30 marzo 2008

EL ETERNO RETORNO

El complejo de inferioridad (¿tal vez síndrome de Estocolmo?) que sufren algunos de nuestros políticos ha alcanzado cotas nunca vistas anteriormente, tras las recientes elecciones españolas del 9 de marzo de 2008. Da la sensación de que unos “malos datos electorales” (pregunta inocente: ¿puede haber resultados electorales “buenos” dentro del actual régimen político español?) condicionan, e incluso determinan, todo el proceso “político” de los próximos años.

La primera cuestión a analizar consiste en determinar la parte que en esta previsión de proceso futuro corresponde a datos sociales “objetivos” y cuánta corresponde a “profecías autocumplidas” que, en el fondo, son deseos ocultos, no expresados explícitamente, de quienes las utilizan como eslogan para justificar su “cambio político”. Son posiblemente quienes hoy, “al sentirse derrotados” en las urnas, lo que buscan en realidad es un pretexto para retornar al único nicho en el que se sienten cómodos. Sería repetir el camino de vuelta, tantas veces recorrido y trillado, hacia el PsoE. ¿Una edípica “vuelta al seno materno”? Parece que para superar el callejón sin salida al que nos han reducido durante tantos años no conciben otra opción que la vuelta a recetas pasadas cuyo fruto manifiesto fue el retroceso de logros previamente adquiridos. No hay más que recordar la “etapa Buesa” en educación del gobierno de Vitoria.

Por otro lado se percibe la no existencia, mejor la ocultación, de una alternativa política (en el sentido fuerte) a las “politiquerías” coyunturales, partidarias, derivadas del contexto hispano-francés o de la hipotética capacidad de presión de la vía de los atentados. En ambos caminos se juega a una especie de “eterno retorno”. En ambos, en contra de las normas del ajedrez, se “enrocan” una y otra vez, por el corto y por el largo y en ambos sentidos: hoy “a cara de perro”, mañana “dulce cual la miel”, pasado mañana otra vez con los dientes (aparentemente) afilados y al día siguiente, de nuevo, mansos como corderos... Pero siempre dando vueltas a la misma noria, sin darse cuenta de la energía que se pierde en cada una de ellas.

En ambos casos se produce un profundo desprecio por el elemento fundamental en cualquier conflicto político de fondo: la capacidad de movilización de la sociedad propia, el ejercicio real de la autodeterminación, para la consecución de su objetivo estratégico fundamental que, según mi modo de ver, en este momento no puede ser otro que el logro de un Estado propio, independiente, en Europa y en el mundo, en igualdad de condiciones que España, Francia o Portugal entre los ya existentes y que Flandes, Irlanda o Escocia entre los próximos.

Si pensamos que Euskal Herria es una nación es porque consideramos que existe capacidad y fuerza para ejercer como tal, ser sujeto político, y ese pensamiento al estar socializado ejerce una fuerza real. Pero parece que esta presión, que sí perciben españoles y, en menor medida, franceses, no tiene correspondencia en lo que se autodenominan “fuerzas políticas vascas”. Ni la ha tenido, por lo menos desde la etapa de la famosa “transición”.

Hoy estamos viendo con claridad una vez más el “eterno retorno”. Unos vuelven al atentado como elemento de presión, sin percatarse de su nocividad, del dolor inútil que produce sí, pero principalmente de su utilización propagandística a nivel nacional e internacional en nuestra contra. La sociedad vasconavarra debe darse cuenta de la espiral cada vez más cerrada en la que nos recluyen los atentados. Los otros, de modo semejante en el fondo, recurren a su otro primo, “el de Zumosol”, al PsoE, como valedor de nuestros intereses ante España, olvidando el continuo engaño y ninguneo al que nos han sometido y someten. Basta recordar su posicionamiento claro y rotundo en las elecciones del mes de mayo de 2007 ante la opción NaBai. Ya lo decía Josep Plá: “lo más parecido a un español de izquierdas es un español de derechas”.

