aparecería de forma muy distinta y empobrecida.

b) El mantenimiento de una sociedad vasca viva y con un fuerte sentido de pertenencia, prevaleciendo sobre las fronteras impuestas, tras las conquistas, por las monarquías española y francesa primero, y los estados español y francés más tarde; sociedad y pueblo reconocidos en cualquier instancia internacional, tanto científica como cultural, social o política.

c) La continuidad hasta nuestros días del vascuence como lengua viva. Sin el apoyo otorgado por las más altas instituciones del reino soberano durante el siglo XVI, mediante la traducción por ejemplo, del Nuevo Testamento por Lizarraga o Leiçarraga (1571), nuestra lengua difícilmente hubiera superado el tránsito a la modernidad como lengua de cultura. No se puede olvidar tampoco la pervivencia del Sistema foral vascongado como soporte social y político de la continuidad de la lengua vasca hasta nuestra época.

d) El planteamiento político nacional de Arana Goiri, por lo menos con la radicalidad que lo hizo. Creo, asimismo, que se puede afirmar con claridad que sin la pervivencia secular del reino de Navarra, Arana Goiri, su pensamiento claro está, no habría existido. Y, también, que es altamente probable que sin Arana Goiri tampoco se hubiera perfilado y concretado el paradigma navarro en su versión actual. El resultado es consecuencia de un bucle de realimentación positivo.

En cualquier caso de trata de cuatro hipótesis que podrán ser probadas, en parte o en su conjunto, o, en el mismo sentido, invalidadas o refutadas (Popper, 1994). El estudio de procesos políticos paralelos en otras zonas de Europa me lleva a intuir su corrección básica en general, sobre todo de las más controvertidas como pueden ser las referentes a la pervivencia del sistema foral y a la vitalidad de la lengua vasca. En este sentido son muy interesantes los planteamientos de Zuazo (2008) sobre la coincidencia en el tiempo de los procesos de desmembración del reino de Navarra con el surgimiento, o una mayor diferenciación de formas preexistentes, a lo largo de la Edad Media de los actuales dialectos vascos. De hecho, parece bastante probable poder concluir que una situación de unidad política, con organización propia independiente, como lo fue el reino de Navarra en este caso, se asocia a unificación o, cuando menos a no dispersión, lingüística.


4- LA MEMORIA Y EL PRESENTE

Las conquistas y ocupaciones no prescriben, por lo menos mientras las sociedades dominadas sigan considerando injustos y no sometidos a derecho tales actos. Por eso es importante saber que los vascos sí hemos tenido un Estado independiente. De este modo, al recordarlo, nuestra autoestima, nuestra dignidad, como sociedad se ve reforzada y la estrategia necesaria para el logro de la propia emancipación se podrá constituir más fácilmente. Incluso puede ser una base objetiva para su reclamación en instancias jurídicas internacionales.

La insumisión, la rebeldía, el apego a la equidad, la valoración del trabajo y de la palabra dada, el apoyo a las causas justas de cualquier rincón del mundo y muchas otras, son características incluidas en nuestra cultura social y política. Estas señas no se adquieren por “ciencia infusa” en un momento puntual del devenir histórico. Proceden del acervo de generaciones con una organización social y política asentada y equilibrada para su época, aun con las lógicas tensiones internas y externas propias de cualquier grupo humano. Organización sometida, más tarde, a profundos, convulsos y largos conflictos bélicos productos de la ocupación y resistencia consecuente.

A pesar de todo, la sociedad vasca del siglo XXI, sin Estado propio, sigue presentando unas características, fácilmente percibidas desde el exterior, que la diferencian de sus vecinas España y Francia. Para lograr la emancipación no basta con las características que objetivamente nos diferencian de nuestros vecinos. Es necesario, sobre todo, desmontar el edificio ideológico en el que se basa, desde la conquista, la justificación de su dominio.

