27 agosto 2009

LA PAZ DE LOS PIRINEOS

Llevo ya una larga temporada leyendo en el diario Noticias de Gipuzkoa unas entradas periódicas (¿publicidad?) en relación con la llamada “Paz de los Pirineos”, siempre bajo la referencia a una página web del ayuntamiento de Hondarribia. Según el contenido de la misma parece que dicho ayuntamiento tiene un especial interés en conmemorar el 350 aniversario de aquella fecha. No entiendo demasiado qué podemos evocar los vascos con este motivo, aunque mucho menos entendería que se pretendiera “celebrar” algo.

Vayamos por partes. En 1648, con la Paz de Westfalia, se dio por finalizada la guerra de los “Treinta años” que cerró la etapa de las guerras de religión que había asolado el centro de Europa hasta esa fecha. Westfalia supuso el inicio en Europa de la época de los denominados estados-nación y de sus fronteras impermeables. Con ella nace el sistema de estados europeos que todavía está en vigor.

En esta época sucedieron dos hechos de gran importancia para la organización interna de Europa. El primero fue la independencia de Portugal en 1640, sometida a la monarquía española desde 1580 con el Duque de Alba como conquistador. Uno más de la saga de triste memoria: Navarra, Flandes, Portugal… La férrea política unitaria, castellanista, del valido de Felipe IV de Castilla el Conde-Duque de Olivares, originó el segundo acontecimiento y llevó a Cataluña, en el mismo año (1640), a una guerra de secesión respecto a la monarquía española en la que los catalanes trataron de apoyarse en la potencia de la francesa. La independencia de Portugal con el soporte británico fue, tal vez, el origen de la derrota de Cataluña con un tibio apoyo francés, ya que Castilla difícilmente hubiera podido mantener con éxito ambos frentes abiertos. La victoria de Portugal permitió a Castilla centrarse sobre Cataluña y derrotarla. La guerra terminó con un armisticio entre las monarquías española y francesa, en el que el Rosselló y la Cerdanya pasaron, en 1652, al control de la francesa.

La “Paz de los Pirineos” vino a corroborar, en 1659, lo ya acordado en 1648 en Westfalia y, sobre todo, las mugas entre ambas monarquías. Evidentemente tal acuerdo supuso la partición de Cataluña entre españoles y franceses. Además, en nuestro caso, implicó el reconocimiento como definitivo de la división de nuestro país ya efectuada bastante tiempo atrás con la conquista y ocupación de la Alta Navarra en 1512-24. Precisamente en 1524 tuvo lugar la defensa de la plaza de Hondarribia, su último reducto, por los resistentes navarros frente a las tropas castellanas.

La llamada “Paz de los Pirineos” constituyó un hito más, uno de los de mayor trascendencia, en la constitución de la Europa de los estados que hemos sufrido durante tantos siglos y que nos impide, aquí y ahora, tanto a navarros como a catalanes tener nuestro lugar propio en Europa. Para lograr un estatus político que se aproxime a la normalidad lo primero que tendría que abolirse es, precisamente, la “paz” que consagra nuestra división y sometimiento a dichos estados, como paso previo para la consecución del nuestro propio.

¿A qué juega el ayuntamiento de Hondarribia con esta conmemoración? La Isla de los Faisanes tiene el suficiente encanto natural como para no necesitar de unos fastos que celebran el hecho histórico que origina la división y sometimiento de Cataluña y ratifican la nuestra.

23 agosto 2009

EN LAS QUIMBAMBAS

Estoy siguiendo con bastante detalle las actitudes de la sociedad catalana ante los acontecimientos derivados de la próxima sentencia del Tribunal Constitucional español sobre su nuevo Estatuto de autonomía así como el sistema (provisional, evidentemente) de financiación de las autonomías ordenado por el Estado español para sus comunidades no forales.