Me duele ser tan negativo en la valoración política de la coyuntura actual. Es más, parece que, después de tantos años en vías muertas, responde a una debilidad estructural. Esta perspectiva únicamente se puede considerar con un cierto optimismo desde el exterior, por el temor que manifiesta el estatus político hispano ante cualquier mínima “salida de tono”. En este sentido reitero como ejemplo la situación provocada con NaBai en mayo de 2007.

Mucho se habla hoy en día de la “transversalidad” como vía para superar las dos hipotéticas facciones en las que se divide Vasconia: los “nacionalistas” frente a los “constitucionalistas”, al 50%. Falacia enorme que merecería otro artículo. Ya que los nacionalistas de verdad son los españoles (o franceses en su caso) y no son el 50%, ni muchísimo menos. Y los constitucionalistas auténticos, los que queremos lograr nuestro propio Estado democrático y garantista.

Los únicos que hablan de transversalidad, y pretenden ejercerla, lo hacen con desparpajo si son españoles y con enormes complejos si son vascos. La famosa “transversalidad” parece que debe ser “española”. Nadie se plantea la posibilidad, necesaria, por otra parte, de una “transversalidad” propia, con la independencia política, el Estado propio como objetivo, en el que todas las personas tendrían garantizados de verdad sus derechos. Todos.

Como dice Xavier Rubert de Ventós en unos recientes artículos en Avui (16, 17 y 18 de marzo de 2008) publicados bajo el título “Todo será bonito y feliz” y que recomiendo leer en su totalidad, traducidos al español, en la página web de Nabarralde:

“¿Nacionalista yo? No me hace falta. Me contentaría con tener un Estado. Además, es más fácil para un Estado consolidar o incluso inventarse una nación, que para una nación conseguir un Estado...”

“...Todo será más feliz y bonito, en cambio, cuando tengamos un Estado para andar por casa; un Estado no muy grande, es cierto, pero ni más ni menos marcado por el Mercado y las Finanzas, como vienen a serlo todos. Entonces, yo me hartaré de hablar castellano...”

“...Ya no tendremos, por fin, una identidad que nos coma el coco. Ser catalán será un accidente, una banalidad, de la cual algunos hasta se sentirán orgullosos ("y es que hay gente para todo", diremos). Entonces, el nacionalismo identitario y crispado se verá sustituido por los "mecanismos de la cotidianeidad..."

“...La identidad de Catalunya, libre por fin, consistirá en adelante en no tener demasiado: ni tanta identidad, ni tanta lengua, ni tanto destino manifiesto, ni nada de nada. Rosas but many. Identidades sí, pero muchas -incluso las que se cuecen hoy en el Raval-. Todo, todo será cuando Catalunya sea independiente -o nunca-. Cuando a nuestros nietos no les duela Catalunya como a nosotros -o nunca-. Cuando Catalunya y España sean dos, y por eso mismo puedan abrazarse sin narcisismos ni masoquismos de ningún tipo -o nunca-...”

“...Lo que es ideológico se habrá convertido en lógico, lo que es sentimental será ya banal; nuestro mensaje se habrá naturalizado y convertido en un paisaje. Un paisaje hoy por hoy virtual pero por el que espero puedan pasear mis hijos pequeños.”

La auténtica transversalidad llegará por medio de nuestra constitución en ciudadanos de un Estado navarro independiente, la República de Navarra, -o nunca-, como bien dice Rubert de Ventós en sus artículos refiriéndose a Catalunya.

17 marzo 2008

CONVIVIR Y DECIDIR

Convivencia y decisión

Las personas que viven juntas pueden hacerlo de muchas maneras, pero fundamentalmente de dos: pueden convivir, en equilibrio, con respeto recíproco y paridad o pueden coexistir en una situación de dependencia, dominio o explotación.

En la primera etapa de la vida de los individuos de la especie Homo sapiens sapiens y debido precisamente a su inmadurez en el momento del nacimiento, se produce la necesidad de su “hominización” personal, o lo que es equivalente, de “socialización”. Esta fase requiere una etapa prolongada de dependencia que, normalmente, tiene lugar dentro de la familia biológica del recién nacido. Como primer elemento y soporte de los demás se encuentra la herramienta que se denomina “lengua materna”.