Los conquistadores aplicaron con precisión el famoso “manual del ocupante”, que aunque no se halle escrito en ningún sitio con tal nombre, sí existe en la práctica. Consiste fundamentalmente en controlar la sociedad ocupada, sustituir lengua y cultura propias, provocar la amnesia colectiva y construir una nueva versión de los hechos violentos de modo que aparezcan como “uniones voluntarias”, “pacificaciones”, “progreso económico”, etc., realizadas mediante “pactos” y “acuerdos”. Como consecuencia de todo ello se inicia un proceso de asimilación e integración en la estructura de las sociedades dominantes. Muchos pueblos han sucumbido en esta fase. No obstante, cuando el sistema impuesto contraría las formas de ser, de hablar y de actuar de los propios del país, se produce rechazo y, ante actos violentos de asimilación y si se tiene capacidad suficiente, se responde con violencia de nivel estratégico, como es el caso de las guerras del siglo XIX, conocidas como Carlistas.

Los esfuerzos españoles por anular la conciencia de la sociedad dominada, su memoria, en el territorio que hoy conserva el nombre de Navarra han sido y son violentos y pertinaces. Un caso concreto y muy grave para nuestro pueblo, lo constituye la trivialización del contenido real del concepto “Navarra”. Para los autodenominados como navarros, hasta no hace demasiado tiempo, tenía un inequívoco valor político. Su contenido realzaba la realidad de un Estado independiente que fue conquistado, ocupado y sometido, aunque la propaganda española, con el vergonzante asentimiento de algunas elites colaboracionistas con los dominadores, lo reconvertía en “unión aeque principal” o en “pacto entre iguales”. Se trata de la misma monserga que justificaba el estatus foral de las Provincias Vascongadas, ocultando la realidad de su conquista y desgajamiento del reino. Del mismo modo se ha ignorado también el origen navarro, el reino de Pamplona, de La Rioja, ocupada por Castilla en una etapa anterior, en siglo XII.

La forzada transición de “reino a provincia” fue en un principio muy mal aceptada por lo que quedaba nominalmente del Estado navarro en el XIX (Rodríguez Garraza, 1968). En menos de un siglo su asimilación había sido muy fuerte. Sólo así se puede explicar la participación de importantes sectores, que habían sido resistentes a la misma en dicha época (principalmente el carlismo), en la rebelión militar-fascista de 1936. Cierto es que su sociedad sufrió en el XIX gravísimas pérdidas demográficas y llegó al XX con un relativo retraso, dentro del contexto europeo, en los procesos de industrialización, a pesar de sus evidentes avances en la modernización del mundo agrícola. La propaganda española achacaba estos desfases a su “obsoleto régimen foral”, cuando ellos, su sistema político, eran los auténticos responsables de tal situación.

No obstante, el conjunto de agravios a los que históricamente se había visto sometida la sociedad navarra permanecía de algún modo como “memoria” en nuestra colectividad y era, precisamente, un factor de cohesión y de fuerza política. No era solamente historia escrita sino, sobre todo, memoria de agravios pasados, con capacidad de intervención en la actividad política y social del presente.

La realidad es, aunque parezca una contradicción, que lo que hoy se denomina como Navarra no es realmente Navarra. Es una reducción (forzada), una desfiguración de la Navarra real. Tan lejana queda de Navarra, como visión política de Vasconia, la actual CFN, como la denominada, también en la jerga política española, CAV. En ambos casos se están aceptando las denominaciones impuestas por el ocupante. En este sentido es importante consultar la obra de Sorauren “Historia de Navarra, el Estado vasco” (1998).

Hay autores que contraponen el concepto de “Historia”, como concepto científico y estable, con el de “Memoria”, como cuestión interna y generadora de actividad y fuerza liberadora. Para esta visión, la “Historia” consiste en el proceso de acceso al conocimiento de los hechos que constituyeron las sociedades que nos precedieron. Muchos autores han criticado su pretensión de “objetividad” y una de las objeciones más importantes, y válidas para su logro, es que cada cual busca e investiga en la Historia según los intereses del presente con objeto de justificar su realidad actual. Tal actitud sesga ya definitivamente su pretensión de objetividad. La Historia oficial española busca siempre una pretendida convergencia hacia la unidad de las diversas “regiones” que hoy, según ellos, son España, aunque en épocas anteriores hayan constituido estados independientes. Nosotros buscamos, lógicamente ya que lo consideramos real, todos los testimonios que documenten nuestra independencia pasada y narren los procesos de conquista, ocupación y sometimiento que sufrimos.