Percibo una vitalidad importante en grandes sectores de la sociedad civil catalana, empezando por Omnium Cultural, y otros muchos organismos como por ejemplo Soberanía i Progrès o muchos escritores a título particular como Víctor Alexandre. El horizonte que se plantean todos ellos es el de la “libre disposición” de Cataluña concretado en la consecución de un Estado propio. Es, evidentemente, un debate principalmente teórico, pero con la perspectiva de convertirse en un movimiento social. En ese punto se ubica la manifestación del próximo 11 de septiembre, la Diada de Catalunya. Incluso en los partidos políticos oficiales se da una cierta discusión en la que surgen discrepancias dentro de su seno en apoyo del logro del Estado propio a pesar de las líneas programáticas y prácticas adoptadas por los mismos.

Por el contrario en los debates (¿los hay realmente?) sobre nuestra realidad inmediata no encuentro más que perspectivas pobres, muy pobres. Por el lado de la sociedad cívica no veo ninguna reacción a la ofensiva planificada y arrolladora diseñada y comenzada a poner en práctica en los últimos tiempos. Tal vez la única excepción sea el artículo de Txema Landa El polo del bien y el polo del mal recientemente publicado.

Por parte de los sindicatos muy poca cosa, prácticamente nada. Por la de los partidos resulta todavía más penoso. Unos buscando vergonzosamente integrarse en la política nacional española del tripartito gobernante en Gasteiz, no olvidemos UPyD, o simplemente dejando ir a su ritmo al bipartito de Iruñea. Los otros, entrando al trapo de las provocaciones cotidianas, como por ejemplo en el asunto de las fotos de los presos. No digo que cualquier asunto relacionado con la ilegalización de partidos, como con el cierre de medios de comunicación, represión del euskera etc. no sea importante. Lo es y mucho, pero es la punta del iceberg que nos ponen como señuelo para apartarnos de cualquier objetivo político.

Mientras en Cataluña hay un debate sobre la necesidad del Estado propio ante la actual situación del Estado español, de Europa y del mundo, aquí apenas se oye hablar o debatir sobre el mismo. En realidad, todas las fuerzas de nuestra sociedad que, aparentemente, son muchas deberían orientarse a la consecución del instrumento que nos permitiría “ser” en el mundo. En el mundo actual la nación que no tiene un Estado propio no existe.

La normalización del euskera, las garantías reales para nuestra cultura, economía y sociedad en general, para no seguir en una continua zozobra, que es como tristemente sobrevivimos, para vertebrarnos como pueblo y poder fijar nuestros objetivos y lograrlos, es el acceso a un Estado propio. En el Estado de Navarra, que nos cohesionó como nación, es donde tenemos que poner nuestra meta y emplear, bien por supuesto, todas nuestras fuerzas.

Con el próximo conflicto previsible en Cataluña tras la sentencia del ya citado Tribunal, es probable que el Estado español entre en una crisis de legitimación. Tenemos que estar preparados para esta eventual coyuntura. No nos debe sorprender, como en otras tantas ocasiones, silbando en la vía. En las quimbambas.

07 agosto 2009

NAFTALINA Y OTROS OLORES

El último número de Argia (2 de agosto, 2009) incluye un reportaje sobre las iniciativas que se están poniendo en marcha en torno al 500 aniversario de la Conquista de Navarra (1512-2012). Como en otras ocasiones, aprovechando que el Arga pasa por Pamplona -como el Pisuerga atraviesa otras villas- el periodista de Argia agarra el rábano por las hojas para descalificar a Nabarralde.

De hecho, el texto concluye de esa manera: “Nabarralderi kritika”. Enhorabuena. Aunque esa campaña de reflexión en torno a la conquista de 1512, unos hechos que han marcado lamentablemente nuestra historia hasta el presente, ha sido impulsada desde Nabarralde, para Argia es una buena oportunidad para sacarnos los colores con las descalificaciones de dos autores a los que da alas, sin poner en entredicho ninguna de sus sombras.

Por ejemplo, destaca Argia el “olor a naftalina” que Juanjo Larrea, profesor de la UPV, adjudica a los trabajos de Nabarralde. Silencia en cambio el “olor a muerto”, literal, que cualquiera, sin ser profesor de ninguna universidad, puede hallar, en dosis letales, en la propia historiografía en que se sustenta Larrea. En ella, como bien sabemos, lo español se remonta a la época de los dinosaurios y la legitimidad de su producto histórico a la de los visigodos (que por ser germánicos eran arios, la raza superior, y han gozado de gran estima en las universidades españolas). Que la historiografía hispana huela a naftalina en alguna corriente ajena debe de ser un alivio en comparación con las propias miasmas en que colea.