Conforme la persona adquiere los conocimientos y habilidades necesarias para desenvolverse en sociedad va alcanzando lo que se conoce como “madurez”. La “madurez” es un proceso cuyo objetivo es precisamente la consecución de un individuo con criterio propio y capaz de afrontar, con más o menos éxito, pero responsablemente, los retos que su tiempo y su sociedad le plantean.

Cuando este proceso alcanza un determinado punto, la persona “decide” qué hacer con su existencia. “Decide” independizarse, impulsar un proyecto propio de vida, marchar del nido familiar, formar pareja e ir a vivir con ella, montar una comuna de okupas en algún edificio abandonado o irse a la Cartuja. Pero lo decide ella misma.

En su nueva etapa la persona convivirá en un nuevo entorno, colaborará con su pareja, si la tiene, con sus colegas okupas o con los monjes del cenobio. En cuanto persona emocionalmente equilibrada, intentará ser feliz y “convivirá” con su pareja, compañeros o las religiosas del convento.

Si las cosas le vienen mal dadas, si no se encuentra a gusto, si percibe hostilidad, agresión o, simplemente, no se ve realizado como persona, se replanteará su ubicación en ese contexto. El sujeto evaluará sus responsabilidades y opciones y, como consecuencia, decidirá su siguiente paso: abandonar su entorno, tomar un periodo de reflexión y, quizás como conclusión, se redefinirá en un nuevo entorno.

Elecciones del 9 de marzo

Como conclusión de los resultados de las elecciones del 9 de marzo, el líder del PsoE en Bizkaia, Patxi López, resumió la victoria de su partido con un principio programático: “el derecho a convivir por encima del derecho a decidir”. Sin saberlo, porque nos tememos que su formación intelectual no dé para tanto, retrató la política de su grupo en los mismos términos en que lo haría el cardenal Rouco Varela, representante de la facción más reaccionaria de la retrógrada iglesia española. En efecto, como sostiene la doctrina católica, en la iglesia no hay lugar para el divorcio, y lo que Dios ha atado no lo desata ni Cristo. La ley, divina, está por encima de los deseos y los derechos humanos.

En los mismos términos se expresó López, con la particularidad de que elevó el principio clerical del ámbito privado a la esfera de la política más encumbrada, la de la organización del Estado. Y, de hecho, al orden internacional, por cuanto alcanza al ejercicio de la autodeterminación de los pueblos y la fundación de los Estados.

Divorcio como libertad fundamental

Este contraste entre la primacía del derecho a convivir y el derecho a decidir está largamente tratado y documentado en ese debate que rodea a una libertad tan consustancial a nuestros tiempos y sociedades occidentales como es la que regula la ley del divorcio. Cuando López celebraba la supremacía del derecho a convivir, como victoria de sus tesis en las urnas, estaba identificándose con una visión cavernícola de la convivencia humana, la del patriarcado profundo, la del garrotazo a la mujer y el arrastre a la caverna sin derecho a réplica. Y no hacemos literatura; sin derecho a decidir por parte del sujeto, la convivencia deja de serlo; pasa a ser dominio de uno (el que decide) sobre otro; es esclavismo; es no disponer libremente de uno mismo. Y esta perspectiva sirve exactamente igual en el ámbito privado que en el público o político.

Seguir viviendo en una situación de agresión, hostilidad o simplemente dependencia se podrá definir de cualquier modo pero nunca como “convivencia”. La convivencia requiere la decisión y la opción libre de seguir en ese proyecto compartido. Una persona que contraponga “convivir” a “decidir” olvida, en el mejor de los casos, que para lograr una “convivencia” real se ha de poder decidir sobre la situación en la que se “convive”; se ha de evaluar la relación “coste-beneficio”. Una situación en la que hay un “convividor” y un “convivido” no es una relación simétrica, voluntaria, libremente elegida (o “decidida”); es siempre una situación o de dominio o de paternalismo. Una situación no igualitaria, no democrática.