El concepto de “Memoria” es básico. La memoria de los dominados, de los vencidos, no aparece en la “Historia” y si aparece es como parte fagocitada, recuperada, por la Historia de los vencedores. Nuestra “Memoria” de agravios y sometimientos es larga. Hay memorias permanentes como la de la conquista de 1512, pero que por desgracia no están operativas en la mente de todos los navarros con la fuerza crítica necesaria. El olvido, por parte de los vencidos, de la memoria de su derrota, de los elementos que la soportan, sean narraciones, historias o leyendas o bien sean lugares de recuerdo o geografías de memoria, supone una segunda derrota, tal vez definitiva, de la sociedad que sufrió la primera desde el punto de vista militar y político.


5.- EL ESTADO NAVARRO: PRESENTE Y FUTURO

Considero que lo que anteriormente he denominado como “Paradigma navarro” constituye el modelo que permite explicar más profundamente y con mayor rigor la trayectoria histórica de nuestro pueblo en su conjunto, por lo menos desde la constitución del reino en el siglo IX hasta los conflictos de los siglos XIX y XX. Pero opino, además, que el “Paradigma navarro” tiene mucho que aportar a la comprensión de la realidad actual del conjunto de Vasconia y a su proyecto de futuro, como Estado independiente.

El rapidísimo sesgo, la deriva, que está tomando la actual situación política del Estado español no hace sino confirmar la imperiosa necesidad del alejamiento de la misma por nuestra parte. Quienes llevamos muchos años manifestando la imposibilidad de una estructura democrática basada en el unitarismo del actual Estado español, en la consideración de que la soberanía popular reside en lo que los españoles consideran que es su “nación”, incluyendo forzosamente en ella a catalanes, gallegos y navarros, no podemos seguir manteniendo la actual farsa con la que se manifiesta su régimen político en el concierto internacional. Ellos la quieren validar como “democrática”, cuando es en realidad totalitaria.

La Constitución española de 1978 es una manifestación formal del contenido profundo de la realidad política que conforma la “constitución real” del Estado español. Los detalles, como su renombrado artículo 8º en el que se coloca a las fuerzas armadas como garantes de la unidad de la patria (española), por muy fuertes que parezcan, son un simple reflejo de la estructura política y social básica del régimen y de su origen.

Tras la “transición” española vinieron varias oleadas de independencias nacionales, en Europa sobre todo, con la reorganización política que supuso la caída del muro de Berlín y el derrumbe de los sistemas políticos del Este europeo, conocidos hasta ese momento como regímenes comunistas. Montenegro, en 2006, fue la penúltima en lograr su independencia. La siguiente, Kosovo en 2007. ¿Cuál será la próxima? ¿Escocia? ¿Los Países Catalanes? ¿Navarra, para cuándo?

La memoria histórica de haber sido conquistados se mantiene en la sociedad de la actual Alta Navarra (conocida vulgarmente como CFN), mientras que es muy escasa en la denominada como Comunidad Autónoma del País Vasco (CAV). Pero la propaganda oficial del Estado español aprovechó, todo hay que decirlo, algunos graves errores políticos que en la ya citada “transición” protagonizaron los diversos partidos autodenominados nacionalistas vascos, que pretendían “incorporar” o “absorber”, a “Navarra” en la CAV. De ahí se ha seguido, en parte ya que tiene antecedentes tan remotos como la conquista de 1200, la falsa tesis que contrapone “Navarra” con “País Vasco” o a “vascos” con “navarros”. Y bien sabemos que una mentira repetida con insistencia acaba pasando por verdad. Sobre todo si se controlan los medios de comunicación y el sistema educativo.

Sectores importantes de la actual sociedad de la Alta Navarra mantienen una cierta conciencia política diferenciada con relación a la del resto del Estado español en cuanto a su lengua originaria, cultura y modos de vida propios en general, a pesar de la disolución que ha sufrido por la fortísima presión de los ya citados y sucesivos sistemas educativos y de los medios de propaganda, añadido todo ello a la represión política del propio régimen. La sociedad vascongada, en cambio, la que presenta una mayor penetración “nacionalista vasca”, mantiene un nivel relativamente alto de conciencia en los aspectos lingüístico-culturales, pero un desolador desconocimiento de su realidad histórica. Aunque, por desgracia, tampoco se puede decir que la actual sociedad de la CFN tenga un gran conocimiento de su propia historia.