En torno a Nabarralde se mueve gente de distinto nivel cultural, con versiones más o menos militantes, de afición y convicción más que de academia, de acompañantes más o menos animosos, entusiastas. Como ocurre en todos los sitios. Pero si buscamos esos acompañantes en la escuela en que trabaja el historiador Larrea, en la escuela hispana, podemos encontrar unos compañeros de viaje mucho más rancios y carpetovetónicos que cualquier satélite o selenita que se asiente en tierra vasca.

Extraña leer en Argia la referencia, desde la cultura vasca, a cualquier historiador de cátedra española (y la UPV entra en esa categoría; salvo honrosas excepciones) y digo que extraña porque todo lo que se ha trabajado en investigación, con honradez y sentido crítico en este campo, se ha hecho desde fuera de la academia oficial: desde Campión a Barandiaran, desde Jimeno Jurio hasta Krutwig, Pierre Narbaitz o, ya puestos, Josemari Esparza con “Navarra: de la esperanza al horror”, por abrir el campo de épocas, autores y temas. Este último tema es paradigmático: la represión de la guerra del 36 (como esos grandes temas que nos atañen) se ha investigado desde fuera de las universidades. Al contrario, todo lo oficial ha venido lastrado por el control ideológico hispano, heredero de la inquisición, muy celoso de sus ideas, y sólo se ha investigado con rigor a la contra.

Precisamente ése es el sentido de la crítica de Larrea (como se ha podido observar en el escándalo que ha sacudido los hallazgos de Iruña-Veleia): la defensa del estatus académico. La oposición y guerra sin cuartel a cualquier argumento que desestabilice los currículos oficiales y las cátedras. Y Argia les da carta blanca. De nuevo, enhorabuena.

Sorprende también la cita, repetida y cargante, la credibilidad argumental concedida a Santi Leoné (en ésta y en otras crónicas), como si fuera un oráculo de la inteligentsia; un individuo que sólo ha destacado por su descalificación a Nabarralde (buena idea que le ha abierto muchas puertas, seguramente); un “sabio” que desdeña la memoria histórica y el patrimonio colectivo. No merece la pena polemizar sobre las ocurrencias que derivan de tal punto de partida. No me imagino a nadie en Berlín, en Roma, Londres, Venecia, París, Viena, Praga... a nadie, en esas ciudades históricas, que defienda que olvidemos nuestra historia; que nos despojemos de nuestro pasado; que imaginemos nuestro país desde ahora (como si los demás no imagináramos), desde el sinsentido (porque el sentido tiene su origen y su historia), haciendo abstracción de todos nuestros problemas, de cuanto nos han despojado, de lo que hemos sido, del tesoro que es nuestra cultura colectiva.

No entiendo a nadie en la cultura europea tomando en serio a un elemento así, a nadie sosteniendo en público propuestas de semejante calibre, y que una revista presuntamente cultural lo incluya en sus páginas, como no sea para catalogarlo de mono de feria.

Luis Mª Mtz Garate y Angel Rekalde

NAFTALINA-USAINAK ETA BESTELAKOAK

Argiaren azken zenbakiak (2009ko abuztuaren 2koak) Nafarroako Konkistaren 500. urteurrenaren (1512-2012) inguruan martxan jartzen ari diren ekimenei buruzko erreportaia dakar (*). Beste zenbaitetan bezala, aukera aprobetxatuz, Argiako kazetariak bihurrera hartu ditu gauzak Nabarralde deskalifikatzeko.

Izan ere, honela amaitzen da testua: “Nabarralderi kritika”. Zorionak. Gure historiarentzat hain tamalgarria izan den 1512ko konkistaren inguruko hausnarketa-kanpaina hori Nabarraldek bultzatu badu ere, Argiarentzat aukera paregabea da, berak hauspotzen dituen bi autoreren deskalifikazioekin, gure taldea barregarri uzteko, haien esanak inondik inora zalantzan jarri gabe.