En estos tiempos en que, demasiado a menudo, situaciones como la que ha definido López (derecho a convivir por encima del derecho a decidir) acaban en tragedia, con la muerte de la “convivida” a manos del sujeto que se cree con derecho a dominar. Deberíamos reflexionar sobre el peligro que encierra una “convivencia” de Euskal Herria con España cuando quien gobierna lo hace sobre tales principios. Ello explica la dificultad de hallar soluciones a los conflictos y también la problemática materialidad de otros principios democráticos en nuestra sociedad, a la que no se le reconoce el primero: el derecho a decidir.

Artículo escrito por Luis Mª Martínez Garate y Angel Rekalde

16 marzo 2008

UN SUSPENSO

Supongamos un profesor de Universidad con docencia en el País Valenciano y especialista en Derecho Foral, por supuesto formado en la Universidad española. Imaginemos que nuestro protagonista decide publicar un artículo en una revista histórica francesa de nivel, como podría ser, por ejemplo, la clásica “Annales d'histoire économique et sociale“ (renombrada en 1994 como “Annales. Histoire, Sciences Sociales”). El artículo en cuestión versa sobre la situación geopolítica en los comienzos del siglo XIII del país de lengua Occitana que se encuentra al norte del Pirineo y al sur de las tierras controladas por la monarquía Franca, representada por la dinastía Capeto. En el mismo se intentan analizar las causas profundas de la “Cruzada” contra los albigenses y sus repercusiones en los reinos del entorno.

En este contexto, concretamente en 1213, tiene lugar la decisiva batalla de Muret. Nuestro “investigador” indica en su trabajo que el vencedor de la batalla, el rey capeto Felipe II llamado “Augusto”, a través de su general Simon de Montfort, ha logrado su triunfo contra “los moros” (sí, contra los “musulmanes”) que por entonces controlaban buena parte de la península Ibérica. Y se queda absolutamente tranquilo y contento con su aportación, a través del evento citado, a la comprensión de esa época en Europa.

Por una parte es fácil constatar la ignorancia de nuestro profesor sobre la realidad política de esa época. Es evidente que en ese momento el conflicto no se establecía entre la monarquía franca y los “moros”, sino entre dicha monarquía y los intereses catalano-aragoneses en su influencia occitana personificados en el rey Pedro II de Aragón, que es quien realmente fue derrotado en Muret.

No obstante, pienso que el asunto es todavía más grave. Un profesor concreto puede ser ignorante de determinados hechos e, incluso, puede tener una equivocación, pero una revista que se precie de científica, que pretenda reunir los requisitos para ser aceptada como tal en la comunidad de historiadores, debería ejercitar su labor de “revisión crítica” previa. Tal revista debería contar con un grupo de trabajo que examinara cualquier trabajo candidato a su publicación. De este modo se evitarían errores de bulto, mediante la indicación al autor de las correcciones necesarias o, simplemente, denegando su aparición. Estoy seguro de que los “Annales” lo tienen.

Ahora vamos a realizar un pequeño ejercicio de transposición de personas, situaciones y hechos. Sustituiremos a nuestro hipotético profesor de la Universidad Valenciana por una profesora real de “l’Université de Pau et des Pays de l’Adour”, formada en la Universidad francesa. La revista de la publicación va a ser la renombrada RIEV (“Revista Internacional de los Estudios Vascos”) editada por Eusko Ikaskuntza. Vamos a proceder también a cambiar el entorno geopolítico, pero sin mudar apenas de época, para que las semejanzas sean más importantes. Nos vamos a ubicar en la Navarra de finales del siglo XII en el momento en que el rey Alfonso VIII de Castilla conquista Vitoria, el Duranguesado y el territorio que actualmente corresponde, aproximadamente, a Gipuzkoa.