Los españoles siempre han considerado Navarra como una cuestión de Estado, desde su conquista principal en 1512 hasta hoy. El desarrollo de la Primera Guerra Carlista en el territorio de la Alta Navarra supuso un enorme desgaste demográfico y económico. Tras la misma quedó una sociedad inerme, diezmada por la guerra y el exilio. La frontera del territorio en que se hablaba euskera retrocedió rápidamente, en beneficio del castellano por supuesto, en más de 40 Km. en pocos años (Angel Irigaray, 1974). El proceso aculturizador provocado por las autoridades españolas fue efectivo desde el punto de vista lingüístico. No tanto desde la perspectiva política propia, memoria en el sentido antes indicado, que ha seguido considerando la realidad de la existencia de un reino independiente y conquistado como algo arrebatado o, cuando menos perdido, pero siempre deseable de recuperar.

La actual política del Estado español sobre Navarra se analiza normalmente con una perspectiva coyuntural o cortoplacista, en función de los estrechos intereses partidarios. Esto da, en ocasiones, mucho juego y permite a nuestra imaginación construir grandes e ideales edificios. La triste realidad es que el actual sistema político español está creado precisamente contra Navarra y contra la nación catalana. Respetando su “democracia”, en su letra y en su trasfondo, nunca conseguiremos, ni unos ni otros, nuestra realización nacional plena. Siempre seremos elementos dispersos y subordinados, minoritarios en suma, a su voluntad “general”. Es necesario aportar por nuestra parte un importante plus social y político que fuerce el cambio de unas reglas de juego que, desde su interior y con los medios que ellas mismas permiten, aparecen como inamovibles.

La existencia objetiva de un pueblo no garantiza su supervivencia. Es necesario además, como afirma Ariznabarreta (2007), que ejerza poder, que tenga voluntad de ser y que lo manifieste explícitamente en su actividad cotidiana, social y política. Ese es el principal atributo, también objetivo, que caracteriza a un pueblo.

La necesidad real de lograr un Estado propio para ser y actuar en el mundo actual con nombres y apellidos propios, para mejor garantizar la buena supervivencia de nuestra sociedad y su patrimonio (lingüístico, cultural, social, económico etc.), para poder expresar nuestra solidaridad efectiva con otros “desposeídos de la tierra”, unida a las referencias históricas que configuran nuestra cultura política obtienen una respuesta coherente y positiva, precisamente, mediante el “paradigma navarro”. Nuestro “estado” en Europa y en el mundo, pienso que deberá ser precisamente el Estado navarro.


6.- EPÍLOGO: NAVARRA Y EL PAIS VALENCIANO

En muchas ocasiones, sobre todo desde los Países Catalanes, se plantea una posible semejanza entre la situación presente en el País Valenciano y la de lo que actualmente, según la actual organización política y administrativa del Estado español, se denomina como Comunidad Foral de Navarra (CFN).

Es indudable el paralelismo en la línea política de asimilación que sigue el Estado español, considerándola como “cuestión de Estado”, en ambos territorios. Tanto desde el punto de vista de política lingüística como de menosprecio de su propio patrimonio histórico y cultural. Es obvio el intento, en ambos casos, de provocar la división de las respectivas naciones, vasca y catalana, y azuzar las divisiones internas.

Hasta ahí las afinidades pueden funcionar, pero no hay mucho más. Las diferencias históricas y de conciencia producen realidades bastante lejanas entre sí. Evidentemente puedo hablar con más conocimiento de causa sobre la situación navarra que sobre la valenciana.

Navarra es el eje simbólico, histórico y político de Euskal Herria, mientras que el País Valenciano se construye como un apéndice del Principado de Cataluña en el siglo XIII, institucionalizado por Jaume I como reino, y que, poco a poco va logrando un desarrollo social, cultural y político cada vez más fuerte y con más personalidad, llegando Valencia, en algunos momentos, a eclipsar a Barcelona.