Adibidez, Juanjo Larrea EHUko irakasleak Nabarralderen lanei egozten dien “naftalina-usaina” du Argiak hizpide. Ez du txintik esaten, aldiz, edonork, unibertsitateko irakasle izan gabe, Larrearen historiografian bertan dosi hilgarrietan aurki dezakeen “hilotz-usainaz”. Historiografia horretan, ongi dakigunez, espainoltasuna dinosaurioen aroan sortutakoa da eta haren produktu historikoaren legitimitatea, bisigodoen garaian (germanikoak izanik, arioak baitziren horiek, goi-mailakoak noski, eta oso estimatuak Espainiako unibertsitateetan). Historiografia hispanikoak besteoi naftalina-usaina hartzea lasaigarria eta guzti izango da bere inguru naturala den zabor-pila kontuan hartuta.

Nabarralderen inguruan hainbat kultur mailatako jendea dabil, neurri bateko edo besteko bertsio militanteak ematen dituztenak, akademikoak baino gehiago, historiazaleak direnak eta historiaren garrantziaz konbentzituak daudenak, kide gartsuak eta ez hainbestekoak. Toki guztietan gertatzen den bezala. Baina Larrea historialariak lan egiten duen eskolan, eskola hispaniko horretan, bilatuz gero, euskal lurraldeetako edozein satelite edo selenita baino askoz kide zaharmindu eta ultra-atzerakoi gehiago aurkitu ahal izango dugu.

Harrigarria da Argian euskal kulturatik katedra espainoleko (EHU kategoria horretan sartzen da) edozein historialariri aipamena egitea, eta harrigarria diot, arlo honetan zintzotasunez eta zentzu kritikoaz egin den ikerketa-lan guztia akademia ofizialetik kanpo egin delako: Campion eta Barandiaran, Jimeno Jurio eta Krutwig, Pierre Narbaitz edo, bide batez esanda, Josemari Esparza, “Navarra: de la esperanza al horror” bere lanarekin, hainbat garai, autore eta gai aipatzearren. Lan handiak unibertsitatetik at egin dira. Aitzitik, ofiziala den guztiak espainolen kontrol ideologikoaren zama izan du gainean, ideiez hain ongi arduratzen den Inkisizioaren oinordekoarena, eta gure kontra aritzeko soilik ikertu da zorrotz.

Hain zuzen ere, horixe da Larrearen kritikaren zentzua (Iruña-Veleiako aurkikuntzen eskandaluan ikusi ahal izan dugun bezalaxe): estatus akademikoaren defentsa. Curriculum ofizialak eta katedrak ezbaian jartzen dituen edozein argudiori aurka egitea eta gerra deklaratzea. Eta Argiak haizea ematen. Berriro ere, zorionak.

Harrigarriak dira, halaber, Santi Leoneri buruzko aipamen errepikakor eta gogaikarriak (kronika honetan eta beste zenbaitetan) eta haren argudioek duten sinesgarritasuna, intelligentsiaren orakuloa bailitzan; gizon horren ekarpen bakarra Nabarralde deskalifikatzea izan da (ziur aski, ate asko ireki dizkion ideia bikaina), eta oroimen historikoa eta ondare kolektiboa gutxiesten dituen “jakintsua” dugu. Ez du merezi abiapuntu horretatik sortzen diren burutazioei buruz polemika sortzeak. Ez dut inor irudikatzen Berlinen, Erroman, Londresen, Venezian, Parisen, Vienan, Pragan... hiri historiko horietan inor ez, hau defendatzen duenik: gure historia ahantz dezagun, gura iragana bazter dezagun, imajina dezagun (besteok imajinatuko ez bagenu bezala) gure herria hemendik aurrera, hau da, zentzugabekeriatik (zentzuak bere jatorria eta bere historia baititu), abstrakzioa eginez gure arazo guztiez, kendu diguten guztiaz, izan garenaz, gure kultura kolektiboaren altxorraz.

Europako kultur munduan ulergaitza izango litzateke halako elementu bat serio hartzea, halako proposamenak publikoki egiten dituena, eta ustez kulturala den aldizkari batek bere orrialdeak hari eskaintzea, baldin eta ez bada feriako txotxongilotzat hartzeko.

Luis Mª Mtz Garate, Angel Rekalde