En el último número aparecido de la citada RIEV (52-1, enero-junio 2007), en su página 81, se encuentra un artículo titulado “La resistance des Basques à la pénétration du Droit Romain. L’exemple du Pays basque de France”. Aparte de muchas y variadas consideraciones sobre la interpretación que se ofrece en el mismo de las historia de Vasconia a lo largo de la etapa que va desde la ocupación romana hasta los siglos de “consolidación” del llamado “sistema foral vascongado” bajo el reino de Castilla (fundamentalmente el siglo XV), en el último párrafo de su página 83 aparece una “perla” como la que cito textualmente en francés:

“En Alava, terre reconquise sur les Maures par le roi de Castille en 1199, les coutumes ne furent rédigées que dans la seigneurie d’Ayala, en 1373...”

Traduzco, por si algún lector no se encuentra muy fuerte en el dicho idioma:

“En Alava, tierra reconquistada a los Moros por el rey de Castilla en 1199, las “costumbres” (“usos y costumbres”, en la terminología foral clásica) no se redactaron más que en el señorío de Ayala, en 1373...”

Es posible que la autora del trabajo publicado en la RIEV ignore que Vitoria fue conquistada por Castilla al reino de Navarra en la época de Sancho VII “el Fuerte”, que su fuero fue otorgado en 1181 por el rey navarro Sancho VI “el Sabio” y que resistió un sitio de largos meses hasta su rendición. Es posible, también, que ignore el nombre del tenente navarro responsable de su defensa, Martín Chipia o Mattin Ttipia.

Lo que no resulta tolerable es que semejante dislate aparezca en una publicación que se pretende científica y seria como la RIEV. ¿Dónde están sus “revisores críticos” de los textos recibidos? Y, suponiendo que existan, ¿presentan el mismo nivel de desconocimiento de la realidad histórica de nuestro país que la autora del trabajo? ¿O han tenido, a su vez, otro “lapsus”?

Un enorme suspenso, sobre todo a la Revista Internacional de los Estudios Vascos.

Publicado en Haria, número 21, marzo de 2008

13 marzo 2008

CARLOS III EL NOBLE

En esta parte del mundo en la que nos ha correspondido vivir, controlada por el poder político español, no conciben la existencia de un rey que se pueda llamar Carlos III y que no sea “el mejor alcalde de Madrid”. Si exceptuamos, obviamente, nuestra Navarra, donde por ventura todavía pensamos que “el mejor alcalde de Madrid” fue don Enrique Tierno Galván. Aquí, Carlos III, el de verdad, es “el Noble”, el rey de Navarra.

Y efectivamente existió. Del mismo modo que su padre Carlos II, al que intereses ajenos a Navarra otorgaron la denominación de “el Malo”. Ambos fueron reyes de nuestro Estado soberano y a los dos sería necesario, con seguridad, reducir los epítetos que les ha otorgado una historia hecha en gran parte desde fuera, por españoles y franceses. Ni Carlos III fue tan “Noble”, ni Carlos II tan “Malo”, por lo menos para los intereses de nuestro reino.

Comentaba recientemente con Iñigo Saldise, compañero de fatigas en el quehacer cotidiano en pro de la recuperación de nuestra memoria histórica y de nuestro patrimonio, la dificultad de la tarea de hacer accesibles a nuestra sociedad actual, sobre todo en su vertiente más “joven”, los conflictos de épocas tan lejanas como los siglos XIV y XV. Eran situaciones y mentalidades muy diferentes, sin embargo la idea de “reino” como “pueblo de Navarra” capaz de controlar desde sus “Estados” o “Cortes” los desmanes de nobles y reyes, foráneos principalmente por supuesto, pero también propios, es algo que se manifiesta a lo largo de toda esta etapa histórica y permanece hasta nuestros días.

Iñigo se atreve desde la radio, mientras que yo, ante una hoja en blanco, siento mucho miedo al escribir sobre épocas tan complejas y distantes. Viene esta introducción a cuento de haber leído un libro de Eloisa Ramírez Vaquero con título “Carlos III rey de Navarra. Príncipe de sangre Valois (1387-1425)”, Gijón 2007 y editado por Trea en su colección “Corona de España” y serie “Reyes de Navarra”.