Pienso que los Países Catalanes, por lo menos el Principado de Cataluña, el País Valenciano y “Les Illes” se pueden concebir perfectamente como una federación de entidades políticas de rango semejante. En el caso navarro, las entidades que tras las sucesivas conquistas conforman lo que se puede conocer hoy como Euskal Herria, proceden, precisamente de la desagregación del Estado navarro, y son producto de conquistas y ocupaciones seculares, como se puede comprobar en la cronología histórica adjunta a esta Comunicación (Irujo, 1950).


7.- RESUMEN

Navarra constituye un modelo de lo que es un Estado conquistado, ocupado y dominado, con las correspondientes consecuencias sobre su sociedad nacional. Los modos de acción de los poderes castellanos, que enseguida se convirtieron en españoles, para derrotar la resistencia y asimilar su población tras la conquista en 1512-1524, son modélicos y predecesores de otras ocupaciones posteriores, en Canarias y América. En este sentido son fundamentales las obras de Huici Goñi (1993) y las de Esarte Muniain (2001 y 2007). Sobre la evolución de la lengua vasca son muy importantes los trabajos de Irigaray (1974) y Jimeno Jurio (1997 y 1998, sobre todo).

Por otra parte, la historia y la realidad política de Navarra pueden constituir el paradigma de un país, conocido desde tiempos remotos como Vasconia y que tras la derrota y asimilación de su Estado independiente, se ha llamado también, en textos clásicos de su literatura (por ejemplo: Pérez Lazarraga, 1564-67, Lizarraga o Leiçarraga, 1571 o Axular, 1643), como Euskal Herria.

El resumen del planteamiento que presento en esta Comunicación consiste en considerar Euskal Herria como el nombre lingüístico, étnico o cultural que se otorgan los vascos a sí mismos; mientras que el nombre de su Estado histórico es el de Navarra. Lo que sencillamente equivale a decir que los vascos son navarros desde el punto de vista político, como los lusos son portugueses.


8.- ANEXO

BREVE CRONOLOGÍA DE LA HISTORIA DE NAVARRA (Irujo, 1950)

824
Eneko Aritza, rey de Pamplona o, cuando menos, jefe militar. Durante la dinastías Aritza y Jimena se completa la territorialidad del reino y su dominio sobre los territorios vascones, con excepción de los acupados por los musulmanes, Banu Qasi, parientes de los primeros. Su plenitud tiene lugar con Sancho Garcés III “el Mayor”.

1035
Batalla de Atapuerca. Comienza la gran presión de Castilla y derrota y muerte del rey García Sánchez III “el de Nájera”. El reino pierde los territorios de Oña y Bureba.

1076
Muere asesinado el rey Sancho Garcés IV en Peñalén tras conspiración palaciega. Castilla y Aragón invaden el territorio navarro y lo ocupan durante 30 años. El rey de Aragón se convierte en rey de Pamplona.

1106
Alfonso I “el Batallador” recupera Vascongadas y el Estado propio.

1127
Pacto de Tamara en el que las mugas del reino vuelven a la situación de 1016.

1134
Al morir Alfonso I “el Batallador” Castilla ocupa La Rioja, hasta hoy. Durante este siglo las guerras continúan sin fin y las mugas sufren continuos cambios.

1177
Laudo arbitral de Londres entre Navarra y Castilla. Malmasin pasa a poder castellano

1200
La parte occidental de Navarra cae en poder de Castilla hasta nuestros días.

1460-63
Castilla ocupa la Sonsierra (La Guardia, San Vicente de la Sonsierra etc.) hasta hoy.

1512
El territorio que sigue llamándose Navarra es ocupado militarmente por Castilla.

1512-1524
Tras varios intentos de recuperación del reino, en 1521 su ejército es derrotado en Noain. La Alta Navarra queda en poder de Castilla hasta hoy. En la Baja Navarra y Bearne se mantiene el ejercicio soberano del poder por los reyes de Navarra.

1589
Enrique III de Navarra comienza a reinar en Francia como Enrique IV.

1620
Su hijo, Luis XIII de Francia, mediante el “Decreto de la Unión” provoca la unificación de los reinos de Navarra y Francia. Ocupación militar de Baja Navarra y Bearne.


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