El libro es complejo, como sin duda lo fueron los intereses con los que tuvo que bregar nuestro Carlos III, menos belicosos que los de su padre pero posiblemente más complicados desde el punto de vista geoestratégico, en el mundo de las alianzas y de los cambiantes juegos de intereses que se manifestaban en su época.

El largo conflicto franco-británico (Guerra de los Cien años), las pugnas internas de la monarquía francesa (Borgoña, Orleáns, Bretaña, Armagnac, Foix...), el Cisma de Occidente, con hasta tres papas disputándose el cetro de San Pedro, los intereses del Imperio, las posesiones británicas ubicadas en las mugas de Navarra (Lapurdi, Zuberoa, Gascoña, Guyena...), por no hablar de los complejísimos intereses que movilizó la sucesión a la Corona Catalano-aragonesa en los que triunfó la rama castellana de Antequera frente a los partidarios de Jaume d’Urgell, el control de los reinos de Sicilia y Nápoles y muchos otros, constituyen los ingredientes principales de una situación internacional compleja y muy difícil de compaginar con los intereses de un reino menguado como lo era a la sazón Navarra.

En este conjunto abigarrado de intereses, contrapuestos muchas veces, complementarios en otras pero siempre cambiantes, hay un elemento que el libro de Ramírez Vaquero no cita y que descubrí hace bastantes años gracias a una colaboración de Enrique Pérez Boyero, profesor de la Universidad de Málaga, en la revista “Príncipe de Viana” en su número 52 de septiembre-diciembre de 1991 y páginas 69-72. El artículo se titula “Un mensaje confidencial de Carlos III el Noble al Rey de Granada”.

En dicho mensaje Carlos III previene al Sultán Nazarí de los intentos de Castilla para formar una alianza con Aragón y Navarra e ir en su contra. El mensajero, Juan de Samaniego, fue interceptado por los intereses castellanos antes de llegar a su destino. No obstante, el proyectado acuerdo entre los tres reinos peninsulares, del que Castilla había excluido a Portugal, nunca tuvo lugar.

Según Pérez Boyero “...esta misiva demuestra que la política de amistad y estrecha colaboración con Castilla practicada por Carlos III no fue siempre tan lineal como a veces se ha dicho”. Y más adelante “...Enrique III (de Castilla) buscó la colaboración de los reyes de Aragón y de Navarra para emprender una cruzada contra el último reino musulmán de la Península. Pero sus planes de cruzada no agradaron a ninguno de los dos soberanos. El monarca aragonés, Martín I el Humano, acababa de firmar un tratado de paz con Muhammad VII y Enrique III solo pudo obtener la promesa de su neutralidad en caso de iniciar una guerra contra Granada. Carlos III, en cambio, no quiso inhibirse del asunto. Alarmado por los proyectos del rey castellano, decidió intervenir para tratar de impedir que Castilla alcanzara un poder excesivo y rompiese el equilibrio existente entre los reinos de la Península...”

Tras su lectura, complementada por este breve apunte “musulmán”, se deduce que nos encontramos en un período sumamente complejo desde el punto de vista político y, como muy bien dice Eloisa Ramírez Vaquero en la conclusión de su libro, en una época en la que “...la maquinaria del ‘estado’ es ya una realidad casi completa, que se va desvistiendo del traje medieval para ir incorporando la coraza moderna. La estructura tomaba cuerpo y se engrasaba desde hacía por lo menos dos siglos, los resortes del estado moderno se abrían paso inexorables...”

En la construcción de “esta estructura” (Estado), la monarquía navarra constituye una de las primeras y más avanzadas expresiones europeas, ya desde Sancho VI el Sabio en el siglo XII. Los Evreux, con sus luces y sombras, conforman una etapa muy importante en este proceso, interrumpido violentamente por las conquistas de 1512-24 a manos castellanas y de 1620 francesas, que culminó a mediados del siglo XVI con el esplendor cultural de la corte de Pau, con las reinas Margarita y Juana.

Publicado en Haria, número 21, marzo de 2008

12 marzo 2008

MÚSICA, MAESTRO KAHANE

Constato clara y distintamente, como diría Descartes, que un elemento tan aparentemente "apolítico" como es la música, en muchas ocasiones se ve acompañado de poderosas cargas de política "profunda".

Quienes sigan las entradas de este blog comprobarán que, efectivamente, hay varios comentarios críticos referentes al ámbito musical, casi todos en relación con los programas. En algunos se trata del programa del concierto en sí mismo y de su inoportunidad política, mientras que en otros, fundamentalmente en conciertos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, la mención crítica la recibe el redactor de los programas.

Hoy, con un cierto retraso, el comentario va por la "actuación" en el escenario de un director. Estoy hablando del concierto, ofrecido por la Fundación Kursaal junto con Cultura Musical en Donostia, del pasado viernes 7 de marzo de 2008.

El programa era espléndido y la Orquesta de Cámara de Los Ángeles lo bordó. La actuación del pianista Uri Caine, de primera, y su director, también. El único pero estriba en sus intervenciones orales. Efectivamente, Jeffrey Kahane tanto al comienzo del concierto como al final, justo antes de la "propina", y expresándose ambas situaciones en un correctísimo español, expresó unos comentarios claramente políticos. Soy el primero en deplorar, criticar, desautorizar y lo que haga falta, el atentado de Arrasate, pero de ahí a tener que aceptar sus palabras sobre la pertenencia de Donostia, y por lógica extensión del conjunto de nuestro país, a España, median muchas leguas de distancia.

Lo siento, pero no estamos para comulgar con ruedas de molino. Kahane ese viernes no estaba "en España". Donostia, villa de fundación navarra en el siglo XII, no es España. Mal que les pese a muchos, el conjunto de Vasconia tampoco; recordemos que Navarra fue conquistada y ocupada por las armas; y aún seguimos. Y al señor Kahane, persona con alto nivel cultural y, supongo, sin intención de meterse en política, le aconsejo que se informe de la realidad de la sociedad ante la que habla antes de abrir la boca.

03 marzo 2008

MÁS SOBRE MÚSICA

El redactor de programas de la Orquesta de Euskadi ataca de nuevo. En esta ocasión se trata del programa del último concierto ofrecido por nuestra (?) orquesta y se refiere a la obra del ilustre intérprete y compositor de Iruñea Pablo Sarasate.

Según el escriba de la orquesta "...otro filón muy explotado por Sarasate fue el folclore español en todas sus facetas (Serenata andaluza, Capricho vasco, Petenera, Bolero, Playera, Zapateado, Malagueña, Jota Navarra, Jota Aragonesa...). Pero el violinista tampoco descuidó los diversos rincones de la geografía europea: así nacieron Aires escoceses, Barcarola veneciana, Melodía rumana, Canciones rusas, y tampoco hay que olvidar su interés por la música de los gitanos, como atestigua su Zigeunerwieser."

Vamos por partes, ya que el asunto no tiene desperdicio. La primera: ¿no son también de "diversos rincones de la geografía europea" el conjunto de obras citados en primer lugar?. La segunda: ¿por qué incluye obras como el Capricho vasco o la Jota Navarra dentro del folclore "español"?. La tercera: ¿no son también europeos los Aires gitanos, al menos tal y como los recoge Sarasate?. La cuarta: ¿por qué y con qué criterios ha delimitado esos tres grupos?.

Me produce hastío el sesgo político, con su expreso y pertinaz nacionalismo español, que introduce habitualmente el responsable de los programas de la OSE. Ya lo dije en otra ocasión, ¿no pretende ser nuestra orquesta "nacional"? Si es así, nuestra música "nacional" será "navarra", "vasca" o "vasco-navarra", que me da igual el nombre; será, por supuesto, "europea", pero nunca será "española". En caso contrario, las melodías zuberotarras, por ejemplo, adaptadas al piano, a la música de cámara o sinfónica por tantos compositores (Guridi, Aita Donostia etc.) ¿qué serán? ¿música "francesa"?